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De internet, licores y otros vicios…

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Me encanta las historias sobre sexo, no sólo porque me excitan, si no, porque aprendes cosas. Esta es una de las razones por las que voy a escribir mis historias. Quizá la gente pueda decir que son simples historias de sexo, pero son mis historias.

No soy de los que opinan que todos los relatos son producto de la imaginación de los escritores. En concreto mi relato, le he añadido algunas cosas, otras se las he quitado y por supuesto, he cambiado nombres y lugares, para eliminar cualquier parecido con la realidad, pero no deja de ser una historia real.

Otro domingo más, aburrido en casa. Las Diez de la noche y estoy cansado de estudiar. Me conecto y miro el correo, y alguna página de noticias. Aburrido me meto e chatear en un website bastante conocido en España.

Nada nuevo. Mujeres que no contestan y hombres que te hablan creyendo que eres mujer. Intento hablar con un par de chicas, pero nada ya están demasiado ocupadas, y no contestan. Después de un rato, me levanto a por un refresco. Cuando vuelvo, tengo una ventana abierta de una tal Tannia.

     Hola.

     Hola, como estas?. –Me dice.

     Bien, pasando el rato, porque… menudo domingo. –Si, lo sé, es lo típico.

     He visto que me has hablado, por eso te he abierto el privi. –Me dice.

     Si, la verdad, llevaba ya un rato estudiando y me quería relajar hablando un rato de

     Nada en especial. –La digo mientras pienso, que ya se ha ido.

     Perdona, pero esto va lento. –Se excusa, y la creo.

La conversación se alarga bastante, como dos horas, en las que vamos cogiendo confianza. Nos intercambiamos los mails y continuamos hablando a través del Messenger.

Durante todo este tiempo, ni siquiera nos habíamos preguntado como éramos cada uno, si no que hablamos de diferentes temas sin importarnos el posible físico del otro.

Tras otro rato en el Messenger, ella me dice que me va a enviar una foto. Y así hace. La recibo y la abro. No era la chica de mis sueños, pero no era nada fea, no era delgada y lucía un pecho de lo más exuberante. Morena, y con labios carnosos, en resumen, no era una chica que te hiciese girarte cuando vas por la calle, pero era bastante “apetecible”, por decirlo de alguna manera.

Yo hago lo propio y le envió una foto de las que tengo en mi computadora. Ella me alaga cuando la recibe, diciendo que estoy muy bien y que soy la mar de guapo. Está bien, no soy feo, pero tampoco es para tanto.

Seguimos hablando, pero ya pudiendo poner una cara a las palabras que aparecían en pantalla.

Tras un buen rato (serían como las dos de la madrugada), ella deja de escribir por un momento y sin decir nada, deja escrito en la pantalla un móvil.

Nunca he hecho esto, pero es que me siento muy a gusto hablando contigo.-Me escribe.

Es que quieres que te llame algún día, y así vernos en persona?. –Le pregunto, yo iluso.

No había pensado que podrías hacerlo ahora mismo. –Y me quedo sin saber que decir.

Así que lo hago. Agarro mi Móvil y marco el numero.

     Hola. Anna? –Digo con vergüenza en mi tono de voz.

     Jaime?. –Pregunta ella con una risa nerviosa.

     Si soy yo. Me dijiste que lo hiciese y así he hecho. –Respondí.

La conversación duro como veinte minutos en los que estuvimos hablando sobre lo habíamos hecho y lo extraño del momento.

Decidimos quedar para vernos, al día siguiente. Coincidió que ella estaba de vacaciones, y como yo no tenía trabajo por aquella época, pues a la tarde del lunes quedamos para tomar unas cervezas.

Me fui yo a su población que la verdad estaba bastante cerca de la mía. Decidimos encontrarnos en un parque de había en el centro de su ciudad. Ella iría vestida de azul y yo….yo llegaría en mi “flamante” coche y la recogería.

Así fue. Se montó en el coche y nos dimos dos besos. La verdad, es que luego nos confesamos más tarde que nos encontrábamos muy nerviosos los dos. Conduje hacia donde ella me indicó y terminamos cerca de otro parque donde estacioné mi coche.

