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Pelayo, mi primo Nico y yo 4/5

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Sigo al lado de Pelayo, vuelve al baño y coge una bata de felpa que se coloca, me sujeta de la mano y me lleva para sentarme donde hemos estado en un principio.

Se sienta en el sofá, a mi lado, se gira y me mira preocupado. Vuelve a tener esa cara seria que le vi en el taxi.

-Bueno, Ander, es hora de que durmamos un rato, ¿no te parece?, mañana se lo podrás entregar a tu tía sano y salvo.

-Dormiremos aquí, en el sofá.

-No, tontito, hay otro dormitorio, anda vamos.

Sí, hay otro dormitorio, él se quita el albornoz y se tumba en la cama, no me mira, su mirada la tiene clavada en el techo de la habitación. Me quito mi ropa, me quedo en slip y entro entre las sábanas a su lado, me arrimo y me abrazo a su cuerpo, él pasa su brazo por debajo de mi cuello y acaricia mi hombro. Me da un beso y apaga la luz, acaricio su pecho y llevo mi mano a sus labios, me besa en los dedos que no he posado, que han permanecido en el aire temerosos y temblando.

-Ahora a dormir, mañana pensaremos un poco en todo.  –su voz es firme y contundente y pienso en lo que está cambiando, de realizar cosas de niños, de muchacho, ha pasado a razonar y comportarse como un hombre.

Yo me abrazo muy fuerte a su cuerpo, me siento tranquilo, en paz, sosegado, Pelayo está a mi lado, nada me puede pasar.

-¿Pelayo?  -le indago muy quedo.

-¿Qué quieres ahora?, tenemos que dormir, déjalo para mañana  -no me lo dice enfadado, si hubiera luz y pudiera verle la cara estoy seguro de que, por el tono empleado, está sonriendo.

-Sólo una pregunta, ¿te puedo hacer una pregunta?

-Vale, pesado, pregunta.  –me aprieta contra su pecho y me estremezco.

-¿Tú quieres mucho a Nico?  -me quedo esperando y transcurre un momento, creo que se ha dormido u olvidado de responder.

-Sí, pequeño, le quiero. Ahora a dormir.  -ha cogido la costumbre de referirse a mí como “pequeño” y soy mayor que él, al menos en edad.

Han pasado unos días, todo quedó solucionado satisfactoriamente y estos días hemos estado en todos los lugares de la ciudad que nos han apetecido. Nico nos evita y pone disculpas a veces, para no salir con nosotros. Esas disculpas a Pelayo no le valen, va a buscarle a su casa y le saca como sea, a veces a rastras tiene que tirar de él.

Esa tarde, a una hora ya tardía, como a las ocho, después de haber estado todo el día juntos, por ahí, estaba pensando en preguntarle a Jon si tenía una peli que pudiéramos ver, no de las porno que ve con su amigo Nacho, no, una seria. Escucho el ruido de una moto en el jardín. Me asomo al balcón, Pelayo está allí con una moto que no le había visto hasta ahora y Jon está con él, dando vueltas alrededor de la moto deslumbrado, hablando entusiasmado con Pelayo que le escucha y sonríe, aparto la madreselva que sube por la fachada e impide que me vean, es gigantesca y sus ramas parecen brazos.

-¡Eh!, ¿qué haces aquí otra vez?  -le grito.

-Baja, que te voy a llevar a un lugar que te va a gustar.

-Si estoy ya en pijama.  –le rebato aunque sé que, si ha decidido que hay que ir a algún sitio, va a ser así.

-Prepárate, te concedo diez minutos, mientras tanto vamos a dar una vuelta Jon y yo, que lo está deseando.

Jolines que lo está deseando, salta y le quita el otro casco de las manos, yo me escurro al interior, a volver a vestirme para ir al lugar tan especial y que me va a gustar tanto.

Cuando regresan ya estoy abajo, en el jardín, esperando. Jon viene que no cabe en sí de gozo, habla y habla de motos como si supiera algo.

-Venga, baja de la moto, Jon, y dale el casco a tu hermano.

Creo que Jon me mira hasta con odio, cuando tiene que cederme el casco.

-Vamos, Ander, que se va a poner el sol.

Monto en la moto y me abrazo a su estómago.

-Sujétate bien a mí y luego coloca tu cara pegada a mi espalda. Hasta luego, Jon, os lo entregaré vivo y ya sabes, te dejaré la moto cuando tengas mi edad, no antes.

Estoy encantado de tenerle entre mis brazos, va siguiendo la carretera paralela al rio, antes de llegar al paseo de los plátanos que llega hasta la playa, luego se mete entre calles hasta volver a salir a la carretera que discurre paralela a la costa.

