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Pelayo, mi primo Nico y yo 3/5

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-¿Tienes frío?  -me dice mi madre-  Estás temblando.

-No, que va, es por la tela del pijama que es muy fina, voy a prepararme.  –me levanto y me encamino hacia la puerta.

-Te acompaño y así hablamos, mientras te preparas.  –Pelayo se levanta dispuesto a seguirme hasta mi habitación.

Subimos las escaleras, me va metiendo mano, tocándome el culo y la cadera, la tela del pijama es muy fina, noto el calor de su mano a través de ella.

Entramos a la habitación y no me da tiempo de nada, me abraza pasando sus fuertes brazos por mi cintura, coloca sus manos en mi culo y me arrastra hasta incrustarme en su cuerpo.

-He estado toda la noche pensando en ti, Ander te necesito, te quiero, te amo, te adoro.  –besa mi rostro como un loco, me abraza y me causa dolor con sus brazos que me estrechan férreamente

Yo también le abrazo, me cuelgo de su cuello, enredo mis piernas en su cintura y sello su boca con la mía, me siento frágil en sus brazos y me sostiene como si fuera una pluma.

-Tengo el culo todo jodido, me duele de lo lindo, no vamos a poder hacer nada y ahora hay que prepararse para el cambio de casa.  –le digo mientras le sigo besando.

-No hay prisa, los de la mudanza están haciendo viajes y subiendo las cosas a las plantas de la casa pero venga, prepárate. Mientras tanto, como yo ya me he duchado, echaré un vistazo a tu cuarto, igual descubro algún misterio.

Me ducho con rapidez, me pongo una crema en el culo, me escuece pero no es para ir al médico y me visto, con ropa cómoda para el trabajo, desconozco en lo que consistirá.

Él me mira mientras me muevo por la habitación, me sigue con su mirada a todas partes, sonríe y, a veces, consigue que me ponga rojo, hay deseo en su mirada y, por primera vez, veo el amor que desprende e irradia.

-Venga vamos, ya estoy listo.  –me acerco a él,  abrazo su cabeza, está sentado y su rostro reposa en mi abdomen.

-Ander, ¡qué bien hueles!  -aspira por su nariz haciendo ruido, besa la tela de mi camisa y la humedece con sus labios.

Bajamos, nos despedimos de mamá y Pelayo le dice que comeré con su familia, que su madre ha encargado mesa en un restaurante. Cogemos las bicis, tengo que procurar no sentarme en el sillín. Él se da cuenta y se ríe de mí.

-¿No te puedes sentar?  -continua riendo y consigue que yo también me ría.

-Joder tío, con esa polla destrozas a cualquiera, de placer y de dolor, como ahora.  –sube el tono de su risa, es un niño juguetón al que adoro.

-No te preocupes, se te pasará enseguida y eso es sólo la primera vez, luego será más fácil.  –me mira burlón con la sonrisa que me chifla.

Imagino otra vez la situación y el color visita mi rostro de nuevo, voy a acabar muerto de vergüenza si continúa con esas bromas.

Los escombros de obra han desaparecido, la hierba aún no ha aparecido en el jardín y la que se logra ver es muy rala y escasa, las plantas están magníficas, las han traído ya crecidas, así como algunos árboles que han plantado, han colocado un hermoso velador en el lateral izquierdo del jardín, de color blanco.

La casa es de miedo, de miedo de grande comparada con la mía o la de Nico y lo mejor, lo que él llama el palomar, es como una casa de grande, se va a perder allí, él solo. Le ayudo a colocar sus cosas, cajas que van subiendo los hombres del transporte, no paramos hasta el mediodía, nos lavamos las manos, su cuarto de baño es tremendo, yo el mío, mucho más pequeño, tengo que compartirlo con Jon.

La comida trascurre alegre aunque parece una familia distanciada, sus hermanas son guapas y alegres, mayores que él y me miran como un poco raro, o a mi me lo parece. Su padre no me presta atención alguna, habla con su madre de las cosas que faltan y de que deberá ocuparse ella de esos temas aún pendientes.

-Pelayo, he hablado con la mamá de Nicolás, tenéis que reforzar la materia de matemáticas, de lo contrario suspenderéis, tenéis que dedicar una hora más.

-Pero mamá, siempre pasa lo mismo y luego apruebo, no hubiera hecho falta ningún tipo de refuerzo.

