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Con el final del verano llegó el inevitable y odiado momento de la despedida. Montse ha vuelto a España y yo me enfrento a un nuevo curso en mi pueblo perdido en el cogollo de la América profunda. Pero nada volverá a ser lo mismo para mí. Entre las muchas cosas que me han dejado estos más de dos meses de convivencia con mi hermana esta una paz y una tranquilidad en mi conciencia como no conocía desde antes de follarme a mi madre por vez primera. Ya no hay el menor asomo de culpabilidad. Ni por lo que hice entonces ni por lo que he estado haciendo estos meses.

Porque efectivamente, mi hermana y yo hemos sido, y aún somos, amantes. Desde aquel amanecer donde concluyó el anterior episodio hasta hoy, he perdido la cuenta de las veces que he follado con Montse, con mi hermana. Lo hemos hecho en todos los lugares imaginables, hemos jodido en cada rincón de la casa, en el coche en medio del bosque, en mi despacho del high school donde trabajo, en la piscina de noche… ¡dios mío, si hasta follamos en los lavabos de la casa de unos amigos míos que nos invitaron a cenar! Lo hemos hecho en todas las posturas, la he penetrado por todos los agujeros de su cuerpo, me he corrido en su coño, en su culo, en su cara, entre las tetas… la he hecho correrse con los dedos, con la lengua, con la polla, hasta con el pie en una ocasión y por una apuesta.

Y he sido feliz. Y he visto feliz a mi hermana. Hemos sido felices. Por desgracia ninguno de los dos está en disposición de renunciar de forma inmediata a su vida para unirse a la del otro. Sin embargo, puede que un futuro juntos nos aguarde a medio plazo. Por ahora me conformo con recibirla en Acción de Gracias y visitarla en Navidades.

Así es como ha quedado mi vida tras la visita de mi hermana. Pero esto es una web de sexo y estos son relatos de sexo y eso no debe perderse nunca de vista.

En aquellas primeras horas de pasión con mi hermana (creo recordar que fueron unas 36 horas consecutivas sin salir de casa, sin apenas dejar la cama) no sólo follamos, también seguimos hablando muchísimo. Y como hasta ese momento Montse era la que había contado casi todo, fue ella la que empezó a preguntarme, a obligarme a contar cosas. Yo respondí a todas y cada una de las preguntas que mi hermana me hizo con toda la sinceridad del mundo. Cuando y como empecé a desear a nuestra madre, cuando y como lo hicimos por primera vez. Se sorprendió al saber que lo habíamos dejado durante años y que cuando mi mujer nos pilló apenas hacía unos meses que habíamos vuelto a tener relaciones. En su cabeza, nuestra madre y yo siempre habíamos sido amantes.

-¿Y por qué lo dejasteis? Bueno, ¿y por qué volvisteis? –me preguntó con extrañeza. Entonces le conté lo que los lectores de esta saga ya conocen, mi deseo de no engañar a Belén, la que luego fue mi mujer, mi posterior y frustrante rutina sexual de casados, mi descubrimiento del cibersexo y mi proyecto de contar mi experiencia en relatos. Aquel fue el momento en el que Montse supo de estos relatos por vez primera y me suplicó que le dejase leerlos. Por suerte, tal vez por azar, yo guardaba una copia impresa de cada uno de ellos (hasta el 9, lógicamente). Se los di y durante unas horas Montse los leyó con devoción. Debo confesar que tuvimos que hacer varios altos. A mi hermana le ponían tan cachonda los relatos que entre lectura y lectura follamos dos o tres veces. En una ocasión recuerdo incluso que mientras me follaba a Montse por el culo, ella tenía un relato que intentaba leer en voz alta entre gemido y gemido. Lógicamente, al final lo tuvo que dejar y centrarse en la polla de su hermano pequeño que le estaba reventando el culo a embestidas. Me corrí dentro y ella siguió leyendo con mi polla aún dentro de su ano.

Los relatos despejaron ciertos puntos oscuros para mi hermana pero abrieron otros interrogantes. Por ejemplo, porque dejé de follarme a mi tía y a mi prima. Qué pasó con Silvia, la secretaria de mi madre. Como concluyó aquel "viernes de locura" que dejé inconcluso en el capítulo 9 de esta saga. Y finalmente me hizo la pregunta que justifica mi presencia de nuevo en esta web: "¿Piensas contar LO NUESTRO en algún relato?"

-¿Quieres? –contesté yo. El tono de voz que había usado mi hermana no reflejaba el menor reproche. Al contrario, más que una pregunta parecía una petición. De ahí mi pregunta.

-Me encantaría. Sería increíble leer sobre "esto" en una web. Dios, me mojo sólo de pensarlo –y así fue como la idea de volver a escribir para todorelatos cobró visos de realidad en mi cabeza.

Durante algún rato mi hermana y yo planificamos una especie de "hoja de ruta", un plan editorial, por decirlo de alguna manera. Pensamos en las cosas que podía y debía contar y en las que no merecía la pena. Pusimos en orden esas ideas y unos días más tarde arranqué el proyecto con el capítulo 10.

Montse pensó entonces que, sin duda, la gran incógnita que quedaba por despejar referente a mi pasado y por tanto la primera que debía afrontar en mis relatos, eran los motivos que me habían llevado a dejar de joder con mi tía y con mi prima.

