Nuevos relatos publicados: 13

Fecundación asistida

  • 36
  • 27.894
  • 9,78 (27 Val.)
  • 1

Con mi esposo estábamos intentando que quedara embarazada desde hacía varios meses, pero no lo lograba. Finalmente propuse que nos hiciéramos análisis para ver si había algún problema físico en alguno de los dos y en tal caso, determinar como solucionarlo.

No fue fácil convencerlo ya que, supongo que por su machismo, le daba vergüenza llevar el semen a que lo analizaran y ni hablar de que fuera a la clínica para sacarlo allí.

Finalmente quedamos en que yo sería quien llevase la muestra luego de, obviamente, ser yo misma la que se la sacase.

Luego de siete días de ayuno sexual, llegó la mañana en que lo íbamos a hacer. De acuerdo a las instrucciones del médico, no debía penetrarme para que la muestra de semen fuese bien limpia, por lo que teníamos que apelar a la masturbación, aunque si podía estimularlo con la boca. Por supuesto que así lo hice y cuando nos despertamos, tomé el frasco de la mesa de luz y nos empezamos a besar. Poco a poco fui bajando por su cuerpo hasta llegar va su verga, que ya estaba totalmente parada. Comencé a chuparlo con todas las ganas a la vez que lo masturbaba con una mano. A los pocos minutos me avisó que estaba por acabar, por lo que dejé de chuparlo y seguí con la masturbación, apuntando su pija al frasco. Tenía la verga dura y caliente y yo misma me estaba empezando a excitar. De pronto se arqueó y comenzó a largar su leche en el frasco. ¡Uf...! Se notaba que hacía una semana que no tenía ningún desahogo, porque salió abundante semen y muy espeso. Lo junté todo y cuando finalizó de largar, tapé el frasco y lo dejé sobre la mesa de luz, y me levanté de la cama.

– No te vayas – dijo él, tratando de retenerme, pero me zafé de sus manos.

– Tengo que llevar ésto antes de una hora al laboratorio– le dije.

– Bueno – Respondió Jorge – Te espero acá.

Como los dos ya habíamos decidido ir al trabajo luego del mediodía, le sonreí. – En menos de una hora estoy de vuelta – y luego de vestirme tomé el frasco y me fui.

El taxi me llevó al laboratorio en 15 minutos. Lo dejé esperando, entregué la muestra y volví en el coche. En total estuve fuera de casa 35 minutos. Jorge me estaba esperando con el desayuno preparado. Mordisqueé unas tostadas tomé un poco de café y me levanté, caminando hacia el dormitorio.

– Tu ya te desahogaste, pero yo estoy excitada.

Con una sonrisa se levantó y me siguió al dormitorio.

Una vez allí nos comenzamos a besar mientras nos desnudábamos mutuamente, finalmente caímos a la cama. Su verga ya estaba dura y yo estaba excitadísima por la masturbación que le había hecho al despertarnos y ni hablar de la chupada de pija.

Sentí su dureza sobre mi vientre y, separándose un poco, acomodó la punta de su pija en mi entrada y de un solo envión la metió hasta el fondo, arrancándome un gemido de excitación y placer.

Comenzó lentamente a meter y sacar su verga de dentro de mí.

– Si, si, más adentro – le pedía yo en susurros, y cada vez él empujaba bien al fondo, haciéndome gemir de calentura.

– Más... más... Dame un hijo – murmuraba yo, perdida en el placer.

– ¿Y si no puedo? – escuché decir a mi marido.

– Si... – seguí murmurando.

– ¿Y si no puedo dártelo?

Abrí los ojos y lo vi mirándome fijamente.

– ¿Qué cosa? – pregunté.

– Si no te puedo embarazar. Si no soy fértil – dijo, sin parar de cogerme.

– No importa – dije – igual te quiero.

– Pero querés un hijo.

– No importa – insistí – ahora cogeme, haceme gozar.

Sentía su verga totalmente dura que me llenaba la concha y su movimiento de mete saca se aceleró, y viendo su orgasmo llegar, el mío se soltó y comencé a acabar, para sentir casi de inmediato su semen derramarse en mi interior.

Quedamos unos segundos agitados, mientras sentía que su verga iba perdiendo dureza y tamaño dentro de mí.

Estuvimos callados un par de minutos y él volvió a preguntarme.

– ¿Y si no puedo embarazarte?

– No sé. No importa – dije yo.

– Yo quiero que tengamos un hijo – insistió – y si no puedo dejarte embarazada, tenemos que buscar otra solución.

– Vamos a esperar el resultado del examen – dije.

– Si – aceptó – pero si no soy fértil, haremos lo que sea para que te embaraces.

Pasaron unos segundos de silencio luego de su afirmación. Luego nos levantamos y nos duchamos.

Pasé la tarde en mi trabajo sin volver a pensar en lo que él había dicho de que haríamos "lo que sea" para embarazarme.

Al día siguiente era sábado y no trabajábamos. A la noche, salimos a bailar y volvimos a casa a la madrugada,

Estábamos bastante alegres por el alcohol, pero sin llegar borrachos. Al acostarnos y comenzar a tocarnos, nos excitamos y a los pocos minutos estábamos desnudos y haciendo un hermoso sesenta y nueve. Yo disfrutaba su verga en mi boca, chupándola con deleite mientras sentía su lengua en mi concha, hasta que me hizo acabar intensamente.

Luego, nos acostamos lado a lado de costado y frente a frente y me fue levantando una pierna, acomodándose para penetrarme.

Sentí su verga deslizarse con facilidad dentro de mi húmeda concha y comenzó lentamente a serruchar mi cuerpo.

– ¿Querés mucho quedar embarazada? – me dijo en un susurro.

– Si – contesté jadeando.

– Y si yo no puedo embarazarte ¿vamos a hacer lo que sea para que lo logres?

Yo, que ya sentía el orgasmo llegar ni pensé en la respuesta que daba.

– Si.

– ¿De verdad vamos a hacer lo que sea? Insistió él justo cuando yo empezaba a acabar.

– Siiii...!! – dije gozando – Haremos lo que sea – y me mordí los labios gozando, a la vez que sentía vagamente que su verga se endurecía más y parecía crecer más aun para luego comenzar a largarme su leche dentro de mí.

Una vez que terminamos, tomé conciencia de lo que habíamos hablado en el momento del orgasmo.

– ¿Qué quisiste decir con eso de que "haremos lo que sea" para embarazarme? – pregunté.

