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Mi adolescencia: Capítulo 24

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Rafa no dejaba de susurrar cosas para sí mismo y mentiría si dijera que entendía todo lo que decía, pues eran mezclas de susurros y murmullos inaudibles. Creo que solo entendí una vez que me dijo algo así como: “muy bien, me encanta que seas así de buena, así de sumisa”. El bulto de la erección dentro de su pantalón se notaba un montonazo y su rostro reflejaba un deleite continuo. Las caricias por encima de mi pantaloncito se fueron turnando con caricias sobre mis pechos por encima de la camiseta. En un determinado momento dejó de acariciarme con ambas manos porque una de ellas la utilizó para acariciarse a sí mismo la entrepierna. Le veía gozar y yo también estaba gozando mucho. Estaba muy excitada y disfrutando el momento, tratando de no racionalizar todo como era habitual en mí. Tarde o temprano tenía que llegar el momento en el que Rafa, con un movimiento visceral y brusco se desabrochó el pantalón y se bajo la cremallera para meterse la mano más cómodamente. A mí todo esto me parecía tremendamente erótico, era un momento repleto de sensualidad y se respiraba sexualidad en todo momento. Y, debo reconocer, que el enorme bulto del pene de Rafa en el pantalón también me excitó.

Hay que admitir que Rafa sabía tocar mi cuerpo y jugar con mi ropa de forma tan perfecta que conseguía que disfrutase cada segundo. Cierto que ya llevábamos muchos meses jugando con el tema de la ropa en plan fetichistas y que sabía excitarme con sus caricias y sus palabras, pero nunca como aquella tarde (intensificada además, como no, porque seguía yo sin responder al SMS de Edu) consiguió excitarme tanto. Hasta el punto que en cierta manera me molestó que se acariciase con una mano a sí mismo en vez de emplear las dos en mi cuerpo. Estaba tan sumida en ese estado de excitación y erotismo que cuando me susurró: “¿podemos ir un poco más allá, verdad?” no pude ni contestarle, supongo que se me pasó por la cabeza decirle algo, pero solo sé que las palabras no salieron de mi boca. Solo quería gozar ese momento y nada más. Rafa debió interpretar mi silencio como una afirmación, pues acto seguido se sacó el pene por fuera del calzoncillo para, acto seguido, de forma violenta y rápida quitarse del todo el pantalón y el calzoncillos, los cuales tiró bien lejos. Se quedó desnudo completamente de cintura para abajo, dejando a la vista un inmenso y majestuoso pene, incluso diría que estaba más grande, si esto era posible, que la otra vez siete meses atrás.

Cogió su pene con una mano con fuerza y firmeza. Lo apuntó hacía mí y empezó a pasarlo por encima de mis shorts. Primero por los muslos y luego por la entrepierna. Fue muy erótico. Muy intenso. Muy inolvidable. Dijo: “Dios, la de veces que he soñado hacer esto con cualquiera de tus pantaloncitos, llevo siglos queriendo hacerlo”. El toque fetichista de esas palabras me entonó, siempre que mezclase frases fetichistas con sus actos hacían que me excitase más y disfrutase más esos momentos. No se limitó solo a los shorts, pues también lo pasó por toda mi camiseta, restregándolo fuertemente contra mis pechos y casi golpeándolo como si eso le proporcionase más placer. Incluso lo pasó un poco por mi cara, pero como hice un leve gesto de desaprobación apartándola enseguida se dio cuenta que eso era ya pasarse mucho. Por lo que se limitó simplemente a pasarlo por el pantalón y la camiseta. Fue tremendo. Un subidón adrenalítico erótico brutal que me excitó muchísimo. Pocas veces hasta ese momento había tenido yo interés por el miembro viril masculino pero en esos momentos me encantó que ese enorme pene recorriese todo mi cuerpo de arriba abajo.

