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Mi primera vez con Raquel

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Raquel y yo éramos lo que se podía decir unos buenos amigos, aunque eso de la amistad entre un chico y una chica fuese algo complicado, máxime cuando ella es demasiado atractiva. Pero yo no podía hacerme ilusiones con ella porque a Raquel le gustaba el inútil de Carlos, un guaperas rompecorazones que solo buscaba hacer más cruces en su larga lista de conquistas. Yo sabía sus intenciones, por supuesto, pero si quería seguir manteniendo la amistad de Raquel no debía ni insinuárselo.

Hasta donde yo sé, Raquel y Carlos habían estado un par de veces juntos de forma casual, ya que para él, una vez había conseguido su polvo, no había nada que lo retuviese con ella. Así de triste y así de cierto. Mientras tanto yo hacía de pañuelo de lágrimas donde mi deseada Raquel venía a consolarse, espiritualmente me refiero. Al menos eso me permitía estrecharla entre mis brazos.

Aquella noche había aceptado a salir conmigo a tomar unas copas. Lo hacíamos de vez en cuando. Era obvio que yo le transmitía seguridad y que al mismo tiempo se sentía cómoda a mi lado, aunque no tanto como para dejarme compartir su cama. Recorrimos un par de garitos que ya conocíamos y finalmente entramos en un local de reciente apertura y del que no teníamos referencias. Había mucha gente en la puerta con un par de inmensos gorilas custodiándola. Nos dejaron pasar sin mayores problemas. Dentro se respiraba un ambiente que me resultó muy atractivo, muy actual y con unos juegos de luces verdaderamente alucinantes. En una esquina del local, un par de gogós se contoneaban sensualmente al ritmo de la machacona música.

- ¿Te gusta el ambiente? – le pregunté a Raquel

- Está de puta madre – respondió entre el chunda chunda

Como casi no nos oíamos, la cogí del brazo y sorteando un montón de personas completamente en trance, nos hicimos un sitio en la barra.

- ¿Qué quieres tomar? – le pregunté

- Lo de siempre – respondió

Lo de siempre era un Red Bull con vodka. No sé como le podía gustar ese mejunje que sabe a antitusivo, pero si era lo que ella quería… Yo me tomé mi clásico gin-tonic.

Tras unos minutos tratando de escudriñar todos los rincones del local, descubrimos una escalera que subía a una planta superior a modo de anfiteatro, custodiada por otro gorila todavía más fuerte que los de la entrada.

- ¿Subimos? – me preguntó Raquel

- Vale, a ver si nos deja pasar King Kong – respondí

Cuando llegamos a su altura, le pregunté

- ¿Se puede subir?

El gorila nos miró con cara de pocos amigos y tras un examen visual de arriba a abajo, nos abrió el paso sin decir una sola palabra.

Raquel iba por delante. Eso me permitía deleitarme con su precioso culito contoneándose bajo la falda mientras subía las escaleras. De repente y un par de escalones antes de llegar arriba, ella se detuvo bruscamente.

- Que pasa, ¿esta lleno? – pregunté

Raquel me cogió de la mano y tiró de mí

- Mira

A pesar de la escasa luz se podía ver perfectamente a varias parejas tumbadas sobre un montón de cojines haciendo lo que las parejas hacen en la intimidad, aunque en esta ocasión a la vista de quienes estábamos allí arriba.

Durante unos segundos permanecimos inmóviles, sin saber que hacer. Aquel lugar no era el más apropiado para nosotros y pensé que Raquel se sentiría muy incómoda. Enseguida reaccioné.

- Creo que deberíamos irnos

Giré mi cabeza y vi como nos miraba el gorila. Tenía la certeza de que si dudábamos un segundo más subiría a buscarnos inmediatamente para echarnos de allí. Así que volví a insistir.

- Creo que deberíamos irnos rápidamente

Pero sorprendentemente Raquel terminó de subir las escaleras tirando de mi mano.

- ¿Por qué? Es un buen sitio para terminar nuestras copas

Desde luego parecía menos cortada de lo que yo estaba. Nos sentamos sobre los cojines y le di un buen trago a mi gin-tonic. Me parecía todo tan surrealista que no sabía como comportarme. Nunca había estado en un picadero como ese y menos aun junto a una chica a la que ni siquiera había besado en la boca. Así que insistí por tercera vez.

