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Atacando a mamá

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Todo esto sucedió hace ya dos años, y los acontecimientos cambiaron nuestras vidas. Fue el 12 de julio de 2012, Entonces, yo tenía diecinueve años, y la universidad había hecho que sustituyese mis amistades. Javi y Cristian, que la antítesis de quienes habían sido mis amigos en mi época adolescente. Por todo eso había decidido no presentarlos en casa.

Mi padre era empresario y mantenía negocios por medio mundo. Viajaba mucho, y si era a América o Asia, podía estar fuera casi dos semanas. Mi madre tenía una compañía dedicada a organizar eventos. Generalmente un famoso asistía a un cóctel, decía unas palabras de autobombo para la empresa que pagaba, y ahí terminaba su función. Vivíamos cómodamente en una casa en las afueras, y mi madre, tenía la oficina justo al lado, en otra casa más pequeña. Tenía entonces cuartenta y tres años, y a mi, aunque esté mal decirlo, me volvía loco físicamente, y con frecuencia, miraba los cajones de su habitación, para imaginarme la ropa interior que podía ponerse, o el cesto de la lavadora, para conocer lo que había llevado el día anterior.

A veces había hablado con mis amigos de la adolescencia, y todos, más o menos, alguna vez, habían visto a su madre desnuda, pero no era mi caso, yo jamás, tan sólo alguna ligera transparencia en algún camisón alguna vez recién levantada. Nunca la vi hacer un top less en la playa, ni tampoco salir de la ducha sin estar completamente vestida.

Con Javi y Cristian nunca habíamos hablado de esto hasta que un día surgió la conversación. Ellos también habían sentido la curiosidad de ver a sus madres, aunque ya hacía tiempo que sus gustos se había encauzado a chicas de nuestra edad. Yo les comenté que a mi me seguía interesando mi madre, y que ninguna mujer, actriz, chica de la universidad, me interesaba tanto como mamá.

―Cómo es tu madre, David? Tan buena está? – Preguntaron entre bromas.

―Si. A mi me atrae muchísimo. Supongo que me gustan las mujeres mayores y con buenas tetas. Es rubia, pelo largo y con un tipazo. En el instituto me decían que estaba muy buena cuando la veían. – Dije riendo a la vez que les enseñaba alguna foto que guardaba en el móvil.

(Podéis ver las fotos dando clic a los enlaces.....)

―Esta es tu madre? – Preguntaron sorprendidos. Joder qué tetas¡¡ Está operada? Tienes más fotos?

Tenía bastantes imágenes en el teléfono y se las fui enseñando. Noté como les atraía tanto como a mi. A pesar de ser una cuarentona, se conservaba perfectamente, y la ropa, elegante, aunque a veces un un poco provocativa, ya que solía vestir con faldas cortas o pantalones ajustados, y a todo ello había que añadir sus enormes pechos.

―No me extraña que te ponga tanto tu madre. Si fuera la mía, creo que me pasaría lo mismo – Añadió Javi. – No creo que haya visto unas domingas así jamás.... Aún así, parece raro, que vistiendo como viste, sea tan recatada en casa.

―No es eso. Ella siempre dice que hay que mantener la distancia con los hijos, y por eso nunca. Tampoco creo que a mi padre le gustara que lo hiciera.

Estábamos a principios de julio. Todos habíamos sacado el curso sin problema, por lo que nos veíamos a diario. Durante los días siguientes, siempre hacían alguna alusión a mi madre, y eso me excitaba aún más.

―Juanmi.... Tienes alguna foto de tu madre más sexy? En biquini o en camisón?

Me gustó que quisieran verlas y las enseñé.

Muchas de las fotos que tenía eran robadas, sin que mi madre se diese cuenta, y otras las descubrí por casualidad al tomar prestado un pendrive de mi padre. Encontré imágenes de mamá en biquini o camisón y se las enseñé.

