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Vacaciones con mi hijo (1 de 3)

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La historia que a continuación os relataré, sucedió hace 6 años aproximadamente, aunque mi recuerdo del acontecimiento ha perdurado en mi memoria en sus rasgos generales, pero en sus detalles, tambien me ha sido posible conservar los hechos gracias a un diario que habitualmente venía confeccionando en aquellos años de mi triste madurez.

Comienza la historia un caluroso verano, cuando yo contaba con tan solo 37 años. Mi hijo, de 18, tenía novia, con la que, finalmente, se ha casado y tiene un bebé precioso. Sucedió que mi hijo se empeñó en llevar a su, entonces novia, a casa de sus tíos en otra ciudad, en donde había sido invitada a pasar las ferias de la localidad que duraban cuatro días, pero a mi me preocupaba aquello del qué dirán de dos novios jóvenes solos, y, también, porque mi hijo acababa de sacar el carnet de conducir y su experiencia era nula, algo que me preocupaba especialmente.

Con el fin de que superar en lo posible esta situación sin provocar una tensión innecesaria entre nosotros y al verle completamente decidido a llevar adelante su viaje, se me ocurrió que yo podría acompañarle, de tal modo que mi presencia supusiese un freno a sus "desatadas pasiones juveniles", así es que todo se proyectó y se decidió en un par de días. El estaba de vacaciones y yo podría pedirlas en mi trabajo esos 4 días sin problema, por lo que no parecía existir problema alguno. Nosotros nos alojaríamos en un hotel de la ciudad y su novia en casa de sus tíos. Todo resuelto.

El día de la salida, miércoles, comenzaba la feria, que habría de acabar el domingo, así es que partimos después de comer hacia nuestro destino. La duración prevista del viaje habrían de ser 4 horas aproximadamente, pues el lugar estaba a unos 350 kms. de nuestra ciudad.

Yo anotaba en mi diario que salía muy contenta, aunque no me llevaba muy bien con mi futura nuera, algo que hoy tengo del todo superado y nuestra relación es excelente. Anotaba en mi diario que pensaba disfrutar en lo posible en las ferias, circos, pasacalles, teatro, ... en fin, todo lo que conlleva una ciudad alegre y en ferias. Yo necesitaba superar, o al menos intentarlo, la muerte de mi esposo, producida en accidente de avión un año y medio atrás, y esta era una ocasión para romper la rutina en la que se había convertido mi vida desde entonces, simplemente dedicada a mis labores domésticas, un rutinario trabajo de oficina preparando correspondencia todos los días, y atender a mi hijo, que aún estaba estudiando.

Cuando llegamos a la ciudad de destino, aparcamos el coche con muchas dificultades, por una callejuela del centro de la ciudad, que ya estaba llena de visitantes de todo tipo y condición y comprendimos que podría resultar difícil encontrar hotel, pero eran ya las 2100horas y debíamos apresurarnos sin no queríamos dormir en el coche.

Mi nuera se marchó a casa de sus tíos a tranquilizarles sobre nuestra llegada y a llamar a sus padres para que estuviesen igualmente tranquilos. Mientras tanto, nosotros nos ocuparíamos de buscar hotel.

Tal y como habíamos previsto, lo de encontrar hotel era toda una aventura y cuando ya llevábamos mas de una hora y media buscando sin éxito, fuimos a casa de los tíos de mi nuera a buscarla para contarle el problema, a lo que sus tíos nos facilitaron una dirección de una señora mayor que alquilaba habitaciones de su casa a gente de confianza, con lo que vimos la solución algo mas factible. No era seguro que tuviese en estas fechas, pero era una posibilidad.

Nos dirigimos los tres a este domicilio y efectivamente, la señora, ya de edad, nos indicó que le quedaba una única habitación con una cama mediana –aproximadamente de 1,10cm- y que no habría problema en que la ocupásemos, dado que éramos familia y enviados por sus amigos, los tíos de mi cuñada.

Salvo el problema de la cama, la situación parecía resuelta de momento, y a mí la verdad es que me daba igual, pues estaba ya muy preocupada por no encontrar ningún lugar donde alojarnos y mi hijo estaba igual que yo de preocupado. La novia de mi hijo se despidió, pues ya eran las 2300horas y nosotros iríamos al coche a recoger nuestro equipaje.