En esos momentos de placer tan intenso cerré los ojos para sentir y asimilar mejor todas las emociones que estaba experimentando y sintiendo. Solo los volví a abrir cuando noté cómo Rafa me desabrochó el botón del pantalón y me bajó la cremallera. Puse un gesto de desaprobación y estuve a punto de gritarle que parara, que ya sabía que había ciertos límites que no se debían pasar. Pero no pude hacerlo pues él se abalanzó sobre mis pechos y empezó a comerme las tetas por encima de la camiseta. Yo notaba como rozaba y chocaba su pene contra mi entrepierna y, de repente, la violencia visceral se apoderó de él. Con vehemencia y brusquedad me dio la vuelta y me colocó bocabajo en la colchoneta. Y con una gran velocidad y rabia colérica me bajó el pantalón hasta por lo menos la altura de mis rodillas. Lo hizo con agresividad, violencia y mucha fuerza, como si estuviera crispado, frustrado y cabreado por algo. Yo me quedé horrorizaba por sus actos. Nunca había visto a Rafa así de apasionado y alocado, así de visceral y tan ansioso de deseo. En todos los meses anteriores la contención era su marca característica pero esa tarde estaba desatando todos sus demonios internos y exorcizando todo el deseo sexual que tenía acumulado hacía mí.

No puedo negar que yo estaba tremendamente excitada y que estaba disfrutando el intenso momento erótico, sensual y muy sexual que estábamos viviendo pero aún no estaba preparada del todo para que esto dejase de ser una fantasía light. Cierto que habían pasado ya casi 5 meses desde que hice el amor con Edu y que desde entonces no había vuelto a tener ninguna otra relación sexual. Pero Rafa no me dio elección posible pues llevado por el arrebato más pasional, libidinoso, lascivo y carnal me bajó las braguitas y empezó a chocar su pene contra mi vagina. Yo no quería. Yo no quería seguir por este camino y quería que todo fuese más despacio y con calma. No quería que nuestros encuentros pasasen de ser light a algo tan brutal y radical. Intenté quejarme y protestar, pero fue inútil, pues cuando quise abrir la boca solo salió un intenso gemido pues Rafa acababa de introducir su inmenso pene dentro de mí. Me acababa de penetrar y lo había introducido hasta dentro. Estuviese preparada o no, me gustase o no, estaba haciendo el amor por segunda vez en mi vida. Habían pasado casi cinco meses de lo de Edu y allí estaba, sin haberlo previsto ni planificado, follando por fin con Rafa tras tantísimos meses de juegos, fantasías y encuentros light. ¿Estábamos ambos preparados para ello? Estaba claro que él sí, yo no estaba tan segura de ello, pero sinceramente estaba disfrutando tanto de ese momento que no pude pararme a analizarlo ni a reflexionarlo con calma.

Si tuviera que definir de alguna manera esta segunda vez en mi vida que lo hacía se podría denominar como un puro acto sexual repleto de deseo. Si con Edu en Abril fue una combinación de muchos factores acumulados a lo largo de los años (sentimentales, emocionales, sexuales, fetichistas, etcétera) con Rafa fue en cambio la culminación de un deseo carnal brutal que se había ido amontando dentro de él, con infinita paciencia, hasta soltarlo del todo. Nuevamente fui igual de imprudente y de estúpida que con Edu, pues lo estábamos haciendo sin preservativo y eso era un riesgo brutal, más aún estando Rafa tan ciego de deseo que ni podía ni quería controlar. Fuimos unos irresponsables totales. Pero es que ninguno de los dos probablemente esperábamos que aquella tarde desembocase en un manantial de sexo brutal y visceral. Cierto que había mucho deseo reprimido y acumulado pero eso no era excusa para dejarnos llevar por nuestros instintos más primarios e irresponsables.

