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Una tarde de hotel

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Soy Lara de nuevo. No sé si me recordaréis. Escribí hace tiempo un relato en el cual os narraba mi afición por el travestismo y el encuentro que tuve con un chico mulato ecuatoriano realizando así una de mis fantasías: tener una relación sexual con un hombre como una mujer y sintiéndome una auténtica zorra. Al irme a la mañana siguiente de su casa quedamos en que mantendríamos el contacto para repetirlo. Sin embargo no pudo ser, ya que me enteré de que había sido expulsado del país por no estar legalmente. Me quedé un poco decepcionada. Recibí varios mensajes en el móvil para quedar de otra gente que había visto mi anuncio en el tele-chat, pero no puedo negar que me acobardé y no fui capaz de responder. No sé porqué, tal vez por la forma de plantear los encuentros, por lo que me decían, pero no contesté a ninguno.

Después de aquello parece que mi afición fue remitiendo un poco. Se puede decir que durante toda mi vida esta afición ha ido yendo y viniendo por temporadas. Por eso estuve casi un año sin darle vueltas al tema, y empecé con la que ahora es mi pareja, por lo que este tema quedó totalmente oculta. Sin embargo, volvió a surgir de una manera totalmente absurda. Una noche estábamos follando los dos en la cama, cuando ella en broma me dijo que porqué no me depilaba el cuerpo, que parecía un osito (a pesar de que no tengo demasiado vello), por lo que decidí depilarme aprovechando que ella trabajaba y pasaba muchas horas fuera de casa. Salí al supermercado cercano a casa, compré un bote de crema depilatoria y me dejé el cuerpo sin un solo pelo. Aquella noche cuando volvimos a la cama se sorprendió, y riéndose me dijo que porqué lo había hecho, que había sido una broma. Nos reímos los dos, y a continuación echamos uno de nuestros mejores polvos.

A los dos o tres días de aquello, una mañana que estaba solo en casa, estaba sentado delante del ordenador. Al estar tantas horas sólo y como dice el dicho: "Cuando el Diablo no sabe qué hacer mata moscas con el rabo" y, no sé porqué, entré en la página www.elchat.com/elchat, entrando en uno de los canales gays que hay en el mismo. Al poco rato empecé a hablar con un tipo de una población cercana. Al poco rato de conversar me preguntó si me gustaba ponerme ropa de mujer y, al contestarle que sí, me preguntó que si tenía alguna prenda para ponerme, que le gustaría verme por cam. Le contesté que sí, pero que lamentablemente no tenía cam. Me contestó que no le importaba y seguimos charlando.

No sé porqué empecé a sentir una extraña excitación y, con la excusa de ir al baño, me dirigí al dormitorio poniéndome un conjunto negro de tanga y sujetador. Volví al salón y seguí hablando con él. La conversación se fue calentando y al poco rato me estaba masturbando mientras hablábamos. Volvimos a tener unas cuantas conversaciones, planteando incluso la posibilidad de tener un contacto real. Decidimos que ya era momento de darnos los móviles para por lo menos saber cómo eran nuestras voces, y quedamos para la tarde siguiente en una cafetería del centro, pero que la condición era que yo iría vestida de mujer. Nos dijimos cómo iríamos vestidos para poder reconocernos. Sin embargo, decidí hacer una pequeña trampa: en vez de ir como rubia, iría como morena con una melena rizada a media espalda y, en cuanto a la ropa, me puse una minifalda tejana y un top negro, con unas botas negras por la rodilla, y debajo el conjunto negro de tanga que me puse el primer día que hablé con él. Me sentí totalmente excitada solamente con pensar en la idea de salir a la calle así vestida.

Cuando salí de casa me encontré con algunos vecinos que no me reconocieron, pero disfruté con la sensación de ver por el rabillo del ojo que alguno giraba la cabeza para mirarme mejor, sintiendo como aquellas miradas se clavaban en mí, sobre todo en mi culo, sintiéndome deseada. Sin embargo, aquella sensación no tuvo nada que ver con la que sentí cuando cogí mi coche y me dirigí al centro al lugar de la cita. Allí sí que pude sentir las miradas que se clavaban lascivamente en mí, desnudándome. Acababa de llegar a la cafetería donde habíamos quedado, me había sentado en una mesa del fondo para poder ver quién entraba y había pedido un café cuando en ese momento escuché pitar el móvil. Era él, y me preguntaba si ya estaba en el lugar. Le contesté que no, que estaba a punto de llegar. Seguíamos hablando cuando vi entrar un hombre hablando por teléfono. Sin duda era él, y lo que vi, aunque no era exactamente lo que me esperaba, no me disgustó. Era un poco más bajo que yo, de unos 50 y pico años, más bien atractivo de cara, pelo cano, con un poco de barriga. Sin embargo no parecía el típico gordo baboso, sobre todo por el buen gusto que demostraba vistiendo.

