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La isla, el entrenamiento (4)

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Las chicas estaban sentadas en los colchones, acabándose de poner los calcetines y los tenis en silencio, había pasado ya cerca de una hora desde que Nadia se había marchado, y desde entonces ninguna había abierto la boca.

Claudia rompió el incómodo silencio.

―Kathy, ¿qué va a ser de nosotras?

―Es mejor que obedezcáis, he estado encerrada un día entero, observando

―¿Observando el qué? ― dijo Ashley

―Torturas, castigos, de todo – dijo Kathy, escondiendo su cabeza tras las rodillas y rodeándolas con los brazos.

―¿Dónde hay un servicio? ― preguntó Lory

Kathy la miró compasiva, y le señaló el centro del salón, donde había una especie de sumidero.

―¿Ahí? ― dijo Lory horrorizada.

―No se puede usar, sólo cuando ellos mandan – confesó Kathy.

―Pues yo me estoy meando...

―Yo vigilo la puerta – dijo Paula. ― ¡corre!

Lory fue corriendo al sumidero y colocó los pies en el suelo, con las piernas abiertas, esperando a que saliese el chorro. Sin mucho éxito, verdaderamente estaba meándose, pero no podía hacerlo en esas circunstancias. Paula apremiaba a Lory mientras ella seguía intentándolo.

―Apura, el pasillo es muy corto – dijo la mayor del grupo.

―No es fácil, no suelo mear en un agujero en un salón, desnuda delante de otra gente ¿sabes? ― protestó Lory.

Tras unos minutos, que a Paula le parecieron horas, de la raja de Lory comenzó a brotar la orina, justo en ese momento, Paula divisó un hombre cruzando el pasillo hacia el salón.

―Corre Lory, acaba que vienen! ― dijo nerviosa.

Lory comenzó a mear con fuerza, esperando acabar lo antes posible. Las piernas le temblaban. El hombre cada vez estaba más cerca de la puerta, Paula decidió ir a su encuentro; salió al pasillo y se colocó delante de la puerta, con las manos juntas sobre su coño, presionando y levantando sus grandes tetas.

―Buenos días señor. ― le dijo, con voz sugerente.

―Eres nueva, ¿verdad tetona? ― le contestó

―Si...

El hombre le acarició la cabeza por detrás, y rápidamente descargó un fuerte rodillazo contra el vientre de Paula, que cayó al sueño doblada de dolor, después le agarró del pelo y la levantó violentamente.

―Dime, zorra inútil, ¿tú te crees que soy idiota?

―¿Cómo? ― dijo Paula entrecortada.

Muy velozmente, el hombre le dio una patada en el tobillo a Paula, abriéndole las piernas, para después en un ágil movimiento, acertarle con el rodillazo exactamente en el coño, Paula sintió un relámpago en su zona íntima, que le obligó a volver a doblarse, recibió otro tirón de pelo que la volvió a poner de pie..

―¿Ahora ya oyes mejor, zorra inútil?

―Lo siento señor.

―Abre las piernas, ya.

Paula estaba dolorida, le costaba estar recta, pero sabía que tenía que hacer lo que le mandaban si no quería empeorar la situación. Por lo que abrió las piernas mientras se apoyaba en la pared.

―Más abiertas, y las manos en la nuca, flexiona las rodillas.

Ella colocó las manos en la nuca, y al flexionar las rodillas, exponía totalmente su coño, recién depilado, un poco dolorido por el rodillazo.

―Quédate así y cierra los ojos. ― le susurró al oído mientras empezaba a acariciar el coño de la mujer.

Paula sintió la mano tocándola dulcemente y sonrió, relajándose y dejándose llevar por la situación, tras unos pocos segundos tocándola, el hombre apartó la mano, su coño estaba empezando a humedecerse por la estimulación.

Lo que Paula no se esperaba, era que el hombre le mandó colocarse así para exponer su coño a una patada, patada que le dió con una fuerza descomunal, dirigida perfectamente a su indefenso objetivo, Paula gritó mientras caía al suelo, con las manos en la entrepierna. El hombre abrió la puerta y entró, arrastrando a Paula por el pelo.

―De pie todas, daos la vuelta y poned el culo en pompa, ya. ― dijo enfadado.

