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Lara (1 de 2)

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Hola, amigos de esta página. Ante todo, me gustaría presentarme: me llamo Lara, tengo 32 años y, aunque exteriormente no lo parezca, no soy una "chica" corriente (supongo que me habréis entendido). Vivo en Barcelona, aunque soy de un pueblo de la Castilla profunda en la cual ciertas cosas todavía o no están bien vistas, o bien no son admitidas, como es mi caso. Mi afición por lo femenino viene desde que era pequeño: me gustaba ponerme la ropa interior de mi madre o de mis tías, así como sus bikinis y bañadores e incluso, a veces, me encerraba en el cuarto de baño con la típica excusa a probarme esa ropa que a mí me encantaba, sobre todo los conjuntos y braguitas de mi tía Marcela, dado que viajaba mucho a Madrid, y la tenía bastante bonita y sofisticada: encajes, trasparencias, etc, y que le sentaba divinamente a sus (entonces) treinta y tantos, teniendo fama para todo el resto de la familia de ser un pelín "golfa" (Aún hoy es la única que mantiene bastante contacto conmigo después de mi cambio, y voy a verla a menudo o viene ella a verme a mí).

Después de terminar los estudios en el pueblo, marché a la capital a cursar mis estudios universitarios y, allí, dado que estudiaba de tarde y trabajaba de noche en una pizzería, no sólo no gastaba demasiado, sino que podía hasta ahorrar, cosa que me vino bastante bien cuando decidí dar un paso más y alquilar un pequeño estudio. Era allí donde guardaba mi ropa de mujer y donde me trasformaba por las noches. Me depilé todo el cuerpo ya que, por mi afición a la bicicleta, daba el pego perfectamente y todavía hoy voy así, tan sólo un pequeño mechón en el pubis.

En una de estas noches que estaba un poco más aclarado con los estudios, ya que era mi último año, decidí salir a tomar una copa a alguno de los locales que había en la ciudad, y allí conocí a Corina, una hermosa hembra con una preciosa "sorpresa" la cual, tras una fantástica noche de sexo (de la cual ya os mandaré el relato), no sólo me animó a dar el paso, sino que me ayudó y aconsejó y, al enterarse después de que me habían ofertado un trabajo en Barcelona, me dio varias direcciones de amigas de ella, con las cuales tengo bastante contacto, debiendo aclarar que no se dedican a la prostitución ni nada por el estilo, sino que viven en el margen (como yo) de los dos sexos.

Al llegar a Barcelona y encontrar un bonito piso para vivir en una zona relativamente céntrica, dado que el sueldo que cobraba me lo permitía, y después de llevar un año trabajando, comencé mi trasformación, solicitando una excedencia en la empresa que me fue concedida sin excesivas preguntas, prometiendo guardarme el puesto (cosa que hicieron). Cuando volví a la empresa, yo ya no era aquel tímido chico de provincias que había llegado hacía un tiempo, sino una preciosa mujer, alta, pelo largo y lacio castaño claro, unos preciosos pechos y un culete respingón, dadas mis largas piernas, que provocaron alguna que otra mirada de deseo de compañeros (como es típico, éstos no se habían apercibido todavía de quién había vuelto, cosa que no pasó con la mayoría de las compañeras). Al volver temí el rechazo, cosa que, sorprendiéndome gratamente, no ocurrió, encontrando un apoyo que realmente no esperaba, siendo éste mayoritario por parte de ellas, que me recibieron como a una igual, y aquí es donde empieza mi historia.

En la empresa había trabajando una chica, Nuri, la cual parecía que vivía en otro planeta, no por aislamiento propio o provocado, sino que era muy independiente. Era, y es, una hermosa muchacha: aproximadamente 1’70, rubia natural, ojos verdes, delgada (fruto de las muchas horas de "fitness" que practicaba), bonitas tetas y mejor culo, en fin, un bombón. Era todo un caprichito, y sufría frecuentes acosos (aunque sin salirse de un límite) por parte de algunos compañeros, rechazándolos al estar saliendo con un guapo chico del cual ya os hablaré. Por mi parte, yo notaba que entre ella y yo parecía que no había excesiva química (laboral, me refiero): contestaciones a regañadientes, miradas altivas, etc, cosa que me llevaron a preguntarme qué podría haberle hecho yo, sobre todo teniendo en cuenta que, habiendo llegado ella a la empresa después de mi vuelta, le ofrecí inmediatamente mi amistad y apoyo en lo que necesitase. Llegué a la conclusión de que ella sabría porqué estaba así y a que no merecía la pena calentarme más la cabeza. Pensé que había mejor gente en el trabajo.