– Que si yo no puedo embarazarte, tenemos que buscar otra forma de que te embaraces.

– Claro que si, mi amor – le sonreí y acariciándole la mejilla agregué – si tenemos que recurrir a la fertilización asistida lo hacemos. Es posible que sólo haya que inyectarme tu semen para lograrlo.

– Pero... ¿y si es mi semen el que no sirve?

Yo quedé sorprendida.

– En ese caso no importa – dije – No tenemos hijos y ya está. No es el fin del mundo.

– Pero yo quiero que tengamos hijos. Que tu tengas hijos – enfatizó.

No supe que decir, pero era evidente que él ya tenía una decisión tomada.

El martes a la mañana fuimos ambos a buscar el resultado del examen. Nos entregaron un sobre cerrado que llevamos de inmediato al médico que nos trataba.

Al salir del médico ambos estábamos serios, callados y con un gran peso sobre nuestros hombros. Era definitivo. Con su semen era totalmente imposible que yo me embarazara. No había opción.

Decidimos no ir a trabajar y pasar la tarde en casa.

Luego de almorzar, dijo de ir a acostarnos y yo acepté.

– Bueno – dijo – Es definitivo entonces. Tenemos que buscar a alguien más.

– ¿Qué?!!! – dije yo casi en un grito – ¿Qué estás diciendo?

– Ya lo hablamos antes. Quiero que tengamos hijos y la única forma es que te embarace otra persona.

Yo no podía creer lo que oía, pero poco a poco fui comprendiendo lo que él había estado pesando desde hacía unos días.

Seguimos conversando y conversando.

En determinado momento hicimos el amor, muy lentamente. Luego seguimos hablando del tema.

De a poco me fue convenciendo. Cuando finalmente yo le respondí, fue después de hacer el amor y mientras el aún tenía su verga, totalmente fláccida, dentro de mí.

– Está bien – dije – vamos a buscar a alguien para que me embarace – y al decir ésto sentí su pene dar un pequeño salto y comenzar a endurecerse.

– ¿Qué te pasa? – pregunté con una sonrisa.

– No sé – respondió – me estoy excitando de nuevo.

– ¿Porque me va a embarazar otro hombre te excitas?.

– Creo que si – fue su respuesta y comenzamos nuevamente a hacerlo. Mi cabeza sólo daba vueltas en torno a la idea de otro hombre y supongo que él lo sabía y le pasaba lo mismo. Esa vez cogimos como desesperados. La idea era excitante para ambos.

Los días siguientes nos dedicamos a prepararnos. Pautamos los detalles. Pensamos en quién sería nuestro asistente y dejamos en claro que sólo sería una cuestión de que el hombre que eligiéramos sólo me daría su semen. Obviamente me tendría que penetrar pero sólo eso haríamos. Tendríamos el mínimo contacto. El mínimo de besos en la boca, sólo para que se excitara y nada de sexo oral ni mimos.

Lo último a definir era qué haría Jorge mientras tanto. Decidimos que sería en nuestra casa y que él se quedaría fuera del dormitorio mientras yo estaba con el elegido.

Este era el otro gran tema. Tenía que ser alguien sano, en quien pudiéramos confiar. Que fuera discreto y que no me desagradara a mí.

Finalmente llegamos a dos nombres. Roberto y Aníbal. Roberto era un primo suyo con el que nos visitábamos frecuentemente, casado y con dos hijos hermosos.

Aníbal era un amigo de toda la vida, con el que se había criado. Divorciado y también con un hijo hermoso.

No podíamos decidir cuál de los dos sería, hasta que Jorge me comentó que antiguamente, cuando fusilaban a un condenado a muerte uno de los que disparaba no tenía balas de verdad, pero que no se sabía quien era, de esta forma estaba la posibilidad de que cada uno de los que disparaban pensase que a lo mejor él no era quien mataba al condenado.

No entendí que quería decir con ésto, por lo que me explicó que podía hacerlo con los dos y así nunca sabríamos quién fue el que me embarazó.

La idea me pareció totalmente loca al principio y se lo dije, pero poco a poco me convenció de que tenía fundamento.

De esta manera quedamos en que se lo propondríamos a los dos. Si sólo aceptaba uno de ellos, no importaba. Y si lo hacían los dos, tanto mejor.

Una noche Jorge llamó a Roberto y le pidió para encontrarse en un bar, a tomar unas copas, porque tenía que pedirle algo.

Roberto aceptó pero se sorprendió al llegar y ver que estábamos los dos presentes.

Jorge fue que hizo el pedido y la cara de Roberto resultó todo un poema.

– ¿Querés que yo embarace a tu mujer? – preguntó asombrado – ¿Estás loco?

– No – replicó Jorge tranquilamente – es algo que pensamos mucho y queremos que seas tu o Aníbal.

La conversación siguió un rato más hasta que aceptó, pero no podríamos decirle nada a Patricia, su esposa, porque ella no lo aceptaría de ninguna manera.

Acordamos la fecha en que yo estaría más fértil, eso sería entre el martes y el viernes siguiente. Y combinamos que iría a nuestra casa entre las 3 y las 5 de la tarde.

La charla con Aníbal fue más distendida. Nos agradeció que lo eligiéramos, aun sabiendo que no era el único y aceptó sin problemas.

– Por un amigo uno hace lo que sea – dijo sonriendo y mirándome a mi agregó – aunque no es ningún sacrificio hacerlo contigo, Camila.

Sobre esto, debo aclarar que tengo 27 años, soy alta, y tengo un muy buen cuerpo, modestamente hablando, ya que me cuidé siempre.

Con Aníbal acordamos que iría a nuestra casa los mismos días, martes a viernes, pero a las 7 de la tarde.

Ambos pedimos la semana libre en nuestros trabajos y nos preparamos para los cuatro días en que yo trataría de quedar embarazada del primo de mi esposo o de su amigo.

Los tres días que quedaban para encontrarnos, Jorge y yo cogimos como desesperados. Él estaba permanentemente excitado y disfrutamos como locos en la cama.

El martes, a las dos de la tarde ya estábamos listos, esperando a su primo, que llegó puntualmente a las 3.

Una vez los tres juntos, en el living de nuestra casa, tomamos una copa de vino y ultimamos los detalles. Solo nos besaríamos para que se excitara y no habría sexo oral, sólo la penetración y eyaculación de él. Incluso el propio Roberto fue quien propuso que no me desvistiera de la cintura para arriba, que no sería necesario, cosa que yo le agradecí.

