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Gracias abuelo (2 de 2)

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Me desperté mil veces mientras dormía y a la mañana, cuando me levanté, me miré al espejo y sonreí pensando que podía ser un buen día. No estaba dispuesta a regresar a Europa con un fracaso. Además, las imágenes que tenía de lo sucedido en la tranquera con mi abuelo, en vez de atenuar mis fantasías y la ebullición de mi sangre, mis deseos se habían agrandado y todo mi cuerpo me solicitaba concluir bien lo que había allí comenzado. Era un cosquilleo permanente entre mis piernas lo que estaba sintiendo y por eso le dije a mi madre que antes de retornar a España me gustaría saludar de nuevo al abuelo y a los tíos.

Cuando íbamos en el auto con mi madre, yo sentía mi vagina caliente y me daba cuenta que mis pensamientos danzaban enloquecidos de excitación. Lo que podía pasar con mi abuelo era la idea que me ponía en ese estado. Yo deseaba que todo transcurriera bien, pero estaba un poco nerviosa, la idea de la familia en la casa esta vez me daba miedo, porque si se enteraban, el escándalo que se armaría sería monumental. Sin embargo, era esa sensación con el peligro, de temor y de estar transgrediendo las reglas sociales aumentaban mi adrenalina y mis deseos sexuales casi como una obsesión.

Mi abuelo no era muy discreto y varias veces tuve que hacerle señas de que hablara más bajo, porque desde que me vio llegar comenzó a excitarse con mi presencia, daba vueltas por toda la casa, me miraba todo el tiempo y me hablaba de él, de todo estos días que había pensado en mí, en lo que había pasado y, hasta me dijo en la cocina: "Me acuerdo de ese chupón que me diste" y aproveché para decirle que debía buscarse una novia. El movía sus manos nervioso, me tocaba la cabeza y los brazos, y de a ratos se perdía en la casa, en las habitaciones o por el jardín, como si no soportara mi presencia en el campo o eso lo alterara demasiado.

Así pasó toda la mañana, yo aproveché para charlar con la familia y tomar mates con facturas. A las 12 horas ya estabamos comiendo un asado y yo me ocupaba de servir la comida, como lo había hecho siempre desde chica, también me ocupaba de servirles el postre a todos. Pero cuando le servía a mi abuelo, yo lo miraba y le hacía una sonrisa y él se inquietaba. El estaba sentado frente mío y yo disfrutaba con eso, casi me divertía de verlo cuando lo rozaba con mi mano expresamente.

Cuando terminamos de comer ayudé a levantar la mesa, sabía que mi abuelo vendría detrás mío como lo había hecho toda la mañana y así fue. Entramos a la casa hablando de un pullover que tenía puesto y que yo le había dicho que le quedaba lindo. El aire era raro entre nosotros, los dos ya sabíamos que nos esperaba algo más ese día, y cuando volvimos al comedor, le pregunté si se iría a dormir la siesta. El me respondió que si, que se acostaría un ratito, entonces aproveché para decirle que traía algo para él y metí la mano en el bolsillo de mi pantalón sacando una pastilla azul de viagra. El me miró sorprendido y dijo: "Esa es la pastilla que dicen..." entonces le dije, "Si ¿queres tomarla? ¡Te dará energías!" y el asintió rápido con la cabeza. Pero antes habíamos estado hablando de los medicamentos que tomaba habitualmente porque yo quería asegurarme que no tuviera problemas de corazón. El me habló de su presión arterial y que estaba muy bien desde siempre. Mi abuelo se tomó la pastilla con una botella de agua fría que sacó de la heladera, se lo veía entusiasmado y hasta me hizo reír porque la daba vueltas en la boca, la mordía y no la tragaba, y tuve que decirle : "¡Pero trágala de una vez o te hará efecto en la lengua!" y así la tragó. Yo estaba tentada de la risa.