El detonante de la situación llegó una noche en la cual la directiva, tras haber conseguido realizar una buena operación, y reconociendo que mucha parte del mérito era nuestro, decidió agasajarnos con una cena en un buen y lujoso restaurante de esta capital, a la cual asistió la práctica totalidad de la plantilla, faltando muy poca gente y por razones de peso. Para la ocasión elegí unos zapatos negros de tacón de aguja, un sexy conjunto de sujetador, tanga y liguero de color azul noche, casi totalmente de blonda, unas medias negras, y un elegante vestido de fiesta largo, de color rojo que estilizaba mi ya de por sí mi esbelta figura. Durante la cena, al estar yo sentada entre Manuel e Ignacio, dos de los compañeros más "caras" y a la vez mejores personas, no paraba de notar una mirada de rabia y odio por parte de Nuri, la cual estaba sentada en el otro extremo de la mesa y veía perfectamente todo lo que pasaba en el lado en que yo me encontraba. Creí entender unos ciertos celos, ya que estos dos compañeros no paraban de agasajarme, pero lo descarté enseguida por sus frecuentes alusiones a su novio y a los educados rechazos que había efectuado por tal motivo. Como anteriormente, decidí no darle más vueltas, procurando disfrutar de la velada lo máximo posible.

Después de la cena, decidimos ir a tomar una copa todos juntos, excusándose sobre todo las parejas, quedándonos lo que entre bromas llamábamos el "núcleo duro", los típicos de juntarnos bastante a menudo al objeto de una comida, un fin de semana, o una juerga porque sí. Tras tomar varias copas por los pubs del centro y "Port Olímpic", decidimos ir de discoteca. Seguía notando esa mirada por parte de Nuri pero, ya que yo me había tomado un par de copas, ya no le daba importancia, disfrutando de la noche, bailando con casi todo el grupo, teniendo hasta pequeños "flirteos" (sin ninguna segunda intención, más que nada las típicas bromas) con compañeros y compañeras. En fin, que la noche iba sobre ruedas.

En un momento dado de la noche me excusé para ir al servicio. Había terminado y estaba en el tocador retocándome el maquillaje, cuando noté una presencia a mi espalda y una voz que, en tono resentido, me decía:

- Muy bien, sí señor. Muy bonito. Ya está en acción la típica protagonista.

Me volví, en un principio un tanto asustada, pero me tranquilicé un tanto al ver que era Nuri. Al oír lo que ella me había dicho, y pasada la sorpresa inicial, pensé que por fin se iban a destapar las cartas. Había llegado la hora de la verdad así que, aparentando no inmutarme lo más mínimo, más que nada por aparentar seguir manteniendo la distancia que ella había puesto entre nosotras, e intentando mantener un diálogo intrascendente, simplemente le contesté:

- Ah, eres tú, Nuri.

- "Eres tú, Nuri", "Búa búa" – en un tono burlón que dejaba ver un evidente desafío. – Sí, soy yo. ¿Sorprendida

- Ni lo más mínimo. Simplemente no te había oído entrar y no te había visto.

- ¿Con qué no me habías visto? De eso ya me había percatado. Eres tal cual yo me imaginaba: una calientapollas insensible.

Aquel comentario me sorprendió y me disgustó enormemente: me habían llamado insensible cuando en mi vida me había tocado sufrir bastante y, ahora que podía, intentaba ser feliz. Sin embargo, lo de calientapollas lo ignoré, mayormente porque en el fondo de mi ser sabía que no lo era.

- ¿Con que una calientapollas y una insensible, no? ¿En qué te basas para decir eso?

- ¿En qué me baso? Sólo hay que mirarte. Ropa marcona, un estilo un tanto peculiar y, lo que más me revienta de ti, ¡ESE TONTEO CON LOS COMPAÑEROS! Parece que estés hecha por naturaleza para el flirteo.

