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Pelayo, mi primo Nico y yo 2/5

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Nico se ha marchado, quedo tumbado, encima de la cama, desnudo, y, al cabo de un tiempo, oigo que la puerta de la calle se abre, imagino que es mi hermano Jon, escucho voces quedas, habrá venido con Nacho, su amigo, y poco a poco me voy quedando aletargado. Cuando despierto siento un poco de frío, me levanto y me enfundo en mi pijama, noto sed y me encamino a la cocina, en el piso de abajo, para beber un vaso de agua.

Está toda la casa en silencio salvo murmullos que no sé de donde proceden, bajo las escaleras, del salón sale un rayo de luz por la entreabierta puerta, los murmullos proceden de allí, me acerco y me asomo por la abertura ente las dos puertas; la tele está encendida, Jon y Nacho están sentados en el suelo, con la espalda soportada en el asiento de la butaca, miran atentamente la pantalla de la tele, tienen los pantalones bajados y sus rabos, larguísimos para su edad, me parece a mí, los sostienen en sus manos, se están haciendo una paja animados por la peli que están viendo en la pantalla.

Me quedo un momento, observando, están sublimes los chavales. Jon sujeta con su mano izquierda su camisa para que no se le baje, se acaricia esos fuertes pectorales que tiene, más desarrollados que yo, tiene el rostro un poco desencajado por la tensión de la paja, pienso yo. Su mano derecha sube y baja por el tronco de su polla, el cabrón, con tres años menos que yo y la tiene ya más larga y más gorda. Nacho, su amigo, no se queda corto, lleva un niqui blanco, se lo ha subido por la cabeza y lo tiene cabalgando por detrás, sujeto solo en los brazos, su pantalón en los tobillos y abre todo lo que le da sus piernas. Su mano izquierda agarra y frota sus huevos y con la derecha bate su polla, van a destiempo, cuando uno sube su mano el otro la baja. Nacho tiene el cuerpo muy marcado, como Jon, muy parecido salvo que Nacho es muy moreno de piel. Hubiera seguido mirando, se les veía tan guapos, tan infantiles, tan niños y, a la vez tan viriles y atrevidos, tan machos y  jodidamente malos como eran, que siempre se metían conmigo. Como ahora, si me vieran como les estoy mirando, me hubieran invitado a que me uniera, me hubieran puesto rojo de vergüenza. Me retiro muy despacio.

Me voy a la cocina, tomo un vaso de la alacena y lo lleno de agua, me siento en una silla, bebo a sorbitos cortos y pienso en lo que me está pasando, Nico-Pelayo, Pelayo-Nico, los dos me gustan, no puedo estar enamorado de los dos, ¿o sí?. Los dos me follan, cada uno a su forma, muy bien los dos, a los dos les gustan las chicas y los chicos, entre estos últimos yo. ¿Qué va a pasar?

Acabo el agua y hago el camino de vuelta, al pasar por la puerta del salón, sin asomarme, digo en voz alta.

-Jon, papá y mamá estarán para llegar, ya va siendo hora de que os vayáis a la cama.

No espero la respuesta, subo a mi habitación, cierro la puerta, me tiendo en mi cama y apago la luz.

Nueve meses antes.

Después de la noche del concierto, aquella en la que conocí a Pelayo, pasaron un par de semanas sin tener noticias de él. Nico fue un par de veces por mi casa pero no le pregunté por Pelayo, no quería que me viera interesado.

Aquel viernes me llamó por teléfono, sonaba y nadie lo descolgaba y aburrido fui hasta él.

-Ander, sí.  -era mi forma de contestar las llamadas.

-Ander, soy Nico.  –ya sabía que era él- Oye, mira, mañana jugamos un partido, nada de importancia, en el campo del instituto. Igual podías venir y charlábamos un poco.

Me pareció muy raro, Nico no me llamaba nunca para que fuera a verle jugar.

-¿Quién quiere que vaya, tú o te ha dicho alguien que me llames? -se queda callado un momento, creo que a su lado hay alguien, oigo dos respiraciones a través del auricular.

-Mira que eres, sí, es verdad, Pelayo me ha dicho que hace mucho que no nos vemos. Bueno, a mí también me gustaría que vinieras, ¿qué me dices?

-No te digo ni te prometo nada.  -ahora, después de dos semanas, quiere verme y que vaya a verle jugar, hoy es viernes,-  ¿tenéis programa para hoy pero no para mañana? ¡Vaya, vaya!  No te prometo nada: si voy, voy, y ya nos veremos allí.

