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Familia com-penetrada (3 de 3)

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Si positiva fue mi primera experiencia en el mundo del sexo con mi mamá. La segunda, con mi hermana, no dejaba nada que desear sobre la primera.

Ahora bien, ambas quedarían pequeñas al lado de la nueva experiencia que disfruté con las dos a un mismo tiempo. Esto si parece ser insuperable; no sé como describirlo sin explicar, con todo detalle, los hechos tal y como ocurrieron.

Cuando volvíamos a casa los tres, hacia las 13:30 h y subiendo en el ascensor, no pude reprimir mi deseo de echar mano a las respectivas entrepiernas y, aunque sentí algo de vergüenza, enseguida me tranquilizaron las risotadas de ambas que asumieron la broma con total normalidad. A mi hermana no pude evitar meter mano bajo la falda sabiendo que no llevaba bragas; tras dar un suspiro de placer con los ojos cerrados, me pidió un momento de calma para empezar de nuevo la faena. Mi madre nos pidió calma a los dos pues aún había que comer para reponer fuerzas todos.

Tras llegar a casa y sentarnos directamente a la mesa, mi madre y mi hermana sirvieron los platos mientras yo me lavaba las manos y enseguida estábamos comiendo una rica paella que mi madre había dejado al punto 15 minutos antes.

En la mesa nos confesó mi madre que estaba algo irritada en sus zonas mas sensibles, seguramente de la intensidad del día y, sobre todo, la noche anterior, por lo que habríamos de empezar con alguna práctica nueva que ella ya nos indicaría. El tema no se hizo esperar. Sin quitar los platos de la mesa y alrededor de 1415h. Nos dirigimos al salón, en donde mi madre comenzó a desnudarme. Yo, entre tanto, desnudaba a mi hermana y aprovechaba para manosearle todo su cuerpo, pues tampoco llevaba sujetador. Ella, en un triángulo perfecto, desnudaba a mi madre, a quien yo aprovechaba también para pasarle la mano por sus pechos grandes y aun tersos, aunque mas blandos que los de mi hermana. Mi excitaba mucho mas mi madre, con esa ropa interior tan provocativa, negra y de encajes, que la total desnudez de mi hermana.

Ahora mi madre manoseaba mi pene que ya había adquirido las dimensiones apropiadas para comenzar una nueva sesión de sexo a tope, pero la verdad es que no sabía donde orientarle, pues tanto me apetecía penetrar a mi madre como a mi hermana. Quizá, como acababa de hacerlo con mi hermana, me apetecía mas comenzar con mamá, con esa habilidad para evitar que nos corramos muy pronto y moviéndose con la suficiente lentitud como para hacer que el polvo dure cerca de una hora, pero como nos había dicho que estaba un poco escocida, preferí esperar a ver qué es lo que decidía. Yo me dejaba llevar totalmente por su autoridad en estos menesteres. Mi hermana, por el contrario, había comenzado a chuparme el pene y me estaba haciendo que me subiese la temperatura por momentos.

Mi madre, viendo como se ponía el tema, le dijo a mi hermana que esperase un momento, pues estaba diseñando un "menage a trois", que debería funcionar a la perfección.

Yo estaba al rojo vivo, pues tener dos mujeres para uno solo es algo insuperable. Tocaba ambos conejos metiendo los dedos, chupaba los pechos de ambas y les apretaba con ansia, incluso me di un beso intenso con mi madre en la boca en la que intercambiamos la lengua por primera vez. Rápido probé la experiencia con mi hermana, quien me succionó la lengua hasta casi tragársela. Mientras tanto, mi madre había comenzado a chuparme con su habitual maestría, pasándome la lengua también por los testículos. Yo, tocaba ambos sexos y no sabía por cual decantarme. Empezaba a darme igual como estuviese mi madre, pero creo que empezaría con ella.

