Nuevos relatos publicados: 13

Tiempo perdido (07)

  • 16
  • 35.060
  • 9,50 (8 Val.)
  • 0

Cuando llegamos al piso de arriba decidimos en menos de treinta segundos lo que íbamos a hacer. Los dos estuvimos de acuerdo en que una de las cosas más morbosas del polvo anterior había sido lo bien que nos había quedado toda la situación previa, que nos había creado ansiedad y al mismo tiempo nos había excitado porque daba mucha sensación de realismo. Así que para esta ocasión estuvimos de acuerdo en que debía ser igual.

Yo me volví a poner mi ropa y mi madre la suya. Luego entré en mi cuarto y me senté en la cama ojeando una revista. A los pocos segundos entró mi madre.

-Cariño, me voy a duchar –me dijo. Yo asentí y ella se metió en el cuarto de baño. Dejé que pasasen unos tres o cuatro minutos y cuando sentí que el chorro del agua estaba corriendo, me levanté y me acerqué a la puerta del baño. Con mucho cuidado la abrí hasta que por el reflejo del espejo pude ver la ducha. Mi madre, totalmente desnuda y empapada se enjabonaba el cuerpo. En ese momento estaba inclinada sobre sus piernas y sus tetas colgaban gordas y hermosas, apuntando con los pezones al suelo. Entonces se incorporó.

-¡¡Jose!! –gritó. Yo me sobresalté en la puerta (lo hice de verdad, aunque sabía que eso era lo que iba a pasar) y dejé pasar unos veinte segundos entonces respondí sin abrir la puerta.

-Dime.

-Pasa, pasa –entré en el baño y según lo hacía mi madre se giró dándome la espalda aunque no lo suficientemente rápido como para que, durante unos segundos no pudiese contemplar el perfil de sus tetas. Que bonitas eran.

-Anda, frótame la espalda, cielo, que me duelen un horror los codos –yo cogí la esponja y empecé a frotar despacito su espalda pero sin dejar de contemplar extasiado el perfil perfecto de su trasero. La polla empezó a endurecérseme dentro del pantalón.

-Es un engorro esto de los dolores del codo –me dijo mi madre para guardar unos segundos de silencio antes de añadir -¿has visto que viejita empiezo a estar?. Seguro que hasta te da cosa tener que frotarme.

-No mamá –respondí yo sin dudar –estás fenomenal. Si alguna vez me caso, ojalá mi mujer esté igual de bien que tú a esta edad –mi madre se giró ahora totalmente mostrándome sus pechos desnudos, su coño enjabonado, su tripa ligerísimamente hinchada.

-Vaya cielo, muchas gracias, eres un sol –y me cogió con las manos empapadas, la cara y me dio un beso en la mejilla –oye, podías darme ahora uno de esos masajes tuyos tan buenos.

-Vale. ¿Cuándo salgas?.

-Sí, sí. Vete preparándolo que ahora voy yo, tardo tres minutos –salí del baño con la polla totalmente erecta y me dirigí a su dormitorio. En unos minutos mi madre estaría tumbada en esa cama, totalmente desnuda, mientras yo la frotaba con un "inocente" masaje.

Coloqué una gran toalla sobre la cama, saqué un bote aceite y puse música relajante. Esperé no más de un minuto y allí apareció mi madre, vestida con un albornoz. Me miró sonriente.

-Vaya, que profesional.

-Las cosas hay que hacerlas bien o no se hacen. Venga, túmbate –ella siguió sonriendo y se deshizo el nudo del cinturón del albornoz. Como suponía, no llevaba nada debajo. Totalmente desnuda, se tumbó boca abajo sobre la toalla que yo acababa de extender. Yo me coloqué a su lado y me di aceite en las manos, empecé a masajear sus hombros.

-Mmmmmmmmmh, que bien, cielo, que gusto –suspiró ella. Yo seguí masajeándola.

