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Los hermanos (1 de 2)

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Nuestra historia comienza hace 6 años, cuando mis padres, al regreso de una fiesta en la que mi padre había bebido mas de la cuenta, sufrieron un terrible accidente muriendo mi padre en el acto y quedando nuestra madre tetrapléjica. Desde entonces, mi hermano menor, de 16 años y yo de 18, tuvimos que hacernos cargo de mi madre que, además de inválida, sufría una profunda depresión que la convirtió en un vegetal. De ser unos hijos protegidos, pasamos a ser unos hijos protectores de nuestra madre. Ella solo desea, las pocas veces que nos habla, que la saquemos al jardín de nuestro pequeño chalet y tomar el sol los días que hace sol.

Yo me encontraba estudiando magisterio, en segundo, por lo que esperaba terminar el año siguiente y posteriormente preparar la oposición y aceptar el destino que me adjudicasen para, con el tiempo, volver a mi ciudad y con mi familia. Mi afición fue siempre y lo sigue siendo, la informática.

Mi hermano no fue nunca buen estudiante. Su obsesión era la de hacer una oposición para organismos públicos o el estado y disfrutar de un sueldo, si no alto, sí al menos seguro y de un horario que le permitiese disponer de tiempo libre para sí mismo, su televisión y el ordenador.

Todo aquello cambió y aunque los dos hemos terminado lo que queríamos, nos ha costado bastante mas de lo previsto en función del condicionante de nuestra madre, a cuyo cuidado siempre tiene que estar alguno de nosotros. No hemos tenido motivo de conflicto por el asunto y, muy al contrario, la adversidad nos unió mas que nunca y ambos nos hemos apoyado para conseguir nuestra meta. Yo terminé mi carrera y mi hermano trabaja en un juzgado como oficial. Yo me he especializado en el cuidado de mi madre y mi hermano ayuda lo que puede por las tardes y los fines de semana y aporta sus ingresos a la economía familiar, junto con la pensión que recibe mi madre y vivimos dignamente. El salir de casa supone un sacrificio para el otro, pues alguien siempre ha de estar con nuestra madre, por lo que nuestras salidas se limitaban al mercado a comprar y poco mas. A ambos nos parecía feo el salir con los amigos y dejar al otro solo en casa con mamá, así es que casi nunca propiciábamos salidas quedándonos en nuestra casa a disfrutar de una grata vida familiar.

Como digo, de todo esto hace ya seis años, de modo es que yo tengo 24 años y mi hermano 22. Ninguno de los dos tenemos pareja y apenas salimos de casa, habiéndonos acomodado a una situación de hecho y en la que los dos, mi hermano y yo, vivimos como deseamos.

Como es lógico, ninguno de los dos somos ajenos a nuestra necesidades biológicas insatisfechas y nuestra falta de relaciones sociales nos han volcado mas a una relación mas estrecha, siendo, además de hermanos, confidentes de nuestras inquietudes y pensamientos. Ninguno ha renunciado a una vida normal, en pareja y con hijos, pero nuestra situación actual no nos permite plantearnos esta posibilidad a corto plazo, por lo que aceptamos lo que tenemos con agrado y sin prisas –y ahora mucho mas- y procuramos no precipitar acontecimientos mientras mi madre nos necesite.

Como digo, la estrecha confianza e intimidad que tenemos mi hermano y yo nos ha impulsado a confiarnos, desde hace mucho tiempo, nuestras necesidades y contarnos nuestras experiencias en solitario. También nos pasamos información sobre aquellas páginas web que visitamos relacionadas con el mundo del sexo y, ocasionalmente, sobre todo los fines de semana, nos quedamos algo mas tarde, después de acostar a nuestra madre, a ver aquellos programas de televisión que ponen películas porno y ambos compartimos nuestras impresiones sobre el particular en total libertad.

Esta confianza habría de terminar como ha terminado y ese es el motivo de contar mi historia y compartirla con otras personas que, quizá acobardados de la aparente "inmoralidad", se están privando de disfrutar de lo que la naturaleza ha puesto a nuestro alcance de forma gratuita, por lo que hasta los mas pobres, todos podemos disfrutar de ello. Yo animo a quienes como yo, tengan la posibilidad de gozar de su entorno mas cercano, no tengan el menor reparo, pues es sumamente gratificante y sin contraindicaciones de ningún tipo, salvo las que la propia ética de cada uno nos imponga y en razón a la mayor o mejor mentalidad liberal de la que podamos disfrutar o padecer cada uno.