Acabamos de hablar y el se sentó en otra mesa. Me sentí satisfecha, pero decidí que la tarde no era la apropiada para quedar, sobre todo porque quería comprar algunas cosas para la cita, así que le pedí la cuenta al camarero, pagué, y salí de la cafetería. Al pasar por su lado, haciéndome la distraída, le miré, notando como no apartaba la mirada de mí. A los 10 o 15 minutos de salir, una vez ya en el coche, le llamé, diciéndole que no había podido ir porque había tenido una avería en el coche, por lo que estaba en un taller arreglándolo, quedando para la tarde siguiente en un hotel próximo, al que ya había llamado para reservar una habitación. Noté cierta desilusión en su voz, y me llegó a decir que si es que me había echado atrás. Le contesté que no, que si él veía coherente que me desdijese cuando a la vez le estaba citando en un hotel. Me contestó pidiéndome disculpas, que tenía razón, y quedamos para la tarde siguiente, que la podríamos disfrutar tranquilamente.

Cuando colgué el teléfono me dirigí a unos grandes almacenes. En la sección de lencería compré un conjunto negro de encaje con un liguero y unas medias, un conjunto rojo, y un picardía color verde con un tanguita de hilo a juego. Pensé en comprar una minifalda de cuadros y tablitas, pero recordé la que tenía junto a una blusa blanca a buen recaudo que me había regalado el chico ecuatoriano de su hermana (como contaba en mi anterior relato). También me compré una tatoo tribal de calcomanía para ponérmelo en la parte baja de la espalda al objeto de lucir lo más sexy posible, un pequeño set de maquillaje, y un pequeño maletín donde lo guardaría todo. Al salir fui a un "sex-shop", donde compré un bote de lubricante anal, unas uñas y unas pestañas postizas. Satisfecha con la compra realizada volví a mi casa.

Al día siguiente cuando me levanté estaba francamente nerviosa, como una adolescente ante su primera cita. Le mandé un sms preguntándole si la cita seguía en pie, al que me contestó preguntándome que a qué hora quedábamos. Concertamos la hora, siendo ésta temprana, al objeto de poder estar juntos el mayor tiempo posible. Cuando me quedé sola me vestí, eligiendo esta vez una minifalda negra bastante ceñida, una blusa que me coloqué de tal manera que dejaba mi ombligo y mi tatuaje a la vista, y una cazadora vaquera más bien corta, junto a unas botas blancas. Debajo me puse el conjunto negro de encaje junto con el liguero y las medias. El tacto de aquella prenda me excitó muchísimo, ya que el que me había puesto anteriormente era de lycra, y no pude evitar tener que masturbarme para calmar la excitación que tenía. Media hora antes de la cita ya me encontraba en la habitación del hotel, donde recompuse mi aspecto y pedí una copa para relajarme un poco. En ese momento me llamó él, preguntándome si ya estaba en el lugar. Al contestarle que sí me dijo que él estaba llegando. No habían pasado ni 5 minutos cuando sonó la puerta. Al abrirla me encontré con un camarero que traía una botella de cava. Le indiqué dónde la tenía que dejar y se marchó. A los 10 minutos llegó él. Le esperaba sentada junto a una pequeña mesa que había en la habitación. Al ponerme en pie para saludarle noté como me miraba con cierta admiración y algo de deseo. También noté como durante un instante me miraba directamente a la cara, diciéndome a continuación que mi cara le resultaba conocida. Decidí serle sincera y le conté como el día anterior le había hecho esa pequeña trampa, a lo que riendo me respondió que era una zorra, que le había engañado, pero que le daba igual porque lo que veía le estaba gustando y además mucho.

Después de un momento de conversación sentados en la cama nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos, besándonos a continuación, un leve roce en los labios, que al instante se convirtió en besos más apasionados, jugando con nuestras lenguas mientras pasaba mi mano por encima del bulto de sus pantalones que cada vez notaba más duro, mientras sentía su mano por encima de mi pecho. Sentí sus manos jugando con los botones de mi blusa y con el cierre de la minifalda, desnudándome poco a poco, mientras desabrochaba el cierre de sus pantalones. Al instante yo ya me encontraba solamente en ropa interior y él tenía su tremenda y hermosa polla fuera, una polla que no era como yo me esperaba, sino larga y gruesa, que acaricié y pajeé con mi mano. Cuando él ya estaba totalmente desnudo, recostándome sobre él se la comencé a besar y a lamer, chupándosela después con verdadero frenesí, mientras sentía su mano por mi culo, repasando con su dedo mi tatuaje (el cual me dijo que le excitaba mucho), llegando a pasarlo por mi ano, jugando con él, empezando a introducírmelo después.