-¿Sabes que tus masajes además de muy relajantes son muy excitantes? –dijo esto sin mirarme, con los ojos cerrados. Luego se giró ligeramente y añadió:

-¿Te puedo hacer una pregunta un poco... complicada? –yo asentí.

-Bueno, a ver, dime.

-¿A ti te excita verme desnuda? –yo detuve mi masaje, me quedé quieto y dudé sobre lo que tenía responder.

-¿Por qué lo preguntas? –mi madre, olvidando totalmente el masaje, se dio la vuelta del todo, quedando frente a mi, boca arriba, recostada sobre sus codos, con sus tetas firmes y su coño a la vista.

-Creo que antes, cuando me has frotado la espalda en la ducha, estabas disfrutando... disfrutando de lo que veías. No has dejado de mirarme el culo ¿verdad?.

-Mamá, yo... –fingí estar nervioso.

-Cielo, dime una cosa, ahora mismo, que estoy totalmente desnuda delante de ti ¿te gustaría... tocarme? –al ver mi supuesta cara de confusión, mi madre añadió –tocarme... en sitios prohibidos para un hijo –yo me quedé quieto, mudo, mirándola fijamente a la cara. Igual que ella. Quieta, muda, mirándome. Ella desnuda, mi polla durísima dentro del pantalón de deporte.

-Abre ese cajón –me dijo señalando el cajón de su mesilla con un gesto de la cabeza. Yo lo abrí y para mi sorpresa (sorpresa real, no sabía que mi madre había preparado el tema así) encontré mis relatos. Los saqué y mi madre me miró con una sonrisa de tener todo bajo control.

-Ahora, quiero oírtelo decir. Quiero que me digas lo que estás pensando, lo que estás deseando y que te ha llevado a escribir esos relatos.

-Mamá... me gustas, me gustas mucho –mi madre me hizo un gesto como para indicarme que había algo que tenía que añadir. Yo me lancé –y quiero hacerte el amor, quiero follar contigo –ella sonrió.

-Ese es mi niño –entonces se incorporó y me besó en la boca suavemente. En pleno beso, ella volvió a quedar tumbada y yo agachado sobre su cara. Sin dejar de besarnos, su mano agarró la mía y la llevó hasta su coño (como había puesto yo en mi relato). Estaba empapadísima.

-Mira, cielo, mira como me has puesto. Estoy muy cachonda, hijo, vas a tener que hacer algo.

-Si, mamá, yo también estoy a mil. Te voy a follar, te voy a joder bien, por todos tus agujeros –volvimos a morrearnos pero esta vez yo empecé a comerla el cuello y bajé hasta las tetas. Las agarré en mis manos y lamí y chupé sus pezones.

-Ooooooh, así hijo, si, como cuando eras un bebé, si, hijo, cómeme las tetas, mi niño –pero al tiempo que decía esto, me empujaba con las manos, la cabeza hacia abajo. Estaba claro que mi madre deseaba que la comiese el coño. Así que tras un paso breve por su vientre, me encontré con la cara enterrada entre las piernas de mi madre, lamiendo y chupando el coño más caliente y bonito del mundo: el de mi madre.

Arrodillado e inclinado sobre su rajita, sujetando con mis manos sus piernas abiertas y sintiendo los tirones de pelo que mi madre me daba por culpa del placer, estuve unos minutos comiéndola el coño.

-Siiiiiiiiiiiii, hijo, siiiiiii, sigue, sigue, ooooooooooh, que bien, hijo, que bien, ooooooh, como me gusta, como me gusta que me comas, ooooooh, que bien, que bien lo haces, si amor, si, no pares, no pares, ooooooooooh, cómeme entera, cómeme todo, hijo, ooooooooooh –gemí y gritaba ella desesperada. Después del segundo orgasmo, me incorporé y sonreí satisfecho al comprobar la cara de placer de mi madre, totalmente agotada. O eso creía yo porque unos segundos después, había dado la vuelta a la situación y era yo el que, casi sin saber ni como, se encontraba tumbado boca arriba, desnudo, mientras mi madre empezaba a comerme la polla.

