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La multa

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Mierda!!!! El coche de la guardia civil me estaba haciendo señas para detenerme. Seguro que era por el stop en el que nunca me detengo porque la visibilidad es total. Tranquila me dije mentalmente varias veces. Por el espejo retrovisor veía como se acercaba. Menudos andares de chulo tenía el agente remarcados por unas gafas de sol Rayban de espejo.

Bajé la ventanilla. Me saludó sin quitarse las gafas. Deberían darles unas nociones de educación y psicología para no poner más nerviosas a chicas como yo. En efecto, me paraba por no haberme detenido en el stop. Intenté explicarle que en ese cruce la visibilidad es perfecta y deberían poner un ceda el paso, pero se limitó a pedirme la documentación. Vi en el reflejo de sus gafas de sol que mi vestido estaba demasiado subido. Había montado con prisas porque llegaba tarde y ni me había fijado en ese detalle, pero casi se veía mi ropa interior. Mi bolso estaba en el asiento trasero. Me iba a ver todo al cogerlo. ¿Sería cierto eso que cuentan por ahí? Un pensamiento perverso me cruzó por la cabeza. Me eché hacia atrás para coger el bolso y noté como el vestido se subía un poco más. Busqué la cartera y le di mi carné de conducir. En lugar de dejar el bolso en mi regazo para taparme lo puse en el asiento del copiloto. El guardia civil se puso al lado del espejo en un movimiento que buscaba ver mejor. Le pregunté si necesitaba los papeles del coche. Me estiré para cogerlos de la guantera, separando las piernas permitiendo así que viera todavía más. Empezó a cubrir unos papeles. Menudo cabrón, se recrea la vista pero va a multarme igual.

―Agente, ¿no podría hacer la vista gorda por esta vez? Prometo detenerme siempre a partir de ahora

―Señorita, las normas son para cumplirlas siempre, no solo cuando la pillan a una

―Tiene razón pero usted sabe que soy una buena chica y no una delincuente armada

―Para eso tendría que cachearla para comprobar que no va armada

Acompañó su respuesta con una sonrisa y siguió cubriendo el maldito papel. “Tendría que cachearla”. Había dicho eso. ¿Sería una sugerencia para evitar la multa? ¿Me estaba pidiendo que lo dejara sobarme para no multarme? Esos pensamientos y más surgían en mi cerebro a una velocidad vertiginosa. ¿Por qué no?

―Y si me cachea y comprueba que no voy armada, ¿me dejará marchar sin multa?

―En ese caso claro, pero tendría que cachearla yo, estoy solo de patrulla

Abrí la puerta del coche y me bajé. Me puso contra el coche, con los brazos apoyados en el capó. Me estaba poniendo cachonda. Separé las piernas a la orden que me dio. Se agachó y empezó a tocarme las piernas desde el tobillo. Mi vestido empezaba mucho más arriba pero no protesté. Estaba claro en que consistía el intercambio. Con suavidad fue subiendo por mis piernas. Tengo que comprobar dejado del vestido me dijo. No le respondí. Sus manos se colaron por debajo pero al ser ceñido mi vestido se subió más, quedando a la vista mi trasero. Llevaba tanga ese día. Apartó la tira que se perdía entre mis nalgas y pasó su mano entre mis piernas, acariciando mi coño. Siguió subiendo por los costados y me agarró las tetas. Las estrujó, las acarició y se pegó contra mi culo. Noté su polla empalmada. Ojalá no pase nadie conocido, pensé. Sentí que me desabrochaba la cremallera del vestido por la espalda y luego el sujetador. Sus manos buscaron mis tetas por debajo del sujetador. Pellizcó mis pezones y se apretó más contra mí. Una de sus manos desapareció y la noté de nuevo en mi culo junto a algo muy caliente y muy duro. Se había sacado la polla fuera. No contaba con eso pero seguía excitada. Se frotaba contra mí. La puso entre mis piernas, rozándome el coño con ella. Y me penetró. De una embestida. No pude evitar gemir. No sé si aquello era una violación o no. Suponía que no porque me estaba gustando demasiado. Empezó a follarme y yo acompañaba sus movimientos. Pero de repente se salió y noté algo espeso y caliente resbalar por mis nalgas. Ni un solo gemido salió de su boca. Me di la vuelta y estaba colorado como un tomate. Se limpió su polla con el papel de la multa y se fue dejándome con el calentón de la humillación.

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