Nuevos relatos publicados: 13

Reunión de Trabajo

  • 15
  • 13.916
  • 9,63 (8 Val.)
  • 0

Buenos días, mi nombre es Flavio, soy de Guatemala y trabajo como Arquitecto. Llevo una vida tranquila y holgada, no soy rico, pero soy muy bueno en mi trabajo y logro ganar lo suficiente como para no tener ninguna necesidad. Además, a mi mujer también le va bien, ella es promotora de eventos, un ambiente en el que se mueve como pez en el agua.

Hoy quiero contarles una experiencia que tuve, cierto día en que fui a una reunión de trabajo, en una empresa trasnacional que deseaba construir un edificios de oficinas en la ciudad. Estaban aun buscando un arquitecto que se hiciera cargo del trabajo y, claro, yo era uno de los candidatos más idóneos. Era lunes por la mañana y tenía que reunirme con la gerente para el país, una hermosa mujer de raza negra, oriunda de Belice, con un muy especial estilo para evaluar a los candidatos.

Buenos días, tengo una cita con la gerente.

Permítame… – me dijo la recepcionista – ¿Su nombre caballero?

Flavio Montenegro, soy el arquitecto que le presentará una propuesta el día de hoy.

Un momento… licenciada, el arquitecto Flavio Montenegro acaba de llegar… como no… la gerente lo espera en su despacho.

Muy amable…

Entré a la oficina de la gerente, cuyo nombre era Blanche Johnson, y esta me recibió muy cordialmente, con un beso en la mejilla como saludo y un efusivo abrazo, desde allí me empezó a parecer sospechosa la cosa. Se trataba de una mujer sencillamente impresionante, negra, de labios gruesos y apetitosos, lucía un pequeño aretito en uno de sus orificios nasales. Llevaba un vestido violeta claro en tono pastel, demasiado corto para un trabajo de su nivel pensé yo, y es que era corto por todos lados, por arriba y por abajo. Abajo apenas tapaba un tercio de sus torneadas piernas morenas, arriba, con un escote recto y sostenido por 2 escuetas tiritas, cubría no más de la mitad de sus grandes glándulas mamarias.

Desde el principio me costó mantener la compostura que la reunión ameritaba, más cuando ella se sentó, como si nada sobre su escritorio, justo frente a mi que estaba sentado en una silla. Apenas tenía que bajar un poco la mirada para ver sus bragas blancas bajo su corta falda.

Bueno Arquitecto, ya revisé su propuesta inicial y debo decir que me agradó bastante – me dijo en un español perfecto – Sé que a los miembros del consejo también les gustó… es de muy buen gusto, muy moderno, pero con toques clásicos a la vez, muy interesante, la verdad.

Gracias… muy amable. – logré decir, la verdad es que no sabía hacia donde mirar, abajo estaba sus piernas y sus bragas, arriba ese enorme par de tetas y esos labios tan besables.

Ella me continuó platicando de más asuntos, pero yo apenas lograba seguirle el hilo de la conversación. Parecía que a la gerente no le importaba mi constante salivación, ni mi rostro rojo como un tomate, tampoco mis vacilaciones a la hora de contestarle. Es más, parecía que a medida que yo más me comportaba como un tonto, ella se sentía mejor.

En cierto momento hizo una breve pausa, esbozando una sonrisa llena de perfidia y sorna.

Parece sorprendido por algo Flavio… – me dijo, tuteándome por primera vez.

¿¡Yo!?… bueno… mire… es que… – me puse nerviosísimo, balbuceando cosas incoherentes hasta que decidí tomar al toro por los cuernos, era obvio que ella me estaba provocando – mire licenciada, la verdad es que usted… – no pude seguir, pues cuando me percaté, ya se había sacado una teta del vestido.

Jamás me podré acostumbrar a estas situaciones, porque no es la primera vez que me pasa y no quiero ser presumido… pero bueno, esas cosas se las contaré más adelante. Su seno moreno era redondo, de tamaño medianamente grande a grande, con un oscuro y puntiagudo pezón en medio de un pequeña aureola oscura.

Me veía sonriente, maliciosa, segura de su belleza y del tremendo efecto que hacía sobre mi persona. Respiré profundamente, retomando el poco control que aun me quedaba sobre mi persona, y viendo que aquello había dejado ya de ser una reunión de trabajo, decidí tirarme al agua, si ella se estaba mostrando así no era por nada.

¡Licenciada, si continúa haciendo esto no respondo de mis actos!

Yo tampoco… – fue su clara y directa respuesta, y agregó – además, puede ser provechoso para nuestra negociación.