– Bueno – dije – ¿vamos al dormitorio?

Ambos se levantaron y Jorge me abrazó y me dio un beso en los labios. Luego, me di vuelta y fui al dormitorio seguida de Roberto, mientras Jorge se sentaba nuevamente en el sofá.

Media hora después salimos y encontramos a Jorge fumando, mientras miraba sin ver un programa de televisión.

Tomamos otra copa de vino y Roberto se despidió, quedando en volver al día siguiente.

Una vez solos, mi esposo me abrazó, me besó apasionadamente escarbando con su lengua en mi boca y me levantó en andas, llevándome al dormitorio, donde la cama ya estaba ordenada nuevamente.

Con ansiedad me desvistió rápidamente y una vez desnuda y acostada, se desnudó él, mostrando su verga totalmente parada. Se acostó sobre mí y me la metió sin preparación ninguna, penetrando fácilmente por el semen de su primo que yo tenía dentro.

– Contame – dijo en un susurro excitado – ¿Qué hicieron? ¿Cómo fue?

Comencé mi relato.

– Una vez en el dormitorio, me saqué la falda y el bikini que llevaba. El se bajó los pantalones, pero no se los sacó, y me empezó a tocar las nalgas, luego me acarició los senos a través de la blusa y nos besamos dos o tres veces. – Cuando la tuvo bien parada, me la metió despacito y comenzó a meter y sacar,

– ¿Y que pensabas mientras él te cogía? – preguntó Jorge.

– Nada – dije yo – sólo en que quería quedar embarazada.

– ¿Y qué más?

– Que tu me esperabas en el living y sabía que después me ibas a querer coger.

– Estuvo unos minutos metiendo y sacando su pene – seguí mi relato.

– ¿Pene? – me interrumpió Jorge – ¿Por qué hablas así? – agregó con una sonrisa mientras su verga me taladraba.

Yo, que ya comenzaba a sentir que me acababa, me corregí.

– La verga. Me metía y sacaba la verga mientras me tocaba las nalgas con una mano y las tetas con la otra. Y a veces me daba besitos en el cuello y en la boca, pero sin meterme la lengua.

– Así estuvo como diez minutos hasta que sentí que se arqueaba y la metía hasta el fondo, acabándome bien adentro de la conchita.

Jorge se excitaba más y más con el relato y me cogía más fuerte.

– Después que acabó, nos quedamos quietos unos minutos, luego se salió y se arregló la ropa. Yo me levanté, acomodé la cama y salimos del dormitorio.

Jorge apresuró sus movimientos y comenzó a acabar sin darme tiempo a mi de llegar al orgasmo.

Una vez que acabó, se levantó y se vistió, mientras que yo me quedé unos minutos más en la cama. Luego me levanté y me fui a dar una ducha, para prepararme para la visita de Aníbal, el amigo de Jorge que tendría también su oportunidad de embarazarme.

Se repitió todo igual que con Roberto, aunque Aníbal no ofreció que me quedara con la ropa de arriba puesta y yo no me animé a plantearlo.

Cuando salimos del dormitorio, unos cuarenta minutos después, ellos se quedaron hablando unos minutos, y cuando se fue el amigo de mi esposo, volvió a repetirse la situación. Me llevó al dormitorio, me desnudó y volvió a clavarme su verga, nuevamente parada y dura, mientras me pedía que le contara cómo había sido.

– Entramos al dormitorio y comencé a sacarme la falda, como él no dijo nada de que me dejara la blusa, también me la quité. Luego me saqué el sostén y el bikini y desnuda, me acosté a esperarlo. El también se desnudó totalmente. Se acostó a mi lado y comenzó a acariciarme los senos. Me los besó un poco, me acariciaba, me tocó la conchita, las nalgas y luego se me subió encima. Me frotó la pija un poco y luego la apoyó en la entrada y comenzó a meterla despacio.

A esta altura Jorge bombeaba dentro de mí con fuerza, pendiente de cada palabra del relato.

– ¿Te la metió muy fuerte? – preguntó.

– No – dije – fue muy despacito.

– Y... ¿te... desagradó mucho hacerlo?

Mientras me movía al ritmo de Jorge, recibiendo su verga endurecida en mi concha, pensé en ese momento.

– No – respondí – no fue muy feo porque sabía que era lo que queríamos y tu estabas esperando fuera del dormitorio.

Jorge apresuró sus movimientos y su verga comenzó a largar semen, sin darme tiempo, nuevamente, a llegar yo al orgasmo.

Luego de acabar, se quedó acostado sobre mí, mientras su verga iba pendiendo su erección. Luego se levantó sin hablar más. Minutos después me levanté, me duché y salimos a cenar fuera, sin volver a hablar del tema.

Al día siguiente se repitieron las visitas. Roberto a las tres y Aníbal a las 7.

Al retirarse Roberto, Jorge me llevó a la cama nuevamente y me pidió que le contara lo que hicimos.

– No quiero hablar – le dije.

– ¿Por qué? – preguntó mi esposo.

– ¿Porque no – respondí solamente.

– Quiero que me cuentes – insistió – ¿Qué pasó? ¿Por qué no quieres hablar de eso?

Estábamos los dos desnudos, pero su pene no estaba erecto.

– Nuevamente con Roberto me quedé vestida de cintura para arriba mientras él, con los pantalones bajos metía su verga dentro de mí. Volvió a acariciarme las nalgas y tocarme los pechos por sobre la ropa. Me besó en los labios de nuevo y así siguió metiendo y sacando su verga en mi concha.

– Yo lo abrazaba pero nada más. Hasta que... – y acá detuve mi relato.

– ¿Qué? – preguntó mi esposo – ¿Qué pasó?

– Nada – dije yo, con los ojos húmedos y a punto de empezar a llorar.

– Por favor, Camila – insistió – contame qué pasó.

– Es que... ayer...

– ¿Qué pasó ayer? – dijo Jorge.

– Que ayer tu me hiciste el amor dos veces, pero te acabaste muy rápido y yo no pude gozar.

– ¿Y?

– ¡Me excité cuando Roberto me cogió! – dije casi gritando y ya comenzando a llorar.

Entre las lágrimas no pude ver que lo que pasaba, pero sentí a Jorge subírseme encima y su verga completamente parada metérse entre mis piernas y clavándose en mi concha.

Estaba tremendamente excitado y yo no comprendía por qué, aunque era evidente que la excitación se debía al hecho de que yo me había excitado con su primo, cayendo en la cuenta, recién en ese momento (qué tonta fui) , de que todas las veces que habíamos hablado del tema y cuando yo le contaba cómo me habían cogido, mi esposo se excitaba.