Tal vez la mayoría de los lectores de esta saga, los que hayan leído todos los relatos, hayan pasado por alto una breve pero trascendental observación perdida en el fervor de la descripción de tanto sexo incestuoso. Me refiero a esta frase localizada en el quinto relato de esta saga: "Cuento este polvo con mi madre porque fue consecuencia directa de lo sucedido la noche anterior y porque será muy importante en un hecho futuro que aún no corresponde narrar". Pues bien, ha llegado el momento de contar como este polvo se convirtió en un factor desencadenante de otros acontecimientos, de hecho, como este polvo fue el génesis del final de mi historia con mi prima y sobre todo, con mi tía.

A raíz de aquella mañana en la que, ardiendo de deseo sexual insatisfecho por culpa de la calientapollas de mi prima Bárbara, me follé a mi madre en la cocina, mientras mi hermana dormía en la habitación y me corría en su culo justo antes de que mi padre tocase el telefonillo, el hecho de follar con gente cerca que nos pudiese descubrir, se convirtió en un aliciente más. Si ya era morboso el sexo madre-hijo, el hecho de que, como aquella mañana, mi hermana estuviese en la habitación de al lado, le añadía aún mayor dosis. Mi madre me confesó unos días más tarde, que el polvo de aquella mañana de domingo había sido de los más excitantes que habíamos echado, sobre todo dada las circunstancias y que desde entonces siempre que había gente en casa, le entraban unas ganas casi irrefrenables de follar conmigo.

Por eso durante algunos meses continuamos "jugando" con esos límites. Recuerdo en especial un sábado. Mi hermano y su familia habían ido a comer a nuestra casa. También estaban, como es lógico, mi padre y mi hermana Montse. En total siete personas. Mientras recogíamos la mesa, después de la opípara comida, me escabullí a mi habitación. Aquel día mi madre estaba hermosa y sugerente como pocas veces, o al menos eso me pareció a mí, y durante toda la comida apenas pude dejar de mirarla. Su ligerísimo escote era lo suficientemente insinuante como para provocarme una erección de campeonato y desear abalanzarme sobre ella para comerme esos gloriosos pezones que tanto adoraba. Así que cogí uno de mis relatos y pensaba meterme en el servicio a darme una buena paja a la salud de las tetas de mi madre… cuando entró ella. Cerró la puerta de mi habitación tras de sí, se abalanzó sobre mí y me plantó un beso con lengua en la boca que me hizo temblar. Luego se separó sujetando mi cara con la palma de sus manos:

-Dios, me mojo entera cuando me miras así. Te habría comido la polla allí mismo –yo estaba atónito. Si mi madre me había puesto cachondo, ella estaba, directamente, salidísima.

-Métete en el servicio y dame cinco minutos… y no "toques" nada –esto último me lo advirtió colocando su mano sobre mi polla que, como imaginareis, estaba al máximo de dureza.

Mi madre salió precipitadamente de mi habitación, tanto que cuando quise reaccionar ya estaba solo de nuevo. Escondí el relato y apresuradamente me metí, tal y como ella me había ordenado, en el servicio. Me desnudé y me senté en la taza del váter, con la tapa bajada, con la polla dura como una piedra apuntando al cielo. Dos minutos más tarde escuché un leve golpeteo en la puerta. Abrí y allí estaba mi madre que, como una furtiva, rauda y veloz, se deslizó dentro del cuarto de baño. Echó el cierre y se volvió hacia mí.

-Veo que estás preparado –precipitadamente comenzó a desnudarse.

-Joder, mamá, esto… esto es increíble –dije yo intentando hacerme con las tetas de mi madre, que ya colgaban desnudas frente a mi cara.

-Espera, hijo, espera, no tenemos mucho tiempo –mi madre, experta folladora, me hizo sentar en la taza del váter después de quitarse las bragas, me dio la espalda y se colocó a horcajadas sobre mi. Con dulzura, agarró mi polla con su mano y la condujo hasta su coño.

-Mmmmmmmmmh, que gustooooo –susurré al sentir como mi polla se deslizaba dentro del ardoroso coño de mi madre.

-Si, mi niño, siiiiii –gimió ella. Entonces empezó a moverse bastante rápido. Yo me recliné hacia atrás y mi madre se echó ligeramente hacia delante de modo que casi podía ver como mi polla entraba y salía del coño de mi madre. Estaba excitadísimo, intenté agarrarle las tetas a mi madre y ella se echó hacia atrás buscando mi boca con la suya. Nos besamos como pudimos, luego ella volvió a inclinarse y acelerar el ritmo de sus movimientos. Mi polla entraba y salía brillante de jugos, de su húmedo lecho, de la empapada rajita de mi caliente madre.

-Joder, Jose, Jose, jodeeeeer, que bieeeeen, oooooh, que bieeeeen –empezó a parecerme imposible que no nos oyesen si alguien pasaba por el pasillo. Pero a mi madre parecía darle ya todo igual. Aún así le metí un dedo en la boca esperando que aquello apagase sus gemidos.

-Mamáaaaa, mamáaaaa, me corrooooo –le advertí al sentir la inminencia de mi orgasmo. Entonces ella, a toda prisa, se sacó la polla de su coño y antes de que pudiese darme cuenta, se había arrodillado junto a mí y me chupaba la polla. Un brutal orgasmo me sacudió llenando primero la boca de mi madre de esperma y después su cara pues al sentir el primer chorro de semen, se sacó la polla de la boca y dejó que mi leche le salpicase la cara.

