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ASEDIO SENSUAL (Capítulo 6): UN SUGERENTE INTERLUDIO

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La noche empezaba a dejar paso al día, pero aún dos formas femeninas combatían cuerpo a cuerpo entre antorchas. Una y otra se intercambiaban la posición superior constantemente en una pelea donde todo valía: puñetazos, patadas, tirones de cabello… incluso agarrar con uñas las tetas de la otra para dominarla.

Las ropas que habían cubierto a las dos mujeres habían sido destruidas hacía horas, por lo que su pelea estaba siendo carne a carne, piel a piel. Ninguna cedía, ni retrocedía ante las duras palabras de la otra. Recibían tanto como daban, y siempre querían más de ambas cosas.

Entonces, cuando el sol surgió en el horizonte, una de ellas se colocó sobre la otra, imponiéndose tras el eterno asalto que había durado toda una noche. La felicidad llenaba absolutamente a la ganadora, cargando su feminidad de energía, mientras la otra lloraba, casi inconsciente, su amarga derrota.

Eva abrió los ojos, y se encontró tumbada en la cama de su camerino. Estirando los brazos, se desperezó, algo inquieta y perturbada. Lo que acababa de vivir había sido un sueño, un extraño sueño.

Había soñado que se enfrentaba a Cobie en pleno desierto, cuerpo a cuerpo, hasta el amanecer, pero no había sido real. Mirando el reloj del camerino, supo que ni siquiera había amanecido, por lo que no era posible. Ni ella ni Cobie habían llegado tan lejos en su rivalidad.

Levantándose, Eva gimió, sintiendo todo su cuerpo dolorido. Entonces se dio cuenta de que había dormido en topless, con medias y un pareo que cubría sus bragas. Vio marcas en sus tetas, como si alguien hubiera pasado cruelmente una mina de lápiz por ellas, insistentemente. Además, su cama estaba llena de arena, al igual que su pelo.

- No puede ser –masculló, pero un segundo después, recordó todo-. Ha sido real, excepto la pelea desnuda. Eso lo he soñado –se llevó la mano a la frente, sintiéndose rara. Sí, empezaba a recordar-. Esa puta me llevó al desierto, y… no pude con ella, ni ella conmigo. Entonces regresamos sin dirigirnos la palabra.

Eva se acercó a la cafetera, y empezó a prepararse un café. Su cuerpo iba reactivándose, y su mente recordó cada sucio detalle de su reyerta nocturna con Cobie. Al principio, había confundido su sueño con la realidad, pero ahora podía distinguirlos. Su encuentro con Cobie terminó a los pocos minutos de comenzar, pues ninguna había soportado el contacto de las otras tetas desnudas contra las propias. Después de eso, recordaba, con lagunas, haber apagado y recogido las antorchas y haber regresado a la caravana en coche, y haber caído rendida en la cama.

Mientras tomaba un vigorizante sorbo de café, Eva intentó centrarse ahora en el sueño. Por alguna razón, deseaba saber cuál de las dos figuras femeninas se había impuesto a la otra. Por supuesto, el hecho de pensar en una lucha desnuda con Cobie le resultaba repulsivo, incluso tras lo ocurrido esa misma noche, horas antes. Pero quería saber si su subconsciente creía en su victoria, o no, en un duelo de esas características.

Tras tomarse el café, Eva entró en el baño, cerrando rápidamente ambas puertas. Pegó el oído a la puerta de Cobie, pero no oyó nada. Quizás estaba dormida, o ya estaba fuera. Quitándose la poca ropa que llevaba, la joven canadiense entró en la ducha, lista para limpiar su cuerpo y su espíritu. Entonces, vio que sus bragas estaban manchadas.

Cobie intentaba aclarar sus ideas tras la intensa noche. No solamente respecto al vicioso y repugnante duelo privado con Eva, sino también necesitaba averiguar qué demonios significaba ese sueño que había hecho que se despertase con las bragas mojadas. De hecho, al principio había despertado muy confundida, sin saber con seguridad qué había pasado y qué no. Ahora, más calmada, reordenaba su mente, con el sonido de la ducha de fondo.

- Ahí está esa furcia –susurró para sí-. Debería entrar ahí y destrozarla por lo que me hizo.

Desde luego, sabía que la puerta estaría cerrada, y de todos modos no estaba segura de si se atrevería a algo así. Mirando sus pechos desnudos, vio cada unos de los rastro rojizos que los pezones de Eva habían hecho en su carne sensible, casi recordando la historia de cada marca. No sabía que se pudiese odiar tanto a una persona, pero sus sentimientos hacia Eva estaban bien claros.