Las chicas que habían escuchado el incidente de hacía unos segundos, se dispusieron rápidamente a cumplir las órdenes, el hombre comenzó a leer los nombres, marcados a fuego en las tersas nalgas.

―Lory, Sandrine y Marta, venid aquí las tres, el resto podeis sentaros, inútil, siéntate con ellas.― le dijo a Paula.

El hombre colocó a Marta a gatas, con la cabeza entre las rodillas de Sandrine, que estaba de pie, se sentó sobre Marta y ordenó a Sandrine que le masajease los hombros. La francesa comenzó a darle un suave masaje con ambas manos, el hombre se recostó apoyando su peso en Marta, y su espalda en Sandrine.

―Usa las tetas también, que para eso las tienes. ― le dijo

Ella iba subiendo y bajando para que los pezones le rozasen la espalda, sin descuidar el masaje.

―¿Bien, Lory, tienes algo que decirme?

―Que lo siento señor.

―¿Qué sientes?

―Haber meado sin permiso.

―¿Y qué crees que debería hacer al respecto?

―No lo sé señor.

―Ahora vas a ir al sumidero, y a limpiarlo con la lengua, ¿queda claro?

―Sí señor... ― dijo Lory mientras las lágrimas volvían a brotar de sus ojos.

Se dirigió al sumidero y apoyó las rodillas en donde antes había apoyado los pies, y observó el agujero hacia donde había dirigido su meada, casi toda había caído dentro, pero aún se podía ver un rastro de la que no se había ido por el sumidero.

Lory sacó la lengua y la acercó a la fría superficie del meadero, empezó a lamer por donde estaba limpio, sin atreverse a alcanzar con la lengua los restos de su orina, mientras tanto las demás miraban la escena horrorizadas, el hombre las miraba a ellas, sentadas en sus colchones tapando sus cuerpos con las piernas y sus caras con las rodillas, ellas mismas no sabían por qué lo hacían, si el hombre quisiera ver el resto de sus cuerpos, tan sólo necesitaba ordenarlo.

Marta estaba sintiendo dolor en su espalda y en sus rodillas, clavadas al suelo por el peso del hombre, mientras que Sandrine seguía esmerándose en el masaje, pues era mejor tener a ese hombre contento, lo que pasa es que, si bien ella le había dado masajes a muchos amigos suyos, nunca había utilizado las tetas en uno, por lo que estaba moviéndolas torpemente, intentando hacer notar sus pezones además de sus manos en la espalda; cuando el hombre se giró y le sonrió, supo que lo estaba haciendo bien.

De repente un nuevo hombre entró en la habitación, llevaba una correa en la mano, esa correa acababa en el cuello de una chica que le seguía a gatas, estaba totalmente desnuda, llevaba unas correas en las piernas que juntaban sus talones con la parte de abajo de sus nalgas, y otras en los brazos que juntaban sus muñecas con sus hombros, por lo que al andar sólo podía apoyar en el suelo los codos y las rótulas, en su frente estaba tatuada la palabra “pública” el nuevo hombre parecía sorprendido al ver a Lory lamiendo el sumidero, ya había probado el sabor salado de la orina y ahora intentaba no dejar ningún rastro para no ganarse más castigos.

―Hola Steven, no sabía que estabas aquí, ¿qué hace esa haciendo el trabajo de las públicas? ― dijo señalando el culo de Lory, que era lo que veía desde la puerta.

―Me la he encontrado meando sin permiso, y ese es su castigo; a ver Maky, levántante, ven aquí – dijo mirando a la rubia― ¿cómo debes saludar a Bob, que acaba de llegar?

―Buenos días amo Bob... ― dijo tras levantarse rápidamente.

La esclava pública cerró los ojos y negó con la cabeza, sabía que esa respuesta era incorrecta.

―Tranquilo Steve, yo lo haré. ― dijo Bob – tu disfruta de tu masaje, Maky bonita, vamos a ver si logramos meter algo en vuestra cabeza vacía. Ve a ese mueble y abre el primer cajón. ― en cuanto a tí, Lory, no levantes la cabeza del sumidero, sigue lamiendo, y dime, ¿qué color prefieres, rosa, verde o azul?

―Rosa... ― contestó rápidamente, sin dejar de lamer como le habían ordenado.