Salimos y ella se dirigió hacia una puerta que había cerca de donde habíamos aparcado. Una puerta de cristal de espejo. No parecía en absoluto un bar, pero así era. Un bar, oscuro e íntimo, donde la música no estaba muy alta y se podía hablar.

Ella Iba vestida con una falda de mucho vuelo negra y una blusa blanca de dejaba adivinar los grandes pechos que tenía, los cuales estaban cubiertos con lo que parecía un conjunto de ropa interior negra. Como ya dije no estaba delgada, pero tampoco gorda, un poco rellenita, es decir, cómo a mi me gusta una mujer, porque sinceramente a mi no me  van esas modelos escuálidas de las revistas y la tele. Modelos que nunca veras por la calle. Esto era más real, más palpable.

Nos sentamos en una mesita muy moderna y pedimos unas bebidas. Mientras nos las servían, comenzamos una conversación sobre lo que habíamos hecho el día anterior, me refiero a intercambiar los teléfonos y demás. Era la primera vez para los dos, así que ninguno sabia como “funcionaba” eso de quedar y conocer a alguien a través del chat.

Tras un par de cervezas, y algún que otro chupito de combinados varios, la cosa se empezó a calentarse. Salió de algún modo el tema del sexo, y los dos, teniendo en cuenta las cervezas que llevábamos encima, nos soltamos hablando de lo que nos gustaba, de lo que no, de que no habíamos hecho nunca y de lo que nos gustaría hacer (siendo correcto, eso sí, no era plan de arriesgarse a espantarla), y las cosa siguió calentándose.

Cada rato nuestra postura iba siendo más confiada. Ella vio que yo no era un capullo (aunque ya tenía una idea por la conversación del día anterior), y yo me percataba de que era un encanto.

Está bien, no voy a negarlo, pensaba en sexo. Me la imaginaba follando en algún hotel, sentada encima de mí y gritando de placer, pero procuraba apartar esos pensamientos de mi cabeza, por que no sería la primera vez que me jodiesen una cita.

La noche iba avanzando y ni nos percatamos. Después de lo que nos había parecido un rato en el bar, que resultaron ser tres horas (es increíble como pasa el tiempo en buena compañía), nos decidimos a irnos. Por supuesto me ofrecí acompañarla a casa, a lo que accedió encantada.

Seguimos hablando durante el rato que duro el trayecto.

    

     Es aquí, para cuando quieras. –Me dijo señalando un edificio.

Y aparqué el coche en un gran hueco, que había justo delante de ese edificio. Continuamos conversando hasta que ella me dijo que si quería tomar la última en su casa. Yo accedí, sin anticiparme a nada, aunque suponía que esa noche no dormiría sólo.

Cerramos el coche y entramos en el portal. De ahí al ascensor. Ella pulso el botón y las puertas se abrieron.

Entró delante de mí. Me encantaba ver como su falda, volaba cada vez que se giraba.

Pulso el botón del Sexto, el último piso. Y comenzamos a subir. Si ya tenía alguna duda de que me iba a comer vivo esa noche se disipó en el ascensor, porque sólo de ver cómo me miraba, sufrí una erección que no sabía cómo disimular, y evidentemente, ella se dio cuenta. Me miro a los ojos y son una sonrisa me dijo:

     Tanto te gustan los ascensores?. –Soltando una pequeña carcajada.

     Si me emocionan mucho, pero esto es por ti. –Dije un poco con cara de tonto.

     Así? –Dijo ella sonriendo y acercándose a mí.

Me puso la mano en el paquete y sonrió aún más, acariciándome por encima de mis pantalones. Caricias agradables, pero a su vez eran fuertes y notables a través del pantalón.

Veo que me ha tocado el premio gordo. –Dijo, y me beso con la boca abierta, para que yo hiciese lo mismo. Cosa que hice.

Las puertas ya se habían abierto pero seguíamos besándonos en el ascensor parado. Ella agarraba fuertemente mi miembro y yo la agarraba a ella de la nuca, para hundir aún más mi lengua en su boca.