-Por favor, Ander, acércate, lo pasarás bien.

-Bueno, vale, adiós.  –colgué el teléfono, me senté en el sofá y quedé pensativo.

Dice que me voy a divertir mirándoles a ellos como juegan, además, era cierto, después de lo que pasó en la playa, en la noche del concierto, creía que íbamos a tener más contacto y estaba un poco desencantado.

Por otro lado pensaba en ellos dos y me apetecía verles, a ambos, lo cierto es que sus cuerpos estaban apetecibles a rabiar, me los imaginé en traje de deporte y ya me estaba poniendo burro; abandoné mis pensamientos para centrarme en lo que tenía que hacer, tenía un montón de deberes y, si mañana iba al campo a verles jugar, ahora era el momento de estudiar, subí a mi habitación y me encerré hasta que bajé a cenar.

Mis pasos me llevaban hacía donde está situado el instituto, solo, con las manos metidas en mis bolsillos y silbando, había hecho todos mis deberes ayer a la tarde, ahora tenía el sábado y domingo para hacer lo que me diera la gana.

Pasé frente al ambulatorio, saludé a un par de conocidos que estaban sentados en la marquesina de la parada de autobuses y no me entretuve hablando, pasé la plazuela de las estatuas con las cabezas cortadas, ¡jodidos gamberros!, pensé, las han descabezado; una de las cabezas decapitadas, permanecía aún sobre el césped y enfilé la avenida que me llevaba al instituto.

Enfrente de los diversos edificios de estudio, al otro lado de la avenida, estaba el campo de futbol y pistas para practicar otros deportes. Había bastante gente, menores y mayores, serían padres. El partido había comenzado o, por lo menos, allí estaban ya, corriendo tras del balón.

Les localicé al instante, eran inconfundibles, Pelayo guapísimo con sus pantalones cortos, luciendo sus fuertes piernas y dejando adivinar su cuerpo de infarto. Nico, más corpulento y bueno, buenísimo, sin su gorra esta vez.

Me senté en la barandilla que separaba el campo de las pistas de correr, soportando mi cuerpo en las pantorrillas y con el culo al aire, bien puesto, por si alguien quería gastarme una broma. Me centré en sus evoluciones, en los movimientos que realizaban, resaltando un punto u otro de sus cuerpos que yo sublimaba y me ponían a mil. Mejor que no hubiera ido, a los diez minutos tenía mi polla más dura que la barra de acero donde estaba sentado.

En el momento en que me vieron, los dos me saludaron con su mano al aire, a veces, por las jugadas se acercaban más, hasta donde yo estaba, veía sus rostros sudorosos, las camisetas pegadas a sus cuerpos, mojadas por el sudor de su torsos y espaldas y porque se limpiaban con ella el de sus rostros, levantando sus camisetas y mostrando sus duros abdominales, a veces se la subían más para enseñar sus fuertes pectorales. Pensaba, a veces, que lo hacían a propósito, para mostrar sus gloriosos cuerpos. A mí no me importaba, hubiera preferido que estuvieran jugando en pelotas, pensaba unas cosas, estaba salido.

Salían de los vestuarios, se habían estado duchando, mis dos chicos, con sus bolsas al hombro, venían hacía mí y la gente les miraba; llegaron, Nico me abrazó y Pelayo pasó su brazo por mis hombros, casi me muero de vergüenza, había una docena de pares de ojos mirándonos. Los dos chavales más buenos, de todos los que habían estado  jugando, iban al encuentro de un chaval delgadito y poca cosa, hasta corto de estatura a su lado.

-He pensado mucho en ti estos días.  -me dice Pelayo.

-Vamos para casa y tomamos algo en el camino.  –ahora es Nico el que habla y abre camino, tomamos la avenida por la que yo he llegado.

Como quinientos metros más adelante coge una calle a la derecha, Pelayo y yo le seguimos a unos pasos de distancia. Pasamos delante de un edificio de tres plantas, es de nueva construcción y Pelayo se detiene.

-¿Vives aquí?  -le pregunto, intrigado.

-No, aún no, vamos a venir a vivir en breve, la están terminando de preparar, mira  -señala con su mano al último piso, algo retranqueado sobre los pisos inferiores- aquello va a ser mi palomar. El día que lo inauguren, mis padres harán una fiesta, estáis invitados.

