Nuevos relatos publicados: 6

La isla, el entrenamiento (2)

  • 9
  • 11.446
  • 9,17 (6 Val.)
  • 0

Peter estaba disfrutando del paseo matinal cómodamente recostado en su sillón, normalmente le ponía las dos pinzas a una de sus esclavas, mientras la otra le hacía una mamada , pero hoy llevaba carga extra y era necesario que las dos hermanas tirasen del carro al mismo tiempo, las habían capturado en USA, eran jugadoras amateur de volley playa y Peter las había comprado por su poderoso físico, además en su comida metía una pequeña dosis de un anabolizante especial, que potenciaba su resistencia enormemente, podían transportarle durante 40 kilómetros seguidos sin parar a descansar, no obstante la residencia donde iban a ser entrenadas apenas estaba a 5 kilómetros del hangar, al paso que llevaban estarían allí en menos de una hora. Al darse la vuelta pudo comprobar como sus aspirantes estaban muy cansadas, llevaban 15 minutos corriendo al trote, para que no se retrasasen mucho, manipuló unos controles en su brazalete (igual que antes habían hecho sus cazadores) y liberó las muñecas de las chicas, por lo que pudieron correr libremente aupándose con los brazos, otros 15 minutos después, a mitad de camino, Cynthia y Linda sintieron un gran tirón en sus pezones, por lo que se detuvieron inmediatamente, Paula, la mayor, perdió el equilibrio al frenar y cayó al suelo, por lo que consiguió que todas sus compañeras cayesen con ella, al estar unidas por las cadenas de sus cuellos. Las aspirantes sudaban abundantemente, y al precipitarse sobre el suelo de tierra, quedaron totalmente rebozadas en arena. Especialmente Claudia, que al mearle encima, estaba bastante más mojada que las otras, su pelo estaba realmente asqueroso.

―Arriba. ― dijo secamente Peter mientras sacaba la cadena del carro y la cogía con la mano.

Lucy se levantó la primera y comenzó a sacudirse con las manos para quitarse la arena que tenía pegada al cuerpo, estaba ensimismada y no vio que Peter cogía de nuevo el látigo para lanzar un violento golpe contra sus brazos, el golpe hizo que tanto Lucy como las demás parasen inmediatamente de limpiarse, y provocó que la joven morena mirase a Peter con una mirada aterrada, mientras una lágrima recorría su cuerpo desnudo.

―Vamos a ver que habéis aprendido ya, la de ricitos rubios, ¿Por qué ésta se ha ganado un latigazo?― preguntó Peter a Maky.

―¿Por tardar mucho en levantarse? ― dijo timidamente Maky. ― señor!. ― se apresuró a añadir.

Peter negó con la cabeza y aclaró su garganta sacando un esgarro, que posteriormente escupió en la preciosa cara de Maky, que instintivamente se limpió con la mano, luego Peter descargó con precisión, un latigazo sobre la mano de Maky.

―Error, ¿por qué te has ganado un latigazo ahora pequeña? ― le preguntó con tono paternal, mientras acariciaba su bonito pelo rizado y rubio.

―¿Por limpiarme señor? ― dijo Maky, y rompió a llorar.

―Exacto, no te tortures rubita, no pasa nada – dijo mientras seguia acariciando la cabeza de Maky – estáis aprendiendo, eso es todo, os habéis ganado un latigazo porque aún no habéis comprendido que vuestro cuerpo ya no os pertenece, si quereis limpiarlo debéis pedir permiso a algún superior, en este caso yo, en mi ausencia cualquier varón, y en ausencia de ambos una esclava de mayor rango, vosotras actualmente sois aspirantes, estáis por debajo de las esclavas y por encima de las vacas, al mismo nivel que las públicas.

Sandrine levantó la mano, Peter asintió con la cabeza dándole permiso para hablar.

―¿A que se refiere con vacas y públicas señor? ― preguntó.

―Buena pregunta, las públicas son aspirantes que no han superado su periodo de formación y no tienen dueño, simplemente están obligadas a obedecer a todos los habitantes de la isla en las tareas más degradantes y humillantes que existen, bajo pena de convertirse en vacas, ahora veréis a las vacas. ― dijo Peter.

Tiró de la cadena y comenzó a caminar por un caminito que se alejaba de la calzada de tierra y llegaba a un gran edificio de madera, con pinta de granja; dos hombres guardaban la puerta, estaban sentados en sillas de madera mientras jugaban a las cartas, tenían unos pantalones militares y una camiseta de tiras negra, estaban bastante musculados, eran soldados, uno llevaba una gorra y el otro unas gafas de sol.

―¿Son las nuevas, Peter? ― dijo el de gorra.

―Si, las han traído desde Australia, una buena camada, ¿no crees? ― contestó

―Si, que razón tienes, quizá me quede con alguna – comentó el otro mientras las recorría a todas con la mirada. ― mira que recatadas, andan por ahí desnudas pero se tapan con las manos... ― dijo, y los tres se rieron.

Las chicas estaban cubriendo sus pechos con una mano, y sus coños con la otra, un tirón de Peter fue suficiente para hacerlas entrar en la granja.

