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Coche averiado e iniciación anal

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Se suele decir, que hay gente que nace con estrella y gente que nace estrellada.

Yo a aquellas alturas de la noche y en la situación en la que me encontraba, empezaba a tener muy claro que pertenecía a la segunda clase.

Estaba en medio de ningún lado a altas horas de la madrugada en una carretera por la que no pasaba ni un alma, con un coche que no arrancaba y con un móvil sin cobertura; ¡Viva la tecnología moderna...!

Llevaba más de media hora allí, sin saber muy bien que hacer. Había intentado revisar el motor de mi coche, pero la verdad... yo soy músico, no mecánico. Había intentado moverme para ver si el teléfono cogía cobertura, pero al parecer no había nada que hacer. Y para colmo el último signo de civilización que había visto era un pequeño motel de carretera hacía como diez kilómetros ¡y malditas las ganas que tenía de meterme aquella pateada!

De todas formas aún tenía la esperanza de que algún alma errante decidiera pasar por aquel lugar alejado de la mano de dios y me echase una mano.

Decidí esperar un rato más, pero dentro del coche, porque fuera comenzaba a hacer demasiado frío. Así que puse los obligados triángulos y me metí en el coche.

Gracias a Dios el encendido funcionaba y pude poner la calefacción, pero sabía que no podía mantenerla mucho rato porque, si no, además de sin motor, me quedaría sin batería; así que cuando el ambiente estuvo un poco más caldeado la apagué.

Estaba a oscuras, solo, en un ambiente templado y en una situación desesperada... y que es lo que se le ocurre a un hombre que puede hacer en un caso así para no aburrirse... creo que es evidente.

Recosté el cuerpo contra el asiento y me acomodé. Notaba que la temperatura empezaba otra vez a bajar, pero pensé que masturbarme me ayudaría a conservar un poco de calor.

Comencé a acariciar mi verga, aun fláccida, por encima del pantalón, suave pero insistentemente y pronto comenzó a tomar un mayor tamaño.

Cuando empecé a notar el agradable calor que producía aquella sensación en mi entrepierna, decidí dar un poco más de marcha al asunto; así que desabroché mi cinturón y los botones de mi bragueta pensando que no eran mis manos las que lo hacían sino las de una mujer voluptuosa, que deseaba tomar mi polla entre sus labios. La imagen que cree en mi cabeza, me ayudó a excitarme un poco más. Imaginé a una chica de unos 20 años, de cabello negro y rizado y con piel color caramelo; con una preciosa boca que me recordaba a una fresa; con pechos altos, firmes y grandes coronados con unos bonitos pezones que incitaban a pellizcarlos. Vientre plano y largas piernas torneadas, culminadas por delante por un coñito muy apetecible y por detrás por un culo redondo y alto. (Los sueños, sueños son...).

La imaginaba arrodillada ante mí, entre mis piernas con su boca justo a la altura de mi polla ya totalmente erecta, habiéndola liberado de las ropas que la incomodaban.

Mientras en la realidad yo había rodeado mi verga con la mano y la acariciaba con movimientos regulares arriba y abajo, en mi mente, la veía a ella acercándose la punta a sus labios carnosos besándola y lamiéndola, hasta llegar a metérsela en la boca y comenzar a hacer movimientos y presión como si quisiera simular que era su coñito el que me engullía el miembro...

Estaba excitadísimo, y los movimientos de mi mano cada vez eran más rápidos. Había olvidado por completo la situación en la que me encontraba.

Justo en ese momento... algo me hizo volver a la realidad, noté que el interior de mi coche comenzaba a notarse de luz. Detuve el movimiento de mi mano e intenté buscar de donde venía la luz. Al girar la cabeza hacia atrás, vi que venía un coche.

La verdad es que no se si sentí alegría o enfado... no me quedaba mucho para correrme;

El conductor del coche debió ver los triángulos de emergencia, porque se comenzó a decelerar, hasta que, al llegar a la altura de mi coche, paró completamente.