Lleva su mano izquierda hasta las mías y las escurre para abajo, hasta donde descansa su polla, me entra la risa y las dejo allí haciéndole pequeñas caricias que poco a poco logran que su verga vaya cobrando vida. Deja la carretera principal y ahora vamos por una en muy mal estado, la abandona y vamos por el lateral, que es de tierra pero no tiene baches.

Para la moto y vuelve su cabeza hacia mí.

-Ya hemos llegado, baja.  -desciendo del vehículo y espero a que él le ponga el seguro y guarde los cascos, luego me coge de la mano y tira de mí-  Venga, que tenemos que andar un poco.

Es cierto que tenemos que andar, pero muy poco, detrás de un recodo del camino se ven unas ruinas casi inexistentes, tres paredes derruidas, como de dos metros de altura. Me lleva hacía allí, al subir una ligera cuesta se va viendo el horizonte del mar y, cuando llegamos a las ruinas, se ve el acantilado con el hermosísimo azul oscuro de las aguas, como un espejo que reflejara la luz, totalmente lisas, no corre ni una ligerísima brisa, el aire parece estancado. Me lleva detrás de las ruinas, como a unos veinte metros del precipicio. Allí, al pie del muro hay un césped mullido, verde, jugoso, no muy largo. Se sienta y tira de mi mano para que lo haga yo también.

-¿Este es el lugar tan maravilloso?, hombre, bonito si es, con el mar ahí tan imponente, pero maravilloso…  -me quedo mirando los alrededores y las ruinas cubiertas de verde hiedra.

-Espera, espera y verás. Las ruinas fueron, antiguamente, un fuerte y aún hay troneras, a las que se accede desde el interior, no merece la pena arañarte, está todo lleno de jaros e iban a lastimar tu bonita piel.  -me está mirando y sus ojos chispean alegres y traviesos.

En un momento, sin darme tiempo a responder le tengo montado encima de mí a horcajadas. Tiene en su boca esa mueca de chico malo, juguetón y trasto que dulcifica con la sonrisa que se le va formando en la boca.

-Ander, también te he traído para otra cosa, aparte de por el paisaje.  -intento escapar de debajo de su cuerpo, lucho y me canso, es muy fuerte y sin esfuerzo me mantiene dominado.

Como un loco se lanza a comerme la boca, primero los labios, que aprisiona entre los suyos, luego estira mis mandíbulas con sus manos para que abra mi boca y cerrarla con la suya. Me divierte como me trata, como me maneja y me engaña y río con risa de niño que disfruta de su juguete más querido,  me besa en un lateral de la cara, giro mi rostro jugando, me besa el otro lado, agito mi cabeza y llega de nuevo a mis labios y allí aprieta con fuerza, me hace daño, me clava sus dientes, me rindo y dejo de moverme, solo mis manos acarician su cuello y mis dedos se hunden en su cabello.

-Pelayo, eres un payaso que me hace reír y me vuelve loco.  –me muerde el lóbulo y me susurra.

-Algo más sabré hacer.  –y allí, envueltos por la calidez del aire, acariciados por la jugosa hierba y siendo testigos las nubes y los pájaros, comienza a despojarme de mi ropa, a mirarme extasiado y se desnuda también él,  y así, comienza a hacer lo que sabe.

Sabe besarme los labios, sabe comer mis tetillas y ponérmelas tiesas, que parece que me crecen un centímetro, sabe acariciar mi pecho y mi vientre, entretener su lengua en mis escasos abdominales pero que a él le encantan, sabe tocar mi polla y manejarla entre sus largos dedos, sabe chupármela hasta  hacerme suspirar angustiado, sabe meterme sus largos dedos por el culo hasta gritarle que pare. Lo sabe todo de mí, de mi cuerpo, sabe hacerme el amor para que alcance el cielo y que, aunque es infinito, lo vea todo él con mis ojos, sabe todo de mi espíritu, para hacerme ver que hay cosas maravillosas, inalcanzables, pero que él te lleva a tocarlas. Pelayo, mi Pelayo, que ahora me ofrece su polla, inmensa, que me trago, su cuerpo esculpido por Miguel Ángel, su culo prieto y agradable al tacto, el calor de su nido, donde reposan sus huevos, ahora junto con mis manos.

-Te la voy a meter, estoy que no aguanto más, estás aprendiendo a mamarla demasiado bien, no sé qué maestro tendrás.  -es increíble, estoy a mil y encima me divierte con sus bromas.