-¿Apruebas?, apruebas con un cinco de gracia que te dan, después de que tengo que ir a hablar con tus profesores y pedirles que te pasen el curso. Es un año muy complicado, no queremos arriesgarnos, ni Teresa ni yo vamos a consentir que suspendáis.

Teresa es mi tía y se conocen de hace mucho tiempo, bueno, desde hace dos años, con motivo de la amistad que mantienen sus hijos.

-Mamá, te digo que no hace falta, déjame a mí, ten confianza.  –Pelayo pone una carita tan dulce que, si yo hubiera sido su madre, hubiera sucumbido a sus ruegos.

-No le discutas a tu madre, haz lo que ella ordene y se acabó.  –el padre ha dado la puntilla al pobre Pelayo, parece que ya no hay más de que hablar o discutir.

-Tú, ¿cómo vas tú, Ander?  -su madre se dirige a mí con una sonrisa de compromiso.

-Yo voy bien, no tengo problemas.  –me molesta dejar en mal lugar a Pelayo y Nicolás.

-Mira, uno que además de listo es un chico guapo, ¿verdad, Pelayo?  -tercia una de sus hermanas, la menor de las dos, Carla y se sonríen entre ambas.

-Pues mira, sí, es listo y es guapo y muy joven para ti.  –Pelayo le responde contrariado.

-No creo que yo le interese, ¿no es cierto, Ander?  -como no puede con su hermano me ataca a mí.

-La verdad, creo que eres una mujer muy hermosa, bonita e interesante pero, tienes razón, no me interesas, al menos en el aspecto que sugieres tú.

Pelayo me mira asombrado, yo también lo estoy, no sé de donde he sacado la valentía para dirigirme a ella de esta forma. Carla me sonríe, no le ha molestado mi respuesta, al contrario, parece más interesada en mí que antes y me observa con detenimiento hasta ponerme nervioso. Es preciosa, me recuerda a Pelayo y va elegantemente vestida.

-Bueno dejar vuestra charla, no me estoy enterando de nada y habla con Nicolás, acordad que día os interesa más para reforzar las clases, estamos finalizando y queda poco tiempo. Ya hemos hablado con don Emilio y sabe qué vais a acudir un día más a la semana.

Salimos de comer, en la entrada del restaurante, Carla, amigablemente, me coge del brazo, huele a rosas, tiene un hermoso brillo en sus ojos y sonríe abiertamente.

-No te habrás molestado por lo que he hablado ahí dentro, ¿verdad?, son bromas que nos gastamos entre hermanos, y de verdad que lo que he dicho es lo que pienso, te veo una persona, además de lo que ya sabes, responsable y seria, no como estos dos.  –habla refiriéndose a Nico y Pelayo.

-No me ha molestado, no tienes que preocuparte y tú también me caes bien.  –suelta una argentina carcajada que hace que todos se giren hacia nosotros, se aproxima y me habla al oído para que los demás no puedan escuchar.

-Me caes muy bien chico, me gustas para pareja de mi hermanito.  –con sus palabras consigue que me ponga rojo.

Vuelve a reír, parece una chica alegre y divertida. Aprieta mi brazo y va donde su hermana que está unos pasos más adelante.

A la tarde continuamos colocando cosas, tiene toneladas de trastos, debe guardarlos desde que era niño. A última hora llega Nico, viene a por nosotros para dar una vuelta, mi tía se ha apiadado y, usándome a mí como disculpa, le ha permitido salir.

Hablan entre ellos, Pelayo le relata lo que su madre le ha dicho en la comida y Nico parece saber de qué va el tema. Mi tía debe haber hablado con él también, les observo mientras hablan, se llevan muy bien, como si fueran hermanos.

El lunes, después de clase y después de haber tomado algo de comer en la cocina, charlando con mamá, me dice que mi tía quiere hablar conmigo, que vendrá luego, más tarde.

Estoy a punto de terminar mis deberes y de preparar el temario para el día siguiente, repasando materias, cuando se abre la puerta y sin haber llamado alguien entra; es mi tía Teresa, penetra en la habitación sin hablar y toma asiento en la cama.

-Buenas tardes, Ander, ven, siéntate aquí un momento, tengo que hablar contigo.  –me señala la cama, a su lado y voy donde ella está, tomo asiento y me acerco para darla un beso, ella me abraza.