No podía concentrarme en lo que hacíamos. Sentía que su cuerpo y su dureza entraba y salía de mi cuerpo, pero no podía responder. Cuando por fin pude acompasar sus movimientos y empezar a tratar de gozar, sentí que él aceleraba sus movimientos y llegaba al orgasmo sin darse cuenta que yo recién empezaba y que, una vez más, me dejaba insatisfecha.

No había más tiempo. Aníbal llegaría en menos de media hora y yo quería bañarme. Nos levantamos y yo fui a la ducha, mientras él se encargaba de acomodar la cama.

Estuve en la ducha largo rato. Por fin, cuando escuché el timbre de la puerta, me decidí a salir de debajo del agua. Me sequé y me vestí nuevamente, llegando al living de nuestra casa cuando mi esposo le terminaba de servir un whisky a su amigo, que me miró con cara de deseo. Esta vez no se preocupaba de simular que solamente nos hacía un favor.

Luego de algunos minutos, nos fuimos al dormitorio él y yo, mientras que mi esposo decía que iba a comprar cigarrillos. Yo le pedí si no podía ir a una rotiseria del centro de la ciudad, a comprar un pollo relleno que allí hacían y nos gustaba mucho. El medio se extrañó, pero aceptó de todos modos y se fue.

Yo sabía que el viaje de ida y vuelta, sumado a la espera para que lo atendieran en la rotisería le iba a llevar alrededor de una hora.

En realidad, le llevó una hora y veinte y cuando regresó, Aníbal y yo todavía no habíamos salido del dormitorio. Lo escuchamos llegar, pero no respondimos cuando él llamó. Abrió la puerta del dormitorio y nos encontró, todavía acostados.

– En seguida salimos, amor – le dije.

– Disculpen – apenas susurró él y cerró la puerta.

Unos quince minutos después salimos ambos del dormitorio, encontrándolo a él preparando la mesa para cenar.

– ¿Cenas con nosotros, Aníbal? – preguntó mi esposo, con el rostro serio.

– No, te agradezco, pero estoy un poco cansado – respondió Aníbal – Me voy para casa – Y se fue luego de darme un beso en la mejilla y un abrazo a Jorge.

Nos miramos fijamente unos segundos y luego nos sentamos a cenar. La cena transcurrió sin que hiciéramos ningún comentario de lo sucedido. Jorge sabía que no había sido igual al día anterior. Habíamos estado una hora y media en el dormitorio, mucho más de lo necesario para que Aníbal simplemente se hubiese limitado a tener un orgasmo para inseminarme.

Luego de la cena, Jorge se fue al dormitorio y yo acomodé el comedor y también fui al dormitorio. Tomé alguna ropa y me fui a dar una ducha.

Cuando regresé al dormitorio, mi esposo estaba mirando un programa de televisión. Me acosté a su lado y de inmediato él apagó el televisor.

– ¿Qué pasó? – preguntó.

– Ya sabes – respondí después de un par de segundos.

– Estuvieron una hora y media en la cama.

– Si – dije escuetamente.

– ¿Y?

Yo tenía los ojos húmedos. Estaba al borde del llanto.

Comenzó a acariciarme el cuello con una mano y con la otra los senos.

– Quiero que me lo cuentes todo– susurró.

– Perdóname – dije casi llorando – estaba excitada.

– No importa – dijo besándome – ¿Qué pasó?

Comencé a relatar.

– Cuando entramos al dormitorio, Aníbal me abrazó y me besó en los labios y me acariciaba los senos. Me comenzó a desvestir sin parar de besarme. Cuando me sacó el sostén me besó los pechos, apretándome los pezones con los labios.

"Me empujó hacia la cama y me hizo sentar en el borde. El se empezó a desabrochar la camisa y yo lo miraba, hasta que subí mis manos a su pantalón y solté su cinto. Luego le bajé el cierre y tiré hacia abajo sus pantalones. Se notaba el bulto de su verga parada bajo el bóxer. Cuando se quitó la camisa se quedó quieto, esperando".

"Entendí lo que quería y le bajé lentamente el bóxer, dejando libre su verga, a menos de veinte centímetros de mi cara".

"No me obligó a nada y se lo agradecí. Me recosté en la cama, desnuda y el se acomodó a mi lado, comenzando a besarme en la boca, metiéndome la lengua, haciendo que la mía también se metiese en su boca, mientras sus manos me acariciaban todo el cuerpo, los senos, la cola y finalmente entre las piernas, donde sus dedos comenzaron a jugar en mi concha".

"Él entendió exactamente como era la situación y no se hizo esperar. Se subió encima de mí y apoyó la punta de su verga en la entrada de mi concha. Con una mano se la agarró y la empezó a frotar sobre mi clítoris. Eso me fue excitando más y más, hasta que cuando no aguanté más la calentura subí mis caderas buscando que me penetrara y de inmediato él empujó hacia mí, clavándola lentamente pero sin pausa, hasta metérmela toda".

"Cuando la sentí entrar lancé un gemido y comencé a moverme al mismo ritmo que él. Sentía su verga como entraba y salía y poco a poco fue creciendo el orgasmo".

"Y no lo podía resistir, lo abracé con mis piernas mientras lo besaba con pasión. Él me agarraba de las nalgas para cogerme mejor y acabé. Lo apreté con las piernas, lo mordí, lo arañé en la espalda mientras gozaba como una yegua".

– ¿Acabaste? – preguntó mi esposo, interrumpiendo mi relato.

– No te imaginás cómo – respondí – Fue impresionante.

Yo estaba acostada boca arriba y Jorge a mi lado, de costado. Me levantó las piernas y me apoyó su verga, tremendamente parada, en la concha, mientras que me chupaba un pezón.

– ¿Te calienta lo que hice? – pregunté.

– Si. Mucho – me respondió, empujando su verga y metiéndomela lentamente.

– Entonces, ¿quieres que siga contándote?

– Si – dijo él – Por favor. ¿Qué más hicieron?

– Después que yo acabé, él siguió cogiéndome muy lentamente, como si estirara el momento.

"Seguimos así unos minutos, besándonos, chupándome los pezones, acariciándome las nalgas. Después, el se volcó hacia un costado y me la sacó. Yo me quejé.

"– Noooo. ¿Por qué me la sacas?"