El calor era muy fuerte y todos se fueron hacer la siesta, salvo yo que me senté debajo de la parra para leer un relato sobre incesto que me agradaba mucho, humedeciendo siempre mi vagina , pero no tuve que esperar demasiado mi abuelo había ya terminado su siesta y venia caminado en mi dirección. Estaba bien peinado y con una camisa a cuadros, parecía que se iba a una fiesta; entonces le dije : "¿Y abuelo, vamos a caminar o no?"

Ibamos caminando cuando me dijo preocupado que estaba nervioso porque la pastilla no le había hecho efecto; entonces le expliqué que se quedara tranquilo, que la pastilla actuaba en el momento en que él lo necesitara y cuando estuviera bien excitado vería sus efectos. Eso lo calmó. El me llevaba tomada del brazo y me preguntó si no tenía algún pretendiente en el pueblo y le dije bromeando : "¡Noo para qué si dentro de tres días me voy y lo tengo que dejar!" Y nos reímos por eso. Luego dimos media vuelta y volvimos sobre nuestros pasos cuando le dije: "Abuelo, en el medio del camino no podremos probar tu pastilla!" y él dijo que estaba buscando el lugar, y yo le sugerí que fuéramos al galpón donde guardaban ellos los tractores y las herramientas.

Entramos al galpón, cerramos el portón y nos dirigimos directamente al fondo hasta atrás de último tractor. Allí mi abuelo se paró frente mío y me quitó la campera que colgamos sobre una herramientas contra la pared. Me tomó la cara con sus manos, sonrió y me dio un beso en la mejilla izquierda y después en la derecha, yo lo único que no quería era que me besara en la boca y no lo intentó. El me abrazó contra su cuerpo y yo le respondí con mi brazo derecho por la espalda, mientras comenzaba a sentir su sexo duro sobre mi vientre cuando me apretaba. Enseguida comenzó a tocarme el cuerpo, levantó mi pullover y me acariciaba desordenadamente, como lo había hecho la primera vez. Yo le pedí que se calmara, que de esa manera podríamos disfrutar más de ese momento. Tuve que repetirle varias veces que lo tomara con calma porque estaba muy nervioso desde la mañana. De todas maneras se mostró cuidadoso con lo que yo iba diciéndole, como un chico obediente. Le expliqué que teníamos tiempo, que todos dormían la siesta y que no saldrían hasta que el sol no aflojara.

Intentó meter la mano por mi pantalón, pero como no podía hacerlo yo misma me lo desprendí y él me lo bajó hasta las rodillas. Después de acariciar un poco mis nalgas con movimientos circulatorios y tocar mi vagina sobre la bombacha me la terminó bajando totalmente, dejándome desnuda. Yo sentía el ambiente caliente del galpón en mis nalgas, en mi vulva y sobre todo mi cuerpo que ya sudaba, eso me excitó bastante. Enseguida él desprendió su pantalón y un bulto enorme sobresalió de su calzoncillo azul y exclamó: "¡Uy, creo que funciona!". Mi abuelo sacó su sexo afuera y yo lo miré asombrada del tamaño que tenía, no había pensado que hubiera sido tan grande. Su glande parecía una flor abierta y su pene era extremadamente largo, grueso, duro, y rosado, descomunal, casi como el sexo de un caballo. Era una verga tentadora que pensé rápidamente en llevármelo a la boca para saborearla entera, pero solo le toqué sus testículos, que estaban redondos y duros y después tomé el sexo entre mis dedos y le dije: "Si, claro que hizo efecto, mira como estas".