Les encantaron las fotos. A mi excitaba saber que no era el único, y me pidieron si tenía alguna un poco más sexy. Las había guardado, aunque para muchos no serían trascendentes, para mi si lo eran.

―Pero no tienes alguna en la que salga desnuda?

―Nunca la he visto desnuda. Siempre lo evita. Tengo alguna un poco más erótica, pero nada de verse las tetas o el coño. Medio pezón, piernas, o alguna transparencia.

―Enséñanoslas........

Me resistí. Al fin y al cabo era mi madre y me parecía que estaba traicionándola. Pero ante su insistencia accedí a enseñarlas.

―Estas son. No os pasaré ninguna.

―Joder tío. Son la hostia las fotos, aunque no se vea mucho. Mira, aquí se le transparentan las tetas. – Soltó Javi.

―En esta se le ven un poco los pezones, por dios, qué tetas¡¡¡¡ – Añadió Cristian.

Estas si eran todas de mi padre, de sus escapadas o en casa solos. Delante de mi no hacía esas cosas. Apenas mostraba nada, pero se transparentaba alguna parte del pecho, o iba en bragas o sujetador, e incluso en alguna se veía parte de sus pezones. Pensé que aquellas sólo eran un tesoro para mi, pero viendo sus caras y comentarios, me di cuenta que no era el único.

―Hasta dónde llegarías por estar con tu madre? Qué harías con ella si pudieras? – Preguntó Javi con interés.

―Me encantaría verla desnuda, tocarla, y por qué no? Follarla¡¡¡¡ Me muero por sus tetas.

―Podríamos ayudarte a hacer todo eso......

Sus palabras me dieron escalofríos, a la vez, que sin poder evitarlo, mi pene se puso erecto. No le creía mucho pero decidí escucharle.

―Mira. Javi y yo hemos hablado de esto. Nosotros podríamos ayudarte, fingiendo un asalto a tu casa y en el que te “obligásemos” a hacer cosas con tu madre.

―Y vosotros qué ganáis con esto? – Pregunté con curiosidad aún pensando que era una burrada lo que proponían.

―Eres celoso? Quiero decir que a nosotros también nos gusta tu madre.

No respondí, y quedé pensativo durante el resto de la tarde-noche. Ya en casa, no pude evitar verla y masturbarme en la cama pensando en la proposición de Cristian. Apenas dormí, dándole vueltas y atando cabos, para que si lo hacíamos, todo fuera creíble. Por la mañana, tenía tomada la decisión. Si lo hacíamos sería la semana siguiente. Sería el 12 de julio de 2012, era jueves. Mi padre se marcharía el martes anterior de viaje durante al menos diez días, y esa noche , mi madre tenía un evento. Ella y un fotógrafo acompañaban al famoso, y después, volvería a casa, normalmente en torno a las 10 ó 10,30 de la noche.

Volví a hablar con mis amigos. Fingiríamos, sin dar detalles que era una venganza de alguien y se llevarían el dinero que solía haber en casa, unos mil euros, que mis padres tenían en el armario para gastos diversos. Mi madre se separó de sus antiguos socios e incluso llegaron a amenazarla. También impuse que podrían tocar a mamá, pero no habría penetración ni tampoco fotos. Si querían sería así, y sino no se llevaría a cabo. Confiaba en que a mi madre no le causara aquello ningún trauma, aunque no quería pensarlo demasiado, porque me causaría un cargo de conciencia inasumible.

No les gustó la idea, pero terminaron aceptando. Yo me comprometería a que no denunciase todo lo que allí pasase. La verdad es que estaba organizado de una forma muy inconsciente y supongo que las ganas de hacerlo, nos hacía no ver el riesgo.

El martes se marchó mi padre, despidiéndose de nosotros hasta finales de la semana siguiente. Me puse nervioso y se me hicieron eternas las horas hasta el jueves.

Le hice disimuladamente cuatro fotos con el móvil y me fui a su oficina a esperara al fotógrafo que le acompañaría al evento. Cuando llegó mamá, le hice disimuladamente varias más con una pequeña cámara y las mandé todas a mis amigos cuando se marcharon.

