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EL PASADO QUE NO CESA: quinta sesión (I)

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-¿No me explicas qué te ha ocurrido?

 

-No me ha ocurrido nada.

 

-¿Y los morados de tu cuello y tu barbilla?

 

-¡Ah, esto! Una sesión de sexo un tanto descontrolada.

 

-Aparenta como si te hubieras subido a un ring. Y cada vez que mueves la cintura te retuerces de dolor.

 

-Ya he dicho que fue descontrolada.

 

-¿Es la razón por la que deseabas cancelar la cita de hoy?

 

 

-Quizás.

 

-¿Ha sido sexo o una pelea?

 

-A veces me cuesta distinguir entre ambos.

 

-¿Con el hombre del centro deportivo?

 

-¿Con Carrero? ¡No!

 

-¿Con quién?

 

-Sin identidad. Yo no sé nada de él y él no sabe nada de mí.

 

...

 

-¿Se lo has dicho a tu amigo?

 

-¿Qué amigo?

 

-Carrero.

 

-¡No es mi amigo! Es un tío con quien tuve sexo.

 

-¿Lo habéis dejado?

 

-Sencillamente ya no me quedo cuando cierra el recinto.

 

-¿Y ya está?

 

-Sí, ya está.

 

-¿Sin más explicaciones?

 

-No las hubo al principio ¿Por qué al final?

 

-¿Le propusiste una visita a tu apartamento? Recuerdo que lo tenías en mente...

 

-No. No le propuse nada.

 

¿Y si nos olvidamos de él para siempre?

 

 

-Te siento esquivo.

 

-No tenía que haber venido. No sé si quiero seguir adelante.

 

-¿Por qué?

 

...

 

-No me gusta sentirme cuestionado. Es como si desapareciera el suelo bajo mis pies.

 

-¿Por eso te peleaste?

 

-¡Yo no me he peleado con nadie! Fue sexo ¿Tan difícil es de comprender?

 

-¿Por qué un sexo tan... violento?

 

-No sé... Me apetecía.

 

-Por favor, deja la frivolidad a un lado.

 

-Yo soy frívolo.

 

-No estoy de acuerdo.

 

-¡Soy jodida y apasionadamente frívolo!

 

Es más, le voy a hacer el trabajo: lo soy porque los demás me importan un carajo.

 

¿Qué tal mi conclusión?

 

-Te invito a que la medites.

 

¿Tu tío también te importaba un carajo?

 

 

-Le veo venir.

 

Mire: Prefiero dejarlo aquí.

 

 

-Bien, lo dejamos. No pasa nada. Cuando se llega a ciertos límites, también es inteligente parar. Es normal en esta clase de procesos...

 

-¿Piensa que lo dejo porque me falta valor?

 

-No he dicho ninguna palabra en ese sentido.

 

-El tono que ha utilizado...

 

-¿No será que me atribuyes lo que piensas de ti mismo?

 

...

 

Llegado a este punto creo que lo más apropiado es respetar tus límites.

 

-¿Mis límites? ¿Qué puñetas es eso de mis límites?

 

-Por favor, baja la voz.

 

-¡Tengo huevos para continuar y mucho más! ¿Quiere que hable de Cosme? Pregunte, vamos, yo hablo. Le cuento hasta lo que cagué esos días si hace falta. Porque ¿sabe lo que cagué durante varios días? ¡Sangre! Eso cagué. Que te la meta un puto animal tiene consecuencias. ¡Vamos, pregunte!

 

-No te veo en situación...

 

-¡Nunca estaré en situación! Esto es lo que encuentro en mí y aquí lo tiene. ¿No es usted un profesional?

 

 

-¿Qué quieres hacer? ¿Lo dejamos, seguimos? Dame una respuesta.

 

-He dicho que quiero seguir. Y si no lo he dicho lo digo ahora.

 

-En ese caso, vayamos a tu relación con Cosme ¿Qué sucedió entre vosotros después de tener sexo con su amigo?

 

...

 

-Me encontraba en medio de los reproches de mi abuela y de mi madre. Amenazas de sanciones, críticas destructivas a mi personalidad...

 

-¿Hablas del día de la tormenta?

 

-Sí.

 

La bronca de mi madre era por teléfono, por supuesto.

 

¡Qué bien le venía el teléfono para que pareciera que se ocupaba de sus hijos!

 

¡Ah, incluso mi hermana me reprochaba! Me decía: ”No sabes ser bueno, todo lo estropeas”. Esa puta cría me quería dar lecciones de comportamiento. Siempre ha sido un ser repelente adepto a lo correcto, una perra delatora sin escrúpulos. Hipócrita, calculadora... ruin.