Por hoy, habíamos resuelto el problema y si la limitación de no disponer mas que de una cama nos resultaba excesivamente incómodo, siempre podríamos buscar al día siguiente alguna situación mas llevadera para los siguientes 3 noches...

De cualquier modo, aquella no sería la dificultad mas grave que tuviésemos que afrontar en aquel viaje, pues cuando nos disponíamos a volver al coche a recoger nuestro equipaje, nuestro verdadero problema comenzaba entonces, ya que el vehículo había sido abierto y todo lo que llevábamos en el maletero nos había sido robado!!.

Una vecina de la calle donde habíamos aparcado nos informó que haría media hora aproximadamente que unos chicos jóvenes, de raza gitana, probablemente feriantes, pues no eran vecinos del pueblo, había roto una de las ventanillas del coche por donde habían accedido al cierre interior y, lógicamente, lo demás fue sencillo.

La verdad es que se nos vino el mundo abajo, pues aunque no era mucho el valor económico de lo sustraído, si era de enorme utilidad, pues a las horas en que había sucedido el incidente, no tendríamos forma alguna de solucionar el problema. La familia de la novia de mi hijo se marchaban con ella a cenar, pues así lo habían acordado y para darle la bienvenida. La señora de la casa de pensión, nos había dado la llave para abrir a nuestro regreso, pues ya estaba algo mayor y solía acostarse pronto y.. bueno, pues ya no conocíamos a nadie mas!.

Dado lo complicado del aparcamiento, optamos por dejar el coche donde estaba y ocuparnos al día siguiente de la denuncia y reparación de los daños, así como de la compra de ropa nueva, así es que decidimos volver a la pensión con nuestra preocupación lógica por la mala suerte que habíamos sufrido.

Una vez en la fría y desprovista habitación que nos habían dado, ya que solo contaba con la cama –ahora ya nos parecía realmente estrecha-, una mesa con su silla, un armario antiguo, algún cuadro y un flexo sobre la mesa. El baño, carente de puerta que era sustituida por una entrada en forma de arco de medio punto, se limitaba al lavabo, inodoro y plato de ducha cubierto con mampara de cristal antitransparente… pero que tampoco cerraba por tener el carril de deslizamiento mal o la rueda completamente desgastada. En fin, un panorama desolador. Para colmo, habíamos perdido toda la ropa, incluidos los pijamas. El problema me parecía ahora mucho mas complicado, pues era una situación muy violenta para mi hijo y para mí, pues por mucha confianza e intimidad que tuviésemos, dudo que madre alguna hubiese llegado a dormir desnuda con su hijo en una cama tan estrecha… y eso era lo que sucedería inevitablemente, si no se me ocurría alguna solución de forma urgente.

Como era lógico y después del sofocante día de calor y problemas vivido, la ducha era una auténtica necesidad, aun en las peores circunstancias, como podrían ser aquellas. Ah!, se me olvidaba, el baño carecía de agua caliente y, a pesar de los rigores del verano, una ducha de agua fría helaba hasta el pensamiento. Aún así, tuvimos que soportar este último martirio y compartir la única toalla de baño de la habitación, pues se supone que se trataba de una habitación individual y esa era su dotación básica. También fue necesario lavar la ropa que llevábamos puesta, incluída la ropa interior pues, en principio, sería la misma que deberíamos ponernos al día siguiente. Bueno, creo que el cuadro está expuesto con toda crudeza y al alcance de la comprensión del mas torpe. Las consecuencias estaban aseguradas a poco que se piense en ello. Solo añadir en nuestro descargo que todo fue completamente accidental y ajeno a nuestra mejor disposición.

Mi hijo se animó el primero a pasar al baño y le dije que pusiese su ropa –su camisa y ropa interior-, en el lavabo del baño, cuando pasase a la ducha, para ir adelantando mientras el se duchaba. Cuando comenzó a gemir del susto del agua fría, pasé al baño y comencé a lavar su ropa tratando de evitar que mis ojos desviasen la mirada hacia la ducha en una simple curiosidad inevitable, pero sin intención alguna. El, muy pudoroso, estaba de espaldas, aunque pude ver, completamente violenta, la sombra que proyectaba en la pared la luz del baño que, según la postura de adoptaba mi hijo, ponían en evidencia una excitación total. La situación para mí era cada vez mas violenta, sobre todo pensando como íbamos a cubrirnos por la noche y tras el baño.