Iba guapísima, con una falda a cuadros grises y blancos, por encima de las rodillas y una camiseta blanca de tirantes.

A la media hora ambos estaban en casa, donde tomaríamos algo hasta la noche, cuando sorprenderían a mi madre a la entrada del chalet donde vivíamos. Cristian había traído una larga barra de hierro, que me causó un pequeño susto, pero me tranquilizó, diciendo que la atarían a ella por la espalda para manejarla y una pequeña bolsa. Guardamos todo debajo de la cama de mis padres, donde se desarrollaría todo. En realidad era un amarraje utilizado en bondage, sólo que este más rústico.

A las diez, estaban ya escondidos detrás de la pared y unas piedras en la entrada, esperándola. No podía aguantar los nervios. Apagué las luces, y encendí el ordenador, algo cotidiano en mi vida.

Mi corazón se puso a mil cuando mamá aparcó el coche. A los pocos instantes oí un pequeño forcejeo en la entrada y Javi vino a buscarme, haciendo de actor, insultándome y llevándome a la habitación donde ya estaba mi madre, de cara a la pared , mientras que Cristian le apuntaba con una pistola, similar a la que el otro hacía conmigo, que yo sabía que eran unas buenas imitaciones de armas reales.

Ambos iban enmascarados y hasta ahora me parecía todo muy convincente, más cuando hicieron alguna pequeña alusión a una venganza de sus antiguos socios.

―Es usted preciosa, Señora Pilar. – Habló Cristian, mientras me excitaba escuchándolo.

―Por favor. Váyanse... Tengo algo de dinero. Llevenselo¡¡¡¡ Por favor....

―Si, por favor¡¡¡ Cojan el dinero y salgan de aquí. – Expuse, intentado hacer más realista la situación de asalto.

Cogieron el dinero como habíamos previsto y de inmediato dijeron a mi madre que se quitase la camiseta, eso si, para proteger su privacidad, podría hacerlo de cara a la pared. Para ello, cada una de las pistolas fue colocada en nuestra sien. A pesar de sus súplicas y apelando a que ya tenían el dinero e ignorando mis ficticias amenazas hacia mis compinches, se sacó la camiseta de tirantes, con su cabeza pegada, para sólo dejar el hueco suficiente para que sus manos operasen. Javi apretó su cara hacia el lado contrario a donde yo estaba, y Cristian me hizo señas para que mirase mientras él tocaba descaradamente su trasero y su espalda, tan sólo cubierta por las cintas del sujetador.

―Ahora quítese el sujetador¡¡¡ – Dijo Javier mientras oía de fondo moquear a mamá por el llanto. – Si no lo hace, su hijo pagará las consecuencias...... Muy bien, así, ahora tírelo al suelo.

―Sois unos hijos de puta. – Añadí para dar realismo mientras miraba el enorme sujetador blanco que había caído al suelo.

Le hizo apoyar su cabeza, mirando al lado contrario que yo estaba para permitirme verla, a la vez, que él acariciaba la marca que había dejado el sujetador en su espalda, y su mano se introducía levemente por debajo de su falda y tocaba su trasero por encima de ella.

Estaba a mil. Pedía que dejaran en paz a mi madre, pero mi voz se entrecortaba por la excitación, aunque suponía que a ella le sonaría a miedo por mi parte.

Se mantenía totalmente aferrada a la pared para evitar que pudiesen ver sus pechos. Le obligaron a poner los brazos en cruz y Javi sacó la barra y ató con cinta las muñecas, brazos y antebrazos de mamá, de tal forma que quedó inmovilizada. Antes de girarla, Cristian tocó los laterales de sus pechos, dando mi madre un pequeño grito, que quedó ahogado al apoyar la pistola en mi sien.