Entrando en el detalle, comenzaré relatando los preludios de la situación actual, pues es de suponer que los acontecimientos no se precipitaron en un solo día. Poco a poco y sin premeditación, fuimos tomando cada día mas confianza el uno en el otro, llegando a contarnos incluso cuando nos masturbábamos y las fantasías a las que acudíamos para mayor satisfacción. Yo le comentaba con quien me imaginaba haciendo el amor y él igual.

Ya había habido entre nosotros alguna ocasión en la que la excitación había llegado a afectarnos, tal es el caso de cuando nos veíamos en la ducha, cuya puerta jamás cerrábamos, aunque teníamos la costumbre de llamar antes de entrar. A pesar de ello, algunas veces y "por descuido", abríamos la puerta sin llamar y nos sorprendíamos en la ducha desnudos, algo que no suponía mas que una cortés invitación para pasar previa vuelta de espaldas para no mostrar nuestra desnudez tan descaradamente. A mí me encantaba que mi hermano me sorprendiese, y él lo sabía, esperando a sentir el ruido de la ducha para llegar al baño con la excusa de una necesidad imperiosa. Ambos sabíamos que no era cierto, pero lo tolerábamos complacidos y entre bromas. Yo me daba la vuelta y le mostraba mi espalda y trasero, ofreciéndole, incluso, si quería pasarme la esponja, a lo que accedía siempre. A pesar de ello, nuestra frivolidad no pasaba de ahí y nos contentábamos con esa pequeña picardía. El hacía lo mismo, permitiéndome pasarle la esponja por su espalda. Yo, cada vez que esto sucedía, le veía su pene erecto en la sombra de la pared o parcialmente desde atrás. Si le aludía al tema, el reía y me reprochaba mi atrevimiento y descaro. Yo, hacía lo propio con mis pechos, facilitándole una visión parcial de ellos y sabiendo que él los deseaba ardientemente.

Después de esta intimidad, era lógico que cada vez nos acercásemos mas y buscásemos ocasiones de excitarnos con el mundo del sexo, desconocido para los dos y con una pasión contenida propia de nuestra edad y abstinencia.

Como decía, sobre todo los viernes y sábados, cuando mi hermano no tenía que madrugar, nos quedábamos en el salón hasta altas horas de la madrugada viendo películas porno en la tele. Esto nos excitaba sobremanera, hasta que un buen día le propuse a mi hermano el masturbarnos durante la proyección de una de estas películas y para no avergonzarnos con este menester, nos cubriríamos con una toalla de baño cada uno, que nos serviría para limpiarnos al terminar.

No es necesario decir que mi hermano estuvo totalmente de acuerdo en la idea y que aquel fin de semana de hace aproximadamente mes y medio, lo preparamos todo para el viernes llevar adelante el proyecto. Nos procuramos de un refresco y palomitas, como nos gustaba hacer estas sesiones y nos dispusimos para dejar a nuestra madre acostada lo antes posible.

La verdad es que aquella tarde estuvimos muy nerviosos ambos y también con unos deseos incontenibles de que llegase la hora, así es que cada uno se entretuvo con su afición favorita esperando que el tiempo transcurriese rápidamente. Hacia los 2000 h ya le había dado de cenar a mi madre y le pregunté si quería acostarse, mostrando su conformidad. Le pedí a mi hermano que me ayudase con ella y tras ponerle el pijama, la acostamos en su cuarto, cerrando parcialmente la puerta del dormitorio.

Le dije a mi hermano que si quería cenar y ambos comimos algo, mirándonos de soslayo y con risitas de complicidad. Realmente mi excitación era extrema, aunque confieso que aún no había llegado a comprender cual era la verdadera razón. Yo solamente esperaba el disfrutar de una masturbación mientras veía una excitante película porno con mi hermano y esa era la única razón de mi excitación; la novedad de compartir con alguien el momento, o así me lo parecía. Realmente, no veía a mi hermano como el objeto directo de mi excitación, sino como un partícipe en mis fantasías sexuales.