-Verás sobrino, voy a pedirte un favor, tiene relación con Nico. Sabes que, con su amigo Pelayo, van a unas clases particulares, las imparte el profesor que tienen en el instituto, de matemáticas. Llevan asistiendo un par de meses pero las notas no mejoran y…, me explica lo que ya sé  por la madre de Pelayo. Me gustaría que te apuntaras también, yo sé cómo eres tú y podrás decirme que sucede para que no se avance en la materia.

-Pero tía, yo no lo necesito, voy bien y no creo que mamá esté dispuesta a gastar dinero sin necesidad.

-Yo lo pagaré, no importa, además a ti también te irá bien, conocer como imparte la materia otro docente nunca viene mal y algo aprenderás, me harás un favor muy grande, sobrino. Estáis en primero de bachiller y ahora hay que apretar, estos dos años son importantes para el acceso a la universidad.

No me apetece, ni tengo muchas ganas de acudir a esas clases pero es mi tía quien me lo pide y también voy a estar con Pelayo y con Nico, esto último me ilusiona y le digo que sí, que iré y veré que es lo que sucede y le hablaré de lo que me parecen las clases.

Los lunes, miércoles y viernes, a las seis de la tarde, hasta las ocho son, a partir de ahora, horas comprometidas. Hoy ya no puedo acudir porque ha pasado la hora y quedo en que iré a partir del miércoles; Pelayo, Nico, o los dos, pasarán a por mí.

El miércoles llegan a recogerme los dos chicos, han salido del instituto y se han acercado hasta mi casa, les coge de camino para ir al local donde imparte sus clases don Emilio, así es como se llama el profesor de matemáticas.

El local está situado en una planta baja de un edificio de viviendas, Nico y Pelayo conocen la ubicación de su clase y se dirigen a ella seguidos por mí. En la sala donde entramos no hay los clásicos pupitres, hay una mesa rectangular y ellos toman asiento en uno de los laterales;  Pelayo me sujeta del brazo para que tome asiento entre los dos.

No hay nadie en clase y al cabo de unos minutos aparece el profesor, don Emilio; es un hombre de unos cincuenta años, sin mucho pelo en su cabeza, debe tenerlo en el resto del cuerpo, sus manos y falanges de los dedos son muy velludas. Su estatura será de unos 170 centímetros, tiene algo de barriga, usa traje y corbata este día, sobresale en él, porque lleva sus pantalones exageradamente subidos. Se le nota un gran bulto en la entrepierna y cuando se acerca a la mesa, apoyándose en ella, el bulto de su polla y sus cojones quedan justo encima de la mesa, vamos que parece que deposita, como si fuera un paquete, encima de la mesa, sus atributos viriles.

Pelayo, por debajo de la mesa, me toca en la pierna y llega hasta mi polla, me la aprieta con su mano para que me fije en el detalle y se ríe sofocado  por lo bajo.

La clase transcurre con normalidad, don Emilio es bueno explicando, sucede que van, con respecto al programa de mi colegio, algo atrasados.

Esa semana transcurre con normalidad, al estar ahora más tiempo juntos los tres, la amistad, el roce y la confianza va aumentando entre nosotros. Pelayo no se corta aunque este Nico delante, me mete mano o me besa cuando le viene en gana. Me doy cuenta de que, a veces, a Nico parece que le molesta, por los gestos que pone, de desagrado a veces y otras veces de forzada indiferencia.

Es, a la semana siguiente, cuando Pelayo le gasta una broma al profesor, ¿pudiera llamársele broma?, más bien gamberrada. Estamos sentados en la mesa rectangular, el profesor está delante de nuestra mesa explicando unos problemas. Intencionadamente, Pelayo, que está jugando con su bolígrafo, lo tira al suelo, cerca de donde don Emilio se halla, se levanta y va a recogerlo, se agacha y al levantarse de nuevo, con el bolígrafo en la mano, simula que se tropieza y golpea con su mano en el bulto de la polla de don Emilio que está cerca.

-Perdone don Emilio, ha sido sin querer, he tropezado.  -Pelayo habla como si estuviera avergonzado, don Emilio se pone rojo como un tomate y yo también, Nico parece que se lo esperaba, el profesor le hace un gesto con su mano para que se siente de nuevo en su silla, su polla ha reaccionado, se le ha movido e hinchado.

