Nuevos relatos publicados: 15

Sueños (5 de 5)

  • 7
  • 18.260
  • 9,00 (5 Val.)
  • 2

Estaba aturdida y algo desorientada cuando la puerta se abrió y una enfermera entró corriendo. Fue directamente a parar ese molesto pitido que seguía sonando y luego se giró para atenderme a mí. Era una mujer de piel blanca y pelo rojizo y rizado, sus ojos eran de un tono entre azul y negro, era la primera vez que veía unos ojos así.

De pronto una imagen de unos ojos verdes con líneas castañas apareció en mi cabeza. ¿Por qué me pasaba eso? ¿Dónde habría visto esos ojos? No tenía respuestas, pero después de ver esos ojos verdes los llamativos ojos de mi enfermera ya no me parecían tan espectaculares.

―Tengo que quitarte ese tubo –dijo la enfermera acercándose a mí.

Su voz era suave, resultaba muy agradable y tranquilizadora. Me sacó el tubo que tenía en la boca, haciendo que sintiera la garganta seca e irritada, y me revisó las pupilas antes de hablar de nuevo.

―¿Sabes quién eres? – me preguntó sentándose a mi lado.

―No te rindas –escuché de pronto de una voz muy familiar.

―¿Escuchó eso? Esa voz –pregunté confundida, pues en la habitación solo estábamos nosotras.

―¿El qué? Yo no escuché nada–preguntó mirándome preocupada.

―Nada –contesté aún confundida mientras sin saber el motivo su voz ya no me agradaba tanto- Discúlpeme, si se quién soy. Soy Liliana Becker.

―Muy bien –contestó pareciendo que aún seguía dándole vueltas a lo que había pasado- ¿Qué edad tienes?

―Veintidós

―¿Sabes cómo llegaste aquí? –preguntó mientras se aseguraba de que lo que yo le decía era lo mismo que aparecía en el informe.

―Recuerdo que necesitaba coger aire y recuerdo el coche.

―¿Algo más? ¿Recuerdas algo de después del accidente?

―Si, recuerdo unos ojos verdes y una voz diciéndome que no me rinda –admití pensando que ella podría saber de quién se trataba.

―Entiendo, puede que sea alguien del equipo médico que te rescató –dijo sin ponerle mayor atención- En un rato pasara el médico a verte, si necesitas algo avísame.

―¿Y mi madre? –pregunté antes de que saliera de la habitación.

La enfermera se quedó paralizada, bajó la mirada y me contestó al tiempo que salía de la habitación.

―No lo sé, lo lamento.

No me gustaba nada esa reacción, algo me estaba ocultando, pero ¿qué podía ser?

Me quedé sola por un rato, cosa que agradecí pues había muchas cosas que no entendía y en las que necesitaba pensar. Para empezar necesitaba saber cuánto tiempo llevaba allí, así que cogí el informe que estaba a los pies de la cama buscando respuestas. ¿Tres meses? Eso explicaba por qué había despertado estando sola, después de tres meses en coma y sin saber si despertaría o no quién iba a estar todos los días sentado a mi lado, aunque sí que estaba decepcionada por no haber visto a mi madre aún.

Pero eso solo respondía una de mis preguntas y aún me quedaban muchas dudas. Cuando tuve el accidente estaba saliendo del funeral de mi hijo y estaba hundida, pero ahora estaba mucho más tranquila y ya no tenía esa presión en el pecho apretándome el corazón pues sentía que mi hijo estaba feliz en algún lugar mejor. ¿Pero por qué era así? Es cierto que habían pasado tres meses, pero yo había estado inconsciente. ¿Cómo era posible que ya no estuviera tan afectada?