La vista fue sobrecogedora, el edificio debía estar insonorizado pues nada más entrar escucharon multitud de gritos de dolor que venían del interior, había 5 barras de hierro, en cada barra había una fila de mujeres, todas arrodilladas, con su cabeza y sus muñecas inmovilizadas, unidas a la barra por grilletes, todas tenían unas tetas increíblemente grandes, algunas más grandes que sus cabezas, tenían una bolsa de suero cada una, inyectada en su mano por un catéter, además tenían su culo y su coño enterrados en consoladores que estaban fijos a la tierra. Alguna de ellas llevaba puesta una diadema con cuernos de vaca, otras llevaban cencerros al cuello. Las chicas se movieron hasta donde venían los gritos y comprobaron como una chica joven, de unos 20 años, estaba arrodillada frente a una de las mujeres, con un cubo en el suelo, ella estiraba con indiferencia los pezones de la mujer encadenada, y de ellos salía un gran chorro de leche que caía en el cubo, con cada estirón la mujer gritaba desconsolada, las aspirantes y Peter estuvieron expectantes, en silencio.

Poco a poco el cubo se llenó, después la esclava se levantó, cuando iba a coger el cubo lleno de leche, vio a Peter, y rápidamente se puso de rodillas delante de él, era una chica con el pelo ondulado, moreno y largo, tenía unas tetas realmente pequeñas como si fuesen de una niña que está empezando a desarrollar, y un culo muy grande, con celulitis, sus pezones eran pequeños también, pero eran mayores de lo que deberían, su coño estaba perfectamente depilado. Después de ponerse de rodillas, se tumbó hacia delante estirando sus manos, y movió su gran culo hacia arriba, en esa posición habló.

―Lo siento señor, no le había visto, ¿desea usted usarme de algún modo?

―No Kathy, ahora no, ¿a donde llevas esa leche?

―A la residencia señor.

―Puedes irte.

Kathy se levantó y cogió el cubo con la mano, apresuradamente se marchó hacia la puerta, las chicas la seguían con la mirada, en su enorme culo pudieron leer, “Kathy” en una nalga y “aspirante” en otra, marcado a fuego.

―Bien chicas, os explico, estas señoras de aquí son las vacas, no pueden veros ni oíros ni hablaros, están ciegas y sordas, ademas han sufrido bastantes operaciones, se les ha extirpado la lengua y los tendones de aquiles y por último han operado sus tetas, han añadido una terminación nerviosa adicional en los pezones que provoca un dolor enorme cada vez que alguien se los toca, han recibido cada una unos implantes hasta que cada teta llegue a los 8 kg de peso, son alimentadas a la fuerza para prevenir suicidio, además les damos una enzima que hace que les salga leche altamente nutritiva de las tetas, ese es el alimento principal de las esclavas, todos los días una de vosotras tendrá que venir a recoger un cubo lleno, cada hora los consoladores que tienen insertados en sus agujeros comienzan a vibrar y a dar descargas eléctricas para prevenir que se duerman, una vez a la semana las sacamos a pasear para que no se gangrenen sus articulaciones, en esta isla no existe la pena de muerte para las esclavas, si alguna se pasa de la raya será degradada a pública, o operada para convertirse en vaca, ¿queda claro? ― finalizó Peter.

No obtuvo respuesta, las chicas miraban horrorizadas a las mujeres, sufriendo lo indecible, inmovilizadas y con las tetas, obscenamente grandes y pesadas, provocando, seguro, dolores insufribles en la espalda.

―Os he hecho una pregunta – dijo Peter mientras hacía restallar el látigo.

―Si, señor! ― respondieron todas al unísono.

Salieron del edificio y tomaron rumbo al carrito, en la puerta seguían los dos hombres, a diferencia de que ahora Kathy estaba arrodillada ante ellos con los brazos abiertos y echados hacia atrás, mientras sostenía los tobillos del hombre de gorra, que estaba cómodamente recostado en la silla, el otro hombre estaba acariciando la cabeza de la chica mientras ésta le comía la polla, estaba agarrándola del pelo y follándose la boca de la aspirante conocida como Kathy.

―Venga inútil, si no quieres que te tiremos la leche tendrás que chupármela bien, si me corro en exactamente dos minutos, te dejaré marchar, ¡esfuérzate! ― dijo divertido.

Kathy estaba chupando la polla de ese hombre, asqueada, inexperta era la primera polla que chupaba en su vida, hace dos días era una mujer libre, consideraba que el sexo oral era degradante, era una mujer con carácter, independiente, profesora de vela, nadie la había follado, ni siquiera nadie la había visto desnuda, pero eso era antes de que su barco se perdiese, y de que la encontrasen unos cazadores, nada mas llegar a la isla no la dejaron ser aspirante, decían que tenía el culo demasiado grande y las tetas demasiado pequeñas, más tarde, al descubrir que los animales le daban mucho asco, le propusieron un trato, se libraría de ser vaca si le hacía una paja a un pastor alemán, como ella quería evitar ese destino a toda costa se armó de valor y lo hizo, por lo que se ganó que marcasen su culo con la palabra “aspirante”, seguía virgen, pero sabía que no podía negarse a nada si quería sobrevivir, el cuerpo que tan celosamente había ocultado al mundo estaba ahora expuesto, y lo que consideraba degradante, ahora se ofrecía a hacerlo, por miedo a ser una vaca muerta en vida.

Las aspirantes llegaron al carro, Peter lo amarró y se volvió a sentar, tiró sin piedad de los pezones de Cynthia y Linda y éstas retomaron la marcha, pese a que las chicas estaban cansadas, sucias y les dolían los pies de correr descalzas, ninguna de ellas tuvo cuerpo para decir nada, pensaban en lo que habían visto y si existía un destino peor que ese, la media hora restante se les hizo eterna, hasta que Cynthia y Linda volvieron a sentir un cruel tirón y se detuvieron, habían llegado a su destino.

(9,17)