 

-Céntrate en tu tío.

 

...

 

-Llegó a casa, vio la que se había armado y me arrastró al baño. Allí me desvistió y me metió bajo la ducha para quitarme toda la porquería que se me había pegado. Se quedó pasmado con las magulladuras que cubrían mi cuerpo. Magulladuras por el granizo y… por las manos brutas de Tino.

 

Después me examinó la herida de la cabeza, le aplicó un desinfectante...

 

-¿No te preguntó nada sobre las magulladuras?

 

-Ni una palabra.

 

-¿Por qué crees que no hizo ningún comentario?

 

-¡Y yo qué sé!

 

...

 

Sólo se le ocurrió criticarme porque no me afeitaba: “Tienes la barba muy crecida ¿No piensas rasurarte?”

 

Así que le contesté con mi peor mala baba:”¿No te pongo con barba?”

 

Y me abofeteó...

 

Le miré con verdadero odio. Y el muy cobarde se largó del baño como rata asustada.

 

-¿No le contaste lo sucedido con su amigo?

 

-No comparto secretos con roedores.

 

-¿Por qué tanto odio?

 

-Si hubiera sido capaz de meterme la polla como tenía que haber hecho...

 

-Achacas tu aventura a que él...

 

-Me dejó en la estacada.

 

-Se comportó como un hombre sensato, creo yo.

 

-¿Y a quién le interesa la sensatez? ¿La sensatez produce algún orgasmo? ¿Existe algún perfume voluptuoso, alguna marca comercial de lo que sea que se llame “sensatez”?

 

¡No!

 

...

 

Ha fruncido el ceño. ¿Qué, no le gustan mis opiniones?

 

-¿También fuiste así de agresivo con los otros miembros de la familia?

 

-No porque no les dirigía la palabra.

 

...

 

-¿Y con Tino?

 

-No hubo oportunidad.

 

-¿No te citaste otra vez con él?

 

-Era imposible. Me quitaron la bici. Me castigaron sin salir.

 

Preso como un delincuente.

 

Pero no podían evitar el deseo que bullía dentro de mí. Y no sabe de qué manera.

 

-¿No le volviste a ver?

 

-Sí que lo vi, pero no a solas.

 

Fue al cabo de unos pocos días. Se presentó en la casa durante la cena. Una cena inolvidable.

 

-¿Qué paso?

 

-De entrada, mi abuela no le ocultó su disgusto por presentarse a esas horas.

 

-¿A qué fue?

 

-Se había anunciado que a fecha próxima llenarían las acequias para el riego, algo que casi siempre se hacía ya anochecido. Solicitaba que mi tío le echase una mano cuando le llegase el turno. Aunque más que solicitar, le ordenaba que estuviese preparado para él.

 

Esa altivez fue la gota que colmó la paciencia de mi abuela.

 

Búscate a otro. Mi hijo tiene quehaceres y no me parece que ande contigo hasta la madrugada” le dijo desabrida.

 

Y Tino contestó como un latigazo: “Que decida él ¿no? Ya es mayor para saber lo que le conviene”

 

Nadie hablaba así a mi abuela. Pero él lo hizo.

 

-¿Tu tío no reaccionó?

 

-Se incorporó como un rayo. Pensé que por una vez le echaría huevos y pondría al jodido Tino en su sitio. Pero en cuanto el otro le miró de frente, su valor se evaporó.

 

Hablemos fuera” -sugirió el amigo de mi tío; y éste le siguió obediente. Parecía un chucho con el rabo entre las piernas.

 

-Pero tu abuela…

 

-En cuanto salieron tuvo que sentarse porque temblaba de arriba abajo y la ira le enturbiaba la mirada. Hasta mi hermana, de normal ajena a todo lo que no fueran sus tonterías de niña estúpida, estaba asustada.

 

...

 

Entonces lo supe.

 

-¿Qué supiste?

 

-Algo que mi mente había captado sin que yo fuera consciente.

 

Surgió como un relámpago, fugaz pero nítido: mi abuela odiaba a Tino, no porque fuese un hijo de puta revenido, sino porque sabía que entre él y su hijo había mucho más que simple intercambio de favores. Lo sabía. Lo sabía de siempre. Y se lo tenía que callar.

 

-¿Por qué?

