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G.I.L.F.

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Estaréis preguntándoos  lo que es una GILF. Eso os lo puedo responder, es el acrónimo de “grandmother I’d like to fuck”, si es cierto, hay gente pervertida por ahí, pero puedo llegar a entenderlo cuando una de ellas es mi abuela. De ella sólo os puedo decir que lo único feo es su nombre, “Anacleta”, pero se hace llamar Ana y es inflexible en ello. De hecho retiró una abultada cuenta de un banco porque el director, le llamó tres veces por su nombre y ella sólo se limitó a corregirlo con una sonrisa, ahora creo que el pobre se acogió a un ERE “voluntario”. Esa es mi abuela, odiada y amada a partes iguales. En mi caso solamente la amo incondicionalmente, no me malinterpretéis, pero yo es que la conocí con dieciocho años.

Mi historia comienza cuando me empeciné en irme a vivir a Madrid para estudiar una carrera que sólo se podía estudiar allí. Hubo que convencer a mi madre, porque hacía más de quince años que no tenían contacto alguno, nunca supe el motivo, pero dejaron de hablarse. Hasta que la conocí, mi relación con Ana se limitaba a una felicitación por mi cumpleaños y una suma de dinero, que mi madre me ingresaba en una libreta de ahorro. Entregándome la totalidad del mismo el día que cumplí los dieciocho años y gracias a ello cumplí dos sueños, primero, sacarme el carnet de conducir y segundo, comprarme mi primer coche que fue a su vez el primer disgusto que le di a mi madre. Es curioso, los hombres recordamos con exactitud dos cosas, cómo fue nuestro primer polvo y cómo fue nuestro primer coche. En el caso de este último, era difícil de olvidar ese coche era un Porsche 924 de 1980, blanco con las pegatinas de Martini, precioso. Mi madre casi me mata, cuando lo vio, menos mal que una vez más, mi padre estuvo allí para apoyarme. La suerte quiso que al cabo de un mes lo olvidara por completo gracias a un trago aún peor que este.

Y es que el segundo disgusto, vino a raíz de que quise empeñar en irme a estudiar a Madrid. Mi madre se había negado por activa alegando que no tenían dinero para hacerlo. Yo, para terminar de arreglarlo, le dije que había hablado con ella y que estaría encantada de tenerme allí. Mi madre se puso como nunca le había visto diciéndome ―¿Qué coño haces hablando con mi madre?...¡Te ha manipulado para volverte en mi contra!, ¡Cómo odio a esa cabrona!―dijo mientras salía llorando. Mi padre me miró con cara de decirme: Tú déjame a mí.

Esa noche mi madre vino a mi cuarto, acariciándome el pelo, me dijo:

―Hijo, tú no lo entiendes…me has puesto contra la espada y la pared, por un lado no puedo hacer que seas un desgraciado y sé que tengo que dejarte volar…pero…con ella.

―Mamá…―dije mientras la abrazaba― no conozco a mi abuela, sé que algo tuvo que pasar entre vosotras para que lleves más de quince años sin hablaros. Pero entiende que es la única manera de alcanzar mis sueños.

―Hijo, ve a Madrid con mi madre, pero con una condición, es que me llames a diario y me cuentes todo lo que pase allí, no te dejes influenciar por ella y sobre todo, no olvides quién eres….no te dejes deslumbrar que no es oro todo lo que parece.

―Lo prometo mamá.

Ese no fue el verano de mi vida, porque tuve que trabajar de camarero en un bar para poder hacer más dinero, pero no quitó que hiciera mis pinitos con alguna clienta en el almacén de bebidas. Pero la cosa no pasó más que de follarme a alguna borracha, que simplemente era simplemente bajarle las bragas y meterla. Alguna se decantó mas por chuparla, pero nada del otro mundo. Además la mayoría olían fatal a esas alturas del día. Una vez una llegó a vomitarme en las pelotas. Recuerdo aquella divorciada loca, iba tan borracha que se la metí por el culo y ni se enteró…yo sí porque me puso la polla perdida de caca.

El día de la despedida llegó…mi madre hizo de tripas corazón y se subió en primer disgusto para ayudarme a instalarme en con el segundo. Yo no conocía a mi abuela, la última vez que la vi tenía tres o cuatro años. De ella sólo sé que tiene mucho dinero y que mi madre la odia. Tras un viaje de dos horas con mi madre al lado, advirtiéndome de todos y cada uno de los peligros de la capital y de lo importante que era esta oportunidad. Por último, le pregunté:

―¿Por qué odias a la abuela, si es tu única familia?

―Hijo, yo la quiero mucho, es una mujer increíble hecha a sí misma, pero también es una manipuladora de primera división y tiene una mala leche increíble, si a eso añadimos que tiene la virtud de empequeñecer a todas las mujeres que hay a su alrededor…. Al lado de ella yo siempre me he sentido como una mierda, no lo hace aposta, pero….te hace sentirte inferior. Tuve que poner tierra por medio, cambie una vida feliz y modesta gracias al sueldo de tu padre. Y cuando te veo, creo que hice lo correcto. Por otro lado, privar a mi madre de su nieto es un castigo que se ha prolongado demasiado tiempo. En la vida hay que hacer sacrificios peores que este. Solo te pido una cosa, que no te olvides que eres una persona maravillosa.

―Gracias mamá. Pero eso no es motivo ¿qué pasó?

―Hijo, mejor que no lo sepas…hay cosas que hay que dejar atrás pero si supieras lo que hizo lo entenderías.

Seguimos hablando de nuestras cosas mientras mi coche devoraba los kilómetros, pero yo no pude quitarme de la cabeza esa frase «Si supieras lo que me hizo lo entenderías», hasta que llegamos a nuestro destino, un edificio antiguo del barrio de Salamanca. El portero del edificio, reconoció a mi madre enseguida. ―Doña Cándida, ¡Cuánto tiempo!, su madre me ha pedido que me encargue de subir las cosas, no tiene por qué preocuparse de nada.―, nos fuimos al ático inmenso de mi abuela.