No se ve a nadie trabajando y en el jardín existen montones de tierra y restos de construcción amontonados. Nico nos está esperando más adelante, seguimos andando, en la misma calle viven mis tíos y Nico. Dejamos allí sus bolsas de deporte, antes tengo que saludar a mi tía y vamos a dar una vuelta, no hemos tomado nada de lo que hemos hablado.

Tomamos asiento en una terraza, cerca del muelle, parece que hay alguna prueba de regatas de traineras, se oyen los altavoces que están colocados en la otra parte del río y el público se arremolina en la pasarela al borde del agua, alguno de los pescadores jura por lo bajo, le están moviendo las cañas y se las están desviando.

Hay niños en la terraza, jugando y patinando en el carril de las bicis, sus padres, tranquilos, se sientan bajo las sombrillas bebiendo lo que están tomando. El ambiente es cálido, todos están animados, hablando en grupos y hay mucho movimiento de personas que se desplazan, del borde del río a las terrazas de las cafeterías, según el momento, cuando pasan las traineras todos corren a la orilla, luego vuelven a las terrazas a reanudar la conversación interrumpida.

Pido un nestea y me arrellano en el sillón, Nico y Pelayo piden coca cola, cuando vuelve el camarero Nico le pide unas rabas, creo que el camarero le mira contrariado por tener que realizar dos viajes con nuestro pedido.

El momento es distendido, Nico se lleva una raba a la boca, tiene una boca tan marcada, tan bonita y ahora, con el aceite de la raba, los labios le brillan con un rojo brillante que pide que se los besen,  a mi no me hubiera importado. Tiene la visera de su sempiterna gorra hacía atrás y su cabello le sale entre la cinta y la tela de la gorra sobre su frente.

Pelayo le acompaña a comer pero está inquieto, impaciente, está más delgado que Nico, no es tan fuerte, me mira a mí, con aire risueño mientras mastica lentamente el bocado que se ha llevado a la boca, sus ojos brillan más claros por la luz de la mañana. La suave brisa juega con su cabello un poco largo.

-Ander coge una raba, te vas a quedar sin probarlas.   –Nico me señala el plato donde apenas queda ya media docena.

-Gracias, no me apetece, para ti que te gustan tanto.

-Las había pedido por ti.  –lo dice como contrariado y están a punto de terminarlas, tendrá cara.

-¿Por mí?, sabes que casi nunca como entre horas. ¡Tendrás cara!  -me dirige una sonrisa, hablaba en broma.

Vuelve el camarero con la nota, Nico la recoge y mete su mano en su bolsillo para pagar. Pelayo se la quita de su mano y ante la sorpresa de Nico se dirige al camarero, el de antes, que ahora me fijo y se trata un atractivo joven que le sienta muy bien el uniforme ajustado a su cuerpo menudo pero bonito.

-Pásele la nota a los señores que están en aquella mesa.  –le indica un lugar con la mano.

El camarero se encamina hacia la mesa  y Pelayo se levanta y encamina sus pasos detrás del guapo camarero.

-Voy a saludar a mis padres, están allí con unos amigos.  –le observo como camina,  yo y otros ojos le siguen y le miran.

Tiene un cuerpo de infarto, sus hombros anchísimos, su mínima cintura, lo felino de su andar, la belleza de su rostro, hasta sin querer la gente se vuelve a mirarle. Toma asiento en la mesa de sus padres, charla con ellos, le pide la nota al camarero y se la entrega a su padre que saca unos billetes y, después de recibir la vueltas siguen hablando, luego se levanta y vuelve donde nosotros estamos.

-Parece que la semana próxima haremos el cambio de casa, igual alguno pueda venir y ayudar un poco, para recoger mis cosas personales.  –Pelayo sorbe la coca cola con una pajita que ha pedido, nos mira pidiendo con la mirado una confirmación a lo que solicita, mientras sorbe por ella haciendo ruidos.

-Conmigo no cuentes, mi madre me tiene asado desde ahora con las notas de mates, hoy he podido escapar por el partido. –Nico da un sorbo de su vaso y juega con él, parece que el único que falto para presentar su excusa soy yo.

-De momento no te puedo decir nada, no sé lo que vamos a hacer el próximo fin de semana, mi madre quiere ir al pueblo, empieza a preparar la casa para el verano y quiere ver lo que hace falta.  –le miro a Nico que no ha dicho nada, siempre van juntas las dos hermanas y más si se trata de ir al pueblo.