Yo estaba que iba a explotar. Desde hacía meses no había estado con nadie y salvo las pajas que alguna vez me hacía para saciar mi calentura, lo más cercano al sexo que había tenido había sido algún abrazo de una amiga.

Despacio se separó de mí y me hizo una seña con el dedo para que la siguiese. Yo obediente, la seguí mirando cómo se contorneaba ese sabroso culo que pronto seria mío.

Sacó unas llaves del bolso y abrió una puerta en la que figuraba un gran letra D. Entramos y ella despareció por un largo pasillo, dejándome en una especia de salita que había nada más entrar en la casa. Mirando haber donde me metía continué caminando hacia lo que parecía un salón. La decoración era bastante alegre, lleno de cosas de colores y no muy ordenado.

Perdona el desorden. –Dijo ella como si me estuviese leyendo la mente desde el otro lado de la casa.

Tendrías que ver mi piso. – Dije medio sonriendo.- Me gusta tu casa! – Añadí.

Gracias. Me costó decorarla como está. – Y la voz sonó más cerca de lo que yo creí. Se movía por la casa, pero no podía verla, así que me acerqué a una gran librería que había en una de las paredes del salón y me puse a mirar los libros. Había de todo, y cogí uno que parecía interesante, “No se lo digas a Nadie”.

Estaba ojeando el libro cuando su voz sonó justo detrás de mí:

     Es muy bueno. Ya me lo he leído dos veces, y tengo más del autor. –Me dijo desde atrás.

Me giré y lo que vi me dejo por unos segundos un poco anonadado. Estaba allí con una camiseta blanca de algodón (de esas que de tanto usarla se qeda semitranslúcida), unos pantalones de pijama también blancos con dibujitos rojos y descalza. Mi vista, sin quererlo, se clavó por unos segundos en sus maravillosos pechos, que bajo aquella camiseta se adivinaba que no llevaba ropa interior.

Sólo cuando se movió un poco aprecié que portaba un par de vasos, cargados de una bebida con hielo.

     Quieres una copa? – Me preguntó con una voz bastante sensual.

    

     Que es? – Pregunté.

     Tu tómatelo, te va a gustar. – Y me ofreció uno de los vasos.

Me lo acerqué a la nariz para investigar su aroma. Alcohol, muy fuerte a alcohol. Me lo puse en los labios y le di un pequeño sorbo. MMmm! Estaba bueno, pero estaba realmente fuerte. Casi me provoca una tos de estas incontroladas. Ella lo notó, se acercó a mí y bebiendo antes un trago de su bebida me dio un intenso y húmedo beso, en el que nuestras lenguas estuvieron un buen rato entrelazándose y jugando. Tras aquel beso ella se separó dando otro trago al vaso que seguidamente dejó vacío en uno de los estantes de la librería.

Me agarró de la mano y me llevo hacia un gran sofá que había en el centro de aquel salón. Me sentó y se arrodilló allí, delante de mi sin decir nada. Descalza como iba, y con esa camiseta que dejaba leer sus erectos pezones, me estaba poniendo como una moto tan solo de mirarla, y cuando la vi ahí delante de mí, arrodillada, mirándome con esos ojos de deseo, no pude remediar mirar mi pantalón, en el cual ya se notaba un gran bulto, producto de un gran segunda erección.

     Esta vez no la vamos a desaprovechar. –Dijo mirando mis pantalones.

Con un gesto suave y ágil, me desabrochó los pantalones y procedió a quitármelos junto con mi ropa interior. En seguida emergió mi asta y ella se quedó mirándola fijamente.

    

     Definitivamente me ha tocado el premio GORDO! – Y me sonrió como creo que nunca nadie lo ha hecho.