Ella nos esperaba en el umbral de la puerta. Digamos que era la primera vez que la veía y no tenía que ver nada con lo que se supone que es una abuela.  Pero no sabría cómo describirla pero sería una mezcla entre la elegancia de Catherine Denueve, los ojos de Lauren Bacall. Destilaba estilo, eso que no se compra y que hace que la belleza no sea efímera, porque la madurez las acentúa. Pues todo eso multiplícalo por diez con mi abuela. No se me olvidará cuando la ví, pelo rubio con mechas plateadas recogido en una coleta, un vaquero ajustado y una blusa seda blanca. Lo más curioso es que iba rematado con unas valencianas rematadas en cuero en vez de tela y una cuña imposible. Como joyas llevaba una gargantilla de perlas y un anillo considerable en un dedo.

―¡Hija!, no sabes la de noches que he soñado este momento ―dijo mi abuela mientras la abrazaba entre lágrimas.

―Hola Mamá, te veo bien…―dijo devolviéndole el abrazo, con alguna lagrimilla―. Este es tu nieto, Cristóbal…

―Hola Abuela…le dije mientras la abrazaba…es un placer conocerte al fin.

―Mi nieto…es muy guapo ―dijo mientras me miraba de arriba abajo.

Mi abuela me instaló en una habitación enorme, al fondo de la casa, cómo dijo ella, para que tuviera la máxima intimidad posible. Mi madre me ayudo a colocar todo, se notaba que estaba incómoda en esta casa. Al cabo de un rato mi abuela nos llamó para almorzar en un comedor enorme y servido por unos filipinos que trabajaban para su abuela. A pesar de las lágrimas iniciales la tensión entre mi madre y mi abuela se podía cortar con un hacha, así que intenté aligerarla con preguntas intrascendentes, pero el ambiente gélido prevaleció, ya que mi madre nunca soltó prenda, me hice una nota mental para preguntarle a mi abuela.

Después de colocar todo, acompañé a mi madre a la estación de tren de Atocha, mientras tomábamos un refresco, mi madre lloraba silenciosamente y no vi procedente sacar el tema de su relación. Al despedirme de ella, sólo me pidió que tuviera cuidado y me despidió con un beso en la mejilla entre lágrimas.

Al volver a casa, mi abuela se había salido a tomar algo con las amigas, como no tenía nada que hacer hasta mañana decidí  dar una vuelta por ahí. Al salir de casa me topé en el ascensor con una señora que miró con cara de asco y dijo que ese no era el ascensor del servicio a lo que yo con cara de chulo me limité en decirle “entonces que hace usted en este”. Salí sin despedirme, pero vi con el rabillo del ojo el pollo que le estaba montando al portero.

El barrio de Salamanca en Madrid me mola, desde el punto de vista que tienes casi todo lo chulo de la capital en un espacio muy reducido. Desde tiendas carísimas, pasando por museos, galerías y sitios castizos para tomar un vermut con sifón o un tinto de Valdepeñas, o bien un bar de diseño donde tienen cien marcas de Whisky. Este barrio es lo que tiene, no hay término medio. Con el tiempo descubrí un bar en que siempre me he tomado cuando he podido mi bocadillo de calamares con una cerveza helada, os juro que no hay nada que lo iguale y un pequeño restaurante asturiano donde las fabes con sidra son inigualables.  Con los años este sigue siendo mi barrio, incluso cuando he estado fuera del país. No me malinterpretéis, sigo siendo de donde soy y hago gala de ello, pero el barrio de Salamanca es como una segunda patria para mí, aunque ahora ha perdido buena parte de su corazón castizo/pijo.

Llegué a casa sobre las nueve de la noche, con cierta desazón porque se me había ido el santo al cielo, ya sabemos que la gente mayor tiene unos horarios más europeos que los jóvenes. Para mi alivio y sorpresa mi abuela no había llegado todavía, cuando la filipina me preguntó si quería cenar le dije que esperaría a que viniera la señora, pero ella con una sonrisa me dijo que vendría bastante tarde y que en media hora me serviría la cena en el comedor. Tenía que hacer tiempo, así que me dediqué a dar una vuelta por la casa, que más de una casa parecía un museo, me llamó la atención de las pocas fotografías que había. De las pocas que había resaltaban dos, una mía cuando tenía un par de años y otra con mi abuelo.

Por lo demás era todo un museo, con un montón de muebles, cuadros y demás ornamentos con pinta de ser bastante caros, me llamó la atención el encontrarme una de ellas cerrada con llave, pero imaginé que debía ser el despacho de mi Abuela, si reparé en otra cosa impensable para los de mi generación…no hay tele. Cenar solo vale, pero sin tele… la solución: cenar con las filipinas. La tele hipnotiza, pero no veas la manera atonta a las filipinas, sobre todo cuando hay una peli de las de “amor y lujo”.  La conclusión, un buen libro…por aquél entonces recuerdo haber comprado “Los pilares de la tierra”, música y lectura, hasta que me quedé dormido. No me enteré cuando mi abuela vino a arroparme.

Los siguientes días fueron un poco locos, hazte a las clases, compra libros, hazte a una ciudad como Madrid, metros, buses, no pensaréis que iba a moverme con mi Porsche por Madrid, durante cinco días no me crucé con mi abuela a penas dos veces, yo salía de casa a las ocho de la mañana y ella no se levantaba nunca antes del medio día y yo no llegaba a casa nunca más tarde de las seis o las siete, los primero días comía allí pero luego decidí llevare un bocata y comer tranquilamente mientras estudiaba por las tardes. Era duro, sin amigos, sin mucho dinero que gastar y con unos profesores que nos dejaron muy clarito que al año siguiente sólo estaría un 30% de los allí presentes. Algo que generaba un estrés importante, además no tenía mi madre. Estaba en una situación un poco límite, porque no terminaba de acostumbrarme a esta soledad, además me estaba costando hacer amigos. Sólo tenía como vía de escape el salir a correr.