Se suele decir que hay veces en que si se habla, se pone el pan por las nubes, y Nuri aquella noche lo estaba poniendo a precio de caviar. Volvió a la carga, pero esta vez con un ataque directo, sin contemplaciones, que terminó de dejarme anonadada.

- Vaya un putón que estás hecha. Siempre a ver que puedes cazar, sin darte cuenta de que hay gente que siente algo por ti de verdad.

- No te entiendo, Nuri. ¿Qué quieres decir? Yo no creo que sea tan pendona como tú dices.

- ¡Vaya!, ahora encima se hace la tonta. Esto ya es el colmo. Me parece que lo voy a tener que hacer claramente, porque si no no me voy a atrever.

Y diciendo esto, y antes de que yo tuviese tiempo de hacer nada, se acercó a mí, dándome un fugaz beso en los labios. "¡Ostia!, así que es eso, que le gusto!", pensé sorprendida. Sin embargo, no pude pensar demasiado ya que, aprovechando mi momento de confusión, se acercó a mí otra vez, me cogió suavemente del cuello y volvió a besarme con una diferencia respecto a la vez anterior: si antes había sido un leve roce, ahora era un intento de morreo en toda regla, intentando introducir su lengua en mi boca. Vencida ya mi resistencia, y dado que la verdad es que a mi ella tampoco me resultó indiferente, me dejé hacer, correspondiéndola yo también, dando lugar a un combate de lenguas en nuestras bocas, sintiendo como nuestras salivas pasaban de una boca a otra, llegando Nuri a meterme la lengua casi hasta la garganta. Besaba apasionadamente, impulsada por un deseo incontenible. Se juntó más a mí, pegando su cuerpo al mío. Notaba el roce de nuestros pechos, mientras una de sus manos jugaba con uno de ellos y la otra había bajado, primero hasta mis caderas, después hasta mi culo. Mis manos tampoco se estaban quietas, recorriendo el lateral de su cuerpo y, metiéndose por debajo de su vestido por la abertura, acariciando también sus caderas, y contemplando atónita que no llevaba ropa interior, tan sólo las medias.

Se retiró un instante de mi y, cogiéndome de la mano, me llevó con ella hasta un reservado, donde se mostró todavía más lanzada. Volvimos a besarnos apasionadamente, acariciándome los pechos por encima del vestido, mientras su boca recorría mis ojos, mis orejas, mi cuello descubierto, provocándome escalofríos de placer. Ella llevaba la iniciativa totalmente, como demostró al bajarme los tirantes del vestido y, sacando mis pechos de las cazoletas del sujetador, empezó a besármelos, provocando que mis pezones se erizasen. En ese momento, Natalia no existía, no estaba en este mundo. Solamente me importaba disfrutar de las caricias de Nuri. Estábamos ensimismadas cuando escuchamos el ruido de la puerta al cerrarse bruscamente, entrando un grupo de chicas, por lo que decidimos volver con el grupo. Salimos con un tiempo entre las dos, para no mostrar lo que había ocurrido, entreteniéndonos a retocarnos los maquillajes. Volvimos al lugar donde se encontraban los compañeros y, al ver que ambas volvíamos sonriendo, Marta me preguntó,

- Parece que habéis hecho las paces las dos, ¿no?

- Bueno, – contesté – podríamos decirlo así. Al parecer todo era un tonto malentendido. Hemos estado hablando y se han aclarado las cosas. Simplemente eso.

- Ya lo veo. La verdad es que me teníais mosqueada las dos. Me considero amiga de ambas y, la verdad, me molestaba estar en medio de una, digamos, batalla encubierta.

- No te preocupes – contesté mirando disimuladamente a Nuri, la cual, al ver que yo miraba, mirando hacia otro lugar, se contoneaba sensualmente.