Lo que más recuerdo de aquella inolvidable tarde fue que lo hicimos en la posición del perrito encima de la colchoneta durante muchísimo tiempo y que jadeamos sin parar durante todo ese tiempo. Estaba Rafa tan excitado y concentrado en embestirme que ni siquiera pudo quitarme la camiseta y se centró en poner sus manos en mis caderas para penetrarme una y otra vez. Fue el cenit de la excitación, el deseo y el ardor mutuo entre ambos. Aunque supongo que para él fue también la culminación a tantos y tantos meses de castración, crispación y frustración sexual conmigo. Por fin había llegado su recompensa y la estaba disfrutando en toda su intensidad. Nunca me propuse que llegásemos a tanto y que pasáramos de nuestros encuentros light a un encuentro sexual total, pero estaba claro que ambos lo necesitábamos y que era ya el momento para ello. Y, aunque no estaba contenta del todo porque hubiera ocurrido, no podía negar que estaba disfrutando muchísimo, más de lo que nunca supuse, y que el tener su inmenso pene dentro de mí entrando y saliendo sin parar fue un éxtasis total. Aunque no llegue a correrme, pues justo cuando estaba a punto de llegar, Rafa se salió violenta y vehemente de mí. Eso me desconcertó y frustró muchísimo, aunque solo un par de segundos después comprobé por qué lo hizo: de su pene empezó a brotar semen a borbotones, muchísimo, mucho más que cuando lo hice con Edu, fue semen sin parar que desparramó alrededor de la colchoneta. Acto seguido no sé que pasó pues ambos nos quedamos completamente dormidos encima de la colchoneta.

Cuando desperté más de media hora después solo me sentía como si me hubieran dado una paliza. Me dolía todo el cuerpo y todo el placer sexual que me había proporcionado Rafa también había supuesto una sucesión continua de esfuerzo físico, violencia y agresividad. Rafa dormía como un niño pequeño a mi lado y su inmenso pene ahora era una cosa minúscula y arrugada. Estaba agotada, atolondrada y flipada por todo lo que había pasado. Había disfrutado muchísimo y no me arrepentía pero necesitaba irme a casa para reflexionar, calmarme y asimilar todo lo que había pasado. No acababa de creerme que acababa de hacer por segunda vez el amor en mi vida. Mis 17 años estaban resultando mucho más asombrosos y fascinantes de lo que nunca imagine. De repente pensé en Edu, o concretamente en el SMS sin responder de Edu, y no pude evitar formar una sonrisa maliciosa en mi rostro. Pensé: “caray, que día más completo, por fin mandé a la mierda al niñato de Edu y superé mi obsesión con él y, por otro lado, acabo haciendo el amor de forma visceral y salvaje con Rafa. Un día completo, sin duda”.

Cuando quise darme cuenta Rafa ya también se había levantado y parecía tan atolondrado y desorientado como yo. Parecía otra persona, más calmada, tranquila, sosegada y relajada, e incluso hasta me pareció detectar algo de pudor y vergüenza en su rostro. Enseguida me di cuenta qué era de lo que más se avergonzaba, pues cogió la fregona de la esquina del gimnasio y fregó con rapidez todo el semen desparramado alrededor de la colchoneta. Acto seguido me sonrió y solo soltó estas palabras: “¿ha estado bien, verdad?”. Era una pregunta retórica, pues su rostro reflejaba que se lo estaba diciendo a sí mismo y que no quería ninguna respuesta. Yo también sonreí. En cierta manera Rafa era un encanto y como un niño pequeño. Cierto que lo nuestro solo eran encuentros sexuales para calmar nuestro ardor adolescente, pero sí que es cierto que algunos sentimientos estaban floreciendo poco a poco. Aunque aún habría de pasar bastante tiempo hasta que se manifestaran del todo. Aquel para ambos fue un día histórico (nunca supe si él perdido la virginidad ese día, jamás se lo pregunté), pero era histórico en muchos aspectos, y un punto de inflexión importante en nuestros encuentros.

