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Chantaje, traición, y a pesar de todo, Amor 9

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Como dije en el último capítulo, ahora me tocaba pagar. Pagar y con creces todo cuanto había disfrutado con mi señor el día anterior. No temía la más que justificada y violenta bronca que iba a recibir. Lo que me provocaba verdadero pánico era encontrarme con un hombre, un buen hombre, completamente arruinado sentimentalmente y del todo destrozado por mi culpa. Nadie escapa al castigo por sus errores, y yo no iba a ser una excepción. Y mi verdadero castigo, lo que más me dolía, era la imagen que tenía ante mis ojos: Mi marido completamente borracho, los ojos inyectados en sangre por la falta de sueño, el alcohol y sobre todo por el sufrimiento. No temía todo cuanto fuera a reprocharme, ni cuantos insultos me dirigiera; antes bien, hubiese aceptado resignada una soberana paliza como me merecía. Después de todo, sus golpes hubieran sido más justos que los castigos de Javier y algo podrían redimir (aunque para mi sola, ya que no podría esperar el perdón de nadie) mi deleznable y sucia traición a un hombre que en absoluto la merecía.

Pero para mayor castigo mío no pasó nada, o casi nada. Se limitó a mirarme de arriba abajo, ladeando la cabeza a un lado y otro ya que no podía sostenerla recta a causa de la embriaguez (miré entonces la botella casi vacía y no pude entender cómo aún seguía despierto. Tanto sería su dolor).

―Al menos.. bodías haber tenido la.. la decencia.. de quitarte.. sa cadena del tob..tobillo.―

―No puedo Arturo.. Claro que me la hubiese quitado y no insultarte más con ella puesta..― Bruscamente me interrumpió,

―! SASTO ! Tú.. lo has dicho mal.. mala puta.. Otro insurto má, y en..en nuestra casa...―

―Pero es que no puedo quitármela, al menos no yo sola porque además no puede cortarse con una herramienta cualquiera; está hecha así, para que no se pueda quitar tan facilmente. Te juro por Dios que lo siento.. ―le dije llorando desesperada― Me equivoqué como jamás pensé que pudiera pasarme, lo siento Arturo, he caído en una trampa y por mis hijos tenemos que soportar esto. No podemos hacer otra cosa, haz conmigo lo que quieras, mátame si quieres porque lo merezco ya lo sé, pero no pude evitarlo, era superior a mi y sigue siéndolo―

―Sigu..hip..sigue siéndolo..? Esto..esto..es de locosss..Colada por..por un tío que te llulea.. Aquí.. no..no hay na má que decí―

―Me tiene en sus manos Arturo, no quiero que nuestros hijos sufran lo que nosotros estamos pasando..―

―Ya.. pero acabas de deci.. que.. “sigue siéndolo”.. O sea, estás enamorada de..des ese hijo de puta..

Porqué engañarlo más; agaché la cabeza llorando aún más amargamente dándole con mi silencio la razón y recordando con rabia el trato que recibía de aquel miserable que había destrozado mi familia y de quien estaba irremediable y morbosamente enamorada. Como bien dijo él, aquello era de locos. Pero era imperioso que supiera la verdad y no engañarlo más; que tuviera la certeza de lo que pasaba y no le quedara duda alguna de que debía dejarme y olvidarse de mi. Sufriría y mucho al principio, pero merecía encontrar una vida mejor que la que yo podía ofrecerle a partir de ahora.

―Quien calla....otorga. Aquí..aquí..no hay.. má que hablá.― Agarró la botella y le dio otro largo trago..―

―Por favor Arturo no bebas más.. Te lo suplico..―

―! Uy ! “Consejito” de ella.. Vet..Vete a la mierda―

Se levantó y a punto estuvo de caer si no hubiese corrido a su lado para sujetarlo y que se apoyase en mi. Como pude, le acompañé a la cama en la que, ya rendido del todo, cayó como un pesado fardo. Le desnudé y arropé y a los pocos segundos roncaba como un poseso. Le besé tiernamente en los labios, y me sentí por ello más sucia y ruin con él. Recordé al recibir su aliento cargado de alcohol, las veces que lo había tenido que soportar de hombres extraños y eso hizo que me doliese mucho más su sufrimiento. Le besé como rogándole su perdón pues tanta era la pena que me inspiraba. Por eso, y porque sabía que aquella sería la última vez...

Cuando llegaron mis hijos les dije que efectivamente su padre pidió el día libre (tal y como él les dijo) pero porque no se encontraba bien y estaba acostado.

Por la tarde se levantó y después de ducharse (no sin antes vomitar de

forma que me desgarró el alma) dijo que quería salir a tomar el aire. Los niños le preguntaron cómo se encontraba y respondió poco convincente que estaba mejor.

Palparon “en el aire” que algo pasaba y sin duda lo achacaron a una discusión nuestra y por eso no dijeron nada más.

Volvió a casa ya de noche, cuando mis hijos estaban ya acostados. Le pregunté si quería algo de comer, pero su respuesta no tuvo nada que ver con la comida..

―¿Cuando tienes que volver..?―

―No lo sé Arturo, en cualquier momento..Ya te dijo que no quería seguir dependiendo de que estuvieras en casa o no..―le respondí con la mirada en el suelo, avergonzada― lo siento, ahora puede llamarme cuando quiera y tendré que ir.. Por favor, te suplico que lo entiendas, no pretendo tu perdón.. Incluso como te dije esta mañana preferiría morir a tus manos que seguir con esto, pero tengo que proteger a nuestros hijos o mátame Arturo, otra cosa no puedo hacer.―

―No estoy dispuesto a oir tu móvil y ver como acudes como perra en celo a su lado y consentir eso como buen cabrón que soy (hablaba en voz muy baja pero con los ojos inyectados de rabia contenida) así que sí que puedes hacer algo por mi..―

―Dime.―

―! Lárgate ahora mismo con él ! Le diré a los niños que te han llamado de tu trabajo a sustituir a alguien en el turno de noche y dile a ese chulo de mierda que salga a la calle vigilando su espalda; que su vida se le va a torcer cuando menos lo espere.―

―No, por favor Arturo, no te metas con él.. Sabes lo poderoso que es, no quiero que te pase nada, por favor te lo suplico, no hagas nada..Además si le pasa algo, tiene quien se encargue de publicarlo todo y....

―!! LÁRGATE !! ― Me cortó tajante―

En silencio, avergonzada y asustada, cogí el abrigo y el bolso y me fui. La forma en que me lo dijo y las razones que tenía, no dejaban sitio a la más mínima réplica. Una tortura más a las que ya padecía: El miedo por mi marido.

Llamé a Javier y le conté lo ocurrido. Por supuesto, no pensaba darle el  mensaje de Arturo. Iría a por él temiendo su venganza.

― Bien nena, eso está bien. Te ha echado de casa y eso es justamente lo   que yo quería. Ahora sólo falta la separación o el divorcio y ya serás

completamente mía, sin obstáculos de ninguna clase. Ahora no estoy en mi casa, estoy con un amigo. Así que coge un taxi y ven aquí. La dirección es.... Y de aquí nos vamos a la mía ¿tienes dinero para el taxi no.?―

― SS..Si, Javier, tengo suficiente.―

Bien, pues te espero― Y sin más y como siempre, cortó.

Quería haberle pedido que al menos esta noche no me entregase a nadie, pero no me atreví recordando lo que me ordenó mientras me castigaba y luego cuando me hizo el amor tan maravillosamente: Nada de réplicas ni pegas a sus órdenes, ni incluso hablar si él no me autorizaba. Así que estaba claro que tanto él como su amigo, iban esta noche a pasarlo bien conmigo. De todas formas me sentí aliviada de no estar en mi casa; se me venía el techo encima dada la situación con mi marido.

Ya en el taxi, pensaba lo que con toda seguridad estaría diciéndole a su amigo: Que una de sus hembras estaba de camino, si no tendrían allí a alguna más. La crueldad de este hombre no tenía límites.

Cuando bajé del taxi y al dirigirme a la casa que me indicó, un coche hizo señas con las luces y el claxon. Era Javier que desde su coche me llamaba.. Vaya, después de todo iba a ser considerado y sensible con lo que yo estaba pasando y no iba a prestarme o alquilarme a nadie, justo lo que quise pedirle esa noche.

―Pero no estabas con tu amigo ?― Le pregunté mientras me subía la falda y el abrigo para poner mis desnudas nalgas directamente sobre el frío asiento y mis piernas y muslos (hasta el pubis) bien visibles y a su alcance y, cómo no, descalza.

―Si, pero bien pensado decidí después de hablar contigo que mejor irnos. De seguro me hubiese pedido que te entregase a él y no creo que estés tú esta noche para servir como es debido. Ya sabes, prometo calidad y precisamente ahora puedes fallarme en eso..―

―Gracias, la verdad es que no estoy nada bien―

Así que era eso. Ya me extrañaba que fuera por mi: sólo se preocupaba por la calidad de sus “productos”. Aún así, se mostró algo comprensivo y hasta cariñoso conmigo. Pero no podía fiarme ni confiarme, de ahí que nada más entrar en el coche cumpliese con el ritual que me tenía impuesto de mostrarme desnuda de cintura abajo para él.