Terminé de lavar su ropa y la extendí sobre la mesa de la habitación y en los travesaños de la silla, aprovechando cualquier saliente que hubiese en la habitación, hasta que salió mi hijo de la ducha, con la toalla rodeándole la cintura y cubriendo la parte inferior de su tronco hasta casi la rodilla. Me dí cuenta que evitaba ser visto de frente o perfil poniendo en evidencia su excitación, así es que hice un poco la despistada y le dije que debería acostarse y cubrirse con la sábana de la cama, dejándome a mí la toalla, pues yo iba a la ducha ahora.

Yo, en aquel momento, tambien estaba sumamente violenta, y él también lo notaba, pero no había posibilidad alguna de evitarnos aquel trance, aunque bien sabe Dios que busqué una solución sin éxito. Mi hijo se dirigió a la cama, que cada vez me parecía mas pequeña, y bajo la sábana, se quitó la toalla para dármela. Yo pasé a la ducha y tras advertirle a mi hijo que evitase acudir al baño durante mi aseo, me dispuse a sufrir el susto del agua fría. La verdad es que fue menos duro de lo previsto y fundamentalmente porque, además del calor estival, mi excitación tambien había hecho subir mi temperatura y vi en el espejo del baño lo enrojecido de mis mejillas que delataban el pudor que no había vuelto a sentir desde hacía tantos años.. El baño tranquilizó un poco me cuerpo, pero no mi mente, que daba vueltas sin cesar pensando en el momento de compartir cama con mi hijo de 18 años, en la situación que me constaba se encontraba y ambos completamente desnudos!

Tras el baño, me puse la toalla tratando de cubrir mis senos y el resto del tronco, lo que casi no lograba por lo limitado del tamaño de la toalla, pero podría pasar si evitaba posiciones que descubrieran mis partes en presencia de mi hijo. También lavé mi ropa interior y mi vestido y tras tender la ropa en donde pude –la ducha, sobre la mampara de la ducha, etc., me preparé para aguantar un rato despierta y sentada en la silla de la habitación, viendo pasar la gente por la calle, que había mucha, y, sobre todo, para ver si mi hijo se dormía y podía yo recostarme a su lado y dormir un rato al menos. Apagué la luz y le dije a mi hijo que se durmiese, pues yo iba a esperar un rato dado que aún no tenía sueño. El calló y se dio media vuelta, sabiendo que yo trataba de evitar una situación que tanto nos violentaba a ambos. Tan solo dijo que si quería yo acostarme, el dormiría en la silla, pues lo había hecho alguna vez cuando el sueño le vencía estudiando por la noche. Le agradecí su gentileza de corazón y le dije que no.

A pesar de la incomodidad de estar sentada, cubierta con una toalla completamente mojada y en una silla, cuyo respaldo también tenía ropa mojada, aguanté cerca de una hora, cuando el cansancio comenzaba a aparecer y mis párpados se cerraban, decidí, con mucho cuidado, acostarme tambien junto a mi hijo, en la confianza que ya se habría dormido.

Me acerqué a la cama y con la intensa luz de la luna sobre nosotros, me esforcé en asegurarme que mi hijo ya dormía, así es que ya, algo mas tranquila en esa confianza, traté de introducirme bajo la sábana, viendo a mi hijo de espaldas completamente desnudo, como me encontraba yo misma tras quitarme la toalla mojada. No pude evitar entrar en contacto con él dadas las escasas dimensiones de la cama y traté de desplazarle ligeramente para poder colocarme yo tambien, y efectivamente él se movió un poco estirando sus piernas largas y facilitando mi posición. Yo notaba latir mi corazón tan intensamente que pensé que él lo notaría. No me quedó mas remedio que colocarme completamente estirada y justo al borde de la cama, tratando de no entrar en contacto con el cuerpo de mi hijo, quien me dijo en voz baja que me acercase mas, pues mi iba a caer de la cama. Estaba claro que se había despertado o aún no estaba dormido, pero la verdad es que ya no tenía ninguna gana de volver a levantarme y poner de manifiesto que me encontraba violenta por la situación, así es que aparentando normalidad, me acerqué un poco mas a él, preguntándole si él estaría cómodo, a lo que asintió. Me dijo que yo me pusiese como mas cómoda me encontrase, pues él no se daría la vuelta en toda la noche, ya que no "podía". La verdad es que noté como me ruborizaba de nuevo, pues comprendí lo que quiso decir, y tratando de mantener la serenidad, le respondí que no estuviese avergonzado, pues yo era su madre y le había visto cientos de veces en su infancia y, además, era una mujer adulta y ya sabia como funcionaba el organismo de los hombres, por lo tanto, podría estar tranquilo si deseaba volverse hacia mí. Volvió a insistir en su deseo de permanecer así y yo lo agradecí, aunque no puedo negar que me frustró un poco el no poder comprobar si seguía excitado como antes o ya se le habría pasado. Yo también me mantuve de espaldas a él y así permanecimos un rato largo.