Ambos salimos del gimnasio y nos despedimos afectuosamente al llegar a mi portal. No con un beso, pues al fin y al cabo no éramos novios ni nada parecido, pero si con una suave y tierna caricia en las manos al mismo tiempo que me preguntaba: “¿te apetece quedar mañana a la misma hora?”. Yo asentí con la cabeza. Y fue realmente un acto reflejo pues ni había escuchado la pregunta ni pensé por un segundo la respuesta. Pero cuando quise reaccionar ya Rafa había desaparecido de mi portal. Esa noche en la cama, al recordar todo lo que había pasado, mi corazón empezó a acelerarse y a desbocarse tanto que era incapaz de dormirme. Acababa de hacer el amor por segunda vez en mi vida y había sido igual de apasionante y determinante que la primera vez cinco meses atrás. En esos momentos fue cuando me acordé del SMS de Edu que aún estaba sin responder. Cogí el móvil. Lo volví a leer y dije llena de orgullo y dignidad: “que le den”. Y acto seguido me quedé profundamente dormida.

Al día siguiente, a pesar de ser todavía un veraniego día de Septiembre, yo no dejaba de tener escalofríos y temblores por todo el cuerpo. Desde que me levanté estaba inquieta y nerviosa. Me di cuenta perfectamente que la única forma de aplacar mi nerviosismo era haciendo cosas sin parar por lo que me puse a ayudar en casa a mi madre, luego quedé con las amigas para charlar, luego ordené mi habitación, etcétera. Cualquier cosa con tal de hacer tiempo hasta mi cita con Rafa y aplacar esa inquietud que me producía tanta ansiedad. ¿Por qué estaba tan nerviosa si había quedado cientos de veces antes con Rafa para estos juegos y encuentros? ¿Tanto había cambiado mi concepto respecto a él después de hacer el amor el día anterior? En parte era absurdo el estar nerviosa, pero estaba claro que lo del día anterior fue un importantísimo punto de inflexión en nuestros encuentros. Habíamos pasado ya al siguiente nivel y ya nada tenía que ver con lo ocurrido hasta entonces. ¿Tan trascendental era el sexo como para trastocarme tanto y ponerme tan nerviosa? Pues sí, parecía que sí. De todos modos una cosa tenía clara, muy clara, y era que lo del día anterior era algo excepcional y que no se volvería a repetir. Seguiríamos con nuestros juegos entre light y menos light pero nunca volveríamos a llegar a un extremo tan salvaje como el día anterior. Quería volver a imponer ciertos límites y no desmadrarnos todo. Al fin y al cabo a mí lo que más me seguía excitando era el juego del deseo y el fetichismo y no el acto sexual en sí.

Por lo que con paso firme y decidido me dirigí al gimnasio donde me estaba esperando Rafa. Desde un principio le iba a dejar las cosas claras y a decirle que necesitaba ir más poco a poco en plan light para que todo fuese más excitante e interesante. Nada más verme sonrió y me piropeó diciendo: “que guapa estás con ese vestido, estás preciosa, que bien te queda”. Agradecí que fuera tan halagador y me hizo sentir muy a gusto. Al fin y al cabo me encantaba que toda mi ropa le pusiese y le gustase, ese rollo fetichista era esencial en nuestros encuentros. Me disponía a hablar y a soltar mi discurso largamente preparado y meditado durante toda la tarde cuando inesperadamente se lanzó a besarme el cuello. Yo empecé a decir: “Rafa, un segundo, que quiero hablarte antes de algo”. Hizo caso omiso a mis palabras pues me empujó con delicadeza y firmeza contra una de las paredes e intensifico los besos en el cuello al mismo tiempo que empezó a acariciarme los pechos por encima del vestido. Traté de nuevo de volver a hablar con él antes de que se disparase mucho más con sus actos, pero en ese momento me di cuenta que no solo él estaba disfrutando de dichas caricias sino que yo también, y que las necesitaba tanto como él. Estaba anhelante y ansiosa de volver a ser deseada y de volver a experimentar, aunque fuese parcialmente, lo del día anterior.