Al cabo de un rato Nuri se acercó a nosotras, pasando un rato hablando distendidamente hasta que, debido a la hora, decidimos marcharnos. Al día siguiente no teníamos que trabajar, nos habían dado fiesta, pero se notaba el cansancio. Al salir, y con la excusa de que me pillaba de camino para dejar a Nuri en su casa, ella decidió venirse en mi coche, dirigiéndonos en realidad a mi casa. Apenas hablamos durante el camino, simplemente íbamos fumando un cigarrillo, con las ventanillas abiertas, sin prisas, disfrutando de la cálida noche barcelonesa. Notaba una cierta magia en el ambiente, hasta que el encanto se rompió levemente al llegar al bloque donde vivía y meter el coche en el garaje. Al coger el ascensor y cerrarse las puertas volvimos a besarnos apasionadamente, notando de golpe como el ascensor se detenía. Al parecer alguien había pulsado el botón de llamada antes que yo. Era una pareja. Paramos y empezamos a charlar disimuladamente de que si ella tenía algo que recoger de mi casa. Nos consumía la impaciencia, ya que parecía que la pareja no se iba a bajar nunca, cosa que hicieron un piso por debajo del mío. Al bajarnos del ascensor, y mientras abría la puerta, Nuri me abrazó por detrás, volviendo a besarme el cuello y la nuca, lo que provocó que casi no pudiera abrir la puerta. Entramos, y al cerrar la puerta, volvimos a besarnos casi con furia, con un deseo incontrolable, mientras nos acariciábamos. Pasamos al salón, comentándome ella que lo tenía muy acogedor. Le ofrecí una copa, que aceptó, sentándonos a continuación en el sofá. Mientras hablábamos, notaba sus ojazos fijos en los míos. De repente, ella soltó la copa, y acercándose a mí, me volvió a coger del cuello, besándome nuevamente, esta vez con más delicadeza. Respondí a sus besos, mientras nuestras manos no se estaban quietas. Mi mano le acariciaba sus piernas, recorriendo el interior de sus muslos, hasta que llegué a su entrepierna. Con agradable sorpresa comprobé que tenía el sexo completamente afeitado, con tan sólo (como yo) una pequeña pelusa cuidadosamente recortada. Ese detalle me volvió loca. Se notaba suave. Mientras, ella no se estaba quieta, deshaciéndome el recogido de mi cabello. Me bajó los tirantes del vestido y, desabrochando el sujetador, dejó mis pechos al aire, amasándolos y besándolos, recorriendo con su lengua uno de mis pezones, mientras su otra mano pellizcaba el otro, acariciándome el vientre de tanto en tanto.

De repente, ella se levantó y, poniéndose de espaldas a mí, se empezó a quitar el vestido, de una manera como sólo podría hacerlo una bailarina profesional. Al desprenderse del vestido y quedar completamente desnuda, se volvió hacia mí, tapándose con un brazo los pechos con una mano y con la otra su sexo. Tenía un cuerpo precioso, bien formado. Quedó de rodillas ante mí, acercándose como una gatita, con su culo ligeramente levantado y la espalda arqueada, pasando la punta de su lengua por sus labios. Al pegarse a mí, volvió a besar la parte de mi cuerpo que quedaba al aire. Al tomar conciencia de la situación, me levanté, quedando cerca del mueble bar de espaldas a ella. ¿La explicación? Tenía miedo, miedo de que ella estaba cerca de descubrir mmi secreto, de que se rompiera la magia que había en el ambiente. Sorprendida, ella quedó en el suelo, notando como me miraba fijamente. Se levantó, y acercándose a mí por detrás, tan sólo me preguntó,

- ¿Qué te ocurre? ¿Por qué te has levantado de esa manera? ¿Es que te arrepientes de lo que ocurre?

- No es eso, Nuri. Es algo que...., en fin, que es difícil de explicar.

- ¿De qué se trata? Venga, no seas tonta y dímelo.

- No cariño, no puedo decírtelo. Tengo miedo de que algo no te guste y esto se rompa.

- ¿Miedo tú? Venga ya.