La situación era tan tensa que ambos lo demostrábamos con continuos pequeños desplazamientos manteniéndonos ambos de espaldas, pero con un contacto íntimo de nuestros cuerpos desnudos que provocaban la excitación natural en ambos. El calor hacía mella en nosotros y mi hijo me preguntó si podríamos destaparnos, pues estaba sudando como yo, así es que desplazamos la sábana superior y quedamos descubiertos sobre la cama. Los nerviosos movimientos de mi hijo me hicieron presagiar lo peor, de modo es que me preparaba para cualquier situación, estudiando la forma de zafarme de sus deseos animales si éstos hacían aparición. Debo confesar, con total honestidad, que cada vez deseaba mas que eso sucediese, pues me encontraba erotizada al máximo en esta situación del todo excitante. El debía estar igual.

El momento se presento tras casi una hora en la que ambos sabíamos que el otro estaba despierto, y tambien los dos esperábamos para ver quien daba el primer paso y en qué consistiría éste. Fue mi hijo el que, confesándome que ya estaba muy incómodo en esa posición, me pidió por favor que le permitiese volverse hacia mí, pero que no podía evitar su "estado", como él mismo dijo, añadiendo que, por favor tambien, no me volviese hacia él, pues le daba mucha vergüenza que le viese así. Yo, comprendiendo exactamente lo que me decía, le autoricé a girarse hacia mí y me desplacé lo poco que el espacio disponible me permitía, para evitar el contacto directo de su pene en mi cuerpo.

Eso fue del todo imposible. Su pene golpeó mi trasero como un hierro al rojo vivo, restregándose lateralmente hasta que mi hijo se acomodó en la postura deseada. Pese a colocarse algo mas arqueado para evitar una presión violenta de su pene contra la baja espalda de su madre, las dimensiones de éste no estaban relacionadas con las de la cama, por lo que tremendamente violento, me volvió a pedir perdón por su estado. Me puso su brazo sobre mi cuerpo, pues realmente no había posibilidad de colocarse de otro modo. Yo, armándome de un valor de distaba mucho de tener, le dije que se tranquilizase y tratase de dormir y que al día siguiente buscaríamos otro lugar mas adecuado.

Debo confesar que jamás sospeché que mi hijo pudiese provocarme una excitación tan tremenda, hasta el punto de que yo misma me movía, casi en contra de mi conciencia y atendiendo a la llamada de una pasión irracional, contra el miembro de mi hijo, para notar y… por qué no, disfrutar de este contacto lujurioso. El no era ajeno a esos movimientos míos, a los cuales acompañaba de otros suyos que propiciaban un acercamiento, cada vez mas peligroso, a mi trasero… y delantero!!

En un momento determinado noté como mi hijo se movía de una forma un tanto incontrolada y se restregaba contra mi espalda apretándome contra sí de forma algo anormal, casi violenta y la verdad es que en ese momento me asusté sobremanera, pensando que algo grave iba a ocurrir y no tendría remedio, así es que le pedí que se diese la vuelta de nuevo de espaldas a mí, pero antes de contestar y dándome un apretón contra su cuerpo, eyaculó sobre mi trasero mientras gemía y lloraba de placer y vergüenza. No quise acobardarle mas de lo que ya se encontraba y rápidamente me hice dueña de la situación alcanzando la toalla que había dejado junto a la cama para limpiar aquella tremenda eyaculación que tuvo mi hijo, evitando que manchase la cama con algo difícil de explicar en nuestra situación. La verdad es que no recordaba en mi fallecido esposo una eyaculación tan abundante, aunque mis recuerdos se iban debilitando con el transcurso del tiempo. La cuestión fue que tuve que limpiar a mi hijo, su pene erecto y tremendamente endurecido, mi cuerpo y algunas gotitas de semen que cayeron sobre la sábana.