Moja con un poco de saliva la entrada de mi culo, paso mis piernas por su cintura, cuelgo mi cuerpo del suyo, Pelayo es fortísimo, me produce un poco de dolor, muy poco y sé que pronto se calmará, retiro mis piernas de sus caderas y las abro al máximo, quiero que se meta todo lo posible en mí, lo compruebo con mi mano, siento hasta una especie de congoja que me impide respirar, tan profunda es mi satisfacción, tan fuerte mi placer, tan extraordinario mi amor que a veces necesito, como ahora, terminar, explotar para aliviar esta angustia tan divina que atenaza mi pecho y me dan ganas de gritar. Me corro cerrando mis ojos, con lágrimas de alegría, abriendo mi boca, porque me ahogo y ahora él se vierte y me llena, su verga hinchadísima me ocupa todo, es como un tapón para que no se salga la vida que me ha pasado de él.

Estamos los dos tumbados en el verde pasto, abrazados, como dos Adanes a quien Dios acabara de expulsar del Paraíso, la hierba está algo húmeda y nos colocamos nuestras ropas, y, apoyados en la pared del derruido muro, contemplamos el profundo azul del mar.

-¿Cuándo marcháis para el pueblo?  -no me mira a mí, mira al mar, me tiene cogida una mano con la suya.

-El día diez de Julio, nos llevará papá, luego él volverá, irá los fines de semana, hasta Agosto que coge sus vacaciones; podrías venirte unos días, si quisieras, en la casa de Nico y en la mía hay sitio de sobra.

-Ya lo sé pequeño, si tienes una cama cabremos los dos en ella, ¿no es así?

-Sí, así es, pero eso quiere decir que no vendrás.

-Tú tienes a Nico allí, contigo, lo pasaréis bien, ya verás, yo tengo que ir donde me llevan mis padres que nunca es al mismo lugar.  -sigue mirando al mar como si esperara que de él saliera una sirena, tanta es su intensidad.

Sin dejar de posar su vista en lo calmado mar me deja caer una propuesta de las suyas, irrenunciable de entrada, como era de esperar.

-Te lo preguntaba porque el sábado que viene inaugurarán la nueva casa, ahora que ya se ha hecho el rodaje. Estarán todos los de mi cuadrilla, los del equipo de fútbol, con Nico, claro está, y me gustaría tenerte a ti también, ¿qué me dices?;  me ayudaste a instalarme, es justo que ahora lo disfrutes, ¿no?

Me mira y llego con mi boca hasta la suya para decirle que sí sin palabras, que haré lo que él deseé que haga.

Aparta mi cara de la suya y me señala para que mire hacia adelante, al mar. Ahora entiendo lo que quería decirme con que iba a ver algo maravilloso. Algunas nubes que hay a la izquierda, sobre los montes, están volviéndose de rojo cárdeno, algunas amarillas como si tuvieran fuego dentro de ellas, cada vez se va volviendo más intenso y el aire se envuelve de tonos rojos. El sol, un enorme disco rojo anaranjado, está empezando a rozar el horizonte del mar, parece un enorme balón jugando, saltando en la superficie del agua. Me quedo extasiado ante tanta belleza, dura menos de un minuto pero es el más sublime del día, donde todos los elementos se han conjuntado para hacer que Pelayo quede bien. Siento un escalofrío, en el momento en que el sol desaparece, baja algunos grados la temperatura ambiental.

Las luces crepusculares nos envuelven con sus tonos;  como un calidoscopio van cambiando sus colores, embrujan el aire de sosiego y serenidad.  Miro a Pelayo, está hermosísimo, sus ojos ahora son negros, profundos, como el abismo del mar. Es tal la dulzura del momento, tan placentero el estar, solo estar, mirándole, queriéndole, amándole. Ciño mis brazos a su cintura  y elevo mi mirada hacía él.

- Te amo Pelayo. Ha sido precioso, ¡qué espectáculo de luz!   –sonríe y me besa, se pone en pie y alarga su mano para ayudarme.

-Bueno, prometí entregarte sano y salvo, me alegra que te haya gustado la puesta de sol, esto no sucede todos los días.

Hacemos el camino de vuelta en silencio, dejando que los últimos colores, que se van volviendo desvaídos y cambiando del rojo al malva, nos envuelvan como en un manto de calma y paz.

Ha llegado el día de la fiesta de inauguración, han transcurrido los días y Nico no cambia de actitud, continúa evitando el estar con nosotros, sobre todo, el estar conmigo. Me duele profundamente que se sienta responsable de lo que sucedió aquel día, quiero hablar con él, aclarar las cosas entre nosotros y le quiero abrazar y besar y continúo confundido.

Ayer, día anterior a la fiesta, se lo comenté a Pelayo.

-Igual Nico no acude a la fiesta, nos evita y a mí no parece querer verme. ¿Qué nos está pasando Pelayo?, ¿estamos haciendo algo mal?

Estamos en su palomar, me toma de la mano y me lleva a la sala, a sentarme en el sofá, no se sienta a mi lado, toma asiento en otra butaca para mirarme de frente. Adopta su cara seria y me mira, creo que sin verme, que no me mira a mí, mira más allá.

