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La mujer de todos 6

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Continúa la Historia de Amor Desesperado

 

Después de que chupe y relamí el pene de mi tío, me pidió que me sentara en su cara al momento que se recostaba nuevamente en la cama, sin entender lo que quería accedí a hacerlo, mi tío empezó a pasar lengüetazos por mi vagina recogiendo los líquidos que escurrían, aunque ya no toco mi clítoris, me pareció excitante, lleve mis manos a mis senos y me acaricie, mi lubricación nueva permitió que los flujos bajaran más rápido a su boca.

Con mi tío Aurelio, solo tuve contacto en tres ocasiones, la última de ellas un día antes de la muerte de mi madre, en fin, no adelantemos la historia.

Una vez que mi tío quedo satisfecho con la comida de mis jugos, se puso de pie y comenzó a vestirse, aunque estuvo acariciando su pene, este ya no respondió a sus deseos y se hiso más chico.

Me abrazo y beso en el cuello, me hiso promesas de volver a verme y realmente lo vi apenado, como si sintiera vergüenza de lo que habíamos hecho. Mucho tiempo después, me entere que cada vez que se emborrachaba, contaba y presumía que él me había robado mi virginidad, nunca dejo de pensar diferente y cada vez que nos encontrábamos me regalaba algo, principalmente perfumes que mandaba traer de Aguascalientes.

En fin salió, subió a su camioneta y se marchó. Me volví a bañar y me apure para llevarles almuerzo a los muchachos, por el camino iba rememorando la postura que había usado para hacerme el amor, decidí que esa noche, la tendría que usar con mi hermano Pedro, aun no sabía lo que el destino tenía planeado para mi esa noche, la última antes de que mi madre volviese.

Trate de rememorar la rápida evolución de mis experiencias, me sentí fabulosamente bien al provocar sentimientos de deseo tanto en mis hermanos como en mi tío, pensé en los hombres que faltaban en mi familia, sobretodo Aarón y mi padre pero ambos estaban lejos en los Estados Unidos.

Cuando llegue con Juan, alcance a ver que estaba con otra persona, ya de cerca vi que se trataba de Irene, la hija menor de una familia vecina, le dio gusto verme y se despidió al poco rato, Juan me dijo que esta noche solo iría a bañarse y a cenar pues le habían invitado a un  baile y llegaría hasta el día siguiente, me dijo que Pedro ya le había autorizado y que incluso le presto dinero adicional al que siempre recibían por las jornadas de trabajo, no obstante, me abrazo, beso y metió mano bajo mi falda, al tiempo que me decía, -Cuídame este tesorito, cuando regrese, quiero comérmelo,… no creas que no, siempre tengo ganas de ti, ya que eres la única que me lo aguanta por completo adentro, … Sin saber si eso era cierto le prometí que siempre se lo daría.

Por cierto, ya que hablamos de medidas, quiero decirte que aunque lo comprobé mucho tiempo después, Juan tenía un fabuloso pene de casi los 24 centímetros de largo y de más de 6 centímetros de diámetro, aunque pocas veces lo vi completamente duro como siempre apreciaba el de mi hermano Pedro que tenía casi los 20 centímetros de largo y 6 de diámetro con una cabeza de hongo en forma de punta que siempre me cautivo por su dureza y la forma de mantenerse siempre en la horizontal.

Cuando llegue a Pedro, este ya me estaba buscando por el camino, salió a mi encuentro y de inmediato busco ansioso mi boca, intercambiamos lenguas hasta que la respiración se nos hiso agitada y nuestras pelvis chocaban descontroladamente, solo me dijo: -Nos vemos en la noche chiquilla, creo que estaremos solos, .. No le quise decir que ya lo sabía y lo que me había dicho Juan.

Rebosante de alegría y con deseos de que la noche llegara, acelere el paso para la casa y empecé a pensar por vez primera en el arreglo personal con que debía obsequiar a mi hermano Pedro, me palpitaban por igual mi corazón y mi clítoris, prefiriendo las palpitaciones de este último porque llevaban humedad a mi entrepierna.

Una vez cubiertas mis tareas de costumbre, busque entre las ropas de mama, no tenía otras opciones, no sabía lo que buscaba ni sabía bien lo que quería, pero al llegar a uno de los últimos cajones de la cómoda, más que ver sentí una tela que al tacto era tersa, saque la prenda y pude ver que se trataba de un camisón en color azul turquesa con finos encajes en la zona de los senos, de una textura suave al tacto, tenía unos delgados tirantes y probando sobre mi cuerpo me llegaba a medio muslo, decidí que lo usaría para estar con Pedro.

Me coloque unos aretes de azul zafiro y un pequeño collar que aunque de cuentas de vidrio, combinaba como si fuese del mismo juego; decidí que solo eso usaría, lo prepare todo bajo la almohada, tome un baño y me dispuse a esperar.