Entre los dos agarraron el sobrante del barra que sobresalía de sus manos. La manejaban sin dificultad y la giraron, Sus enormes pechos quedaron a la vista de los tres.

―Joder. Menudas tetas tiene la señora Pilar. Están duras y en su sitio a pesar de su edad. Te has dado cuenta lo duros que tiene los pezones? – Explicó Cristian.

―Es verdad. Me gusta que a las tías se le pongan tensas las mamas............

Comenzaron a tocarla mientras yo miraba. Mamá es una mujer muy delgada, y con la tensión se le marcaba el abdomen y las costillas, mientras que sus senos estaban de punta. Yo esperaba ansioso mi turno, aunque todavía tuve que esperar a que se metieran sus pezones en la boca, que apenas los cubrían, y tampoco sus manos podían abarcar los pechos de mi madre.

Había llegado mi turno. No podía creerlo. La situaron de nuevo contra la pared, sólo que ahora de espalda a ella, y quedando desnuda ante mi, de cintura para arriba. Javi llevó mis manos hacia sus pechos. Noté lo duro que estaban. Ella suplicaba que parasen mientras que mis manos nerviosas acariciaban sus enormes senos y pellizcaban sus pezones. Ella tiritaba, su cuerpo palpitaba de forma consultiva.

Llevaron mi boca a ellos, siempre con la fingida amenaza hacia mi o hacia ella. Disfruté mucho, aunque intentaba evitar que mi madre notase lo caliente que estaba, e intentaba mantener la parte baja de mi cuerpo alejado de ella. Corroboraba la dureza de sus pechos a través de mi boca.

Mamá, entre sollozos, respiraba agitadamente. No sólo mi boca estaba en ellos, si no que las manos de mis dos amigos se entretenían tocando lo que podían, y a veces sus labios también iban hacia las aureolas de sus mamas.

Notaba como le flojeaban las piernas, aunque ellos se encargaban de sujetar la barra, y tan sólo aflojaba un poco las rodillas. Miraba sus caras, y a pesar de los pasamontañas, veía en sus ojos la lascivia que despertaba mi madre.

―Cómo te llamas? – Preguntó Cristian para intentar disimular el fingido asalto

―Juanmi. – Respondí.

―Muy bien, Juanmi. Antes, la señora Pilar se ha quitado la camiseta, y su enorme sostén para nosotros. Ahora, como está imposibilitada por esta barra que le impide mover los brazos, tendrás que ayudarla. Me pregunto, cómo serán sus bragas? Serán blancas o negras? Será un tanga o una braguita? Me inquieta y por eso, le vas a subir un poco la falda para comprobarlo.

―No, por favor, no le hagáis pasar por eso. – Dijo entre lágrimas de manera inocente.

Después de un pequeño forcejeo, colocaron a mi madre de nuevo con la espalda en la pared y me invitaron a subirle su corta falda y ver sus bragas. Lo hice de forma temblorosa, casi hasta el ombligo, mientras mis amigos, con una mano sostenían la barra y con la otra seguían acosando los pechos de mamá. Hicieron que su falda estuviera arriba por ambos frentes, hasta comprobar por nosotros mismos que llevaba un pequeño tanga de color blanco.

―Señora Pilar, su ropa interior es preciosa, igual que usted. Su tanga no deja lugar a dudas de su exquisito glamour.

―Por favor¡¡¡ Ya tienen el dinero. Márchense ya. No les denunciaremos.

―Ahora le pediríamos que se quitase la falda, o tal vez minifalda. Es corta. Pero como usted no puede tendrá que hacerlo su hijo. Él es tímido, así que será mejor que se lo pida usted¡¡¡¡¡

―Nooo¡¡¡ Por favor¡¡¡¡ – Dijo entre lágrimas para tomar una postura más agresiva – Sois unos cabrones. – Protestó ahora tuteándolos.

Después de poner sus pistolas de nuevo en nuestras cabezas se tranquilizó, y pasado unos segundos no tuvo más remedio que aceptar su chantaje.

