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El desconocido

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Por fin un área de descanso. No tenía gasolinera ni bar, pero no podía seguir conduciendo un minuto más. Estaba incómoda más que cansada. Hacía calor, la ropa me molestaba, no encontraba las gafas de sol, la botella de agua estaba en el maletero.

Paré el coche. No se veía la autopista. Me acordé que se decía que había cancaneo gay en algunas áreas de descanso discretas como aquellas. Sentí un cosquilleo en el estomago como de miedo o excitación. No lo sabía muy bien. Eran las 4 de la tarde y había bastante tráfico en la autopista aunque nadie en el área de descanso. Me quité la idea del miedo con un “no seas tonta niña”. Sin embargo, el cosquilleo de la excitación seguía ahí.

Bajé del coche. Fui al maletero y bebí un trago largo de agua. Menos mal que no estaba muy caliente. Vi una fuente al lado de dos bancos y rellené la botella. Al notar el agua fresca me entraron unas ganas locas de mojarme el pelo, refrescarme la cara, las piernas. Miré alrededor. Seguía sin haber nadie. Puedo hacer pantalla con el coche y refrescarme. Me quedaban casi 300km de viaje y seguro que no encontraba otro sitio como este.

Regresé al coche, lo puse en marcha y lo dejé delante de la fuente. Abrí de nuevo el maletero y la puerta para que me ocultaran si llegaba alguien y poder meterme rápidamente en el coche. Me quité el pantalón y me puse una faldita que siempre llevo en viajes largos porque es muy fresca. Empecé a desabrocharme la blusa y me la quité. La doblé con cuidado y la guardé en la maleta junto al pantalón que me acababa de quitar. Abrí la fuente y me mojé el pelo, me lavé la cara y pasé mis manos mojadas por mis piernas y brazos.

Era una sensación maravillosa después de lo pegajosa que sentía la piel. Más relajada me percaté que solo llevaba la falda puesta y el sujetador. Me reí yo sola de mi atrevimiento. ¿Por qué no? Dije en voz alta y me reí de nuevo. Me quité el sujetador y acaricié mis tetas también sudadas con mis manos húmedas. Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero.

¿Qué estaba haciendo? Pensé. Mis manos seguían refrescando mis pechos. Pero estaban haciendo algo más. Mis dedos tenían vida propia. Mi cerebro no estaba ordenando que mis pezones disfrutaran con el roce de las yemas de mis dedos. Sin embargo, mi vista no me engañaba. Lo estaban haciendo. Levanté la vista asustada. La sola idea de que alguien me pudiera pillar haciendo algo así me daba pánico. O eso era antes de haber parado en aquella área de descanso. ¿Tendría algún afrodisíaco el agua de aquella fuente? Volví a reírme yo sola de lo tonta de la idea. ¿Me estaría volviendo loca?

Miraba fijamente a la vía de acceso al área de descanso. Intenté sosegarme. Me apoyé en el coche, respiré hondo, bebí más agua y encendí un pitillo. No podía hablar tanto conmigo misma pero seguía haciéndolo. ¿Qué me pasa hoy? Estoy aquí, en el medio de un sitio en el que puede llegar cualquier coche o camión enseguida y verme un hombre, una mujer, un adolescente o un niño, fumando un cigarrillo con las tetas a la vista. Sin embargo el cosquilleo no cesaba. Ahora sí sentí que mi cerebro pedía cosas y mis manos obedecían y me acariciaban. Parecía como si fuera dos personas, una que observa y otra que hace. Lo extraño es que la que observa está viendo su propio cuerpo actuar sin poder controlar sus movimientos.

Acabé de fumar y conseguí llegar a un punto en común entre mi cuerpo y mi cerebro y me dejé llevar.  Me senté en el banco, mojé mis manos de nuevo y volví a acariciar todo mi cuerpo. Esta vez olvidando la culpa o vergüenza, disfrutaba del contacto de mis dedos permitiendo que la excitación se fuera apoderando de mí. Me quité también las braguitas que, en un arrebato de mi otro yo, tiré a la papelera. Sonreí al hacer canasta. Separé mis piernas, subí mi faldita hasta la cintura y mi dedo anular exploró mi cueva hasta que pidió otro dedo más. Sofocada ahora no solo por el calor, disfrutaba de la brisa que acariciaba mis pezones y erizaba todo mi vello en aquel banco a la sombra de un hermoso roble.