Lo primero que pude discernir de la persona que conducía fue que era una mujer. Lo que me faltaba... con el calentón que yo llevaba...

Ella abrió la puerta y comenzó a descender del coche, del cual no había apagado el motor... supongo que lo hizo por seguridad...nunca sabes que te puedes encontrar cuando paras a socorrer a alguien en una carretera oscura.

Cuando estuvo de pie frente a mí, me maravilló lo que vi. No era la belleza morena de mi fantasía erótica, pero desde luego, su cuerpo no ayudaba a relajar la tensión entre mis piernas.

Era una mujer alta (casi de mi estatura), fuerte y bien proporcionada, con unas caderas redondas y esbeltas cubiertas por una falda de tubo bastante corta. El vientre plano se entreveía por debajo de su también corta camiseta (la verdad, es que la ropa en sí, me pareció muy vulgar), que marcaba unos pechos duros, altos y grandes... además el frío estaba haciendo que los pezones se le pusieran como puntas. La visión de sus pezones creciendo, hizo que mi miembro aumentara un poco más de tamaño hasta tener una erección casi completa.

Ni siquiera la había mirado aún a la cara (aunque noté que tenía el pelo castaño, largo y muy liso), cuando la oí hacerme las preguntas típicas sobre qué es lo que me había pasado.

Yo empecé a contarle lo sucedido sin conseguir mirarla a la cara y tratando de poner posturas que no evidenciaran el bulto de mi pantalón.

Me dijo que ella no tenía ni idea de mecánica y no podía ayudarme pero que si quería, kilómetros atrás había visto un motel de carretera y no la importaba acercarme hasta allí.

¡Estupendo! Iba a montar en un coche, estando yo cachondo perdido con una mujer que estaba como un tren para ir a un motel... ya me imaginaba a mí mismo esa noche matándome a pajas.

Le di las gracias. Cerré mi coche mientras ella montaba en el asiento del piloto del suyo.

Mientras abría la puerta y me acomodaba a su lado en el interior, mi mente empezó a cavilar cientos de situaciones distintas en las cuales yo conseguía follármela.

Ella me estaba hablando pero realmente yo no la hacía mucho caso, asentía ligeramente ante sus observaciones y seguía con mis escenas imaginarias...

Por fin cuando me atreví a mirarla a la cara, pude apreciar que no era gran cosa, pero nada despreciable al fin y al cabo..lo único más me llamó la atención fue su boca... ¡sí señor, aquello era una boca! No excesivamente grande, pero bien dibujada y carnosa, la boca ideal para hacer una mamada.

No sé si ella notó en lo que estaba pensando, pero el hecho fue que cuando nuestros ojos se cruzaron, ella puso cara de sorpresa y su mirada pasó sin tapujos y sin vergüenza a mi entrepierna.

Se hizo el silencio en el coche... y fue cuando pensé que ella pararía el vehículo y me obligaría a bajarme... pero no fue así.

En su sensual y apetecible boca apareció una pícara sonrisa y siguió conduciendo, sin decir nada.

Yo seguí allí sentado mientras notaba que el rubor subía a mi cara. Pero el hecho de que ella supiese que yo estaba empalmado hizo que me excitara aún más... Mi pantalón iba a reventar.

Hicimos todo el camino callados, aunque de vez en cuando yo miraba de reojo la línea curva que formaban sus hermosos pechos y la piel que desaparecía debajo de su falda.

Cuando el motel apareció delante de nosotros, noté que el coche reducía la velocidad deteniéndose en uno de los aparcamientos frente al edificio.

Le di, las gracias por todo y le dije que si podía compensarle el favor de alguna manera... Juro que la pregunta no fue con mala intención, pero su respuesta me dejó atónito.

- Bueno... es tarde, no tengo nada mejor que hacer... y no eres el único que está cachondo...

-¿Qué quieres decir? –Le pregunté con voz sorprendida y a la vez excitada.

-Sabes perfectamente a que me refiero –y diciendo eso me puso la mano en mi miembro abultado mirándome directamente a los ojos.

Por momento pensé que me corría allí mismo.