Yo le propuse que si quería podía tocar mis senos; entonces mi abuelo metió de nuevo su manaza debajo de mi pullover y yo me levanté la remera que llevaba y dejé mis tetas al aire, porque no tenía corpiño. El las acarició y chupó mi seno izquierdo con su boca mientras apoyaba su sexo sobre mi vulva. Yo estaba radiante de gozo y sentía el primer espasmo de tanta excitación, estaba contenta y feliz de ese placer que invadía todo mi cuerpo. Le pregunté si quería que lo chupara y cuando me dijo que si, me agaché enfrente de su sexo y me lo metí entero en la boca. Su glande era tan grande que cuando tocaba mi garganta me daba arcadas, pero yo seguía chupándolo de afuera hacia adentro, succionando con fuerza para aumentar su placer mientras mi abuelo gemía con una respiración agitada. El hacía movimientos suaves como si me penetrara por la boca. Yo estaba agachada y sentía mi cola desnuda casi rozar el piso de tierra lo que aumentaba mi sensación exquisita de placer. Estar con el cuerpo desnudo en aquel galpón caluroso por el sol de enero, escondidos para que no nos descubran, chupándole el sexo a mi abuelo de 75 años que estaba por eyacular en cualquier momento, sin remordimientos ni culpas y dispuesta a disfrutar al máximo de ese encuentro, era algo tan intenso y emocionante, que solamente las mujeres que han vivido algo parecido pueden comprenderlo. Ningún novio podría ofrecerme ese estado de excitación.

Mi abuelo me tomó de la cabeza y me levantó hacia arriba, entonces yo me di vueltas para que el metiera su pene en la raya de mi cola, que tanto me gustaba que lo hiciera. Yo no iba a parar hasta tener mi orgasmo y esta vez yo sabía que iba a lograrlo. El quiso penetrarme en esa posición y me acomodé frente a la rueda grande del tractor, abriendo en compás bien mis piernas, mostrándole la cola a mi abuelo. El abrió más mis nalgas y apoyó ahí su sexo, y después de tocar apenas mi vulva con sus dedos, metió su enorme sexo duro en mi vagina totalmente mojada por el flujo que me emanaba desde el interior y comenzó a bombear. Yo sentía esa verga grande que entraba y salía potente en mi vagina, yo sentía como me iba perforando cada vez con mayor violencia y, en esa posición, era como si me estuviera haciendo una penetración anal porque repercutía a cada movimiento en el fondo de mi vientre. Su sexo llegaba hasta el fondo de mi hueco que era chico para el tamaño de su pene. Yo sentía como ese trozo de carne me entraba apasionadamente mientras miraba de reojo su cuerpo presionando contra el mío. Siempre me gustó mirar cuando me penetran, eso aumenta mi excitación.

Yo estaba apoyada con mi cabeza sobre el hierro de la rueda para sostenerme y aunque los golpes de mi abuelo me hacían mal, no me importaba y sentía como su pene atravesaba mi cuerpo abandonado al placer, taladrándome las paredes internas de mi vagina. Mientras tanto, yo me acariciaba con fuerzas el clítoris y con la mano izquierda pellizcaba mis pezones humedeciéndome los dedos. El no hacía un simple movimiento interno de bombeo, sacaba el sexo hasta casi salir su glande, como tomando impulso, y luego lo empujaba con todo su cuerpo fuertemente. Fue hasta que a mi abuelo se le escapó su sexo afuera, y yo aproveché para decirle que si quería meterlo en mi cola podía hacerlo y él me dijo que sí Yo escuché como se chupó su dedo que apenas rozó mi ano y enseguida apoyó su sexo sin encontrar el orificio de mi recto; entonces yo misma, tomando su pija con mi mano derecha, lo guié hasta la entrada de mi cola. Le expliqué que fuera metiéndola lentamente porque su cabeza era demasiada grande, pero él no me escuchó y, bruto como era, me la metió de un solo golpe. Yo sentí los tejidos de mi ano romperse, sentí algunas lágrimas que saltaron de mis ojos y mi cabeza que dio de golpe contra la rueda del tractor. Luego sentí como su palo de carne empujaba hacia adentro mis excrementos, como me venía una repentina ganas de hacer caca y, de golpe, el dolor se fue transformando en placer, una enorme sensación agradable y de delicia parecía nacer desde el fondo de mi útero reventado. Mi abuelo me culeaba con fuerza, sosteniéndome con sus dos manos por las caderas y tirándome hacia atrás al mismo tiempo que él empujaba con todo hacia adentro mío para que su sexo entrara más profundamente. A cada golpe que me daba en el culo, yo sentía que me repercutía en lo mas profundo de mi recto, hasta el duodeno parecía recibirlo. Y al mismo instante, sentía sobre cada centímetro de mi piel el gozo que me invadía. Mi abuelo no me culeaba como un ser humano, él me copulaba como los animales, desesperado por sus deseos de tantos años contenido y de pronto mi cuerpo se quedó tenso, mis piernas temblaron ante una especie de descarga eléctrica se deslizó por todo mi cuerpo, como si fueran golpes epilépticos que subían desde mis pies hasta la cabeza, desde mi ano hasta mis senos, desde mis tripas hasta mis sienes y mi orgasmo reventó con tanta fuerza que creí desvanecerme. La mezcla de miedo y de prohibido me había vuelto loca y yo quería que mi abuelo continuara porque mis orgasmos no se detenían, iban reventando unos tras otros. Por primera vez yo tenía orgasmos múltiples que saturaban de placer hasta en mis sienes. Fue recién cuando se cansó de perforar mi culo que mi abuelo se detuvo sacando su sexo de adentro y se apoyó fatigado sobre mi espalda. En ese momento, sentir el peso de mi abuelo apoyado sobre mi espalda y su sexo, aún duro porque todavía no había eyaculado, pegado por el sudor y los flujos sobre la raya de mi cola era una sensación divina donde yo hubiera querido detener el tiempo.

