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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (1 de 9)

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Mi nombre es Carlos, tengo 32 años, estoy casado desde hace 2 meses y soy profesor universitario. Mido 1,85, soy de complexión atlética, con los músculos bien definidos, aunque no hiperdesarrollados, mi pelo es de color castaño tirando a rubio y mis ojos de color marrón claro.

Como ya he mencionado, hace un par de meses que me casé, con mi novia de toda la vida, con la que llevo 12 años y a la que nunca había sido infiel, hasta hace un mes aproximadamente.

Desde que nos casamos teníamos pendiente una visita de mi cuñada para conocer nuestra casa, así que aprovechando un lunes que yo no trabajaba, y mi cuñada no tenía clase, (mi cuñada tiene 22 años recién cumplidos y es alumna mía desde hace 5 meses), mi mujer decidió invitar a su hermana para que comiese con nosotros y así conocer nuestro recién estrenado piso. Mi mujer, Tere, sí trabajaba ese lunes, así que dejamos la comida preparada el domingo y yo sólo tendría que calentarla para cuando llegasen las dos hermanas.

A las 2.10 apareció mi mujer, que venía sola, según me explicó su hermana había decidido venir con su coche porque por la tarde había quedado con un amigo y así tenía más libertad de movimientos.

A las 2. 20 llegó mi cuñada, Patty, quien me dio dos sonoros besos cuando le abrí la puerta.

- Hola, profe –me dijo con su habitual desparpajo-, ¿dónde está mi hermana?.

- Está en la cocina, primera puerta a la izquierda- contesté yo tendiéndole mis brazos para que me diese su abrigo.

Cuando se quitó el abrigo sentí un pequeño corte de respiración ante la visión de lo que tenía delante. Intentaré describir a Patty, tal y como la vi en aquel instante:

Mi cuñada es una morenaza de 1,75 de estatura, aunque con los tacones que llevaba en ese momento era casi tan alta como yo. Lleva su brillante cabello azabache cortado a media melena. Sus ojos son felinos, grandes aunque ligeramente rasgados, de largas y múltiples pestañas negras que los enmarcan y contrastan con el indescriptible color de sus ojos, que seguro que a muchos ha hecho enloquecer. Son verdeazulados, brillantes como dos gemas, y según les de la luz se pueden ver de un hermoso azul aguamarina o de un maravilloso verde esmeralda. Su cara, de forma ovalada y con los pómulos altos y bien marcados, podría ser canon de belleza femenina. Sus labios son muy sensuales, sonrosados, gruesos y perfectamente perfilados en una apetitosa boca que incita a la lujuria. Pero todo esto, que ya es razón suficiente, no fue lo que me dejó sin respiración. Bajo el abrigo sólo llevaba un vestido azul oscuro, muy ajustado a todas las femeninas curvas que envolvía. Los tirantes formaban un sugerente escote en pico en el que se apretaban sus tersos, elevados y generosos pechos, dibujando un canalillo en el que cualquiera querría investigar. El vestido envolvía toda su silueta marcando su cintura y caderas (ahora sé cuáles son sus medidas de infarto: 95-58-91) para acabar en una corta minifalda que apenas llegaba unos centímetros más abajo de su entrepierna. Calzaba unas altas botas negras que le llegaban hasta casi la mitad de sus firmes y bien formados muslos, con unos tacones cercanos a los 10 centímetros que estilizaban aún más sus piernas haciéndolas interminablemente largas.

Mi mujer es una morena de ojos marrones muy guapa y con un cuerpo que muchas jovencitas envidiarían, pero parece ser que la naturaleza, en su infinita sabiduría, había decidido mejorar el primer molde para crear un auténtico objeto de deseo.

Cuando se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, sin darme cuenta me quedé mirando su maravilloso culo, redondo y ligeramente respingón en contraste con la maravillosa curva que describe su estilizada cintura en su espalda. Ese precioso culito se veía firme, duro y apretado por el vestido, y se contoneaba al son marcado por sus caderas con cada paso que Patty daba por el pasillo.

Cuando llegó a la puerta de la cocina me miró con sus increíbles ojos de gata (verdes con esas luz) y esbozó una pícara sonrisa justo antes de entrar y saludar a mi mujer.