 A mi abuela, no la vi hasta el sábado, día que había parado, había ido a correr un poquito por un parque cercano y cuando volví, me la encontré con un batín de seda desayunando. Al verme todo sudado me dijo con una sonrisa; ―Cariño, dúchate y tómate un café conmigo. ―Yo me di una ducha rápida y me vestí con unos vaqueros, una camiseta y tenis. Mi abuela cuando me vio se limitó a decirme.

―¿no tienes nada mejor que vestir?, vale por los vaqueros, pero esa camiseta y esas zapatillas están pidiendo a gritos que las tires a la basura. ¿No tienes más ropa?

―Sólo uso de este tipo abuela…

―¡No me llames abuela!, dijo bastante molesta, ¡me llamas Ana!, ¿entendido?...¡Que no tenga que repetirlo!...―y me señaló con un dedo que acojonó un poco bastante.

―Ok Aaaabb…..Ana.

―Eso está mejor, ¿Te haces con la ciudad?...

―No me quejo Ana, está bastante bien…estos días no me he parado, pero creo que ya me voy haciendo un poco a todo.

―Te he dejado un poco a tu aire, para compensarte hoy te voy a llevar de compras, necesitas ropa y esta no se ajusta a lo que debes de llevar cuando me acompañes, para ir la facultad me parece bien, pero debes entender que se debe vestir con arreglo a la ocasión, no puedes ir a correr en frac ni debes ir a una entrevista de trabajo de chándal. Acuérdate que siempre hay una solución económica, para estos problemas de vestir, puedes alquilar, puedes comprar o puedes pedir prestado, pero siempre tienes que saber vestir. Y yo sé que sabes combinar bien.

―¿Cómo puedes saberlo?...―Preguntó incrédulo.

―Fácil, eres mi nieto…―Respondió con una sonrisa distinguida.― Necesito que te arregles bien esta tarde vendrán mis amigos a tomar el té y quiero presumir de tener un nieto guapo. Pero no se lo digas a tu madre, no quiere que te convierta en un pijo caprichoso, pero ¿para qué estamos las abuelas?

―Pues cámbiate de ropa y nos vamos en mi coche al El Corte Inglés de Goya y luego te invito a comer en su cafetería.

―Conforme…caballero.

Salí con mi abuela, al centro comercial, de allí salimos con un ajuar completo y en toda regla con camisas, corbatas, ropa interior, pantalones, abrigos, zapatos y demás. Luego me hizo pasar por el peluquero una vez estuvo a todo a su gusto, nos tomamos algo y volvimos para casa, pero al coger el coche descubrí lo peor de vivir en una gran ciudad…el coche no estaba, en su lugar sólo había unos cristales rotos…me lo habían robado. Un Porsche 924 aunque tuviera más de diez años no dejaba de ser un coche fácil de venderlo rápidamente, además el mío estaba nuevo, el primer coche es como la primera novia, nunca lo olvidas.

La velada del té estuvo realmente aburrida, un montón de viejas y viejos, dándome besos y diciéndole a mi abuela lo guapo que era, ellas me achuchaban y me decían que presentarían a sus nietos para que pudiera hacer amigos en Madrid. A pesar de mi desolación, había decidido ser lo más encantador del mundo. Lo mejor que pasó en esa velada fue que un barman me enseñó a hacer dry Martini y desde entonces me salen de la hostia.

Tras la velada, me fui a llorar mi pérdida a mi habitación, en calzoncillos sobre mi cama leyendo, mi puerta se abrió entrando mi abuela vestida con una bata de seda semi traslucida y marcando unos pezones tan tiesos que se podría colgar un jamón. Ella, se sentó a mi lado y con una sonrisa dulce, me dijo:

―¡Eres un sol!, otro en tus circunstancias hubiese estado hecho un capullo, tú en cambio, te has comportado como un caballero con mis amigas. ¿Sabes una cosa?...Tu madre puede estar bien orgullosa de lo bien que te ha educado.

―Gracias Aaaana…

―Mañana, ponte americana que vamos a ir a comer a “Zalacain”….Y otra cosa… tápate, que se te ve todo y una a mi edad no está en disposición de ver esas cosas…―Dijo mi abuela entre risas mientras salía de mi habitación.

―Vale ab..Ana….jajajaja…

El despertar fue dulce, hice mi rato de correr me fui a la ducha directamente. En el baño, me acordé que llevaba tiempo sin meneármela. Estaba disfrutando tanto que no me dí cuenta de que tenía una espía mirándome desde la ventana vecina en el patio de luces, honestamente me había dado cuenta antes, pero dejar una paja a medias es una putada. Una vez, que terminé, levanté la vista y estaba la chica mirándome anonadada. Con mi mejor sonrisa y levantando una ceja hice un saludo al más puro estilo John Wayne, para posteriormente cerrar la mampara

Mi abuela se  me miró con aprobación, cuando me vio afeitado peinado y vestido con unos pantalones vaqueros y una blazer remontando con una camisa de rayas salmón con el cuello y puños blancos. Le ofrecí el brazo y salimos dirección al restaurante. Allí fue donde me di cuenta de lo importante que era mi abuela, el metre con Dña. Ana por aquí, la gente saludándola y ella toda orgullosa presentándome a sus amigos y clientes. Una vez nos sentamos en la mesa con un Dry Martini cada uno. Le dije:

―Ana, eres muy conocida, mamá nunca quiso contarme nada sobre ti, ¿de dónde sale el dinero?, en mi casa vivimos sin estrecheces pero tampoco es que vayamos sobrados, en cambio tú…

―Tu madre nunca quiso que la ayudara, pero he de reconocer que lo ha hecho muy bien, en serio, hay un momento en una persona ha de elegir entre el dinero y la felicidad. Yo elegí lo primero, tu madre lo segundo. Quizá gracias a ti pueda saborear algo de  ella. Me dedico a las inversiones, tengo buenos contactos y gano dinero con ello, también he sido testaferro de algún que otro banquero. El nombre no te lo pienso desvelar nunca para protegerte, estos donde los ves son peor que los gánsteres, porque nunca los ves venir.