No necesité escuchar más, sin perder tiempo me levanté de la silla en que estaba y me aferré a su pezón negro y delicioso. Lo empecé a besar y a lamer, succionándolo y jaloneándolo, pegándole suaves mordiditas con los dientes. Ella echaba la cabeza hacia atrás, entregándose a la sensación de mis caricias orales sobre su chichota.

Poco a poco fui bajando, lamiendo sobre su vestido hasta llegar a su corta falda, la que subí dejando expuestas las blancas bragas que la mujer llevaba puestas. Las lamí como si fuese un delicioso caramelo, una paleta dulce. Los acres vapores íntimos de su feminidad empezaban a manar, en ese aroma embriagante, no por lo agradable, sino por las feromonas que trae consigo… y ella estaba llena de feromonas de hembra en brama.

Le di la vuelta y le bajé el calzoncito con algo de brusquedad para ver su reacción, y fue tal y como la esperaba, agresiva, clavándome unos ojos furiosos y calientes que no me he podido quitar de encima, le gustó. Empecé entonces a lamerle el sexo desde atrás, por todo lo largo, metiéndole la lengua profundamente entre la vulva perfectamente depilada.

Nunca antes había estado con una mujer negra, y debo decir que la sensación fue única. Los negros poseen una fuerte y firme composición física, que hace que su cuerpo se sienta duro y fuerte al tacto, más la piel de Blanche era suave como el terciopelo, como la seda. Además, me encantó ver que el pigmento oscuro de su piel era bastante más concentrado en sus partes íntima y que tenía un arito en el clítoris, dándole a la experiencia un mayor toque de morbosidad.

Espérate Flavio… – me dijo, empujando hacia atrás y separándome de su caliente sexo.

Como un rayo, y con un rápido y ágil movimiento, se despojó de su vestido, sacándoselo por encima de la cabeza. ¡Qué cuerpazo, qué puta más buena! Tal y como a mi me gustan, con un cuerpo delgado pero en ningún momento flaco. Porque siempre he creído, y seguiré creyendo, que es la grasita lo que le da sabor a las cosas. Si no miren la gastronomía: ¿no es más deliciosa esa carne roja, gruesa, suave, con una gruesa franja de gordo en una de sus esquinas? Y esa franja blanca es grasa precisamente.

Ella me vio con ojos de gata en celo, por debajo de sus gafas negras de licenciada. Se sabía hermosa, estaba segura de su belleza y de su magnetismo sobre hombres como yo. Y como no había razón para no hacerlo, me puse de rodillas dispuesto a rendir pleitesía a esa diosa de ébano.

Me quité el saco y me adherí como una lamprea a su sexo oscuro, dulce, mojado, de hembra caliente. Yo no chupo pusas como la mayoría, que se limitan a lamer, a quererles meter la lengua como si fuese una verga, ¿qué es eso? Yo empecé buscando su clítoris, a base de una concienzuda exploración lingual, no me fui difícil por su aro de oro. Una vez localizado el sensible órgano, lo capturé con los labios, como si le estuviese dando un beso, succionando, pegando suaves mordiscos, acariciándolo intensamente con la lengua, jaloneando suave el aretito.

El efecto de mis caricias no se hicieron esperar, y Blanche empezó a gemir desesperada, enloquecida por el placer que le estaba dando.

¡¡FLAVIO!! ¡¡FLAVIO!!… ¡¡OH MY GOD FLAVIO!!… ¡¡¡ME VUELVES LOCA!!! ¡¡¡YA NO AGUANTO, SIGUE, SIGUE, QUE LA LLEGO, YA LLEGOOOOOOO!!! – Blanche me sujetó de la nuca y pegó mi rostro todo lo que puso a su jugosa vagina, alcanzó el clímax en medio de un fuerte grito (qué fácil llega esa mujer al orgasmo) - ¡¡¡¡AAAAAAHHHHHHGGGGGGG!!!! ¡¡¡¡FLAVIO, FLAVIO, ME ESTAAAASSSSSMMMAAAAATTTAAAAAAANNNNDOOOOOO!!!!

Blanche quedó respirando entrecortadamente por un minuto, pero luego, rápidamente recobró la compostura. Mirándome de nuevo con esa felina mirada de perra encelada, me dijo rápidamente que lo que acababa de hacer merecía una recompensa y que, al igual que yo, ella también sabía utilizar muy bien su boca y lengua.

Se arrodilló casi al mismo tiempo, y con la misma rapidez, con la que yo me puse de pié. Abrió mi bragueta y me sacó la verga, casi al mismo tiempo en que mi camisa caía al suelo.