―Es lo mejor para todos, ahora lo pasará mal pero todo se cura y ya se buscará la vida.. Y en cuanto a ti, vivirás más tranquila al no estar engañando a nadie, él ya sabe lo que hay..

―Ya, pero no sabes en que estado lo he encontré esta mañana: completamente borracho, castigando su salud y sufriendo de forma que me partía el alma― De nuevo me eché a llorar de forma incontenible.

―Bueno cálmate, pasado un tiempo verás que es lo mejor que has hecho. Vivirás tu vida más tranquila conmigo y haciendo todo aquello que en el fondo pide tu naturaleza, sin tapujos ni trabas a todo cuanto queramos hacer los dos―

Y dale con aquello. De nuevo recordándome la puta que llevaba dentro. Y lo peor es que tenía razón, pero aquello de que haríamos “todo cuanto queramos hacer los dos” era una insultante forma de darme coba porque siempre sería yo la que lo haría todo. Él sólo se limitaría a usarme para satisfacer sus caprichos, deseos e intereses.

―Te vendrás a mi casa unos cuantos días para que te vayas calmando y no tendrás que estar con nadie en ese tiempo. Te dejaré descansar―

―Gracias, eres muy amable y comprensivo conmigo. No sabes cuanto te lo agradezco ―le solté con ironía por la rabia e impotencia que sentí― pero ya nada me importa, puedes hacer conmigo lo que quieras, ahora dependo enteramente de ti. No tengo a nadie más excepto a mis hijos, a quienes ojalá pueda ver de vez en cuando si ellos quieren verme a mi después de dejar a su padre solo y hecho una ruina de hombre, no creo que jamás me perdonen esto.―

―Lo harán. Muchos matrimonios se rompen y ellos ya son mayorcitos para comprenderlo.. Y como te digo, con el paso del tiempo todo se calmará y volverá a la normalidad ya lo verás. Sé por lo que estás pasando, pero al mismo tiempo me alegro porque sabes que te quiero y aunque sea a mi manera y con mis exigencias en el sexo, te quiero sólo para mi. Además, ya hace bastante tiempo que sabes como soy y hasta lo pasas bien a mi lado, reconócelo. En cuanto a tenerte coaccionada, sólo me aseguro de no perderte. Me perteneces, serás mía y me obedecerás para siempre.―

Que me quiere. Un escalofrío de placer me recorrió todo el cuerpo al decirme aquello de que a su manera me quería, y de que el chantaje era por no perderme. No lo pude evitar, de nuevo me eché a llorar y cuando por fin pude parar, le miré cándida y amorosamente como si creyera ciegamente sus palabras. Necesitaba creerle, necesitaba creer en algo porque ahora ya no me quedaba otra cosa...

Una vez más me estaba dando una generosa dosis de su potente droga. Volví a observarle disimuladamente de reojo, admirándole una vez más como tantas. Pensando en cómo se había posesionado de mi dejándome vacía para todo lo demás que no fuera él. Allí me tenía, semidesnuda y a su disposición, tan seguro de si mismo, tan seguro de hacer conmigo lo que quisiera. Y yo dispuesta a dárselo todo: Mi amo, mi dueño, mi señor y yo su devota esclava, como él me quería. Y ojalá fuese verdad que sería de su propiedad y tuviera que obedecerle, para siempre, como me dijo.

Llegamos a su casa y una vez que paró el coche le pedí como siempre permiso para ponerme los zapatos. Me lo dio y ya en el salón me dijo que comiese algo y me fuera a la cama. No podía tragar nada pero respetuosamente se lo agradecí y me fui a “mi habitación”. Ninguna de sus hembras podíamos irnos con él a su cama si no nos lo ordenaba expresamente.

No estaba yo, con todo el peso de mi culpa muy por la labor de atender debidamente sus exigencias sexuales; aunque de habérselo propuesto, en pocos minutos hubiese tenido a su esclava dispuesta a lo que quisiera. Pero no, me dejó a solas en aquella habitación en la que traté de dormir y descansar un poco después de un maldito día en que destrocé definitivamente la vida de una buena persona.

Pasaron aquellos días y ya Javier me cedió un piso que no sé si sería suyo o alquilado. Hacía ya tiempo que no le preguntaba nada sobre sus cosas, porque en realidad y a estas alturas, a fuerza de observar siempre sus reglas de no preguntar ni siquiera hablar sin su permiso, no me importaban. Hubiese preferido seguir en su casa, más cerca de él aunque me tratase como a una simple criada sólo para servirle. Pero no quería que nadie estorbase la soledad a la que estaba acostumbrado. Cuando quiera hembras, sólo tengo que hacer una llamada o ir yo a buscarlas donde las tenga esperándome. Nos dijo una vez; y ese piso era el lugar donde yo debía  vivir esperándole. A él, y sin duda a aquellos clientes que, casados, yo no podría obviamente servir en sus casas. Y a más de uno que no querían hoteles porque se exponían a ser reconocidos por alguien y a mi lado. Luego aquel piso era toda una inversión.

Pasó otra semana sin que me pusiera a “trabajar” para él a pesar de que había recibido peticiones de sus clientes de tenerme.. Eso me dijo, sin duda para que yo apreciara lo “comprensivo y generoso” que era conmigo. Eso si, disfrutar a pleno goce de su juguete sexual sí que lo hizo y de lo lindo. Se mostraba más dulce y cariñoso de como semanas atrás me trataba. Eso si, exigiendo como siempre total sumisión.. No voy a negar que yo también lo disfruté, y eso me hacía sentir más baja, pervertida y sucia.

Llegó el momento de firmar nuestra separación. Arturo no me dirigió ni una sola palabra ni tan siquiera una mirada. Todo fue muy rápido. Firmamos  mutuamente el acuerdo en el que yo renunciaba a todo derecho sobre mi casa  así como a no exigir de mi ex marido ninguna clase de compensación, pensión ni nada parecido. Faltaría más después de lo que estaría sufriendo por mi.. Así  le indiqué al abogado que “me pagó” Javier que redactase el documento.

A la salida me encontré a mis hijos que mi miraban como se mira a un convicto. Pero a los pocos segundos de observarnos en silencio mi niña se abrazó a mi llorando al igual que yo. Mi hijo hizo lo mismo apretando mi cabeza contra su pecho durante unos instantes y seguidamente ambos corrieron a la salida de los juzgados.. Todo es por vosotros hijos míos aunque me revienten mil hombres, me dije a mi misma llorando amargamente. Al menos me dejaron el consuelo de que podríamos vernos pero nunca en casa, eso me lo prohibió dura y terminantemente Arturo.

Judicialmente separada de mi marido y, por tanto libre como Javier me quería para ser exclusivamente suya.

Me metí en mi nueva casa, un acogedor pisito modestamente amueblado y donde reinaba la más triste y aplastante soledad, cosa que jamás conocí. Sentada en el sofá, con las piernas cruzadas, mirando fijamente el símbolo de esclava y prisionera de mi dueño que llevaba en el tobillo, continué llorando al verme tan lejos de mis seres queridos y tan sola.

Aquel día también lo tuve libre, hasta por la noche en que se presentó Javier y en cuanto oí el trasteo de su llave en la cerradura me quité inmediatamente los zapatos y corrí descalza a recibirle. No tenía que preocuparme de bragas ni sujetador, como siempre no llevaba nada debajo de la ropa; siempre desnuda interiormente y accesible para él y además con mi collar puesto apresuradamente. Me alegré de que viniese y rompiera aunque sólo fuera por un rato, aquella amarga soledad. Me puse de puntillas para besarle, era más alto que yo y descalza aún me resultaba más difícil llegar a sus mejillas; porque el beso en la boca lo decidía él a pesar de que me la lavaba varias veces al día por si en cualquier momento la quería. Lógico, el señor exigía total higiene en una mujer que ya había estado con varios hombres aunque fuera por mandato suyo. Una más de sus tantas humillaciones y que yo acabé por asimilar como cosa normal.

― Hola Danessa ―mi nombre de guerra, al parecer se acababan ya las contemplaciones― ¿cómo ha ido en el juzgado..?― Iba camino de su sofá y una vez sentado cumplí como siempre con el ritual de siempre: ponerme delante de él levantando mi falda por delante y unos segundos después volverme y levantarla por detrás, ofreciéndome; luego desnudarme completamente.. Y ello mientras respondía a su pregunta.