Juan llego cantando y siguió haciéndolo mientras se bañaba, mientras tanto Pedro muy sospechoso entro directamente a su cuarto y no salió de este hasta que Juan salió vestido y arreglado para despedirse, al hacerlo beso mi cuello y me pellizco las nalgas al tiempo que dijo: - Diviértanse, disfruten y no me extrañen –Acuérdate de mi chiquita, al tiempo que se apretaba su pene sobre el pantalón.

Sonreí y le dije solamente – Cuídate, aquí te esperamos, recuerda que mi madre llega el domingo. Pedro solo levanto su mano haciendo la señal de adiós.

Al fin solos, mi hermano y yo nos quedamos mirando, -¿Quieres cenar? Pregunte, No, contesto Pedro, después lo haremos, extendió la mano y me ofreció una cajita que contenía un anillo de plata con un diseño de enredadera grabado en su exterior, por dentro la leyenda: “Tu y Yo”.

Aquí estaba yo, lista a vivir la mejor experiencia de mi vida, recibiendo un regalo de mi hermano.

Pedro, empezó a quitarse la camisa, aflojaba el cinturón de sus pantalones le interrumpí para decirle, -Déjame entrar a mi primero, tu entraras hasta que yo te llame.

Asintió con un leve movimiento de su cabeza y con una sonrisa en los labios.

No me tomo más de dos minutos, quitar el vestido y enfundarme en el camisón, no obstante me tome un poco más para darme valor y llamarle ya que la ansiedad me dominaba, mis muslos empezaban a mojarse  y me sentía temblar en un orgasmo provocado por el rose de la tela con mis pezones.

-Pasa, Pedro,…

-¡Oh, madre mía, que hermosa eres! , ¡Eres una mujer maravillosa! , ¡Déjame verte! Dijo Pedro al momento que caminaba hacia mí luciendo su desnudez y con su fabuloso pene apuntando a mí mientras se acercaba, mi mirada viajaba de sus ojos al pene y de regreso.

Pedro camino alrededor mío, se aproximó a mí y me beso tiernamente en los labios, al pasar su pene toco la tela que protegía mi trasero, así de cerca pasó.

Yo temblaba y por un momento vinieron a mi mente imágenes de parejas tomadas de las manos preparándose para casarse, así me sentía en ese momento, lista para entregarme para toda la vida, estaba enamorada, enloquecida, vibrando de pasión y deseo, lista para amar y ser amada.

Pedro, me tomo de la mano y me condujo a un lado de la cama, nos abrazamos y comenzamos a besarnos, a cada nuevo beso nuestra pasión aumentaba y era una experiencia única el sentir su pecho presionando la tela que impedía que mis pezones la perforaran y salieran a su encuentro, me recostó en la cama y él se arrodillo a un costado de ella.

-¡Así empezó todo!, primero te conocí mediante mis manos, me enamore de ti con los ojos al desearte, me volví a enamorar de ti al tocarte y me he vuelto a enamorar al tenerte y amarte con toda mi sexualidad, -Hoy quiero darme a ti, como tú quieras, quiero ser tuyo completamente y a pesar de haberte compartido, te siento solo mía y yo solo quiero ser tuyo, por eso te di el anillo, mientras lo uses, sabré que sigues siendo mía y que podre venir a ti siempre que así se pueda, ¿Crees poder hacerlo?, ¿Crees amarme lo suficiente?

-¡Solo ven aquí y ámame!  -Dije mientras extendía hacia el mis manos. Al pasar su cuerpo junto a mí, acaricie su pene enviando chispazos de corriente entre ambos. Se colocó encima sin dejar caer su peso, se mantenía distante, rosándome, solo mediante la fuerza de sus brazos, levante mi pelvis para disfrutar el contacto con su pene, empezó a recorrer el camisón hacia mi cuello y nuestros cuerpos empezaron literalmente a fundirse uno con el otro, yo gozaba con el contacto de las diferentes partes de mi piel.

Ahora, comenzaba todo, una de las más gratas experiencias de vida estaba por empezar.

Sé que hay palabras para expresar todos los sentimientos y todas las sensaciones, no obstante parecía que había perdido el habla, solo escuchaba mis propios gemidos, interjecciones sucesivas, ahs, ohs, uhmm, ohms, lo hacía a pesar de que mi boca libraba una batalla con la de él, mi lengua penetraba y recogía su saliva, la del volvía a traerla de vuelta, no había penetración aun y yo ya había gozado dos veces con orgasmos provocados solo por el roce, por el calor de nuestras pieles y por nuestras caricias, yo apretaba su espalda, su trasero musculoso, sus brazos fuertes, el mis senos, mi cintura, mi cuello, mis nalgas.

