El seguÃa parado, mirándome mientras comenzaba a quitarse la ropa rápidamente sin siquiera pedirme permiso para lo que pensaba hacer.
Marcela: Y tu que haces aqu� No llegabas mañana? Qué crees que vas a hacer?
Alejandro: Qué crees tu que voy a hacer?
Y sin decir una palabra mas se abalanzó sobre mà y comenzó a besarme desesperadamente, como si fuera nuestro primer beso o el último, como si nos fuéramos a morir ese mismo dÃa, con furia y pasión desenfrenada.
Yo correspondà a sus besos con la misma intensidad acariciando sus labios con los mÃos, su lengua con la mÃa, como locos, mezclando nuestras dulces salivas, queriendo arrancarnos la boca por culpa de esas ganas reprimidas durante tantas semanas sin sexo.
Mis manos recorrÃan su espalda llegando hasta sus hermosas nalgas que tanto me gustan, apretándolas, estrujándolas y pellizcándolas suavemente. HabÃa ya casi olvidado la rica sensación que me producÃa estar con el padre de mi hijo, sentir su tibia piel morena, sus apasionados besos, sus caricias que me hacÃan estremecer…
Separe un poco mis piernas y me penetró lentamente, sin dejar de besarme. Sentir su verga dentro de mà reemplazando el frasquito que hasta hace un instante me habÃa servido de consolador fue la mejor sensación del mundo.
Me deleite son ese rico trozo de carne caliente dentro de mi, golpeándome hasta lo mas profundo. Yo a la vez movÃa mi cadera hacia el para pegarme aún mas a su cuerpo, sujetando sus nalgas con fuerza a la vez que lo atraÃa hacia mi para sentirlo mas cerca.
Siguió embistiéndome lento a veces, rápido otras mirándome a ratos a los ojos, otras manteniendo los ojos cerrados cuando alguna deliciosa sensación lo obligaba a ello.
De repente, como si ya no soportara mas las ganas de venirse comenzó a empujar con mucha fuerza agarrándome por las caderas y sacudiéndome como si de una muñeca inflable se tratara. Yo me dejé hacer con las ganas que tenÃa de ser follada de forma salvaje y sin contemplaciones, solo deseaba que acabara conmigo, que me dejara la concha inflamada de tanta fricción.
Se corrió casi al instante, inundándome por completo, para luego, los dos exhaustos por el agite, acostarnos muy abrazados y juntos. Las palabras sobraron en aquel momento, no nos dijimos absolutamente nada, no hubo preguntas, solo nos mirábamos, mientras seguÃamos besándonos la cara, las manos, el cuello, pasando nuestras manos por nuestro cuerpo, sensible a las mutuas caricias que nos prodigábamos.
Me acosté de espaldas a el pegando mi trasero a su verga que ya comenzaba de nuevo a empalmarse lentamente, dejándole la vista de mi cuello y espalda y mi cuerpo completamente disponible y dispuesto a todas las manipulaciones que el quisiera. El sin ignorar este detalle colocó una de mis piernas sobre las suyas para que asà yo quedara un poco abierta y poder acariciarme a gusto. Comenzó asà una suave caricia que comenzaba en mis hombros y terminaba en mi concha y en mi culo, pasando por mi siempre vulnerable clÃtoris y por mis pezones completamente erectos e inflamados de deseo.
Antes que yo me corriera me penetró en esa deliciosa posición también conocida como "el molde" y siguió acariciándome para que yo llegara primero. Asà fue, me vine en un poderoso orgasmo acompañado de grandes gemidos y jadeos por parte mÃa y de total agradecimiento por parte de el ya que las contracciones de mi vagina provocaron en el sensaciones mas que deliciosas.
Cambiamos de posición haciendo ahora el estilo perrito el cual es uno de sus favoritos ya que le permite tener las manos completamente libres para manosearme a su antojo las tetas y el clÃtoris cuando se recuesta sobre mi espalda. Comenzó a bombearme golpeándome el trasero con fuerza; podÃa sentir sus bolas chocando contra mis nalgas, la sensación era demasiado deliciosa.
Se detuvo un momento y yo lo reemplace saltando como una loca sobre su verga inflamada hasta que sentà que su respiración se hacÃa mas agitada y sus gemidos mas fuertes. Comencé a masturbarme para disfrutar juntos de las delicias del orgasmo y un instante después lo estábamos logrando casi al tiempo, el aún recostado en mi espalda, yo apoyada en los codos, algo exhausta.
Nos acostamos de nuevo, esta vez frente a frente, de medio lado y unos minutos después me estaba penetrando de nuevo, en esa posición que no permite movimientos muy rápidos, pero si otros muy lentos, sensuales, de esos que provocan un final aún mas explosivo. Permite además un contacto mas cercano con la pareja al estar los rostros tan cerca. Aproveche para besarlo con esa técnica que tanto le gusta, para beber el sudor de su piel que me sabÃa a gloria, para acariciarlo con ternura y asà compensar todos los momentos que habÃamos estado separados.
Un par de horas después la concha me dolÃa, estaba algo inflamada y de ella salÃan sus fluidos mezclados con los mÃos en un torrente imparable.
No recuerdo cuantas veces lo hicimos esa noche, solo se que una noche que prometÃa solo un poco de autosatisfacción terminó convertida en una espectacular sesión de sexo con mi marido, llena de amor y lujuria.