-Ooooooooooh, mama, si, si, que bien mamaaaaaaaaaaaa, que bien la chupas, ooooooh, si, mama, no pares, joder, no pares, que bieeeeeen –mi polla brillante por la saliva de mi madre, salí y entraba de su boca a gran velocidad. Me masajeaba los huevos, me masturbaba, daba lametones en la punta y se la volvía a tragar.

Hacía ya un año y pico que mi madre me chupaba la polla entre otras muchas cosas que me hacía y me conocía lo suficiente para saber que estaba a punto de correrme y que después de tres orgasmos iba a ser difícil sacarme uno más, así que dejó de chupármela y se incorporó, poniéndose de rodillas en la cama, desnuda completamente. Con un gesto muy sexy se retiró su melenita, echándose el pelo para atrás mientras me decía:

-¿Te ha gustado, te gusta como la chupa mamá?

-Ya lo creo, mamá, eres increíble y la chupas de maravilla. Ven aquí –dije extendiendo mi mano hasta su cuello. Volvimos a besarnos. Poco a poco, en medio de un gran magreo en el que mis manos acariciaron sus tetas y su culo, mi madre se fue colocando encima mío hasta que en un momento dado, dejó de besarme, agarró mi polla con su mano derecha y la llevó hasta su rajita.

-Ooooooooooh, siiiiiiiiiiiii –grité yo cuando entré nuevamente en el coño de mi madre. Ella empezó a moverse lentamente, inclinada sobre mi, besándome en la boca mientras mis manos acariciaban su escultural trasero.

-Si, si, hijo, no pares, ooooooh, no pares, si, que buena, que gorda la tienes, hijo –me susurraba mientras seguía moviéndose encima mía. Mi madre se incorporó y pude ver la cara de placer que tenía y lo que estaba disfrutando de aquello. Yo quité mis manos de su culo y me dediqué a estrujar sus tetas. A pellizcar sus pezones y amasar sus pechos con pasión. Entonces, un tremendo orgasmo nos sacudió a los dos casi simultáneamente y toda mi leche se derramó dentro de mi madre. Un alarido de placer y los dos totalmente rendidos sobre la cama. Eran las dos de la mañana y estábamos totalmente exhaustos después de tres polvos.

-Ha sido increíble –dije yo.

-Esto de simular el primer polvo es muy cachondo, deberíamos hacerlo más a menudo –me contestó mi madre abrazándose a mi.

-Ya lo creo, mamá, no se como no se nos ha ocurrido antes –nos quedamos hablando un rato sobre lo cachondo que nos había puesto fingir que íbamos a follar por primera vez y decidimos que podíamos ir más vees al chalet los dos solos con cualquier excusa y pasar una noche como aquella. Todo esto lo hablamos entre besos y arrumacos más propios de dos adolescentes enamorados que de una madre y un hijo que tienen relaciones incestuosas. Y poco a poco nos fuimos quedando dormidos.

Cuando me desperté siete horas más tarde, era feliz del todo. Estaba abrazado a la cintura de mi madre, que me daba la espalda, totalmente desnudos los dos. Ella seguía dormida profundamente y entonces se me ocurrió algo. Muy cuidadosamente, me levante y fui a por una cámara de fotos que tenía en mi cuarto. Con suerte le quedaría carrete. Así fue. Volví al dormitorio de mis padres. Mi madre seguí durmiendo placidamente. La destapé y la dejé completamente desnuda sobre la cama y empecé a hacerla fotos. De su culo, de su vientre y su monte de venus, de sus tetas, de toda ella...

