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Depravación (2 de 2)

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Quedé tosiendo, de rodillas en el suelo, con esa verga apuntándome a la cara, llena de semen que me moría de ganas por chupar, saboreando con la lengua el que me dejó dentro de la boca. Me sentía extraña, sucia, un pedazo de carne, una cosa… y eso me hacía sentir bien. El ama me dirigió entonces una mirada fría, inquisidora, me veía de una forma extraña, me sentía desnuda… aunque, en efecto, desnuda eme encontraba.

-Mmmm… muy interesante, mucho muy interesante. Dije que desde ahora en adelante tu serías mi nueva esclava, que me tendrías que obedecer como si tu vida dependiera de ella… aunque así sea. Y ahora te veo obedecerme al pié de la letra todo lo que te ordeno, con una mansedumbre que no he visto ni siquiera en los esclavos más viejos. ¿Por qué, por qué me obedecés con tanta sumisión? – guardó silencio por un minuto, yo no atinaba a decirle algo, yo misma tampoco lo podía entender – No es que ya tengás experiencia como esclava, porque se bien que no es así… pero llevar a una perra al nivel en que tu estás toma mucho tiempo, y no depende únicamente del potencial que pueda tener el siervo… no, hay algo más en ti esclava, dime qué es…

Me quedé callada, mirándola directamente a esos frío ojos azules, que me taladraban, se clavaban en mi piel y atravesaban mi alma. Si, era cierto que lo disfruté, era cierto que aunque el pene de Christina me hacía daño, logré sacar placer de el. También era cierto que sentía miedo, mucho miedo, pero que a la vez me hallaba caliente, con la vulva y la vagina rebosantes en fluidos, pidiéndome a gritos ser penetrada.

Enloquecí, ya no lo pude soportar más, y dejé que de mi boca saliera lo primero que se me ocurrió… no, no se me ocurrió, pues ni siquiera lo pensé, simplemente hablé, dejando salir toso aquello que sentía en ese instante.

-Yo… yo…

-¿Tu qué esclava?… hablá…

-Yo… yo solo quiero… yo solo quiero que usted me quiera… – no sé quien estaba más impresionada por lo que acababa de decir, si ella o yo – Yo… yo… yo jamás he sido querida… mi… ¡mi papá no era más que un borracho mierda que me vendió para poder seguir tomando y abusando de mi familia! ¡Ya no tengo a donde regresar ni vida que vivir!… ¡Nunca la tuve, nunca me sentí viva en realidad!… y hoy… usted me estaba humillando… me calenté… ¡Si sufría pero!… me calenté… me… me… es que… no sé, no sé… me… me sentí viva…

 

-Entiendo esclava… entiendo… – me interrumpió el ama.

Caminó hacia atrás, reflexionando mis palabras. Yo reflexioné sobre ella también, no podía creer lo que acababa de decir, le dije que era una esclava de vocación y que sus vejaciones me hacían sentirme viva. Entonces me di cuenta de su cuerpo, era una mujer absolutamente bella. Era rubia, alta, de ojos azules gélidos como el hielo. Sus facciones de niña le daban un atractivo morboso y ocultaban su oscuro corazón y su mente retorcida. Su rostro expresaba una violenta serenidad, como el mar azul cuando una tormenta empieza a despuntar en el horizonte. No pude calcularle más de 28 años, difícilmente 30.

Vestía un top blanco sin mangas ni escote que cubría lo que parecían ser senos grandes, duros, muy bien formados. Estilaba guanteletes de cuero en las manos, para golpear más duro me imagino, y medias blancas en sus largas piernas, sin liguero ni nada. Abajo, finos zapatos negros, de tacón pero no muy altos. Sobre su vientre llevaba una especie de corsé de cuero… o un cinturón sumamente ancho, en realidad no sé que era eso, pero se abrochaba al frente por medio de 2 hebillas, que regulaban qué tan apretado lo llevaría ella. Del mismo cinturón o corsé salía una tanga, también de cuero negro, que se abrochaba por el frente, con un zipper debajo de dicho broche para, me imaginé en ese momento, dejar expuesto su sexo cuando así el ama lo creyera necesario… como lo sería a continuación.