Mientras esperaba su turno para ducharse y quitarse esa sucia sensación arenosa, Cobie rememoró su encuentro nocturno. Por un lado, tenía claro que, al final, las sensaciones se habían impuesto a todas las mediciones de pechos y pezones que habían hecho antes del duelo definitivo. Que una de ellas tuviera pechos más grandes o pezones más largos no había tenido importancia alguna a la hora de la verdad, pues el enfrentamiento se había desmadrado por las eléctricas sensaciones que sintieron al juntar sus carnes desnudas. Quizás en un duelo más metódico, más pausada y controlado, ella podría haber intentado usar su mayor longitud de pezones para su propia ventaja, o Eva haber intentado aprovechar sus tetas levemente mayores para intentar sobrepasarla. Pero, en lugar de ellas, habían frotado caóticamente sus tetas como dos perras con la rabia hasta quedar agotadas, lloriqueando en el suelo como niñas.

Por otro lado, Cobie pensaba en el sueño. El hecho de soñar que peleaba desnuda con Eva durante horas le asustaba un poco, pues esperaba que su rivalidad con la otra canadiense no terminase afectándola mentalmente. Aunque creía que ya era tarde para eso. Además, deseaba saber, casi enfermizamente, quién de ellas había ganado la trifulca del sueño. Estaba segura de que si alguna pasase algo así, ella se impondría a Eva y le patearía el trasero de una vez por todas, aunque el hecho de desnudarse totalmente ante esa engreída era algo que le parecía repugnante. Además, sabía que tanto una como otra deberían prepararse mejor, psicológicamente, para un duelo de tales características, sobre todo al ver el resultado del encuentro de anoche.

Y esa era su intención: saber que, si alguna vez ambas volvían a encararse, ella estaría preparada totalmente para CUALQUIER cosa que sucediera entre las dos.

Eva y Cobie rodaron escenas separadas ese día, aunque continuamente se cruzaron por los diversos platós montados en el desierto. Con sus rostros más impasibles, ambas actuaron como si nada especial hubiera pasado la última noche. Por fortuna, ninguna de las escenas del día eran escenas de acción, pues ninguna estaba en buena forma física para algo así.

Solo durante el almuerzo, en el que estuvieron solas el último minuto de éste, dejaron atrás sus máscaras y lanzaron sus miradas más odiosas sobre la otra, casi retándose a empezar algo allí mismo, sobre las mesas. El sueño que, sin saberlo, habían compartido esa noche llenaba sus cuerpos de ansiedad, de ira, y de ganas de probarse contra la otra físicamente, aunque no tan intensamente, ni tan desnudas, como en el sueño.

Al recibir el guión del día cada mañana, no sabían si habría más escenas en las que podrían encararse y enfrentarse como hicieron en su primera escena rodada, pero desde luego estaban deseosas de que así fuera, por lo que devoraron cada línea siempre que recibían los guiones.

Así, pasaron tres días, sin más novedad que alguna que otra mirada, y tres noches, donde saber que la otra descansaba a escasos metros hacía difícil el poder dormirse. Y cada vez que lo lograban, volvían a tener el mismo sueño, aunque nunca lograban descifrar quién batía a quién. El ritual terminaba cada mañana, con las bragas de ambas féminas mojadas por la excitación nocturna.

Para entretenerse y, de algún modo, mantener viva su rivalidad, Eva y Cobie usaron esos días para intentar atraer más atención sobre ellas que la oponente. En el estudio al aire libre apenas había mujeres, y menos aún con el atractivo y la belleza de las dos canadienses. Siendo pues los objetivos principales de todos los hombres del lugar, las dos féminas batallaron por robar protagonismo a la otra. Esto provocó alguna que otro enojo entre ellas, pues a veces alguna lograba que la mirasen tras hacer algún gesto cargada de feminidad, como un suave movimiento de cabellos o una sonrisa sugerente, mientras que otras veces usaban tácticas más vulgares, como inclinarse delante de uno o varios hombres, mostrando claramente su canalillo o su trasero.

Las dos incluso deseaban llevar el duelo más allá, a la ropa, pero para desgracia de ambas, no podían vestir más que los trajes de las escenas que iban a grabar ese día.

Tras esos días tensos pero sin acontecimientos destacados, Eva recibió, justo después de ducharse, el guión de las escenas que rodaría ese día. Sentada en su camerino, con una toalla liada en su cuerpo desnudo y el pelo aún mojado, Eva leyó la única escena que tendría ese día. Sus ojos verdes se abrieron, atraídos por lo que estaban viendo.