A punto de llegar a un clímax inesperado, el motor de un coche rompió el momento. El pánico se apoderó de mí. Estaba a menos de dos metros del coche. Mi cerebro intentaba pensar. Había guardado la ropa que llevaba en la maleta y solo había sacado la faldita pero no la camiseta que pensaba ponerme. Busqué con la vista el sujetador y lo encontré en el asiento de atrás. Bueno, es medio deportivo, pensé mientras me lancé literalmente al asiento para ponérmelo.

Apareció el coche. Venía solo una persona. Me di cuenta que seguramente aparcaría cerca del mío porque era el único lugar a la sombra, allí estaba la única papelera y la fuente. Me miré en el espejito del parasol. Mierda!!!! Exclamé para mí. El sujetador no parecía para nada un sujetador deportivo, parecía un sujetador. No dejaba ver mucho pero seguía siendo un sujetador. Decidí hacerme la dormida. Me tumbé en el asiento de atrás. Me di cuenta que no podía mover las piernas demasiado porque corría el riesgo de dejar mi coñito a la vista si miraba dentro. Y noté que aun seguía húmeda.  A pesar del susto, del pánico, allí, fingiendo que dormía,  la excitación no se había ido.

Oí su motor apagarse y la puerta abrirse. Mis ventanillas estaban bajadas. Eran las 4 automáticas y no tuve tiempo de poner la llave en posición de arranque para subirlas. Escuché sus pasos, abrir y cerrar más puertas de su vehículo y luego el chorro de la fuente. Tenía que haber pasado ya por al lado de mi coche. Tenía que haberme visto en sujetador. Me subieron los colores pero también la excitación. ¿Qué me pasaba? Me estaba excitando porque aquel desconocido podía verme en sujetador. No podía ser.

―Hola

¿Me estaba hablando? Tierra trágame, a pesar de lo cuál abrí los ojos.

―Hola

Me incorporé. No lo veía. Ahora sí. Estaba sentado en el banco en el que había estado yo antes sentada. Asomé solo la cabeza por la ventanilla

―¿Hablas conmigo?- pregunté tontamente pues no había nadie más allí

―Disculpa que no sabía si dormías pero me preguntaba si tenías fuego. Se me estropeó el mechero del coche y me muero por fumar un pitillo.

―Tranquilo, solo tenía los ojos cerrados. Es que pasaba mucho calor en el coche y tuve que parar a refrescarme- le contesté con una calma que me sorprendió a mí misma. ¿Podía pedirle que me cogiera la camiseta del maletero? Pensé. Sin embargo, noté de nuevo ese cosquilleo y lo olvidé- Ahora bajo y te doy fuego- añadí sin ser consciente de lo que decía.

 Busqué el mechero en el bolso, abrí la puerta y me di cuenta: si estaba mirando, iba sin bragas y podía ver de más. Pero mi yo de ese momento no dejó que ese pensamiento me detuviera y salí del coche.

―Disculpa la pinta que tengo pero no contaba con visitas- le bromeé con un desparpajo desconocido en mí

―Soy yo el que molesto y no tienes que disculparte. Al contrario, ojalá fuerais así más a menudo- contestó guiñando un ojo y mirando mi pecho

―Así o con menos, no?

―Bueno, creo que tenías menos cuando llegué

―Si estaba durmiendo cuando llegaste así como ves- respondí sorprendida de su comentario pero notando el cosquilleo en aumento

―¿De verdad? Veo que no te diste cuenta que antes de dar la curva se ve este banco

Los colores se me subieron todos a la vez a la cara. Miré hacia dónde me indicaba y vi el reflejo del calor en el firme de la vía de salida hacia la zona en la que estaba. La vergüenza era tal que sentía un calor en la cara increíble. Perdí todo el desparpajo que tenía hasta ese momento. Empecé a sentirme desnuda delante de aquel desconocido. Él sonreía

―¿Por qué te crees que tardé tanto en llegar? Normalmente se hace en segundos el trayecto y, si no hubiera dado un acelerón, no me hubieras oído y te habría pillado de pleno, jajajajajaja. Refréscate la cara mujer que parece que te va a arder

Me dirigí a la fuente de nuevo y me incliné para mojarme la cara. El agua fresca me vino bien y bebí un poco. De repente, algo subió mi falda. Me giré y vi al desconocido alejarse con una sonrisa en la cara

―Eres un descarado- le grité.

―Lo sé y tu también- me respondió- y voy a imitarte

―¿Cómo?

No contestó. Se limitó a quitarse la camiseta, el pantalón corto que llevaba y unos calzoncillos tipo slip. Desnudo completamente, con su pene medio erecto, se puso de nuevo el pantalón pero se subió solo la cremallera, dejando parte de su escaso vello púbico a la vista. Delgado, fibroso, seguro de su cuerpo. Yo seguí allí, parada, mirando como una tonta su numerito, intentado controlar el corriente de excitación que sentía dentro de mí. Me sentía fuerte de nuevo.