"– Todavía no quiero acabar – dijo Aníbal"

"– ¿Y qué quieres? – le pregunté"

"El me tomó la mano y la llevó a su verga. Se la apreté. Estaba durísima. La otra mano la apoyó en mi cabeza y empujó suavemente hacia abajo, hacia su entrepierna."

"Comprendí lo que quería y la verdad es que yo también lo quería. Fui bajando por su cuerpo, besándolo en el pecho, el vientre y llegando con mi cara hasta su verga. Se la besé varias veces hasta que abrí la boca y comencé a chuparla."

"Me la metía toda en la boca. Sentía que me llegaba hasta la garganta. La sacaba y le pasaba la lengua, para volver a meterla nuevamente. Así estuve un rato, chupando y chupando esa verga que tanto placer me había dado... y me seguía dando."

Mientras hacía mi relato, mi esposo seguía cogiéndome y chupándome las tetas. Yo sentía su verga entrar y salir de mi concha. Estaba tremendamente dura y grande, y me estaba empezando a excitar a mi también.

– Me acomodé mejor para chuparle la verga, poniéndome en cuatro patas, y seguí unos minutos, metiendo y sacando la verga de mi boca.

"Aníbal me la sacó de la boca y me dijo que no me moviera, que me quedara así, como perrito. Se paró atrás de mí y me apoyó la verga en la conchita de nuevo, frotándola, pero sin meterla. Después de uno segundos de estar así, yo quería sentirla de nuevo adentro."

"– Dale – pedí – métemela."

"– ¿Quieres que te la meta? – me preguntó."

"– Si – dije, con una excitación tremenda – Quiero".

"Pero él no hacía nada más que frotármela. Hasta que comprendí lo que esperaba y tiré mi cuerpo hacia atrás, haciendo que su verga entrara en mi concha. Allí él empezó a moverse, clavándome con fuerza mientras que se inclinaba sobre mi espalda y con las manos me acariciaba los pechos."

Mientras yo relataba ésto, mi esposo seguía cogiéndome con lentitud y yo sentía su verga durísima dentro de mí, entrando y saliendo de mi concha.

Como me detuve en el relato, él me preguntó:

– ¿Te estaba cogiendo como perrito, entonces?

– Siii – le dije con excitación.

– ¿Y te gustaba?

– Siii, mucho – le respondí – me encantó como me cogía desde atrás.

– Sigue contando – pidió sin parar de cogerme..

– Bueno. Yo cada vez me excitaba más sintiendo como me la metía, hasta que no pude aguantarme más y volví a acabar. Entonces fue que él empezó a apurar el mete saca y sentí como se acercaba al orgasmo. Eso me volvió a excitar y casi enseguida volví a acabar, al sentir como me llenaba de leche le concha.

"Fue un orgasmo tremendo el de los dos. Él me acariciaba los pezones y me golpeaba las nalgas con su cuerpo, clavando hasta el fondo su verga y yo agarraba en los puños las sábanas."

"Cuando terminó de largar su leche, se dejó caer desfallecido sobre mí y yo me tendí en la cama, sintiendo su verga como iba perdiendo dureza dentro de mí."

"Nos quedamos así un ratito, hasta que se salió y se acostó a mi lado, acariciándome la espalda y las nalgas. Nos besamos y nos tocamos. Él me tocaba las tetas y me metía los dedos en la concha y me acariciaba el clítoris y yo lo besaba y lo acariciaba a él, tomando con mi mano su verga. Estábamos en eso cuando tu abriste la puerta del dormitorio."

– Pero demoraron como quince minutos en salir, después de eso – dijo mi esposo.

– Si – le respondí – lo que pasó es que él estaba excitado de nuevo. La tenía muy dura otra vez.

– ¿Y...? – preguntó Jorge.

– Yo no quería que se fuera caliente.

.¿Y qué pasó?

– Se la empecé a chupar de nuevo – dije, y de inmediato sentí como la verga de mi esposo se hinchaba más aun, dentro de mi concha.

– ¿Se la chupaste otra vez? – preguntó.

– Si – dije – no quería que se fuera caliente.

– ¿Y que pasó entonces?

– Se la chupaba metiéndomela y sacándola de la boca y además lo masturbaba. Êl cada vez se fue calentando más y más, hasta que de pronto dijo que estaba por acabar.

"– Metémela en la concha – le dije, acostándome boca arriba – dame toda tu leche."

"El se puso sobre mí, me la clavó de un golpe, me la metió y sacó dos o tres veces y me acabó adentro. Después nos levantamos y salimos del dormitorio."

– Todavía siento su leche dentro de mí – le dije a mi esposo, que seguía cogiéndome, y eso fue lo que lo terminó de calentar. A él y a mi, porque casi de inmediato comenzó a acabar y me arrastró a mí en un orgasmo intenso, muy fuerte.

Después que acabamos nos quedamos acostados sin hablar. Jorge me empezó a besar en los labios y en toda la cara.

Nos dormimos, pero en la madrugada, no sé bien a qué hora, sentí que Jorge, acostado a mi espalda, me acariciaba los senos y apoyaba su verga parada entra mis nalgas. Lo dejé hacer, colaborando apenas, hasta que levanté una de mis piernas. De inmediato sentí su verga acariciar mis labios vaginales y de a poco la fue metiendo. Yo no estaba despierta del todo, pero él igual me comenzó a coger, acariciando mis pezones. A los pocos minutos la excitación se apoderó de mi y comencé a acabar casi en silencio, apenas con la respiración agitada. Jorge, al sentir mi orgasmo, apresuró su penetración y también acabó. Casi de inmediato me volví a dormir.

A la mañana siguiente se suponía que era la última jornada que vendrían su primo Roberto y su amigo Aníbal para que me cogieran y ver de quedar embarazada.

Luego del desayuno, Jorge me invitó a almorzar fuera, en un restaurante, cosa que acepté.

-Voy a llamar a mi primo para decirle que no venga esta tarde. – dijo, tomando el teléfono.

Luego de la llamada, en la que argumentó que yo no me sentía bien y le agradeció su "ayuda", colgó el teléfono y se puso a leer el periódico.

-¿Y Aníbal? – pregunté.

-¿Qué pasa con él? – dijo.

-¿No lo vas a llamar para decirle que no venga?

Se hizo un silencio de algunos segundos, en que nos miramos fijamente.

-¿Quieres que lo llame? – preguntó, agregando - ¿No quieres que vuelva?

Yo no sabía que decir.

-No sé – le dije en un susurro - ¿Tu quieres que vuelva?