La situación ya no daba para mojigaterías y ambos nos vimos en la necesidad de mostrar sin recato nuestro cuerpo desnudo. Yo fui capaz de reaccionar, como digo, con rapidez y precisión, pero mi hijo cayó en una profunda depresión y lloriqueando me pedía perdón y añadía que tenía novia y la quería mucho, pero que no había podido evitar esta situación y que nunca había tenido experiencias parecidas, ni con su novia, ni con nadie. Yo le abracé y le tranquilicé hasta donde pude, pero dudaba que fuese capaz de superar el trauma de inmediato.

Eran aproximadamente las dos de la madrugada y esta era la situación. Yo tuve que volver a ducharme y tras secarme ligeramente con lo poco que quedaba disponible de la toalla, la cual tambien tuve que lavar y tender a secar.

Tras el susto que pasé inicialmente por el inesperado desenlace, el nerviosismo dio paso de nuevo a una pasión que me excitaba, sobre todo al volver a ver a mi hijo sobre la cama, con su pene erecto y de un tamaño mas que atractivo, sin exageraciones, pero posiblemente algo mayor que el que recordaba de su padre, hombre bien dotado tambien.

Mi hijo parecía estar algo mas tranquilo, aunque recuerdo que suspiraba aún. Yo me acosté a su lado y le pasé mi brazo derecho sobre su torso desnudo y mi pierna derecha sobre la suya. El estaba boca arriba y cuando le besé en la mejilla me pidió de nuevo perdón. Yo, claro, le perdoné desde antes de cometer su "pecado". Tras acariciarle como cuando era niño, que le gustaba que le pasase la mano por su cuerpo, le dije que debería dormir un rato, pero estaba muy excitado para dormir, así que hablé un poco con él sobre el sexo. Le pregunté si había tenido alguna experiencia con alguna chica, confirmándome que no, ni siquiera con su novia, aunque el noviazgo era reciente. Le pregunté tambien por el sexo en solitario, admitiendo que eso sí lo había practicado alguna vez, pero muy ocasionalmente y que hacía mucho tiempo que no lo había vuelto a hacer. Algo mas tranquilo con la conversación, el ambiente se fue relajando y yo, que no podía evitar mirarle continuamente su pene erecto apuntando al techo de la habitación, le pregunté si aún no había quedado satisfecho con la eyaculación que había tenido, confirmándome que parecía que no, pero que el verme de esta forma, mas como mujer que como madre, le excitaba muchísimo sin poderlo evitar, pues me encontraba muy atractiva. En fin, esta confesión me ruborizaba y me halagaba mas de lo que yo esperaba, pues me hacía sentir aún una mujer atractiva, a pesar de mi edad, sobre todo cuando así se lo parecía a un chico joven como mi hijo, con tan solo 18 años y seguro que con cualquier muchacha a su alcance. Le pregunté, por último, si le daba mucha vergüenza el verme desnuda y, aunque con reparos, me confirmó que ya se le estaba pasando.

Tratando de sobreponerme, le pedí que hiciese un esfuerzo por dormirse pues, al día siguiente, no podría aguantar la marcha de las fiestas que nos aguardaban, y que yo lo iba a intentar, así es que me giré 180º y me situé de espaldas a él que, dado lo escaso del ancho de la cama, prácticamente no había forma de acomodarse salvo en la misma dirección que yo y en completo contacto conmigo. Esta vez no trató de evitar situar su pene directamente entre mis piernas, como hacía un rato, con lo que sentí un escalofrío por todo mi cuerpo que me impidió reaccionar. Debería haberle dicho que eso era muy peligroso, que no debería hacer eso con su madre, que se podría arrepentir toda su vida, que podría llevarnos a ambos a una desgracia de por vida… debí decirle tantas cosas… pero callé, incluso abrí ligeramente mis piernas, tratando de evitar que notase que era una invitación… que no desaprovechó. Hundió su pene entre mis piernas restregando toda su longitud por mis zonas mas erógenas. Mi posición me permitió ver aparecer por delante, entre mis piernas y abriéndose paso en la maraña de vello púbico que cubría mi sexo, el glande de mi hijo y, confieso, ha sido el momento de sexo que he tenido mas excitante de toda mi vida. Traté de reaccionar retirándome ligeramente hacia delante y llamando la atención de mi hijo sobre su atrevimiento, quien volvió a pedirme perdón nuevamente y rogarme le dejase situarse de ese modo, pues apenas podíamos acoplarnos en una cama tan estrecha. Sorprendentemente tuve el valor suficiente para negarme y le pedí se girase en sentido contrario, para ser yo la que me acoplase tras él, quién apenas mostró resistencia y se situó como le había indicado.