Yo me sonrojé al ser pillado con los ojos en su culito, nunca antes la había mirado así, para mí siempre había sido una niña, la hermana pequeña de mi mujer, y una alumna desde hacía poco tiempo. Acalorado me dirigí a la habitación para dejar su abrigo.

Cuando volvía a la cocina oí a través del pasillo la conversación que ambas hermanas mantenían:

- ¡Sí que vas discreta!, con este frío te va a dar algo…- dijo Tere.

- Voy como quiero, hermanita- contestó Patty-, he quedado luego con un tío que se me resiste y quiero se le caiga la baba nada más verme.

- ¿Qué un tío se te resiste?, me cuesta creerlo.

- Es que tiene novia, pero me he encaprichado con él.

- Te aseguro que tal y como vas no le resultarás indiferente, cariño, vas pidiendo guerra. ¡Pobrecita su novia!, le va a crecer una cornamenta monumental.

- ¿Crees que podré seducirle?. Tengo unas ganas locas de tirármelo.

- Cariño, vas tan cañón que puedes seducir incluso a un mono bobo. Si ese tío no acaba en la cama contigo, es que tiene horchata en lugar de sangre en las venas.

A pesar de la diferencia de edad (Tere le saca 12 años a Patty), las dos hermanas siempre han tenido muy buena relación, mi mujer siempre ha sido la confidente de su hermana pequeña en todos los aspectos. Ya cuando la conocí, entonces no era más que una niña de 10 años, Patty siempre confiaba en su hermana mayor y le contaba todos sus secretos.

- Si es lo que buscas- continuó Tere-, te aseguro que nada más verte no va a pensar en otra cosa que en echarte un polvo.

Justo en ese momento entré yo en la cocina y las dos se echaron a reír. Mi mujer me pidió que terminase de calentar la comida y la llevase a la mesa del comedor mientras que ella le enseñaba el piso a su hermanita.

La comida fue distendida, hablando de temas variados entre los cuales ambas hermanas se ponían al día, aunque yo no me encontraba del todo cómodo porque mis ojos se escapaban al vertiginoso escote de mi cuñada, y tenía que forzarme a desviar la vista para no ser cazado. Estoy seguro que de que, mirándome por el rabillo del ojo, Patty me había pillado, al menos, un par de veces.

Durante el café, mi cuñadita encendió un cigarrillo, y yo me quedé embobado observando cómo el humo salía sensualmente entre sus labios. En aquel momento sentí unas ganas increíbles de fumar, lo cual había dejado casi 10 años atrás a petición de mi mujer.

- ¿Y qué tal es Carlos como profesor?- le preguntó Tere a su hermana.

- No está mal- contestó Patty dedicándome una mirada de soslayo.

- ¿Es duro?.

- Por ahora no, pero creo que dentro de poco se va a poner muy duro… - contestó dedicándome una rápida mirada con destellos verdes y un aleteo de sus negras y largas pestañas-… se acerca el examen final- aclaró.

- Ya, no serás demasiado exigente con mi hermanita, ¿verdad cariño?- preguntó Tere dirigiéndose a mí.

- Si se aplica- contesté yo aún hipnotizado por esa fugaz mirada y esa frase cargada de doble sentido-, no tiene nada de qué preocuparse.

- Te aseguro que seré muy aplicada, profe- añadió Patty sonriéndome.

- ¿Y le habéis puesto algún mote al profe?- preguntó Tere divertida.

- Pues claro… El polvorón- contestó mi cuñada entre risas.

- ¿El polvorón?- preguntó mi mujer mirándome con desconcierto.

- Así le llaman todas las tías en la facultad.

- ¿De dónde viene eso?- preguntó Tere inocentemente.

Yo, que algo había oído ya por los pasillos de la facultad, comencé a temerme la respuesta que Patty no dudó un segundo en dar:

- Está claro, hermanita- dijo alegremente-, por el buen polvo que tiene mi cuñadito- y se echó a reír.

Noté que me ponía colorado y miré a mi mujer con cara de no tener ni idea al respecto.

- Así que tus compañeras creen que tiene un buen polvo, ¿eh?- dijo Tere fingiendo estar celosa-. Pues que sepan que es cierto y que los polvos sólo los echa conmigo, ¿verdad Polvorón?.

- C-claro- contesté avergonzado.