Pelayo pone un morrito de disgusto, enarca sus cejas de una forma que me conquista y me dice de forma melosa.

-Ander, por fa, di que sí, no creo que haga falta que vayas tú al pueblo, puedes quedarte a comer en mi casa o en la casa de Nico.

-Te llamaré y te confirmaré si puedo quedarme.  -parece quedar convencido con la promesa de llamarle.

Que equivocado estaba, a partir de ese día, cuando salía del instituto y no tenía otra cosa que hacer, se presentaba en mi casa. Esa semana no faltó ni un día, llegaba, pasaba a la cocina o donde encontrara a alguien y hablaba, hablaba y hablaba, con mi madre a quien conquistó enseguida y a Jon con el que jugaba.

El último a quien visitaba era a mí, antes realizaba su labor para tenerlos en sus redes, pasaba a mi habitación y andaba por todos los lugares como si estuviera en su casa.

Ese viernes, después de realizar su ronda de visitas para hacerse presente, a mamá y a Jon, llegó a mi cuarto, cerró la puerta y mostró su sonrisa más amplia, se acercó a mi escritorio, yo no le miraba, se colocó detrás de mi silla y puso sus manos sobre mis hombros, comenzando a darme un suave masaje que me encantó, me relajó de la tensión que tenía. Metió su mano por el cuello de mi camisa hasta llegar a mi tetilla y comenzó a acariciarla. Suspiré, cerré los ojos y disfruté del momento, se fue atreviendo a más y comenzó a desabotonar mi camisa, ahora pasaba las palmas de sus manos por mis pectorales llegando hasta el ombligo.

-Para, para, por favor, Pelayo, me estas volviendo loco.  –estaba sofocado y rojo, casi sin respiración.

-Es lo que quiero, volverte loco y que disfrutes, levántate un momento.  -me tiende su mano.

Tira de mí para que me ponga en pie, pasa sus brazos por mi cintura y me lleva hacia él, entierra su boca en mi cuello y me lo besa y va subiendo por él, llega a mi barbilla y la muerde y por fin llega a mi boca, la tengo abierta para oxigenar y refrescar la calentura que tengo, barre mis labios con su lengua y la introduce en mi boca, se la muerdo, tira de ella, sabe a gloria, tengo la polla que me duele y noto la suya apretando en mi vientre, mueve su cadera, como si me estuviera follando.

Me va empujando y me lleva hasta la cama, allí caemos revueltos, se monta a horcajadas sobre mi vientre y se acerca a mi oreja.

-Tienes la polla tiesa, la noto en mi culo.  -deja de hablar y vuelve a besarme y a meter su lengua y a jugar con ella en mi boca.

-Pelayo, puede entrar mi madre o mi hermano, nos van a sorprender.  –en serio que estoy asustado, se lo que pretende, yo lo deseo también pero, tengo miedo, un miedo terrible que hace que las palmas de mis manos suden.

Se levanta rápido y llega hasta la puerta, colocando el pestillo y dejándola cerrada.

-Ya está, ahora no puede sorprendernos nadie.  –me sonríe enseñando su dentadura perfecta, su pícara sonrisa que se le tuerce un poco hacia la izquierda y que, se ha dado cuenta ya, que me derrite y se aprovecha de ella.

Tira de mis pantalones y me los quita, se tumba a mi lado y me va desnudando quitándome la camisa, no me resisto más y le ayudo a retirar la ropa de su cuerpo. No le puedo negar por más tiempo lo que tanto desea y que yo también deseo. Tiemblo de amor, de deseo, de excitación y de miedo.

Me quedo admirado, tiene un cuerpo que, aunque ya lo había visto antes, me parece como nuevo, quizá por la nueva situación, se queda únicamente con el slip, se le marca todo el tremendo rabo, orientado hacia la cadera izquierda y la punta le asoma por la cinturilla, el bulto de sus huevos es de acojonar y por las perneras le salen los negros e hirsutos vellos. También yo estoy que no puedo más y alargo mis manos, deseo tocar, acariciar, palpar la dureza de su cuerpo, sentir la tersura y el calor de su piel. Acaricio el capullo sonrosado de su verga con la punta de los dedos una mano y juego con los vellos que le salen por las perneras con la otra. Acerco mis labios a su capullo y se lo beso, quedan impregnados del precum que le mana, recojo un poco con mi lengua, lo pruebo y me gusta, no me sabe a nada, es su textura, más fina que la gelatina la que me entusiasma. Sujeto el slip con mis manos por la cinturilla, para bajárselo, salta su polla hacia mí, la tiene preciosa, larga, gorda, con los huevos cubiertos de pelo castaño y, con temor, los agarro, los sujeto, tiembla mi mano.

