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Cuando Menos Te Lo Imaginas

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Insensata, inquieta y sutil desnudé mi cuerpo. Recorrí con la mirada cada parte de mi piel, recordando  con frenesí esos momentos.

—No estuvo bien —dije queriendo convencerme. Pero mi mano danzaba juguetona sin poder ni querer alejar esas sensaciones. Los recuerdos seguían mientras continuaba la exploración por mí misma y el calor aumentaba.

Las caricias deleitaban todo mi cuerpo, deteniéndose en esa parte tan delicada y a la vez tan prohibida que tú llegaste a conocer y te proclamaste rey.

Sí, esas sensaciones volvieron y cerrando los ojos me sentí de nuevo tu reina. Mientras una mano danzaba por mis senos, la otra jugaba lentamente con mi clítoris.

— ¡Oh!— Gemí sin poderlo evitar.

Mi cuerpo comenzó a convulsionarse de  placer y tuve que sofocar los gemidos que clamaban por salir, mi esposo no estaba muy lejos y si me oía de alguna manera te traicionaría.  Pero… por otra parte… sentirme observada por mi marido sonaba muy tentador.

Los recuerdos eran amargos, las sensaciones agradables y esa mezcla agridulce me llevó a aquellos ayeres cuando aún tenía dieciocho años:

Te fuiste sin dar explicaciones. Desapareciste sin preocuparte de esta pobre adolescente: Enamorada, ilusionada y con la virginidad perdida. Sí, porque te llevaste todo lo que en aquel entonces era un tesoro para mí.

La única pregunta que nunca pude responder fue:

¿Por qué?

¿Por qué te fuiste sin decir nada?

Recuerdo muy bien el miedo que tuve al mes de irte. Me cansé de buscarte como loca y no saber nada de ti. Los rumores decían que habías huido, algunos que fuiste asesinado.  Incluso se rumoraba que andabas en malos pasos.

Pero el tiempo se ocupa de poner todo en su lugar. “Los años pasan y las personas cambian y maduran”. Al menos eso creía hasta que te volví a ver.

Sí, ahora regresaste y a pesar de los años me parecías guapo a mas no poder. Quise oponerme a hablar contigo. Te rehuí las veces que pude. Pero el destino, el pasado y las ganas de verte pudieron conmigo.

Los recuerdos eran demasiados, detuve el recorrido por mi cuerpo y decidí que era hora de meterme a la ducha, el agua helada taladraba mi piel. Se suponía que era para desahogarme, pero en mi mente solo vagaba tu imagen: ¡Desnudo, pretencioso y balbuceante!

Tú, tú y de nuevo tú ¿Cómo era posible que me enamoraras? Te fuiste sin decir nada y de la misma manera egoísta volviste.

Tus fuertes manos oprimieron mi espalda, tu barba estremeció mi piel, y tu voz gruesa pero sensual me hizo llegar al paraíso. Pero fue tu boca la que jugueteo con mi parte más sensible haciendo que mi cuerpo explotara de placer.

¡Oh mi cuerpo!

Estaba entregado a tu manera, estaba poseído moviéndose a tu ritmo, Me penetrabas como un caballo salvaje. Hiciste de mí una pantera penetrándome con esa pasión que me hacía recordar a la más caliente película pornográfica. ¡Y yo era la protagonista!

Mis senos bailaban al son que esa melodía tocaba. Pero no era música, era esa pasión que recorría como lava hirviente todo mi cuerpo. Por fin la excitación llegó a su límite, explotamos juntos y me apretaste con una fuerza que se me antojó sobrehumana.

Dejé los recuerdos a un lado mientras terminaba de bañarme y otra vez me miré al espejo. Cerré los ojos intentando ahogar mis lágrimas. Ceder a tus encantos después de tantos años no sé si  fue lo mejor. Creí que ya te había olvidado pero con dolor comprendí que no.

Estaba casada sino con el mejor hombre del mundo, sí con uno que me sacó del fango en el que me metiste. Era, es, un hombre bueno y cariñoso. Un hombre que supo calmar mis lágrimas cuando te fuiste.

Sí, lo conocí, desde que platicamos por primera vez supe que él era el calmante de tu partida.  Ni aun hoy podría describirte la avalancha de sensaciones que me envolvieron en aquel tiempo. Desee a Lucas mientras trataba de olvidarte.

No me enamoré, no en aquellos ayeres, pero sí después, la fuerza de la costumbre y su trató fue lo que me hizo quererlo.

Lo importante es que te olvidé, de mi matrimonio con Lucas nacieron dos hijos, el mayor estaba por entrar en la adolescencia. Nunca fuimos ricos pero se podría decir que estábamos en un buen nivel económico.

Bien dicen que nada es perfecto.

Cuando creí que todo se había olvidado. Llegaste a mi vida como un torrencial de agua fría. El pasado apareció de pronto y tuve que esforzarme para mantener todo normal.

Te esquivé con la mirada, pero tú, terco como siempre has sido, me presionaste para vernos en un café. Cedí. Sí, cedí a una plática que se antojaba tan peligrosa como necesaria.

Escogí el lugar más alejado de mi casa.  Al principio traté de parecer fría. Pero después de escuchar tu historia, de mostrarme algunas fotografías y recortes de periódicos, pude constatar que efectivamente te tuviste que esconder porque eras un testigo encubierto.

—No puede ser cierto —murmuré —No puede ser que estuvieras implicado en aquel asesinato

—Desgraciadamente todo es verdad —dijiste mientras tensabas la mandíbula.  

Lloré sin poderlo evitar. Con gesto suave limpiaste mis lágrimas mientras murmurabas cosas tiernas. Mi corazón se estremeció y en ese  momento perdí la cordura.

Aquella noche terminamos desnudos en un hotel: Sudorosos, llenos de éxtasis, y de pasión. Tus labios recorrieron cada parte de mi ser, tus manos se apropiaron de mis carnes y tu miembro se hizo dueño de mi intimidad. Me enseñaste cosas nuevas, me entregaste lo más íntimo de ti, pero sobre todo aprendí que con el ano también se puede dar placer.

No hubo necesidad de un condón. Al menos la pasión no lo creyó prudente. Pero que prudencia íbamos a tener si en esa noche tú fuiste un tigre y yo me transformé en pantera desgarrando tu piel con mis uñas, montándote e incluso tragándome tu semen.

¡Oh! ¡Si Lucas se llegara a enterar!

¿Cuántas veces hicimos el amor? ¿En cuántas diferentes posiciones?

Fui víctima de un impulso o tal vez yo lo busqué a propósito. Lo que sí puedo decir, es que lo que ayer no me importó hoy puede tener fatales consecuencias.

Caíste a mi lado extasiado, tu rostro cansado me inspiró ternura y te besé cariñosamente. Me rodeaste con tu brazo y platicamos tiernamente como antaño, como si nunca te hubieras ido.

Pero hoy es hoy, he vuelto a la realidad.

Fui infiel a mi marido, al que quiero y tengo dos hijos. Pero por el otro lado estas tú con un presente y una explicación coherente de lo que pasó. Aun así  sigues siendo ese fruto prohibido que probé en esa noche de pasión.  

Lo peor o lo mejor será mañana. Tengo que tomar una decisión y no se cual.

—Cariño ven a dormir —Me susurró mi marido. Dejé de mirarme al espejo, apagué la luz y me dispuse a dormir mientras su brazo me atrajo a su cuerpo.

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