―  Muy bien Javier, ha sido todo muy rápido. Y bueno, parece que mis niños no me odian tanto como yo creía―

― Me alegro por ti.. Ya te lo dije, poco a poco todo volverá a la normalidad..Ahora presta atención,

― Esas palabras, como norma, significaban arrodillarme ante él con las piernas bien abiertas, los brazos cruzados en la cabeza o la espalda mostrando así que sumisa y respetuosamente, pondría toda mi atención a lo que tuviera que decirme―

― En adelante nada de Javier y demás confianzas por el estilo. Te diriges a mi como señor. ¿entendido?―

― entendido, señor― Aquello me iba a costar y mucho, pero qué remedio, el señor quería inculcarme y bien, lo que yo significaba para él: una insignificante esclava a su servicio. Antes, sólo debía llamarle así en presencia de otros.. Ahora ya incluso estando solos. Una más de sus muchas maniobras para someterme. Tanto que me gustaba tratarlo como a mi amante llamándole con palabras dulces y cariñosas, eso también me lo quitaba. Entendí claramente lo que pretendía con aquello de tratarle como Señor: ni el más mínimo atisbo de confianza como bien me dijo, nada de comportarme como mujer amante que pudiese mostrar en cualquier momento el más ligero desacuerdo a sus deseos u órdenes. Acrecentar mi absoluto temor y respeto a un hombre para quien mi total obediencia no era ningún juego.

De esa forma ¿cómo negarse ni siquiera a formular la más mínima queja a sus órdenes ? Si, me dejaba muy claro lo que quería de mi: Una mujer sin voluntad propia, a su servicio, sin libertad alguna para decidir u opinar y cuyo único objetivo en la vida sería complacer los deseos de su dueño.

Ese iba a ser mi humilde papel para el resto de mis días. Pero sabía (por muy amargo que ahora viese mi futuro) que acabaría por gustarme y, resignada a mi suerte y con mi natural y casi recién descubierta personalidad sumisa, algún momento de paz y hasta felicidad podría encontrar en tan sórdida existencia.

Sacó del bolsillo de su chaqueta una cajita de plástico, de joyería, y me la entregó. Pensé conmovida que se trataba de un regalo para compensarme por todo lo que estaba pasando. Qué estúpida equivocación por mi parte.

―Ten, mañana a las diez te presentas en el mismo sitio donde te hicieron el tatuaje para que te los pongan. ¿Recuerdas donde es verdad..?―

―Ss..Si, Jav.. Perdón, señor―

Afirmé mientras abría aquella caja y sin saber aún lo que había dentro. Cuando lo vi, se me erizó todo el cuerpo. El miedo y la angustia que sentí me hicieron caer sentada sobre mis talones, mirando como hipnotizada “el regalo” que esperaba y entendiendo enseguida para qué eran: seis anillos, dos de ellos casi el doble más grandes que los otros que venían a ser de unos dos cms. de diametro y con el cierre en forma de anzuelo como la cadena de mi tobillo. Una vez cerrados los extremos, imposible abrirlos. Además de los anillos, un pequeño candado del mismo color gris plata  abierto. ¿ Qué era aquello Dios mío, cómo podía ser tan cruel y canalla de darme esos aros después de lo que estaba sufriendo..?

Nada le importaban mis sentimientos, ya era suya del todo y con aquella crueldad me estaba diciendo la clase de hombre que era y lo que me esperaba si le desobedecía o simplemente le disgustaba en algo. Tomé uno de aquellos aros en mis dedos. Como atontada por el miedo me dio por fijarme en que eran muy bonitos. Muy pulimentados, brillantes y del mismo color gris plata que la cadena de mi tobillo. De cada uno de ellos pendía una medallita con su “H” grabada a relieve en ambas caras. Eso, y que eran aterradores, como el pánico que me inspiraba Javier.. Y ahora, más que nunca. Por si yo pudiese pensar alguna vez que aquellos de ser su esclava y puta era sólo un juego sexual que alguna vez acabaría, me dejaba bien claro lo equivocada que estaba. Si me hacía aquello recién deshecho oficialmente mi matrimonio, ¿qué no haría conmigo pasado el tiempo y vuelto todo a la normalidad que él quería y ya tenía?  No pude contener las lágrimas, se me escapaban por más que intentaba secarmelas con mis dedos. Lloraba de miedo y rabia, comprendiendo que nada podría hacer para impedir que taladrasen cruelmente mis pechos.

¿Y qué decir de mis labios vaginales ? Iba a sufrir una terrible e injusta tortura. Pero eso si, una vez colocados en mi cuerpo, tocarlos y sentirlos aprisionandome permanentemente y para siempre, harían de mi lo que se pretendía: ser y sentirme una mujer propiedad de un hombre, una esclava real.

― Deja ya de llorar, no es para tanto...―

― Señor, ¿no podría librarme siquiera de esto?― le supliqué entre sollozos, aunque sabía que sería inútil―

―Ni hablar nena. Además de que me gusta y mucho que los lleves, tienen un gran e importante significado. No te asustes, no te va a doler mucho más que el tatuaje. Verás, a parte de que para mi estarás mucho más hermosa, ofreciéndome una imagen de lo mas erótica está el hecho de que llevar esos anillos como de mi propiedad que eres pondrá a los tíos mucho más cachondos pues garantizas con ellos el excelente servicio que van a recibir de ti. Y sobre todo porque te identifican como esclava, cosa que pocas veces ven y encuentran a su disposición. ¿Sabes lo que eso supone a la hora de ponerte precio..? Ya notaste cómo los tíos se mostraban mucho más interesados con un simple collar. Y además, hay otras importantes razones que luego te contaré―

Demasiado convencido y contento para que se me ocurriese hacer ninguna objeción a sus deseos. Ya me lo recordó bien aquel día en su casa cuando me castigó a conciencia para que jamás replicase sus órdenes. Tú mandas y yo obedezco, lo que me hizo repetir muchas veces mientras sufría sus castigos.

―Si, señor. Lo entiendo― Aquello fue mi ineludible aceptación a ser anillada.

―Claro que lo entiendes, y lo verás mejor cuando te mires al espejo con esos aros puestos. Tú misma lo vas a comprender perfectamente. A ver, magréate un poco los pezones para que se pongan un poco tiesos y cuelga en ellos los pequeños―

Nada más empezar a masajearmelos sentí cómo se endurecían y se ponían erectos. Como siempre y para mi vergüenza notaba que, muy a pesar mío, mojaba copiosamente. Tenía además ese poder sobre mi, me excitaba como loca en cuanto me ordenaba hacer cosas para él.

Colgué los anillos en mis pezones que se mantuvieron ahí sin dificultad mientras él observaba con sumo interés.

― Perfecto, perfecto y maravilloso nena. Ya lo verás tú misma. Todo un símbolo del placer que ofreces y con ese cuerpo tan hermoso.―

Y con aquellas palabras ya me desarmaba del todo. A pesar de mis temores, siempre haría lo que él quisiera sin poder evitarlo. Y no sólo por el chantaje a que me tenía sometida...

― Acercate despacio a mi, que no se te caigan. Tócame la bragueta y compruebe tú misma lo que quiero decir sobre esos aros―

No me autorizó a ponerme de pie, sólo que me acercase a él, así que muy lentamente caminé de rodillas hasta llegar al sillón. Acaricié su bragueta sintiendo en mi mano más un trozo de madera que de carne. Fortísima erección que, como bien me dijo, me hizo comprender la importancia de ser anillada.

― ¿Te das cuenta nena? ¿Ves cómo me has puesto? Y eso que sólo los llevas colgando―

― Si, señor.. Ahora lo entiendo bien―

Le sonreía con complicidad mientras respondía a su pregunta y le acariciaba. Desaparecidos ya mis miedos y, como no, la poca dignidad que pudiera quedar en mi. Como tantas veces volvió a sacar de mi la esclava y puta que llevaba dentro y ya no veía nada más que su placer y el mío. Olvidé en ese maravilloso momento hasta el miedo a ser anillada. Ahora sólo me aplicaba con todo fervor a masajear su dura y exigente verga a la que pronto me “obligaría” a servir con total devoción. Además, hacía no mucho tiempo que en mi desesperación por todo lo ocurrido con mi familia y al saberme sola y a merced de él le ofrecí que podía hacer conmigo cuanto quisiera. Cosa que aprovecharía sin obstáculos y desde luego sin escrúpulos de ninguna clase.

― Bien, puta. Por tu culpa me he puesto de esta manera. Así que ¿qué tienes que hacer ahora para remediarlo?―

― Darle placer mi señor con mi boca o como usted ordene para que su pene quede satisfecho― Lo de “mi” señor, salió de mi propia cosecha; de mi alma. Con aquella soberbia verga me convertía en su fiel e incondicional sierva y esclava para todo cuanto quisiera hacer de mi.

― Pues quita ya los anillos de esos duros pezones de puta y esmérate como sabes― La frecuencia de los insultos indicaban el grado de “calentura” en que estaba, y ya sabía que cuanto más excitado, más dócil y sumisa debía mostrarme con él.