Me quitó mi vaso de las manos, y dio un pequeño sorbo de lo que aun quedaba. Entonces acercó el vaso a mi pene erecto y derramó un poco de liquido en la punta, dejando que el licor recorriese todo el tallo, y por consiguiente mojase mis pelotas que ya estaban arrugadas y duras por la excitación. Me devolvió el vaso, y se metió mi rabo en la bocade una sóla vez, sin proferir ni si quiera una sola palabra. Yo creí morir de placer. Me dediqué a disfrutar, a saborear (continuaba bebiendo de mi vaso), y a sentir como Anna (que así era como realmente se llamaba), se hundía mi rabo hasta casi su garganta. Se sacaba mi pene y recorría el tronco del mismo, lamiendo hasta la última gota de licor que en el quedase. Recuerdo que durante un rato, se  deleitó con mis pelotas empapadas aún de licor, ese licor dulce que no hacía otra cosa que excitarla aún más. “Dios! Es maravilloso!”, dije y ella me succionó todavía más los testículos, hasta el punto de que dolía un poco. Yo bebía y disfrutaba, bebía y disfrutaba…

Cuando ella notó que yo estaba cerca ya del orgasmo, se sacó mi polla de la boca y me dio otro largo beso hundiendo su lengua en mi boca. Se separó un poco y me dijo:

     Quieres un poco más de bebida? -  Mirándome allí de pié, delante de mí.

Yo desde el sofá, sentado, medio desnudo y con un calentón que no podía más, sólo acerté a decir un tímido “si”. Se dio la vuelta y se dirigió  hacia lo que yo creí que era la cocina, por que oí como se abría la nevera.

Apareció de nuevo con una botella de aquel licor pardo. Era un botella sin etiqueta, pero desde luego estaba fría, muy fría.

Dejó la botella encima de la mesita que yo tenía a mi lado, y mirándome muy lascivamente se agachó quitándose los pantalones del pijama. Los echó a un lado del sofá y recogió la botella de la mesa.

Se remango un poco la camiseta, y derramo, sin dejar de mirarme un poco de licor por si vientre. Este se escurrió por su tripa empapando su vello púbico, y escurriendo un poco más por sus piernas, unas gruesas y sexis piernas.

     Ya puedes empezar. –Dijo sin dejar la botella.

Sin saber por dónde empezar me levanté y empecé a besar y a chupar el licor de su vientre. Un vientre suave y sensual. Pude ver como ella, daba otro trago a la botella, la cerraba y la tiraba al sofá.

Dios! Por un lado era maravilloso, pero por otro me sentía extraño. Era como si se hubiese transformado en otra mujer. Habíamos pasado de estar tomando algo en un bar tranquilamente, a estar chupando alguna clase de licor de sus caderas.

Igualmente, esa sensación no me arruinó aquel momento, y seguí bebiendo de su piel. Sorbiendo de su ombligo, mientras ella profería algún que otro gemido mezclado con alguna palabra ininteligible “Mmmmmppuuffff…Ahhhh”.

Fui acercándome poco a poco a su pubis, sin querer correr demasiado. Aquel licor iba haciendo su trabajo y yo cada vez me sentía más mareado, como en un barco que no paraba de moverse. Era agradable sentirse excitado y borracho a la vez.

Empecé a besarle la ingle con aquel sabor endulzado. Ella me dijo algo que no entendí, por que los suspiros cada vez iban a más, y agarró mi cabeza llevándomela hacia su vagina, una vagina que rezumaba líquidos. Busqué rápidamente su clítoris con la lengua. Ella soltó un pequeño grito cuando lo encontré y empezó a gemir cuando mi lengua comenzó a jugar con él. Entre tanto, le daba algún que otro lametazo a lo largo de toda su raja, para saborear el poco licor que aún quedaba. Apretó mi cabeza aún más contra su coño, y yo aceleré mis lengüetazos provocándola un orgasmo, que ella acompañó de gritos, gemidos y algún insulto, “AaahhhMmmm…Cabrón!!”.

     Méteme los dedos! – Me dijo entre gemidos!

