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La noria

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Jamás pude pensar que perder uno de mis peores miedos fuera tan,,, excitante. Allí estábamos a varios metros del suelo fumando tranquilamente un cigarrillo.

La noche antes decidimos ir todos los amigos al parque de atracciones, cosa que yo odiaba por mi miedo a las alturas y sin contar el hecho de que me toca quedarme abajo solo mientras los demás se aventuran a esas vertiginosas atracciones.

-Venga que me quedo contigo- Me dijo Gemma, mientras pellizcaba picara mi trasero. Lo cierto que era una niña muy guapa unos años más pequeña que yo, pero no me caía nada bien , era una loca atrevida y la prima de mi mejor amigo, A veces pensaba que me caía tan mal porque la envidiaba, yo era demasiado tímido. La suerte es que solo pasaría unos meses en casa de su primo Abel, luego se iría y sus locuras habrían terminado.

Y allí estábamos los dos mirando la montaña rusa.

-Que calor, vamos por algo de beber

-No – le dije sin apartar la vista de la atracción.

-Jo, venga Edu, que yo invito- el comentario me hizo enrojecer

-No, no es por eso, es que,,, venga vale vamos.

No paraba de hablar mientras caminábamos, se paro delante de la grandísima noria, se giro, me sonrió y me giño un ojo. –No, eso sí que no- le dije mientras seguí caminando.

-Por favor- y me miro con una cara que me pareció la de un ángel, con ese flequillo de lado tapándole un ojo.- Por favor Edu, eres demasiado correcto, saltar vallas, romper puertas o salirse un poco del camino marcado a veces nos hace bien y puede ser divertido.

Y no sé cómo me convenció, aun no lo sé, pero allí estábamos entrando en ese extraño huevo, no quise ni mirar la altura, solo cerré los ojos, me agarre fuerte y le dije a la locuela de mi acompañante que por favor ni pestañeara más fuerte de lo normal.

Dos vueltas, yo pensé que me iba a dar algo, creo que jamás sentí tanta angustia por voluntad propia.

-Creo que son tres o cuatro vueltas, ya no falta nada Edu, ves, eres valiente, es bueno vencer los miedos, pero abre los ojos bobo, que te estás perdiendo unas vistas preciosas.

-Shhhhh- abrí los ojos y la vi sonriéndome y cuando pensé en relajarme un poco un parón en seco hizo que el huevo se tambaleara.

-Dios! ¿y ahora qué pasa?

-Ni idea.- y saco la cabeza para mirar- creo que es un pequeño fallo de esos en la batería o algo así, pero da gracias al menos no estamos arriba del todo.

-No te rías Gemma, por favor y no te muevas.

-Vale, pero no te pongas nervioso, haremos una cosa- y lentamente se sentó en el suelo y me tendió la mano. – Aquí abajo será distinto y no nos balancearemos tanto, ven.

Y como un niño pequeño me deje resbalar y me puse a su lado, el espacio no era muy grande por lo tanto estábamos muy cerca el uno del otro.

-Serán unos minutos, no te preocupes.

Media hora después yo ya no sabía qué hacer me temblaba todo y tenía sensación de ahogo, creo que empecé a palidecer y entonces ella comenzó a hablar y hablar, cosa, que para mi sorpresa, me relajo e incluso comencé a sonreír un poco.

Llego un momento en que mi mirada se quedo clavada en la suya y mis labios apresaron los suyos, no se aparto, ni se quejo ni siquiera me abofeteo, hizo todo lo contrario a lo que yo esperaba, busco mi lengua con la suya revolviendo con cuidado mi pelo. Paso sus piernas y me rodeo con ellas la espalda, yo hice lo mismo. El huevo se balanceaba pero tan solo pensaba en ella, esos ojos grandes, verdes llenos de vida y ese flequillo de lado que le tapaba uno de ellos.