No voy a decir que soy un súperdotado, pero chiquita tampoco la tengo y ya la cargaba parada cuando ella la engulló hasta la mitad. Debo reconocer que, desde la primera lametada, ella demostró sus grandes cualidades como mamadora. Eran lamidas húmedas, muy húmedas, su estilo era de ensalivar abundantemente la verga y luego succionarla con fuerza, limpiándola de las babas o dejándolas caer sobre sus recias tetas.

Aquello resultaba todavía más excitante, pues ella, poniéndose en cuclillas para restregar su sexo empapado, no solo sabía mamar muy bien, sino que jugaba con la sensualidad de un modo único. Mostraba impudorosamente las largas líneas ligosas de su saliva, me dejaba ver como caían despacio hasta tocar la suave y oscura piel de sus tetas, ¡aquello era extraordinario!

Blanche me tenía en el cielo, esa forma mojada de mamar una verga era maravillosa y enloquecedora, no tanto por la fuerza que le imprimía a sus succiones (que cuando lo hacía, sabía chupar fuerte) si no por lo caliente de ver sus babas caer de sus carnosos labios y precipitarse sobre sus hermosos senos. Creo que me calentaba tanto por recordarme a una puta jugando con el semen de su amante con la lengua.

De repente hizo otra cosa que terminó por ponerme mal, con sus tetas mojadas, aprisionó mi dura paloma y empezó a hacerme una paja rusa increíble.

¿Le gusta arquitecto?… ¿le gusta?

¡Me encanta!… ¡pero me va a hacer acabar y me la quiero coger!

¿Y no quiere acabar entonces Flavio?

Quiero cogerla antes Blanche…

¿Y qué me va a hacer si lo dejó cogerme?

¡Si me deja!… Si me deja será la gran puta… ¡párese perra! – le grité, y ella, lejos de enojarse, me obedeció sin quitar un segundo la misma cara que tenía.

Nos besamos con fuerza, nuestras lenguas penetraron casi hasta nuestras gargantas. Entonces la empujé y la dejé caer sobre su escritorio. ¡Qué mojada estaba!, inmediatamente sus jugos comenzaron a caer sobre sus nalgas duras y prietas, perfectas. Y yo, colocando la punta de la verga sobre su vulva, me puse a empujar despacio, sin prisas, quería que ella sintiera cada cm. de mi virilidad atravesándola.

No me gusta ser brusco ni salvaje a la hora de tener relaciones sexuales, no me parece que sea indispensable para poder recibir y dar placer, pero claro, "el cliente siempre tiene la razón"… y si violencia me piden, violencia les daré.

Con Blanche empecé despacio, como ya dije, suave, quería que se acostumbrara, que sus jugos se rebalsaran de su vagina. Pronto me di cuenta de que le gustaba la dureza, que la violencia la excitaba un poco, que la estaba buscando. Por ello me empeñé más en ir despacio, a mi ritmo, la quería desesperar, que me pidiera… no que me suplicara que le rompiera el sexo.

La calidez de su intimidad me estaba quemando, los flujos de su interior manaban como un río que bajaba por su intimidad y terminaban en su estrecha gruta posterior. Blanche también tenía un ano muy apetitoso, ¿por qué no comérmelo también después? Pero mientras tanto, a disfrutar de su vagina.

La tomé de los tobillos y los elevé, mientras la taladraba cada vez más fuerte. Ella se tomaba una nalga con una mano y la separaba para tratar de darme el mayor espacio posible para seguírmela cogiendo. Blanche gritaba y gemía, se estremecía ante cada arremetida, me pedía más y con más fuerza.

¡¡¡DELE FLAVIO, RÓMPAME TODA, HÁGAME PEDAZOS!!!

¡Usted es una perra, una gran perra!

¡¡¡SIIIIII!!!… ¡¡¡SOY UNA PERRAAAAAGGHHHHH!!!… ¡¡¡DELE, PIOR FAVOR, DEME MÁS DURO!!!

La agarré con fuerza y la bajé del escritorio, poniéndola de espaldas hacia mi y empujándola para que tuviera que mantener el cuerpo sobre la paleta de este. Para esas alturas ya estaba más caliente que una brasa y tenía ganas de partirla en un montón de pedazos. Si rudeza quería, rudeza obtendría.

mis embestidas eran fuertes, muy potentes, yo estaba sudando como un cerdo, gruesas gotas caían sobre mi pecho, mi cabello estaba todo mojado y despeinado y resoplaba la respirar como un toro. Ella se fue subiendo poco a poco sobre su escritorio, pues cada vez me le iba más encima, estaba haciendo justo lo que yo quería… y creo que ella ya sabía qué era, pues no dejaba de verme con esa mirada suya, mezcla de calor, deseo, lujuria, excitación.