Finalizada la clase y antes de marchar, don Emilio, nos mira de frente y:

-Ustedes pueden salir, usted, Pelayo, quédese que tengo que hablar con usted.

Nico y yo esperamos en la puerta, fuera ya en la calle, paseando por la acera.

-Joder tío, ¿has visto lo que ha hecho Pelayo?  -pregunto a Nico  sujetándole del brazo.

-Ya, ya he visto, nosotros de buena nos hemos librado, le estará echando la bronca y menos mal, si no llama a su madre.  –a pesar de lo dicho, como si no supiera nada, Nico mantiene una sonrisita irónica en su boca.

Estamos esperando unos minutos y Pelayo aparece por la puerta, su rostro no es de preocupación, lleva una sonrisa que parece que se esté riendo del mundo.

-¿Qué ha pasado?  -le pregunta Nico, estoy  acojonado y ellos tan tranquilos.

-Nada, no ha pasado nada, hemos hablado.  –sigue sonriendo y sus ojos le chispean de traviesa alegría.

-¿Y por qué has hecho como que te tropezabas para golpearle en la polla?,  bueno, mejor que haya sido en la polla, porque si le hubieras dado en los huevos.  –ahora soy yo el que formulo la pregunta.

-¡Joder!, mira que sois curiosos, estoy preparando el aprobado, sólo eso.  –Nico y el se ríen y se dirigen miradas cómplices.

-¿Cómo es eso?, ¿Cómo vas a conseguir que os apruebe?

-Tú tranquilo, Ander, déjame hacer a mí, tengo mi plan y estate tranquilo que este curso, en matemáticas, Nico y yo, tendemos un aprobado.

Pasan unos días y el viernes viene solamente Nico a buscarme para ir a clase.

-¿No viene Pelayo hoy a clase?  -pregunto extrañado a Nico, este se encoge de hombros.

-Me ha dicho que venga yo a recogerte y que él iría antes, que tenía algo que hacer en la academia, algo importante, antes de que nosotros llegáramos.

Nico me pasa un brazo por el hombro y avanzamos, cuando llegamos la puerta está cerrada, tocamos el timbre, nadie acude a abrir y nos sentamos en la acera, a esperar a que llegara Pelayo que debía estar ya aquí, o don Emilio. Estamos unos diez minutos esperando y se abre la puerta, aparece don Emilio, está rojo como un tomate y, sin esperarnos, vuelve al interior. Nos acercamos y entramos, llegamos al aula donde damos las clases y, allí, sentado en el lugar de siempre está Pelayo.

-¿Qué haces aquí?, te estábamos esperando fuera  -le digo cuchicheando en su oreja.

-Luego os cuento, ahora atiende la clase.  –tiene una divertida sonrisa en su cara, como si acabara de hacer una trastada.

Acabada la clase y una vez en la calle no puedo contenerme y le sujeto del brazo.

-Cuéntanos, Pelayo, ¿qué ha pasado?, ¿por qué estabas ahí dentro?

Pelayo pasa su brazo por mi cintura, me lleva hacía él y me da un beso en la mejilla.

-He estado consiguiendo el aprobado de que os hable, para Nico y para mí.

Suelta una carcajada y me pasa su brazo por el hombro, me lleva la cabeza hacia él y me roba un beso en los labios, es muy rápido el beso, posar sus labios y separarlos, y continúa con su risa.

-¿Cómo que has conseguido el aprobado?, ¿qué has hecho?  -sigue con su risa y, cuando se calma:

-Yo no he hecho nada, él ha hecho.  –su risa arrecia y vuelve a sujetarse de mi hombro.

-¿No me digas que has hecho lo que sospecho?  - le dice Nico abriendo mucho los ojos y poniendo los labios en forma de O.

-Sí, sí, me la ha mamado, me ha hecho una mamada de puta madre, ya le he pagado con mi leche los dos aprobados.  -se sigue riendo, bueno, ahora los dos, Nico y él se agarran del hombro y se  van descojonando por la calle.

-Pues a mí no me hace ni maldita la gracia.  –les grito yo. Paran a duras penas de reír, Pelayo retrocede hasta donde yo me he parado, me abraza, me da un beso, ahora más fuerte en la boca.