Pronto nos situamos frente al televisor y a la espera de la hora del inicio del programa que nos interesaba, me dijo mi hermano que tenía una película porno que le habían dejado en el trabajo y que si quería verla para hacer tiempo. Yo acepté y la pusimos. Realmente era una película excitante, pues una pareja hacía el amor en un sofá en mil posturas diferentes y la criada les observaba por un pequeño agujero de la puerta mientras se masturbaba. No es necesario indicar que los protagonistas estaban para comérselos.

Mi hermano me propuso comenzar la actividad planeada, y rápidamente le facilité la toalla que tenía preparada y me apropié de la otra. Decidimos situarnos cada uno a un extremo del sofá y cubriéndonos ambos de cintura para abajo, con cuidado nos quitamos el pantalón del pijama y la ropa interior.

Cada uno recostado ligeramente en su sitio, comenzamos a frotarnos y yo observaba la abultada entrepierna de mi hermano, mas que la televisión, comprendiendo que mi excitación provenía de esa fuente tan cercana.

Mi hermano frotaba su pene visiblemente y yo acariciaba mi zona mas sensible con un deseo ardiente.. Mi hermano me miró algo violento y yo le devolví la mirada y una sonrisa, preguntándole si estaba disfrutando. Afirmó con la cabeza y cerró los ojos.

Hasta este momento yo no había relacionado a mi hermano con mi fuente de deseo, sino mas bien como el compañero de una travesura divertida. Pronto alcancé un orgasmo estupendo y ví que mi hermano se limpiaba de otra situación parecida.

La película seguía su curso y no dejaban de practicar el sexo unos protagonistas especialmente dotados, algo que nos volvió a elevar la temperatura lo suficiente como para plantearle a mi hermano el repetir la faena. El aceptó y nos colocamos de nuevo en posición para pajearnos de nuevo. Yo disfrutaba como nunca. El ambiente, otro partícipe en la sesión que me estimulaba y excitaba especialmente y yo misma, que apenas requería ayuda alguna para motivarme. Mi hermano parecía ir al mas deprisa que yo, y le vi en su sitio disfrutando, al cabo de un rato, de otro orgasmo que le hacía suspirar y emitir quejidos entrecortados y frecuentes. Yo, que estaba aún en los preliminares, me llamaba la atención las dimensiones de su pene, o lo que se podía apreciar con lo que mostraba, algo que me ofrecía una curiosidad irresistible.

Después de que él se corriese de nuevo, yo me encontraba aún deseosa que encontrar mi satisfacción por segunda vez y así se lo dije a mi hermano, que estaba del todo satisfecho.

Dado que aún era tiempo de esperar para ver el comienzo de la película de tv., mi hermano se ofreció para ayudarme un poco en mi actividad, proponiéndome que yo me tumbase en el sofá y relajadamente, disfrutase de sus manoseos, eso sí, bajo la toalla y sin mirar en ningún momento… en fín, confieso que la idea me turbó como nunca lo hubiese imaginado y me subió mi excitación hasta un límite inimaginable. He de reconocer que mi hermano no mostraban ningún signo de provocación, es decir, él, lo único que me proponía era ayudarme a conseguir un placer que se retrasaba con mis medios, pero estaba lejos de su propuesta, el aprovecharse de la situación en su beneficio, al menos así lo apercibí yo en ese momento.

Nunca había disfrutado de una masturbación por alguien ajeno a mí misma, por lo que la experiencia, nueva del todo, se me planteó como algo irrenunciable. Por supuesto, le di mi aprobación y me dispuse a colocarme cómodamente para no perder ni un segundo del placer que esperaba recibir. A fin de cuentas, era mi hermano y no un desconocido el que me iba a tocar y acariciar. En aquel momento, lo reconozco, yo también consideré la situación como de una gravedad atenuada, pues no veía a mi hermano como un amante, sino como un amigo de ciertas travesuras inocentes y compartidas, aunque sin la sensación de dañar a nadie, pues no hacíamos nada que pudiese perjudicar a nadie y así lo sentía yo en ese momento de excitación extrema. En realidad, no sentía mucho pudor de mi hermano, quien, como digo, en ocasiones había pasado a la ducha y me había ayudado a asearme en una evidente complicidad de situaciones al borde de la ética y la moralidad que a ambos nos gustaba franquear, y esto, sin duda, era un paso mas en la escala de valores que compartíamos, pero sin duda, aún dentro de una legitimidad propia de la intimidad familiar que ambos sentíamos.