―¿Y ahora qué?

―Yo te lo haría ahora mismo, en ese mismo banco en el que disfrutabas a solas antes de que llegara pero no tengo condones y creo que tu tampoco

―Tu has visto muchas películas porno

―Es cierto, pero también he visto mujeres excitadas y tu lo estás ahora

―Pero eso no quiere decir que vaya a follar contigo

―Ni yo te lo pido,

―¿entonces?

―Masturbémonos juntos

Su propuesta me desmontó.

―Estás loco- le dije pero lo cierto era que estaba excitada y quería disfrutar de mi cuerpo

―Puede que esté loco pero situaciones así no las vive uno todos los días. Ven, siéntate a mi lado

Se sentó en el banco y me hizo un gesto para que me sentara con él. No era la misma de siempre, me sentía diferente y mi cuerpo me pedía a gritos dar satisfacción a la excitación que recorría todo mi cuerpo. ¿Por qué no? A pesar de lo surrealista de la situación no me sentía amenazada. Aunque era atrevido mantenía un toque de sensatez como demostraba su referencia a los condones. Tengo 38 años y pocas vivencias fuera de lo normal. No lo pensé más y me senté a su lado. Sonrió de nuevo. No era guapo, pero tenía una sonrisa bonita y me gustaba su cuerpo.

―Y ahora qué?- le pregunté

―Solo imítame- me respondió

Mojó un dedo con su lengua y se acarició el pezón izquierdo. Hice lo mismo. Nos mirábamos.

―Yo no llevo nada de cintura para arriba

Me quité el sujetador. Dejé que sus ojos recorrieran mis pechos antes de taparlos con las manos y jugar con ellos. Se bajó la cremallera del pantalón. Introdujo su mano por la bragueta. Yo me subí un poco la falda y puse mi mano en la entrepierna. Volvió a mirar con detenimiento la teta que quedó al descubierto.

―Me gustan tus tetas

Yo no respondí. Cerré los ojos y dejé que mi mano me hiciera feliz.  Mi faldita fue subiendo con los movimientos de mi mano hasta quedar como antes de que llegara mi compañero de paja. Abrí los ojos y lo miré. Su mirada recorría mi cuerpo. Estaba completamente desnudo, con su mano izquierda acariciando y masturbando su polla. Era bonita. Se levantó y se puso delante.

―Así te veo mejor- me dijo

―¿te gusta lo que ves?

―Mucho

 Se acercó un poco más. Yo abrí más mis piernas, estirándolas. Estaba ahora entre mis pies. Veía perfectamente como la boquita de pez de su glande se contraía y se abría según subía y bajaba su mano. Seguía aproximándose. No notaba que se movía pero pronto su polla estaba encima de mí. Lo miré. Tenía ahora los ojos cerrados. Su mano apretaba más y se movía con mayor rapidez. Mis dedos también aceleraron. Me iba acercando al orgasmo y parecía que él también. Su corrida iba a caer encima de mi cuerpo. Ni siquiera pensé si eso me importaría o no porque mi orgasmo llegaba y me alcanzó con una intensidad que no recordaba. Gemí como si estuviera sola. El desconocido se detuvo a observar mi placer y volvió a pajearse. Empezó a gemir, a anunciar su corrida mientras yo me daba las últimas caricias. Se acercó más. Su polla rozaba mis tetas. Su polla se coló entre mis tetas que agarró con sus manos para apretarla. Un chorro cálido y espeso impactó contra mi garganta. Recuperó su polla con la mano y siguió echando todo su placer sobre mis tetas. Alguno me llegó a la cara. Llena de su semen, se dejó caer de nuevo en el banco. Sentía su leche resbalar por mi cuerpo, como empezaba a ser pegajoso y a perder su calidez. Nos quedamos allí los dos. No sentía vergüenza a pesar de haber satisfecho ya el calentón que me llevó a esa situación. A lo mejor estaba cambiando. La soltería a esta edad es lo que tiene.

Fui a lavarme a la fuente y me puse la camiseta. El sujetador quedó en el banco. El desconocido también se lavó y se vistió.

―Me llamo…..-empezó a decir

―No quiero saber tu nombre- le corté bruscamente

―Como quieras

―Esto ha sido algo que para mí será como si hubiera tenido un sueño húmedo dentro de unos días

Monté en el coche y seguí mi camino.

 

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