-Joder, mamá, joder, que polvazo –apresuradamente, tan rápido como habíamos entrado, nos limpiamos, nos vestimos y salimos del servicio. Yo me deslicé furtivamente a mi habitación y allí permanecí media hora. Mi madre volvió al salón y comentó que la comida le había encantado pero que había "comido" demasiado. Nadie pilló entonces el doble sentido de aquel comentario.

Las semanas se sucedían y cada vez eran más frecuentes este tipo de encuentros "morbosos". Una tarde de finales de febrero, nos quedamos solos después de comer. Como siempre que esto sucedía, nos dedicamos a nuestra afición favorita: follar. Follamos durante algo menos de una hora, mi madre me la chupó, yo me comí su coño, la hice enloquecer con los dedos y, como casi siempre que había oportunidad, acabé jodiéndola a cuatro patas, llenándome las manos con sus carnales y deseables nalgas y corriéndome dentro de su sonrosado y peludo coño.

Rendidos, como siempre que jodíamos de esa manera, nos tumbamos en la cama, desnudos. Nos pusimos a hablar, una cosa llevó a la otra y salió en la conversación el recuerdo de aquella tarde de sábado en la que habíamos follado en el cuarto de baño con toda la familia en el salón. Entonces mi madre me hizo la siguiente confesión, inocente entonces, pero que como sucedió con otros momentos de nuestra vida, estaba destinada a cambiarlo todo para siempre.

-En realidad, creo que lo que más me pone es la idea de que alguien nos vea follar.

-¿Quieres que nos pillen, mamá? –pregunté yo sin entender muy bien lo que mi madre pretendía decirme y bastante perplejo.

-No, no, me refiero a que, no sé, por ejemplo, a que ahora hubiese alguien aquí, cómplice de todo esto, que nos viese follar –yo me quedé de piedra. Mi madre quería que alguien la viese follando con su hijo, quería que una tercera persona se quedara mirando mientras me la chupaba o mientras yo la reventaba el culo a pollazos. Estaba alucinando pero mi madre se había soltado y ya no la podía parar.

-…Y me pone a mil la idea de ver como te follas a otra –aquí ya si que abrí los ojos del todo –Si, si, no me mires así. Pensarás que estoy loca pero mira –me cogió la mano y la llevó hasta su coño. Era cierto, estaba empapado. Comencé a excitarme yo también.

-De hecho ¿sabes lo que más me gustaría hacer? Lo que me pone cachondísima sólo de pensarlo

-Pues no. Sorpréndeme.

-Me gustaría esconderme y ver como te follas a tu tía, como le echas un buen polvo –no sabía si mi madre hablaba en serio o era producto del calentón que llevaba así que le seguí el juego. Pero lo cierto es que me estaba poniendo a mil.

-¿Eso te gustaría? –dije yo comenzando a acariciar su coño, a separar sus labios con mis dedos.

-Joder, hijo, ya lo creo. Me encantaría ver como jodes a tu t… ¡tíaaaaa! –dos de mis dedos habían penetrado en el coño de mi madre y comenzaban a moverse.

-Así que mi caliente madre quiere ver como su hijito se folla a su tía, quiere esconderse en el armario y ver como el salido de su niño le mete la polla a su tía Raquel por el culo. ¿No es eso? –mis manos masturbaban la raja húmeda y caliente de mi madre mientras mi voz susurrante en su oreja calentaba su imaginación.

-Oooooh, siiiiii, hijooooo, siiiiiii, eso, eso quiero… quiero ver… oooooh, quiero ver como le comes el coño a la tía, oooooh, siiiiii, siiiiiii, y como te monta, joder Jose, que bien –mi madre estaba salidísima y mi polla volvía a coger grosor.

-¿Y qué más quieres, mamaíta? ¿qué mas quieres que le haga a la tía mientras tú miras? ¿eh? –seguí yo.

-Joder, Jose, jodeeeeer, quiero…. quiero ver como te monta, como le botan las tetas mientras te folla, oooooh, siiiiii, siiiiiii, jodeeeeer, que bieeeeen, Joseeeee, Joseeeee, quiero que… que… le chupes las tetas y te corras en su cara. Quiero verlo, siiiiii –mi madre se corrió pero esto último que me había dicho me había puesto tan cachondo que me puse sobre ella y le metí la polla. Estaba cachondísimo y quería reventarla. Me la follé con pasión y unos minutos más tarde volví a correrme, sin sacarla.

En un primer momento pensé que, al pasársele el calentón, mi madre renunciaría a aquella idea que, a todas luces era una locura de dimensiones siderales. Pero no. Aquella misma tarde elaboramos una especie de plan, tampoco muy complejo, simplemente se trataba de esconder a mi madre en el vestidor que tenía en su dormitorio y avisar a mi tía de que iba a estar solo toda la tarde.