“¿Me atreveré a dar ese paso?”, pensó, dubitativa.

- Cobie, acércate, por favor –el director hizo un gesto a la actriz, y la canadiense se acercó. A su alrededor, todas las miradas se fijaron en su cuerpo en bikini… también la de Eva. En ese momento parte del equipo se había movido una nueva localización: un pequeño balneario cerca del desierto, a pocas horas de viaje. Tras rodar unas escenas en la piscina y en las habitaciones del sitio, regresarían al desierto.

- Dígame, señor Coldstone.

- Cariño, Evangeline me ha sugerido algunos cambios en la escena, y tras vuestra anterior improvisación, creo que podría quedar muy bien en la película.

- Ajá –Cobie giró la cabeza, localizando a Eva. La otra actriz la miraba con atención, a varios metros de distancia, vestida con su propio y espectacular bikini. Sin dejar de mirarla, Cobie siguió hablando-. ¿De qué se trata?

- Pues verás…

Descendiendo por un corto tramo de escalones, Eva entró en la piscina, mientras Cobie, desde el lado contrario, hacía lo propio, dispuesta a recrear la escena con los cambios sugeridos por su enemiga. La cálida agua fue mojando los cuerpos de las dos actrices según fueron entrando en la zona más profunda de la piscina. Cobie vestía un bikini verde de dos piezas, que juntaba sus pequeños pechos para dar una sensación de mayor tamaño. La parte inferior era realmente ínfima, dejando asomar gran parte de las firmes nalgas de la mujer. Por su parte, Eva llevaba un bikini blanco de diseño similar, tan sugerente y limitado como el de su rival. Todo estaba en silencio, y solamente podía oírse el suave susurro del agua cuando entraba en contacto con la piel de las chicas. Las dos transmitían tanta sensualidad en sus movimientos y en sus rostros, que nadie se movió de su sitio mientras observaban a la pareja. Ya se sabía qué cambios iban a ser introducidos, por lo que no había nadie que quisiera perdérselo.

El agua alcanzó la cintura de ambas féminas cuando llegaron al punto donde debían empezar el diálogo de la escena. Deteniéndose a dos pasos de la otra, las canadienses se miraron a los ojos, retándose secretamente a retirarse de la escena antes de que todo empezara.

- Hola Mina –empezó Cobie, intentando aparentar toda la seguridad de su personaje-. ¿Así que James te ha invitado también a ti?

- Sí, agente Hudson –respondió Eva, evitando, con gran esfuerzo, mirar el cuerpo en bikini de su oponente-. James siempre se ha rodeado de bellas mujeres.

- Sin duda.

Había llegado el momento, cuando la viciosa idea de Eva sería llevada a cabo ante las cámaras, quedando grabada para la eternidad. Ella había creído que, quizás, Cobie no se atrevería con algo así, pero parecía tan decidida como ella misma. Por lo tanto, la nueva escena debía empezar ahora. Eva había avisado al director que ella iniciaría el acercamiento, pero inesperadamente Cobie tomó la iniciativa y se caminó adelante.

A pesar de que había sido Eva la que había provocado esto, cuando sintió el semidesnudo cuerpo de Cobie contra el suyo gimió con una voz demasiado alta. Enseguida fue silenciada, pues los labios sedosos de su rival envolvieron su boca, cubriendo sus propios carnosos labios en su totalidad.

Reaccionando, Eva abrazó a Cobie al mismo tiempo que era abrazada, trayendo ambos cuerpos en bikini totalmente juntos. Las dos mujeres jadearon al sentir sus pechos aplastados juntos, y temblaron con el simple recuerdo de aquella viciosa noche, cuando habían competido con sus orbes desnudos. Eva empezó a mover sus labios, liberándolos de la presa de Cobie. Torciendo sus cabezas en direcciones contrarias, las dos bellezas castañas lanzaron su beso contra la otra, masajeando juntos sus suaves labios.

- ¡Guau! –susurró uno de los productores en el oído del director-. ¡Esto va de cabeza al tráiler de la película!