-Voy a intentar explicarte como lo veo yo, como veo lo que nos sucede. Tu primo está enamorado de ti, se ha dado cuenta ahora pero yo creo que te quiere desde hace mucho tiempo, lo he podido ver por cómo me ha hablado de ti durante estos dos últimos años. Hablaba de ti de una forma que consiguió que yo mismo te quisiera. Por otra parte tú también le amas, ¿no es cierto?

Se me suben los colores, me siento avergonzado. Pelayo ha descubierto, adivinado, lo que yo le debía haber confesado hace tiempo, miro sus límpidos ojos, no veo reproche en ellos, veo cariño, amor, y, quizás, algo de tristeza. Su sonrisa es sincera, se que lo hace para animarme para que no me sienta avergonzado y hablo.

-Sí, lo cierto es que he estado muchos años enamorado de él sin que me hiciera caso alguno y hace unos días sucedió… -le explico todo lo que ocurrió y lo que estuvo a punto de pasar, entre Nico y yo, en su casa. Se me saltaban las lágrimas.

-Se que te lo tenía que haber contado, que tienes el derecho de saberlo, me acobardé, me entró miedo a lo que pudieras pensar y callé como un cobarde.

Mis hombros se hundían afligidos por la pena y temblaban por el llanto. Pelayo se levanta, se sienta a mi lado, pasa su brazo por mis hombros y me lleva hacía él, limpia mis lágrimas con su mano, me coge de la barbilla y me eleva el rostro y une nuestros labios en un beso de perdón que me hace llorar más.

-Vale, vale,  Ander, no pasa nada, no has hecho algo malo, tú quieres, amas a Nicolás y te dejaste llevar por el amor,  no llores más, me partes el alma, por favor.  –conseguí sacar fuerzas para mirarle, era un ser maravilloso y todo lo que iba descubriendo le adornaba ante mis ojos.

-¿Me perdonas Pelayo?, ¿me perdonas?, por favor.

-No hay nada que perdonar pero si te quedas más tranquilo, te perdono como deseas y ahora deja de llorar, tenemos que seguir hablando.

Sigue abrazándome, acariciando mi hombro.

-Verás Ander, ahora viene lo gordo, porque hasta ahora todo es normal, dos personas que se quieren pero, ahora, entro yo en esta historia. Además de amar a tu primo también me amas a mí. A tu primo le pasa lo mismo, te ama a ti y, aunque no haya habido nada, ninguna relación entre él y yo, en ese sentido, también está enamorado de mí, lo sé. Para enredar más la cosa, estoy yo que a mi vez te amo a ti y a él. ¿Te das cuenta de las implicaciones a lo que todo esto nos lleva? Y se da la circunstancia de que,  de los tres, él es la parte más débil o desplazada del conjunto.  ¿Qué te parece mi reflexión?

Quedamos en silencio los dos, mirándonos a los ojos, los míos abiertos por la sorpresa, no por lo que acaba de rebelarme Pelayo, a buena parte de sus conclusiones ya había llegado yo, mi sorpresa es el que coincidamos, ahora que él lo ha explicado, en el 100 por 100 de su reflexión.

-Estoy totalmente de acuerdo con tu apreciación, coincido en la misma opinión pero, ahora, ¿qué hacemos para que ninguno de los tres lo pase mal?

Pelayo se encoge de hombros, no tiene respuesta. Para todo tiene contestación y solución menos para esto que es, en estos momentos, lo más importante para mí.

-Creo que, de momento, debemos dejar las cosas como están, ya pensaré una posible satisfacción que nos sirva, ahora estoy en blanco, pero no quiero que te preocupes, algo haremos, ya verás.

Al día siguiente es la fiesta, he decidido ir un poco más tarde, ser uno de los que llegan cuando se llama menos la atención, iba a llamar a Nicolás pero pensé que, seguramente, iría con todos sus amigos del equipo de fútbol o con su cuadrilla del instituto y le dejé que fuera con los suyos. Fui solo y, como sospechaba, nadie me prestó la más mínima atención.

La calle estaba llena de vehículos y el jardín era un hervidero de gente, estuve dando vueltas entre ellos y no vi a alguien que conociera, al menos lo suficiente, para poder entablar una conversación. Me apoyé en una de las columnas de la glorieta que había en el jardín, estaba un poco más elevada y me permitiría vigilar para localizar a Nico o a Pelayo. Estaba entretenido, mirando hacia la entrada de la casa.

-Vaya, está aquí el guapo ayudante de mi hermano.