-Pero tú no te preocupes, que lo hace mucho peor que tú.

Me desprendo de su brazo, enfadado, y acelero el paso, ellos vienen detrás, Pelayo intentando argumentar a su favor que no ha querido decir lo que ha dicho, y así todo el rato hasta llegar a mi casa. Entro y subo corriendo las escaleras, mi madre me llama desde el salón pero no atiendo su llamada, Pelayo me sigue, subiendo rápido la escalera y llega justo a tiempo cuando voy a cerrar la puerta, coloca su pie y me lo impide, al final entramos los dos, Nico se ha quedado abajo con mi madre.

-Venga, nene, no te enfades, hombre. No ha sido nada, además, mira, te pido perdón.

Se pone de rodillas, une sus manos y se pone como a rezar, con unos ojos tan bonitos, ahora no son tan oscuros, ahora son verdes, chispean alegres. Él nota que me ha quitado el enfado con su gesto de payaso, se levanta, viene y me abraza.

-Así me gusta, chiquitín, no te enfades conmigo, con lo que yo te quiero.

Besa mi cuello, mis párpados, me muerde el lóbulo de la oreja y yo me cuelgo de su cuello, le rodeo con mis brazos y con mis piernas por su cintura y me lo como, muerdo sus labios, chocamos nuestros dientes y meto en su boca mi lengua y allí me quedo un rato, sin notar el tiempo, embriagado de placer, me vuelve loco.

-Te estás poniendo cachondo y se te está empinando el rabo.  –me dice, en un momento que ha conseguido dejar libre su boca, a la que voy persiguiendo con la mía.

Mete sus manos entre los dos cuerpos y está quitándome el cinturón del pantalón.

-¡No! ¡No!, ahora no, ¿estás loco?

-No tardamos nada, una folladita rápida.  –sigue empeñado en bajarme el pantalón y mete sus manos  debajo de mi camisa para acariciar mi pecho.

-Pero es que yo no quiero una folladita rápida, quiero estar toda la noche contigo.

-Pues vente a mi casa, venga, vente a dormir conmigo.  –me tiene conquistado, tierra quemada, consigue de mi lo que quiere.

-Dejémoslo para mañana sábado, ahora tenemos que bajar, está Nico abajo con mi madre, venga, vamos.

Me recompongo un poco la ropa y bajamos, yo voy todo rojo, mamá está hablando con Nico en el salón y entramos. No nos damos cuenta y Pelayo me lleva cogido de la cintura, mamá nos mira extrañada, me pongo como si me hubiera comido una caja de guindillas. Desde luego mamá tienen que sospecharse algo, según actúa Pelayo es imposible que ella no haya cogido ya muchos detalles, pero no dice nada.

Hemos pasado los exámenes, yo he aprobado todo, bueno, aprobado no, con buenas notas y los chicos más mal que bien han aprobado, incluidas las dichosas matemáticas.

Estoy tumbado en mi cama, pensando en nada, en que dentro de poco nos iremos al pueblo, a pasar las vacaciones y eso me pone triste, voy a dejar a Pelayo durante casi dos meses.

Suena mi móvil, me cuesta moverme, estoy de un vago subido.

-Soy Ander.  –es Nico en el otro terminal.

-Oye Ander, mira, escucha, mañana, a la noche, vamos a ir a la fiesta de San Juan, para que no hagas otros planes. -¿qué planes voy a hacer yo?, si ya casi he dejado a mis amigos por ellos.

Al día siguiente, a la mañana, voy hasta la casa de mi primo. Mi tía está en el jardín.

-Hola, tía, ¿dónde está Nico?

-Ven a darme un beso, sobrino, como os hacéis mayores se os olvidan las buenas costumbres. Nico está en su habitación, ordenando, dice que esta noche va a quemar todos los apuntes en las hogueras. Ander, no te he dado las gracia aún, por acudir a la academia.  –mientras habla la doy el beso que solicita.

-No te preocupes tía, en realidad me sirvió muy bien a mí también, vi que a los mismos problemas se les aplicaban otras fórmulas para resolverlos.

Voy dentro de la casa, a la habitación de Nico, mi primo no tiene hermanos. Abro la puerta de su habitación, mi tía dijo que la estaba arreglando, pero, en cambio, está tirado encima de la cama despatarrado y escuchando música, ni me ha visto entrar, me acerco y me tiro encima de él.