Ahora era yo la que le abraza a él desde atrás, pegando mi cuerpo completamente al suyo, lo que me llenaba de pasión contenida. Mis pechos se apretaban contra su espalda y mi sexo buscaba tambien el contacto con su trasero. Mas atrevido de lo esperado, me pidió con ternura que le abrace fuerte, rodeando con mis brazos su cuerpo, pues le hacía recordar cuando era niño. Yo tambien lo deseaba, aunque por distinto motivo al expresado por mi hijo, como sin duda era su intención oculta, pero ambos aprovechamos la iniciativa para frotarnos voluptuosamente. En un momento determinado y fruto de la intimidad que estábamos disfrutando, mi hijo cogió mi mano y se la llevó a su pene, para llamarme la atención sobre la tensión que tenía, retirando yo la mano instintivamente con rapidez, pero sin darme por ofendida, sino que bromeando le recriminé su atrevimiento. El controlando hábilmente la situación, me preguntó si yo consideraba normal sus dimensiones y su tensa y prolongada erección, ya que el carecía totalmente de experiencia en ese sentido. Yo aparenté admitir su "honesta" consulta y le expliqué que mi experiencia se limitaba a la vivida con su padre y que, hasta donde recordaba, esta situación era similar a aquella. El, algo mas atrevido, me preguntó si yo no había tenido sexo con nadie mas desde la muerte de mi esposo y si era así, si sentía tanto deseo como él… La pregunta rozaba el umbral de la intimidad madre-hijo y pretendía descubrir mis deseos mas íntimos, sin duda para aprovechar mis debilidades. Acepté el reto y le contesté con sinceridad, afrontando las consecuencias de mi confesión y le dije que efectivamente no había tenido contacto alguno con hombres desde la muerte de su padre y que en muchas ocasiones, sentía tanto deseo carnal como él en este momento. También le dije que me había masturbado, como él, en algunas ocasiones y cuando ya no me era posible soportar mas tiempo el deseo.

Mi hijo, en ese momento y sintiéndose dueño de la situación, dio un paso adelante y volviéndose hacia mí me pidió que le masturbase, ofreciéndose él para hacer lo mismo conmigo. Nuevamente mi negativa mas fingida que real y confiando en que su reincidencia en la petición, me "obligase" a acceder a su petición. Efectivamente volvió a insistir y pedirme que, al menos, le "tocase" sus partes suavemente durante un ratito …. Yo, aparentando reprocharle su inadecuada solicitud y mostrándole un rechazo que distaba mucho de sentir, ocultando mis verdaderos deseos de palpar ese magnífico ejemplar que mi hijo lucía entre sus piernas, acerqué con prudencia y recato mis manos a su pene que, al alcanzarlo, provocaron un suspiro de mi hijo que me hizo pensar que se correría nuevamente sin poderlo evitar.

Rápidamente recordé la experiencia anterior y corrí a recoger la toalla, pero estaba tan mojada que recurrí al papel higiénico para cubrir eventualidades.

Otra vez acudí al lecho en que mi hijo esperaba ansioso esas caricias, situado boca arriba y con sus manos bajo la cabeza y de costado junto a él, comencé a masturbarle claramente y sin ningún tipo de prejuicios, ni por su parte ni por la mía, he de confesarlo. Me encantaba ese contacto con un miembro viril con el que tantas veces había soñado, aunque jamás me había podido imaginar que sería finalmente el de mi hijo. Le pasaba la mano de arriba abajo y por sus testículos, duros como no recordaba los de su padre y ya comenzaba a arquearse a cada fricción que le aplicaba, notando su respiración cada vez mas agitada, cuando me pidió que esperase un poco y que le permitiese tocarme él a mí un poco mis pechos y mi sexo, sin "mas pretensiones, te lo juro mamá" como dijo literalmente. Yo, ante mi ardiente pasión y deseo, ya sin poder controlarlo, le dije que de acuerdo, pero solo los pechos. Mi hijo no solo puso sus manos sobre ellos, sino que acercó su boca hasta mis pezones que adquirieron una erección extraordinaria y, por mi parte, la excitación me estaba llevando a un absoluto abandono de mi voluntad y la entrega total al curso de los acontecimientos.