Me volví, enfrente tenía a la hermana pequeña de Pelayo, estaba guapísima, embutida en un vestido de color gris perla, brillaba, supuse que era de seda, le llegaba hasta casi las rodillas, llevaba un pañuelo, marrón claro al cuello y unas sandalias a juego, se le veía todo el pie, y eran de tacón muy alto.

-A ti también se te ve muy bella.  –llevaba dos copas de champán en la mano, la de la derecha estaba por la mitad y la otra la llevaba llena.

-Te he visto desde la otra parte y te traía una copa pero, creo que es mejor que bajemos y comas algo, antes de empezar a beber, ¿te parece bien?, ¿querrás acompañar a una chica que se la ve bella y que está sola?

Me hace gracia que coja las palabras que yo le he dirigido de cumplido, aunque es verdad, me cae bien esta chica, en algo se parece a Pelayo, es graciosa y sabe disfrutar del humor.

-Vale, vamos.  –bajo el escalón de la glorieta y me coloco a su lado, me ofrece su brazo y la tomo ligeramente de él, supongo que quiere un apoyo por el problema que se le puede suscitar con los tacones tan altos, no aptos para andar en el jardín.

Llegamos cerca de la casa, donde hay unas mesas alargadas con diversa comida, donde la gente va escogiendo  y colocándose en su plato lo que les apetece, una especie de buffet.

Carla, que así se llama la hermana, deposita las copas en una bandeja que porta un camarero que pasa y se sirve una escasa comida en un plato.

-¿Te apetece esto mismo o escoges tú lo que te guste?  -me alarga el plato por si lo quiero coger.

-Eso mismo vale, no tengo mucho apetito.  –acepto el plato que me ofrece y cojo un tenedor de un recipiente que está allí al lado.

-No importa, habrá comida aquí toda la noche, ya lo verás, si luego te apetece repetir puedes volver.

Estoy un rato con Carla, charlando de intrascendencias y, de lo que decía,  que estaba sola, no es cierto, se nos acerca un chico, moreno, alto y muy guapo, le pasa su mano por la espalda y ella le mira enamorada.

-Carla, ¿dónde te has metido?, creía que te había perdido.  –se lo dice con voz melosa y muy cariñosa.

-He ido a rescatar a un invitado especial que estaba muy solitario.  –me sonríe, cada vez me gusta más esta chica.

-Mira, Héctor, este es un amigo de mi hermano.  –no se acuerda de mi nombre y acudo en su auxilio.

-Ander.  –le digo, alargando la mano hacia el chico.

-Pues eso, Ander, gracias guapo, éste es…   -se queda indecisa y, al fin-  Mi novio, Héctor.  –nos estrechamos la mano, también me gusta Héctor, no porque esté  bueno, que lo está un rato largo, sino porque es simpático, claro que, si va con Carla, no puede ser de otra manera.

Al cabo de un momento se marchan, arrastrados por otros invitados a los que Carla debe atender y quedo de nuevo solo, no sé lo que va a pasar, ya llevo dos copas, los camareros van y vienen sin parar y la gente coge una copa tras otra.

Al fin veo a Pelayo, él también me ve y me hace una seña para que espere y, al cabo de un momento, se acerca.

-Hola, Ander,  -me tira un besito al aire arrugando sus labios- ¿te diviertes?

-De momento solo he hablado con tu hermana Carla y con su novio; estoy mirando para ver si veo a Nico, no tengo amistad con alguien más para poder hablar.

-Dentro de un rato, los del equipo y la cuadrilla vamos a subir al palomar, parece que el piso superior de la casa se ha quedado con ese nombre; los tragos serán un poco más fuertes, si quieres puedes ir subiendo y nos esperas arriba, si veo a Nico te lo mando.

Me quedo un rato más, la fiesta va discurriendo, se come y se bebe, y, según va pasando el tiempo, las personas van subiendo el tono de la voz más y más alto.

Ya me aburro, sigo sin ver a Nico por parte alguna y me encamino al piso superior, como el ascensor está muy ocupado por los mismos camareros, subo a pie por las escaleras. En el piso primero me encuentro con su madre, me reconoce y viene a darme un beso, se despide muy rápido. Han dispuesto una mesa alargada, donde estaba el sofá que han retirado a un extremo y está llena de bebidas; hay un chico esperando, imagino que es un camarero, soy la única persona que se encuentra allí y me pregunta que si quiero beber algo, le digo que no y me voy a la terraza. La noche está muy bonita, me siento en una silla muy inclinada, miro el cielo estrellado con la luna menguante y hasta mí llegan las voces del jardín como un murmullo apagado, poco a poco me voy quedando dormido.

Me despierta el barullo de voces, que ahora se oyen cercanas, y hay alguien que me agita.

-Ander, despierta, ¿ya estas borracho?  -es Nico, trae un vaso en su mano, parece que es Coca-Cola. Me levanto para darle un abrazo.