-Supongo que nunca necesitaste ser entrenada en la sumisión en realidad esclava, tan solo ser instruida en tus modales y adiestrada en ciertas técnicas… – guardo silencio un momento, contemplando mi rostro, como embelezada – esa mirada, esa mirada tuya esclava, llena de soledad, de tristeza, con tus ojos mojados como si estuvieras a punto de llorar… y sin embargo, no pierdes ese brillo de excitación, ese brillo en tus pupilas que pide más, más… esa mirada que Christina nunca tendrá.

Volvió a guardar silencio, caminando hacía una silla de madera, atrás y dándome la espalda, no pude evitar ver su trasero, grande, redondo, duro, muy duro. Vi que se desabrochaba la tanga y bajaba el cierra de la misma. Luego se sentó sobre la silla, piernas abiertas y separadas, dejando expuesto un pequeño montón de vello púbico rubio y una raja mojada.

-Mírame esclava, mírame… mirá como me has puesto de caliente. – me lo decía abriéndose el sexo con las yemas de sus dedos – Christina nunca me ha calentado tanto… ¡ningún otro esclavo me ha calentado tanto de hecho! Tu sos todo lo que yo he estado buscando en una esclava… ven aquí, arrastrándote como mi perra, y saborea la excitación de tu ama.

-¡Gracias ama, muchas gracias! – le dije con lágrimas en los ojos – ¡Le juro que seré la mejor esclava del mundo mi ama, se lo juro!

-Tomá, – me dijo, dándome un largo vibrador de 2 extremo – usá esto mientras me chupás el sexo… y si lo hacés bien, tendrás un recompensa.

Avancé en 4 patas como la perra que ya era y me metí entre sus piernas. Antes de darle el primer lengüetazo, pude aspirar su penetrante olor, olor a mujer excitada, el olor de mi ama excitada. No sé porqué, pero en cuanto probé sus jugos por primera vez, los sentí como si fuera néctar divino de los dioses, a pesar de su sabor salado, algo ácido.

Al igual que en la felación que le hice a Christina, tampoco sabía hacerle sexo oral a una mujer, pero me decidí hacerlo lo mejor que podía, lamiendo con fuerza, despacio, succionando sobre su clítoris una vez que lo halle, hurgando con mi lengua dentro de su vulva. Vi que mis esfuerzos daban frutos cuando la escuché gemir.

-¡¡¡QUÉ BUENA SOS ESCLAVA!!! ¡¡¡OOHH!!! ¡¡¡OOHH!!! ¡¡¡OOHH!!!… ¡¡EXE… EXELENTE ALCANCE PROFUNDO LINGUAL!! ¡¡LABOR DE SU… DE SU… ¡¡¡¡PUTAAAARRGGGG!!!! – un poderoso orgasmo interrumpió su dictado a Joaquín – ¡¡ME ESTÁS HACIENDO ACABAR ESCLAVA!! ¡¡¡ASÍ!!! ¡¡¡ASÍ!!!… ¡¡¡SIIIIIII, ASÍIIIIII!!! ¡¡¡¡OOOOOUUUUGGGHHHHH!!!! – un torrente de fluidos íntimos inundaron mi boca, era un líquido incoloro, viscoso… delicioso.

El ama quedó jadeando un momento, mientras yo seguía lamiendo y chupando ávidamente. Ella me veía con los ojos muy abiertos, cubierta de sudor.

-¿Por qué continúas chupando esclava?

-Porque usted no me ha ordenado que pare ama.

-¡Excelente! – me dijo, yo sonreí para mis adentros – muy bien esclava, lo has hecho muy bien… y como te lo prometí, voy a recompensarte… ¡Christina, acostate en el suelo boca arriba! – Christina obedeció sin rechistar – De pié esclava, – me puse de pié – quiero que te sentés sobre el pene de esa cosa, que lo metás dentro de su vagina… ¿qué es esto?… ¡no puedo creerlo!, tu vagina parece un grifo abierto esclava, te estás muriendo por ser penetrada… pues bien, voy a satisfacer tu necesidad…

Obedecí inmediatamente, mi sexo estaba chorreándose, derritiéndose por poder alojar una buena verga adentro. Y Christina estaba bien dotada, y su pene era muy duro, así que aquello no fue fácil… pues cabe mencionar que yo era virgen.

-¡¡¡OOOHHH!!! ¡¡DIOS MÍO, ES MUY GRANDE Y DURO!! ¡¡¡AAAYYYY!!!… ¡GRACIAS AMA!