― Si, mi señor. Como usted mande―

Puse los aros en su caja y me apliqué a la orden recibida. Bajé la cremallera y metí suavemente los dedos en su bragueta, hurgando por debajo de sus calzoncillos hasta llegar a tocar aquella polla que ya me tenía empapados los muslos. Para sacarla suave y delicadamente, encontré no poca dificultad dada su durisima erección hasta que al fin asomó caliente y dura como un palo esa verga que me tenía como loca y esclavizada. Acerqué mis labios para besarla respetuosamente y vi complacida cómo las gotitas preseminales habían mojado la punta del pene a pesar de tener intacto el prepucio, tan excitado se puso conmigo. Cosa que me llenaba de orgullo.

Después de los besos de respeto que humedecieron mis labios, metí la lengua hasta tocar el glande y allí la moví en círculos para traerme en ella esa baba que siempre debía limpiarle así. Jamás tocarle esa polla húmeda con los dedos para no llevarme en ellos ni pizca de lo que quería en mi boca.

Tragado ese escaso líquido y limpio y chorreante de mi saliva su glande, abrí  al máximo mi boca para acoger a mi dueño y prodigarle toda suerte de caricias con mis labios y lengua; mi boca siempre llena de saliva para mayor calidez y suavidad. Que tu boca sea siempre como tu coño.. Bien húmeda y chorreante...Me ordenó una vez.. Y yo, gustosa, obedecía siempre esa orden a la perfección. Como él deseaba.

Totalmente entregada a mi labor de esclava sexual, sentía en mi boca cómo se hinchaba el pene en cada espasmo de placer y me llenaba hasta la garganta haciéndome dar pequeñas arcadas que parecían darle aún más gusto. Qué diferencia entre aquellas arcadas y las que me provocaba al poco tiempo de conocernos.Aquellas me hacían casi vomitar hasta que lo fui aceptando y superando, y de éstas me enorgullecía pues demostraban el placer que daba a mi hombre. Me ponía mucho más cachonda el comprobar que daba  a aquella verga toda la satisfacción y deleite que de mi exigía.

Mentalmente rogaba, suplicaba a mi señor... Por favor follame, méteme esta preciosa polla que adoro, haz con ella lo que quieras en mi, tendrás tus anillos y todo lo que se te antoje de tu esclava pero follame te lo ruego..

Como siempre que me ponía a sus órdenes y a jugar conmigo, hacía aflorar la esclava que era y allí ya no había nadie más. Sólo él y su sierva; de mi como mujer que alguna vez tuvo honra y dignidad, desaparecía todo por completo para ser únicamente un juguete sexual y contenta de satisfacer a su dueño.

Como si oyera mis silenciosas e íntimas súplicas, me agarró del pelo y me separó de su formidable ariete y supe alegre y feliz la orden que me daría a continuación,

― !En posición puta!―

En cuanto me soltó el pelo me puse de pie, con las manos en los tobillos y las piernas bien abiertas, completamente ofrecida a su lujuria presentándole mis cálidos y ansiosos agujeros para que los tomase a su placer... y al mío.

Mis manos en los tobillos, sintiendo en una de ellas su cadena que ahora me parecía maravillosa, deseando estar ya anillada para él, feliz de llevar su collar y todo cuanto quisiera hacerme para que gozara a su antojo de mi. En esos momentos nada me importaba, y a todo cuanto le gustase estaría dispuesta a someterme con tal de satisfacerle. Sólo tenía que “alimentarme” con lo que ahora iba a recibir en mi cuerpo; sólo eso y siempre me tendría entregada a lo que quisiera. Podía obtenerlo de otros hombres (contaba con esa posibilidad como puta que era) pero lo quería de él. Él me convirtió en lo que ahora soy y de él conseguía mi placer como de nadie.

Suerte que lo dejé bien lubricado de saliva porque lo primero que quiso fue el culo. Me embistió brutalmente, sin miramientos, hasta meterme casi la mitad de su poderosa verga. Otro fuerte empuje más y me empaló toda. De nuevo aquella maravillosa e inefable mezcla de dolor y placer; ese bestial mete y saca que me hacía olvidar el dolor y concentrarme sólo en que le tenía dentro de mi, deseando que quisiera pasar a mi chorreante y hambrienta vagina.

Tras un largo rato castigando mi dolorido ano, la sacó de un golpe y con la misma brutalidad me ensartó por donde yo tanto deseaba. Resbaló su pene nada más apuntarlo a la entrada, penetrándome toda, golpeando impetuoso las paredes de mi vagina hasta el fondo. Ese deleite inenarrable me llevaba al paroxismo del placer; eran soberbias esas folladas que me enloquecían. Sólo tenía que darme esto Señor, sólo esto cuando quisiera y todo lo que deseara de mi lo tendría y hasta complacida y contenta. Y comprendí entonces que eso mismo es lo que estaba haciendo, dándome mi droga para que aceptase encantada sus anillos y todo aquello que se le antojara, por aberrante que fuese para mi. Pero todo me daba igual, mi hombre me poseía ahora y ya no existía nada más en el mundo para mi.

Salvajemente penetrada por él, me llevaba como a otra dimensión que nada tenía que ver con lo que estaba viviendo en la realidad. Su maravillosa verga taladrándome a su placer pronto atrajo mi orgasmo y la necesidad de dejarme ir era ya insoportable. Ahora venía lo peor, que me permitiese liberar los espasmos de placer que pugnaban por salir.

― Se..Se lo ruego señor,,¿puedo, puedo correrme..?―

― No puta, espera a que yo te riegue antes―

― Sssi..Si, señor―

Pero cómo esperar..? Me venía como imparable torrente y no podría contener mis gemidos de placer y luego fingirlos cuando sintiese su semen inundarme toda. Era una auténtica tortura que al menos podría ahorrarme en aquellos dulces momentos después de lo que tendría que soportar por y para él al día siguiente.

La suerte estuvo conmigo. Sentí su chorro de esperma entrar en mi y volví a suplicarle,

― Señor..por favor..¿Ya?―

Mientras seguía empujando, ahora con más fuerza para aliviar su orgasmo me preguntaba,

― ¿Para qué llevarás esos aros puta..?―

―Par..Para demostrar con ellos que soy suya señor..Para, para que los hombres sepan que soy su esclava y su puta..para excitarles más y disfruten más conmigo señor..Para que pueda usted poner el precio que quiera por mis servicios de puta―

Creo que no me dejé nada en el tintero en cuanto a la respuesta que quería que le diese, !nada!.. Tenía que asegurarme de darle una respuesta que le agradase y me permitiera de una vez soltar mi orgasmo a placer. Aunque éste empezaba ya a electrizarme sin permiso de nadie. Y ese permiso me llegó a lo justo,

― Bien..bien putilla, esa es la respuesta que quiero. No lo olvides nunca, sólo eres esclava de mis caprichos y harás siempre lo que te mande puta. Córrete ya, te lo has ganado nena―

― Gra..gracias señor, no..no lo olvidaré nunca. Usted manda y yo obedezco―

Dicho eso, toda la piel se me puso de gallina ante las oleadas de placer que incesantemente recibía con el añadido del brutal bombeo de mi señor. Durante pocos y preciosos minutos solté abundante reguero de flujo, precursor del enorrme placer que de un momento a otro sacudiría todo mi cuerpo.. Y por fin, empecé a gemir incontenible. Sintiendo un dulce mareo de inexplicable y profundo gozo; liberando violentos y dulces espasmos que me embriagaban de inmenso placer.

Cuando aquel dulce y animal deleite acababa, deseaba con todo mi corazón abrazarme a él y besarle con fuerza hasta llevar mi lengua a su garganta si ello fuera posible. Pero no, eso fue hace mucho tiempo. Ahora ese imperioso deseo tenía que satisfacerlo chupando y limpiando a mi exigente, poderoso y verdadero dueño, aquel que ahora me perforaba brutal y deliciosamente al tiempo que se vaciaba en mi.

En cuanto me la sacó y se tumbó en el sillón, me arrodillé ante él a cumplir con esa obligada tarea. Chupé y limpié con mis labios y lengua, para luego secarle con mis pechos. El señor quedó bien servido y satisfecho, y su sierva también. Completamente limpio y seco, guardé mi venerado pene en su pantalón y luego besé respetuosamente su bragueta en señal de agradecimiento por haberme permitido disfrutar de aquel pene por el que soportaba todo con algún y esporádico consuelo.

― De primera nena, de primera. Eres una buenísima hembra―

― Gracias, señor. Me alegro que haya quedado satisfecho―

Me mostré muy respetuosa como él quería y además porque me salía del corazón después de la gozada que me regaló. Era mi hombre y él mandaba sobre su esclava. Y no me llamó puta, sino nena. Como una tonta encima me gustaba mucho que me llamase de esa forma, como si allí quedase algo del amante que conocí. Arrodillada de nuevo a sus pies, le miré enamorada y admirada a pesar de lo que me esperaba por la mañana.

Pero no lo podía remediar, me tenía encandilada, ciega del todo con aquella seguridad y aplomo con que me hablaba y trataba, Envidiablemente vestido y calzado mientras yo, su hembra, estaba allí para atenderle en lo que deseara completamente desnuda y descalza como él me dejaba siempre.

― Tráeme una cerveza―

―  Si señor, enseguida le sirvo―

Como siempre, corrí de puntillas a la cocina a por su cerveza.

