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El oro más puro

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El cuerpo puede descender a abismos que no creíamos posibles, arrastrarnos a ellos presas de su ímpetu. Yo pude comprobarlo en persona hace muchos años, una tarde de mayo…

Me llamo Ana…soy una mujer ya mayor, que vive su vejez rodeada de sus hijos y sus nietos. Mi vida ha sido, por lo general, ordenada, pero aquella tarde, ay, aquella tarde me dejé llevar por la locura de la carne, de la sangre, e hice cosas que no creí que yo era capaz de hacer, y que aún me avergüenzan…yo tenía 16 años, era una joven estudiante muy bella y con un cuerpo muy hermoso. En el instituto muchos me pretendían, pero yo era fiel a Juan, un chico dos años mayor que yo.

Con él descubrí los placeres del amor y del sexo. A veces le gustaba arrastrarme con él por los caminos de la lujuria…le encantaba meter su cosa por mi sexo o por mi ano y correrse en mi cara…muchas veces íbamos tan calientes que ni nos desnudábamos, él se la sacaba, me subía la falda (en mi juventud pocas chicas llevaban pantalones), me apartaba las bragas y me la metía…me encantaba hacer el amor así, con el miedo a que nos pillaran (en mi época la que lo hacía sin estar casada era una puta, una indecente, una perdida), me excitaba mucho esa sensación de riesgo. Pese a la fidelidad que profesaba a Juan no cesaba de mirar a los otros chicos.

Me interesaban sobre todo los chicos musculosos del equipo de rugby del instituto, se me mojaban las bragas cuando les veía embestirse unos a otros como búfalos salvajes durante los partidos, y me acercaba a ellos (todo lo que permitía la moral de la época) para oler su sudor cuando terminaban e iban a ducharse…me encantaba ese olor a macho sudoroso, me excitaba mucho. Me calentaba tanto que luego, en cuanto me encontraba con Juan, me tiraba sobre él y lo violaba. Una tarde cometí una locura…esa tarde había entrenamientos, pero por culpa de la gripe y los exámenes no habían asistido más que diez chicos del equipo.

Tampoco había, por las mismas razones, mucha gente en el instituto, así que aproveché para colarme en los vestuarios del equipo mientras ellos entrenaban…quería estar poco tiempo, el justo para olisquear unos cuantos calzoncillos e irme, no quería que me pillaran…por desgracia o por suerte se me fue el santo al cielo y lo hicieron, me pillaron con la falda subida y tocándome sobre las bragas mientras olisqueaba unos calzones sucios…

Quise salir de allí pero no me dejaron, me dijeron que antes tenía que hacer algo por ellos…de repente me vi rodeada de diez tipos musculosos, sudorosos, que se sacaban las pollas con mirada perversa…y bueno, comprendí que no iba a salir de allí sin pagar un tributo, así que me hinqué de rodillas y me puse a chupar pollas y huevos sudados… el olor y el sabor del sudor me ponían muy cachonda, así como el grosor de esas pollas y la dureza de esos cuerpos…me desnudaron y empezaron a sobarme y lamerme, diciendo cosas como "Qué ganas te teníamos, tía guarra"…pronto el capitán del equipo estaba sobre mí, follándome el coño, mientras yo chupaba y masturbaba pollas…tras el capitán, que la sacó aún sin correrse, otros se fueron sucediendo en mi coño, hasta que pasaron los diez. Mi boca tampoco estaba desocupada…

Me cambiaron de postura, manejándome como si fuera una muñeca, y me encontré cabalgando sobre uno de ellos, y mientras chupaba otra polla y masturbaba otras dos, una con cada mano, uno de los que quedaban "sueltos", con el pijo gordo y venoso y el capullo púrpura y goteante, dijo "Ey, por aquí queda un agujero libre", y me la metió por el culo. Era mucho más gorda que la de mi novio, así que sentí cada centímetro de polla como si fuese un metro. Además, era la primera vez que me follaban dos chicos a la vez. Quise gemir, pero tenía la boca llena de polla. Fueron sucediéndose en mi culo como antes en mi coño, mientras el tipo que me la metía por ahí, por el coño, bombeaba sin parar, y sin parar se sucedían uno a otro también en mi boca.

Ya no sabía dónde estaba, sólo sentía oleadas furiosas de placer inundar mi cerebro, diez hermosos animales de 18 años me estaban follando con sus duras y enormes trancas. Cuando empezaron a correrse en mi cara y en mi boca fue brutal, chorros y chorros de espesa lefa me llenaron la cara hasta no dejar nada de mi rostro al descubierto…la lefa me corría cuello abajo y resbalaba por mis tetas. Me relamí. Uno cogió su polla y se la limpió en mi melena.

Olía intensamente a lefa, y tenía el coño y el culo muy abiertos…Nunca he olvidado esa tarde, ni la olvidaré mientras viva. Después viví una vida normal, de fidelidad y felicidad conyugales, pero esa tarde…esa tarde fui la puta afortunada a la que pagan con el oro más puro: el placer extremo, el que no se olvida.

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