-He estado dos horas buscándote y parece que estabas escondido, no te encontraba y quiero hablar contigo, tenemos que hablar Nico.

Se sienta a mi lado, ahora los dos en silencio, mientras acaba su bebida. No me ha respondido, como si no me hubiera oído

-¿Quieres que te traiga algo?, voy a por otro trago. -me pregunta en tono solícito.

-Bien, vale, si puede ser, una tónica con unas gotas de ginebra.

Vuelve con la bebida y, ¡jolines!, unas gotas, parece ginebra pura.

Un trago y luego otro y un tercero, este lo voy yo a buscar y no  permito que me ponga la ginebra, solo la tónica.

La gente se va marchando, algunos están tendidos en el suelo o tirados por las butacas. Nico ha ido a hablar con los del equipo de fútbol que se van a marchar ya. En esto llega Pelayo.

-¿Tienes sueño o estás cansado?,  -como no hay gente presente, se arriesga y me planta un beso en los labios.

-Sueño no tengo pero cansado lo estoy un rato.

-Ve a mi habitación, yo iré dentro de un momento, cuando se hayan ido o les haya organizado.  -hace un gesto señalando a los que quedan aún.

Se lo agradezco en el alma, me voy a su habitación. No veo a Nico, otra vez se me ha perdido, le quiero para decirle que se venga conmigo y así descansamos y hablamos, necesito hablar con él, le veo triste y solitario y me duele, me duele mucho verle en ese estado.

Me quito la chaqueta y los zapatos y me repanchingo en una butaca. No sé el tiempo que transcurre y llega Pelayo, se quita su chaqueta, la corbata, los zapatos los pantalones, se queda en un bóxer corto, se le nota todo el bulto, me quedo absorto contemplándole, está buenísimo, deseo que me haga el amor, que me folle, que me cubra con su cuerpo, que me envuelva en él, y me arrope, y me proteja y me disfrute, y disfrutarle.

-Venga, quítate la ropa y vamos a la cama, ¿o necesitas que te la quite yo?  –me urge a que vaya.

-Pero… ¿y Nico?, ¿dónde está?,  le he vuelto a perder.

-No le he visto yo tampoco, igual se ha marchado a su casa.

Me quito toda mi ropa, hasta el calzoncillo y me meto entre las sábanas, me abraza, le abrazo muy fuerte besando su pecho, pegando mi cuerpo al suyo.

-Estaba deseando que todo esto terminara, tengo ganas de ti, te voy a dar la mejor follada de tu vida.  –me besa ido de deseo incontrolable.

La puerta se abre y Nico aparece en la puerta, sin entrar, sosteniendo su mano en la manilla.

-Perdonad, solamente era para deciros que me voy, soy el único que queda de pie en la casa…, vale, hasta mañana.

Va a cerrar la puerta, Pelayo da un salto y se baja de la cama.

-Nicolás, espera, no te vayas.  –se llega hasta donde esta él, en el dintel de la puerta, Pelayo lo sujeta del brazo y tira de él para que entre, cierra la puerta y coloca el pestillo de seguridad, se vuelve hacia Nico, que está aturdido. Pelayo lo abraza por la cintura, acerca su rostro al de Nico y le besa en los labios, Nico no responde al beso en un principio. Pelayo lo va empujando hacía la cama desde la que yo miro asombrado la escena. Parece que Nico responde al beso, pasa sus brazos por la cintura de Pelayo, baja sus manos y sujeta acariciando sus glúteos desnudos, veo que dos lágrimas cuelgan de sus pestañas.

Pelayo le quita la chaqueta, la corbata, mientras le besa le va quitando la ropa, Nico sólo le besa y le abraza mientras llora, caen sus pantalones y su bóxer. Le empuja para que caiga en la cama y le termina de sacar la ropa, le deja desnudo delante de nuestros ojos. Tiene la verga crecida, muy dura, golpea más arriba de su ombligo, gira la cabeza y me mira a mí, angustiado, no sé por qué lo hago, por qué está sucediendo todo, pero llevo mi boca a su boca y beso con mis labios sus labios, que hace un momento besaba Pelayo. Levanto mi vista, miro a Pelayo, sonríe encantado y, entonces, sé lo que quiere, que no dejemos a Nicolás de lado. Pelayo se acerca a la polla de Nico y la coge entre sus manos, la acaricia, la besa, la lame, Nico suspira, yo le beso. Es todo un torbellino de emociones, de sentimientos, de caricias amorosas que nos dedicamos los unos a los otros. Beso y no sé los labios que beso, chupo y no sé qué tetillas estoy chupando, mamo una verga y luego otra y son deliciosas las dos, las dos me regalan su dulzor y su empalago, alguien me abre las piernas, unos dedos muy suaves acarician la entrada de mi culo, cierro los ojos, no deseo ver, quiero sentir. Cuatro manos, son cuatro que me llevan a la gloria, dedos que entran en mí, que me acarician por dentro, labios que me maman, una polla que quiere meterse en mi interior, que busca mi calor, y yo me abro para ella, me entrego como una flor arrancada de su tallo, entra poco a poco en mí, no es Pelayo, eso lo noto pero es igual de placentero y agradable, Nico me folla el culo, a veces haciéndome daño por la largura de su polla, es la primera vez que la tengo en mi interior, que la siento palpitar, hurgar en lo más profundo de mi, Pelayo besa mi boca, me ofrece su verga para que la chupe, lo hago. Es maravilloso tener a mis dos hombres, a los que más amo, conmigo, a mi lado, los tres, disfrutando uno con los otros.