- Creo que este lugar no es para nosotros. Deberíamos irnos.

- ¿Por qué? –preguntó- ¿Te incomoda ver follar a la gente?

E inmediatamente después recostó su cabeza sobre mi hombro. Un escalofrío de excitación recorrió mi cuerpo. Después me dijo,

- Esta tarde llamé a Carlos por teléfono. Tenía ganas de follar con él y le pregunté si quería que saliésemos esta noche. El muy cabrón me dijo que estaba muy cansado y que hoy no salía, que ya me llamaría otro día, que tenía muchas ganas de volver a verme… ¡y una mierda!... ¿qué se piensa, que voy a estar a su disposición cuando a él le apetezca? Si no está cuando yo le llamo, no estaré cuando él me llame. ¡Que se vaya a la mierda! y si tiene ganas de follar y no tiene con quien, que se la casque, pero que no cuente conmigo.

La dolorosa sinceridad con la que Raquel me había dado a entender porque estaba esta noche conmigo me dejó totalmente desarmado. Ella no quería ser segundo plato de nadie pero yo si lo estaba siendo de ella. Al menos tenía el privilegio de ser su segundo plato. Escuché sus palabras sin abrir la boca. Ante mi silencio ella preguntó

- ¿No dices nada?

- ¿Qué quieres que diga? –respondí-

- ¿No me mandas a la mierda?

- No

- ¿No? –preguntó-

- No –insistí-

Ahora era ella la que parecía descolocada, aunque en el fondo sabía que yo siempre iba a comer de su mano cuando y como quisiese.

- Eres demasiado bueno conmigo –dijo en un tono de agradecimiento-

No dije nada, tan solo pase mi brazo por su hombro apretándola suavemente contra mi cuerpo en un gesto de cariño.

Frente a nosotros y sin ningún disimulo, una chica le estaba practicando sexo oral a su compañero. La escena era verdaderamente excitante y no tardé mucho en mostrar evidentes síntomas de mi excitación. Raquel, que estaba igualmente pendiente de la escena, se dio cuenta de mi circunstancia. Sin decir nada se giró y sentó sobre mí, frente a frente, apoyando su sexo sobre mi abultada entrepierna. El corazón parecía salirse de mi pecho. Rodeó mi cuello con sus brazos y apoyó su frente sobre la mía.

- ¿Me deseas? –dijo en un tono malvadamente perverso-

- Sabes bien que si, desde hace mucho

- ¿Y por que nunca te has insinuado?

- Porque nunca has mostrado el más mínimo interés por mi. Solo tienes ojos para Carlos

- Eso no es verdad. Lo de Carlos es otra historia pero tú eres mi mejor amigo, tan amigo que eres la única persona con la que tendría sexo.

- Aparte de Carlos

- Olvida a Carlos si puedes. Ahora estamos tú y yo, ¿o es que tambien estás muy cansado?

A pesar de sus afirmaciones, esta era la primera vez que sentía por su parte esa predisposición hacia mí, y eso me ponía muy nervioso. Antes de que pudiese responder, los gemidos de placer del chico de enfrente distrajeron nuestra atención. Estaba teniendo un fabuloso orgasmo mientras la chica no cesaba en sus artes felatorias. Cuando hubieron terminado, Raquel volvió a situar su frente junto a la mía.

- ¿Estas tan excitado como yo? –me preguntó-

- Eres lo que más deseo en este momento –le respondí-

Inmediatamente sus labios buscaron los míos y nos fundimos en un apasionado y profundo beso. Su boca estaba húmeda y caliente y su intrépida lengua buscaba ansiosamente la mía. Notaba como su respiración se aceleraba, inequívoco signo de que efectivamente estaba muy excitada. Coloqué mis manos en su espalda, bajo su camiseta, acariciando así por primera vez su suave piel y sintiendo el excitante calor de su cuerpo. Ni en mis más osadas fantasías habría podido imaginar la intensidad de un momento como este. La mujer que había robado mi corazón y a la que más deseaba por encima de cualquier cosa, se estaba entregando a mí con una pasión que superaba todo lo previsible. Sentía como movía su pelvis adelante y atrás frotándose con descaro sobre mi paquete. Como pude solté el cierre de su sujetador y coloque mis manos sobre sus pechos. En ese instante separó su boca de la mía y se arqueó hacia atrás permitiéndome levantarle la camiseta y observar la hermosura de aquellos preciosos senos rematados por dos duros y prominentes pezones.