Cuando se me acabó el carrete, mi madre seguía durmiendo así que me fui a la cocina y me preparé el desayuno. Sin embargo mi madre no tardó ni cinco minutos en aparecer. Según me contó, se despertó justo yo bajaba las escaleras. Llevaba puesta la ropa con la que había simulado la violación la noche anterior y estaba guapísima y morbosísima. Cuando ella se sentó a desayunar, yo acababa de terminar y me levanté a recoger. Cuando volví a la mesa, mi madre jugueteaba con el bote de la leche condensada. Entonces, casi sin pensarlo, se lo quité y metí el dedo dentro del bote y me lo chupé. La miré y mi madre me miraba sonriendo. Volví a meter el dedo pero esta vez se lo di a mi madre para que me lo chupase. Así tres o cuatro ves más. Ella me chupaba el dedo muy despacio, poniendo una cara de lujuria enorme. Mi polla se estaba poniendo durísima y mi madre lo advirtió. Me miró al bulto que mi rabo hacía en el pantalón de deporte y luego me miró a la cara quitándome el bote de leche condensada de la mano. Entonces hizo algo que no olvidaré nunca. Me bajó el pantalón, metió dos dedos en el bote de la leche, los sacó pringados y me los untó por la polla. Y después de mirarme sonriente, se la metió en la boca. Mi madre me estaba chupando la polla después de untármela con leche condensada. Repitió la operación un par de veces más y se lanzó a una mamada desaforada. Mi polla embadurnada de leche y saliva de la boca de mi madre, se deslizaba dentro de su boca a placer. Yo la agarré por la cabeza y la apreté contra mi polla. Sentí como tocaba casi su garganta con la punta y vuelta a empezar.

-Ooooooooooh, mamáaaaaaaa, que bien, que bien, joder, ooooooh, si, mama, no pares, diooooooooos, no pares, que gustooooooo –mi madre sacaba mi polla pringosa de su boca, lamía el glande, recorría todo el tronco con la lengua y volvía a tragársela para darle unos buenos viajes antes de repetir nuevamente la operación. Todo esto al tiempo que estrujaba mis huevos con su otra mano. Era imposible no correrse inmediatamente.

-Mama, me corro, me voy a correr, yaaaaaaaaaaa –no me dio tiempo a más. Un enorme chorro de esperma rezumó la boca de mi viciosa madre embadurnando sus labios y su barbilla de mi blanco líquido. Se lo relamió durante unos segundos y apoyada por sus dedos quedó totalmente limpia.

-Muy buena esta combinación de leche dulce y leche amarga -dijo sonriendo.

-Ven aquí, que ahora me toca a mi –la dije haciendo que se levantase de la silla. Retiré velozmente las tazas del desayuno de la mesa y cogi a mi madre por la cintura. Nos morreamos. Aún tenía el sabor de mi semen en su boca y eso, extrañamente, me excitó.

Se subió a la mesa tal y como yo la había indicado y luego, aguardó a que yo volviese del salón. No tardé ni veinte segundos y cuando regresé, vendé los ojos de mi madre con un pañuelo.

-¿Ves algo?

-Nada, mi amor, todo negro –ella suspiró profundamente –esto es muy excitante, ¿qué me piensas hacer?.

-Chsssssst, calla y espera –mientras mi madre hablaba yo había procedido a quitarla la camiseta y había sacado "algo" del frigorífico –levanta un poco el culo –dije yo para que me ayudase a quitarla los pantalones. Totalmente desnuda sobre la mesa de nuestra cocina, con los ojos vendados, mi madre se estremeció de frío y placer cuando empecé a acariciar suavemente sus pezones que no tardaron en ponerse duros como piedras. Entonces empecé a dejar que el frasco de yogurt líquido que había sacado del frigorífico se derramase desde la parta alta de su pecho hasta su rajita.

-Uuffffffffffffff, mi amor –fue lo único que dijo. Yo empecé a chuparla el yogurt en las tetas, en los pezones, en el vientre... durante tres o cuatro minutos estuve recorriendo el cuerpo de mi madre con la lengua, retirando yogurt y añadiendo más. Así hasta que mi madre no podía más de placer y me pidió que la comiese el coño, que hiciese que se corriese. Entonces me puse de rodillas sobre el suelo de la cocina, coloqué sus piernas sobre mis hombros y me dediqué a lamer la rajita de mi madre con ansia.