Cuando Nico se corre dentro de mí, exhalando profundos suspiros de placer. Cuando se vacía entero, dándome las gracias y diciendo que me ama. Cuando me llena y se sale satisfecho, Pelayo coge el relevo, ahora es fácil, con la leche de Nico que funciona mejor que un lubricante, la verga de Pelayo resbala y entra en mí  y nada más penetrarme, con un gozo irrefrenable, me corro, con espasmos que me agitan, acariciado por Nico que besa mi boca, luego la esencia de la vida de Pelayo se mezcla en mi interior con la de Nico, quedamos los tres rendidos, respirando con dificultad, y poco a poco, asustados, recobramos la serenidad, la normalidad perdida.

Yo miro a Nico y a Pelayo, avergonzado, Nico nos mira a ambos también rojo y Pelayo nos contempla y sonríe alegre.

-No pasa nada chicos, no hacemos nada malo, no tenéis por qué avergonzaros, esto es lo que queremos los tres, lo que deseamos, nos amamos y esto está muy bien, a mí me ha encantado, ahora una duchita ligera que tenemos que dormir un poco.

En la ducha, los tres juntos nos lavamos los unos a los otros, ahora entiendo como bañaba hace unos días Pelayo a Nico, el amor que ponía, igual al que ponen ahora los dos para lavarme a mí, con suavísimas caricias, con dulzura embriagadora, con besitos cariñosos.

Dormimos los tres en la misma cama, es muy grande, como si hubiera sido fabricada ex profeso, a la mañana me despierto acariciado, Nico me está besando el pecho, Pelayo está besando la espalda de Nico y vuelve el baile, y se renuevan los placeres y nos entregamos y nos poseemos y no nos cansamos hasta que nuestros labios están en carne viva, hasta que nuestras pollas escuecen cuando las tocas.

El sol está muy alto cuando, ya vestidos, salimos a la terraza y nos sentamos, ninguno tiene hambre, no sentimos necesidad alguna, solamente nos miramos y con nuestra mirada nos lo decimos todo, manifestamos nuestro amor, nuestro cariño con miradas y sonrisas.

-Bueno, chiquitos míos, dentro de unos días os iréis de vacaciones al pueblo, quiero que allí disfrutéis igual que hemos hecho esta noche, que no penséis que porque yo no esté no debáis pasarlo bien, al revés, porque no voy a estar quiero que os sintáis mucho mejor. Yo voy a ser feliz en función de lo que vosotros lo seáis.

Esas vacaciones son maravillosas, no hay día en el que Nico y yo no hagamos el amor, de mil formas y maneras y siempre deseando que Pelayo estuviera con nosotros, echándole de menos pero, como él nos dijo, debíamos amarnos y lo hicimos, vaya si lo hicimos, recuperé en dos meses, todos los años perdidos.

Nicolás me poseyó como quiso y nos amamos los dos y llegábamos al delirio. Cada día le quería más y él a mí aunque nos faltaba Pelayo.

Volvimos de vacaciones y el recibimiento que Pelayo nos hizo fue de apoteosis, ese fin de semana, el sábado y domingo, ni salimos de la habitación del palomar, todo fue amarnos, follarnos, darnos amor, regalarnos a nosotros mismos en una sinfonía plácida de locura y de agonías.

Luego empezaron las clases, todo volvió, de alguna forma a un cierto equilibrio, había veces en que solamente me veía con Nico, otras con Pelayo y lo mismo les sucedía a ellos, el estar los tres juntos ya no era tan fácil pero buscábamos nuestras oportunidades. Yo me impuse, les convencí de que si queríamos tener más tiempo libre para nosotros, debíamos esforzarnos más.

Era nuestro último año antes de entrar en la universidad, con el curso y la dificultad añadida de las pruebas de acceso. Yo quería que aprobaran todo y a ello me dedicaba en cuerpo y alma. A estar en la cama, con los dos, también, faltaría más.