Las dos se echaron a reír, y Patty acabó sentenciando:

- Ya saben que tiene dueña y que es mi cuñado, así que no te preocupes que ya le protejo yo de esas lobas.

Las dos siguieron riendo a mi costa por unos momentos, hasta que mi mujer se percató de la hora que era y que debía volver al trabajo.

- ¿Te llevo donde hayas quedado con el afortunado?- le preguntó a Patty.

- No, gracias, te recuerdo que he traído el coche y no he quedado hasta dentro de media hora. Así que ayudaré a Carlos a recoger la mesa y luego ya me marcharé- contestó encendiéndose otro cigarrillo.

- Bueno, pues cuando salga de trabajar te llamaré para que me cuentes con pelos y señales tu cita, y ten cuidado, que ya sabes cómo son...

- Tendré cuidado- contestó Patty riendo-, y como sé cómo son lo disfrutaré para contártelo después.

Tere le dio un beso en la mejilla a su hermana y se despidió de mí dándome un beso en los labios, antes de salir me llamó polvorón entre risas y se marchó a trabajar.

Cuando se cerró la puerta de la casa, un tenso silencio quedó entre Patty y yo. Me miraba con sus enormes ojos, que en ese momento parecían azules, mientras fumaba relajadamente apoyada en el respaldo de la silla, con un brazo cruzado bajos sus apretados pechos y el otro sujetando elegantemente el cigarrillo en alto; estaba tan sexy que yo no podía apartar mi mirada de ella. Estudiaba el incomparable color de sus ojos, sin poder evitarlo escudriñaba su sugerente escote, y me deleitaba contemplando la sensual forma en que sus labios exhalaban el humo del cigarrillo hacia mí. En esos momentos mis ansias por fumar aumentaron, aunque no fue lo único que aumentó. Mi polla reaccionó ante la joven y sensual belleza que tenía delante, y empezó a pedir paso a través del calzoncillo.

- ¿Te apetece?- preguntó mi cuñada cortando el tenso silencio.

- ¿El qué?- dije yo saliendo de los ardientes pensamientos que empezaban a rondar por mi cabeza.

- Un cigarro, tonto, no has dejado de mirar cómo fumaba desde que encendí el primero.

- Ya hace mucho tiempo que lo dejé por tu hermana.

- Lo sé, nos contamos todo… Pero también sé que ahora mismo te está apeteciendo… y por una caladita no pasa nada- añadió ofreciéndome su cigarrillo.

- Eres mala, incitándome al vicio. Dame, pero no se lo digas a tu hermana.

- Mis labios están sellados, no le diré nada a mi hermanita- sentenció sonriéndome con picardía.

Tomé el cigarrillo de su mano y le di una calada. Tras tantos años no había olvidado el sabor, y tengo que reconocer que me produjo un leve mareo. Se lo devolví e inmediatamente ella lo llevó a sus labios para darle la última calada.

- ¿Qué tal?- me preguntó apagándolo.

- Mareante.

- Uummm, a mí esta última calada me ha sabido deliciosa llevándome a los labios lo que acaba de estar entre los tuyos.

Sólo pude contestar visiblemente con una sonrisa, pero en mi entrepierna mi rabo había crecido cuanto le permitían los calzoncillos y el pantalón vaquero.

- Vamos a recoger la mesa- es lo único que supe decir.

Me levanté asegurándome de que el jersey que llevaba alcanzase a cubrir mi entrepierna para que no se notase el palpitante bulto que aquella niña, con cara de ángel y cuerpo de diosa, había despertado.

Patty me ayudó a retirar vasos, cubiertos y platos, meneando su prieto culito mientras los llevaba por el pasillo hacia la cocina. Mi tremenda erección me dolía ahogada por los pantalones ante esa divina visión, y yo no hacía más que desear que mi cuñada se marchase ya para poder aliviarme con una gloriosa paja en su honor.

Tras el último viaje de cosas a la cocina, ella estaba recogiendo el mantel inclinada hacia delante, mostrándome su escote y la perfección de sus grandes pechos. Yo ya no podía soportarlo más, así que dije:

- Patty, de verdad. no te molestes que eso ya lo recojo yo. Si has quedado seguro que tienes prisa.