―¿Nunca con políticos?,

―Nunca…suelen ser bastante idiotas.―dijo ella con sorna.

La velada estuvo fenomenal, mi abuela me contó alguna anécdota divertida y se interesó por lo que estudiaba y que tal me había ido  la primera semana. Luego me preguntó por mi vida, si tenía novia yo le conté lo que me pasó antes de venir y ella se limitó a decir. A las mujeres siempre hay que tenerlas contentas en todos los “aspectos”, pero para eso hay que quererlas, si no, al final nada de nada. Comimos una ensalada de langostinos y bogavantes, de segundo mi abuela pidió muslo de pato guisado, yo me hice el valiente y me atreví con una carne roja. Lo regamos con un buen 904. Prescindimos del postre, más que nada por comer las tejas de almendras con el café. Salimos  del restaurante y mi abuela volvió a saludar a todo el mundo, lo mejor fue encontrarme de bruces con la voyeur de esa mañana…”Henar”.

Pobrecilla, no veas cómo le saltaron los colores, yo sólo me limite a saludar como si nada hubiese ocurrido. Fue divertido ver cómo ella se cortaba, eso hacía que me reafirmara más. En un momento donde los dos nos mirábamos fijamente, mi abuela dijo:

―Cristóbal, Henar tiene un problema, y es que su abuelo no la deja ir sola al teatro, ¿porqué no eres un caballero y la acompañas?

―Si ella quiere, yo no tengo nada que hacer…―ofrecí a mi voyeur.

―¿Te gusta el teatro?― preguntó ella.

―Si, bastante…tienes alguna preferencia.

―Sí, si quieres te llevo en mi coche y vamos. ―Dijo Henar educadamente.

―Ok, Ana, te dejo sola…si no tienes inconveniente.

―Ninguno, ya me vuelvo con el abuelo de Henar.

El coche de Henar era un Austin Metro, me gustaba bastante ese cochecillo, pero Henar era una loca al volante, la segunda sorpresa fue la obra de teatro experimental, salieron cinco tíos en pelotas haciendo de una especie de harén de Catalina de Rusia. Me gustan las mujeres decididas pero lo de Henar era un poco por demás. En un momento de la obra ella me dijo al oído, “Estoy cachonda”. No tuvo que decir más…la cogí de la mano y nos fuimos al servicio del teatro “alternativo” que estaba en la calle Pez. El aseo era cutre, sucio decadente como ese antro que estaba cerca de la Plaza de los Cubos…Henar estaba cachonda, nada más subirse la falda pude ver que su coño que masajee con mis dedos inexpertos, hasta que se corrió sonoramente.

―Gracias…dijo estampándome un beso en los morros

―Hay otras maneras de agradecer…―Le respondí mientras me bajaba la bragueta con la intención de liberar esa bestia que todos los hombres tenemos a los dieciocho años.

―¡De eso nada guapo!...yo no te he pedido que me masturbaras y desde luego, no voy a follar contigo…¿Qué te has creído?...―Respondió Henar airadamente mientras me lanzaba sus bragas.―¡Si quieres hazte una paja con esto y gracias!

Me quedé con cara de gilipollas y dolor de huevos tan grande que me largué dejando sola a la cabrona calienta braguetas de mi acompañante. Al salir del teatro encaré para la calle de la montera que estaba relativamente cerca, allí pagué 2.000 pesetas (12 €) a una puta que hacía la calle para hacerme una mamada en el váter de un bar de mala muerte. Pero esto era un parche, me había calentado tanto que ni por esas se me bajaba. Por lo que me fui a casa dando un paseo con la intención de enfriarme por el camino.

No hubo manera que me bajara el calentón, ni de coña. Así que al llegar a casa me puse un pantalón corto y con el torso al aire me fui a correr a todo lo que daba hasta que acabé vomitando. Al volver a casa mi abuela me esperaba con cara de mala hostia, era la primera vez que la veía así y he de reconocer que acojona bastante.

―Ha llamado el abuelo de Henar cabreado por que la has dejado sola.

―Sí, claro que he dejado sola a la hija de pu…―¡Plasss! Hostión, que metió mi abuela.

―Habla bien…

―¡No me sale de los huevos! ¡Estoy harto, quiero volverme a casa!...Esta es una puta ciudad de mierda, me han robado lo que he peleado durante años…una calienta―braguetas me ha vacilado y tengo una abuela que me ha metido una hostia por hablar mal. ¿Sabes lo que te digo?...¡Qué a la mierda todo!…para colmo de males no tienes una tele con la que atontarme por la noche después de estar aguantando horas de cálculo matemático y demás mierdas….mira me voy.― dije mientras daba un portazo.

―¡Espera Cristóbal!...¡perdóname! … a veces esta hipócrita no se da cuenta de las cosas. Ven anda te preparo un baño y hablamos tranquilamente.

―Desnúdate…¡Vénga!... Ana me había preparado un baño de espuma en una enorme bañera Jacuzzi de su cuarto de baño.