La escena lésbica, sugerida por Eva, continuó en la piscina entre los dos mojados cuerpos femeninos. Con leves ajustes, Cobie y Eva siguieron besándose con dulzura, trayendo tanto labio contra la otra como podía. Aunque Cobie sentía verdadero asco en ese momento por besarse con otra mujer, y más aún con esta zorra, sentía que su cuerpo reaccionaba de otra forma. Sus pezones, que llevaban días mostrando un tamaño inusual y una extraña excitación y sensibilidad permanente, se endurecieron bajo su bikini verde, clavándose en el firme pecho de su enemiga. Eva gimió contra su boca, y Cobie notó que las barras de su rival empezaban a perforarla, como si también se estuvieran endureciendo. No sabía qué pretendía la otra actriz con este sucio reto, pero Cobie sintió, en lo más profundo de su estómago, una ardiente ira hacia Eva. Desde luego, su oponente se había equivocado totalmente si creía que no iba a encararla en un beso ante las cámaras.

“¿Realmente se cree más sexy que yo?”, pensó. “¿Cree que puede ponerme caliente con esa mierda de beso?”.

Fue entonces cuando Cobie tuvo la repentina certeza de que, justamente, ESO era  lo que Eva había estado pretendiendo estos días: intentar ponerla caliente. Así, podría reclamar el título de actriz más sensual, más linda. Por eso la había retado a besarse.

Si esas son tus intenciones, puta tortillera, vas a quedarte con las ganas. No voy a dejarte cumplir tus expectativas lésbicas”.

Sin embargo, mientras Cobie decidía acabar la escena y dejar a Eva a medias, algo resbaladizo y voraz empezó a violarla. La lengua de Eva entró, sin aviso, entre sus labios, rompiendo una línea del decoro más entre ambas. El cuerpo de Cobie tembló, a punto de perder el control, pero la mujer logró rehacerse y, maldiciendo mentalmente a Eva, contraatacó con su propia lengua, olvidando que acababa de estar a punto de dejar este sucio juego.

Eva empezó a gemir contra Cobie, sintiendo un calor interior que iba creciendo. Al menos, esa puta de Cobie también estaba gimiendo ante ella. Rabiosa, deseó que los gemidos de Cobie se oyeran más altos que los suyos en los micrófonos de ambiente que recogían cada sonido de la escena de la piscina. Realmente, en ese momento se sentía muy enojada, pues la cosa no había salido exactamente como había deseado. En primer lugar, su rival había aceptado el cambio en la escena sin dudas. En segundo lugar, Cobie había tomado la iniciativa besándola en primer lugar, lanzándose casi ansiosamente al desafío. Y finalmente, lo que más dolía a Eva: ella misma sentía que el beso de Cobie estaba, de alguna manera, seduciéndola. Había creído que, si Cobie llegaba tan lejos con ella, podría enseñarle una lección sobre cómo era un beso de verdad. Pero no estaba siendo así, por lo que Eva decidió aumentar las apuestas con su lengua. Y de nuevo, Cobie mantuvo las espaldas en algo, usando su propia lengua contra la suya.

Jodida zorra”, pensó Eva. “Vas a gritar tanto como aquella noche. Vas a ver que soy más la más sexy”.

Entonces, Eva hundió aún más su lengua en la boca de Cobie, apartando de su camino la extremidad mojada de su rival con un golpe fuerte. Sin embargo, enseguida sintió cómo la dulce lengua de su enemiga envolvía la suya, chupándola de tal manera que Eva sintió que su cuerpo se derretía. Ambas abrieron sus bocas aún más, frotando labios, mientras la lengua de Eva se recuperaba y lamía ahora el arma rosada de Cobie en toda su longitud, en algún lugar situado en la cueva húmeda que formaban los cuatro labios. Cobie tembló, sabiendo que su cuerpo reaccionaba al seductor beso de su oponente, y volvió a atacar. Las dos lenguas se entrelazaron como serpientes en duelo, haciendo gemir en voz alta a las dos muchachas.

- ¡Esto es fantástico! –dijo uno de los cámaras, haciendo un primer plano de las bocas de las atractivas actrices.

Cobie sintió que el cuerpo de Eva se trituraba con aún más fuerza sobre el suyo, comprimiendo los cuatro pechos. Los pezones de Eva se clavaron sobre los suyos, y a pesar de las telas que protegían a sus gruesas armas, Cobie empezó a notar cierta conocida descarga eléctrica por el contacto. Deseó gritar, pero la boca de Eva la mantenía ocupada. Al menos sentía claramente cómo Eva se derretía entre sus brazos. Este hecho aumentó su energía, ansiosa por dominar a esta zorra de caliente labios. Sin embargo, se preguntaba cuánto más podría mantener este duelo sin apartarse.