Mientras tanto su mano no se estaba quieta, recorriendo con su uña mi espalda, volviendo a provocarme escalofríos. Por detrás como estaba, terminó de quitarme el vestido, haciendo que éste cayera a mis pies. Recorriendo lo que podía de mis piernas, soltó las tiras del liguero, desabrochándolo y dejándome solo con las medias y el tanga. Se pegó a mí, notando como clavaba sus pezones en mi espalda, recorriendo con sus manos mi vientre. Cuando yo notaba que su mano se acercaba demasiado a mi entrepierna, se la apartaba, procurando que fuese de la manera más suave posible. Sin embargo ella persistía hasta que, aprovechando un descuido por mi parte, me bajó de un tirón el tanga, quedando tan desnuda como ella. Instintivamente, mi mano fue a tapar mi "cosita", al objeto de que no pudiese tocarla, hasta que, de golpe, me volvió hacia ella. Decidí no esconderme más. Al descubrir el motivo por el que yo me tapaba tanto, vi como sus ojos se abrían como platos. Cerré los ojos. Sólo escuché un ¡Ah! de sorpresa por su parte. Temí que ella se levantase, se vistiera y se fuese. Sin embargo, no ocurrió tal cosa. De golpe, noté como su mano acariciaba con delicadeza mi pequeño pene. Oí como decía,

- Vaya, vaya. ¿Así que éste es tu "secreto"?

Abriendo los ojos y mirándola, tan sólo acerté a contestarle,

- ¿Mi secreto?

- Sí, no te hagas la despistada. Sabía que escondías algo, pero no me imaginaba en absoluto que fuese algo así. La verdad es que no aparentas en absoluto ser en realidad un hombre.

- ¿Qué sabías exactamente? O mejor aún, ¿qué te imaginabas?

- Muy sencillo. Verás, desde que empecé a trabajar en la empresa, y no sé porqué ya que a mí nunca me han atraído las mujeres, pero inmediatamente me fijé en ti, me gustaste. Llegué a sorprenderme mirando como hipnotizada el balanceo de tus caderas cuando pasabas cerca de mí. Un día, mientras tomábamos un café en la cafetería Roser, María del Mar y yo, pasaste por al lado. Llevabas un pantalón crema, una blusa negra, casi trasparente, dejando entrever un sujetador negro, y me quedé embobada mirándote, sobre todo tu hermoso y bien formado culo. Mará del Mar me sacó de mi embeleso diciéndome,

- "¿Qué pasa, Nuri? ¿Has visto algo es especial?"

- "No, nada" – contesté ruborizándome – "Simplemente me he quedado mirando al vacío".

- "¿Al vacío? ¿O es que ahora se llama así el trasero de Lara?"

- No sabía qué contestar.

- "La verdad es que está bien, pero no miraba eso. Ya te digo, sólo al vacío".

- "No disimules. ¿Recuerdas que te sientas a un par de mesas de mí? La verdad es que tiene un tipazo, de lo mejorcito de la oficina, por no decir lo mejor, pero..."

- "¿Pero qué?"

- "No, nada. No sé lo que estoy diciendo."

- "Venga ya, no seas así. ¿A qué te refieres?" – insistí.

- "Es que no te lo puedo decir. Solamente te puedo decir que es más o menos un "secretillo".

- "¿Un secretillo? ¿A qué te refieres? Venga, dímelo por favor".

- "Es igual, olvídalo. Venga, termínate el café y vamos. Tenemos trabajo para terminar".

- Así lo hicimos, volviendo al trabajo. Pero aquello me dejó muy, muy intrigada. Nunca me imaginé que pudiera ser lo que estoy viendo.

- ¿Y qué opinas? – contesté.

- La verdad es que es algo increíble. Me estás dando un morbazo que no te puedes ni imaginar. Eres guapísima, tienes un cuerpazo increíble. He hablado contigo, y tienes una delicadeza de auténtica mujer: en tu trato, en tu forma de hablar, de comportarte, y mmm...

Mientras hablaba, su mano no se había quedado quieta, y mi pene estaba empezando a reaccionar, alcanzando una mediana dureza, lo que provocó ese ronroneo en ella, añadiendo a continuación,

- ... tienes todo ello combinado con una hermosa polla que, por lo que estoy viendo, me va a hacer disfrutar bastante. Lo mejor de los dos: un hermoso cuerpo de mujer y una buena polla. En fin, increíble.