―¡Ana!, me da corte…

―¡Anda!, te crees que voy a ver algo nuevo…

Haciendo caso de mi abuela, me despojé del pantalón de correr y una vez desnudo me metí en el agua caliente del Jacuzzi, apoyando la cabeza en el borde y cerrando los ojos. No abriéndolos hasta que escuche el chapoteo de alguien que entraba en él. Era mi abuela desnuda totalmente, os juro que recuerdo esa escena fotograma a fotograma, tetas gordas y un caídas y con algunas manchas por la edad, aún así eran impresionantes, piernas largas y coño lampiño, era la primera vez que veía un coño adulto sin vello, su pelo recogido en un moño, sus arrugas que la hacían más sexy si cabe. Esta escena, ha sido una de las más hermosas que he visto en mi vida. Se acomodó en la bañera y empezó a frotarme los pies. Su esponja natural subía arriba y abajo, me colocó en su regazo  y me frotó la espalda, con una sensualidad que nunca he sentido en otra mujer. Pero el éxtasis llegó cuando me lavó la cabeza, no he vuelto a sentirme tan bien en mi vida. Salí de la bañera, flotando…pero la cosa no había terminado así…una vez puesto el albornoz, Ana me acompañó a otra habitación donde había dos camillas y  las filipinas preparadas para darnos un masaje de su país. Si estáis tensos os lo recomiendo, no es nada sexual ni nada por el estilo, pero relaja cantidad.

Al terminar, mi abuela me preguntó…―¿Estás mejor.― A lo que yo sólo pude responder asintiendo. Me levanté medio zombi y me metí en la cama durmiendo como un bebé más de doce horas. Después de aquél día, todos los sábados repetíamos el mismo ritual, un baño en el jacuzzi para hablar de la semana y un masaje para relajarnos.

Al día siguiente veía las cosas de otra manera, me fui a la facultad pero no podía concentrarme tras haber visto a la mujer más guapa del mundo desnuda en mi bañera. Al llegar a mi hora habitual me encontré a mi abuela esperándome con una sorpresa, había comprado una tele y un vídeo. La besé y la abracé dándole las gracias, sólo le atiné a decirle, ¡Eres la mejor! Para agradecérselo, la llevé al teatro y luego la “invité” a cenar al Teatriz un restaurante que estaba cerquita. Ella se negó en redondo alegando que era carísimo, pero yo le repliqué diciendo que “extrañamente” me había pagado el seguro súper rápido y que tenía dinero.

En el restaurante, fuimos la comidilla de todo el mundo, pero me lo pasé muy bien con ella. Estábamos terminando cuando me preguntó:

―¿Qué vas hacer con el dinero del seguro?

―No lo sé Ana, después de la experiencia…quizá lo guarde en un fondo de inversión y que me de algo. No creo que me vaya a comprar un coche.

―¿Te atreves a invertirlo conmigo?...Tengo un soplo, hay un marqués  venido a menos que vende un viejo garaje en una zona muy buena, está hasta el cuello creo que lo puedo comprar por el dinero que te ha dado el seguro y algo más.

―¿Qué vas hacer luego?...

―Tengo otro soplo de un tío de Cuenca que busca un bajo comercial para una tienda de productos típicos y la zona le cuadra. Sería un trabajo rápido ¿te fías de mí?

―Te seguiría hasta el infierno, pero sólo quiero ponerte una condición y es que quiero estar contigo en el trato tanto de compra como de venta…le contesté.

―Bueno, pero no hablas ni mu, sólo limítate a escuchar y a estar presente, si ves algo raro me haces un gesto y punto. ¿Ok?

―Conforme

―…Pues seremos socios.―Dijo estrechándome la mano.

Acompañe a mi abuela a ver al marqués, no habéis visto una negociadora nata como mi abuela, Ana supo sacar lo mejor de su encanto y los hombres suelen caer rendidos a sus pies. Con el tiempo gracias a ver a mi abuela, he aprendido a contrarrestarlo, pero lleva años conseguir un antídoto eficaz y no siempre funciona, lo sé por experiencia, además puedes llegar a la falsa conclusión de que eres un gay. Nada más cerrar el trato, aprovechamos el calentón para ir al notario para formalizarlo, todo así de rápido, otra cosa que aprendí de ella, si te cuadra el precio cierra lo antes posible, las mejores batallas son las que se libran rápidamente, esta fue una demostración práctica de lo que me habían enseñado. Esa misma tarde estábamos los dos viendo nuestra compra, dentro no había nada más que porquería, fuimos abriendo uno por uno los distintos recovecos. Hasta que entramos en otro nivel donde me encontré con algo maravilloso.

―¡Esta gente no sabe ni lo que tiene aquí! ―Dije entre la admiración y la indignación.

―Esta gente nunca ha sabido lo que tiene, probablemente, el marqués heredó esto hace tiempo y no ha venido nunca por aquí, que no se te olvide esto…ellos tienen activos por castigo, este tío lleva más de treinta años fundiendo su patrimonio en mujeres, cacerías y todavía le quedan cosas. Y justo cuando no le quedaba nada, se le moría algún pariente lejano y volver a empezar. Nunca te vuelvas tan idiota.

―No creo, pero me acordaré de esto para no volverme un gilipollas. Pero mira lo que hay aquí, habían lo menos seis coches distintos de todo tipo, había un Land―Rover Santana, un mini Cooper Clásico, un Seat 1500 bifaro, un Dodge Dart, un Lancia Beta y un MG Midget 1500.

―¿Valen mucho?

―No creo…yo los intentaría colocar rápido, ¿conoces algún compraventa?.

―Siempre hay alguien por ahí, ¿Quieres que te regale alguno?...

―Si tengo que elegir me quedo con el mini, con ese no tengo miedo de andar por Madrid.

―Tuyo es, aprende a andar por la ciudad en coche, pero no hagas locuras.

El día no pudo ir mejor, el coche se encontraba en buen estado de mecánica sólo tuvimos que hacer lo imprescindible para funcionar. A la vuelta de quince días, cerramos el negocio con una plusvalía del triple, eso significaba que tenía más de seis millones de pelas (36.000€) en la cuenta corriente y un mini Cooper rojo con rayas blancas que aún tengo.  El dinero lo reinvertí muchas más veces como socio de mi Ana, al terminar mis estudios universitarios, tenía cuatro pisos en propiedad y diez locales comerciales que venían de inversiones por el estilo, pero nunca deje de vivir con ella.