Mi esposo se levantó y me abrazó, besándome en la boca y metiendo su lengua dentro de ella, jugueteando con la mía, mientras me refregaba su pelvis, donde ya se notaba el comienzo de una erección.

-Si – me dijo al oído – si tu quieres que vuelva, yo también quiero.

-¿Y si pasa lo mismo de ayer? – le pregunté.

-Quiero que pase lo mismo – dijo mi esposo – Quiero que pase todo lo que tu quieras.

Un minuto después yo estaba con la falda levantada hasta la cintura, apoyada boca abajo en la mesa y Jorge cogiéndome desde atrás, sin siquiera haberme sacado el bikini, apenas haciéndolo a un costado para meterme su verga tremendamente dura en la concha.

A la tardecita, a las siete en punto, Aníbal llegó a nuestra casa. Yo me había vestido con una falda amplia, muy corta, un top ajustado y sin sostén y estaba perfectamente maquillada. Luego de tomar una cerveza los tres, yo me levanté y puse música lenta en el equipo, tendiéndole una mano a nuestro amigo, mientras Jorge nos miraba, sentado en un sofá.

Luego de mirarlo y ver que no ponía objeciones, Aníbal se levantó y se acercó mi, abrazándome y comenzamos a bailar lentamente. Yo sentía como su verga se iba poniendo dura dentro de sus pantalones.

Al cabo del tema musical, hizo ademán de soltarme, pero yo no lo dejé, por lo que seguimos abrazados y comenzamos a bailar otro tema, mientras mi esposo estaba sentado a unos tres metros de nosotros, mirándonos mientras saboreaba otra cerveza.

-¿Jorge sabe lo de ayer? – me preguntó susurrándome en el oído

-Si – respondí.

-¿Y no le molestó?

-No – dije simplemente y lo besé en los labios

Al principio no respondió, pero casi de inmediato colaboró en el beso y sentí su lengua dentro de mi boca.

Sus manos comenzaron a bajar por mi espalda, hasta llegar al borde de la falda, la que empezó a levantar. Poco a poco fue dejando a la vista mis nalgas, apenas cubiertas por una tanga diminuta.

Me acariciaba, deslizando cada tanto un dedo entre mis nalgas, mientras que con la otra mano comenzó a levantarme el top, dejando mis tetas, sin sostén, también libres. Mi esposo no se perdía detalle de lo que hacíamos, mientras seguía sentado, bebiendo su copa.

Las manos de Aníbal comenzaron a acariciar mis tetas y yo sentí que los pezones se me ponían duros de excitación. Él me apartó un poco de su cuerpo y miró mis pechos, bajando un poco la cabeza y chupándome un pezón durante algunos segundos, en tanto su mano izquierda seguía metiéndose entre mis nalgas. Luego, soltó el pezón y se dedicó a chuparme el otro. Yo respiraba jadeando de calentura.

Mi esposo seguía mirándonos, ahora con una mano acariciando el bulto en su entrepierna.

Aníbal me soltó y comenzó a caminar hacia mi dormitorio. Lo seguí de inmediato, luego de mirar a Jorge, que seguía sentado, una copa en una mano y la otra seguía acariciando su bulto.

Cuando entré, Aníbal ya se estaba desnudando. Su camisa estaba en el suelo y comenzaba a desabrocharse el pantalón. También comencé a desnudarme terminando de sacarme el top y dejando las tetas al aire. Luego me quité la falda y en seguida la tanga. Aníbal, ya desnudo, tenía la verga tremendamente parada y se sentó al borde de la cama, esperándome.

Me acerqué a él y me arrodillé a su lado, tomando con mi mano esa pija caliente y dura, y empecé a masturbarlo lentamente, subiendo y bajando mi mano con delicadeza. Sentí que mi esposo también había entrado al dormitorio y se sentó al lado de su amigo. Yo los miraba a ambos a los ojos, mientras seguía masturbando a Aníbal, que se dejaba sin hacer nada.

En determinado momento, miré fijamente a mi esposo a los ojos y luego miré la verga de Aníbal. Volví a mirar a mi esposo y luego nuevamente la verga de su amigo, en una muda pregunta que Jorge entendió, asintiendo con la cabeza.

Pero eso no alcanzó, lo volví a mirar fijo a los ojos y volví la vista a la pija de su amigo, al que seguía masturbando con mi mano.

Mi esposo comprendió finalmente lo que yo esperaba. Levantó su mano y la apoyó en mi cabeza y me empujó hacia abajo, acercando mi cara a la dura verga de su amigo. Abrí mi boca y la recibí dentro, comenzando a chuparla con fuerza, mientras sentía la mano de mi esposo empujándome hacia abajo.

Aníbal se movió, sacando su verga de mi boca y se acomodó en la cama, quedando acostado. Yo subí, caminando como perrito y me acerqué a seguir chupándole la verga. Mi esposo seguía sentado, mirando sin perderse detalle de cómo yo se la chupaba a su amigo.

Así estuve unos minutos, lamiendo, mordisqueando, chupando la verga de Aníbal. Cada tanto, sentía que un gemido se escapaba de su boca.

-Siiii!!!! – sentí que dijo.

-¿Te gusta? – pregunté mirándolo a la cara primero a él y luego a mi esposo.

-Me encanta - murmuró Aníbal.

-Es sensacional como chupa la pija, ¿verdad? – preguntó mi esposo.

Aníbal abrió sus ojos y lo miró y no dijo nada.

-¿Verdad? – insistió mi esposo.

Sin esperar a que respondiera, yo apreté con mis labios ese tronco en mi boca y la solté, diciéndole - ¿Te gusta como te chupo la verga?

-Me encanta como la chupás – afirmó finalmente Aníbal – tragátela toda, metétela hasta la garganta.

No me hice de rogar y lo hice, me la metí hasta el fondo, hasta que mis labios llegaron a la base y sentí el vello de Aníbal en mi naríz, mientras que la cabeza de su verga golpeaba en lo más profundo de mi garganta, casi haciendo que me atorara.

Seguí así unos segundos y luego me la saqué de la boca y me arrastré hacia arriba, poniendo mis piernas a los lados del cuerpo de Aníbal, y rozando con mi concha su pija. Mientras, mi esposo se comenzó a desnudar lentamente, sin perder detalle de lo que yo hacía y caminando hacia los pies de la cama, desde donde podía ver con todo detalle la verga de su amigo a punto de penetrar en mi concha.

