Nuevos relatos publicados: 9

La frutilla del postre

  • 9
  • 14.368
  • 9,43 (7 Val.)
  • 0

El viernes había llegado y por suerte tenía planes. Por la mañana me habían llamado para invitarme a un fiesta que organizaba una amiga en su casa. Sus padres estaban de viaje, así que todo se valía, música, bebidas y mucha diversión. Durante toda la tarde busqué la ropa ideal para llamar la atención pero sin perder mi dignidad. Revolví entre todas las cosas que tenía hasta que encontré finalmente lo que estaba buscando. Luego de bañarme y maquillarme decidí ver como me quedaba la prenda que había elegido, el espejo decía a gritos lo sexy que estaba. Mi pollera de verano color rojo era perfecta para exhibir mis piernas, y la camiseta negra que adornaba mi parte superior hacía notar perfectamente mis senos, al mismo tiempo dejaba algo a la imaginación.

Por suerte la casa a donde tenía que ir no quedaba muy lejos, así que después de reunirme con unas amigas emprendimos camino a pie. A la distancia la música sonaba muy fuerte, también se veía a los invitados que llegaban de todos lados. La casa estaba llena de gente, todos se divertían de una forma u otra, algunos solos, otros con parejas, en fin, como siempre sucede. En medio de la fiesta me di cuenta que un chico me miraba, se hacía el tonto cada vez que yo le devolvía la mirada como casi todos los hombres. Aún así sentía punzante como se clavaba su mirada en mi cuerpo, en mis piernas, en mis pechos, mi boca, mi cola. Decidí mirarlo un poco más, para inspeccionarlo. El no estaba nada mal, era más alto que yo, tenía el pelo corto y bello facial, varonil si me preguntan. No perdía nada con probar suerte con este chico, rápidamente tomé la decisión, la música no tardó en ponerse alta allí aproveché para acercarme y atacar. Llegué hacia él por detrás (para que no me viera) y palpé su hombro.

"Hola" dije colocando en mi cara la sonrisa más grande y cautivadora que pude sacar.

El se dio vuelta y se quedó mudo ante mí. Comenzó a tartamudear, buscando alguna palabra que lo dejara bien parado.

"No te voy a morder ni nada raro" le aclaré.

"Ehmm, si, perdona, hola"

"¿Tenes ganas de bailar?"

"¿Con vos?"

"Si, conmigo"

"Creo que sí, si, esta bien"

Se notaba que era tímido, eso me cautivaba. Dicen que las personas tímidas y calladas suelen tener mucha energía guardada, y yo quería saber si era cierto. Luego de estar un rato bailando le pedí que fuéramos a un lugar más tranquilo, para conversar un poco. Subimos por las escaleras y llegamos a una de las piezas de la casa, que por suerte estaba vacía. Apenas entramos comenzamos a besarnos sin nada de timidez. Así nos fuimos moviendo hasta que yo quedé sentada en la cama, y el parado enfrente mío.

"Vení para acá que te voy a dar un trato especial" le dije con muchas ganas de probar su miembro.

El se acercó hacia mí, pero en vez de dejarme hacer mi trabajo hizo que me recostara mientras se colocaba sobre mí. Sus manos empezaron a tocar mis piernas, mis pechos, mi cara, sus labios recorrían mi cuello y sus latidos rebotaban en mí. Sin darme tiempo a nada fue quitando mi blusa hasta dejar mis pechos a la vista. Mi pequeña pollera a esta altura había subido hasta la cintura, lo único que me cubría en ese momento era mi bombacha blanca. Una de sus manos comenzó a bajar buscando el calor de mi entrepierna, buscándome. Sus dedos me tocaban por sobre la ropa interior, apretándola contra mi vagina que ya estaba algo mojada. El parecía saber lo que estaba haciendo ya que sus manos cubrían los lugares correctos y me hacían desear más, mucho más. No esperé mucho tiempo en ponerme boca abajo, quería que tuviese la vista perfecta de mi cola, quería maravillarlo con mi cuerpo natural. El comenzó a besar mis espalda con sus contagiosos labios mientras iba bajando, retirando mis bragas que ya me parecían molestas para cargarlas. En la posición en la que estaba no podía observar exactamente lo que estaba sucediendo, tenía que conformarme con lo poco que podía ver. Cuando me desnudó del todo comenzó a subir hasta que su cara tocó mis nalgas, su boca quedó a la altura de mi raya y yo ya sabía lo que tenía planeado.

"No me dejes esperando" dije.

"Claro que no"

Con sus manos hizo a un lado mis cachetes y se dispuso a darme placer. Cuando su lengua tocó mi cuerpo que mi piel se erizó de golpe, un pequeño gemido se liberó de entre mis labios, un gemido para liberar tensiones. Su lengua cubría mi vagina de una forma deliciosa, lo sentía sobre mí, abarcando toda mi zona privada con tal delicadeza que me llevaba al borde del éxtasis; rodeaba de una forma húmeda mis labios vaginales, formando círculos interminables. Cuando estuve bien mojada él se preparó para penetrarme pero yo lo detuve, tenía una idea más perversa.

"¿Alguna vez se lo hiciste a una chica por atrás?" pregunté.

"No, nunca ¿vos tenes experiencia?"

"No, pero podríamos probar, ¿qué te parece?"

"Bueno" dijo emocionado.