Días más tardes me lo volvió a recordar. Entonces comprobé que mi madre iba totalmente en serio. Por una parte yo lo estaba deseando. La idea de follarme a mi tía con mi madre mirando era tan excitante que apenas lo podía soportar y en cuanto fantaseaba un poco tenía que pajearme para calmarme. Por otra parte, el riesgo era tan grande que sentía algo de miedo. Y debo confesar que el grado de excitación sexual que presentaba aquellos días mi madre, llegaba a intimidarme. Era tal su voracidad sexual que ciertamente pensaba que estaba todo el día ardiendo de deseo. No era así pero claro, entonces yo sólo era un chaval casi sin experiencia que se follaba a su madre. Y a su tía. Vale, y a su prima. Pero un chaval.

El caso es que la tarde llegó. A finales de marzo. Como tantos días, mi madre y yo nos quedamos solos después de comer, momento que aproveché para avisar a mi tía, que ya estaba advertida de que seguramente aquella tarde pudiésemos "encontrarnos".

Media hora después sonó el telefonillo. Abrí y en lo que mi tía subía, mi madre se escondió. Los dos estábamos excitadísimos. Luego sonó el timbre. Corrí a abrir dejando a mi madre perfectamente camuflada en el vestidor.

Mi tía Raquel estaba radiante, exuberante. Llevaba puesto un vestido de entretiempo con un generoso escote y falda por debajo de las rodillas, botas de mosquetero (como yo las he llamado siempre) y el pelo suelto. Al cerrar la puerta, nos dimos un buen beso, entrelazando nuestras lenguas. Mis manos se posaron en su culo y lo estrujé.

-Cada día estás más buena, tía –dije al separarnos.

-Y tú cada día me pones más caliente –me volvió a comer los morros para acto seguido cogerme de la mano y conducirme al interior de la casa. Sus nalgas vibraban a cada paso bajo el vestido confirmando lo que había sospechado al estrujar su culo, que no llevaba bragas. Al llegar al pasillo, hizo ademán de entrar en mi habitación.

-No, vamos aquí, que mi cuarto está hecho una pocilga –dije yo tirando de mi tía al interior del dormitorio de mis padres. Entramos y empujé a mi tía sobre la cama que quedó tumbada boca arriba con las piernas colgando. Sonriendo los dos, me puse encima de ella apoyado en las rodillas y las manos. Nos besamos nuevamente y mi tía comenzó a desabrocharme el pantalón.

-¿Sabes qué? –me dijo sin soltar mi bragueta y sin dejar de sonreír. Negué con la cabeza –Cuando me has llamado, estaba terminando de comer y he tenido que venirme deprisa y corriendo. Y no he comido postre –en ese momento, la mano experta de mi tía se deslizó dentro de mis gayumbos y agarró mi polla con la mano.

-Aaaaah, joder, tía, que zorra eres –mi tía sonreía. Yo me incorporé quedando de rodillas sobre la cama y mi tía me bajó los pantalones y los gayumbos hasta las rodillas. Mi polla saltó tiesa a menos de veinte centímetros de su cara. Entonces se incorporó ligeramente y se la tragó. Con los codos apoyados en la cama y sin usar las manos, mi tía se metió toda mi verga en la boca.

-Oooooh, siiiiii, tíaaaaa, siiiiiii –gemí yo cuando su calidez envolvió mi rabo. Estaba a punto de olvidar que mi madre nos estaba espiando de tan excitado como estaba. Miraba hacia abajo y veía mi verga, venosa y dura, entrar y salir velozmente de la boca de mi tía. Sus labios rodeaban por completo la circunferencia de mi polla y en la habitación sólo se escuchaban mis gemidos y el inconfundible chapoteo que produce una buena mamada.

El vestido que llevaba mi tía se cerraba por delante con un simple cinturón así que mientras ella me la chupaba yo logré hacerme con uno de los extremos de aquel fino cordel y tiré hasta deshacer el nudo. Entonces el vestido se abrió y por efecto de la gravedad se deslizó hacia los lados desnudando a mi tía, dejando al aire sus preciosas tetas y su vientre.

-Joder, tía, joder, que bien, que buena estás –dije yo estrujando una de sus tetas entre mis manos. Mi tía se sacó mi polla de la boca.

-Vamos, amor, fóllame, fóllame ya, me muero porque me la metas –terminó de sacarse el vestido quedando completamente desnuda sobre la cama de mis padres. Yo me quité apresuradamente el pantalón y los gayumbos y me tumbé desnudo del todo sobre mi tía. Empecé a frotar mi polla sobre su rajita pero sin penetrarla.

-¿Te gusta esto, tía, te gusta? –mi polla se humedecía cada vez más con los fluidos que manaban del coño de mi tía.

-Oooooh, si, Jose, mi amor, si, claro que me gusta… pero métemela ya, por dios –me puso las manos en el culo obligándome a penetrarla. Entré muy despacio.

-Siiiiiii, siiiiiii, oooooooh, joder, que bieeeeen –gimió mi tía mientras mi polla profanaba su empapada entrepierna.

-Mmmmmmmmmh, siiiiii, que gustooooo –susurré yo casi al unísono. Mi polla pareció crecer de tamaño una vez dentro del todo de la raja de mi tía, que se contrajo aprisionándome.

-Joder, tía, joder, que bien, que bien follas, que bien lo haces –gemía yo sin dejar de sacarla y meterla de su raja.