Yo la tomé con mi mano y la acomodé a la entrada, frotándomela. De pronto, siento la mano de mi esposo en mi espalda y su voz que me susurraba al oído, mientras bajaba la mano a mi cintura y me empujaba hacia abajo.

-¡Clávatela!

Me dejé caer lentamente y sentí como la verga de Aníbal me penetraba y la mano de Aníbal que iba hacia mis nalgas, pasándome los dedos hacia abajo, hasta llegar a mi concha, donde estoy segura, llegó a tocar la base de la verga de su amigo, totalmente enterrada en mi.

Comencé a moverme arriba y abajo, mientras que mi esposo se ponía a mi lado, desnudo y con su verga totalmente parada. Estiré la mano hacia ella y tomándola, acerqué mi cara, para que él me la metiera en la boca. Así lo hizo y comencé a chuparlo, mientras seguía subiendo y bajando cogiendo a su amigo. No soporté mucho tiempo esa estimulación y acabé ruidosamente, gozando en un orgasmo tremendo.

Me detuve en mi movimiento sin dejar que Aníbal acabara, y sacándome la pija de mi esposo de la boca, lo empujé para que se acostara. Lo hizo al lado de su amigo y yo me salí de encima de éste y me puse en la misma posición sobre mi esposo, tomando su verga con la mano y dejándome caer, me la metí de un solo movimiento. Sentí un quejido de mi esposo y comencé a cogerlo, subiendo y bajando.

-Dame tu verga, Aníbal – le dije a su amigo – quiero chupártela más.

Aníbal se paró al costado de la cama y me ofreció la verga, todavía dura. Comencé a chupársela, sintiendo el gusto de mi propia concha mientras entraba y salía de mi boca, y yo lo ayudaba masturbándolo.

Luego de un minuto o muy poco más de estar subiendo y bajando de mi esposo, sintiendo su pija como entraba y salía de mi concha, sentí que los jadeos de Aníbal se hacían más fuertes y que su verga se endurecía más aun.

Ayudado por mi mano, sentí como el amigo de mi esposo estaba llegando al orgasmo y seguí sin sacarme la pija de la boca. El primer chorro de semen me golpeó en la garganta, el segundo, cuando ya estaba abriendo la boca buscando aire, lo sentí en el paladar. Luego, el resto de su leche me corrió por la cara. Pude ver, en medio de un chorro de leche que me colgaba sobre un ojo, como mi marido no se perdía detalle de lo que pasaba y casi de inmediato sentí su leche en el fondo de mi concha, mientras que sus manos acariciaban mis tetas.

Ver como me acababan los dos, sentir la leche de Aníbal en la cara y la propia cara de placer de mi esposo fueron el detonante para un nuevo orgasmo, que me hizo caer desfallecida sobre el pecho de mi esposo. Así quedé unos minutos, mientras recuperaba el aliento.

La situación era bastante tensa ahora. Aníbal no sabía bien como actuar. Mi esposo tampoco. Yo fui quien rompió el silencio, pidiéndole a mi esposo que se corriera un poco hacia un lado, y acostándome, le dije a Aníbal que se acostara a mi lado y quedé en medio de los dos hombres que me habían hecho gozar.

Besé a mi esposo en los labios, aún húmeda del semen de su amigo.

-¿Estás bien?

-Si – respondió él.

-¿Te gustó verme coger con tu amigo?

-Si – respondió mi esposo.

Miré a Aníbal y también lo besé en los labios.

-¿Te gustó cogerme delante de mi esposo?

Aníbal, incómodo, no respondió de inmediato

-¿Te gustó? – le repitió Jorge.

-Si – dijo finalmente – estuvo muy bueno.

-Me alegro que los dos estén de acuerdo – dije yo, y agregué – porque van a tener que repetirlo ahora mismo.

-¿Seguís caliente? – preguntó mi esposo.

-Si – dije en un susurro excitado y mirándolo a los ojos - ¿Vos no?

Él asintió con la cabeza y se tocó la pija, que ya empezaba a dar saltitos en el comienzo de otra erección.

-Los quiero a los dos a la vez – dije comenzando a tocarle la pija a mi esposo con una mano mientras que con la otra se la acariciaba a Aníbal, a quien también se le estaba parando de nuevo.

Yo ya estaba caliente de nuevo y quería que me cogieran otra vez.

-¿Los dos a la vez? – preguntó Aníbal con una sonrisa excitada.

-¿Y cómo sería eso? – dijo mi esposo, también sonriendo.

-Ya saben – dije yo jadeando, con las dos vergas en mis manos.

.-No – dijo Aníbal – Yo no sé.

-Yo tampoco – insistió mi esposo.

-¡No sean malos! Ya saben...

-¿Qué quieres, putita? – y la verga de mi esposo cada vez estaba más dura mientras me tocaba las tetas..

-Si – dijo Aníbal, mientras me acariciaba la concha calentándome más - ¿Qué quieres putita?.

Yo ya no daba más de calentura y las dos vergas ya estaban a punto, totalmente paradas y prontas.

-Quiero a uno en la conchita... – y me detuve.

-¿Y el otro? – preguntó mi esposo.

-Atrás – dije apenas.

-¿Cómo lo quieres? – dijo Aníbal.

-Por la cola – terminé, aceptando el juego – quiero que uno me la ponga en la concha y el otro por la cola. ¿Está claro?

-Muy claro – aceptó mi esposo – Elige a quien quieres en la cola.

-No importa – dije.

-Elige a quien le das la colita ahora – insistió su amigo.

-¿No te vas a enojar? – pregunté mirando a Jorge a los ojos.

-No – dijo con una sonrisa – Elige a quien tu quieras para que te coja por el culito.

-A Aníbal – dije con una sonrisa excitada y sentí que la verga de mi esposo se endurecía más en mi mano – Quiero que Aníbal me coja por la colita.

Me moví hacia abajo y en posición de perrito, con la cola hacia arriba, empecé a chupársela a mi esposo. La metí tres o cuatro veces en mi boca y luego se la chupé a su amigo. Estuve así varios minutos, chupando una y otra verga alternadamente, poniéndolas bien duras a las dos.

Esa sensación de meterme una y otra en la boca me excitó aún más, si era posible. Ambas pijas eran distintas. Se sentía en la boca las diferencias.

Finalmente me fui subiendo sobre mi esposo y apunté su verga a mi concha, dejándome caer lentamente hasta que me la clavó toda.

Mientras, Aníbal se comenzó a levantar. Yo le pedí que me la dejara chupar un poco. Lo hice. Por excitación y para mojarla bien.