Cuando mi hijo llevaba un rato chupando con fruición mis pezones, noté como trataba de echar su pierna izquierda sobre mi cuerpo, lo que despertó mis aletargados sentidos y nuevamente le impedí acceder a lo que pretendía, recordándole su compromiso. Como todo un caballero, desmontó su iniciativa y se situó de nuevo esperando que yo continuase con mi labor, lo que hice de inmediato.

Tenía mi hijo tal estado de excitación que su pene y testículos parecían estallar, cuando se me ocurrió exigirle una firme promesa si quería que le hiciese sexo oral, algo que a su padre le volvía loco, aunque a mí, lo reconozco, nunca me gustó, especialmente cuando eyaculaba en mi boca, aunque terminé superando mi aversión al hecho inevitable y como justa reciprocidad cuando era yo la beneficiaria de la misma experiencia. Le pedí absoluta discreción y que no pretendiese llegar mas lejos de lo que yo le llevase, así es que con ese compromiso –y hasta ahora mi hijo había demostrado ser un hombre de palabra-, acerqué mis labios a su pene y comencé a pasar mi lengua sobre toda su dimensión, comenzando mi hijo a gemir algo mas que discretamente, lo que me llevó a la preocupación por si nos oía alguien; corregido este pequeño problema, continué con mi labor, llevando hasta la misma garganta el pene de mi hijo, que ahora me daba cuenta que efectivamente era de mayor tamaño que el de su padre, lo cual me excitó sobremanera.

Pronto comenzó a sujetar mi cabeza en aquella posición, como tambien hacía su padre, tratando de sincronizar mis movimientos a su deseo y yo me dejaba llevar, hasta que pasados unos segundos, en los que mi hijo trataba de alcanzar mis pechos y yo me situé de forma que lo lograse, mientras el acariciaba mis pechos con una mano y me sujetaba la cabeza con la otra, yo chupaba y lamía su pene, su glande y sus testículos con comenzaban a templar a la vez que mi hijo apretaba sin control mi pecho hasta hacerme daño, aunque lo consentí sabiendo que eran sus últimos segundos para alcanzar el éxtasis, como así sucedió…!! Un conocido sabor a semen ardiente y violentas convulsiones llegaron a mi garganta, llenando toda mi boca de ese líquido espeso que aguanté dentro de mí hasta que mi hijo relajó sus músculos, en completa tensión, y exhaló aquel suspiro largo y conocido que anunciaba el final de un placer infinito. Aún tenía sujeta mi cabeza contra su pene sin permitirme separarme de él, a pesar de que apenas podía mantener la boca con su pene aún erecto y su abundante semen dentro, pues no me ha gustado nunca tragarlo, aunque siempre he sabido aparentar que no sentía ningún asco por el hecho, pues no quería estropearle el momento a mi pareja. Poco a poco fue aflojando su presión sobre mi cabeza y, con cuidado, fui retirando mi boca de su pene tratando de alcanzar el papel higiénico que me había traído para la ocasión, del que corté un pedazo para rodear el tronco del pene de mi hijo y cubrir mi boca para cuando pudiese evacuar el contenido sobre el papel.

Mi hijo había quedado exhausto sobre la cama, con el corazón latiendo a mas de 120 pulsaciones y su pene, semierecto, caía sobre su pierna izquierda. Los testículos colgaban ahora entre sus piernas con una distensión relajada. El problema era yo misma, mi ardiente deseo que gozar tambien del sexo, mas después de lo vivido. En ese momento mi hijo giró su cabeza hacia mí y sonriendo, me dijo: "¿Mamá, y tú?" Yo, comprendiendo lo que quería decir, le dije que no debía preocuparse, pues las mujeres estábamos mas acostumbradas a dar que a recibir y que, en muchas ocasiones, nosotras no llegábamos al orgasmo, sin que ello supusiese una frustración como la que sufre el varón en la misma situación.

No pareció convencerle mucho mi explicación y extendiendo su brazo fuerte sobre mi lado de la cama, me ofreció recostarme sobre él en un abrazo mas paternal que filial. Yo acepté el cumplido que mostraba agradecimiento y me dijo: "Lo siento, pero esta vez no será como tu dices, aunque tambien deberás comprometerte conmigo con lo que te pida. ¿De acuerdo?". La verdad es que me confundió su resolución y decisión, asintiendo por mi parte sin saber bien que es lo que estaba aceptando.. Pronto lo averiguaría.

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