Empezamos a pelear pero él siempre me puede, me resisto como un gato pero acabo debajo de él, respirando agitados, sujeta mis manos con las suyas por encima de mi cabeza, está sentado encima de mi verga, pienso en otras veces, cuando jugábamos a peleas y al final acabábamos, siempre, haciéndonos una paja, nos calentaba el roce de nuestros cuerpos y ahora no era diferente.

Sí que era diferente, antes se quedaba parado, sentado encima de mí hasta que notaba como mi polla iba cogiendo consistencia y luego se bajaba, se sacaba su larguísima polla, (siempre la ha tenido muy larga) y sin decir palabra empezaba a cascársela, y yo también. Ahora era diferente porque no me suelta, me mira fijamente a los ojos, sabía lo que pasaría y sucedió. Baja su cabeza hasta juntar sus labios con los míos. Los notaba cálidos, turgentes, se aplastaban como almohadillas, como globos, ¡Dios mío!, son deliciosos y su aliento abrasador que huele a almendras y su boca que sabe a canela, no me puedo resistir, abro mi boca para que meta su lengua. Un beso larguísimo, de un cuarto de hora, nunca nos habíamos besado así, tan suave tan blando y con tantísima pasión, de pequeños algún beso en la mejilla y luego de mayores alguna paja que le hacía o él me hacía, sin pasar a más, no por falta de ganas de mi parte y, ahora, ahora esto.

Nico comienza a bajarme el pantalón, sin quitar el botón de la pretina y en dos minutos me tiene desnudo ante su vista y él también se desnuda, se tumba en posición, para que le mame su verga y él poder mamar la mía. Era delicioso el espectáculo  que se ofrecía a mi vista, ya lo había visto desnudo, en muchas ocasiones, pero así, con su larguísima polla a cinco centímetros de mi boca, nunca. Percibía un olor dulzón como él siempre despedía, más profundo, más fuerte. Me encantaba, alargué mi mano para recoger la bolsa de sus huevos y jugar con ellos, antes de lamer la  punta de su polla que asomaba del prepucio, con una gotita de precum que se balanceaba indecisa, en un imposible equilibrio que resolví con la punta de mi lengua, estaba delicioso, cuantas veces en estos años he deseado que sucediera esto.

Me mamaba la verga con mucha fuerza, desde luego no era la primera polla que Nico mamaba, como para mí tampoco lo era, empezó a jugar con sus dedos en mi ojete, los ensalivaba y empezó a meterme uno. Estaba loco de deseo, con unas ganas locas de él, de satisfacer tantos años queriendo estar de esta forma.

De repente, vino a mi mente la imagen de Pelayo, me puse rígido, suspendí la mamada y retiré su polla de mi boca.

-Nico, Nico, ¿qué estamos haciendo?  -me separé y me senté en el borde de la cama, él se sentó a mi lado y paso su brazo por mis hombros.

-Perdóname, Ander, perdóname, me he dejado llevar por el deseo y también…

Interrumpió lo que iba a decir y me abrazó más fuerte.

-Hemos sido los dos, Nico, nos hemos dejado llevar, pero…, Pelayo. Me voy, me tengo que marchar.

Recojo mis ropas y me las coloco con rapidez y sin mirarle a la cara me dirijo hacia la puerta.

-Ander, Ander, por favor, ¿me vas a perdonar?  -parece que está a punto de llorar.

-No ha sido culpa tuya, Nico, he sido yo, hasta la tarde.

Bajo corriendo a la planta de abajo y me iba a marchar sin despedirme pero me llamó mi tía.

-Ander, cariño, ¿por qué no te quedas a comer? Llamo a mi hermana y le digo que te quedas, ¿vale?

-No, tía, tengo unos recados que hacer, hasta luego.

No la dejo reaccionar, sé que va a volver a insistir y estoy, estoy inquieto, perdido, asustado de lo que siento, de lo que estoy volviendo a sentir por mi primo y está Pelayo, a quien tanto quiero. Me voy a volver loco.

Durante todo el camino de regreso a mi casa estoy dando vueltas y vueltas al enredo, y cada vez me enredo más, sin poder encontrar respuestas a mis preguntas.