Por un momento recordé donde me encontraba y miré a mí alrededor pensando que estábamos siendo el centro de atención de los presentes. Nada más lejos de la realidad. A mi derecha otra pareja se metía mano sobre los cojines mientras los de enfrente, los de la felación, habían cambiado las tornas y ahora era él quien la obsequiaba con un gratificante cunilingus. Pronto mi atención se volvió a centrar en Raquel, que había empezado a desabrocharme el cinturón para seguidamente bajar la cremallera del pantalón y liberar mi aprisionado pene. Lo cogió con ambas manos y se inclinó para besar muy suavemente la punta del glande.

- Espera –me dijo- que ahora le vamos a buscar un cobijo mucho más cálido y placentero

Se deshizo de sus bragas y situando mi pene con sus manos en la posición correcta, se colocó encima y dejó caer lentamente introduciéndoselo hasta el fondo con absoluta facilidad. Una vez en ese punto, se volvió a abrazar a mi cuello y a colocar su frente junto a la mía.

- ¿Era esto lo que deseabas? –dijo provocativamente y empezó a moverse arriba y abajo, primero muy lentamente para sentirme entrar y salir de ella con el máximo detalle, e incrementando el ritmo poco a poco según iba en aumento su excitación y precisaba de más intensidad.

Sentado sobre aquellos cojines con ella en jarras cabalgando sobre mí, me sentía el hombre más feliz de la tierra. El sueño imposible hecho realidad. Pero al mismo tiempo debía comprender que aquel momento era algo único, probablemente irrepetible, producto de una serie de circunstancias excepcionales que me habían servido en bandeja esta oportunidad. Por tanto tenía que disfrutarla lo máximo posible sin complicarme lo más mínimo, aprovechando cada segundo de cada minuto que me brindaba Raquel.

Abrazado a su cintura, acompañaba con mis manos cada movimiento de su cadera buscando casi instintivamente aferrarme a ella, por dentro y por fuera, para que no escapase y que aquel momento perdurase eternamente. Sus jadeos, cada vez mas intensos y sonoros, evidenciaban que el placer que sentía se incrementaba por momentos, y que de seguir así, en poco alcanzaría el orgasmo. Por mi parte me estaba ocurriendo exactamente lo mismo, aunque de forma más silenciosa. Previendo el inminente desenlace y aun a pesar de interrumpir tan excitante momento, le dije

- No llevamos condón y en cualquier instante puede suceder lo inevitable

- No importa –dijo ella casi sin aliento- puedes correrte, tomo la píldora

Sus palabras me tranquilizaron y me sirvieron para relajar la tensión y ayudar a retrasar el momento del orgasmo.

- ¿Te vas a correr ya? –preguntó con preocupación-

- No, todavía no –le respondí-

- Mejor, porque estoy a punto de caramelo

Se me estaban empezando a dormir las piernas por la posición, lo cual dificultaba más mi orgasmo. Si ella no llegaba pronto tendríamos que cambiar de posición.

Sus jadeos se habían tornado gemidos tan intensos que hacían dudar de si estaba gozando o sufriendo. Gracias a que la música estaba tan alta no nos podían oír en la sala de abajo, aunque sí se podía oír el orgasmo de la chica de enfrente a la que su pareja le estaba comiendo el sexo. Creo que los gritos de placer de la otra chica ayudaron a Raquel a alcanzar el clímax inmediatamente después. Por su parte, ver y sentir el orgasmo de mi chica fue el detonante para que finalmente yo tambien eyaculase y liberase toda la carga de excitación que había acumulado.

El corazón me latía a mil por hora y mis pulmones tan apenas lograban atrapar el aire que necesitaban, pero mi espíritu se sentía pleno de satisfacción. Abrazados, sudorosos y todavía jadeantes, nos cruzamos la mirada y una sonrisa cómplice de agradecimiento mutuo. Me besó en los labios y me dijo una frase que no olvidaré nunca.

- Me gustaría quererte y te aseguro que voy a hacer todo lo que pueda para lograrlo.

Ahora, bastante tiempo después, recuerdo todos esos irrepetibles momentos con cariño mientras miro y acaricio el maravilloso vientre de Raquel hinchado de vida producto de nuestro amor.

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