-¿Quieres alquilar una habitación? –Pregunté tragando saliva como pude y deseando que aquello no fuera una broma.

Sin decir nada, ella apagó el motor y se bajó del vehículo. No tardé ni un segundo en seguirla.

Cerró el coche y nos encaminamos hacia la puerta del motel.

No merece la pena contar como era el motel ni los detalles del registro, ni nada de eso, sólo diré que mientras subíamos las escaleras para dirigirnos a la habitación, pude ver su trasero moviéndose delante de mí y mi único deseo en aquel momento, fue tenerla desnuda ante mí a cuatro patas.

Por fin llegamos a la habitación.

Yo había pensado en desnudarla poco a poco, pero no me dejó. Antes de que me diera cuenta ya se había sacado la camiseta y la falda... como ropa interior solo llevaba un ligerísimo tanga, tan mínimo que dejaba entrever su coñito prácticamente rasurado al completo. A pesar de la decepción de no haber podido rozar su piel mientras le quitaba la ropa, la visión de su cuerpo casi desnudo fue una explosión de placer para mis sentidos.

Su piel era firme y parecía muy suave y sus formas eran extremadamente voluptuosas. Sentí deseos de tirarla sobre el suelo y follármela sin más preámbulos. Pero no iba a estropear el momento comportándome como un animal, así que refrené mis impulsos y me acerqué lentamente a ella.

Le puse la mano en la cintura para atraerla hacia mí y deposité un suave beso en sus labios. Al notar que estos respondían abriéndose un poco, pasé a besarla con más intensidad llegando a introducir mi lengua en su boca para jugar con la suya.

Mientras sus manos, comenzaron a moverse por mi cuerpo, acariciando mi espalda de abajo a arriba y deteniéndose en mi nuca.

De repente de un solo movimiento, tiró de mi camiseta y me la quitó por la cabeza. La tiró descuidadamente a un lado y atacó mi cuello, recorriéndolo con sus labios mientras trazaba círculos por la lengua, desde las orejas hasta los hombros, cambiando de un lado a otro pasando por encima de mi pecho.

Sus besos comenzaron a descender hasta llegar a mis pezones y mientras con la boca me mordía uno suavemente, con la mano me pellizcaba el otro.

Sobra decir que a estas alturas mi empalmada era de campeonato.

Su boca siguió bajando hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón, la cual recorrió de lado a lado con la lengua.

Noté que forcejeaba con el primer botón de la bragueta, pero me sorprendió que no lo estaba desabrochando con las manos, sino con los dientes. El primero, le costó un poco, los demás no tuvieron misterio para ella.

Cuando mi pantalón estuvo totalmente abierto, se incorporó y se puso detrás de mí. Noté sus aliento en mi nuca, y de repente sentí como sus grandes pechos se aplastaban contra mi espalda, casi puedo decir que noté como sus pezones, duros, se clavaban contra mí.

Sus manos aparecieron por delante y resbalaron por mi torso, bajando por mi vientre y se colocaron tímidamente sobre mi verga erecta.

¡Quería follármela ya!

Pero por más que lo intentaba, era incapaz de moverme. Ella sabía mover las manos y me estaba volviendo loco con sus caricias.

Sin previo aviso y casi de forma violenta, tiró de pantalón hacia abajo, arrastrando con él los bóxer. Se agachó y me quitó los zapatos y los calcetines y terminó de desnudarme.

Se incorporó y volvió a ponerse enfrente de mí.

Ella aún llevaba el tanga puesto y yo la quería totalmente desnuda, así que la cogí por lo hombros, le di la vuelta y la llevé contra un pared. Apoyé una mano contra su espalda apretando su pecho contra el muro y la otra mano se la puse en el bajo vientre tirando hacia atrás obligándola a sacar culo. Ella tenía los brazos levantados con las palmas de las manos contra la pared una a cada lado de la cabeza.

En esta postura, le aparté el pelo hacia un lado y fui besando su nuca, sus hombros, deslizando la lengua por su espalda, cada vez más abajo, mientras con mis manos recorrían sus costados, desde el nacimiento de sus pechos hasta sus caderas.

