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Ese desconocido

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Una mala noticia al igual que una buena, siempre eran motivos para retirarse a su lugar especial.

Le encantaba sentarse en el maletero de su coche, poner la música alta, mirar al horizonte y pensar en los pros y los contras, o no pensar en nada, simplemente dejar la mente en blanco y relajarse.

Ese día no estaba allí para relajarse, tenía que tomar una decisión importante. Absorta en sus pensamientos, con las piernas cruzadas, apenas oyó los primeros gritos de socorro, rápidamente salto y bajo el volumen de la música, y fue cuando lo escucho claramente. Se acercó a paso ligero a la orilla del pantano y lo pudo divisar.

¿A qué loco se le ocurriría meterse en un pantano? Y más sabiendo que el agua lo puede arrastras a la presa, como era el caso.

Sin dudarlo se tiro al agua, nado hasta ese loco, y justo al llegar a su altura, él le dijo que lo dejara, pelearon en una lucha absurda, ella por sacarlo del agua, él para que ambos permanecieran en ella. La chica morena empezó a perder fuerzas pensó que desvanecería. Fue en ese momento cuando él la tomo por la cintura, la apretó fuerte contra su pecho, le aparto el pelo mojado de la cara y la miro fijamente a los ojos, los dos respiraban agitadamente.

―¿pero qué es esto? Pensaba ella, ¿acaso no estaba siendo arrastrado?

Él se acercó hasta casi rozar sus labios, ella no sabía qué hacer, una parte le decía dejarse llevar, la razón le decía salir corriendo de allí.

―Te esperaba, desde hace muchos días. Has tardado en volver.

¿La espiaban? Sí, claro que sí, él lo ha dejado claro pero por alguna extraña razón no quería zafarse de sus brazos y lo rodeo por el cuello, acariciando su nuca, acercando sus labios a su oreja, susurrándole qué quién era él.

―Eso no importa ahora.― la cogió entre sus brazos y la llevo a la orilla, la tendió sobre la arena y comenzó a besarla salvajemente.

Ella se escapo difícilmente de aquel cuerpo que la apresaba y se coloco sobre él, robándole la camiseta y tirándola, comenzó a morder su cuello, sus labios, a gemir suavemente en su oído, a lamer su lóbulo. Llego a su pecho y se entretuvo con los pezones, los cuales vio como se erizaban, le miro a los ojos, unos ojos llenos de fuego, sonrió pícaramente y siguió bajando por su vientre, se aparto para desabrochar los pantalones y quitarlos rápidamente, sentía una excitación que jamás había sentido, estaba con un completo desconocido, sabía que la espiaba, pero no quería parar., siguió con su ropa interior, ese hombre del que ni siquiera conocía su nombre, estaba desnudo bajo ella, volvió a tumbarse, como gata en celo y comenzó a jugar con el miembro de este. Acerco despacio sus labios, sin apenas rozarlo, mirándole a la cara, salvaje, deseosa, sin pudor, sin tabúes, saco su lengua, y comenzó a hacerle suaves círculos, con la punta de esta, poco a poco, fue recorriéndolo, de arriba abajo, de abajo arriba, volvió a separarse, a escasos milímetros, abrió un poco su boca, y comenzó a meterse el miembro, muy muy despacio, quería transmitirle su pasión, su celo, su excitación mientras iba metiéndola en su boca, su lengua no paraba de jugar, la apretaba para que sintiera la bola de su pendiente.

Se retiro y rápidamente se desnudo, necesitaba sentir el calor de esa piel, rozarse con él, se deslizo y volvió a la postura que tenia, ahora podía rozar sus pechos con los testículos, mientras se apoderaba de su miembro. Jugó un poco más, mientras su sexo se empapaba, hasta que no pudo aguantar y se sentó a horcajadas sobre ese cuerpo desnudo que le hacía arder, froto su sexo con el opuesto, notaba sacudidas leves en su clítoris, deseaba follar con él y se lo hacía notar por los movimientos de su cuerpo, pero en un movimiento rápido y sin saber cómo, ahora era ella quien se encontraba debajo, como esos labios devoraban su cuerpo, mordían su cuello, sus hombros, su boca se paro en sus pechos, le mordía los pezones, lo cual la hacía vibrar, gemir y arquearse, él sabía lo que ella quería, bajo hasta su sexo.

―Pídemelo.

―Simplemente, dámelo. Su voz salía ahogada, era un ruego, pero él quería escucharlo.

―Si no me lo pides, no te lo daré. Suplícame.

Ella tardo unos minutos, era una chica dura.

―Por favor, sopla mi clítoris, lame mis labios, devórame, cómeme entera.

La sonrisa del desconocido apareció triunfadora en su rostro, abrió el sexo de ella, soplo, froto su barba, y saco su lengua, recorriéndolo cual helado, la diferencia es que ella no estaba helada, si no ardiendo, y él lo sabía.

Apretó su clítoris con sus dientes, le daba lentos golpes con la lengua, ella no aguantaba más, acariciaba el pelo del desconocido, apretando su cabeza levemente, como si le pidiera que entrase dentro de ella.

Se retiro, subió hasta su boca, mordió sus labios y en el momento en que ella menos lo esperaba, la embistió sin contemplaciones, lo cual la hizo gritar, la penetración la llevo a ese límite entre el dolor y el placer, la pillo de improvisto, pero eso no la hizo parar y elevo su cintura pidiendo más. Él hundió su cara en el cuello de ella, mientras la penetraba una y otra vez, la follaba de manera tan salvaje, tan "suciamente" que ella pensaba explotar de un momento a otro,

―No sé quién eres― le susurraba entre gemidos entrecortados.― Jamás he follado, más bien creo que siempre he hecho el amor.

―¿Quieres que pare?

―No, no quiero que pares, quiero que sigas, que no pares, que me des más.

Él se levanto, se sentó y la sentó encima, sabía que eso volvía loca a las chicas, sabía que el rozar el clítoris era una de las cosas que más placer les daba. Ella botaba sin parar, él lamia y mordía sus pezones, hasta que ella no pudo más, se abrazo a él, pegándose fuerte, él le apretó el culo.

―Dios pequeña, como sigas gimiendo en mi oreja me voy a correr.

Nada más decir eso noto la humedad de ella chorrear por su sexo. La retiro deprisa, la puso de rodillas, y penetro despacio su culo, sabía que ese paso tenía que ser lento, o el dolor arruinaría su final. Cuando estuvo dentro comenzó movimientos suaves, sin apenas sacarla. Ella estaba confusa, jamás había probado el sexo anal, lo cual el supuso rápido pero al cabo de un momento, los movimientos de caderas de ella, le hacían saber que podía seguir, ella le daba permiso con su lenguaje corporal, le pedía más y tras unos pocos movimientos no pudo aguantar más y la envistió fuerte, dos sacudidas y llego al éxtasis, la agarro por la cintura cuando noto que la chica desvanecía, sabía que eso le había dolido bastante pero no pudo remediarlo. La tumbo lentamente en el suelo mientras su polla salía despacio de su ano, se tumbo a su lado, comenzó a besar su espalda.

―¿Volverás pronto?

―No lo sé, hoy vine para tomar una decisión.

―¿y ya la tomaste?

―Puede ser.

Beso los labios del desconocido, cogió su ropa aún mojada y desapareció.

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