 

-Porque cuando mi tío,aún niño, fue víctima de las bestezuelas del lugar, ni ella ni su esposo intervinieron. Y ahí tenía el resultado, el insoportable y doloroso resultado de las aberrantes costumbres de esa puto poblacho.

 

-Pareces dolido con ello.

 

-Sí. No lo niego.

 

Todo podía haber sido muy distinto si nadie le hubiera puesto la mano encima a mi tío.

 

-Comprendo.

 

 

¿Qué sentiste al tener tan cerca otra vez al amigo de tu tío?

 

-¡Vaya! Es usted especialista en poner el dedo en la llaga.

 

-Por favor, hablemos de tus sentimientos. Lo demás sobra.

 

 

-Yo...

 

-Sí ¿Qué pasó contigo?

 

-Aproveché la confusión del suceso y me escabullí a mi habitación con una sola idea: masturbarme.

 

Sé que suena monstruoso.

 

-Sin juicios. Continúa.

 

-Volver a ver al hombre que me había sodomizado hasta hacer que me corriera... me desató el deseo. Necesitaba estar bajo su peso aunque fuera en mi fantasía.

 

Lo había tenido a pocos metros, chulo y cabrón como sólo él podía ser. No... no supe controlarme. No pensaba en nada más. Ni en el dolor de mi abuela, ni en la estúpida de mi hermana... Nada. Sólo mis ganas, mi necesidad de desahogarme con ese hombre... o con una sombra imaginada a su imagen.

 

...

 

Subí a la habitación y me refugié en mi habitáculo dispuesto a consolarme. Me había tumbado ya en el camastro cuando tomé la decisión de cerrar el cortinón que me aislaba del resto del cuarto. Me incorporé y entonces escuché voces quedas que subían de la calle.

 

Miré desde la ventana, con cuidado de no ser descubierto, y vi a esos dos: Cosme con la espalda contra el dintel de la puerta, las manos en los bolsillos y la cabeza baja. Tino frente a él, las piernas separadas en actitud firme y fumando. Su voz de tonos graves, pronunciaba, tranquila, frases a las que mi tío asentía y asentía como un sirviente a quien el amo sermonea.

 

Desde mi posición los veía sin dificultad. Sus cuerpos recios cubiertos por ropa de faena, me llenaban de deseo. No me hizo falta ninguna fantasía. Me bastaba con fijarme en sus brazos, en sus espaldas, en sus culos, en sus poses masculinas, es sus manos que de cuando en cuando posaban en sus braguetas...

 

Semioculto en la penumbra junto a la ventana, me saqué el sexo y me toqué con cautela para no delatarme.

 

Entonces Tino habló del día que habíamos capado a los lechones.

 

¿Por qué no me avisaste? -quería saber- Te llevaste a tu sobrino y yo me quedé sin lo que tú sabes. Yo... y tú. ¿O alguna vez no te he dao gusto? Si yo me corro, tú vas detrás, eso lo sabes, eso ha sido siempre. Y por mis huevos que seguirá así”

 

Sus palabras me inflamaron aún más. Y envidié a mi tío otra vez porque un cabrón como ése le abroncaba por eludir una cita para follar y follar.

 

¿Por qué no me la echaba a mí?

 

Y siguió amonestándole:

 

Ayer la tuve con mi mujer porque todo me molesta. Y tú tienes la culpa. Si cumplieras con tu obligación de sacarme la leche yo no andaría tan cabrón. Y tampoco me habría enfrentao a tu madre. Lo que tendría que hacer ahora mismo es cogerte del cuello y llevarte hasta el tapiao del caserón. Y allí dejarte en pelotas y meterte un buen puyazo hasta que se te escape la lefa fuera y con ella la tontería esta que te ha entrao”

 

¡Dios, llevárselo esa misma noche! ¡Llevarme a mí esa noche! ¡Arrastrarme cogido del cuello por callejuelas oscuras y sucias porque hay prisa y necesidad de un desahogo, porque me tiene que follar a escondidas, en un ribazo, o en un granero derruido, o tras un tapiado que nadie frecuenta...

 

Y eyaculé.

 

Pero...

 

-Cuéntame.

 

-Tino habló de mí. Me definió como “una putilla viciosa”. Y le contó a mi tío el suceso en la caseta. Lo describió como si yo fuera un ser fácil, sucio y despreciable. Ese era el valor que me daba.

 

Lo que ha hecho conmigo lo hará con cualquiera. No es como tú y yo, que nos moriremos y seguiremos buscándonos” fue la última frase que le escuché.

 

 

Ese cabrón me había tendido una trampa; y yo, mosquita estúpida, me había dejado atrapar creyéndome de lo más lista y seductora.