Mi vida volvió a la normalidad durante un tiempo, hasta que me volví a encontrar Henar en el ascensor, no sé si fue por la tensión no resuelta o porque era un aparato de antes de la guerra, pero nos quedamos los dos encerrados en el. Yo la miré y dije:

―¡Mira que suerte la mía, me he quedado encerrado con “la cabrona de la villa”!

―¡Eres un paleto,  Que pensabas que un garrulo como tú iba a follarse a una tía como yo!― Me espetó ella.

―No me hace falta, por dos talegos (12€) hay putas honradas que te la chupan de puta madre y que está más buenas que tú.

―¡Eres un cerdo!…

―¿Cuántas pajas te has hecho pensando en mi polla?....

Entonces, ella intentó abofetearme, pero pude sujetarla de las muñecas, en un espacio cerrado y pequeño como es un ascensor, sólo acerté a besarle. Ella no me hizo la cobra ni me dio un rodillazo, sólo se limito a seguirme. Besaba bien, su boca sabía a menta y sus labios carnosos jugaban con los míos, me mordió el labio, justo en el momento de echar mano a su faldita, el ascensor volvió a ponerse en marcha, pero habíamos iniciado un camino de no retorno. Mi conquista, resultaba ser una gata con garras afiladas, pero en ese momento era mi diosa de la luna, sabía ser bonita y cabrona al mimo tiempo. Pero quería devolverle el golpe…así que la despedí con un “adiós bonita”.

La metí a empujones a mi casa y la llevé en volandas a mi habitación, donde no había reparado en nada, si estaba o no estaba la gente, me daba igual. Yo desnudé a mi Henar y saqué a relucir sus pechos preciosos mientras ella me bajaba el pantalón. Nos revolcábamos en la cama como dos locos, entonces ella se abrió de piernas y me dijo que la follara…estaba encima para meterle lentamente el glande no quería hacerle daño, no fuera a ser que fuera virgen. Todo era perfecto hasta que pasó lo más bochornoso, horroroso y lo más glorioso que me ha pasado nunca. Una colleja…cuando me di cuenta, era mi abuela.

―¡Joder Ana, no puede ser!

―¡joder es lo que no vas hacer si sigues por ese camino!...aparta inútil…―me dijo mientras me sacaba de encima de ella con un empujón y Henar asustada, se tapó con la sábana y cara a mitad de camino entre incrédula, asustada y avergonzada.

―¡Hoy vas a aprender la lección más importante de vuestra vida!…¿queréis follar o queréis disfrutar?

―Disfrutar―dijimos los dos.

―Entonces…dejadme hacer, Henar querida…ábrete de piernas.

Henar se dejó hacer y Ana me pegó al sexo de mi chica para que siguiera sus instrucciones, primero lamiendo como si de un helado fuera, sólo que esta vez lo compartía con mi abuela que se había despojado de la parte de arriba dejando me ver sus tetas, Henar jugaba con sus pezones mientras nosotros nos alternábamos para comerle el coño, mi profe me enseñó a comer conejo mejor que nadie y desde luego se hacer maravillas con la lengua, una vez pude aprender como se hacía, mi abuela me dejó el coño para mí solo para que Henar succionara sus pezones y pudieran jugar entre ellas.

Mi abuela, agarró a Henar de la mano y la guio hasta mi polla, diciéndole, “debes aprender a manejar una de estas”, no sólo con las manos sino con la boca mientras le mostraba a mi joven amante cómo se hacía una mamada, jugando con mis huevos y succionándolos, «Una mamada bien hecha es increíble pero una mamada a dos bandas es la hostia», no pude más que chorrear a las dos de esperma, cosa que agradecieron limpiándose y besándose para mezclar más jugos. Las chicas, siguieron jugando con mi pistola hasta que estuvo en forma para poder atacar, entonces fue cuando Ana condujo mi polla hasta el agujerito de Henar y cogiendo mi glande me ayudó a meterla poco a poco, para, posteriormente marcarme un ritmo de entra y salida lo suficientemente rápido y constante para que mi amante gritara y se retorciera como una zorrona.

Una vez marcado el ritmo, Ana se despojó de sus bragas y plantó su coño en la cara de la joven, mientras me miraba a la cara, yo sólo podía ver el momento de montarla. Por lo que fue una bendición que Henar se corriera y se quedara medio zombi de placer. Así que mi abuela me tumbó y se introdujo mi polla lentamente, diciéndome “fóllame bien nene”, yo le agarré del culo la movía lentamente apretando sus nalgas de una manera carenciada. Ana sólo decía “fóllame bien nene”, pero la cerdita de Henar me planto el papo en la cara y no podía contestar a mi deseada amante. Las dos chicas se comían la cara las tetas, pero se notaba que era la mas veterana la que llevaba la voz cantante en esto de follar. Aparté a Henar de mi cara y puse a mi abuela a cuatro patas para follarla a lo perrito.  Ella sólo quería follar, en una ocasión me dijo que una de las cosas que más le gustaba al follar era sentir los huevos rebotar en el perineo. Al final me corrí como buen machote llenando su coño de lefa y viendo como resbalaba por su muslamen hacia abajo.

Nos quedamos los tres retozando y jugando entre nosotros durante toda la tarde, Henar se volvió a su casa con la promesa de repetir. Ya solos, Ana y yo volvimos a repetir el ritual del baño, mientras yo le frotaba la espalda le pregunté:

―¿Porqué discutisteis mi madre y tú?...

―Hay Nene…tendría que remontarme al principio para que me entendieras…y no busco que me entiendas.

―Ana, yo te entendí desde el primer momento…esto que nos ha ocurrido es un plus, pero ambos sabemos lo que somos. No busco entenderte, cuanto has hecho seguro que lo hiciste con alguna intención lógica.

