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Niña mala

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Mamá se había ido, yo apenas abría los ojos después de dormir plácidamente la noche de aquel domingo, tu deberías estar camino a tu despacho y me levantaría sin prisas para ir al colegio... pero estabas allí, en mi habitación, pasaste con gesto serio y me alarme, no era fácil verte enfadado y esta vez lo parecías, me senté en la cama y tu también a los pies de ella diciéndome:

"tenemos que hablar"

Y hablaste, me dijiste que lo ocurrido estas semanas atrás no era adecuado, que con mis apenas quince años debería estar saliendo con chicos de mi edad, que relacionarse con un adulto y encima padre era algo socialmente reprobado, que ocurriría si se enterara mamá?, sería una catástrofe, la haríamos sufrir mucho... hablaste y hablaste, justificaste tu enfado contigo mismo, te echaste la culpa de todo y descargaste de mi toda responsabilidad, en algunos momentos vi asomar lágrimas de emoción en tus ojos y me conmoviste, me acerque a ti para abrazarte y me rechazaste diciéndome: "si te abrazo volveré a desearte, eres tan hermosa, tan sensual, estas tan.... tan... que no puedo controlarme"... yo me puse a llorar como una niña, te rogué que me perdonaras y a la vez te decía que no podía ser malo quererte y desear que me iniciaras, que me enseñaras los caminos del placer y del sexo, sabía que no podía ser tu mujer pero quería seguir siendo secretamente tuya para que me adiestraras como amante y poder vivir todo eso después con quien me apeteciera te dije que tú a mi también me gustabas y que tampoco podía resistirme a tus caricias.

Llorábamos y me entristecí mucho, por unos momentos me hiciste sentir sucia y mala, yo sabía que lo que hacíamos era tabú, pero confiaba tanto en ti que no me costaba ningún trabajo entrégame sin límite alguno, lo que parecía ser las puertas de un mundo maravilloso y lleno de emoción y placer se tornaba un suplicio que me hacía sentir muy desgraciada, tú eras todo para mí, apenas media docena de sesiones de tocamientos en el sofá y aquel día mágico en que deje de hacerme la dormida para poder gozarnos consciente y mutuamente... pero las lágrimas no borraban mi deseo por ti ni el recuerdo de aquella sensación de entregarme a tus manos y tu boca, deseaba sentirla de nuevo muy dentro de mi acariciándome por dentro frotando mi clítoris que seguía inflamado de deseo aún en esos momentos porque no podía evitar pensar como me llevaste a mi primer clímax dejándome desvanecida de las increíbles y placenteras sensaciones que me proporcionaste.

Te apiadaste de mí y me dejaste abrazarte y me pegue a ti como una ventosa, sentí tu cuerpo atlético en mis brazos y pegue mi pecho al tuyo, me acariciabas el pelo y yo sorbía mis mocos y mis lágrimas como cuando era niña, yo era muy alta para mi edad pero tú eras más grande, mi cara estaba pegada a tu pecho miré hacia arriba y volví a cruzarme con tu mirada, esa mirada... la sostuve mientras dejaba de gimotear, te ofrecí mi boca y la tomaste, nuestros labios se abrazaron y sentí tu lengua en mi interior buscando la mía, puse mi pequeña mano sobre tu pantalón buscando sentir nuevamente tu pene y lo sentí mientras nos besábamos apasionadamente también tu mano busco mi pecho bajo la camiseta de mi pijama y lo encontró.

Te levantaste súbitamente diciendo "no puedo resistirme a ti me vas a volver loco" y saliste rápidamente por la puerta de mi habitación dejándome sola pero con el consuelo de ese beso apasionado que duro una eternidad, instantes después escuche la puerta de la calle que se cerraba tras de ti. Me sentí poderosa de nuevo, sonreí, no podías resistirte a mí, era mala y quería seguir siendo mala pero sobretodo te deseaba, deseaba tus manos sobre mi cuerpo, deseaba tus labios en los míos, deseaba tu lengua dentro de mí, deseaba acariciar tú enorme pene, deseaba entregarte mi virginidad, deseaba que me hicieras completamente tuya y si eso era ser mala, quería serlo, me gustaba serlo, mucho, mucho...

Las emociones de esa mañana, las lágrimas y finalmente el beso me excitaron y una vez más me dispuse a masturbarme, esta vez sabia como me habías tocado tú con tus dedos y tu lengua, me desnude completamente, me puse frente al espejo grande del armario ropero y realmente me gustaba mi cuerpo, en el club me habían elegido para hacer un pase de modelos de ropa de tenis  y eso me había complacido mucho, tenía el peso ideal, no en vano era una destacada tenista cadete en el club, mi larga y lacia melena castaño claro llegaba hasta media espalda y cuando me la ponía hacia mi pecho acariciaba mis tetas que se insinuaban entre el cabello, evoque el recuerdo de tus grandes manos apenas abarcándolas, me miré de perfil y vi mis pezones rosados, los pellizque y retorcí con fuerza como lo hacías tú y se erizaron en medio de esos pechos adolescentes duros redondos con un estremecimiento que acompaño al gemido que salió sin poder evitarlo de mi garganta, puse mi culo en pompa como me lo pusiste tú en el sofá y admire esa curva que se forma junto a mi espalda, me agarre las nalgas con las dos manos y abrí mi sexo como lo hiciste tú quería verlo como lo viste tú, allí en mi espejo, estaba muy mojado, también vi mi otra entrada, me la habías acariciado con un dedo y recuerdo que eso me proporciono un cosquilleo muy especial. Empecé a tocarme, acaricie mi sexo por fuera y le abrí los labios e introduje un dedo dentro, estaba muy mojada, tu beso y las lágrimas me habían producido una excitación enorme, cerré fuerte mis piernas con un dedo dentro de mí y moví mis caderas para que mi clítoris se rozara contra mi mano mientras mi dedo pulgar permanecía dentro de mí... me miraba en el espejo y me excito más aún mi imagen, me sentí muy puta, muy perversa y eso me gustaba, la niña inocente se había ido con sus sueños de princesa de cuento de hadas.

Sin fuerzas para mantenerme de pie me deje caer en el suelo frente al espejo sin dejar de mover mis caderas frenéticamente frotando mi clítoris contra mi mano, las imágenes del sofá de aquel sábado se  mezclaban con la realidad cuando entreabría los ojos para mirarme en el espejo desnuda y masturbándome, mi propia imagen provocaba en mi cada vez más lujuria hasta que desde lo más profundo de mi sexo una ola de placer me hizo temblar compulsivamente atravesando mi cuerpo que se contaría con cada marea de orgasmos que sucesivamente se apoderaban de mi...

Cuando aquello termino y volví en mi me mire, mi cara era un poema de perversidad… la habitación olía a sexo... en mi mente solo la idea de que me poseyeras...

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