Me acerqué a ella para que dejase el mantel, pero simulando no haberme oído, dio la vuelta a la mesa quedándose inclinada de espaldas a mí. Esa vista era tan magnífica como la anterior, pues pasé de contemplar su escote para contemplar la increíble curva que describe su espalda terminando en ese firme y apetecible culo. Me acerqué más para ayudarla, y cuando estaba a punto de agarrar el mantel desde detrás suyo, ella dio un paso hacia atrás y sus duras nalgas contactaron con mi abultada entrepierna. Me quedé paralizado.

Patty se incorporó restregando su culo contra mi paquete sin ningún pudor y se giró quedando su cuerpo pegado al mío, con nuestras caras frente a frente. Sus ojos, azul aguamarina en esa corta distancia, estaban fijos en los míos, y sus labios entreabiertos, a escasos centímetros de los míos, se veían deliciosos. Sus brazos rodearon mi cuello, y con una mirada cargada de deseo, empleando un tono de voz increíblemente sugerente, susurró:

- ¿Te apetece?.

Todo mi cuerpo respondió con un terremoto de excitación que clamó: "¡Síííí!", y el epicentro de ese terremoto se encontraba en mi polla, que con el roce de su culito había conseguido vencer la dictadura de mis calzoncillos y vaqueros para crecer al máximo y apuntar hacia arriba a pesar de seguir sujeta por la ropa.

Pero mi cabeza consiguió tener un destello de lucidez: ¿qué hacía en brazos de mi cuñada?, ¿cómo podía estar tan excitado por aquella niña a la que había visto crecer?, ¿cómo la hermanita de mi reciente esposa me había puesto la polla tan dura?...

En ese momento de lucidez y sentimiento de culpabilidad mis manos le tomaron por su delgada cintura para apartarla de mí, pero en cuanto Patty sintió el calor de mis manos a través de su fino vestido, interpretó el gesto como afirmación, así que, antes de que yo pudiese apartarla, sus jugosos labios contactaron con los míos e introdujo su lengua en mi boca hasta casi llegar a mi garganta.

Me besó tan apasionadamente, tan sensualmente, con tanto ardor… Yo no había besado a nadie más en 12 años que a su hermana…, así que me dejé llevar por el erotismo de su lengua y sus labios y respondí a u beso como si me fuese la vida en ello.

Fue el beso más delicioso y excitante que he probado nunca, y mi mente dejó de sancionarme para entregarse por completo a la lujuria.

Sus dedos acariciaban mi nuca mientras su lengua exploraba cada rincón de mi boca, y sus manos fueron bajando recorriendo mi espalda para terminar agarrándome fuerte del culo. Después me agarró de las caderas y se separó de mí con la respiración entrecortada. Sus preciosos ojos me miraron por unos instantes con ardiente deseo mientras su mano derecha se deslizaba a mi entrepierna y comenzaba a palpar mi hinchada verga atrapada por la ropa.

- ¿No habías quedado con un tío?- conseguí decir con la respiración también entrecortada.

- ¿Por qué crees que aún no me he marchado?. He visto cómo me mirabas el culo cuando he llegado, y te has pasado toda la comida mirándome las tetas. Cuando nos hemos quedado solos no me has quitado el ojo de encima. Me deseas, y yo te deseo a ti, así que ya estoy con el tío con el que he quedado- concluyó agarrándome fuerte la polla para, acto seguido, volver a meterme la lengua en la boca.

Yo acaricié su estilizada cintura y mis manos bajaron para agarrarle con fuerza su redondo y duro culito. Volvimos a separarnos unos instantes.

- ¿Te gusta mi culo?- me preguntó.

- Tienes un culo perfecto- contesté recorriéndolo con mis manos.

- ¿Y mis tetas te gustan?.

- Son increíbles- contesté llevando mis manos hacia ellas para acariciarlas y masajearlas.

- ¿Te parezco atractiva?, ¿te gustan mis ojos, mis labios?.

Volvió a besarme metiéndome la lengua en profundidad mientras su mano se abría paso por los botones de mi bragueta y acariciaba mi tremendamente erecto miembro.

- Tienes una cara preciosa, tus ojos son incomparables y tus labios deliciosos- contesté cuando volvimos a separarnos.

- ¿Crees que estoy buena?.

- ¡Estás muuuuy buena!.

- ¿Estoy más buena que mi hermana?.