Liberando mi pene de su boca, le di vuelta y desde detrás le penetré, oyendo un pequeño quejido, no sé si de placer o dolor. Mi hermana se sentó en un sofá y abriéndose de piernas le pidió a mi madre que le chupase el conejito caliente que le mostraba totalmente húmedo, lo que hizo mi madre sin mayor problema. Ahora nos encontrábamos: mi madre a cuatro patas sobre el suelo, apoyando sus brazos en las piernas abiertas de mi hermana, quien recostada hacia atrás, dejaba que mi madre le trabajase los "bajos" y yo, tras mi madre y de rodillas sobre la alfombra del salón, le clavaba todo mi pene por su ancho y velludo conejo. En uno de mis retrocesos se me ocurrió la idea de penetrar a mi madre por su estupendo trasero, pues no sabía si le estaba haciendo daño o no, tal y como había dicho. Sin pensármelo dos veces y con mucho cuidado pensando si le podría hacer daño o hacérmelo yo, le fui metiendo mi pene, poco a poco, por este nuevo agujero, que no encontró obstáculo alguno, ni mi madre dijo lo más mínimo, salvo moverse con total precisión, para facilitar mi iniciativa.

Cuando hube conseguido la total penetración y cuando llevaba ya un rato fornicando de este modo, mi madre nos paró a ambos y nos dijo que no había prisa, sino todo lo contrario. Era necesario recolocarnos, pues ella no lo conseguiría si alguien no le estimulaba directamente su "coñito", como dijo textualmente. Indicándonos la postura, se tumbó en la alfombra, diciéndome que me pusiese tras ella y continuase con mi faena trasera, pero muy lentamente, tocándole las tetas y las de mi hermana, que puesta en un 69 perfecto con mi madre, accedían ambas a sus respectivos conejos que comenzaron a chupar como si estuviesen hambrientas. Mi hermana, con su habitual descaro y bromeando, aprovechando que mis testículos caían tan cerca de su boca, le abrió un poco mas las piernas a mi madre y me dio un chupetón en los testículos que me recorrió un escalofrío todo el cuerpo.

Riendo ambas la gracia, continuamos a nuestra labor los tres y esperando que mi madre controlase la situación, pues sería difícil conseguir un orgasmo simultáneo. Yo estaba dispuesto a colaborar, pero mi hermana... lo dudaba.

Yo le apretaba las tetas a mi madre mientras la penetraba por el trasero; ella lamía con suma habilidad el conejo de mi hermana y ésta, a su vez, lamía el de mi madre, quien le pedía un poco de calma, pues iba muy deprisa y a mi madre le gustaba correrse lentamente. Por el contrario, mi hermana pedía mayor rapidez a las lenguetadas de mi madre, quien le pedía calma, que era mucho mejor. Yo, tambien comenzaba a perder el control, y tenía mi pene a punto de estallar, la saqué rápidamente tratando de controlar y esperar un poco a que ellas se pusieran a mi nivel. En ese momento se me ocurrió darme la vuelta y metérsela ahora a mi hermana por detrás, de tal modo que me puse tras ella y le dí un pequeño empujón, para que se pusiese mas de costado, facilitando mi colocación. En un segundo ya estaba otra vez en plena actividad pero ahora con mi hermana y por su delicioso trasero, algo mas prieto que el de mi madre. Comencé a apretarle en sus tetas y sentí que mi hermana también estaba a punto de correrse, lo que le avisé a mi madre. Ella me dio su conformidad al aviso y yo ya me lancé sin control. Metía y sacaba mi pene a toda velocidad del culo de mi hermana, quien se movía como loca en un evidente orgasmo que coincidía con el mío. No sé como estaría mi madre, pero nosotros habíamos llegado al tope.

Los tres seguimos haciendo lo mismo durante un rato mas, pues ambos comprendimos que mi madre se había retrasado, por lo que yo me volví a dar la vuelta –con la queja de mi hermana-, y, a pesar de la flaccidez de mi pene, aún tenía fuerza para clavárselo a mi madre, quien me pidió que le follase por delante, pues a ella le gustaba así, cuando yo ya me había corrido y no tenía prisa por correrme. La verdad es que aún estaba sintiendo los latidos de mi orgasmo y, todavía, manaban unas gotitas de leche de la punta de mi verga. Mi hermana se retiró y yo subí sobre mi madre, que me recibió con las piernas abiertas y un sexo ardiendo de lujuria, mostrando unos labios mayores enrojecidos y un vello negro y ligeramente rizado rodeando su agujero; estaba completamente chorreando y yo ansiaba meter mi pene antes de terminar de correrme.

