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Lo que mal empieza acaba bien...

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Hace poco descubrí que mi marido se acostaba con una de sus compañeras de trabajo. Al principio me afectó bastante, pues la persona a la que amaba me había estado engañando. Pero después de llorar y llorar llegué a la conclusión de que no hay mal que por bien no venga y decidí sacar partido de la infidelidad de mi marido.

A partir de entonces, cada vez que me llamaba para decirme que tenía trabajo atrasado, que tardaría en volver, yo imaginaba a Elena, su supuesta amante, follándose el apetitoso rabo de mi marido y acababa masturbándome como una loca. Cuando él volvía a casa estaba tan cachonda que no me importaba que hubiera metido la polla en el coño de otra mujer. Sin darle tiempo ni para que se quitara la chaqueta le desabrochaba los pantalones, le tiraba en la cama y me metía en la boca su precioso taladro, que todavía conservaba el sabor de semen y los flujos vaginales de su amante.

Algunas veces me follaba la boca con los restos de su polvo todavía goteándole en el capullo.

Poco a poco me fui entusiasmando con la idea de intimar también con Elena y aproveché que pronto sería su treinta cumpleaños para proponer que saliéramos los tres a cenar. Era la primera vez que íbamos juntos. Después de cenar fuimos a una discoteca y nos tomamos algunas copas y después fuimos a nuestra casa. David bebió demasiado y al llegar a casa se disculpó y se fue a la cama con un fuerte dolor de cabeza. Elena y yo nos tomamos una copa mientras hablábamos en el salón.

Ambas estábamos a gusto y el alcohol me dio la osadía necesaria para decirle las cosas claramente:

- Sé que te has estado tirando a mi marido"- le dije sin darle opción a negarlo. –"Saboreo tus jugos en su polla cada vez que vuelve tarde a casa. No te preocupes porque ya no estoy enfadada. Pero he pensado que David y yo podríamos compartirte en la cama". E inmediatamente le besé suavemente en los labios.

Elena es alta, morena, voluptuosa y con un bonito cuerpo. Además es una mujer inteligente. Sus ojos verdes me miraron fijamente mientras hablaba: -"Me imaginaba que lo sabías. Casi todas las mujeres se dan cuenta si su marido les es infiel. Ellos se creen muy inteligentes". Después de decir esto, se inclinó y me besó en la boca. El escenario estaba dispuesto.

Fuimos al dormitorio. Yo llevaba medias y liguero sin bragas de forma premeditada. Admito que estaba muy nerviosa porque nunca había estado con otra mujer. Elena me confesó que también era su primera experiencia lésbica. Empezó a desnudarse de manera provocativa y cuando estaba totalmente desnuda se tumbó junto a David en nuestra cama de agua. Me quité el vestido y me uní a ellos.

Elena y yo empezamos a menear y a acariciar la polla de mi marido a la vez mientras yo le tocaba las tetas a Elena. Luego me coloqué encima de David para meter mano a Elena por todas partes. Con mucha delicadeza la hice tumbarse en la cama y empecé a chuparle las tetas. Mis inquietos dedos se deslizaron hacia su encantador chochito. Primero le toqué la parte externa, que se notaba caliente y luego le inserté un dedo hasta el fondo. Estaba completamente empapada. La evidente excitación de Elena me dio alas para proseguir mi plan, para dar el gran paso.

Me incliné para chupar sus húmedos labios vaginales y a continuación me aventuré a rozarle la almeja con la lengua. Le lamí y succioné el clítoris hasta hacerla temblar. Ella no paraba de embestir mi hambrienta boca con las caderas y descubrí que sus jugos vaginales eran sencillamente deliciosos. No me hartaba de exhalar su excitante aroma. Mientras Elena y yo nos lo montábamos mi marido estaba tumbado meneándosela y disfrutando del espectáculo, aunque era evidente que no disfrutaba ni la mitad que yo. Seguí lamiendo la almeja de Elena sin parar, de todas las maneras que se me ocurrían, de arriba abajo, en círculos… ella gemía como una loca.

Hambrienta de sexo, separé las piernas de Elena, coloqué mi coñito contra el suyo y empezamos a frotarnos como en mis mejores fantasías. Notar clítoris contra clítoris es una experiencia que difícilmente olvidaré.

Con su flujo todavía fresco en mi boca, dejé que mi lengua entrara en su boca para que probara los líquidos del amor. Al mismo tiempo frotaba mi clítoris contra el suyo con tanto vigor que la hice gritar de placer. Yo estaba en el paraíso. Seguí frotando mi vulva contra la de Elena hasta que perdí la cuenta de las veces que llegó al orgasmo. Finalmente me corrí yo también y procuré que nuestros coños se mantuvieran pegados para que se mezclaran nuestros jugos.

Miré a mi satisfecho marido y comprobé que tenía el vientre cubierto de esperma. No cabe duda de que le había gustado el espectáculo porque era la mayor explosión de leche que había visto salir de su polla. Me mojé las manos en ella y David respondió dándome la vuelta y metiéndome su espléndida verga en el chumino. Ahora se estaban mezclando los fluidos sexuales de los tres y ese pensamiento me puso otra vez a cien.

Elena acariciaba el culo de David mientras él embestía mi chochito. Después de correrme le pedí que le pegara un buen polvo a Elena. Aceptó mi propuesta. La abrí de piernas y coloqué su nabo a la entrada de la raja. Le pedí a David que la penetrara para ver en primer plano como le hundía hasta el fondo sus veinte centímetros de cipote. Yo estaba casi pegada a la entrepierne de Elena, ya que no quería perderme ni un detalle de la penetración. Observar con qué suavidad se colaba la herramienta de David en el nido de placer de su amante fue más excitante de lo que había imaginado y no pude resistir la tentación de chupar la polla de mi marido mientras entraba y salía de la vagina de Elena. Eso me permitía saborear un exquisito combinado de jugos, entre los que todavía había restos de los míos.

Elena debió correrse al menos diez veces y cuando se relajó mi marido se ofreció para comernos la almeja simultáneamente. Seguras de que sería un goce para los tres, accedimos. Mientras él nos colmaba de atenciones con la lengua yo le acariciaba las pelotas, grandes y suaves. La polla no tardó en ponerse dura y preguntó si podía follar otra vez a Elena. Yo misma le separé las piernas para facilitarle el camino.

Al cabo de cinco minutos de bombeo a toda marcha sacó su verga empapada de corrida y me hizo tumbar. Luego me clavó su porra de un solo golpe. Elena me estaba magreando las tetas cuando noté el disparo de esperma caliente dentro del coño.

Agotados y satisfechos nos quedamos dormidos. No tardó en amanecer y recibimos el día con una nueva tanda de polvos y mamadas. Desde entonces mi marido y yo hemos mantenido relaciones esporádicas con otras personas.

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