-¡Para por favor! Pedí una tregua. Permíteme, le dije, termine de salir del camisón y me quite los aretes y el collar, accesorios que ya  habían cumplido su función, ahora ya estábamos totalmente desnudos. -¡Penétrame ya! Pedí solicita al momento que subía mis piernas a sus hombros jalando su cuerpo a mí.

Qué maravilla de sensación, paso a paso sentí como su durísimo pene se posicionaba dentro de todos los pliegues de mi vagina, por el ángulo de la penetración, a todo lo largo hubo contacto con mi clítoris, hasta el fondo sentí como si chocara con la pared de mi hendidura, no había dolor, su forma de penetrarme, lentísima, me dio oportunidad de apreciar en su justa medida el placer que recibía, La danza del placer de nuestros cuerpos recién arrancaba y al tocar el fondo me provoco un orgasmo estremecedor, me sacudí entera y me afloje, ofreciéndome plena, dentro de la satisfacción recordé la postura a la que me había forzado mi tío, por tanto, jale mis piernas hasta poder aprisionar mi cabeza con las rodillas, pase mis brazos para sostener la postura y con mis manos jale su cabeza para un beso que le diera todas las señales que para moverse necesitara.

Y empezó, dentro afuera, lento, lentísimo, disfrutando todo el recorrido, mi vagina apretaba su pene a todo lo largo y ancho, ambos gemíamos ahora, mis espasmos lo motivaron a acelerar sus embestidas, nos mirábamos a todo momento, el veía mi gozo y yo podía sentir el suyo por espasmos que hacían vibrar su pene cada vez que tocaba fondo, sus ojos se entrecerraban, mi clítoris palpitante me hacía eco de mis latidos del corazón, pocas veces se consigue un ayuntamiento tan íntimo, estaba totalmente entregada al torbellino de la pasión, su velocidad aumentaba en la misma proporción que con mis espasmos anunciaba mis orgasmos

Cuando estaba a máxima velocidad, paro una vez que en el ciclo estaba tocando fondo, se retiró y sentí que dejaba un hueco enorme, mi vagina palpitante sentía el vacío, ansiaba su presencia, él se tendió a mi lado y me dijo: -¡Súbete chiquilla! Te quiero arriba de mí, ¡Quiero gozar tus senos y tu rostro cuando gozas!

Cuando me acomode sobre de él, mi humedad se manifestó mojando su vientre y su pene hasta sus testículos, parecía que mi vagina se había licuado, tal era la naturaleza de mis espasmos. Pero gracias a la elasticidad natural de esa parte de mi anatomía, volví a sentir cada pliegue de mi vagina mientras me deslizaba por su pene, nuevamente la sensación de plenitud me invadía,  Que enorme placer el sentirse así de llena.

Me moví aceleradamente, iba de atrás a adelante buscando tallar mi clítoris en su pene, me movía a los lados, no seguía un orden, subía y bajaba golpeando con mis nalgas sobre sus muslos, flexiono sus piernas y me ofreció sus rodillas como apoyo y así apresure más mis frotamientos, cada acción provocaba en mi un nuevo orgasmo, literalmente me encontraba en un orgasmo continuo y el único límite lo era su resistencia, apretaba la vagina para transmitirle más fricción y provocar su derrame, lo único que si lograba era provocarme más espasmos, no sé cuánto tiempo me moví sobre el totalmente desesperada, quería hacerlo gozar aunque yo muriera en el intento, sentía a mi corazón y a mi clítoris vibrar al unísono y el sudor que me escurría nublaba mi vista, me quede quieta, sus manos me volvieron a la vida cuando acariciaron y pellizcaron mis pezones, esa caricia me llevo a un orgasmo más.

Me cargo con mucha facilidad, al salir de mí, escurrieron mas líquidos, su  erección estaba plena, me giro empujando mi cabeza a las almohadas,  acomodo mi cuerpo a su antojo, beso y lamio la humedad de mi espalda, entre la rajada de mis nalgas, mi culo, mi vagina, se posiciono entre mis piernas y empujo su precioso pene nuevamente a mis entrañas, la sensación de plenitud, volvió a mí, al solo pasar en su primer penetración toco puntos que como si fuera la primera vez, provocaron mi orgasmo, en esa posición también me tenía en un permanente goce, para él sus movimientos lo acercaron a su límite, sus movimientos eran rapidísimos y de repente, lo sentí crecer y expandirse, como si fuera posible lo sentí endurecerse más y ahí estaba, el primer impacto de su erupción, más que nunca conté con ansiedad sus lechazos, esta vez fueron más de seis, su pene siguió vibrando aunque ya no sentía su leche, se desprendió de mí y se recostó a mi lado, me dirigí a su pene y comencé a lamerlo y relamerlo como había hecho con mi tío, ahora los sabores me parecieron deliciosos, apreté con mis labios la cabeza de su pene y realice una maniobra de succión, sus gemidos fueron música para mis oídos y me impulsaron a seguir con mis caricias bucales.