Después, el amigo de mi esposo se fue detrás de mí y yo me dejé caer sobre el pecho de Jorge.

Sentía la verga de mi esposo dentro de mi concha y de pronto la de su amigo se apoyó en la entrada de mi cola, haciendo un poco de presión.

Sentí dolor, pero la excitación podía más. Aníbal no se detuvo en ningún momento. Empujaba y se retiraba, empujaba y se retiraba y de pronto sentí como la cabeza de su verga me entró en el culo. Luego ya todo fue pasión. Era indescriptible esa sensación de estar penetrada por los dos lados. Sentía las dos vergas y apenas me podía mover sobre mi esposo. De pronto, Aníbal empujó hacia un costado y caímos de lado, sin que su verga saliera de mi culo, pero la de mi esposo se salió de mi concha. Quedé de costado, con Aníbal clavándome por la cola y mi esposo tratando de acomodarse para volver a meter su pija en mi concha. Cuando lo logró, ambos comenzaron a moverse.

No sé como lo, lograron pero de pronto ambos se habían sincronizado y cuando uno empujaba, el otro se retiraba. Acabé una vez y siguieron cojiéndome al mismo tiempo.

Volví a acabar y ellos seguían clavándome.

Acabé por tercera vez y ellos cambiaron al sincronización y ambos a la vez me la clavaban y se retiraban un poquito. Esto fue demasiado y sentí que un cuarto orgasmo me estaba llegando. Grité y grité. Pedía más y más.

-¡¡Hijos de puta, me están matando!!

Y en medio del cuarto polvo que me echaba, sentí la leche de mi esposo que se derramaba en mi concha.

-¡Llename la concha de leche! – exclamé besándolo en la boca, mientras que sentía cuatro manos que me acariciaban las tetas, apretando mis pezones, y fue el turno de Aníbal de llenarme con su leche, volcándose en mi culo a la vez que me clavaba hasta el fondo la verga, arrancándome un gemido de dolor y excitación.

Después de ésto, los tres quedamos como muertos, acostados. Ninguno me sacó su verga. Fui sintiendo como perdían la erección dentro de mí, hasta que se salió primero la de mi esposo de mi concha.

Luego fue el turno de la pija de su amigo, que se salió de mi culo mientras que yo suspiraba de placer.

Medio me dormí, sintiendo varias manos que me acariciaban, tocándome la concha, las tetas, las nalgas.

No supe cuando se levantaron. Estaba entredormida cuando mi esposo se acostó a mi lado. Yo estaba boca abajo y sentí que él me tocaba las nalgas, pasando sus dedos por entre ellas y acariciándome la entrada del culo.

No me moví cuando sentí que no eran sus dedos los que se apoyaban entre mis nalgas. Me quedé quieta mientras su verga, dura y caliente comenzaba a empujar para clavarse en mi cola. Debido a la cogida anterior, esta vez no le costó nada y me la metió, mientras que yo apenas si me quejaba un poco.

Así, medio dormida, mi esposo me cogió por el culo. Sentía como me entraba y me salía casi toda la verga, mientras metía una mano para tocarme la concha.

Entredormida, llegué a un orgasmo mientras él seguía clavándome su pija.

-¿Gozaste mucho cuando él te cogió por la colita? – me susurró excitado.

-Si – alcancé a murmurar.

-Quedate quietita, No te muevas. Sos una putita, ¿sabés? – me dijo, mientras me seguía cogiendo por atrás.

-Si – dije – soy una putita. ¿Te gusta que sea putita?

-Me gusta – y seguía clavándome la pija en el culo – ¿Querías que Aníbal te cogiera por el culo? Por eso lo elegiste, ¿verdad?

-Si, quería darle el culito a él

Los movimientos de Jorge se hicieron más rápidos y yo estaba llegando nuevamente a un orgasmo, pero me quedaba quietita mientras el me cogía.

-¡Y te gustó que te cogiera por el culo!

-Siiii, me encantó... – y acabé nuevamente mientras seguía boca abajo, recibiendo la verga de mi esposo por el culo.

Esto fue el detonante y Jorge también acabó. Apenas si sentí algo de leche caliente en mi recto. Mi esposo estaba agotado, y yo también.

No sentí que se saliera de dentro de mi culo, ya que me dormí nuevamente.

No sé en que momento de la noche, a oscuras, estando boca arriba, sentí que me separaba las piernas y se acomodaba entre ellas. Apenas si me desperté mientras mi esposo me volvía a coger. Sé que no me moví, ni colaboré en nada. Tampoco acabé, pero sentí que él gozaba sin mi participación.

Al otro día, al despertarme, estaba toda dolorida. Sentía ardor en mi concha y en mi culo. Jorge, a mi lado, estaba despierto mirándome, con la verga parada.

-No quiero más nada – le rogué al ver su mirada de excitación – Me duele todo.

-Chupámela – dijo simplemente, con una mirada tierna.

-No – insistí – ahora no...

-Ayer te tragaste la leche de él – dijo.

Comprendí lo que sentía y acerqué mi cara a su verga y me la metí en la boca. Se la chupé y lo masturbaba a la vez. Él me tomaba de los cabellos y empujaba mi cabeza, sin violencia, pero con firmeza.

Seguí chupando hasta que sentí como su cuerpo se tensaba y la verga comenzaba a largar leche en mi boca. Comprendiendo lo que sentía, no me la tragué. Esperé a que terminara de largar su semen y luego, al mejor estilo de una actriz porno, me saqué la pija de la boca y le mostré mi lengua, llena de su leche. Cerré la boca y me la tragué, mostrándole luego la lengua sin rastro de su leche.

-¡Qué rico desayuno me diste! – le dije sonriendo, y me besó en la boca, metiendo su lengua.

Tres semanas después, con un atraso de diez días en mi menstruación, hicimos el test de embarazo.

Dio positivo.

Epílogo – Han pasado diez meses de los hechos que relaté. Mi hijo, un hermoso varón, nos ha llenado de felicidad a mi esposo y a mí, aunque nos quedan algunas dudas.

Roberto, el primo de mi marido y uno de los hombres que me dio su semen para poder embarazarme, es de cabello negro y ojos también negros. Aníbal, el amigo de mi esposo que también me dio su semen, tiene cabello castaño y ojos marrones.

Mi hijo, extrañamente, tiene los ojos grises y el cabello rubio. Jorge, mi marido, también tiene los ojos grises y el cabello rubio.

Fin

(9,78)