A esas alturas yo ya me encontraba terriblemente excitada, y decidí que ya era hora de que metiese su polla y me follase como la puta mamona que me sentía en aquel momento se merecía por lo que, haciéndole tumbarse en la cama y tras apartar a un lado la tira del tanga y ponerme un poco de lubricante en mi ano, me puse encima de él, comenzando poco a poco a meterme su polla yo misma. No puedo negar que me dolió un poco, sobre todo debido a su grosor, pero que la sensación que sentí cuando mi ano se relajó y la tuve entera dentro fue increíble. Su polla entraba y salía fácilmente de mi culo, y le cabalgué como una verdadera posesa. Al rato decidimos cambiar de posición, poniéndome a cuatro patas sobre la cama. Sentí sus manos en mis caderas y como su polla entraba de un solo empujón en mi culo, pasando después a un rápido mete y saca que me estaba volviendo loca. Mi pene se encontraba totalmente erecto y no pude evitar masturbarme mientras él me follaba. Volvimos a cambiar de posición, poniéndome yo esta vez boca arriba y, levantándome la piernas y poniéndolas sobre sus hombros, me la volvió a meter. Yo ya estaba sorprendida de su aguante, pero todavía quedaba lo mejor, ya que cuando le anuncié que estaba a punto de correrme, parando un momento y sacándome su polla, me pidió que me corriese en mi mano y me bebiese mi leche, mientras se masturbaba ante mí, cosa que así hice, metiéndome después su polla en mi boca hasta que se vino en ella, tragándome toda su corrida. Nos quedamos tumbados en la cama, abrazados y fumando un cigarro.

Al cabo de un rato me preguntó si había traído más ropa, a lo que le contesté que sí, diciéndome que le gustaría verme modelar delante de él. Me levanté de la cama, cogí el bolso que contenía mis cosas de la silla en que la había dejado y me dirigí al cuarto de baño. Antes de cambiarme, desnuda por completo, me lavé un poco para quitarme los restos que me hubieran podido quedar de la corrida anterior. Una vez limpia y retocado el maquillaje y peinada, me puse el conjunto rojo con las botas negras y salí del servicio. Al salir no pude reprimir mi gesto de sorpresa al verle de pie en medio de la habitación con una cámara fotográfica en las manos, con su polla totalmente erecta, pudiéndola apreciar entonces en toda su longitud, ya que antes no la había podido ver bien. La tenía muy gruesa, con un gordo capullo, y le llegaba de sobras al ombligo. Me quedé embelesada mirándola, saliendo de ese estado cuando vi el brillo de un flash. Me había tomado la primera de las fotos que me hizo esa tarde y no me había dado ni cuenta. Me tomó las fotos con todas las prendas que había traído, aparte de con un conjunto de sujetador, tanga y minifalda de cuero que él había traído con la idea de que modelase con esas prendas puestas y en distintas posturas: chupándole la polla, a cuatro patas mostrando mi culo en primer plano con la tira del tanga apartada, etc., y en esa postura fue cuando me la volvió a meter con la excusa de hacerme fotos con su polla metida en mi culo. Me folló salvajemente, sin darme tregua, hasta que me corrí sin tocarme de lo cachonda que estaba, corriéndose él a continuación en mi espalda, y cayendo los dos derrumbados en la cama, él encima de mí, volviendo a meterme la polla hasta que ella misma salió cuando bajó su erección.

Nos quedamos descansando en la cama, quedándome yo dormida entre sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo, despertándome una hora o así más tarde al sentir unas caricias por encima de mi tanguita. Tengo que decir que en todo el rato que llevábamos juntos él todavía no me había tocado "ahí", pensando yo que a lo mejor es que le daba recelo hacerlo. Abrí los ojos, y me encontré con los suyos mirándome fijamente. Comencé a devolverle la caricia, sintiendo como su polla se iba empalmando nuevamente. ¡Dios, este hombre era increíble! Después de las dos corridas que él había tenido seguía empalmando como si nada, como si fuese la primera vez. Levantándose en la cama y arrodillándose a mi lado, me la volvió a ofrecer para que se la mamase. Poco a poco se fue tumbando en la cama, y mamándosela estaba cuando noté sus labios alrededor de mi "cosita". Aquello fue demasiado. Ambos nos estábamos dando placer mutuamente en un placentero "69", volviendo a cambiar de postura quedando yo ahora encima de él, hasta que ambos nos corrimos en la boca del otro, besándonos a continuación intercambiando nuestros líquidos.

Nos quedamos descansando hasta que vimos que ya hora de irnos, así que me levanté y, dirigiéndome al cuarto de baño nuevamente, me duché antes de vestirme. Cuando salí con el conjunto negro puesto otra vez, vi que él ya se encontraba vestido pero con su polla asomando por la abertura de su pantalón, dura nuevamente, y vistiéndome deprisa, se la volví a mamar, esta vez arrodillada delante de él, volviendo a correrse en mi boca. Después de recomponer de nuevo mi ropa y mi maquillaje salimos juntos de la habitación, cogiéndome él por la cintura, dirigiéndonos hasta el parking del hotel. Allí nos despedimos con un húmedo beso en la boca con lengua incluida, quedando para otra ocasión. Cuando llegué a mi casa, y mientras guardaba las prendas, encontré un pequeño sobre conteniendo 200 € y una carta de su puño y letra. En ella me decía que había pasado una tarde increíble conmigo y que, por favor, aceptase el regalo que me había dejado a escondidas, ya que sabía que, si me lo hubiese querido dar en mano, no se lo hubiese querido aceptar, y que me lo gastase en otras prendas para nuestros posteriores encuentros. No sé, pero me sentía extraña a la vez que contenta y feliz: había pasado una tarde increíble, había dado placer a un hombre increíble, y él me recompensaba por ello.

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