Se agacha, me mira a los ojos, sonríe y dice muy quedo.  Sus ojos brillan de amor, el temor me atenaza y la confianza en él me paraliza.

-Quiero follarte, ¿puedo?  -me lo pide de una forma tan delicada, lejos de sus burlas de otras veces, ruborizado le digo que sí con la cabeza y luego con la boca.

-Sí, sí, yo también quiero que me folles pero, es mi primera vez, tengo miedo. Pelayo, ¿me harás daño?

-No te preocupes, no tengas miedo Ander, nunca te causaría daño alguno, te lo haré bien y disfrutarás, vas a ver, confía en mí.

Se echa encima de mí y me come a besos, lame mis pezones y baja mi slip dejándome totalmente desnudo ante él, mira mi verga, más pequeña que la suya, intento tapármela con mis manos, con un poco de vergüenza, no tiene nada que ver con la suya. Me sonríe y suavemente, pero con firmeza, retira mis manos haciendo notar que él es el que manda. Deposita mis manos a lo largo de mi cuerpo y me mira con cariño, curioso examina cada centímetro de mi piel, yo sigo temblando y mirándolo angustiado.

-Tienes una verga preciosa, ¿lo sabías?    -no deja que le conteste, baja su cabeza y de un golpe se la mete en su boca.

-¡Ahhh!,  -el placer que siento me hace gritar, la noto caliente, húmeda y la bate con su lengua, me pongo rígido, con  los músculos de todo mi cuerpo en tensión.

Se la mete toda, entera, tiene su nariz enterrada en el vello de la base de mi polla, la saca y la mete. Con su mano derecha eleva mis huevos, al bajar su boca por el fuste de la polla, golpea con sus labios en ellos. Me voy a correr como siga así, su boca es mantequilla derretida y segrega saliva en cantidades industriales que resbalan por el tallo e inunda los pelos de la base, los desborda.

-Para, Pelayo, para o vas a hacer que me corra, déjame tu polla, quiero mamártela yo también a ti, quiero sentir lo que tú sientes.

Se coloca en posición y deja de chupar mi verga. Yo huelo la suya, huele deliciosa, un olor a algo de orín, un poco fuerte, pero me gusta y juego esparciendo el precum que le sale por el rojo capullo, lo lamo y enrosco mi lengua en él, no sé hacerlo tan bien como él, le oigo suspirar y eso me anima a seguir.

Pelayo, sin dejar de chupar de mi polla, ahora más lento y suave, abre mis piernas y accede con sus dedos a la entrada de mi culo, juega allí haciendo círculos, tira de los pelitos, humedece sus dedos y vuelve a reanudar su juego sin cansarse, pasa la yema de sus dedos por los bordes de mi ano, me da un placer enorme y sin darme cuenta noto como que me abro.

Tengo el capullo de su polla en mi boca y me la llena y, de repente, sorprendido, la saco y grito.

-¡Ayyy!  -me ha metido uno de sus dedos en el culo, no me ha causado daño, ha sido la sorpresa.

No lo retira, no lo saca, juega con él y yo vuelvo a tragar su polla que sabe a gloria y, ahora, mientras le chupo y acaricio analizo lo que noto, lo que siento, su dedo hurgando en mi interior, dando vueltas, entrando y saliendo y, cuando lo retira, me deja vacio, no quiero que lo saque, deseo que siga jugando dentro de mí.

Hago lo mismo que él, le imito, y llevo mi mano a su culo, acaricio los pelos que tiene allí, acerco mi mano para tocar su ojete y cierra sus piernas.

Saca el dedo, los lleva a su boca y ahora intenta meterme dos, y lo consigue, me noto abierto, dilatado, juega y juega con distintos movimientos, abre los dedos, los cruza, aprieta para meterlos más, los curva, me está llevando a la gloria.

Así estamos jugando un rato, al fin me deja que acceda a la entrada de su ano y se lo acaricio y lo humedezco con mi saliva y aprieto y retiro mi dedo cuando noto que su esfínter me lo atrapa, asustado.

