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Una mamada salvadora

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En esa época fueron varios los chicos que conocieron de mis habilidades manuales, pero aún así seguía conservando mi virginidad, a pesar que varias veces estuvo en serio riesgo de perderse, debido a las frecuentas e intensas incursiones de los dedos de algunos atrevidos pololitos, que me tuvieron a punto de ceder ante las increíbles sensaciones que me hacían sentir.

Pero sin ninguna duda la vez que estuve más cerca de terminar con mi estado virginal, sucedió cuando me enrede con un chico bastante mayor que yo, tenia por lo menos 22 años. Sucedió en una de las muchas fiestas a las que asistía en esa época, toda la noche había estado coqueteando con Guillermo. El no era nada muy especial, pero el hecho de verlo todo un hombre, me hacia sentir mucho más mujer y me provocaba un estado me calentura especial.

El me había ofrecido llevarme a la casa en su auto, con la condición de que me quedara un rato más ya que mis amigas con los que había ido a la fiesta, me insistían en que nos fuéramos porque se hacia tarde. Estaba tan entusiasmada que llamé a mi casa y les rogué a mis padres que me dieran un poco más de permiso, finalmente no se como mi papa me dio el permiso. Continuamos bailando, hasta que un momento dado, comenzamos a darnos un suave agarré, con muchos besitos y algunas tocaditas, pero nada más ya que había muchas compañeras de mi curso presentes.

Estuvimos atracando y bailando, hasta que cuando me di cuenta de la hora y le pedí a Pablo que me fuera a dejar a mi casa. En el camino a casa, él de pronto detuvo el auto en un lugar oscuro y comenzó a hostigarme para que siguiéramos atracando. La verdad es que yo también estaba bastante caliente y el tipo me gustaba mucho, así que acepté, con la condición de que estuviésemos solos un momento.

Mientras nos besábamos, en un momento su mano me rozo casualmente uno de mis senos, se me escapo un gemido y nos quedamos mirando a los ojos. Sin decir ni una palabra, él puso una mano sobre mis pechos muy suavemente, al sentirla sobre mi cuerpo me estremecí con su contacto, cosa que él percibió. Su mirada y su mano no se apartaban de mis senos, cuyos pezones se alzaban notoriamente bajo mi camiseta, tanto por el nerviosismo de la situación, como por el excitante ambiente que se produjo.

Después de algunos manoseos y agarrones bastante calentones, él comenzó a correrme mano decididamente, sentía sus inquietas manos como brasas ardientes, que recorrían mi piel. Al comienzo me sentía protegida y segura entre sus brazos, pero de pronto la mano que estaba sobre mis hombros, se fue corriendo hasta posarse sobre mis nalgas, me siguió abrazando y una de sus manos se introdujo por debajo entre mis muslos intentando alcanzar mi vulva.

Yo también deseaba tocarlo ahí, entre las piernas, pero aún no me animaba. Mientras sus dedos rozaban levemente mi conchita por encima del calzón, noté que su respiración se agitaba, mientras me pedía de manera insistente que lo dejara tocar mi vulva. En ese momento escuche el ruido del cierre de su pantalón que se bajaba. Con el corazón anhelante quede inmóvil. Pablo tomó una de mis manos y me dijo:

—¡Toma lo que tengo aquí!

Y fue acercando mi mano a su endurecida entrepierna. Cuando mi mano aprisionó su inmensa erección me conmoví, su pene era fuerte, rígido y potente, aunque no tenia el tamaño del recordado miembro de Mario, aún así me produjo una terrible atracción. Mientras se lo acariciaba, algunas gótitas de sus jugos amorosos empezaron a fluir cubriendo la hendidura del glande, esto me excito intensamente y comencé a refregárselo en una lasciva paja.

Mientras yo le pajeaba su rígido y excitante pene a un ritmo acompasado, él me alentaba ardientemente a que se lo hiciera más fuerte y rápido, mientras continuaba insistentemente en sus afanes de tocarme mi conchita, tratando de apartar mi calzoncito hacia un lado.

Sinceramente llegue a sentir el calor que emanaba del lugar, en ese momento mi mano tenia firmemente aferrada su dura estaca y la desplaza sin cesar en torno su pene, era liso, suave como la piel de un bebe, y tenia la punta como un hongo. Me parecía sentirlo caliente y esponjoso. Lo apreté aún más y sentí su dureza, me dio como una especia de desesperación, tanto que no pude resistir las ganas de apretárselo y estrujárselo.