¡Ah!, su hermana, mi dulce Tere, mi novia durante 12 años, y mi esposa desde hacía dos meses. Al mencionarla la conciencia volvió a mí. ¿Qué estaba haciendo dándome el lote con su hermanita pequeña?.

Patty vio la culpabilidad reflejada en mis ojos, y su hábil mano se coló bajo el calzoncillo para agarrarme de la polla y acariciarla. Su otra mano guió mi mano derecha por todo su culo y, subiéndose ligeramente la minifalda, me colocó la mano de tal modo que sentí la humedad de su coño a través del tanga con los dedos índice y corazón, mientras el pulgar se alojaba entre sus nalgas, apartando la fina tira del tanga para encontrar el pequeño y suave orificio que escondía. Con uno de sus dedos presionó mi pulgar y este penetró un centímetro en su ano mientras mis otros dedos acariciaban el tanga empapado.

Emitió un gemido de satisfacción y le dio una sacudida a mi falo que me hizo estremecer con una gota preseminal brotando de él. Cualquier sombra de culpabilidad desapareció por completo. Estaba hiperexcitado, un auténtico animal sexual listo para ensartar con su verga a la ardiente hembra que tenía delante.

- Venga- me susurró de nuevo-, quiero oírlo, ¿estoy más buena que mi hermana?.

- ¡Joder!- exclamé loco de deseo con los testículos doloridos por tanta tensión sexual-. ¡Estás mucho más buena que tu hermana!.

- Lo sé- contestó Patty dándome otra sacudida a la polla-, así que ¡FÓLLAME!.

Al oír sus últimas palabras perdí el control por completo. Me lancé a besarla con frenesí, mi mano derecha acariciaba su coño desde atrás mientras el pulgar exploraba su ano. Mi mano izquierda recorría sus pechos y los cogía con fuerza.

Mi cuñada sacó su mano de mi pantalón y de una sola vez dejó mi torso desnudo. Ahora podía verse claramente mi entrepierna exageradamente abultada, y ella sonrió. Recorrió mi pecho con su lengua, acarició mis marcados abdominales y desabrochó mi pantalón dejándolo caer. Me deshice de la prenda y el calzado mientras ella recorría mis abdominales con la lengua y terminaba bajándome los calzoncillos. Así me quedé totalmente desnudo ante ella, con la polla tiesa como una estaca, con la punta enrojecida por el roce y humedecida de líquido preseminal.

- Ummm, ¡qué pedazo de polla!- susurró Patty acariciándola.

La verdad es que nunca me la he medido, pero por las referencias que tengo de mis conquistas previas a mi mujer, y por las experiencias con ella (no puedo metérsela entera), creo que es bastante grande. Mi esposa está muy contenta con ella, y una vez me dijo que debía medir como mínimo los tan renombrados 20 centímetros. No sé si medirá más o menos, pero lo que sí sé es que es larga y gruesa. Volviendo al tema:

Patty posó sus suaves labios sobre mi glande y me dio un dulce beso con el que relamió el líquido que ella había hecho brotar. Sonriendo se apartó y se sacó el vestido por arriba. Su ropa interior era del mismo color que el vestido, azul oscuro, constando de un diminuto tanga que apenas tapaba, y un sujetador sin tirantes que oprimía sus pechos realzándolos. Su cuerpo es escultural, delgado pero bien delineado por sus sensuales curvas, comparable al de las mejores modelos que visten alas en los desfiles de lencería de Victoria’s secret.

Acaricié su suave piel, y besando su cuello y la línea que había delimitado el escote, le desabroché el sujetador. Sus pechos son increíbles, grandes (más grandes que los de su hermana), redondos, jóvenes y tersos, desafiantes a la gravedad a pesar de ser liberados de la sujeción, con pezones pequeños, marronáceos y puntiagudos por la excitación; definitivamente las mejores tetas que he visto nunca.

Acaricié esas tetazas con fervor mientras mi lengua jugaba con la suya y mi polla intentaba atravesar su tanga. Ella se separó, y dándome la espalda se bajó el tanga hasta el suelo quedándose únicamente con las botas puestas. Esa visión me volvió loco: totalmente desnuda, con botas negras altas de tacón, y agachada, era como tener una actriz porno ofreciéndome su culo, así que sin darle tiempo a incorporarse le agarré de las caderas y puse mi polla en su culo dispuesto a abrirme paso entre sus nalgas para embestir su agujerito con fuerza.