-Ooooooooooh, si, siiiiiii, hijo, que bien, ooooooooooh, que gozada dios, que bien lo haces, ooooooooooh, si, si, no pares, no pareeeeeeeees –gritaba ella mientras mi lengua chapoteaba en su coño empapado de jugos vaginales y yogurt líquido de limón. Froté y sorbí su clítoris, metí la lengua en su rajita y repasé sus labios vaginales. Así hasta provocarla dos orgasmos, el primero de ellos increíble por lo que se convulsionó.

Satisfechos los dos, nos abrazamos y nos besamos. Pero nuestros cuerpos aún estaban pegajosos.

-Habrá que quitarse esto ¿no? –me dijo mi madre poniéndose en pie y cogiéndome de la mano. Medio desnudos salimos de la cocina y subimos al piso de arriba. Entonces entramos en el baño dispuestos a hacer algo que hasta ese momento no habíamos podido hacer: ducharnos juntos y desnudos. Mi madre preparó el baño y mientras la bañera se llenaba estuvimos besándonos y diciéndonos cosas dulces como dos amantes quinceañeros. Luego nos metimos en el agua. Mi madre se sentó delante de mi, dándome la espalda, pegados y abrazados por la cintura. Yo enjabonaba con ternura y delicadeza sus tetas y hablábamos de lo bueno que era ser amantes. Mientras, mi polla iba cogiendo nuevamente tono al contacto con el culo de mi madre. Y yo iba dejando las tetas de mi madre hasta que unos diez minutos después de meternos en el agua, se dejaron de oír palabras en el baño y sólo se oyeron los quejidos de placer de mi madre que le provocaba la masturbación que la estaba haciendo. Mi mano, debajo del agua, se introducía y frotaba el coño de mi madre.

-Aaaaaaaaah, aaaaaaaaah, amoooooooooor, siiiiiii –me susurraba sin dejar yo de masturbarla. Para entonces mi polla ya estaba a su máximo nivel de gordura así que le hice a mi madre ponerse en pie, quité el tapón, abrí la ducha y el chorro del agua caliente nos empapó mientras mi madre se inclinaba apoyándose en la pared y yo me introducía, por detrás suya, en su ano. Los dos lanzamos un gritito de placer. No podía moverme muy deprisa porque podíamos resbalar así que tuve que follarla lentamente lo que aumentó mucho el placer. Tenía a mi madre cogida por las caderas, acariciaba sus nalgas de vez en cuando y en todo momento no dejaba de bombear mi polla sobre su culo. Su ano, estrecho y caliente, recibía mi rabo con dificultad y me aprisionaba.

-Ooooooh, si, siiiiiiiiiiiii, que bien, hijo, que bien, ooooooh, hijo mío, me matas, me matas de gustooooooo- gritaba mientras yo me la follaba. Entonces me sobrevino el segundo orgasmo de la mañana y un gran chorro de semen se alojó en el ano de mi madre. Estaba rendido, agotado, exhausto. Igual que mi madre. Desde la noche anterior no habíamos parado de follar.

-Dios, a este ritmo me muero, un día me matas a polvos –me dijo besándome con pasión.

-Yo estoy igual mamá, no puedo más pero estaría todo el día follándote –nos magreamos un rato y nos terminamos de duchar. Teníamos que volver a nuestra casa de Madrid, ella con su marido, mi padre, y yo a mi rutina, a verme a escondidas con mi prima, mi tía y sobre todo, con mi madre, la mujer que más placer me ha dado e la vida.

Nuestras visitas al chalet de la sierra se repitieron. Con escasa frecuencia pero lo hicieron. De aquella lujuriosa noche nos quedó el placer de jugar, de provocar situaciones morbosas y llevarlas a la realidad. Nos quedó el placer de mezclar comida y sexo. Nos quedó una cinta de vídeo con un polvo increíble y unas fotos maravillosas de mi madre durmiendo desnuda. Y claro, nos quedó un gran recuerdo.

(9,50)