Él, rodeado en su cintura por su toalla y cubriendo su sexo, se acercó a mí y metió su mano bajo mi toalla, algo que me provocó un tremendo escalofrío al notar su mano ardiente subir por mi muslo en busca de mi sexo, el cual no tuvo dificultad alguna en localizar de inmediato y cuando colocó sus dedos en mi agujerito tembloroso y húmedo, yo casi sentí un orgasmo inmediato. Confieso que yo tambien sentí unos deseos irrefrenables de manosear su pene, aún endurecido a lo que se podía apreciar bajo su toalla, pero contuve con dificultades mi pasión para no causarle una alarma que no deseaba y evitar pensase de mí algo que yo, en ese momento, estaba aún lejos de anhelar.

El momento fue especialmente erótico al suspirar mi hermano y confesarme que era el primer "conejito" que tocaba, y que si no fuese su hermana, no lo dejaría escapar. Eso sí, me pidió que le ayudase a diferenciar las zonas mas erógenas para propiciarme un orgasmo delicioso; yo le orienté, directamente, al clítoris, algo que fue para él todo un descubrimiento y una curiosidad. Se centró en unas suaves caricias pero que alternaba con la penetración de mi vagina con sus dedos ansiosos de conocer el cuerpo femenino. Llegó a preguntarme si deseaba que me tocase los pechos bajo una camiseta suave que llevaba puesta, algo que le prohibí por no parecerme conveniente, en fín, algo ridículo por mi parte dadas las circunstancias, pero así fue como ocurrió. Trató de levantarme la toalla y yo se lo impedí, simplemente por una vergüenza tambien injustificada, pero que yo aún no había asimilado.

Pronto comencé a sentir un gusto terrible y le pedí que fuese aumentando la velocidad de su frotación, aunque con suavidad y en unos segundos sentí todo el placer junto del mundo en mi sexo…; un flujo intenso y abundante se derramó desde mis entrañas ampapando la mano de mi hermano, el cual le oí reír estrepitosamente y lleno de satisfacción por su "maestría" en estas artes novedosas para ambos. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que tenía el pene de mi hermano en mi mano y que le apretaba ansiosamente y me dijo "por favor, puedes dejar de apretar?" acompañando la frase de una grata sonrisa.

Cuando quiso quitar su mano, le retuve unos minutos mas pidiéndole que fuese bajando su velocidad y su fuerza, y me aseguró que no tenía que enseñarle nada, pues notaba perfectamente los espasmos y las contracciones de las paredes de mi vagina en su mano, propias del orgasmo que estaba teniendo. El me aseguró que le dura menos que a mí, por lo que tendría que aprender con mi asesoramiento.

Después de esta experiencia y con mis sentidos aún anulados del placer y las sensaciones nuevas para mí, cerré los ojos y me quedé recostada en el sofá a disfrutar de los últimos latidos de mi placer, cuando sentí a mi hermano que me avisaba de que la película de la tv estaba a punto de comenzar, por lo que me acomodé en el sofá, a su lado, y nos dispusimos a ver juntos la película porno que todos los viernes por la noche echaban en un canal de adultos.

El tema, casualmente, iba de incesto!!!. En fin un tema que nos resultó sumamente escabroso en ese momento, dadas las circunstancias y aunque con algo de vergüenza por parte de ambos, reímos la situación violenta que nos había deparado el destino.

Mi hermano, en ese momento, me dijo que estaba un tanto incómodo en el salón y que pensaba irse a su habitación a ver allí la película, pues él tenía un pequeño monitor en dormitorio. Allí se masturbaría mas cómodamente y en la intimidad. Yo, sin comprender mi iniciativa, le propuse acompañarle, pues tampoco estaba muy cómoda en el salón y dudaba de tener deseo suficiente para repetir, así es que le podría ayudar en su "masaje" si me permitía ver la película en su dormitorio y en su cama, que no era muy ancha por cierto… Creo que todos habrán comprendido que mi hermano aceptó con una ancha sonrisa de satisfacción imaginando lo que le esperaba.

Allí vimos la película juntos y… bueno, creo que lo contaré en otra historia pues esta se ha hecho algo extensa a pesar de mis deseos.

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