- ¡Aún no!- exclamó ella incorporándose.

No sé que es lo que me dejó más sorprendido en ese instante, y que consiguió hacerme retroceder. No sé si fue la autoridad de su voz, la negativa que me cortó el rollo, o la utilización de la palabra "aún". Creo que fue lo último, porque dejaba la puerta abierta a tener una posibilidad de meter mi polla en ese prieto culito, cosa que mi mujer hasta ahora no se ha dejado hacer.

Mi cuñada se giró y me mostró su precioso coñito totalmente depilado, con sus labios sonrosados e hinchados, su clítoris duro asomando entre ellos, y totalmente empapado de jugos de excitación. Con sólo verlo me apeteció comérmelo, pero mi verga lo pedía con más fuerza aún.

- ¿Te apetece?- preguntó con voz sugerente mostrándose como si acabase de desenvolver un regalo.

Me apetecía, y mucho. Con las botas puestas era tan alta como yo, así que me acerqué a ella y, agarrándola del culo, puse mi polla a la entrada de su coño, embadurnándose de sus fluidos. Patty levantó una de sus piernas y me rodeó la cadera con ella. Pegó todo su cuerpo al mío, y mirándome fijamente con sus profundos ojos exclamó:

- ¡Fóllame fuerte!.

Mi cadera reaccionó al instante y con un movimiento hacia delante mi verga se abrió paso deslizándose entre sus labios vaginales con facilidad. Estaba muy mojada, sentí el calor de su coño envolviendo mi glande, y profundicé cuanto pude, toda su vagina ardía.

Ella gimió de una forma tan erótica que enseguida me retiré para dar una segunda embestida más profunda. "¡Ohhhh!", el placer fue inmenso, y ella lo corroboró con otro maravilloso gemido en mi oído. Pero a pesar de que gracias a los tacones de sus botas quedábamos a la misma altura, tras tres embestidas acompañadas de sus jadeos, comprobé que no conseguía penetrarla bien a fondo, mi polla sólo había entrado poco más de la mitad y la punta aún no había encontrado el fondo, así que le cogí la otra pierna y ella me abrazó las caderas con ambas piernas. Alcé todo su cuerpo y lo dejé caer sobre mi rabo utilizando su propio peso. La penetración fue profundísima, noté cómo mi verga hacía tope en su interior y mis huevos chocaron contra su culo; nuestros sexos encajaron a la perfección con todo mi falo devorado por su chorreante coño. Me parecía increíble el haber podido meterle la polla entera, a mi mujer no le cabía poco más que la mitad, mientras que el coño de su hermanita pequeña había engullido toda mi dura carne como si estuviese hecho para ello. Patty profirió un agudo grito de placer: "¡Aaaaaaaaahhhhhh!", y se corrió en cuanto mi polla tocó lo más profundo de su ser. Todo su cuerpo se tensó haciendo que su espalda se arquease y su vagina apretase mi polla con fuerza. Yo estaba a punto, pero aún necesitaba un poco más.

Con rubor en sus mejillas, y aún jadeante, mi preciosa cuñada clavó sus ojos en los míos y susurró:

- Fóllame más y córrete conmigo esta vez.

La levanté de nuevo sacando mi falo, y aprovechando que estábamos junto a la mesa, la tumbé sobre ella. Me quedé admirando su magnífico cuerpo creado para dar placer, brillante por el sudor del orgasmo que acababa de tener, y no tuve más que un pensamiento al que ella puso palabras:

- ¡Fóllame otra vez!.

La mesa es lo suficientemente alta para que su coño quedase a la altura de mi verga, así que volví a acercarme a ella, y cogiéndola por las caderas con ambas manos, se la volví a meter todo lo profundo que nuestros cuerpos permitieron, entera, cuan larga es.

- ¡Ooohhhh!- gritó ella-, me la clavas hasta el fondo…

Miré cómo toda mi polla había desaparecido engullida por su hermoso coño y me estremecí de placer con la presión que sus músculos internos la ejercían. Bombee con fuerza unas cuantas veces más sintiendo en cada embestida un placer que me hacía jadear. Ella gemía y se acariciaba sus perfectos pechos que bailaban al son de mis embestidas. Mis manos recorrieron su cintura y se aferraron con fuerza a esas hermosas tetas que se amoldaron bajo la presión de mis dedos, aunque no eran capaces de abarcarlas por completo.