Cuando mi boca llegó al delgado cordel que era la cinturilla de su tanga, lo mordí y tiré de él hacia abajo, de forma que mis labios iban besando su nalga mientras le quitaba la prenda.

De repente ella se dio la vuelta y me encontré con su coñito depilado frente a mi cara... no pude evitar el impulso de besarlo y meter la lengua entre la tímida rajita que formaban sus labios. Al hacer esto, ella no pudo reprimir un gemido de placer y noté como se tensaba debido a un escalofrió.

Terminé de quitarla el tanga con las manos y la obligué a separar las piernas de forma que yo pudiese tener mejor vista del tesoro que escondía entre ellas.

Con un dedo comencé a acariciar sus labios vaginales y su clítoris, el cual estaba duro, deslicé el dedo hasta llegar a su entrada, que estaba completamente empapada. Entró sin dificultad, así que lo saqué y metí dos, tampoco me costó hacerlo, así que intenté meter un tercero; este ya me costó un poco y sentí como ella se estremecía.

Comencé a mover los dedos dentro de ella, hacia arriba hacia abajo y también intentando abrirlos un poco, para rozar todos los lados de su vagina. Desde mi posición, aún agachado, podía ver tanto mis dedos en su coño como las expresiones de su cara. Ella estaba muy excitada y yo también. Pero antes de follármela aún quería que ella hiciese algo por mí; no iba a desperdiciar aquella boquita...

Saqué los dedos y me incorporé, ella tomó mi mano y comenzó a lamerme los dedos con lascivia, recorriéndolos con la boca y con la lengua.

-Como sigas haciendo eso, te voy a meter otra cosa en la boca –Aun no sé cómo pude decirle aquello así sin más, pero el hecho fue que funcionó.

Si pensárselo, se arrodilló ante mí, cogió mi polla con su mano y sin preámbulos de ningún tipo, se la metió en la boca hasta la mitad. Me pareció un poco brusco, normalmente me gusta que jueguen con ella antes de comerla, pero en cuanto empezó a trabajármela, me olvidé inmediatamente de los preliminares... a cada embestida conseguía introducir un poco más hasta que llegó a engullirla entera. Cuando se la metía, lo hacía con rozamiento suave de sus labios, pero al sacarla, succionaba y al llegar al capullo, sin sacarla por completa pasaba la lengua por la punta para volver a introducirla. Su lengua jugaba constantemente haciendo círculos por todo el tronco. Me estaba volviendo loco... iba a correrme en su boca...

Pero debía aguantar. Yo quería penetrar su coñito. Así que muy a mi pesar la aparté.

-¿No te gusta como lo hago? –Me preguntó levantando la mirada.

-Claro que me gusta, pero no quiero correrme todavía.

Cuando intentó levantarse, le puse la mano en el hombro para evitarlo. Me puse detrás de ella y me arrodillé haciendo que abriese las piernas para ponerme entre ellas. Puse la mano en su espalda y le dije que se inclinara apoyándose sobre las manos.

- ¿Qué vas a hacerme? –Preguntó con voz temblorosa, tal vez un poco asustada aunque acató la orden.

-Relájate –Le dije, para tranquilizarla, aunque enseguida supe qué era lo que ella estaba pensando... ¡creía que la había puesto a cuatro patas para penetrarla por detrás!

La verdad, es que no se me había ocurrido... pero bien pensado, no era mala idea. Aunque yo nunca lo había llegado a hacer, la idea me atraía mucho, sobre todo viendo su culito alzado e indefenso ante mí.

Decidí intentarlo...

-¿Nunca te lo han hecho? –Pregunté inclinándome sobre ella para susurrarle la pregunta al oído.

-No, eso debe de doler -Contestó tímidamente.

-No te preocupes –le dije para calmarla, aunque yo también estaba un poco nervioso– No te dolerá, te iré abriendo poco a poco.

Ella no dijo nada, así que me lo tomé como una aceptación a la propuesta.