Tenía muchas ganas de probar como era tener sexo por allí detrás, el ambiente era ideal, se podría decir la frutilla del postre. Yo me giré hasta quedar boca arriba, deseosa de ver todo lo que iba a suceder. Llevé mis piernas hacia mi cuerpo y le pedí que me metiera un dedo en el ano, para que me vaya acostumbrando. El acercó su mano y suavemente fue metiendo su dedito por el lugar que nunca había entrado nada ni nadie. Al principio sentí una sensación algo rara, me apretaba, el iba despacio para no hacerme daño, así estuvo un rato probando con dos dedos para agrandar mi hoyo. Cuando sentí que estaba lista le dije

"Me parece que ya estoy lista"

"¿Segura?"

"Si, si, vení por favor"

El deseo me carcomía por dentro e imploraba sexo. El se acercó hacia mí y puso la punta de su lindo pene en mi entrada trasera, dispuesto a penetrarme. Con cuidado comenzó metiendo el glande por mi agujerito, lento para no hacernos daño. En ese momento el ano comenzó a arderme de manera grotesca, se fruncía a medida que él iba entrando, como luchando contra el impostor.

"Despacito, despacito por favor" decía a punto de llorar.

Trataba de contener la respiración para hacer desaparecer lo que estaba sintiendo, no me malinterpreten, deseaba el sexo anal pero no estaba segura de poder soportarlo, sentía ganas de llorar, de patalear y tirar todo. Finalmente consiguió introducirme gran parte de su miembro, sentí que el dolor era mayúsculo, pero decidí aguantar para ver que pasaba. Por suerte mi ano se fue acostumbrando a medida que se iba abriendo, a los pocos minutos no tenía mucha dificultad en recibirlo cómodamente.

"Ahora se siente rico, movete sin cuidado" le pedí.

El comenzó a entrar y salir de mi interior, un movimiento acompañado con caricias, me penetraba de una forma fluida, era delicioso y tan prohibido. Su cuerpo arremetía contra el mío, y los golpeteos entre los dos llenaban el cuarto junto con nuestros jadeos. Mi piel sentía claramente su respiración y su sudor, liberándose en cada movimiento que hacía, en cada estocada que daba. Supe que el dolor que había sentido al principio había valido la pena para gozar tan libremente, no había tomado una decisión equivocada. Estuvimos en esa posición un par de minutos hasta que yo decidí que era hora de probar otra.

"Dejame montarme por favor" pedí.

El quitó su pene de mi ano y se recostó en la cama. Mientras tanto yo sentía con asombro como había aumentado el radio de mi pequeño agujero, lo toqué para estar segura, sin duda allí atrás se había formado un gran agujero. No le di mucha importancia ya que sabía que en unos días volvería a la normalidad. Me tomó un poco de esfuerzo acomodarme sobre él, al final me coloqué con las piernas abiertas y las rodillas dobladas, lista para el segundo round. Comencé a bajar hasta sentir su pene, de una sola vez lo metí en mi cola con mucha facilidad gracias a la abertura que ahora poseía. Apoyé mis manos a un lado y me dispuse a montarlo como una verdadera maestra del sexo anal, lento para sentirlo perfectamente. Sentir su pene duro en mi interior era algo que me hacía ser egoísta, no quería que nadie más disfrutara tanto como lo hacía yo, nadie. Me maravillaba ver como me penetraba. El me miraba a los ojos y me sonreía entre gestos de placer, yo también le sonreía cómplicemente. Queriendo más mojé uno de mis dedos con saliva y empecé a frotarme el clítoris de un forma loca.

"¿Te gusta? ¿te gusta mi cola estrechita?" preguntaba totalmente animada.

"Si"

"¿En serio te gusta? no estoy segura"

"Mmmm, me encanta"

Seguimos moviéndonos sincronizados, colmándonos de placer, conociéndonos de la mejor forma posible. Luego de un rato mi silencioso amante me hizo señas de que iba a acabar, al parecer lo apretado de mi ano le daba mucho placer y regocijo.

"¿Vas a acabar?" pregunté.

"Si, no doy más"

"Esta bien, acaba conmigo, no te preocupes" dije sin saber que decía.

No creo poder describir esa sensación, sentía como él llegaba el #######, sentía toda su pasión encendida quemando mi cuerpo. En fin, tanto placer hizo que me dejase llevar allí mismo junto con él. Mi ####### duró lo mismo que un gemido imposible de contener, eternamente. Al mismo tiempo su leche inundó mi interior, se sentía húmeda y tibia, abundante... muy abundante. No pude contenerla, era demasiada.

"¡Sacala, sacala rápido que me muero!" le pedí desesperada.

El se quitó de mi interior y me dio espacio para moverme. Algo incómoda me dejé caer, abrí mi cola con las dos manos y allí mismo comencé a expulsar sus jugos instintivamente. El miraba como mi cuerpo rechazaba su esperma y me preguntó algo sorprendido

"¿Eso es normal?"

"Creo que sí, por ahí tienen que salir cosas, no entrar" dije tratando de tranquilizarme.

Yo no sabía mucho de este tema, obviamente iba aprendiendo con la práctica pero estaba en lo correcto. Luego de asearnos un poco con lo que teníamos a nuestro alcance volvimos a la fiesta, allí el dolor de mi ano se hizo notar, pero pude contener mis dolencias ante todos, con esfuerzo. Aún así la noche había sido magnífica, había probado por primera vez un placer diferente y me había gustado. Cuando decidí que era hora de irme busqué al chico en cuestión pero no pude encontrarlo, una lástima. Igual no estaba deprimida, habíamos pasado un gran rato que de seguro no olvidaríamos ninguno de los dos.

(9,43)