―Hijo, haz lo que te piden. Hazlo. No quiero que te pase nada.

Aún tarde unos segundos. Imagino que mi madre pensaba que era porque no me atrevía, pero yo sólo veía la boca de Cristian, que besaba los labios de mamá de manera compulsiva y las manos de ambos, que tocaban una y otra vez sus pechos, mientras que ella, se estremecía y hacía movimientos inútiles y sin fuerza por zafarse de sus invasores.

Temblé cuando toqué su cintura buscando la cremallera de su falda, aunque ya me había fijado antes de salir de casa. Estaba en su costado izquierdo. Un pequeño broche y una cremallera, que una vez soltado y bajada, hizo que la pequeña prenda cayese al suelo. En ese momento me acordé de alguna foto de las que tenía, en que mi madre estaba en ropa interior, pero aquello era mucho más fuerte, tan sólo cubría su desnudez un pequeño tanga.

La tumbaron sobre la cama no sin antes haber pasado sus manos por sus muslos, trasero y piernas, Todo su cuerpo era sobado sin piedad. Al menos, estaban cumpliendo con el trato. Me indicaron que le quitase los zapatos blancos de tacón que se había puesto para asistir al evento. Volvieron a levantarla y a dirigirse a ella.

―Pilar. Vamos a verla desnuda. De nuevo queremos que le pida a Juanmi que lo haga. Que le quite su bonito tanga.

De nuevo secaron el llanto de mi madre y sus súplicas con las armas de fuego dirigidas a nosotros. Sabía que no tenía opciones y aunque no dijo nada, su silencio otorgaba asentimiento.

―Puede ya quitarle su hijo las bragas?

El silencio se podía cortar. Ella sólo asintió con la cabeza y Javi empujó mi hombro hacia abajo para que me agachase a hacerlo.

Ni en mis mejores sueños podría haber imaginado aquello. Me fijaba en todos los detalles de su prenda más íntima, mientras ellos seguían centrado en los enormes senos que tenían a su disposición.

Bajé lentamente su tanga hasta llegar al suelo. Estaba a veinte centímetros de la vagina de mamá. Era preciosa, como ella. No me decepcionaba en absoluto. Apenas tenía vello, tan sólo un centímetro en torno a su rajita.

Me apartaron de ella e intentaban meterle mano entre las piernas. Mamá las cerraba y flexionaba sus rodillas para evitarlo hasta casi conseguirlo, pero se enfadaron y la volvieron a tirar sobre la cama.

―Señora. Abra las piernas y déjenos tocarla o nos cargamos a su hijo aquí mismo.

―No, por favor.... – Volvió a suplicar mamá, aunque ya con cierta resignación.

No separó sus piernas como le dijeron, pero tampoco opuso ninguna resistencia cuando ellos se las separaron. Agarraron sus tobillos y la dejaron totalmente expuesta, con su sexo abierto ante nuestras miradas atónitas.

―Señora. Le recomiendo que no cierre usted las piernas en ningún momento, o no habrá un nuevo aviso.

Mamá no respondió pero se la veía obediente ante sus exigencias mientras ya ambos habían comenzado a tocar su sexo. Primero Javi y después Cristian pasaron sus lenguas por la entrepierna de mi madre, mientras ella, ya sin decir nada, intentaba girar su cabeza lo máximo posible y no pensar en lo que le estaba sucediendo. Por último, de nuevo agarraron mi cabeza para situarla frente a la vulva y me “obligaron” a pasar la lengua.

Javi echó mano de la bolsa y sacó un bote con gel lubricante. Vertió un poco sobre el bajo vientre de mi madre. Ella se estremeció al notar el aceite, que debía estar frío. Sus manos lo extendieron rápidamente por su sexo, notando como tocaba su clítoris y metía sus dedos por la vagina. Cristian no paraba de besar a mamá y tocar sus pechos hasta que le cedió el turno, y fue él ahora quien vertió el gel y realizó la misma operación.