-Creo, creo Pelayo, que podemos intentarlo.  –dejo de mamarle la verga, la tiene húmeda de mi saliva y de mis babas, he pasado tanto tiempo besándola y lamiéndola que está toda mojada.

-¿No tienes una crema por aquí?  -pregunta Pelayo, mirando alrededor como buscando algo.

-Sí, en ese cajón hay una de manos.  -abre el cajón,  toma el tubo de crema, se la echa en su mano y la extiende por la zona de mi culo y vuelve a meter sus dedos bien untados de la blanca crema, entran con mucha facilidad.

-Va a ser más fácil si te pones de rodillas y apoyas las manos en el colchón.

Me coloco como indica y él se sitúa detrás de mí, abre mis piernas metiendo las suyas entre ellas y con las manos separa los cachetes de mi culo, se echa saliva en la mano y vuelve a repasar mi entrada, no aguanto más, me tiene desquiciado y loco.

-Ya, ya, intenta meterla.  -noto como coloca la punta y aprieta, parece que entra un poco y me duele-  ¡Ayy!, duele.  –sigue apretando y cada vez duele más.  Duele, me duele mucho y me quejo.

-¿Quieres que lo dejemos?  -Pelayo para de empujar y me pregunta, pasa sus manos con suavidad por mi espalda, por mis costados y caderas. Intenta tranquilizarme, llega a mis hombros y cuello en lánguidas y cariñosas caricias.

-No, no, sigue, sigue.  -estoy dispuesto a aguantar lo que sea, ya, una vez decidido a perder mi virginidad, que sea ya, y que sea con él, que lo disfrute.

Sigue apretando y muerdo mi mano, sudo y me salen lágrimas que caen sobre las sábanas y noto que va entrando, al menos la cabeza, joder, es que es muy gorda, parece como si tuviera, detrás de mí, un monstruo queriéndose meter en mi culo. Descansa y al cabo de unos minutos deja de doler.

-Sigue, Pelayo, ahora duele menos.  –empuja y ahora va entrando suavemente, no entiendo como mi culo puede acoger esa verga, tan larga y gorda, pero llega hasta el final, lo noto cuando sus huevos golpean en mi culo.

-Ya está, ya está toda dentro, buff, como ha costado.  –Pelayo acaricia mi espalda y mis caderas, llega con su mano hasta mi nabo, ahora encogido y lo acaricia y lo mueve, humedece su mano y la pasa muy suavemente por la punta, siento su mano que, con una delicadeza infinita, frota el capullo de mi polla y consigue que vaya cobrando vida y que vuelva a resurgir.

-¡Ahhh!, ¡Ahhh! -suspiro. Debe de haber sido la señal, saca su verga despacio y la vuelve a meter.

-¿Ahora, bien? ¿Estás bien ahora?  -me pregunta, pero no para de sacarla y de meterla, ahora un poco más rápido.

-Sí, sí, estoy bien, tú sigue.  – mi amigo sigue ahora mucho más rápido y me da mucho placer, solamente al pensar lo que entra y sale de mi culo me entran ganas de correrme.

Me apoyo en mi mano derecha y con la izquierda pajeo mi verga, me voy a ir.

-Me corro, me corro, Pelayo. Pelayooooo…  -fuertes chorros de leche salen de mi nabo y me quedo sin aliento. Pelayo mete y saca su verga de mi culo más lento ahora, pero con metidas más profundas, más cortas, con menos recorrido y se corre en mis entrañas, se aplasta contra mi culo, quiere meter sus pelotas dentro de mí y se queda quieto, tiritando, sudando copiosamente. Me dejo caer cansado y él, vencido, se derrumba encima de mi cuerpo.

Le miro y me tiene atontado, acaricio su cara con mi mano, sigo las sinuosidades de su pecho con mis dedos y juego con los pelos que le salen del sobaco, subo mi rostro para besarlo en los labios y él me recibe, me cobija entre sus brazos.

-Gracias, gracias Ander, deseaba tanto hacerte mío, ¿qué te ha parecido?, ¿te ha gustado?  -me mira risueño, qué gesto tan bonito.

-Me ha encantado y me has vuelto loco, es riquísimo, te amo Pelayo.  -cojo su, ya flácida, polla con mi mano y le miro a los ojos.