Cuando subió una rodilla arriba le saqué la verga y se la empecé a restregar sobre el ano. Justo como lo pensé, ella lo estaba esperando… y deseando. Se puso a menearme en círculos el culo, ese culo duro y apretado, redondo y grande que ella tiene, hasta que, poco a poco, le fui metiendo cm a cm de mi enhiesto palo. Ella suspiraba y gemía con fuerza.

¡¡¡¡AAAUUUGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAUUUGGHHHHH!!!!

¿Te gusta Blanche?

¡¡¡¡AAAUUUGGHHHHH!!!!… ¡¡¡SIIIIIIIAAAGGHHHHH!!!!… ¡¡¡¡RÓMPAME EL CULO FLAVIO!!!!

¡¡¡SUS DESEOS SON ÓRDENES!!! – y se la dejé ir entera y hasta el fondo.

Ella pegó un fuerte grito, cuando se sintió tan profundamente invadida. Yo me quedé quito un momento, mientras ella se acostumbraba y me acomodaba encima de su cuerpo, con ella en 4 sobre el escritorio y yo de cuclillas sobre ella. Y luego le di con todo, le arranqué otro orgasmo unos minutos después.

Su ano era muy apretado y estrecho, casi sentía que me trataba de cercenar el pene de tajo. Pero a la vez dejaba maniobrar, permitiéndole que se incrustara hasta que mis bola tocaban sus nalgas, para que luego saliera y se volviera a clavar de inmediato.

Me la cogí así por unos 10 minutos, hasta que ya no daba para más. Las piernas me flaqueaban y el aire me faltaba. Y no es que fuera importante, lo que pasaba es que mi mujer me había dejado vacío en la mañana, ella es tan puta e insaciable (si no es que más) que Blanche.

¡Quiero acabar! – le dije – ¡Quiero acabar!

¿Dónde mi rey?

¡Encima de ti!

Se la saqué de inmediato, y ella se dio la vuelta, quedando boca arriba sobre el escritorio. Me arrodillé a la altura de su pecho y comencé a pajearme vigorosamente la verga. Mientras, ella se amasaba las tetas y me las ofrecía como pista de aterrizaje para la lluvia de esperma que le iba a caer, y que le cayó en menos de 30 segundos.

¡¡¡¡OOOHHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOHHHHH!!!!… ¡¡¡¡OOOUUUUURRRGGGGGGGGHHHHH!!!! – rugí como un león de la selva al caer sobre su presa cuando los primeros chorros de semen fueron a dar sobre sus senos morenos.

Ella abría la boca pidiéndome un poco de leche, y claro, yo no se la negué. Ella la saboreó como si fuese un dulce, un manjar. Allí terminó esa faena, cansado, sudado, empapado, feliz, más que satisfecho, y Blanche también.

Lo malo es que cuando la calentura baja, nuestro cerebro vuelve a tomar el control y caemos en la cuenta de las muladas que hicimos en esos dulces momentos en que solo queremos coger, coger y coger. Recordé entonces la razón de mi visita, lo importante que ese contrato sería para mi, para mi familia y para mi carrera. Y no quería abordarlo en ese instante, no quería que ella creyese que… pues, bueno, que lo que acabábamos de hacer tenía algo que ver con que la empresa a la que representaba me diese el trabajo a mi y no a otro arquitecto.

Me bajé de su escritorio, ella se quedó allí encima, mirándome con ojos brillantes, felices. ¡Qué vergüenza! No entiendo por qué me pasa eso, pero acababa de coger con esa mujer, y chuparle cuanto se le podía chupar, y me sentía tonto, como un niño pequeño, lleno de vergüenza.

Flavio, espero que no creas que esto tenía algo que ver con el proyecto…

Por supuesto que no, tu me dirás que otro día nos podemos reunir para discutir mi propuesta…

No me parece.

¿Perdón?

Creo que ya no tiene un por qué. El caso es que yo he investigado a fondo tu desempeño en otro proyectos y ha sido excelente. Era un hecho ya que te iba a dar a ti el diseñó y la construcción. Lo único que necesitaba saber era qué tan bueno eran en la cama… verás, para mi es muy importante las relaciones humanas con las personas con las que trabajo. Y ya que de todas maneras iba a trabajar contigo, me pregunté, ¿por qué no romper el hielo de una vez con el arquitecto e iniciar una relación laboral… "más estrecha?

¡Vaya que si quería una relación laboral cercana! ¡Más cercana que esto, imposible! Al parecer, estas "reuniones" se harían bastante frecuentes. Me pareció ese día que lo más adecuado era contárselo a mi señora… no se preocupen, no tuve problemas con ella, solo que me hizo prometer que buscaría la forma de que ella también pudiera jugar con nosotros.

(9,63)