¿Cómo puedo estar enamorado de Nico y de Pelayo a la vez? Esto es una pesadilla, no puede ser cierto, pero les quiero, les quiero igual a los dos. Ha sido el súbito recuerdo de Pelayo el que ha evitado que cometamos un dislate, estaba dispuesto a follar con Nico, lo estaba deseando, igual que con Pelayo, me encontraba entre sus brazos de la misma forma, tan pleno, tan satisfecho y sintiéndome también querido, aunque no me lo haya dicho de palabra.

A la tarde se presentaron los dos en mi casa, a buscarme para ir a la estación del metro, donde siempre quedamos con las cuadrillas, si es que hay que desplazarse.

Pelayo me besa en los labios, como siempre, Nico rehúye mi mirada, yo también evito mirarle. A pesar de estar toda la tarde dando vueltas a lo mismo, no he conseguido llegar a aclarar mis ideas a una conclusión que me deje tranquilo y satisfecho. Lo único que me ha quedado claro es que les quiero a los dos de las misma forma o muy parecida y eso no es una conclusión que me satisfaga.

Víspera de San Juan, en Junio las hogueras de San Juan nos animan a todos los jóvenes, a acudir a los arenales, a disfrutar de la noche. Hoy la tarde, dentro de poco empezará a anochecer, está espléndida, la temperatura está templada y  hay en el cielo, solamente, alguna nube que lo adorna.

Ya hay hogueras encendidas, algunos llevan libros y apuntes de los estudios para echarlos en el fuego, para quemar los malos ratos del año escolar. Se baila a su alrededor, la gente bebe, bebe cerveza, bueno, de todo. Las llamas se van apagando, quedan los rescoldos y, los valientes y los que más han bebido, comienzan a saltar por encima de los restos de las hogueras con los carbones encendidos y al rojo vivo.

El que más salta y baila y llama la atención, con una lata de cerveza en su mano derecha es Pelayo. De vez en cuando le veo por aquí, por allá, como si tuviera la virtud de la ubicuidad. Encima de guapo y chulo, como Dios, omnipresente.

No veo a Nico por parte alguna, tomo asiento en la arena, algunos más tranquilos, tumbados o sentados bebemos alrededor de una hoguera.

Pelayo es de todos, a todos pertenece y todos le pertenecemos a él. Es ya muy tarde cuando vuelve a acercarse a mí, viene contento, algo bebido, todos estamos algo bebidos, quizá yo sea de los que menos lo esté.

-No he visto a Nico en toda la noche, ¿le has visto tú?  -le pregunto a Pelayo, que se queda como el que oye llover.

-Pelayo, ayúdame a buscar a Nico, estoy preocupado.

-Tranquilo, le he visto en algún momento, está con la cuadrilla, al lado de los bloques cuadrados, no te preocupes que se sabe cuidar solito, ven, siéntate a mi lado.

Tomo asiento a su lado, al cabo de un momento está tumbado en la arena, con su cabeza sobre mis piernas, la voy acariciando, peinando su pelo que tiene pegado por el sudor sobre la frente, tiene los ojos cerrados y parece que duerme, está guapísimo a la luz de la luna, su cuerpo aún tumbado, deslumbra de la rotundidad en sus formas, con esos hombros tan anchos y sus estrechas caderas, las largas piernas, todo él es perfecto. Inclino mi cabeza hacía él, hay bastante griterío y pego mi boca a su oído, su olor me llena.

-Pelayo, me voy a buscar a Nico, estoy preocupado, espérame aquí, cuando lo encuentre vuelvo.

Abre sus ojos, no duerme, está tranquilo conmigo, como si yo fuera su almohada.

-Ve, pero ya te he dicho que están al lado de los cubos de hormigón.

Le doy un beso en la frente, me pongo en pie y me dirijo al extremo de la playa, a donde él me ha indicado. Al lado de los bloques me voy encontrando de todo, hay chicas y chicos follando, algunos borrachos perdidos durmiendo. No veo a ninguno de sus amigos de la cuadrilla ni del equipo de fútbol. Llevo más de media hora buscando, solamente me falta tener que ir levantando a cada uno de los que están por allí tirados, de repente le veo, le reconozco porque lleva una de sus gorras.

Está sentado, su espalda se apoya en uno de los bloques cuadrados, tiene cuatro o cinco latas de cerveza a su alrededor, adivino su estado.