Su pene que parecía  perder su dureza, con mis caricias recobro su temple, engolosinada lo mantuve entrando y saliendo de mi boca y de repente me levanto y me coloco en forma tal que tuvo acceso a mi vagina y a mi clítoris, con solo empezar a lengüetear mi orgasmo  se hiso nuevamente presente, acelere mi chupada acompañando en el movimiento por mi cabeza, había momentos en que la sentía llegar hasta mi garganta provocando una reacción refleja que me hacía arquear y desplazar mi vagina hacia su boca, repentinamente y sin previa noticia, sentí la cabeza del pene crecer y sentí la presión de un chisguete de su leche, apenas pude tragar, cuando ya estaba recibiendo la segunda y la tercera, aun sentí dos más mientras tragaba, seguí chupando y los residuos de su goce goteaban sobre mi lengua. ¡Que manjar se ofreció a mi experiencia! ¡Que deliciosa ambrosia! Fruto del amor y la profunda entrega, si en ese momento me hubiese sido dado regresar en el tiempo volvería a relamer su pene después de cada una de las veces en que Pedro mi hermano me había poseído. Me sentía y era la mujer más feliz del mundo.

Nos fundimos en un profundo abrazo y a pesar de la felicidad que sentía, empecé a llorar.

Pedro me abrazo más intensamente al tiempo que acariciaba mi cuello y mi cara.

Sin decir palabra alguna, sus caricias hicieron cesar mi llanto, -¿Comemos? Pregunto, me puse de pie sin responder y camine a la cocina, empecé a calentar nuestra cena.

Al poco rato, también desnudo, llego a sentarse, acaricio mis nalgas mientras le servía, yo sentía mucha hambre y me sentía capaz de comer una vaca entera, me senté a su lado y comencé a devorar de mi plato mientras él me miraba sonriente. Bebí con avidez un vaso con agua para bajar el alimento, a pesar de lo rutinario de la acción, sentí un alto grado de intimidad, haciendo de este acto tan simple una experiencia renovadora de mi amor hacia mi hermano. No solo por el hecho de estar desnudos comiendo, sino por hacer de este momento una extensión de la experiencia que habíamos compartido momentos antes.

Calenté agua para bañarnos, lo hicimos juntos, acariciándonos y besándonos a la menor provocación, ayude al momento de lavar su pene que por momentos se endurecía, el auxilio a lavar mi vagina metiendo uno o dos de sus dedos, pasaba caricias a mi clítoris que se mantenía atento, asomando a mis labios, con mucha ternura lavo y acaricio mi cabello, una vez que terminamos nos abrazamos y secamos con la misma toalla, hasta ese detalle compartimos, tomados de la mano nos fuimos a la cama.

Los detalles a partir de ese momento forman parte de mis recuerdos mas íntimos, puedo decir sin embargo que no quedo punto de la anatomía de Pedro que no hubiera sido besado o chupado por mí, lamí y relamí todos los lugares que puedas imaginar, me permitió todo, fui perversa, mordaz y en momentos cruel, como nunca había sido, por su parte lamio, mordió, acaricio y penetro como quiso con dedos, lengua, pene, bebí sus jugos y bebió los míos, nos entregamos completamente.

Nos dijimos cosas que solo eran destinadas a nuestros propios oídos, nos preguntamos y contestamos todo lo necesario, aclaramos cualquier posible duda, presente o futura, nos realizamos también con palabras que solo confirmaban nuestro profundo y sincero amor.

De mis lágrimas y de las suyas, puedo decir que tuvieron su origen en el sentimiento de total dependencia que se creó  un vínculo muy fuerte en nuestra unión, ambos sabíamos muy bien que no podríamos estar permanentemente juntos y que ese amor nunca podría manifestarse a los demás y mucho menos al resto del mundo que conocíamos.

El sueño nos venció alrededor de las cinco de la mañana, despertamos a las once, solo para amarnos lentamente, con ternura y con pasión, han pasado más de veinte años y los dos seguimos recordando esa noche y su mañana.  De los amores de mi familia, el más duradero y el más profundo es el de Pedro, mi hermano. A veces dejo de verlo un mes o dos, lo sueño todos los días, revivo en mis sueños y en mis días, los placeres más profundos con los que me hacía vibrar y estremecerme, solo para dejar espacio para nuevos placeres que se me ofrecen cuando nos tenemos y  estamos una vez más juntos.

 

Por la noche, como se había prometido, llego mi madre, traía noticias, explicamos porque no estaba Juan y pareció no importarle, dentro de mi agradecí que llegase cansada y agobiada, no detecto los cambios que había sufrido en esos tres días, ya habría tiempo para contarle todo lo relacionado a mi estilo de procurarme la felicidad.

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