Una vez de vuelta, se la serví en un vaso que puse en la mesita a su alcance. Como vi que se encendía un cigarrillo, también le acerqué el cenicero aunque éste lo tuviera cerca.

― Bueno escucha― Inmediatamente me arrodillé (normalmente estaba sentada en el suelo, a sus pies) y puse mis brazos a la espalda.

― Te cuento la otra importante razón que tengo para que lleves esos anillos. No tengo por qué darte explicaciones pero éstas son necesarias porque debes ir mentalizándote a ser y comportarte como lo que eres.. Dentro de un par de horas voy a un club del que soy socio y accionista. No es un club cualquiera. Está en una mansión que compramos y habilitamos como hotel y en el que atienden principal y lógicamente, mujeres. Es confortable, acogedor y cargado de lujo tanto en las habitaciones como en las zonas de recreo, bares, salones restaurantes etc.. Todas las mujeres son, como ya habrás adivinado, esclavas de los otros socios y por tanto al servicio de nosotros y de la mansión. Los clientes que se hospedan allí, principalmente en verano, son gente de alto estandin y aceptados una vez se ha comprobado que son “del gremio”. Es decir, adeptos a la sumisión femenina. Siendo sólo clientes y aceptados como tales, no se les exige que tengan esclavas y sí usar las nuestras, pagando o no según decidimos dependiendo de a quien cedemos nuestras hembras. El resto del año es prácticamente de uso exclusivo nuestro y allí nos reunimos los hombres los fines de semana, vacaciones y cuando buscamos unos días de descanso en la extensa zona que hemos reservado sólo para nosotros. El resto de la finca es un hotel normal dónde también trabajarás como camarera pero lógicamente con uniforme convencional. En el harén, como así llamamos a nuestra zona, tu uniforme será muy diferente como comprobarás.

Las mujeres se encargan de todo lo concerniente a atendernos: Comida, limpieza, cuidado de nuestra ropa, vehículos y, por supuesto, sexualmente. Son esclavas como te he dicho y obedecen una serie de normas que te facilitaré y que memorizarás al pie de la letra.. No hace falta que te diga que allí el respeto a los hombres es religión. Todas las hembras cumplen a la perfección y a ti te quiero a la altura de ellas ¿entendido?―

― Si señor, entendido― Lujo y gente de clase, mejor que estar de aquí para allá sirviendo de puta, y además en compañía de otras mujeres en mi misma situación y con hombres que, siendo “del gremio” no se reirían ni se burlarían como algunos de mi, para ellos, extraña condición de esclava de un hombre. Y con la oportunidad de salir de aquella aplastante soledad.. Si, ojalá me llevase y cuanto antes mejor, aunque también tuviese que apechugar con una jornada laboral como camarera, y sin salario alguno, como esclava.

―De momento es todo cuanto necesitas saber de ese sitio. Hay más cosas allí que ya irás conociendo. Esa es la otra importantísima razón por la que debes estar anillada, es norma del Harén como así lo llamamos, y todas las demás mujeres lo están. No te he llevado allí antes porque no podía ponerte los aros mientras estuvieses con tu marido y porque además no puedes tener compromisos de ninguna clase para cuando te toque el turno de interna. O sea, dos semanas sirviendo sin salir de allí―

Vaya, ya me extrañaba que aquello fuese mejor de lo que ahora vivía.  No iba a ser tan “bonito” como lo creí al principio. Recluida también durante dos semanas y sirviendo los caprichos de hombres como él.. Adiós definitivamente a mi vida personal y mi poca libertad. Mi único objetivo en la vida iba a ser que ese hombre estuviese siempre contento y satisfecho de mi en todos los sentidos.

Con mi mirada en el suelo, tuve que aceptar resignada mi nuevo destino: Esclava en un harén y al servicio de otros muchos hombres. Le escuchaba atenta y atónita. Todo aquello era como un mala pesadilla de la que no iba a despertar.

―Otra cosa, a partir de mañana que llevarás esos anillos, eres ya una hembra más de nuestra organización sin necesidad de que hayas estado allí. Esto quiere decir que ya estarás a disposición de cualquiera de los socios y propietarios del harén. Esos aros grandes que  llevarás en tus orejas y que al igual que los otros no se pueden quitar una vez cerrados, te identifican en todo momento como propiedad del harén allí donde vayas: en la calle, el autobús o cualquier otro sitio.. O sea, es un signo externo sin necesidad de que estés desnuda, para que otros sepan lo que eres y puedan disponer de ti en el momento en que te muestren una llave como ésta ―sacó de su bolsillo una pequeña llave del mismo color que los anillos― y con la que te estarán diciendo que tienen derecho a abrir el candado que une los aros de tu coño. A partir de ahí harás todo cuanto te ordenen y te comportarás con él como vienes haciendo con los otros tíos a los que te he entregado ¿alguna duda?―

―No, señor. Bueno, si.. ¿Puedo preguntar? ―tenía que ir con cuidado, mucho cuidado. Ese hombre estaba loco y me tenía en su poder―

―Dime

―Es una llave muy corriente, ¿y si alguien me presenta una sin pertenecer a ese sitio porque alguien le haya dicho que existe ese lugar..? ―

Caí en la cuenta de que podía verme sirviendo a todo aquel que me viese por la calle con aquellos “pendientes” y que nada tuviese que ver con el puñetero harén.

―Buena pregunta.. Pero no nena, a eso ya nos hemos anticipado en previsión de que alguien rompa el hermético silencio que hemos jurado y pactado, y porque además no queremos que cualquiera pueda disponer de nuestras hembras gratuitamente.

Primero, observarás que la llave tiene grabada en sus dos caras la misma inicial que llevas tatuada y que además llevan en su nalga derecha todas las hembras de allí, la inicial de harén. Les gustó mi H y se propuso que todas las mujeres la llevasen como marca de propiedad de “la casa”. Así que como ves, la tuya tiene doble significado. Y segundo, porque esa llave debe abrir el candado que atraviesa tus aros. No obedecerás a nada más que a haber levantado tu falda si esa llave no lo abre. Te digan lo que te digan, ya no obedezcas a nada más.. Simplemente, lárgate. No es un candado de juguete, todo lo contrario. Es de excelente calidad y sólo abre con sus llaves que entrego a mis clientes, socios o a quien me de la gana ¿Qué más?―

―Bueno eso y, con lo de tragarme el semen ¿debe ser con todo el que me muestre una de esas llaves?

―!Con todo señor o caballero, no olvides tu respeto a los hombres a quienes te refieres, aunque no estén presentes. Ya te advertí sobre eso..

―Si, señor.. Perdón, lo olvidé―

―Repite de nuevo la pregunta―

―Señor, ¿debo tragarme el semen de todo caballero que me enseñe una de esas llaves―

―Eso está mejor nena.. Y no, respetaré el acuerdo que me pediste. Excepto con quien te muestre una llave como ésta, pero dorada. Ese hombre para mi es muy especial y por eso le habré entregado una llave de ese color, son llaves de privilegio y ante ellas no tienes prohibido nada de lo que deseen de ti: Besarte en la boca, correrse y tragarte su leche y cualquier cosa que te pidan. Recuerdalo bien, es un tío con privilegios especiales, persona muy importante que merece esa llave y el más absoluto respeto ¿Clarito verdad?―

―Si, señor. Muy claro.. Pero señor ¿todo? ¿Cualquier cosa que me pidan..?

―!Todo Danessa! Lo que sea.. Es una llave dorada y tú una esclava marcada como tal, entiende que no puedo quedar como un farsante. Únicamente si se trata de algo demasiado duro me llamarás y consultarás: Pero te repito, !únicamente si se trata de cosa muy fuera de lo común! ―Dios mío, ese hombre estaba realmente loco; de una crueldad demencial.. No podía atreverme a contradecirle―

―Bien señor, como usted diga―

―Vale, hay más cosas pero ya las irás aprendiendo en las normas que leerás sobre el harén. Ahora me voy.. Asimila bien todo lo que te he dicho hoy porque pasado mañana voy a presentarte allí―

―De acuerdo señor―

Y sin más, apuró su cerveza. Le acompañé a la puerta y, dándome un beso en la frente, me autorizó a vestirme aunque no a calzarme.. Seguidamente se marchó dejándome hecha un mar de dudas y temores.

Los nervios y el miedo no me permitieron dormir prácticamente nada. Como otras muchas veces tuve que disimular mis ojeras con el maquillaje. Me vestí con una falda negra y blusa azul de generoso escote, mis medias y zapatos de tacón y, naturalmente, sin bragas ni sujetador. Era un día frío, así que cogí mi chaquetón y a la calle con sólo un café en mi irritado estómago y la cajita con mis “nuevos adornos” en mi bolso.