La primera prueba de fuego fueron los exámenes de Navidad, aprobaron todo, en alguna asignatura anduvieron algo raspados pero se quedó todo atrás, un trimestre pasado. No cabía en mi de gozo y de alegría, juntamos dinero entre los tres, no era plan el que Pelayo estuviera pagando siempre y nos fuimos a cenar, para celebrarlo.

También se notaba en nuestra convivencia, que habían pasado tres meses, siete desde que había conocido a Pelayo, la relación era más fluida, las vergüenzas había desaparecido, había algunos tiras y aflojas, más que nada con Pelayo.

El que estuviera con nosotros no quitaba para que muchas y algunos siguieran detrás de él, intentando pasar una noche o, simplemente, un polvo rápido en los lavabos del instituto.

Era una lucha constante, además todo el mundo creía que estaba libre y pretendían hacerse notar, Nico y yo lo entendíamos pero no nos agradaba, y Nico, al estar todo el día con él era el que peor lo pasaba.

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En el momento actual.

Lamento  y siento el que Pelayo nos haya dado esquinazo, me hubiera gustado estar con los dos, no es que con Nico lo pase mal, al contrario, y lo mismo me sucede con Pelayo, es solamente que cuando me he hecho a la idea de que estaríamos los tres, me siento vacío si alguno de los dos me falta.

Poco a poco me va venciendo el sueño, mi último recuerdo es para los dos pajilleros que he dejado abajo, en el salón, me causan ternura y me recuerdan a Nico y a mí cuando teníamos su edad.

Despierto sin respiración, ahogándome, tengo a alguien en mi cama que me abraza, que me toca, que acaricia mi cuerpo, estoy a punto de emitir un grito y cierran mi boca  unos ardientes labios que sofocan el grito que iba a salir. Consigo soltarme, se trata de Pelayo, está desnudo, sin ropa y metido en mi cama.

-Pelayo, ¿cómo has entrado?, ¿quién te ha abierto la puerta?  - se ríe alborozado y me abraza con fuerza.

-Primero bésame y luego te cuento, siempre estás haciendo preguntas.  –me hace cosquillas en los costados, tengo que abrazarme sujetando sus brazos para que pare. Me lleva hacia él y sella mi boca, me besa muy fuerte, espera a que sea yo el que vaya a su encuentro, es como si me diera una orden que yo obedezco. Con timidez invado su boca, al meter mi lengua me la muerde, juega con ella, la vuelve a morder, luego me la suelta y la absorbe con sus golosos labios y abre su boca para que le penetre al máximo.

-Me habéis echado de menos, pervertidillos, se nota que he faltado yo a la cita.

-¿Dónde has estado?  -me doy cuenta de que aún no me ha contestado a mi primera pregunta y ya le estoy formulando la siguiente.

-Vamos por partes, contestación a la primera pregunta. Nadie me ha abierto la puerta, ¿para qué quiere puertas don Juan, habiendo balcones con sus ventanas abiertas?  -me quedo asombrado y él se ríe acariciando mi cuerpo, bajando el pantalón de mi pijama y retirándolo con sus pies.

-¿Has escalado por el balcón?, ¡tú estás loco!

-Eso parece, loco…, loco por ti.  –no para de besarme, de acariciarme, tengo la verga crecida y la sujeta con su mano.

-Ahora, contestación a la segunda pregunta: tenía que hacer un encargo urgente y luego me quedé en casa, tenía que hablar con mi padre y ahora con mi chico, que me ha traicionado, esperaba encontrarte en la cama, con Nico.

-Se ha marchado, le pedí que se quedará y no quiso, yo pensé que no vendrías.

-Pues aquí me tienes, en busca de mi parte de cariño, aunque sea solamente de uno de mis chicos.  -sigue besando mi cuerpo a la vez que va hablando.

-¿Qué recado era el que tenías que hacer y de qué tenías que hablar con tu padre?

-¡Ay!, como eres, Ander, dos preguntas a la vez, mañana, cuando estemos con Nico las contestaré pero delante de él, ahora hazme caso, acaríciame, dame un poco de lo que vosotros os habéis dado.

Retira la chaqueta del pijama de mi cuerpo, estamos desnudos los dos, juntando y sintiendo nuestras pieles, pasándonos el calor de nuestros cuerpos., sintiéndonos vivos, deseados el uno por el otro.

-Imagino que os lo habréis pasado bien, pensaba en vosotros y sentía envidia de no poder acompañaros pero me gusta que mis niños disfruten y lo pasen estupendamente, aunque sea sin mí.

-Pensé mal de ti, Pelayo, creí que habías quedado con algún lío de los tuyos.  –suelta una queda carcajada cerca de mi oreja y me la muerde.

 

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