Los pechos estaban también brillantes por las manos manchadas de Javi, que no paraba de manosearlos y besarlos. Veía como los dedos entraban y salían y la vagina totalmente impregnada de grasa.

Me dijeron que era mi turno. De nuevo Javi vertió gel sobre mamá y me ordenó que hiciera lo mismo que ellos habían hecho.

No dije ya nada. Mamá sólo se retorcía y yo no quería decir nada. Lo extendí con sumo cuidado, disfrutando cada poro que tocaba. Javi lanzó un nuevo chorro, esta vez cubriendo toda su rajita. Empecé a tocarla y notaba como le temblaba el cuerpo. En algunos momentos me arrepentía de tanta crueldad, pero todo ello se solapaba cuando veía a mamá a mi disposición. Desplazaba la crema por todo su sexo, acariciándolo de arriba a abajo hasta que casi sin quererlo, dos de mis dedos entraron en su orificio.

Lo hacía muy suave. No quería hacerla daño. Me gustaba verla temblar. Pensaba que era de miedo o vergüenza, aunque yo prefería creer que era de placer, porque su hijo la tocaba.

Después de un rato, en el que me dejaron tocar a mamá todo lo que me apeteció dieron la orden que llevaba esperando toda la noche.

―Juanmi. Desnúdate¡¡¡¡¡

Lo hice. A esas alturas tenía una fuerte erección y pensé que afortunadamente mi madre no miraba, sólo se limitaba a tener la cabeza hacia el otro lado, casi incrustada en la cama, y con los ojos cerrados.

Me había quitado ya el pijama y estaba totalmente desnudo. Me dijeron que me colocara sobre mi madre.

―Pilar, bese a su hijo de forma apasionada. Si no lo hace ya sabe lo que pasará.

Estaba encima de ella pero no la tocaba, intentando evitar el roce de mi pene en su cuerpo lo máximo posible. Mamá se giró y se acercamos nuestros labios. Primero fueron unos pequeños besos, unos piquitos, pero nuestras bocas se abrieron ante la insistencia de mis amigos y noté como la lengua de mamá se pegaba a la mía.

―Vamos. Rózala con tu polla. Muévete por su coño.

Mi pene estaba erecto e hice lo que me dijeron. Lo rocé varias veces por encima, pero dada la lubricación que tenía su vagina, en un instante la llevé hasta dentro.

Pensaba ya en lo que pasaría después cuando estuviésemos solos y que tal vez nos habríamos pasado veinte pueblos, pero mi sorpresa fue que mamá no soltaba mi boca y sentí como sus piernas se aferraban a las mías. Sin duda alguna aquello no era una violación, mamá estaba excitaba y disfrutaba estando conmigo. No podía dar crédito.

Javi y Cristian no dijeron nada, aunque mientras montaba a mi madre continuaron con sus tocamientos. Estaba muy excitado y no me costó demasiado eyacular dentro de ella.

Los supuestos asaltantes dijeron que se marchaban. Dejaron a mamá atada y me dijeron que la desatase pasado diez minutos. Yo estaba ya totalmente confundido.

Quedamos callados durante unos minutos, no más de tres o cuatro y mi madre me dijo que la desatase. Cogí unas tijeras y la solté de la barra a la que había estado aferrada.

No se vistió. Siguió desnuda y comenzó a hablar conmigo.

―Juanmi. Sé que esos chicos eran amigos tuyos y han hecho esto para que tú pudieras disfrutarlo.

―Mamá, cómo puedes pensar eso? – Dije excusándome.

―He visto sus miradas, algún cuchicheo hacia ti, sacar el gel de debajo de la cama, y tampoco les vi entrar con la barra a la que me ataron. Todo esto lo he descubierto al final. No creo que las armas fueran reales y si lo eran, no habrían disparado. Si los denuncio, tú también saldrías malparado.

Me dejó helado. Se había dado cuenta de todo. No sabía cómo iba a ser mi vida a partir de entonces.