 

¿Se puede ser más idiota?

 

...

 

Su verdadero apetito eran las carnes maduras y conocidas de mi tío, su perla cultivada para el placer a la que no estaba dispuesto a renunciar. Y yo era el estorbo surgido ese verano en su mundo sexual que iba del coño de su mujer al oscuro culo de mi tío.

 

 

-¿Has pensado que todo cuanto escuchaste... sólo eran palabras?

 

-No comprendo.

 

-Tu tío se alejaba de él porque contigo había encontrado otra manera de amar. Una manera que descartaba usos violentos y primitivos. Por eso se negó a copiar el modelo de Tino cuando te intentó penetrar. Y te lo dijo: yo no soy así.

 

¿Tiene sentido lo que te digo?

 

...

 

-Sí. Pero no lo vi.

 

-No podías verlo, no fue tu culpa.

 

Quien de verdad lo vio fue Tino. El supo lo que ocurría. Y que Cosme no le avisarano para capar a los cerdos, le puso en alerta.

 

-¡Y yo se lo puse en bandeja!

 

-Se juega con las debilidades de las personas, no con los puntos fuertes. Los depredadores buscan la emboscada.

 

 

-¿Sabe qué es lo peor? Que pese a descubrir toda su manipulación y su trampa, el recuerdo de su figura me sigue excitando.

 

-Porque lo que te dio cuando te tuvo no fue fingido y eso lo sabes en lo más hondo de ti. Fueron fingidas sus palabras y su manera de calificarte porque necesitaba desprestigiarte. A esto me refería cuando te he dicho que todo cuanto escuchaste sólo fueron palabras. Palabras para extirparte de los sentimientos de Cosme.

 

¿Lo logró?

 

-No lo sé.

 

Tal vez nunca estuve en el corazón de nadie.

 

-Me resulta difícil de creer.

 

¿Cómo se comportó tu tío después de la revelación?

 

...

 

-Me metí en la cama aniquilado con todo lo que había escuchado acerca de mí. ¡Lo que hubiera dado por tener a alguien a quien confiarme!

 

Empecé a considerar seriamente la idea de convencer a mi madre de que me dejara regresar a nuestra casa de la ciudad y escapar de ese infierno en el que me había metido. No sé cuánto tiempo estuve dando vueltas y más vueltas en la cama.

 

Hasta que la puerta de la habitación se abrió.

 

Cosme se retiraba a dormir. Le oí desvestirse. También tumbarse en su cama. Pero no habían pasado ni un par de minutos que se levantó y descorrió el cortinón que me separaba de él.

 

No intenté hacerme el dormido. Ya no tenía fuerzas para trucos.

 

-¿Estaba sobrio?

 

-No del todo.

 

-Una manera de anestesiarse.

 

-Vino hasta mi cama y se sentó en el borde.

 

-¿Le notaste agresivo?

 

-No.

 

-¿Qué hizo?

 

-Me puso una mano en el muslo que me asomaba fuera de la sábana y lo acarició. En él había restos de semen seco. Los identificó.

 

¿Te la has machacao? ¿No has querido esperarme?” dijo.

 

Sus palabras me desconcertaron. No esperaba nada parecido.

 

Pero me agarré a su pacífica manera de abordarme. Me esperaba un aluvión de reproches o cosas peores y sin embargo me acariciaba.

 

-¿Te relajó?

 

-¡No sabe de qué manera!

 

También le acaricié para que supiera que le aceptaba. Y él se acurrucó a mi lado posando la cabeza sobre mi pecho. Parecía un niño pequeño.

 

¿Te la meneas como te he enseñao? -habló tomando mi sexo- No lo hagas nunca como un loco o te harás daño”.

 

Y comenzó a meneármela con cuidado, sin el menor frenesí. Como él sabía.

 

Al poco volvía a tener el miembro duro.

 

También el suyo lo estaba. Lo sentía palpitando contra mi cintura.

 

...

 

Fue extraño porque... el nudo de rabia y miedo que me ahogaba dentro se disolvió y pude respirar como hacía días que no lo podía. Y una corriente de vitalidad renovada me insufló otra vez energía, luz, aire fresco...

 

No sé qué fue, no sé si la habitación, la intimidad, lo que habíamos vivido en noches pasadas... no lo sé... pero su contacto me rescató de alguna especie de abismo en el que me había sumido desde mi encuentro con Tino.

 

-Vaya. Por fin una luz.

 

¿Y cómo lo recuerdas?

