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Reflexiones sobre la Literatura Erótica Gay

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La escritura de relatos eróticos difiera bastante con respecto a los relatos convencionales, tanto en su forma como en su fin, pues un relato erótico siempre busca excitar al lector. Sin embargo, entre estos mismos también existen marcadas diferencias entre los distintos tipos, heteros, gays, zoofílicos, etc.

Quisiera, amigo lector, que me acompañara en esta breve disertación acerca de los relatos eróticos homosexuales…

Primero que nada, debo empezar indicando algunas características propias del género masculino. Primero que nada, los hombres en general siempre están muy inclinados hacia la competencia, ser más fuertes, rápidos y hábiles que sus compañeros. Esto se puede observar con mucha claridad desde niños, viendo como se desenvuelven en sus juegos infantiles. En un grupo de niñas, el elemento primordial de los juegos es la cooperación, ellas no juegan para tratar de ganarle a la otra, ese tipo de relación no es tan importante entre ellas. Si durante el juego, una niña se lastima, todo se detiene, y el resto de jugadoras se acerca a ver qué le pasó a la niña lastimada. El juego solo se reiniciará hasta que dicha niña se encuentre mejor.

Por el contrario, los niños en un partido de fútbol, cuando un compañero se lastima, se espera que este niño salga del campo, ayudado por uno o 2 de sus mejores amigos, para poder reiniciar el partido, pues allí no se observa la inclinación natural hacia la empatía que en un grupo de niñas hay. De hecho, la mayoría de los juegos de los niños tienen que ver con un ganador y un perdedor. En un partido de fútbol, siempre habrá un ganador y un perdedor, no siempre se permiten los empates.

De esta manera vemos que los hombres, por naturaleza, siempre están compitiendo, siempre tratan de imponerse de alguna manera sobre sus congéneres, pues esto les da un sentimiento de superioridad, muy de la mano con el poder que, con esa victoria, sienten, inconscientemente, que ganaron.

Esta competitividad es congruente con su agresividad natural, que es precisamente lo que lo incita a querer prevalecer sobre los demás. Recuerden que la evolución del ser humano lo ha dotado con una racionalidad con la que ha podido adueñarse de este mundo, en detrimento de su emocionalidad innata, aprendida a lo largo de millones de años viviendo como un mono en los árboles. Pero ¿esta emocionalidad puede ser reprimida y eliminada?, por supuesto que no, esta es un acompañante perenne en nuestra vida.

El hombre primitivo debía ser agresivo para defenderse de un mundo hostil que no lograba comprender, pero a medida que logró dominar ese mundo hostil, esa agresividad fue siendo requerida cada vez menos. Pero lejos de desapareces, halló caminos más adecuados para ser expresada: la competencia. Aclaro: la agresividad es lo que hace que un padre de familia acometa con vigor un nuevo proyecto laboral, que sabe le dará de comer y de vestir a los suyos. Pero una cosa es esa agresividad saludable y otra comportarse como un animal.

Ahora bien, ¿cómo se refleja esto en los relatos eróticos de temática gay?

En general, en los relatos sobre relaciones homosexuales siempre existen 2 modelos de personajes, completamente distintos uno del otro. Se tratan del efebo, bello, tierno y delicado; y del macho, fuerte, tosco y agresivo. El primero se deja someter, y por lo general es el pasivo de la relación (el que se deja penetrar o sodomizar); el segundo busca dominar, y casi siempre es el activo de la relación (el que penetra o sodomiza). Estos 2 modelos son análogos a los estereotipos existentes acerca de los homosexuales: la loca y el macho motorista cubierto en cuero.

El estereotipo de macho es el de un hombre corpulento, de extremidades gruesas y fuertes, con una piel morena (o por lo menos no muy blanca) cubierta de vellos y de aspecto sucio. Lo podríamos imaginar algo desgarbado, caminado y vistiendo con desenfado y hasta descuido. Lenguaje soez y agresivo, ademanes fuertes y toscos, además de maleducados y hasta obscenos, con unos genitales grandes, coronados por un miembro grueso y largo y unos testículos enromes, siempre cargados de una abundante dotación de esperma. Casi siempre se trata de un hombre maduro o por encima de los 25, eso sí, mayor que el efebo. En resumen, es el típico macho mexicano, borracho, jugador y pendenciero, algo sádico que disfruta con hacer sufrir a su amante, "entre más duro, más goza".

Por su parte, el efebo es todo lo contrario, generalmente es presentado como un joven hermoso, de piel blanca y, casi, sin vellos corporales, ojos claros y rasgos finos y armoniosos. Su cuerpo es delgado, delicado, destacándose en el un par de glúteos redondos y bien formados, su principal atractivo. Sus genitales, o son normales o muy pequeños. Siempre se le presenta como un ser pulcro, frágil, temeroso e indefenso, a veces amanerado, otra no. Y es, por convención, tierno, amable, educado y atento, un ser fiel y predispuesto al sufrimiento, de donde logra sacar placer. Podría ser comparado al martirio de un parto: la madre sufre y le duele horrores, pero resiste sabiendo la intensa felicidad que vendrá después. el efebo se somete y se deja de su macho, como una especie de sacrificio para recibir la felicidad y el placer que vendrán después. 

Podemos observar aquí un paralelo entre el efebo y la mujer. Ambos comparten el papel que la sociedad, históricamente, ha reservado para ellas: estar siempre sometidas al hombre y reunir en su ser todas aquellas cualidades afectivas que las hacen buenas madres, como la ternura, la delicadeza, la gracia, la fragilidad, etc. Debemos notar, muy a nuestra vergüenza, que estos rasgos siempre coinciden en un hombre, cuando este es degradado o utilizado como un objeto dentro de un relato. Y esto se debe a que, a los ojos de nuestras culturas machistas latinoamericanas, todo lo femenino es visto como sinónimo (o síntoma) de debilidad y pobreza. Aquello que es femenino, por serlo, puede ser dominado, usado y hasta vejado, algo que este autor encuentra lamentable. Desgraciadamente, los relatos eróticos en general, siempre traen estos elementos, dominación y sometimiento de la mano, pues constituye una mancuerna que despierta en nosotros el morbo y esos sentimientos libidinales que nos hacen leer y releer este tipo de literatura. ¿Quién no ha disfruta nunca con la fantasía de atar a su novia mientras le hace el amor? Y si esa persona amarrada es un hombre, el morbo de la fantasía es mayor.

Como verán, no busco ni condenar ni ensalzar los relatos eróticos de temática gay, sin embargo les quería dejar esta reflexión, pues muchas veces nos ponemos a leer algo sin saber realmente lo que lleva como trasfondo. En lo personal, confieso que me encanta esta literatura, y son de las personas que se excitan con la visión de un hombre fuerte, duro y macho… sometido.

Muchas gracias por su atención, y los invito a enviarme sus propias opiniones personales a mi correo electrónico.

 

Gran Jaguar.

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