Veinte minutos después entraba en el local donde fui tatuada. Y de nuevo  a  soportar el sobeo de aquel baboso y pestilente tipo de pelo ralo, grasiento y de barba a juego, al que tendría que servir de nuevo en pago a su trabajo. Ya Javier me advirtió sobre eso: ¿A qué tirar el dinero pudiéndose tener algo gratis..? !Gratis! Gratis para él, que no tenía que soportar las obscenas palabras de aquel tipejo ni su hedor corporal que le hacía parecer alérgico al agua.

Terminaba de atender a un cliente y cuando entré me miró con sonrisa bobalicona. Inmediatamente apartó sus ojos de mi para continuar hablando con su cliente, ignorándome cuando di los buenos días.

Una vez quedamos solos y sin mirarme me ordenó,

― Pasa dentro y quítate la ropa―

Igual que cuando el tatuaje, pero entonces era verano. Entré y empecé a desnudarme dejándome puestos los zapatos y las medias confiando en que no le importase y pudiese librar al menos mis pies del frío suelo.

―  Cuando digo que te quites la ropa preciosa, me refiero a toda la ropa―

Pues no. No iba a permitirme ni siquiera eso, estaba en su derecho. Así que rápidamente saqué mis zapatos y medias. Además del miedo, sufría también el frío que atenazaba todo mi cuerpo.

― Siéntate en la camilla y saca los aros. Voy a cerrar la puerta de la calle, vuelvo enseguida―

Los tenía en el bolso que dejé en una silla próxima. Fui a por ellos, le entregué la cajita en cuanto regresó y volví a sentarme en la fría camilla. Tiritaba y no sólo de frío. Deseaba con toda mi alma que aquel horror acabase pronto.

― Preciosos, si señor.. Bueno putita, cálmate. Veo que estás muy tensa ¿tienes miedo..?―

― Si― Le respondí secamente y casi llorando. El  tatuaje ya resultó doloroso, cuanto más lo que me iba a hacer ahora. Creo que aquel cerdo disfrutaba como un sádico con el dolor de la mujer que ponían en sus manos. Otra más de las muchas humillaciones y crueldades de Javier. Para mi desgracia era lo que más le gustaba y lo ponía bien cachondo: entregarme a otros hombres, y si eran viejos o repugnantes como aquel, mejor. No necesitaba cobrarles nada a ninguno pero suponía para él un doble beneficio, el económico y  porque así me humillaba más aún. Por eso iba a meterme en su harén. Su placer sería doble. Por un lado verme entregada a otros muchos hombres por mandato suyo, por otro, gozar de cuantas mujeres quisiera. Todas esclavas de él y yo esclava de todos. Completísima y total  gozada para su exigente polla.. En eso pensaba tratando de olvidar lo que se me venía encima y el intenso y asqueroso  magreo en mis pechos, piernas, y nalgas que soportaba de mi nuevo verdugo.

― Mmmm, coño estás pero que muy buena preciosa; cuarentona pero riquísima. Vaya par de tetas más hermosas que tienes putilla. Y estos cachetes tan ricos, !joder! Me encanta magrearlos, son suaves y firmes para una puta que se han beneficiado un montón de tíos. ¿Cómo lo haces putilla.. ? ¿Qué te da el amigo Javier para que cada vez estés más buena..?―

Permanecí en silencio dejándole hacer a su antojo. Sintiendo en mis desnudas y frías piernas su caliente y dura bragueta.

―  Ahora voy a chuparte bien estos pezones para que se pongan tiesos y así poder trabajarlos mejor con la aguja; te dolerá menos ya verás. Además si te portas bien conmigo y eres un poquito mas cariñosa, te prometo que apenas lo sentirás―

No hacía falta tanto chupetón en mis pezones pues estos estaban ya bien erectos por el frío. Y en cuanto a mostrarme cariñosa, sólo le puse una mano en el cuello en un amago de abrazo, intentando conseguir con ello que me tratase lo más suavemente posible. Estaba aterrada y asqueada. Por favor Dios, que aquello acabase pronto.

No se conformaba sólo con mis pechos que ya tenía empapados de sus asquerosas babas. También mi cuello, vientre, muslos y labios vaginales recibían las pasadas de su apestosa y repugnante lengua.

Buscaba mi boca, pero apartaba mi cara todo cuanto podía. Al menos de eso podría librarme en cuanto le dijese que lo tenía prohibido por Javier.

―¿Porqué no me das la boca puta? Me gustan esos labios y esa lengua sonrosadita y los quiero. Hemos hecho un trato bonita o ¿quieres que te coloque los aros a lo bestia?―

―Perdón, no puedo. Javier me lo tiene prohibido―

―¿Y cómo va a enterarse? Aquí estamos solos y yo no voy a decirselo. Es más, eso me lo hace más deseable preciosa porque seguro que obedeces y no besas a ningún tío ¿a que no..?―

―No―

―Pero a mi si guapa. A mi me vas a besar porque yo no diré nada y tú te beneficiarás. En diez minutos habremos acabado.. Si te me niegas por los estúpidos escrúpulos de Javielito, lo vas a pasar mal―

―Por favor, no. Se lo ruego― Lo último que quería era aquella apestosa lengua en mi boca, pero por otra parte temía y mucho el enorme daño que tenía en sus manos hacerme.

―Muy bien putona. No cumples el trato y yo tampoco. Además cobraré en efectivo ya que no te entregas como me prometieron.. Así que vamos a la faena―

Dicho eso me soltó y fue a por sus “herramientas”.

El miedo al dolor y al tiempo que podría tenerme sufriéndolo me obligó a cambiar de postura. Cumpliría ese trato. Ya engañé a mi pobre marido ¿porqué no hacerlo con ese cruel y desalmado Javier? Y de añadido al sufrimiento de soportar ese dolor, estaba el hecho de que ese hombre exigiría a Javier el pago por su trabajo ya que yo no me había portado bien con él. De seguro no atendería mis explicaciones y me castigaría. Y además tratándose de un tipejo de los que a él más le gustaba entregarme. Me humillaba y sometía aún más así: obedeciendo a los deseos de un tipejo como aquel ¿qué no haría por un elegante y distinguido señor..?

―Está bien, está bien.. Pero por favor, no soporto el dolor. Y sobre todo no se lo diga a Javier se lo suplico―

―Eso está mejor preciosa. Y tranquila, tú se muy cariñosa conmigo y no tendrás que temer nada―

―Bien, pero por favor no me haga daño. Vaya despacito, tengo los pechos muy sensibles y esto me da pánico―

―Ya lo sé preciosa, no eres la única. Pero no vamos a empezar todavía. Primero serás tú quien cumpla con su parte del trato―

―Vale, vale de acuerdo. Como quiera..―

No era cosa de enfadar a aquel salvaje. Ya tenía alguna experiencia y sabía que accediendo a sus deseos, los hombres podían ser más considerados o, cuando menos, no tan insensibles y crueles.

De nada me sirvió la prohibición de Javier de besar a los hombres en la boca. Aquel bestia me tenía bien pillada y, como la primera vez en que me tatuó, tuve que abrirle mi boca como aquella vez en la que debía prestarme a todo. Otro chantaje más al que tenía que claudicar.

Se abalanzó sobre mi y mientras sobaba a placer mis pechos y muslos, metía su asquerosa lengua en mi boca. Literalmente comiéndomela, girándola dentro de mi boca, llevándola hasta mi garganta y lamiendo mis mejillas y mentón.. Era asqueroso e insoportable y a punto estuve de vomitar. Aquel hedor de su aliento era insoportable ¿cómo podían haber personas así? A su placer me tuvo durante unos diez interminables minutos que a mi me parecían no acabar nunca. De mi boca a los pechos, a los muslos, nalgas y de nuevo a la boca como un poseso ¿tanto le gustaba yo a aquella mala bestia? ¿no había estado con más mujeres que yo? Desde luego entendí que no con aquel aspecto y su hediondo aliento.

Frotaba su hinchada bragueta en mis piernas mientras me “saboreaba” toda. Sabía bien lo que vendría a continuación, como la primera vez.

―Riquísima preciosa, me la has puesto como un leño. Ahora quiero una buena mamada..

Con todo mi cuerpo húmedo de sus babas, me arrodillé ante su verga que ya se había sacado del pantalón. Sin haberme acercado siquiera lo suficiente, ya me llegaba su olor. La llevé a mi boca conteniendo la respiración, evitando en lo posible su desagradable olor a sudor y orines. La tenía húmeda, como de haber orinado recientemente. Era asqueroso.. Pero qué otro remedio me quedaba. Le eché valor poniendo todo mi empeño para que se corriese pronto.. Jadeando como un cerdo me agarraba por el pelo mientras me follaba literalmente la boca.

A los pocos minutos se vino. Con fuertes gemidos de placer me soltó un grueso y caliente chorro de esperma que no retuve en mi boca. Lo dejaba salir moviendo rápido la lengua para que esa repugnante masa líquida saliera de mi boca cayendo sobre mis pechos y muslos. Algo que jamás haría con un cliente o amigo de mi señor a menos que se me ordenase otra cosa. No obstante, esa tranca dura y regando mi boca de su leche me hizo hasta olvidar su mal olor; me empezaba a poner muy cachonda sintiendo como mi coño respondía al estímulo de hacer gozar a un hombre por guarro que éste fuera... No sólo era una puta propiedad de un hombre, también una ninfómana total. Con instinto sexual claramente patológico. No podía ser en absoluto normal que mojase en aquellas circunstancias. De repente sentí miedo, miedo de mi misma. Aquello era una enfermedad demoníaca con la ayuda de la cual podrían llevarme adonde quisieran.