Seguí embistiendo con fuerza, como si fuese mi última vez, quería que ella se retorciese sintiendo el mismo placer que su estrecho coño me provocaba, mientras ella acompañaba mis movimientos con sus caderas. Tras unas cuantas embestidas en las que oía sus gemidos suplicantes, sentí que el orgasmo me sobrevenía como la erupción de un volcán. Mis manos aferraron sus tetazas con fuerza y todo mi cuerpo tuvo un espasmo que incrustó mi polla en lo más profundo de su vagina, la inminente corrida me hizo gritar de éxtasis cuando mi leche ardiente llenó su coño provocándole a ella otro glorioso orgasmo.

- ¡Ooooooooohhhhh!- gritó conmigo con su espalda totalmente arqueada, sus manos agarrando mis antebrazos y sus piernas atenazando mis caderas.

Nos quedamos mirando a los ojos sin aliento, y una carcajada de satisfacción brotó de ambos.

Al fin me separé de ella, y con las piernas aún flojas me dirigí al sofá donde me dejé caer. Patty se levantó de la mesa, encendió un cigarrillo y echándome el humo a la cara me lo ofreció. Yo le di una profunda calada que me pareció súper relajante, y se lo devolví cuando se sentó a mi lado.

- Hacía diez años que no me echaba el cigarrito de después- comenté sonriendo.

- ¿Ni siquiera ese te deja fumar mi hermana?, uff, ¡qué estirada!- exclamó riéndose.

Compartimos el cigarrillo y charlamos distendidamente.

- Así que el polvorón, ¿no?- dije-, ¿y quién dices que me llama así?.

Patty rió con franqueza, y pasándome nuevamente el cigarrillo me contestó:

- Te lo llaman todas tus alumnas.

- Vaya, ¿y a quién se le habrá ocurrido semejante mote?.

- En realidad fui yo quien te lo puse.

- ¡No jodas!, ¿y eso?.

- Antes eras conocido simplemente como el tío bueno, hasta que un día, estábamos unas cuantas comentando lo bueno que estás, y ya sabes… una dijo que eres un bombón, y otra dijo que tenías un buen polvo, así que yo lo uní diciendo que eras un polvorón. A todas nos hizo gracia, y con polvorón te quedaste.

- Entiendo… así que con tus amigas hablas de mí…

- Bueno, algunas veces, sobre todo cuando te giras para escribir en la pizarra y podemos admirar tu culito.

Patty volvió a reír.

- Y esto que ha sucedido hoy, ¿cuánto llevas planeándolo?.

- ¡Bufff!, creo que desde que tenía 15 años.

- ¡Pero si eras una niña!, bueno, y lo sigues siendo…

- Te recuerdo que ya tengo 22 y acabo de demostrarte que soy muy mujer.

- Vale, no te enfades… Eres toda una mujer.

- A los 15 ya tenía un buen par de tetas, y tuve mi primer sueño húmedo contigo. Aunque perdí la virginidad a los 16, desde aquel primer sueño, me pasé toda mi adolescencia masturbándome contigo.

- Eso es muy halagador.

- Unas veces te imaginaba follando con mi hermana, y me ponía a mil, pero con lo que realmente me gustaba fantasear era que con quien follabas era conmigo, y llevaba mucho tiempo deseando cumplir esa fantasía, hasta hoy…

- Hasta hoy… -repetí pensativo.

- Es muy difícil ver casi todos los días al protagonista de tus fantasías en tu propia casa y no poder hacer nada. Y cuando por fin ya voy dejando de verte, ¡puf!, te conviertes en mi profesor. Está claro que es una señal, mi hermana es una egoísta por no compartirte y yo tenía que hacer algo al respecto. De pequeña siempre heredé sus juguetes, y ahora como adulta quiero seguir haciéndolo.

- Nunca me había visto como un juguete, aunque me encanta que te hayas lanzado a por mí.

Apagamos el cigarrillo y le dije que necesitaba una ducha. Ella me contestó que no me preocupase y, acordando que lo sucedido nunca saldría de nuestras bocas, dijo que se marcharía discretamente, así que me dio un beso y yo me fui a la ducha.

 

Coninuará...

(9,11)