-Tienes una verga de campeonato, riquísima tanto para la boca como para el culo.

Suelta una carcajada, se ríe de lo que le he dicho y besa mi frente y mis parpados.

-Entonces, a partir de ahora, lo haremos todos los días. Cuando cumplas dieciocho años te vienes a vivir conmigo, al palomar, y allí podremos hacer lo que queramos, cuando lo deseemos.

Me abraza y me come a besos, sus labios me abrasan, absorben los míos, me los chupa y me los come.

-¿Tu me quieres de verdad, Pelayo?  -le hago la pregunta y él mira con los ojos muy abiertos, asombrado.

-¿Lo dudas acaso?, te quiero un montón, más de lo que haya podido querer a alguien en mi vida. Te digo que te vendrás a vivir conmigo; si pudiéramos mañana, cuando terminemos de hacer el cambio de casa, sería mañana mismo, ¿por qué crees que no te quiero?

-Pues porque yo soy poquita cosa, no soy tan guapo como Nico y como tú, ni tengo vuestro cuerpo.

-Pues tranquilo que eres lo más preciado que tengo, a los seres que más quiero de este mundo es a ti y a Nico, más que a mis padres o a mis hermanas. Como a vosotros no quiero ni he querido, nunca, a nadie.  Oye, y ¿vendrás mañana a ayudarme para hacer el cambio de casa?

Me mira tan ilusionado y, después de lo que me ha dicho, no puedo negarme, le beso la puntita de la nariz y los labios.

-Pues claro que sí, iré a ayudarte.  –solamente por la cara que ha puesto, ha merecido la pena decirle que si, ¿cómo me voy a negar? Me ha hecho tan feliz, me he sentido poseído por él y querido y deseado.

Me rodea con sus fuertes brazos y me siento protegido, acaricia mi cabeza y besa con suavidad mi  pelo y mi frente.

-¿Sabes, Ander?, yo si te veo guapo, eres hermoso, eres distinto a los demás, a mí me gustas, le caes bien a la gente y creo que hasta a tu primo lo tienes algo enamorado. Siempre me hablaba de ti, estos dos años he escuchado y oído de vuestras andanzas de niños, a veces se hacía pesado y estaba deseando conocerte, saber quién era su maravilloso primito.

-Siempre hemos estado muy unidos, viviendo como hermanos.  –en lo más profundo de mi ser, siento aún el amor que tuve a mi primo.

-Pues creo que él te quiere diferente que a un hermano y que a un primo, yo se lo noto.

Pelayo ya se ha marchado, hemos quedado para mañana sábado en que iré a ayudarle a recoger sus cosas. Ahora estoy dándole vueltas a lo que me ha dicho de Nico. No puede ser verdad, nunca me ha sugerido nada, nos hemos hecho pajas conjuntamente y yo se las he hecho a él, y él a mí pero nunca ha dejado ver que me quisiera, y, yo a él, sí, un día le dije que le quería, que le amaba y ahí quedó todo, se marchó a su casa y no volví a verle en una semana y después tardó en mirarme a la cara. Nunca volví a decirle que le quería para no sentirme rechazado y ahora viene Pelayo con esta historia.

Me ducho, tengo que continuar haciendo deberes y estudiando, estamos en los exámenes y no quiero dejar ni una sola asignatura pendiente, ahora ya queda poco para que nos den las vacaciones que, este año, se retrasan un poco.

Al día siguiente, no he acabado de desayunar y de prepararme, cuando llega Pelayo en su bici. Estoy abajo, en la cocina desayunando y entra por la puerta que da al jardín.

-Buenos días, ya estoy aquí a buscarte, buenos días, Nerea.  –Nerea se llama mi madre y a veces la llama por su nombre.

-Buenos días, Pelayo, ya me ha comentado Ander lo del traslado a vuestra nueva casa y que va a ayudaros. ¿Quieres tomar algo?

-Bien, si no te importa, un zumo, que vengo sudando.

Es cierto, se le ven manchas de sudor en su camisa, no he dejado de mirarle, le veo radiante y recordando lo de ayer a la tarde, me pongo rojo. Me guiña un ojo mientras bebe su zumo y me sonríe, me sonríe de una forma que, a pesar de que el culo me duele terriblemente, no me importaría que me la volviera a meter de nuevo, tenerlo dentro de mí. Estos recuerdos hacen que me estremezca de deseo y de gozo.

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