Tomo asiento a su lado, le miro, está despierto con la mirada perdida, mirando al mar que esta plano, en sus ojos se reflejan los barridos de la luz del faro, su mano sostiene una de las latas, debe contener aún cerveza, se la retiro y la alejo de él.

-Nico, he dejado a Pelayo en el centro de la playa, vamos a reunirnos con él.

Me sujeta del brazo, aproxima su rostro, lo pega contra él y susurra:

-¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?,   -llora, pasa su brazo izquierdo por mi cintura y me aprieta, sus sollozos hacen temblar sus anchos hombros- ¿por qué me he tenido que enamorar de ti, Ander?

-Cálmate, Nico, no pasa nada, yo también te quiero, ya ves.

-Pero yo no te quiero, ¡joder!, yo te amo. Ha sido verte con Pelayo y darme cuenta de lo que te quiero.

Acaricio su cabeza, no para de sollozar, yo también me pregunto el por qué ahora, y qué va a ser de nosotros. Llevamos mucho tiempo así. Nico se va calmando, me pongo en pie e intento levantarle, no puedo con él, de repente unas manos me apartan.

-Déjame, ya lo llevo yo.  –se trata de Pelayo, no me había dado cuenta de que estaba a nuestro lado.

-Venga Nico, haz un esfuerzo, coño, que no puedo llevarte a hombros.

Ahora Nico hace caso y, apoyándose en el bloque, con la ayuda de Pelayo se pone en pie. Me coloco al otro lado y, pasando sus brazos  por encima de nuestros hombros, lo sacamos de la arena, lo llevamos al paseo, lo sentamos en el pretil que separa el paseo de la playa y yo me siento a su lado, abrazado a su cuerpo.

-Esperadme aquí, voy a buscar un taxi, tiene que haber alguno en la explanada, delante de los hoteles.

Se marcha Pelayo y, al cabo de un rato, un taxi se estaciona a nuestro lado, metemos a Nico en el vehículo, el taxista pregunta donde tiene que llevarnos y Pelayo le da la dirección de su casa.

-No podemos llevarle en este estado y entregárselo a tus tíos, tu tía nos mata.

Pelayo aparenta estar muy serio, nunca le he visto con esa expresión tan rígida en su cara. Llegamos a su casa y con la ayuda de ambos lo sacamos del taxi, Pelayo paga la carrera y yo sostengo a Nico en mis brazos, accedemos al jardín y luego a su casa, para mí el trayecto se hace costoso, Nico es muy grande y pesado, cogemos el ascensor que nos lleva al piso superior.

Lo llevamos a la sala y lo sentamos en el sofá.

-Ayúdame a quitarle su ropa.  –me ordena, y él, de inmediato, le quita los zapatos, calcetines, mientras yo le ayudo quitándole la camisa, así hasta dejarlo desnudo.

-Ahora vamos a darle un baño, sujétale del brazo.  –lo llevamos al baño y accedemos a la zona de la ducha.

-Sujétale mientras me desnudo. -en un minuto se ha quitado la ropa y entra en la zona de ducha, yo salgo, cierra la mampara y abre el paso del agua.

Les observo desde el otro lado del cristal, la zona de ducha dispone de un asiento que se pliega en la pared, Pelayo lo abre y hace que se siente en él. Le va lavando, poco a poco va pasando la esponja por su cuerpo, estoy asombrado mirando cómo actúa, le trata como a un niño, con una dulzura infinita, con un cariño extraordinario, como si fuera un pequeñín que a la vez fuera su hijo. Me está dejando atónito, son facetas que no le conocía, me enternece como le pasa la esponja por el cuerpo y le habla, no consigo escuchar lo que le está diciendo pero Nico asiente, consigue ponerse de pie, sin ayuda, y se apoya en la pared con sus manos.

-Ander, pásame una toalla.  –cojo una, de donde hay un montón, y se la acerco, le ha secado y luego se seca él.

Salen del recinto, ahora Nico puede andar él solo, se maneja aunque mal, le lleva a lo que sé que es su dormitorio y le  mete en la cama desnudo, cubre su cuerpo con la ropa de la cama, deposita un beso en la frente de Nico y apaga la lámpara que había encendido anteriormente, en la mesita de al lado.

-Ahora a dormir tranquilo.  –le dice en voz alta aunque creo que Nico no le oye, no le escucha.

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