La penetración fue perfecta y el gusto que sentí instantáneamente, revitalizó mi fuerza y mi pene adquirió una dureza suficiente para hacer que mi madre se quedase con los ojos en blanco. Yo, suavemente y como sabía que le gustaba, comencé a meter y sacar mi verga con lentitud, restregando la punta por su clítoris, duro como no lo había notado ayer.

Mi hermana, tumbada a nuestro lado boca arriba, me pidió que le tocase su vagina, pero yo le dije que se pusiese algo mas arriba y, doblando mi cuerpo sobre el de mi madre, lo alcancé con mi boca y comencé a lamer al instante. Mi madre parecía excitarse aún mas en esta situación, pues creía que conseguiríamos tener otro orgasmo, esta vez los tres a la vez. Con la juventud y fortaleza de nuestra edad y la veteranía de mi madre, comenzamos de nuevo a fornicar y yo confiaba el correrme otra vez, pues estaba realmente excitado, tal y como veía también a mi hermana. Ahora, todos mas tranquilos y parecía que mas sincronizados, nuestros movimientos comenzaron a hacerse mas rápidos progresivamente y yo notaba a mi madre ya dando los últimos estertores de placer, pues se estaba corriendo sin control. Yo, excitadísimo, me levanté y me puse boca arriba, pidiéndole a mi madre que pusiese su chocho sobre mi boca y a mi hermana que se sentase sobre mi pene ya de nuevo como un hierro al rojo vivo. Aquello fue total. Mi madre disfrutaba de un orgasmo interminable. Mi hermana se volvía loca con mi pene mas tieso que la pata de la mesa y para ella sola y yo, con dos vaginas para mí solo, me corría sin remedio.

Efectivamente, creo que mi hermana y yo alcanzamos aún a compartir el orgasmo a tres bandas que dijo mi madre, pues notaba el flujo vaginal de ambas cayendo sobre mi cuerpo. El de mi madre sobre mi cara, como un grifo abierto, y el de mi hermana, unido a mi semen inagotable, me caía por los testículos poniendo la alfombra chorreando igualmente.

Nos paramos casi a un tiempo los tres y después de agotar los últimos latidos del orgasmo conjunto –yo sentía los latidos de mi madre en la lengua y los de mi hermana, ahora mucho mas intensos, apretándome la verga, ya flaccida de la corrida que acababa de disfrutar.

Los tres nos volcamos sobre la alfombra del salón y ví en el reloj de pared, que eras las 1810h. Llevábamos con la sesión de sexo aproximadamente 2 horas. Yo me había corrido dos veces, igual que mi hermana y mi madre una vez.

Creo que los tres estábamos agotados, pero mi hermana reaccionó la primera y me pidió que me acostase con ella todas las noches. Mi madre desnuda sobre la alfombra, se manoseaba el su sexo, no sé si por su escozor o porque estaba disfrutando aún de esos prolongados orgasmos que solía tener. Paró un momento y dijo que no estaría mal que me trasladase a la habitación de mi hermana, para lo que habría que comprar una cama un poco mas grande, por ej. De 120 cm y así podríamos fornicar siempre que nos apeteciese. Mi habitación quedaría como está para mostrar una apariencia de total normalidad a la gente de fuera, pero de puertas para adentro, yo dormiría con mi hermana. Esta sonrió por la conformidad de mama y yo asentí aceptando la oferta, siempre que me pudiese marchar a mi dormitorio cuando yo quisiese. Quedamos todos de acuerdo.

A partir de entonces, salvo cuando mi madre me pedía que le hiciese el amor un par de veces por semana, todas las noches y, sobre todo, todas las siestas me acostaba con mi hermana y pasamos los mejores ratos de nuestra vida, fornicando sin parar, durante aquellos 4 o 5 años que duró nuestra relación, hasta que mi hermana se terminó echando novio y yo me quedé solo con mi madre, que, a decir verdad, ya no me resultaba tan atractiva como al principio, aunque los mejores polvos de mi vida los he echado con mi madre.

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