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Sueños (3 de 5)

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Comencé a recorrer el espacio que había entre nosotras, mientras veía como Ania comenzaba a ponerse nerviosa. ¿Por que se ponía tan nerviosa? Yo solo quería abrazarla,

no había motivos para tensarse tanto, ¿verdad? Y de repente, sin esperarmelo, se lanzó a mis brazos y me abrasó con fuerza como si buscara obtener de mi la fuerza que

necesitaba.

Sentía sus lágrimas cayendo sobre mi hombro y sus brazos rodeándome. Me resultaba muy doloroso sentirla llorar des esa manera, y al mismo tiempo, sin saber el motivo,

me encantaba tenerla entre mis brazos. Sentir su dulce aroma invadiendome, los latidos de su corazón sobre mi pecho, su pelo rozando mis manos mientras acariciaba su

espalda, resultaba maravilloso y deseaba poder alargar ese momento lo máximo posible.

Me sentía muy relajada teniendola en mis brazos cuando un suspiro se escapó de su boca provocando el contacto de ese aire caliente contra mi cuello, esa zona tan

sensible para mí. Ese leve roce hizo que mi piel se erizara y un escalofrío me recorriera y por impulso me abracé con más fuerza a ella.

- ¿Te encuentras mejor? -pregunté separandome un poco de ella para mirarla a los ojos y rodeando su cara con las manos.

- Mucho mejor gracias.

El silencio nos rodeó y mientras nosotras seguíamos mirándonos, con sus brazos rodeandome y mis manos acariciando su cara. De pronto su mirada comenzó a volar entre

mis ojos y mis labios haciendo que fuera yo la que me pusiera nerviosa.

- ¿Me quiere besar? No, imposible, Liliana estás desvariando -pensaba cuando Ania pareció escuchar algo.

Cuando volvió a mirarme su mirada reflejaba dolor y su tono de frialdad que no había visto antes en ella. Dio un paso atrás alejandose de mi, cerró los ojos, respiró

hondo y volvió a mirarme.

- Soy yo la que tiene que ayudarte a ti y no al revés -dijo al tiempo que descubrí una pequeña luz detrás de ella, estaban hablando con ella de nuevo- Mis asuntos

personales no deben distraerte de tus objetivos.

Después de esas palabras la luz desapareció. ¿Qué estaba pasando? No entendía nada. ¿Por qué había cambiado su actitud había cambiado conmigo de esa manera? ¿Cómo

habíamos pasado de una situación tan cálida a tener una actitud tan fria? ¿Y por qué estaban tan empeñados en vigilar cada uno de nuestros movimientos? ¿Qué estaban

intentando hacer? O más bien, ¿qué estaban intentando evitar?

- Discúlpame, no quería melestarte -dije pensando que realmente la había incomodado- Sólo quería que te sintieras mejor -dije bajando la mirada y cada vez más confusa.

Ania posó la mano en mi barbilla y dirigió mi mirada hacia ella.

- Eres muy amable, gracias -dijo volviendo a sonreir- Parece que mi presencia aquí ya te ha ayudado en algo ¿no?

- ¿Por qué lo dices? -pregunté sin dejar de mirar su hermosa sonrisa.

- Ya no lloras -contestó casi susurrando.

Ania agitó suavemente la mano y al lado nuestro las nubes tomaron la forma de un sofá.

- Impresionante, ¿puedes crear cualquier cosa? -pregunté realmente sorprendida.

- Este es mi mundo, puedo darle la forma que quiera.

Me senté en uno de los extremos del sofá y ella hizo ademán de sentarse a mi lado pero acabó sentandose en el otro extremo. Por un segundo guardamos silencio, ninguna

sabía que decir o por donde empezar.

- Deberíamos empezar por resolver tus dudas. Antes que nada hay que eliminar toda la confusión que puedas tener. ¿Por dónde quieres que empecemos?

- Empecemos por algo sencillo -dije mientras ella asentía- Explícame exactamente ¿cómo he llegado aquí?

Sus ojos se abrieron y me miró fijamente. Creo que no hay tonos de blancos más bajos del que ella tomó en ese momento.

- ¿Y eso es lo sencillo? -preguntó comenzando a sonreír nuevamente- Creo que puedo contarte algo, pero hay detalles que no debo contarte.

Ania guardó silencio un momento como si estuviera organizado sus ideas antes de comenzar.

- En el momento del accidente uno de tus ángeles te salvo, aunque nadie esperaba que tu alma escapara de tu cuerpo y se acabara refugiando en este lugar.

- Pero no entiendo, si me ángel de la guarda me salvó ¿no se debería de haber salvado mi cuerpo también? -Ania simplemente asintió así que seguí- Sin embargo mi

cuerpo está herido en un hospital.

- Eso sería así si hubiera sido tu ángel de la guarda quién te salvara.

- ¿No fue así? Creía que sólo los ángeles de la guarda podían interferir en la vida humana.

Ya sabía que no había sido mi ángel de la guardia quién me salvo, fue ella, de eso estaba convencida. Pero quería resolver algunas de mis dudas y sabía que si se lo

preguntaba directamente se negaría a contestarme.