―Veo que has salido a mí y eso me llena de orgullo...¡Acompáñame!― Dijo Ana mientras salía del agua mostrándome una vez más su cuerpazo de sexagenaria.

Tras encargar una cena de picoteo al servicio y con ropa cómoda, yo me acurruqué en su regazo y mientras jugueteaba con mi pelo…Ana empezó a contarme su historia. Mi abuela se había quedado huérfana con ocho años, sus padres murieron en la guerra, su madre durante el parto del que iba a ser su hermano y su padre capitán de infantería había muerto durante la batalla del Ebro. Tuvo algo más suerte puesto que su padre pertenecía la bando de los vencedores, pero Ana no dejó de ser una víctima más de la guerra, hasta que terminó en 1939 estuvo en un hospicio de monjas en Sevilla. Pero ella era muy lista y se había espabilado rápido para poder atender a su madre enfermiza. En el hospicio estuvo hasta los catorce años, las monjas le habían enseñado a coser y cocinar. Al verse abandonada a tan temprana edad por su padre, ella se juró que nunca iba a depender económicamente de ellos y eso era difícil en esa época. Pero consiguió un método de mecanografía y a base de practicar aprendió algo bastante valorado en aquélla época. Con catorce años, las monjas le consiguieron trabajo en una gestoría.

Ella era una cría, pero ya despertaba los bajos instintos entre los hombres, el dueño de la gestoría era D. Cristóbal, un hombre recto y la puso bajo su protección como si de un padre se tratara, en poco tiempo, Ana se convirtió en la más eficiente de las trabajadoras. Su sueldo tenía que ser entregado a las monjas, puesto que eran sus tutoras legales, al tener trabajo y aportar dinero, las monjas no eran tan estrictas como con el resto. Conoció mi abuelo cuando vino a visitar a su tío, era alto con el pelo castaño y los ojos verdes, estaba guapísimo vestido con el uniforme del ejército del aire. El alférez Pancracio Peláez, enseguida hubo chispa entre ellos y no me extraña, eran guapos y muy divertidos…sólo había un pequeño detalle, mi abuelo era gay. En aquélla época era muy grave perseguido por la ley, pero mi abuelo recogía todos los días a Ana del trabajo e iban al teatro con otros “amigos”.

Al cabo de seis meses se comprometieron y se casaron, Pancracio quiso ser honesto con mi abuela y decirlo antes de comprometerse. Mi abuela demostrando uso de una inteligencia fuera de lo común, vio el cielo abierto. Había estado sometida a la férrea voluntad de las monjas y quería ser libre con toda su alma, un marido gay en plena dictadura sería un incentivo para hacer cosas que de otra manera por culpa del machismo de la época no podría hacer. Aun así, ella puso tres condiciones, tener sexo con él una vez al mes al menos hasta que tuvieran un hijo, que si iba a tener sexo con otro hombre sería en casa para evitar problemas y por último que ella sería quien manejara el dinero en casa.

Una vez conformes los dos, arreglaron las cosas y se casaron, las monjas lloraron, D. Cristóbal ofreció seguir trabajando a Ana, pese no ser lo habitual, pero el tío de mi abuelo sabía el pequeño secreto de este y por eso valoraba enormemente lo que había hecho por él. La noche de bodas, fue algo especial. Les pasaba algo curioso, mi abuelo no se sentía atraído por las mujeres salvo por mi Ana. En el viaje de novios hicieron su primer trío con el “B” como decía mi abuela, con ellos aprendió muchas cosas y pudo disfrutar de algo como la doble penetración, aprendió a chupar pollas y a complacer a los hombres sobre como nadie lo ha hecho. “B”, era el hijo de un influyente banquero. Su regalo de bodas fue un piso en el barrio de Salamanca. El dinero nunca fue un problema en el matrimonio, mi abuelo complementaba el sueldo con chanchullos financieros con su pareja B. Dicen que la alegría dura poco en la casa del pobre y ese fue el caso del pobre Pancracio.

Mis abuelos llevaban casi dos años casados y mi madre acababa de nacer. Todo era perfecto, hasta que un día un vuelo rutinario, en que pudieron más las ganas de volver a casa con su mujer y su hija, la prudencia lo habría mantenido con vida, pero no fue así. Una tormenta hizo que su avión se estrellara. El dolor de la pérdida hizo que mi abuela estuviera a punto de morir de pena. Pero “B” se hizo cargo de ella, la cuidó, se preocupó de que estuviera bien atendida, fue él quien le gestionó todo lo referente a la pensión de viudedad, pero era insuficiente, mi abuela era una muerta en vida, necesitaba tener la mente ocupada. Así que pidió trabajo a “B” para no volverse loca, su amigo no quería darle un trabajo, sino que tuvo una mejor idea.

Un día se presentó en casa y le dijo: ―Ven conmigo, quiero que veas lo que acabo de comprar y necesito tu opinión.

El sitio era un palacete a las afueras de Madrid, nada más verlo mi abuela le dijo:

―No te pega nada.

―Eso ya lo sé Ana, lo acabo de comprar a Patrimonio, es de una herencia no reclamada, un amigo me avisa cuando hay cosas así y las compro, normalmente los revendo, pero este caso es distinto, no sé qué hacer con esto, lo compré hace dos años y no me gusta tener cosas ociosas, ¿tú que dices?.

―¿Cuánto pagaste por él?...

―Una miseria, el estado necesita dinero y vende todo lo que pilla, en este caso en condiciones normales he pagado diez veces menos de lo que vale. Antes que nada echémosle un vistazo, pero tiene pinta de ser una especie de hotel discreto…vamos un picadero en toda regla…― Dijo B riéndose.

―Entiendo, ahora sé…oye, ¿me lo vendes?…tengo una idea si sale bien, podré mantener mi nivel de vida, si sale mal pues ya te iré pagando con mi pobre pensión.

―Te hago un trato, te hago un recargo de un 5% anual sobre lo que pagué…a más años, más caro. ¿Qué te parece?