Rafa no dejaba de tocarme y acariciarme los pechos con fuerza y pasión. De repente soltó: “que ganas tengo de ver estas tetas, tengo unas ganas locas de verlas y tocarlas”. Era cierto, a pesar la inmensa fogosidad y desenfreno del día anterior mientras hicimos el amor, no llegó nunca a quitarme la camiseta ni a verme los pechos. Yo me sentía un poco confundida, pues por una parte no quería que esto se desmadrase mucho pero por otro lado me sentía con ganas de excitarle, incitarle y provocarle para ver si conseguía una inmensa erección otra vez. Por lo que cuando empezó a bajarme los tirantes de mi vestido no hice nada para impedírselo. Pensé: “bahh, ya le pararé esos avances otro día, ya en el futuro pondremos las reglas y las restricciones, pero hoy dejémonos llevar”. Estaba claro que aún estaba influida por el envolvente y brutal ambiente erótico de 24 horas antes. Rafa saboreó mucho lo de bajarme los tirantes, pues lo hizo muy lentamente mientras me comía los pechos sin parar al tiempo que decía: “que tetitas más preciosas, que tetitas más maravillosas”. Acabó quitándome el vestido del todo pero no me lo quito con furia, con fiereza o con violencia, sino con suavidad, delicadeza y saboreando cada momento. Al cabo de un minuto estaba solo en sujetador y braguitas y cierto pudor se apoderó de mí.

Si yo tenía pudor, Rafa tenía exactamente todo lo contrario, pues se encontraba desinhibido, risueño y feliz dejándose llevar por sus impulsos e instintos más primarios. Se abalanzó sobre mis pechos y empezó a comérmelos por encima del sujetador mientras murmuraba muchas cosas de las que solo podía entender algo así como “tetitas preciosas” y, de repente, al igual que el día anterior, la vehemencia se apoderó de él y me bajó con fuerza y rabia el sujetador del todo. El contemplar mis pechos por primera vez le aportó un brillo en sus ojos que me sorprendió. Nunca había visto ese brillo tan especial e intenso en sus ojos, y nunca volvería a vérselo, pero sus ojos y su sonrisa manifestaban una felicidad y deseo consumado al contemplar los pechos. Sin duda era muy especial ese momento para él, ¿sería acaso la primera vez en su vida que le veía las tetas a una chica? Parecía raro pues Rafa tenía ya 19 años y siempre parecía que tenía mucho éxito con las chicas, pero estaba tan ensimismado contemplando mis pechos que todo parecía indicar que sí que era la primera vez que se enfrentaba a este momento. Y si me había bajado el sujetador con vehemencia se lanzó con mucha más violencia a tocarme y besarme los pechos. No cesó de comérmelos y saborearlos, como si la vida le fuese en ello. Cada vez más aceleradamente los fue acariciando y tocando. A veces los tocaba con violencia y agresividad, y otras veces con ternura y tacto. En ambos caso a mí me encantaba.

Si pensaba que ahí se iba a acabar todo qué equivocada estaba. Pues de repente con una gran brusquedad, rudeza y fiereza me dio la vuelta y me empujó contra el espejo de la pared. Esto me desconcertó por unos segundos. Rafa buscó en su bolsillo algo de forma apresura y nerviosa. Al cabo de pocos segundos pude ver lo que era: un preservativo. Eso sí que me desconcertó más aún. ¿Tenía planificado desde el principio volver a hacer el amor otra vez hoy? Yo no me lo había planteado ni loca, es más, venía con ideas muy claras de que ese día volviese a ser todo más light sexualmente hablando. Lo del día anterior solo era un desliz llevados por una pasión irrefrenable que no debía volver a repetirse. Pero estaba claro que Rafa no pensaba igual que yo y antes de que me diera cuenta me encontré con las braguitas bajadas y penetrándome por detrás, en plan perrito, al igual que el día anterior. Mentiría si dijera que no me gustó. Una cosa era que no quisiera que se volviera a repetir tan pronto y otra muy distinta que aún no estuviese embriagada y ensimismada por lo que había ocurrido 24 horas. Por lo que ahí me encontraba haciendo el amor por tercera vez en mi vida y por segunda vez en menos de 24 horas. No voy a mentir: nuevamente Rafa me proporcionó muchísimo placer en cada una de sus embestidas y me hizo disfrutar muchísimo. Estaba descubriendo mi sexualidad y lo mucho que disfrutaba con el sexo.

(9,29)