Y entonces sucedió algo que no estaba en los planes de nadie. Desde luego no en los de mi tía, para nada en los míos y, según supe más tarde, no formaba parte del plan inicial de mi madre. Ella misma me lo contó más tarde. Su idea era esconderse y vernos follar, si. Sabía que aquello podía ser muy excitante y por ello se había acomodado, por si no podía más y se tenía que masturbar viendo como su hijo se follaba a su tía. Y eso hizo, cuando mi tía me pidió que se la metiese después de dejar de chupársela, mi madre se metió la mano por dentro de las braguitas y comenzó a acariciarse. Unos segundos más tarde ya tenía dos dedos dentro del coño.

Mi madre pensaba aguantar así hasta que mi tía se marchase y, en sus propias palabras, "echarme entonces el polvo más caliente que me hubiesen echado jamás". Ese era el plan. Pero mi madre no calculó la excitación que verme follar con mi tía le podría producir y por eso no contempló que pudiese pasar lo que pasó. Y lo que pasó es que mi madre, ardiendo de deseo sexual, totalmente descontrolada, salió del vestidor en mitad del fenomenal polvo que yo le estaba echando a mi tía.

Los dos pegamos un pequeño grito. Bueno, el de mi tía mucho mayor.

-¡Teresa!

-¡Mamá! –la estampa no podía ser más surrealista. Mi tía y yo estábamos, como es lógico, completamente desnudos. Pero es que mi madre sólo llevaba las bragas y el sujetador. Mi tía, del bote que había dado, había acabado con la espalda apoyada en el cabecero e intentando taparse como podía con los brazos y el vestido. Yo permanecía de rodillas en un lado de la cama, con la polla inhiesta, con una excitación y una sorpresa igual de grandes. ¿Y mi madre? Mi madre parecía controlarlo todo. Se había quedado a los pies de la cama unos instantes, pero luego se había subido a la cama y "caminaba" a cuatro patas, hacia mi tía.

-Vaya, vaya con mi cuñadita. Tranquila, querida, lo sabía todo… ¿o quién te crees que es mi "joven amante"? Ese que me hace estar tan "distinta" –mi madre se refería a la conversación que había tenido con mi tía en la que le había confesado que tenía un amante más joven que ella y que la tenía muy satisfecha (lo podéis leer o releer en el capítulo 4 de esta saga). Mi tía nos miraba anonadada

-¿Tú… vosotros? … o sea, Jose y tú… -creo que no se atrevía ni a decirlo –no puedo creerlo –añadió. Entonces la zorra de mi madre se irguió y me comió la boca, literal. Me metió la lengua y me dio uno de los besos más calientes que me han dado. Estuvimos unos segundos besándonos bajo la atónita mirada de mi tía. Bueno, y la mía, porque en ese momento yo ya había perdido completamente el control de la situación y no sabía que se proponía mi madre.

-¿Y ahora, te lo crees? –preguntó mi madre al separarse de mi. Mi tía nos miraba con los ojos como platos pero había relajado sus gestos tanto que el vestido había vuelto a caer a un lado y sus tetas volvían a aparecer desnudas ante nosotros.

-Es… es… sois… dios mío, ¡pero si es tu hijo! –exclamó mi tía Raquel. Mi madre "gateó" hasta quedar a escasos centímetros de su cara.

-Vamos, Raquel, no seas hipócrita. Es tu sobrino y te lo estás follando desde hace meses. Y si fuese tu hijo, también te lo follarías ¿a qué si? –mi tía agachó la cabeza, derrotada. Luego la volvió a alzar.

-¿Y… y todo esto? Nos estabas espiando ¿Siempre nos espías? ¿Tú lo sabías? –mi tía me miró.

-Si, claro que lo sabía, lo hemos preparado entre los dos… pero es la primera vez, te lo prometo –contestó mi madre. Yo asentí confirmándole a mi tía lo que acababa de oír.

-Pero… ¿por qué? –entonces mi madre nos dejó helados a los dos. Porque yo esperaba que contestase algo como "porque me excitaba la idea de veros follar". Y de hecho, algo así contestó.

-Pues creía que simplemente era porque me excitaba la idea de ver como mi niño se follaba a mi cuñada, a su tía –Y aquí vino cuando todo dejó de tener sentido para mi. O por lo menos el sentido que había tenido hasta entonces –Pero cuando estaba ahí dentro, viéndoos joder como animales, me he dado cuenta de que, lo que en realidad deseaba más que nada, era unirme, lo que me muero de ganas de hacer es follar con los dos… a la vez –Mi tía y yo nos quedamos atónitos, mirando a mi madre con los ojos muy abiertos. Y fue en ese momento cuando mi madre, ardiendo de deseo, besó a mi tía en la boca. Fue un beso sin lengua pero más largo que un simple roce. Los ojos de mi tía se abrieron aún más pero no hizo nada por repeler el beso de mi madre.

-Te… Teresa, yo… yo no sé… -mi tía balbuceó cuando mi madre se separó.

-Si que sabes… amor –entonces mi madre volvió a besar a mi tía, pero esta vez le plantó la mano en el coño, mi tía se estremeció y suspiró y por fin abrió la boca para dejar que la lengua de mi madre se mezclase con la suya. Mi madre empezó a acariciar el coño de mi tía en busca de su clítoris sin dejar de besarla. Yo, por mi parte permanecía de rodillas sobre la cama, saliendo del estado de aturdimiento en el que la improvisada aparición de mi madre me había sumido para entrar en el estado de máxima excitación. Mi polla me avisó con un latigazo de que necesitaba "acción" así que comencé a acariciarme dispuesto a cascarme una buena paja mientras veía como mi madre y mi tía se lo montaban delante de mi.