―Espérame aquí. Voy a ducharme. Me habéis puesto de grasa hasta arriba¡¡¡ – Me recriminó.

A los pocos minutos volvió a la habitación y siguió hablándome en tono muy serio. Llevaba una toalla pero sólo de cintura para abajo. Pensaba que todo aquello le había alterado.

―Venga. Vamos a la cama. Tenemos que dormir.

Fui a salir de la habitación y mi madre volvió a pararme.

―He dicho a la cama, no a tu habitación. Esta es la única cama que hay aquí. O es que ahora te da corte dormir con tu madre? Después de habértela follado no deberías tener tantos prejuicios.

Por supuesto, como podéis imaginar, la vida de mi madre y mía fue otra a partir de aquel momento. Mi padre cada vez viajaba más, según mi madre, pensaba que mantenía una relación con su secretaria, lo que nos permitía pasar más tiempo juntos, y cuando eso pasaba, siempre dormía en la cama con mamá. Con Javi y Cristian hablamos alguna vez de lo que hicimos, pero nunca supieron que mi madre sabía que habían sido ellos. Comentamos los detalles, lo que hicimos y lo que disfrutamos, aunque no me perdonaban que no hubieran podido participar más en aquella orgía, y haberles dejado tener una relación completa con ella.

Le conté como habíamos ideado todo, y aunque la idea fue de mis amigos, yo la acepté por estar con ella. Vio las fotos que les había enseñado y que he compartido y por las que mis amigos se animaron a hacer aquello.

―A mi me encanta que me hagan fotos. Tengo un cuerpo agradecido para mi edad, pero tu padre jamás quiso hacer fotos un poco más fuertes, y esas que tienes son lo máximo que se atrevió a hacer. Tú me harás ahora todas las que quieras y como te apetezca. Sólo has de decirme cómo te gusta que me ponga y lo haré.

Nuestra relación se convirtió en incestuosa. Ahora era yo quien hacía sus fotos, eso si, más fuertes que las de mi padre. Le gustaba vestirse y posar para mi. En realidad posaba con poca ropa. Lo hacíamos en su oficina cuando no había nadie, en casa, si no estaba mi padre y salíamos muchos fines de semana a algún hotel, e incluso, si veíamos un lugar en que no hubiera nadie, se desnudaba para mi en medio del campo, o en alguna playa fuera de temporada.

Hace un par de semanas mi madre y yo sacamos el tema de nuevo. Ella me contó como lo había vivido.

―Recuerdo cuando me llevaron a la habitación. Cómo les gustaba una mujer madura como yo. Cómo me tocaron, cómo me quitaste la falda y el tanga que llevaba. Recuerdo cómo me besaban, cómo me echaron el gel íntimo y pasaban sus manos. Recuerdo también cómo lo hacías tú. Con qué cuidado, temblando de excitación. Hoy me sigue poniendo muchísimo.

―Es normal que les gustases, mamá. Estás tremenda¡¡¡ – Respondí. – Pero dime. Te hubiera gustado que ellos te hubieran follado?

―No. Sólo quería follar contigo, pero si me gustó como pasó. Que me tocasen, que se excitaran, pero sobre todo que te arriesgases a tanto por estar conmigo. Sabes que eso podría haber terminado con nuestra relación de madre e hijo.

―Lo sé mamá.

―Mira. Quiero que hagas algo por mi.

―Claro, lo que tú quieras.

―Quiero que hagas un relato de lo que pasó. Cuéntalo con detalle, cómo lo viviste tú. Quiero que publiques las fotografías que enseñaste a tus amigos y también otras que me hayas sacado tú últimamente. Ya sabes....... Eso si, protege mi intimidad.

Hice una selección de fotografías.

Mi madre tiene unos pechos y unas piernas espectaculares. Este es mi relato, lo que me pidió mamá. Tal vez os cuente alguna aventura más de las que vivimos.

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