Yo pensé que allí abandonaría, pero volvió a penetrarme por la vagina, siempre con más fuerza, como si le hubiera dado rabia no haber eyaculado en mi cola. Allí yo experimenté de nuevo su sexo y sus manos que hurgaban entre mis nalgas para abrirlas más y meter más profunda su pija que ya no encontraba lugar en mi vagina llena de su carne. Mi abuelo seguía tomándome de las caderas y me penetraba fuerte; entonces yo me corrí para apoyar la cabeza sobre la goma de la rueda y poder soportar los golpes contra mi cuerpo, hasta que exploté en otro orgasmo que sentí venir desde el interior de mi estómago. No tenia necesidad de tocarme el clítoris ni de pellizcarme mis pezones. Hubiera querido gritar ese orgasmo del incesto que ya no me asustaba y me estaba dando tanta satisfacción que el cuerpo mío me parecía chico para tanto deleite, pero tuve miedo de que me escucharan desde afuera y gemí con una respiración fuerte y ahogada que mi abuelo también sintió y respondió con un bombeo mayor y con su propio gemido de placer, hasta que sacó su sexo medio muerto de mi vagina.

Yo me paré y volví a chupar su sexo sucio de su esperma, de mi flujo y de mis propios excrementos, limpiándolo con mi lengua, mientras que él continuaba haciendo movimientos de penetración en mi boca y me decía que creía que ya había "escupido". Lo chupé mucho, por todos lados, hasta que quedó bien limpio, y mi abuelo sacó su sexo de mi boca para ponerse el calzoncillo y terminar de vestirse. El volvió a acariciar mi vagina toda mojada, que comenzó a hacer ruidos extraños, eructando llena de aire, producto de ese sexo que venía de abandonarla, como si se quejara por eso...

El se sentó sobre una bolsa de soja y se puso a armar un cigarrillo. Yo lo hice en el piso, apoyándome en el tractor porque estaba casi desvanecida, todo mi cuerpo temblaba aún de dolor y de placer y sentía la sangre que latía por todas mis venas. Nunca en mi vida había tenido un polvo con esa intensidad; entonces yo también me vestí y los dos nos reímos cuando cada uno sacó de su bolsillo una toallita blanca para limpiarnos las manos. Después salimos del galpón y caminamos hasta la tranquera charlando de todo y de nada, y volvimos a la casa.

Recuerdo que las marcas de esos orgasmos me quedaron pegado a la piel durante muchos días y mientras regresaba en el avión, cuando todos dormían, yo pensaba en mi abuelo, en el campo y en el galpón y, debajo de la manta que nos habían dado para cubrirnos, yo me acariciaba tiernamente la vagina por encima del pantalón. Esas vacaciones habían sido inmemorables para mí, tenia la sensación de un viaje perfectamente terminado. Yo retornaba contenta y feliz.

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