-Dios mío, que locura –murmuró mi tía cuando mi madre se separó de ella.

-Si, cariño. Pero una locura deliciosa ¿verdad? –entonces mi madre le metió un dedo en el coño a mi tía.

-Oooooh, siiiiii, mmmmmh, si, si…. deliciosa –con la mano que le quedaba libre, mi madre me hizo colocarme detrás de ella. Yo aplasté mi polla contra su culo y pasé las manos por delante para estrujarle las tetas después de quitarle el sujetador. Mi tía ya estaba totalmente abandonada a la lujuria y el deseo y se abría de piernas tumbada boca arriba en la cama de mis padres. Mi madre, con las tetas liberadas, intentó sacarse las bragas para sentir mi polla entre sus nalgas. Yo la ayudé de forma que cuando mi madre quedó desnuda del todo, estaba a cuatro patas sobre la cama. En ese momento se inclinó un poco más y comenzó a comerle el coño a mi tía.

-Oooooooh, diooooos, oooooh, siiiiiii, siiiiiii, mmmmmmmmmh, siiiiii –exclamó mi tía cuando la lengua experta de mi madre abrió sus labios vaginales y los recorrió con lentitud. Miré a mi tía que estaba como ida y sonreí. Mientras comencé a acariciar el culo de mi madre, a estrujar sus nalgas con mis manos. Me agarré la polla y se la restregué por la rabadilla, le froté el capullo contra el ano y bajé hasta acariciar su coño.

-¡Joder, José, quieres metérmela de una vez! ¡Diooooos, me muerooooo, fóllameeeee! –exclamó mi madre como poseída para luego volver a comerle el coño a mi tía. Entonces empujé y mi polla entró suavemente en el coño de mi madre. Estaba empapada y ardiente y su cálida humedad me estremeció de placer.

-Oooooooh, mamáaaaa, mamáaaaa –gemí de placer.

-Joder, joder, como me pone veros follar, cabronazos –mi tía estaba salida del todo, descontrolada, agarraba a mi madre del pelo y se sobaba las tetas por igual –cómeme, siiiiii, cómemelo, cómemelo enterooooo –le instaba a mi madre a que siguiese trabajándola con su lengua. Yo empecé a follar a mi madre desde atrás, viendo a mi tía al borde del orgasmo. Mi madre gemía entre lamida y lamida.

-Mmmmmmmmmh, mmmmmh, mmmmmh –era todo lo que salía de su boca, tan ocupada como estaba en llevar a su cuñada al éxtasis del placer con la lengua.

-Joder, mama, mamáaaaa, que bieeeeen, que bieeeeen, oooooh, si, siiiiii –agarré a mi madre de las caderas y aceleré el ritmo de mis embestidas. Mi tía se estremeció bajo los lametones de mi madre.

-Diooooos, siiiiiii, siiiiiii, siiiiiiiiii –gritó enloquecida cuando el ansiado orgasmo le sacudió el cuerpo. Mi madre se incorporó totalmente desmelenada.

-Oooooooh, siiiiii, Jose, amor, siiiiiii, joder, sigue, sigue, sigueeeee –exclamó mientras mi polla seguía su frenético metesaca de la ardiente rajita de mi madre. Mi tía se incorporó ligeramente.

-Dios, que zorra eres, cuñada, que puta zorra caliente –y entonces mi tía cogió la cara de mi madre entre sus manos y la beso con pasión –Me has hecho correrme, has hecho que me corra como nunca –añadió al separarse. Me estaba poniendo cardíaco ver a mi madre y mi tía besarse mientras yo me jodía a mi madre desde atrás. Aceleré aún más mi follada.

-Siiiiiiiiii, siiiiiii, siiiiii, sigue, sigue, sigueeeee –exclamó mi madre.

-Me corro, me corro, me corro, mama, mamáaaaa –sin tiempo para más me derramé dentro del coño de mi madre.

-Oh dios, oh dios, joder Jose, joder, que polvo, que polvo –rendido me retiré de detrás de mi madre y me tumbé en la cama junto a mi tía. Me miró y nos besamos. Mi madre, aún a cuatro patas, se acercó a nosotros besando a mi tía por todo el cuerpo hasta llegar a su cuello primero y luego a su boca.

-Joder, como me pone veros besándoos –dije yo mirando como las lenguas de mi madre y de mi tía se entremezclaban.

-¿Si? ¿De verdad que te pone? –me dijo mi tía entre beso y beso.

-Joder, claro que si, es… es como una fantasía. Hecha realidad –entonces pensé en que la mayoría de los tíos que conocía habrían dado lo que fuese por vivir aquello que yo estaba viviendo en ese momento: follar no sólo con dos mujeres a la vez, si no con mi propia madre y mi tía.

-¿Y qué mas te pone? ¿Qué más quieres que hagamos? Porque yo quiero mi ración de ésta –a mi tía se le habían ido todas las inhibiciones al cubo de la basura y con la mano derecha me agarraba la polla mientras mi madre le besaba el cuello.

-Eso, amor, que quieres que mamá y la tía hagan… para ti –mi tía comenzó a pajearme.