Satisfecho, la sacó de mi boca y me golpeó en la cara varias veces con su decreciente y complacida verga dejándome manchadas las mejillas con restos de semen. Esa fue la única forma de limpiársela, la metió en su pantalón dejándome de rodillas y completamente sucia de sus babas y por todo mi cuerpo. Me sentía asquerosamente pegajosa por todas partes.

―Maravillosa boca preciosa.. Bueno, vamos al trabajo. Ve al baño y lávate bien esas lindas tetas―

Corrí a ese baño que conocía bien y en un lavabo de un sólo grifo lavé a conciencia mis pechos. No sé cómo la gente no pillaba allí toda clase de infecciones. Por suerte había jabón en un dispensador que al menos se veía limpio.

Después de mi entró él a lavarse sus manos. Todo un detalle de higiene que me tranquilizó. Le esperé sentada de nuevo en la camilla y al volver cogió un sobre herméticamente cerrado del que sacó dos guantes estériles. Vaya, sería un cerdo para él mismo, pero sabía hacer bien su trabajo. Pero no pude evitar llorar de miedo al verle acercarse a mi con las manos enguantadas, las agujas y un frasco que probablemente sería un antiséptico.

―Venga, tranquila.. Antes de que te duela todo lo que crees que te va a doler, esto habrá terminado―

―Por favor, se lo suplico.. Con cuidado, creo que me voy a desmayar―

―Nada de eso, respira hondo y no mires. Te repito que no te vas a enterar. Y no me hables de usted ¿vale? Quiero que no tuteemos―

―Lo siento..No..no puedo tutear a los hombres―

―Venga ya bonita. Eso para los otros; ya te he dicho que las normas de Javier no valen conmigo. Así que tutéame tranquila―

―¿No dirás nada?

―Ya lo comprobarás, Javier es sólo un buen cliente que me proporciona bastante trabajo con sus niñas. Pero creo que está majara.. Vaya gustitos raros y salvajes que tiene―

Mientras me decía aquello, tiraba suavemente de mis pezones para estimularlos y facilitar así la entrada de la temible aguja. Creí ver que aquella charla que me estaba dando, no era sino una forma de distraer mi atención hacia lo que iba a hacerme. Siendo así, demostraba con ello ser una buena persona después de todo. Mientras hablábamos, seguía con su tarea..

Me roció bien los pezones con el desinfectante y siguió hablándome sin hacer nada más, a la espera sin duda, de que aquello hiciera su efecto anestésico. Rogaba a Dios para que así fuera.

―Esperamos un poquito y apenas notarás nada. Tranquilízate―

―Gracias. Eso está muy frío, parece que se me vayan a romper los pezones―

―Si, jeje.. Es normal... Bueno, vamos allá. Mejor que no mires―

No quise mirar y giré la cabeza para no verlo. Pero algo más fuerte, como queriendo protegerme vigilando lo que me hacían, hizo que volviese a mirar.

Sacó la gruesa aguja hipodérmica de un sólo uso y la presentó directamente al pezón; tiró de éste haciéndolo más delgado y hábilmente me clavó la aguja. Un terrorífico escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Él se reía de mi carne de gallina y mientras seguía dándome “palique”.

―Je,je,je.. Hasta con esa piel así eres preciosa nena...

―Gracias.. No quiero ser pesada, pero por favor ve con cuidado―

―Tranqui, he hecho esto cientos de veces. Tus pezones son de los facilitos, otros son más frágiles y peligrosos.―

―Dame uno de los aros―

Lo puse en su otra mano y metió el extremo abierto en el hueco de la aguja. Tiró de ésta hacia atrás al tiempo que suavemente empujaba el anillo hasta atravesar el pezón. Vi aliviada la aguja ya fuera y el aro situado en su sitio con la medallita colgando. Después el clic del cierre y ahí acabó. Fue cosa de segundos y con admirable delicadez que le agradecí infinito.

Para el otro pecho, ya estaba mucho más tranquila.. Fue igual de rápido y tal y como me dijo, apenas me enteré. Sentí admiración y una enorme gratitud por ese hombre. Más aún sabiendo como me dijo que los hombres preferían que sus hembras sufrieran el dolor del pinchazo y el pase de los anillos a través de sus pezones. Sin embargo conmigo quiso evitar eso. ¿Por qué conmigo? ¿Qué había visto ese hombre en mi para tratarme de forma diferente a las otras mujeres?

―Se acabó cielo. La verdad es que luces unas tetas mucho más bonitas con eso― Me limpió suavemente unas gotitas de sangre con un algodón impregnado en antiséptico―

―¿Será igual ahí abajo..?―

―Claro, y más rápido. Los labios del coño son más delgados que los pezones. Ese lindo coño que estaría horas comiéndome―

A pesar de todo por lo que estaba pasando, me hizo reir. Después de todo y a pesar de su fealdad y poco interés por la higiene, ese hombre tenía su encanto.

Me empujó suavemente hacia atrás para que me echase en la camilla. Me abrió al máximo las piernas, tiró de uno de los labios y luego de limpiarlo me clavó otra aguja. Luego el “clic” y pasó al otro.

Tanto para los pezones como para mis labios vaginales empleó distintas agujas minimizando de esta forma el riesgo de infección. Increible pero cierto, era todo un profesional. Al menos conmigo.

―¿Qué? Me parece que no has sufrido mucho...―

―Nada. Muchas gracias―

―Nada de gracias preciosa. Era un trato, tú me has dado ese hermoso cuerpo y una riquísima mamada.. Estamos en paz. Y otra cosa..

―Dime

―Cuando te pregunten si te ha dolido, di que si tesoro. Prometo a mis clientes que sus esclavas lo pasarán mal por y para ellos―

―Pues claro que si, por la cuenta que me trae además. Pero ¿porqué lo has hecho así conmigo?―

―Ni puta idea.. Creo que me he puesto cachondo con eso del trato y que tú lo aceptaras. Además de que eres preciosa cielo y no sólo por tu cuerpo. No sé, hay algo en ti que me gusta pero que muchísimo―

―Vaya, pues muchas gracias. Eres muy amable.―

―Es lo que mereces nena. Ojalá pueda verte otra vez―

No supe qué contestar a eso. Pero me gustó mucho. Por primera vez en tanto tiempo me trataban con algo de dulzura. Sólo me limité a sonreirle agradecida.

―¿Puedo vestirme ya?― Pedirle permiso para eso fue la única cosa que podía hacer para agradecerle su comportamiento y galanterías conmigo, aunque ya la había dado mucho de mi. Pero sentí que no era suficiente. A muchos hombres les entregaba lo mismo y no recibía de ellos una sola palabra amable.

―Si cariño. Sólo ponerte el candado y ya puedes vestirte―

El pequeño candado venía abierto y pasándolo a través de los aros lo cerró y oí el quinto “clic” de cierre en mi cuerpo.

―¿Y la llave..?― Le pregunté con confianza. Me sentía tranquila y hasta a gusto con ese hombre al que no sería muy dificil convencer de que usara más la ducha.

―La tiene tu amo preciosa ¿quien si no..? Tu afortunado e hijo de puta amo―

Volví a reirme con aquello. Lo que menos esperaba de él: que después de todo resultase un buen hombre. Considerado, amable, atento...Muy diferente a los demás con los que había tenido que estar. Igual de exigente en cuanto al sexo si, pero tal vez fuese pensé, que eso podía deberse a su imperiosa necesidad sexual al no encontrar una mujer que le eceptase. Una vez satisfecha su necesidad, regresaba a su agradable manera de ser. Desde luego no era plato de gusto para ninguna mujer, pero de eso él tenía buena parte de culpa por su descuidado aspecto. Porque si bien era feo por fuera, cualquier mujer podía soslayar eso simplemente tratándole.

Antes de salir le di un beso en la mejilla. Me dio la gana, ese hombre se había portado bien conmigo después de todo y lo merecía. No sólo me libró de un dolor innecesario, sino que también anuló el horrible miedo con el que llegué.

Que se portó como un cerdo en el sexo, pues como todos. Pero luego supo compensarlo.

―Ten ―me entregó un pequeño frasco― te lo pones con un algodón o gasa dos o tres veces al día y sobre todo después de ducharte. Mueve los aros de vez en cuando para que no queden aprisionados en la carne una  vez cicatrice. Importante, abundante agua en el coño cada vez que mees―

―Así lo haré, gracias―

Le dije riendo de nuevo. Sus soeces palabras me hacían gracia porque veía que no eran una falta de respeto como con los otros hombres. Si no más bien su forma de ser y expresarse en cómplice e íntima confianza conmigo.