Y después, esos ojos y esa voz. ¿De quién serían? ¿Y donde la había visto? Me resultaban muy familiares, pero estaba segura de que nunca había visto esos ojos antes del accidente. Puede que si fueran de alguien del equipo médico, pero no recuerdo nada de lo que paso entre el accidente y mi llegada al hospital, es más, ni siquiera recordaba el momento en que el coche me golpeó. ¿Cómo era posible entonces que recordara esos ojos y esa voz con tantísima claridad?

Seguía divagando en mi mente intentando, en vano, resolver mis preguntas cuando de nuevo la puerta se abrió. Era el médico. Me dijo que cuando ingresé, aparte de las abrasiones tenía un par de costillas rotas y una pierna fracturada, aunque ya se habían soldado todos los huesos y curado las heridas.

―Después de tres meses que menos que los huesos curados ¿no? –pensé mientras seguía escuchándole.

 Antes de marcharse el doctor me advirtió de que tendría que quedarme una semana más en el hospital  antes de poder darme el alta. Los días pasaban y cada vez veía más de cerca el momento en que por fin podría salir de ese lugar. Le había pedido a la enfermera que avisara a mi madre, pero me había dicho que la mujer que aparecía como mi contacto personal estaba fuera del país y que tardaría unos días en llegar.

Visto que iba a estar sola, a ratos me daba un paseo por el hospital, además el médico me había dicho que debía de comenzar a caminar lo antes posible, pero sin excesos claro. Normalmente la enfermera me acompañaba en mis paseos y uno de los días me acompaño a la zona de descanso del equipo médico de la ambulancia que me había rescatado para intentar resolver mis dudas. Aunque lo que descubrí no resolvió ninguna de mis dudas, sin embargo me planteó otras nuevas. En ese equipo solo había una mujer y ni sus ojos ni su voz se acercan apenas a los que yo recordaba. Entonces, ¿por qué tenía esos recuerdos? Los veía tan claro, parecían tan reales. ¿Pero quién era ella? ¿Y donde la había visto? Si la única mujer que había visto después del accidente hasta que desperté había sido la chica del equipo médico ¿cómo era posible que tuviera esas imágenes en mi cabeza? ¿Cómo podía recordar con tanta claridad una voz que no había escuchado antes del accidente y, por lo que había descubierto, tampoco después?

Mi cabeza parecía un tornado de dudas y preguntas sin respuestas. ¿Un tornado? No sabía por qué pero eso me resultaba familiar, aunque no le encontré sentido alguno.

Al fin terminó la semana y me darían el alta, al fin podría salir de ese lugar.  Estaba terminando de despedirme de mi enfermera cuando vi a alguien conocido. Era una chica alta, de pelo largo y rizado y de ojos grisáceos.

Ambas nos quedamos mirándonos por un momento hasta que ella me dedicó una amplia sonrisa y se lanzó a mis brazos.

―Desiré, ¿qué haces? –pregunté alejándola de mi.

―Pensé que no volvería a verte despierta y cuando tu enfermera me llamó…

―¿Qué? –pregunté interrumpiéndola- ¿Mi enfermera te llamó a ti? ¿Por qué no llamaron a mi madre?

―Yo les pedí que me llamaran si despertabas –dijo mientras su mirada se entristecía.

―Genial, si lo que querías era verme despierta ya se te cumplió. Ahora me voy a ver mi madre.

No es que me doliera volver a verla. A decir verdad eso era lo que me esperaba que sucediera, pero no. No sabía el motivo, pero me alegraba no sentir ese dolor en el pecho por pensar en ella.

Estaba muy molesta, llevaba una semana pensando que mi madre llegaría y, probablemente, mi madre ni siquiera estaría enterada de que había despertado. Además, como se atrevía a regresar y lanzarse a mis brazos sin más, como si nada hubiera pasado.

Comencé a caminar hacia la salida cuando sentí que Desiré me agarraba del brazo.

―Espera, por favor –dijo antes de ponerse delante de mí- Por eso estoy aquí. Tengo algo que enseñarte antes de que vayas a la casa de tu madre.

(9,00)