Y sin añadir nada más, lanzó su cabeza hacia delante, besándola suavemente. Recorría toda su longitud, llegando incluso a lamer mis pequeños testículos. Después hizo el mismo recorrido, salvo que con la lengua, provocando que llegase a una erección considerable, como pocas veces había tenido. De golpe, noté la calidez de su boca alrededor. Se la había tragado casi entera, notando su lengua alrededor de ella y, por los movimientos de su cabeza y su agitación, se notaba que le gustaba lo que estaba haciendo. Sus manos no se estaban quietas, y ahora recorrían los cachetes de mi culo, acariciando mis testículos, amasándolos, llegando incluso a deslizar un dedo por entre mis nalgas, provocándome un respingo de placer cuando noté que rozaba mi ano. Poco a poco, y sin sacársela de la boca, fue tirando de mí para que me tumbase en el suelo, siguiendo ella entre mis piernas. Una de sus manos seguía atareada con mi culo, mientras la otra sobaba mis pechos, pellizcando mis pezones, los cuales ya se habían puesto duros como piedras. Sabía como hacerme sufrir, puesto que, cuando notaba por los movimientos de mis caderas que estaba a punto de correrme, paraba, dándome besos por el vientre, lamiéndolo con su lengua, metiéndola en mi ombligo. Me estaba haciendo disfrutar como una posesa. Pasado un instante, paró en seco y, levantándose, se tumbó a mi lado boca arriba, pidiéndome que ahora fuese yo la que la lamiese, cosa que hice con sumo gusto.

Me tumbé a su lado, empecé a besarla en los labios, las orejas, como ella me había hecho a mí, hasta que empecé a bajar, recorriendo su cuello, hasta que llegué a sus pechos, los cuales se notaban hinchados de excitación, recorriéndolos con mi lengua, mordisqueando suavemente sus pezones, lo que provocaba que ella arquease su espalda. En esa zona me entretuve un rato, hasta que seguí bajando, entreteniéndome en lamer su plano vientre, cosa que se notaba que le gustaba por la leve elevación de sus caderas. Seguí, esta vez por sus piernas, besándolas prácticamente en su totalidad, recorriéndolas con mi lengua, besando la cara interior de sus muslos, los pliegues que forman en las ingles cerca de la vulva, hasta llegar a su sexo. Me gustó mucho lo que vi ya que, como he dicho anteriormente, lo tenía casi totalmente afeitado, al igual que yo, pero ahora pude comprobar que su leve vello era del mismo color que su cabello: rubio natural, y eso me encantó. Lamí su vulva, sin dejar un solo rincón sin explorar, hasta que llegué a su clítoris, el cual besé suavemente, rodeándolo con mis labios, empezando a lamerlo. Ella no paraba de gemir, y su sexo parecía una fuente de la cantidad de líquido que soltaba.

Más atrevida, decidí meterle un dedo en su vagina, sacándolo y metiéndolo, notando como sus manos rodeaban mi cabeza para que no me despegase de su sexo. Poco a poco nos fuimos girando, hasta que quedamos en la posición del "69", iniciando una comida simultánea de nuestros sexos que nos volvió locas a ambas, hasta que nos corrimos casi a la vez, poniéndome la cara y la barbilla chorreando de sus fluidos, y notando yo cómo inevitablemente me iba a correr, cosa que sucedió, acelerando ella la mamada y tragándose toda mi leche, sin dejar escapar una sola gota. Cuando nos corrimos las dos, descansamos un instante y, de repente, se giró sobre mí y volvimos a besarnos apasionadamente, sin parar de repetir ella que había tenido un orgasmo increíble, dándome las gracias. Mientras, sus manos no se habían estado quietas, y seguía acariciándome todo mi cuerpo, mis pechos, mi pene, con lo que logró que volviese a ponerse derecho como un palo, sobre el cual, y sin previo aviso, se ensartó, iniciando una cabalgada salvaje hasta que nos volvimos a correr las dos, corriéndome dentro de su vagina, y notando como sus flujos me ponían chorreando, mientras no parábamos de besarnos y ella seguía agradeciéndome lo que había pasado. Nos quedamos dormidas así, abrazadas, hasta la mañana siguiente. Nos despertamos y volvimos a hacer el amor, primero en la ducha y después otra vez en la cama. Después la llevé a su casa. Desde entonces, nos hemos visto muchas veces, y hemos llegado a meter a su novio en nuestros juegos, descubriendo él su faceta bisexual.

 

Continuará...

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