-¿Lo que yo quiera? ¿De verdad? –Ambas asintieron con una sonrisa –Querría ver… como… bueno, querría ver "esto" –les hice un gesto con la mano entrelazando mis dedos, lo que se conoce como la "tijera" o "tijeretazo". Lo había visto en alguna peli porno y me parecía lo más de lo más del sexo lésbico.

-Cabrón enfermo –sonrió mi madre retirándose de encima de mi tía. Se tumbó boca arriba y unos segundos después ya había entrelazado sus piernas con las de mi tía de forma que sus coños estaban uno pegado al otro.

-¿Así te gusta? –mi tía me miró.

-Oh, si, ya lo creo. Vaya madre y vaya tía que tengo –afirmé extasiado. Más tarde me costaría creer que había vivido lo que estaba viviendo pero en ese momento, como suele suceder siempre, no era consciente de la inmensa suerte que tenía.

Mi madre y mi tía comenzaron entonces a moverse de forma que la una le restregaba su coño a la otra. Mi tía, por su parte, no soltaba mi polla y me masturbaba muy despacio, consiguiendo que mi rabo volviese, poco a poco, a su estado de máxima excitación. Con mi mano derecha comencé entonces a acariciar las tetas de mi tía. Mi madre y mi tía gemían mientras continuaban frotándose sus coñitos ardientes.

-Mmmmmh, que bueno, que bueno es esto –gemía mi madre.

-Oh, si, si, ya lo creo, joder Teresa, me encanta, me encanta, teníamos que… mmmmmh, haberlo hecho antes –mi polla ya estaba a su máximo nivel de dureza y la paja que me estaba haciendo mi tía me iba a conducir inevitablemente al orgasmo.

-Tía, tíaaaaa, joder, que gustooooo –mi tía Raquel se dio cuenta entonces de que me estaba masturbando con frenesí así que se separó de mi madre.

-Espera, espera, querida, no quiero quedarme sin lo mío –dicho esto, pasó su pierna izquierda por encima de mi quedando a horcajadas sobre mi cintura. Con su mano derecha guió mi polla hasta su coño y se dejó caer haciendo que mi rabo entrase en su chochito.

-Oooooh, siiiiii, siiiiiii, que gustooooo, aaaaah –exclamé al sentirme nuevamente dentro de mi tía, que comenzó a moverse muy despacio con mi polla dentro de su coño.

-Vaya zorra caliente que nos ha salido la tita ¿eh? –me dijo mi madre mirándome a mi pero acariciando la espalda y las tetas de mi tía.

-Joder, mama, joder, ya lo creo, es… oooooh, dios, es increíble, sois increíbles las dos –mi tía me cogió de las manos y me las llevó hasta sus tetas.

-Mi amor, oooooh, si, mi amooooor, que bien, que bien jodeeeees –gemía mi tía incrementando el ritmo de sus movimientos. Mi madre buscó su boca y volvieron a besarse mientras yo bajaba las manos de las tetas de mi tía a su culo para acompañarlo y estrujarlo en su movimiento. Mi madre deslizó una de sus manos hasta su entrepierna y comenzó a masturbarse sin dejar de besar a mi tía que a su vez no dejaba de follarme. Entonces yo comencé a acariciar el culo de mi madre, me llené las manos con sus jugosas nalgas y después la hice que se colocase encima de mi cara, de forma que pudiese comerle el coño. Tal y como estábamos colocados, mi tía y mi madre podían besarse y magrearse mientras yo me follaba a la primera y le comía el coño a la segunda. La situación era el cenit del éxtasis, de la lujuria y del placer. No voy a mentir, no nos corrimos los tres a un tiempo. Primero lo hizo mi madre entre gemidos ahogados por los besos de mi tía. Entonces se retiró, para caer exhausta junto a mí. Mi tía siguió follándome pero esta vez comenzó una serie de movimientos circulares en torno a mi polla, a la vez que ésta entraba y salía, que me enloquecieron de gusto.

-¡Joder, siiiiii, siiiiiii, siiiiiiiiii, dios, tía, diooooos, que bien, oooooooh, diooooos, me corrooooo, tía, tíaaaaa, me corrooooo! –exclamé llenado el coño de mi amada tía con mi semen.

-Si, si, oooooh, amor, siiiiii, sigue, sigueeeee, no pares amor, no pareeeees –exclamaba mi tía no siendo muy consciente que yo ya no podía hacer nada y que era ella, con sus lujuriosos movimientos la que tenía el control de todo. Finalmente se corrió y se derrumbó sobre mí sin ni siquiera sacar la polla de su coño. Me besó en la boca y mi madre se nos unió intercambiando besos entre los tres.

-Dios, esto… esto es una locura. No tiene sentido –murmuraba mi tía exhausta y satisfecha.

-Si, querida, si, es de locos… pero lo adoro –mi madre me acarició el pelo y me besó en la boca.

No hablamos aquella tarde de lo que pasó. Unos minutos más tarde comprobamos que el tiempo se nos acababa, mi hermana iba a volver y había que borrar toda huella de lo que allí había sucedido. Recogimos y nos duchamos. Mi tía se marchó y mi hermana llegó diez minutos después. En ese breve espacio de tiempo mi madre apenas pudimos comentar lo que había sucedido. Quise saber si lo tenía pensado así y me había engañado y fue entonces cuando me confesó lo que todos ya sabéis, que no, que había sido el deseo y la lujuria la que le había conducido a ello. Pero que se alegraba aunque reconocía la imprudencia que significaba.