Pablo emitió un intenso quejido que por supuesto no era de dolor sino solo de intenso placer, debido a mis atenciones, se lo tenia firmemente agarrado, abarcándolo todo su grosor con mi mano, mientras seguía subiéndola y bajándola recorriendo el grueso tronco cada vez más rápido.

Mientras lo pajeaba disfrutando a mares de su verga, Pablo me manoseaba y me besaba cada vez más excitado. Comenzó a insinuarme que deseaba tener relaciones sexuales. Deje inmediatamente de pajearlo. El susto se apodero de mí, ante mis primeras negativas él se puso muy furioso, y comenzó a intentar agarrarme a la fuerza. Diciéndome que yo no me iba a burlar de él y exhibiéndome su rígido miembro, me decía:

—¡Mira como me tenis de caliente!

Yo no sabia que hacer, quise escapar, pero sus manos me atraparon, me taparon la boca y comenzó a intentar bajarme los calzones a tirones, mientras sus manos manoseaban mi vulva y mis nalgas. Recién en ese momento de mi cuenta que a la buena o la mala él me iba a culear. En un momento me tenia agarrada desde atrás, había logrado deslizar mis cuadros hasta mis muslos e intentaba acomodar su miembro por entre mis nalgas con el claro propósito de metérmelo.

Logro ubicar su excitada verga en medio de mis nalgas pero sin introducirlo. Me lo refregaba enérgicamente por el canal de mi culo y sobre mi ano, Mientras buscaba la entrada de mi abertura vaginal, yo sentía la firmeza de sus enviones y la dura protuberancia de su miembro chocando contra mis nalgas desnudas, e intentaba resistirme a los descontrolados intentos que realiza tratando de separar mis piernas.

Decidí a salvar lo mejor posible la situación y le dije en un tono de suplica que por favor no me lo metiera, ya que yo era todavía virgen y que lo que él quería hacerme seria una violación. Entre llantos y suplicas le ofrecí que para satisfacerlo yo podía chupárselo todo lo que quisiera.

Solo entonces él pareció tranquilizarse un poco, me soltó y se acomodo con las piernas separadas en su asiento, entonces tomando mi cabeza desde la nuca, me empujo hacia su verga y me dijo:

-¡Bueno ya, hazme una rica chupada!

Me acerque a su miembro dubitativamente, pero era indudable que tendría que hacérselo. Cuando puse mis labios sobre el pene, sentí que exhalaba ese especial aroma a macho. No me fue posible impedir que mis recuerdos volaran hacia mis deliciosas sesiones de sexo oral con Sergio, sinceramente me excite muchisimo, y comencé a chupárselo tal y como recordaba habérselo hecho a Sergio innumerables veces.

Seguí mamándoselo con todas mis ganas, él me pidió que se lo hiciera más rápido y más fuerte, seguí sus indicaciones y al instante pude apreciar como sus rodillas se estremecían y su cuerpo adquiría rigidez. Entre contorsiones y ahogados jadeos, su hinchada y excitada herramienta comenzó a hincharse, en el inequívoco síntoma que antecede a la eyaculación. Casi enseguida percibí una cremosa humedad en mi lengua y unos instantes después un espeso chorro de cálido fluido se derramo en mi boca, en ese momento retire el miembro de la boca y algunos chorros de semen bañaron mi cara, mientras yo se la seguía meneando con mi mano.

Expelió el resto de su espeso moco sobre mi mano, un torrente interminable de esperma se esparcía sobre mis dedos, regándolos con el blancuzco semen que brotó abundante de su miembro.

Cuando termine de tragar las espesas pruebas de los espasmos finales que habían saltado en mi garganta, con mi lengua le acaricie el embadurnado miembro que aún después de eyacular conservaba su tamaño triunfante. El sonreía y me acariciaba, al tiempo que yo limpiaba los restos de semen que cubrían mi cara, mi mano y mi antebrazo, él muy atento me miraba lascivamente.

Apenas termine de limpiar sus fogosas emulsiones, comencé a rogarle que me fuera a dejar a mi casa, ya que era muy tarde y mis padres me iban a castigar. Creo que debido a que su calentura había decrecido, se ablandó y partió a dejarme a mi casa.

Recién cuando estuve en mi casa, se me paso el susto, esa noche realmente me había salvado jabonada de ser penetrada por primera vez, por dármelas de agrandada.

Jacqueline

Santiago - Chile

(9,55)