Uno, dos y ella seguía gimiendo, tres y echaba la cabeza hacia atrás gritando “Siiiiii!!...Mmmmm….Siiiiii!!!”. Yo seguía proporcionándola placer cuando ella detuvo sus gemidos y se separó un poco hacia atrás. Me miro y dijo:

     Quiero que me folles! Ahora! – Y diciendo esto se puso de rodillas en el sofá mirando hacia el respaldo entregándome su culito. Movió las caderas hacia abajo y el espectáculo que se abrió ante mí, fue increíble. Tenía un culito grande y eso hacía que si juntaba las piernas un poco, sus labios vaginales sobresaliesen entre sus muslos. Era increíble. Empecé a quitarme la poca ropa que me quedaba puesta:

Date prisa, quiero sentir tu polla dentro de mí. – Me dijo mirando hacia atrás y sin mover el culo. –Quiero sentir como me follas!

Me acerqué a ella ya desnudo y con una erección como hacía tiempo no tenía, y empecé a frotar mi glande por toda su raja. Una raja húmeda y rebosante de flujos. Flujos que resbalaban por la parte interna de su muslo. Suspiraba y gemía, “Mmmm….me encanta….joder….!!!”.

En una de esas pasadas se la metí hasta el fondo sin avisar.

     Cabrón!! Siii…fóllame…!! – Gritó mientras se movía a ritmo de mi verga.

Yo empujaba y ella se agarraba con fuerza al respaldo del sofá. Tenía un culo grande pero terso y respingón. Me encantaba lo que estaba viendo. Con una mano ella agarró una de las mías y se la llevo a una de sus tetas, que estaban colgando y parecían más grandes aún de lo que eran. Se la acaricié, le pellizque el pezón, y ella pedía más, gemía y gritaba. Era insaciable y a mí me encantaba.

De repente se quedó parada mientras yo continuaba mis embestidas. Entonces echo la cabeza hacia atrás y dio un largo y agudo grito. Sentí como su coño se volvía a inundar de sus flujos y sus músculos vaginales se contraían.

Entonces ella me apartó, se volvió hacia mí y se sentó en el sofá atrayéndome hacia ella. Metiéndose mi polla de nuevo en la boca. Agarrándome mis pelotas con suavidad pero con determinación, y empezó a hacerme una nueva mamada. Madre Mía, que mamada!! Me la chupaba con mucho ansia, pues acababa de tener un orgasmo y estaba excitadísima, supuse.

Se la metía casi entera, y se la volvía a sacar casi con angustia, con saña. Me acariciaba mis testículos, me acariciaba el ano, casi con intención de meterme un dedo (cosa que nadie me había hecho), y aún así la dejé hacer. Estaba pensando en esto cuando noté los primeros estertores que anuncian un orgasmo. Ella lo notó también pero no se detuvo.

     Me corroooo! – Grite casi sin fuerzas.

    

Entonces ella se la saco de la boca y sin dejas de masturbarme apuntó hacia sus tetas. El orgasmo que me sobrevino fue fortísimo, y pude ver como mi leche se estrellaba en los grandes pechos de Anna. Mientras ella no dejaba de mirarme a la cara, por los gestos que yo estaba poniendo. El orgasmo se alargaba y yo tenía como espasmos a medida que los golpes de placer me venían. Siempre he tenido unos orgasmos muy intensos y largos y este no fue una excepción.

Cuando casi hube terminado, ella se acarició aquellas tetas llenas de leche, mi leche, con la punta de mi aún enhiesta polla.

Me ha excitado muchísimo ver cómo te corrías. Podría empezar otra vez. – Me dijo mirándome sin dejar de masajearme el miembro.

A mí también me apetece más, pero creo que mi amiguito necesita un descanso. –Dije mirándome la polla que ya se estaba empezando a poner un poco flácida.

Con esas palabras caí casi rendido a su lado en el sofá. Ella me abrazo y me beso mientras me seguía acariciando aquello que hace un rato lucía una erección y que ahora sólo era un muñequito arrugado. Me estuvo besando un buen rato, rebozando sus tetas en mi pecho y con ello embadurnándome a mi también en mi propio semen. Terminó separándose un poco levantando la vista y diciéndome, con una voz dulce, “¿Nos duchamos?”.

Continuará….

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