―Bien, por lamer de una manera tan eficiente, voy a perdonarte que no me hayas llamado “señor”, no obstante si eres capaz de andar meando por ahí sin permiso quizá se te dé por hacer otras cosas también... Maky, trae el objeto rosa del cajón

Maky sacó del cajón un consolador rosa, que tenía el mango bastante abultado, se estrechaba y la punta era también bastante gruesa, de unos 7 centímetros. Y se lo entregó a Bob, éste le dió una bofetada en la mejilla, sin previo aviso.

―Eso es por llamarme amo, no soy tu amo, con “señor” es suficiente, ahora quiero que se lo metas a Lory en el culo, tienes 20 segundos, si no lo consigues te meteré yo a tí uno el doble de grueso; tiempo. ― dijo mientras miraba su reloj.

―Sí señor – dijo Maky apresurada mientras agarraba el consolador con una mano y se frotaba la cara con la otra.

La rubia corrió hacia Lory, con el dildo en la mano, llegó ante el culo de Lory y se dispuso a introducírselo, el ano estaba totalmente cerrado, Lory levantó la cabeza cuando sintio que apoyaban la punta del consolador en su esfínter.

―Maky, no lo hagas por favor, nadie me ha metido nada ahí nunca, no podrás... ― suplicaba.

―¡Tengo que hacerlo! Relájate por favor, ¡deja que entre! No es tan grande, ¡tú puedes!― rogaba Maky gritando.

15...

No había manera, tanto el culo como el consolador carecían de lubricación alguna, por lo que Maky comenzó a metérselo en su boca y chuparlo para ver si así entraba mejor.

10...

Al oír la cuenta atrás Maky sacó apresuradamente el consolador de su boca, y dos largos hilillos de baba le mojaron las tetas y el vientre. Colocó el dedo gordo de la mano izquierda muy cerca del ano de Lory y la palma de la mano sobre su nalga izquierda, separando todo lo que podía para que el ano se abriese un poquito, tras eso acercó con su otra mano el consolador empapado de saliva.

5...

Comenzó a girar la muñeca como si fuese un tornillo y el consolador se fue metiendo muy poco a poco en las entrañas de Lory, obligándola a tumbarse sobre el sumidero.

4...

Lory, instintivamente, trató de levantarse y escapar, pero Maky se tiró sobre ella devolviéndola al suelo.

3...

Maky empujó con todas sus fuerzas y la parte gorda del consolador quedó dentro de Lory, quedando fuera sólo el mango.

2...

―Ya está! ― gritó Maky. ― lo tiene dentro.

Lory estaba llorando, con la cabeza casi metida en el hueco donde poco antes había meado ella y quien sabe cuántas personas mas.

―Impresionante – dijo Bob. ― nunca ninguna novata había hecho eso antes, me caes bien.

Bob se dirigió donde estaban las demás chicas y se tumbó en un colchón vacío.

―Ven aquí Maky, ten tu premio bonita. ― dijo tumbándose y sacándose la polla del pantalón.

La rubia acudió y se sentó a su lado, éste le agarró la cabeza por detrás del cuello y llevó la boca de la chica a su polla, Maky se dispuso a hacer la segunda mamada de su vida; no se reconocía, conocía a Lory desde hacía tiempo, y acababa de meterle a la fuerza un consolador en el culo.

Las demás estaban anonadadas, acababan de ver como Maky prácticamente violaba a Lory con tal de salvar el culo, literalmente, Lory seguía en el suelo, llorando amargamente. Steve seguía sonriendo, relajado tras el masaje de Sandrine y visiblemente excitado tras el espectáculo que había ideado Bob.

―Mmm, voy a probar yo también – dijo Steve – Claudia, adelante.

Claudia se levantó corriendo y se paró delante del hombre que seguía sentado sobre Marta y masajeaado por Sandrine.

―¿Quiere que se la chupe señor? ― dijo vergonzosa.

―Veo que al final aprendisteis algo... ― dijo Steve riéndose sonoramente.

Claudia desabrochó su pantalón y empezó a chupar con ansia, con el rabillo del ojo miraba a Maky, no podía quitarse de la cabeza que por su culpa, el hermano de ésta había muerto, pero eso parece que había sido hace una eternidad, para olvidarlo, cerró los ojos y se concentró en su tarea.

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