- En realidad todos los ángeles tienen el poder de influir en la vida de los mortales, aunque no todos deben, hay ciertos límites. Sólo los ángeles de la guarda tienen

permiso para involucrarse en esos asuntos.

- Por eso te han prohibido verme, porque te saltaste esos límites para salvarme, ¿verdad?.

Ania se quedó inmóvil, ni siquiera parpadeaba hasta que continuó hablando, aunque un poco más seria.

- Efectivamente fue un ángel de los sueños quién te salvo, por eso tan solo pudo salvar tu alma. Pero, ¿qué te hace pensar que fui yo?

¿Estaba intentando confundirme? si quería perder el tiempo, adelante, pero de lo único de lo que podía estar segura era de lo que había sentido.

- Cuando apareces una brisa de aire fresco me rodea, y es exactamente la misma brisa de aire que me rodeó durante el accidente.

Ya había averiguado como había llegado a ese lugar y porque había castigado a Ania. Pero, ¿por qué me había salvado ella?. Tenía que haber algo más, sino no se

explicaba que se saltara sus límites y que nos vigilaran constantemente.

- ¿De verdad me has reconocido por eso? -preguntó sorprendida- Pensé que con toda la confusión del accidente y de tu llegada aquí ni siquiera te habrías fijado.

- Bueno, tu manera de aparecer es muy característica ¿cómo no fijarse? Además es una sensación muy agradable -dije consiguiendo que se ruborizara.

- Bueno, ya lo sabes ¿alguna otra pregunta? -dijo en un vano intento de cambiar de tema.

- ¿Por qué no me salvo mi ángel de la guarda?

Empezaba a tener alguna idea de porque ella me había salvado, pero tenía que estar segura.

- Pensé que este tema estaba zanjado -confesó antes de explicarme- La razón de nuestra existencia es facilitar el curso de la vida. Pero los humanos siempre tienen

preguntas que hacer y muchos dedican su vida entera a resolver esas preguntas. Por ese motivo se decidió que la única manera de llevar a cabo nuestra misión sin

comprometer demasiado las vidas humanas es mantenernos en secreto.

- Pero muchos humanos creen en vuestra existencia. Si sois un secreto ¿cómo es posible que sepan de vosotros?

- Porque no siempre hemos sido un secreto, al principio nos relacionábamos con ellos. Pero luego vimos que no era una buena idea.

- Entendido, entonces el motivo de que mi ángel de la guarda no me salvara es que se habría expuesto a descubrir, ¿no es así? -Ania se limitó a asentir, así que

continué- ¿Pero tú me salvaste? ¿Cómo es posible?

- Tienes muchas preguntas -afirmó sonriendo.

- Si, tenéis razón, los humanos siempre preguntamos mucho

Ania se rió, cosa que me encantaba, y luego contestó a mi pregunta.

- Yo soy un ángel de los sueños, lo que significa que fuera de este mundo o fuera de los sueños de mi protegida no tengo forma física.

- Nadie puede verte -exclamé sin pensarlo.

- Exacto, aunque lo intentara no sería visible en tu mundo -dijo mientras a mi me recorría un escalofrío por pensar que cuando saliera de ese lugar.

- Otra pregunta -dije después de un rato cuando conseguí recuperar la voz- Dices que sois un secreto, ¿por qué me permitís saber todo esto?

- Es la primera vez que un alma humana encuentra el camino hasta ese lugar y nadie sabe exactamente que pasara. Y ellos están convencidos de que no podrás recordar

nada cuando regreses a tu mundo. Lo único que sabemos es que pareces tener un alma buena y que por algún motivo "el de arriba" ha querido que acabes aquí.

- ¿Voy a olvidar todo cuando regresé a mi mundo? ¿Incluso a ti? -pregunté mientras mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

Ania se acercó a mí y me abrazó con fuerza. No quería olvidarla, me sentía muy bien estando con ella, no quería tener que dejarla.

- Liliana no llores, por favor -me susurró al oído mientras acariciaba mi pelo- Yo estaré contigo. Llevo años contigo, cuidando tus sueños, y seguiré contigo.

- No quiero perderte -dije entre lágrimas sin poder dejar de llorar.

- Por favor, ya no llores, estoy aquí para ayudarte y lo único que estoy consiguiendo es hacerte llorar de nuevo.

De pronto sentí como una lágrima rozaba mi hombro. ¿Qué estaba haciendo? La había hecho llorar. En cuanto volviera a la tierra no la volvería a ver, y en lugar de

aprovechar el tiempo que podía pasar con ella lo estaba perdiendo llorando.

Me separé de su abrazo, sequé mis lágrimas y luego acaricié su cara para limpiar las suyas.

- Ya no se llora, ¿vale? -dije mientras ella asentía- No quiero verte llorar.

Nos quedamos por un rato en silencio mirándonos. Estábamos cara a cara, con las piernas cruzadas sobre el sofá y cogidas de las manos.

- ¿Tienes alguna pregunta más? -me dijo con voz suave y tierna.

- Alguna más.

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