Con movimientos rápidos quito mi camiseta y recorrió desde mi cuello al ombligo con sus dedos humedecidos por su saliva. No sabía qué hacer, el deseo iba en aumento pero temía actuar, ella cogió mis manos y las coloco sobre sus pechos, a los cuales masajee y apreté lentamente fascinado por su dureza y su rigidez, podía notar los pezones erizados, desabroche los botones, la liberé de su camisa azul oscuro y del sujetador de muñequitos. Sin cambiar de posición y algo incomodo acerque mi boca dejándola a solo unos milímetros, sople y pude ver como renacían sus pezones, saque la lengua y los lamí, los recorrí al tiempo que mis manos los apretaban con delicadeza. Los chupe y los succione, era increíble mamar aquellas preciosas tetas.

Ella gemía y echaba su cabeza hacia atrás, nadie podía vernos, ni ¿oírnos? Quizá sí, pero no me importaba, mi timidez había desaparecido, ahora era un lobo con hambre de sexo y ella el pequeño ángel que se torno diablesa, metiendo su mano por mi pantalón corto. Yo desabotone el suyo, rozó con sus dedos lentamente la punta de mi glande, sacó la mano y lamió la gotita de la cual se había apoderado.

Nunca viví nada tan intenso, mi mano frotando su clítoris y las suyas subiendo y bajando por mí, ahora, enorme polla. Oh Dios, no podía mas, ardía de deseos, mi miembro estaba tan duro y el suyo tan húmedo, que solo pensaba en follármela.

Apoyo sus manos y le quite el pantalón, dejándole el tanga, y con algo más de dificultad ella me quito todo lo que me quedaba puesto. Se acomodo sobre mí, rozándose sensualmente, metiendo mi cabeza entre sus pechos, tire del de la fina cuerdita que le quedaba puesta, me susurro algo que no entendí, mientras apartaba a un lado el tanga, con un práctico movimiento de caderas coloco mi polla justo a la entrada de su empapado coñito. Poco a poco me fui abriendo camino dentro de ella, notando como su calor me envolvía, penetraciones cortas y suaves, intensas a su vez, no me importaba si el extraño huevo caía al vacio, yo estaba rozando el cielo, fallándome a la loca prima de mi mejor amigo.

Apoye mis manos sobre el suelo, eleve mis caderas y la penetre profundamente, estaba loco, loco de deseo, locura que ella me había contagiado mientras me pedía más y más, enloquecía cada vez que me susurraba que la follara más. Le metí mí pene lo más profundo que pude, golpeando mis huevos en sus nalgas, mientras ella se frotaba el clítoris, la embestía duro una y otra vez, no quería parar y ella me pedía que no parara.

Que difícil era follar en aquel reducido espacio, pero mi polla se las apañaba para penetrarla, entraba y salía cada vez con más rapidez, con más furia mientras no dejaba de comerme sus tetas ya que las tenía a la altura de mi boca.

-Más, Edu, quiero que me des mássssss,,,,,,,,,,,, quiero que me folles como un loco.

-No aguanto Gemma, me voy, me corroo,,,,,,,,

-No cielo, antes tengo que correrme yo, ¿o me vas a dejar así?

Mis brazos flaqueaban pero ella me ayudo moviéndose sin parar hasta que note su humedad resbalando por mi pene, la eleve y eyaculé sobre sus muslos, y la abrace hasta que nuestras respiraciones se calmaban.

-Los tímidos sabéis sorprender muy bien- me susurro mientras besaba mi mejilla.

-Pues a mí nunca me han gustado las locas como tu- respondí aun entre jadeo mientras le giñaba un ojo.

Nos vestimos con calma y encendí el cigarro de la victoria que fumamos a media.

Tardaron cosa de veinte minutos hasta que pudimos bajar a tierra firme. Todos nos esperaban abajo, asombrados de mi tranquilidad al salir del huevo.

Durante el resto del día intercambiamos miradas y sonrisas.

Abel y ella me llevaron hasta casa, al bajarme del coche me toco la mano y sonriendo me dijo

-Cuando quieras te ayudo a superar cualquier otro miedo.

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