Dos días más tarde mi madre me contó que mi tía Raquel había ido a verla al trabajo aquella mañana y habían hablado. Por lo visto, mi tía, en frío, sin el ardor del momento, había decidido que todo aquello (y con "todo aquello" me imagino que se refería a mi madre, a ella y a mí) era una locura descabellada de la que no quería formar parte. Le juró a mi madre que jamás diría nada a nadie, entre otras cosas porque ella estaba implicada, pero que su intención era que algo como lo que habíamos vivido aquella tarde, jamás volviese a suceder. Un día después, me llamó a mí y quedamos en el centro de Madrid. Me repitió más o menos lo mismo que a mi madre pero además me dijo que no quería volver a acostarse conmigo. A pesar de que entendía que yo no quisiese contarle que me follaba a mi propia madre, una parte de ella, me dijo, se sentía dolida y engañada. Durante meses habíamos follado juntos creyéndose ella que era la única mujer en mi vida. Entonces me sentí en la obligación de confesarle algo.

-Tía, creo que hay algo más que debes saber –mi tía me miró asustada. Sabía que no podían ser buenas noticias. Estábamos sentados en un banco de un parque del centro de Madrid.

-¿El qué?

-Bárbara. Bárbara y yo… -mi tía abrió los ojos como platos.

-¿Qué? ¿Me estás diciendo que además te estás… tirando… a mi hija? ¿A tu prima? –pronunció las últimas palabras separándolas mucho, como si le diese miedo. Yo miré a mi tía y asentí -¡Joder, Jose, qué cojones pasa contigo! Eres… eres… ¿por qué no me lo has dicho antes?

-Verás tía, es que aún hay algo más.

-Si, vale, venga. ¿A quién más te follas? ¿A tu hermana? ¿A tu primo? –mi tía estaba poniéndose histérica.

-No, no es eso, no me follo a nadie más. Es que… que… bueno, Bárbara sabe que tú y yo… bueno, que sabe lo nuestro –con esto terminé con cualquier atisbo de control de mi tía.

-¡Joder, joder, joder! ¡Por qué, Jose, por qué le cuentas a tu prima que te estás tirando a su madre y a mi no me dices que te la estás tirando a ella! ¡Por qué!

-Tía, no se lo conté. Nos pilló.

-¡¡¡¿Qué?!!!

-Bárbara nos vio un día, en vuestra casa. No nos dimos cuenta y se fue. Unos días después vino a verme y me lo contó. Yo también lo lamenté, no creas. Lo que pasa es que a partir de entonces, bueno, Bárbara cambió… conmigo. Una noche que salimos nos acabamos liando y al final, bueno, pues eso, que nos hemos acostado… algunas veces –mi tía hundió su cara entre las manos y comenzó a mover la cabeza negando.

-No, no, no, no, no. Esto no puede estar pasando –intenté calmar a mi tía acariciándole la espalda. Ella me miró -¿Te das cuenta de cómo me verá tu prima ahora? Pensará que soy… no sé, una puta cualquiera. Una zorra.

-No, tía, no digas eso. A Bárbara no le importa, le parece bien lo que hacemos. Me lo ha dicho.

-¿Y lo de tu madre? ¿Sabe que te follas también a tu madre? –negué con la cabeza.

-Eso sólo lo sabes tú… y por lo que lo sabes.

-Si, vale, ya, ya. Está bien, Jose, está bien. Esto es lo que vamos a hacer ¿vale? –yo asentí esperando las órdenes de mi tía –Ahora si que tú y yo no vamos a volver a acostarnos. Jamás. Imposible. Pero además, vas a dejar de follarte a tu prima, quiero que cortes con ella, invéntate cualquier excusa, que tienes novia, que tienes sífilis… lo que sea, pero deja de follar con Bárbara. Te lo pido.

-Pero tía, si ella quiere porque…

-¡Ni quiere ni nada! ¡Te lo pido, Jose, te lo pido! Deja a mi niña –"tu niña" pensé en ese momento, si vieses lo que es capaz de hacer "tu niña", que engañada estaba mi tía –deja… de follarte… a mi hija. Joder, Jose, es tu prima ¿es que no entiendes que no tenéis ningún futuro? –yo acepté pero más por tranquilizar a mi tía que por convicción. No estaba seguro de querer cumplir lo que mi tía me había pedido pero claro, en ese momento no lo reconocí. Simplemente le dije a mi tía lo que ella quería escuchar.

Sin embargo, fue tranquilizador hablar con mi tía. Sobre todo en la parte que concernía al secretismo que debía guardarse en torno a mi relación con mi madre. Le hice ver y ella entendió, que era esencial que nadie supiese jamás nada de aquello. Y de una forma muy velada le hice ver que allí todos teníamos mucho que perder y nada que ganar si comenzaban a sacarse secretos a la luz, en una clara alusión a la tarde loca de sexo y lujuria de la que mi tía había sido parte junto a mi madre y a mi.

Mi tía me hizo prometer que hablaría con mi prima y así hice, aquella misma noche llamé a Bárbara y quedé con ella para vernos ese mismo sábado por la tarde.

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