Eva tenía las mismas dudas que Cobie. Sabía, por los gemidos y los temblores de su rival, que sus ágiles movimientos de lengua estaba siendo tan devastadores para Cobie como lo estaban siendo los calientes lametones de Cobie sobre ella. Por otro lado, sus pechos aplastados habían traído al duelo sus cuatro pezones, provocando una fuerte sacudida que casi alcanzaba la intensidad del encuentro de ejes desnudos que habían compartido algunas noches atrás. No sabía cuánto más podría tomarlo, pero fuera como fuese, sabía que tenía que abrumar a Cobie antes de que su cuerpo sucumbiera a los encantos de su odiada opositora.

Besando, lamiendo y chupando apasionadamente, las dos actrices se empezaron a moverse por el agua, envueltas por los otros brazos en un férreo abrazo que no dejaba movilidad alguna entre sus torsos. Entonces, Cobie notó que sus pies chocaban con algo, y su mente le dijo que se trataba de los escalones de una de las entradas a la piscina. Sin poder evitarlo, cayó hacia atrás, casi a cámara lenta, arrastrando a Eva con ella. Por suerte para ella, el agua absorbió la mayor parte del impacto, pero aún así el golpe de su espalda contra los escalones fue suficiente para que, gruñendo con dolor y sorpresa, Cobie abandonara el beso que compartía con Eva.

Tumbada incómodamente sobre los penetrantes escalones, y con el agua de la piscina lamiendo sus pechos con ligeras olas mientras el resto de su cuerpo estaba hundido en el líquido elemento, Cobie vio a Eva asomándose sobre ella. Sin darle un respiro, la boca de su rival se estampó contra la suya, y Eva gimió de placer al hacerlo. Cobie observó cómo su oponente cerraba los ojos, y la besaba pasionalmente con labios y lengua.

“¡Esta puta realmente me desea!”, gritó mentalmente, aunque sin saber si este hecho le alegraba o le asustaba. Dejándose llevar por el arrebato que parecía dominar a Eva, Cobie cerró sus propios ojos y usó su lengua como arma contra la invasión que sufría su boca.

Las dos mujeres jadearon y gimieron boca a boca, mientras usaban sus manos para acariciarse las espaldas, los cuellos y los hombros.  Las cámaras no perdieron ni un detalle del intercambio, con muchos primeros planos de sus bocas y lenguas.

Lenta pero firmemente, las desnudas piernas de Cobie empezaron a enrollarse alrededor de las piernas de Eva. Ésta notó el movimiento como si dos fuertes boas se deslizaran por sus largas piernas, cerrándose finalmente sobre ella. Este hecho, junto con el repentino ardor que sentía su cuerpo, hizo que Eva comenzara a empujar, instintivamente, su entrepierna contra su contraparte en Cobie. Su rival gimió bajo ella, y replicó moliendo su propia pelvis hacia arriba. Ninguna de las dos quería hacer lo que hacían, pero ya no dominaban sus cuerpos. Casi como si el propio Pavlov las moviera como marionetas, Eva y Cobie trajeron sus cubiertos sexos calientes juntos bajo el agua con deslizadizas maniobras. Por fortuna para ambas, ninguna cámara ni ningún ojo captaban este sutil combate íntimo.

Entonces, Cobie logró hacer rodar a Eva, siendo ahora su turno para tomar la posición superior. Eva gruñó al sentir los aguijonazos que provocaban los escalones sobre su espalda, pero la excitación que sentía hizo que su mente se centrara en batir el lascivo beso de Cobie, y a controlar el calor que ya enrojecía su cuerpo.

- Bueno, es tu turno –dijo entonces el director al actor que encarnaba a Bond. Éste asintió, sabiendo que debía improvisar una salida a la tórrida escena. Deseando que no se notase ese bulto que ahora destacaba entre sus piernas, el actor entró en la escena.

- ¡Vaya, chicas! –dijo con voz burlona pero firme. Esto pareció despertar a las dos actrices, que separaron sus labios y lenguas para mirar al actor, aún con Cobie sobre Eva-. Parece que os divertís sin mí…

- Y… ¡corten! –dijo el director con un tajante gesto. Entonces se levantó, y comenzó a aplaudir a las dos canadienses por la escena. Pronto se le unió todo el equipo.

Sin embargo, Eva y Cobie no estaban para celebraciones. Entre jadeos, con sus cuerpos mojados y calientes, no dejaron de mirarse fijamente a los ojos, preguntando a la rival qué cojones estaba haciendo. Confusas, fueron envueltas por toallas por un par de ayudantes.

“¡Oh,  la ODIO!”, pensaron a la vez.

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