Centímetro a centímetro, aquel pedazo de carne penetraba en mi interior sin detenerse, ajeno por completo al dolor que me estaba causando, sentía que me laceraba por dentro… pero igual, ese dolor y ese sufrimiento me hacían gozar.

Finalmente sentí que ya no me cabía más, el pene de mi compañera de esclavitud había llegado por fin al final de su camino y me tenía completamente llena. La vi tirada en el suelo, aun con ese temblor que ya no sabía si era de miedo o de placer, simplemente temblaba. Sus ojos aterrados me veían, no sé que me estaban diciendo, pero parecían suplicarme. Su cuerpo delgado y delicado, como el de una mujer real, se me hacía tan frágil que se quebraría en cualquier momento… que se quebraría así como su alma se quebró, luego de tan ingrata e infeliz vida, la vida de una esclava al fin y al cabo, la vida que me esperaba a mi.

-¿Te gusta esclava? ¿Lo disfrutás?

-¡¡¡OOOHHHH!!! ¡¡SI AMA, LO DISFRUTO MUCHO!!

-¡Qué bien! Y veo que tu ano es virgen… mira como está de cerradito Joaquín, ¿qué te parece?

-Que, es en efecto, virgen… y que seguramente es capaz de ejercer una presión considerable.

-Si… vamos a verlo entonces… esclava, relajá el culo, que tu ama tomará placer para si misma de tu culito virgen.

Cuando dijo esto la volteé a ver, la vi parada detrás de mi, con ojos ávidos y gesto de lobo acechador. No sé si se cambió la tanga, o le adaptó un nuevo artilugio, lo cierto es que llevaba un grueso pene de goma colgando. Más bien era un vibrador, pues emitía intensos zumbidos, como de una abeja.

Me asusté mucho, mi ano era virgen al igual que mi vagina, me aterraba la idea de que me fuera a meter esa cosa. Pero ¿qué podía hacer yo? Para ese momento ya había dejado de ser yo un ser humano, y me había convertido en una cosa, en un objeto de placer, un pedazo de carne con el que ella podía hacer lo que se le diera la gana.

Se acercó despacio mientras yo botaba sobre la verga de Christina. Meneaba esa cosa como si de verdad se tratase de un pene, podía incluso ver que tenía venas surcando toda su superficie. Por fortuna también pude notar que el ama le colocó algún tipo de gel lubricante, me imaginé que tampoco deseaba destruir una mercancía nueva, como lo era yo, y que había resultado ser tan buena como ella misma reconocía.

Empujó mi cuero hacia delante, cayendo sobre yo sobre Christina, que continuaba con la misma mirada de miedo. Con sus manos separó mis nalgas, repasándome toda la raya con un dedo varias veces, antes de colocar la punta de esa cosa sobre mi indefenso ano. Yo estaba casi temblando, sintiendo una rara mezcla de terror, pero también de ansias de ser sodomizada, por salvaje que ella pudiera ser. Apenas logré decir "es mi primera vez por allí ama… le suplica que sea gentil" cuando sentí que un hierro caliente se clavaba dentro de mi carne.

-¡¡¡¡¡AAAAAAAYYYYYYYGGGGGHHHHHHHH!!!!! ¡¡¡¡¡DIOOOOSSSSSMIIIIIOOOOOOO!!!!!

El dolor era tan intenso que hasta sentí que el sentido me abandonaba, pero no me desmayé, pues de la mano de ese dolor atroz, un placer impensable en esas circunstancias apareció en mi. ¿Por qué, por qué me gustaba tanto aquello? ¿Qué había en esa mujer que me estaba convirtiendo en una esclava sumisa, viciosa… enviciada de dolor y de placer? ¿O acaso era yo? ¿Acaso esos instintos de sumisión y sometimiento ya venían dentro de mi?

Si, no soy más que una esclava, lo he comprendido. Ya no tengo vida, mi vida le pertenece a mi ama, es ella la que decide todo, la que tiene el poder sobre todo, la que determina qué va a pasar, que ocurrirá después. Mi pensamientos, mis deseos y mis necesidades, son los pensamientos, deseos y necesidades de mi ama… ya no soy yo, ahora soy parte de ella. Incluso, aun lo golpes y el dolor que ella me pueda infringir, si ella me lo ordena, se convertirán en el placer más supremo. Ese es el triste final de un esclavo.

-Vamos esclava, quiero ver ese mirada tuya que tanto me gusta…

Fin

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