―¿Sin entrada?

―Sin entrada.

―Se me ocurre una idea, sé mi socio en el negocio que estoy barruntando, tu pones el inmueble y un dinero para empezar y yo el trabajo. ¿Qué dices?

―Infórmame y te digo algo.

La idea de Ana era sublime, un edificio apartado discreto y con un acceso discreto desde una carretera y lejos de cualquier población, ideal para un picadero. En aquella época, la prostitución se permitía, pero estaba prohibido el juego, la homosexualidad...entre otras cosas. España era un cuartel, se podía beber, se podía ir de putas, pero en ningún caso ser marica. ¿Cómo podía ir dos hombres juntos a una casa sin levantar sospechas?, muy sencillo…Yendo de putas. Para ello, necesitaba arreglar la casa hacerla elegante y llenar una planta de fulanas que ya sabía dónde encontrarlas. Hacía unos meses se había encontrado una antigua compañera de hospicio en un gran almacén, se saludaron, ella había tenido muy mala suerte, su marido se había despeñado con el camión justo cuando lo habían comprado y ella se tuvo que colocar de puta para hacerle frente a las letras que había firmado con el concesionario. Ni que decir que a B le entusiasmó la idea.

Al día siguiente, Ana localizó a Helena y le propuso el plan, para ello tenía que; primero conseguir unas cuantas chicas muy discretas y que estén en esto por pura necesidad como ellas, que sean guapas y educadas. Ana desarrolló una serie de ideas, ellas se encargarían del mantenimiento y limpieza del inmueble. No más de cinco, eran putas sin ser putas, además cobraban por un buen sueldo, cuando cumplían con su contrato, nuestros socios movían hilos para gestionarles un estanco o un despacho de lotería de manera que se iban de allí con dinero y con negocio. El sistema era una cuota que se pagaba en efectivo mes a mes y los socios tenían que ser avalados por al menos tres más.

En un año, el negocio estaba en marcha, los hombres venían con sus amantes y allí tenían completa libertad de hacer lo que quisieran, hacíamos fiestas, podían pasar fines de semana enteros como que se iban de caza y para ello comprábamos perdices o liebres. Fue una época gloriosa, además era gente que se lo podía permitir porque todos eran inmensamente ricos. Pero no sólo servía para el placer, los negocios también se cerraban en el club. Ana había demostrado ser muy discreta y tener una forma muy efectiva de dirigir el negocio. Además había demostrado ser muy lista. Un día “B” le dijo:

―Ana, ven con nosotros… ¿Sabes lo que es un testaferro?..

―Algo como un “hombre de paja”, dijo ella.

―Bueno, pues necesitamos a alguien con pinta de desvalido para hacer un chanchullo, si sale bien puedes ganar un millón de pesetas (N.A.: un millón de pesetas el año sesenta podría equivaler sobre 600.000 euros de ahora).

―No debe de ser muy legal, cuando no lo hacéis vosotros directamente.

―Es legal, pero que lo hagamos nosotros no es legítimo, es una lástima que tú como mujer no puedas ayudarnos porque das el perfil perfectamente.

―Cuéntamelo todo y veré si te puedo ayudar.

“B” acaba de crear una sociedad con un ingeniero que se había hecho con unas patentes, pero que para que funcionara necesitaban entrar en ENASA una empresa pública dedicada a la fabricación de camiones. En aquélla época, la empresa estaba gestionada y controlada por militares, por ello necesitaban llamar a las puertas y de estos. Ana era huérfana y viuda de militares muertos en acto de servicio, pero era una mujer…podía abrir puertas pero no cerrar tratos. Ana se puso a cavilar durante unos días hasta que halló la solución. D. Cristóbal tenía la clave, crearía una sociedad con él donde ella ejerciera de secretaria pero sería el cerebro. La dueña de la sociedad serían varias sociedades, hasta que dieran con los dueños legítimos que serían D. Cristóbal y Ana con un 15% cada uno y el resto sería de B. Así se empezó, entraron por la puerta grande, poco a poco, suministrando piezas en Pegaso, luego material como ropa, comida enlatada, vacunas, pienso para animales y un largo etcétera. Ana reinvertía el dinero en locales comerciales, para ir cobrando alquileres, cuando vino la democracia a este país. Ana poseía una fortuna considerable entre dinero, locales y demás. Era una persona inmensamente rica, pero nunca hacía ostentación. De hecho, siempre se movía en taxi y sus amistades femeninas eran bien pocas y en todas las ocasiones, eran las mujeres de sus clientes del caserón. La mejor de ellas era la mujer de B.

En lo referente a cubrir sus necesidades sexuales, siempre recurría a su buen amigo para cubrirlas, normalmente ella  siempre hacía algún trío con algún íntimo del caserón. Fue bien instruida a la hora de satisfacer un hombre, en especial a la hora de chupar pollas y de eso doy fe de ello. No le dolieron prendas cuando tuvo que follarse a aquél general del ejército americano para que le dieran un contrato impresionante. Ella sólo quería tener sus necesidades económicas cubiertas. Además había movido hilos y sobornos para tener el pasaporte sin problemas y comenzó a viajar, en una de estas conoció los servicios de un gigoló. Desde entonces cada vez que salía, requería los servicios de un profesional.

Nunca me ha dicho la verdad del distanciamiento de mi madre y ella, pero estoy seguro que mi abuela nunca entendió que mi madre quisiera ser ama de casa cuando ella se la había jugado durante la dictadura para criarla como a una princesa. Mi madre eligió familia en vez de dinero y eso Ana debe de llevarlo muy mal. Con los años han ido acercando posturas y ya  soportan una semana de vacaciones juntas sin matarse.

 

Esa es la historia de Ana, mi abuela inteligente y sexy, una auténtica G.I.L.F., me ha hecho gracia el conocer ese término, puesto que si ha habido una persona que se mereciese ese apelativo ha sido ella.

 

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