Restregué uno de mis dedos contra su coñito que estaba muy húmedo; se lo metí para que se empapara con su flujo. Lo deslicé hasta la entrada de su ano y empecé a intentar meterlo. Se resistía a entrar y tenía que hacerlo con mucho cuidado para no dañarla. Volví a mojar el dedo en su coño y al meterlo por su culito, entró aunque con cierta dificultad. Ella no profirió ningún sonido, pero noté que se estremecía.

Comencé a meterlo y a sacarlo con suavidad hasta que sentí que se deslizaba con facilidad. Entonces mojé un segundo dedo e intenté meterle los dos al tiempo. Igual que con el primero, al principio costó pero poco a poco fue relajándose y abriéndose. Repetí la operación hasta que fueron tres los dedos que se deslizaban sin dificultad en su interior. Ella no se había quejado en ningún momento.

Pensé que con eso, sería suficiente.

Saque los dedos y me incliné sobre ella, para hablarle.

-Creo que estás preparada –Le dije– no te he hecho daño ¿verdad?

-No, no me has hecho daño -pero, por favor, hazlo despacio.

Volví a incorporar el cuerpo y cogiendo mi polla con la mano comencé a restregarla contra su coñito, sobre todo la punta, para empalarla bien.

Dirigí mi polla hacia la entrada, y la introduje un poco en su culito.

-Empuja tú hacia atrás, si prefieres –le dije.

Ella empezó a echar el cuerpo hacia atrás mientras yo veía como mi polla desaparecía poco a poco dentro de su culo. La cogí por las caderas y comencé a empujar yo también, pero sin querer empujé demasiado y mi verga entró por completo. Ella gritó y vi cómo se encorvaba su espalda.

-Perdona, ¿Estás bien? –Le pregunté

Ella no contestó, me pareció que intentaba calmarse. No me moví por miedo a hacerle más daño. Al cabo de un minuto ella dijo que continuase.

Comencé a moverme lentamente dentro de ella. Al principio el dolor la hacía jadear, pero no me pedía que parase, pero al cabo de un rato, ella misma empezó a acoplarse a mis movimientos, con lo cual yo me animé y empecé a imprimir más fuerza y velocidad a mis movimientos. Ya no me costaba entrar y salir de ella, aunque es cierto que era más estrecho y rozaba que un coño.

La sensación era muy excitante y estaba de nuevo a punto de correrme, pero en un momento de lucidez me pareció que no sería justo para con ella, el que yo me corriera, así sin más... ella ahora parecía disfrutar de la penetración anal, pero me pensé que no lo suficiente como para que tuviese un orgasmo.

Saqué mi miembro de su culo y sin preámbulos se lo metí por el coño, con lo cual ella volvió a arquear la espalda, pero esta vez no fue de dolor, sino de sorpresa y placer.

La penetré con furia y ella correspondía a mis embestidas, mientras que con mi mano derecha la empujaba las caderas hacía mi para hacer mayor fuerza y con la izquierda pasaba de acariciar su clítoris a pellizcar sus pezones. Ella estaba a punto de correrse y a mí me quedaba muy poco.

Al fin ella llegó al orgasmo entre gemidos mientras su cuerpo se contorsionaba y retorcía por el placer. Cuando creí que ella había acabado, saqué mi polla de su coño y volví a meterla en su culo, esta vez sin miramientos porque ya estaba abierto y la follé salvajemente, hasta que no pude aguantar más y noté como bombeaba dentro de ella todo mi éxtasis... me corrí largamente, tanto que pensé que moriría antes acabar.

Cuando por fin terminé, dejé caer mi cuerpo sobre ella y ella a su vez se dejó caer sobre el suelo. Así nos quedamos, relajados y exhaustos, largo tiempo sin decir ni una sola palabra.

Qué decir de aquel polvo aparte de que fue increíble...

De repente me acorde de cómo había empezado la noche y llegué a la conclusión, con una sonrisa en los labios de que a lo mejor, de vez en cuando, incluso los que nacíamos estrellados, alguna vez en la vida teníamos estrella.

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