No aprovechó mi beso para meterme mano de nuevo y aprovecharse de mi. Eso me gustó.. Se limitó a despedirse con un gesto de su mano y con expresión triste. Me quedé mirándole mientras me alejaba y entonces sentí lástima por él. Era una puta y una ninfómana además de que me tenían esclavizada. ¿Porqué no..? Él lo merecía más que ninguno y estaba claro que no tenía a nadie. Además, con sus halagos y la forma de tratarme hizo que me sintiera orgullosa de mi y de mi cuerpo. Así que me volví y le dije,

―Habla con Javier y dile que quieres tenerme. ―

―No sé. No creo que me guste pagar por ti. Ya el trueque de anillarte y tenerte a cambio no me hizo mucho tilin. Pero desde que te hice el tatuaje te deseo y llevaba ya mucho tiempo sin una mujer. Con tenerte aquí y para mi solo se me escapó el animal que llevo dentro ¿Te gustaría a ti estar conmigo y que te pagase por ello?―

―No ibas a pagarme a mi. Le pagarías a Javier.. Él sí querrá tu dinero.. Adiós y gracias de nuevo―

―Gracias a ti preciosidad... Pensaré y mucho en lo que acabas de decirme―

Sabía que al menos hoy, ese buen hombre iba a sentir algo de felicidad. La merecía.

Caminar con aquellos puñeteros aros resultaba muy incómodo. Sobre todo conforme el efecto de la bendita anestesia iba pasando. Además el candado me rozaba los muslos con cada paso que daba. Ojalá me acostumbrase pronto.

Entré en una cafetería a tomar algo y como siempre las miradas de los hombres posadas en mi como moscas. Me abroché el chaquetón no fuera que los dichosos anillos se marcasen en la blusa. Aquellos tíos parecían intuir lo que yo era a pesar de que no vestía como una puta. Pero no sé, tal vez se me notase que no llevaba sujetador. El caso es que no dejaban de mirarme.

De nuevo en la calle, de repente me di cuenta preocupada de que con mis aros en las orejas iba “cantando” lo que era y en cualquier momento podría encontrarme con un hombre que me mostrase una llavecita y me llevara a servirle. Así que corrí a mi nueva casa en la esperanza de no tropezarme con ninguno. Los pendientes, con sus medallitas colgando me identificaban como esclava propiedad de quien me presentase una llave que me abriría para él. Así que ni autobús, ni taxi. A correr..

Por la noche llegó mi dueño. Yo ya estaba en la puerta y descalza para recibirle. Como siempre le besé en la mejilla dándole las buenas noches. Aunque serio, me miraba sonriente y sin decir nada, muy puesto en su papel de respetable amo. En cuanto se sentó en su sillón cumplí con el obligado ritual ofreciéndome a él en la forma que ya sabéis. Me miraba curioso y expectante. Creo que se pasó el día esperando ese momento. Ver a su esclava anillada y cerrada, poseyendo él la llave de mi libertad debía suponerle todo un placer y sintiéndose como quien tiene todos sus deseos cumplidos sin faltarle nada. Una completísima gozada que su esclava le brindaba.

Quedé completamente desnuda ante él y seguía sin decir nada. Sólo me miraba los pechos y la entrepierna. Por fin habló,

―¿Te ha dolido mucho?― Aquello me asustó. Justo lo que me dijo... (Ni siquiera sabía cómo se llamaba, no caímos ninguno en preguntarnos nuestros nombres) quien me puso los aros. ¿Me traicionó contándole todo a Javier..? No lo creía, así que le respondí como sin duda él quería,

―Si Jav.. Perdón, señor. Me dolió y me sigue doliendo ahora. Tengo algo de inflamación en los pezones y aquí― le dije tocándome la vulva. No le gustaban nada las palabras fuertes ni mucho menos soeces en sus hembras. Por eso tenía que referirme siempre a los genitales tanto de hombres como de mujeres de forma suave y educada. Como culta y distinguida dama.―

―A ver, acércate― Di un par de pasos poniéndome a su alcance. Tocó los aros tanto de los pechos como los vaginales, lenta y suavemente, muy considerado de su parte.. Después cogió el candado, mirándolo y sopesándolo.. Lo soltó bruscamente y di un pequeño grito de dolor. Cosa que seguramente esperaba; por eso no me creí su delicadeza inicial, de él no cabía esperar otra cosa. El candado se balanceó en los aros unos instantes que con su peso y mis labios inflamados no veía el momento de que parase. Sacó del bolsillo de su elegante chaqueta una llavecita, cogió de nuevo el candodo y lo abrió. Por sexta vez ese día, oí y sentí el infamante “clic” en mi cuerpo.―

―Sabes lo que significa este gesto ¿verdad?― Me preguntó con gélida mirada.

―Si, señor. Que quien pueda abrir el candado como usted, puede disponer de mi―

―No, no exactamente así. Quien pueda abrir el candado no. Quien te abra a ti.. Lo dirás siempre de esa forma. Abriéndote con una de estas llaves, dispone de ti hasta quedar satisfecho de tus servicios. Demuestra que te has abierto a todo lo que quieran de ti. Eso con llaves doradas; con las normales puedes favorecerte de las restricciones que acordamos. !Repite!―

―Si, señor. Que..Que quien me abra con una de esas llaves puede disponer de mi para lo que desee si es dorada..

―! TODO ! Lo que desee.. Repite de nuevo ―Me interrumpió ásperamente―

―Si, Quien me abra con una llave dorada dispone de mi para todo lo que desee. Con llave normal puedo decirle que usted me prohibe algunas cosas―

―Bien, eso es.. Estás preciosa con esos aros. Tal y como yo esperaba. El amigo Alberto ha hecho un buen trabajo... Acabo de abrirte nena, así que chúpame muy bien la polla. Hoy no voy a follarte, podría hacerte más daño con esa pequeña inflamación. Además, ya lo hice ayer. Hoy me apetece sólo la boca. ¿Pagaste a Alberto como él quería..?

―Si, señor. Quedó satisfecho―

―¿Qué te hizo?―

―Babearme por todo el cuerpo y luego me ordenó chuparsela―

―¿Se corrió en tu boca?―

―Si, señor. Pero no lo tragué, me lo eché en los pechos―

―Bien, ¿Qué te pareció ese hombre?―

―Pues.. Algo descuidado en su higiene. Olía bastante mal―

―Si.. Ja,Ja.. Es bastante guarro. Pero bueno persona y buen profesional.

―Venga, chupa. Me has puesto bien cachondo guarra―

―Claro, señor. Como usted mande― Mira por donde vine a saber el nombre de ese buen señor: Alberto. Y estaba claro que no me había delatado como era muy posible en otros crueles y traicioneros tipejos. Sabía que él no me haría eso.

Me arrodillé ante él, saqué delicadamente su poderosa y nuevamente durísima verga y la llevé suavemente a mi boca. Por supuesto estaba bien excitado el señor. Con mis aros y habiéndole contado lo de su amigo aún más. Se encendió tranquilamente un cigarrillo mientras yo me afanaba en acariciarle como le gustaba. No me pidió cenicero para no interrumpir el placer del momento; echaba la ceniza al suelo como haría con la colilla. Allí estaba su esclava para limpiarlo todo. No desperdiciaba un momento en humillarme e insultarme de mil maneras distintas. Y yo, como su buena, fiel y tonta sierva, empezaba ya a mojar.

Al poco tiempo me regaba la boca con su abundante esperma. Sentí correr por mi garganta su leche  pronto tuve en mi estómago.

La obligada limpieza con mis labios, lengua y pechos para secarle del todo y el señor quedaba nuevamente bien servido.

―Bien nena.. Como siempre te has portado.. Dame el candado y acércate―

Lo cogí del suelo y se lo entregué. Esperaba que esa noche me dejara dormir sin ese artilugio. Pero no, al parecer debía llevarlo permanentemente. Lo atravesó en los aros y otra vez el dichoso clic. Volví a estar cerrada hasta que él, otro u otros hombres “me abriesen”.

Como siempre y un vez satisfecho “del todo” ya se iba. Le acompañé a la puerta. Allí me miró sonriente, burlón, como pude distinguir en su mirada. Metió un dedo a través de uno de los aros de mis pechos que pasó holgadamente, toqueteándolo mientras lo observaba ahora orgulloso... Como  incuestionable símblo de aquello que le pertenecía.

―Te recogeré mañana a las nueve de la noche. Y procura estar bien guapa. Te dejo ahí las normas del Harén, léelas con mucha atención. Ya sabes la importancia que tienen―

―Bien, señor―

De nuevo sola, fui a prepararme algo de comer. Aunque poco podría tragar aunque no hubiese tomado nada en todo el día pensando y temiendo en lo que me esperaba en cuestión de horas.

Luego me duché, me puse el pijama que tenía permitido estando sola, apliqué el antiséptico que me dio Alberto y me dispuse a leer las condiciones de mi nueva vida...

Continuará…

(10,00)