 

-Recuerdo que deslizó sus dedos por mi vientre mojado de sudor y restos de seminal aún húmedos. Los llevó seguido a su boca como si degustara la mezcla. Después pasó la lengua por el mismo lugar y por mi sexo excitado.

 

Me lamía y acariciaba el tronco entero; hasta que subió a mis labios y me besó con suavidad. Justo lo que necesitaba.

 

-Parece que te conocía bien.

 

-Seguramente.

 

¿Sabe? Sus besos no eran comunes. Comenzaban como si tuviera miedo de rozar mis labios, pero al poco notaba su lengua vagar por mi boca, dialogar con la mía y convencerla hasta llevarla a la suya. Y una vez allí, la tomaba, la succionaba y el beso no tenía fin. Y de la mano de ese beso me despertaba una sensualidad carnosa y exquisita, completamente alejada de actitudes hostiles o humillantes.

 

¡Dios, sus besos! He tratado de buscar besos como aquellos en todas las bocas de todos los putos tíos con los que me lo he montado... pero ninguno se ha aproximado.

 

-Parece que volviste a sensaciones recogidas en las primeras noches con él.

 

-No sé. Tal vez.

 

-¿Qué más recuerdas?

 

-Sus axilas. Pegué mis labios a esas axilas cubiertas de una densa vellosidad dorada para degustar el sudor que escondían. Minutos y minutos bebiendo de ellas. Hasta que gimió enardecido y me dijo “me vas a matar si sigues así”

 

Me apretó contra él besándome, juntando su sexo caliente con el mío, apretando sus fuertes manos contra mis nalgas, rozando sus mejillas sin afeitar contra las mías en idéntico estado.

 

Busqué que su sexo se colocase entre mis muslos y sentir su calor y su humedad.

 

Y él se lamentaba...

 

-¿Se lamentaba?

 

-Por todas las noches que no nos habíamos entregado de esa manera en nuestra extraña habitación, en nuestro reducto que nadie invadía, en nuestras sombras donde nada era evidente y todo se encarnaba para nuestro gusto.

 

-¿Te penetró?

 

...

 

Contéstame.

 

-Yo... me había colocado sobre su cuerpo y noté su miembro entre mis nalgas. No dejaba de besarme. Me tenía cada vez más alejado de mis sinsabores adolescentes. Sus caricias, su calor, su tranquilidad en nuestro contacto ... Y su sexo llegando hasta mi esfínter con el mayor cuidado. Lubricándome con su vertido incesante.

 

Bastó una leve incorporación por su parte y me apuntaló como si hubiera sido un accidente.

 

Reconocí el dolor primero. Pero él no insistió ni se retiró. Me besaba y me besaba. Dejaba que las cosas ocurrieran sin prestarles más atención. Su verga me traspasaba con sutileza, sin acelerarse ni distraerse.

 

Todo lo sentía: el rojo en mis entrañas, el sabor de su boca y el placer en mi miembro atrapado entre mi vientre y el suyo.

 

Hasta que me clavó por entero.

 

Me tomó las manos y las llevó hasta sus huevos, donde el límite de su verga hendida en mi carne.

 

No sabes cómo he querido esto -dijo- Cada noche que me la meneaba en mi cama soñaba con tenerte como ahora. Déjame follarte toda la noche. Déjame darte gusto toda la noche”

 

Un grumo de seminal se me escapó en ese momento. Lo tomé con mis dedos y le unté los labios.

 

Esto me haces sentir” le dije.

 

Y tornamos a besarnos.

 

-Te hacía el amor como él quería.

 

-Sí.

 

-Nada que ver con tu anterior experiencia.

 

-Como el día y la noche. Opuestos, dispares, irreconciliables para mí.

 

Tino me secuestraba. Cosme me emocionaba.

 

-¿Te emocionaba?

 

-Me abrazó por la espalda. Me tenía penetrado y besaba mi cuello. Sus piernas enlazaban las mías. Sus muslos calentaban los míos. Y su sexo entraba y salía de mí sin agotarse, como si hubiera nacido para aquello.

 

¿Quieres que me corra?” me preguntaba.

 

Aún no. Déjame ser tuyo”

 

El acogía mi respuesta estrechándome y me clavaba más adentro; más, más, más...

 

Me ponía las manos en el sexo, que continuaba erecto y arrojando de vez en vez grumos de lefa. El la extendía por mi vientre y mis muslos hasta mi ojete ensartado.

 

-¿Estuvisteis toda la noche?

 

-Los amantes desean muchas cosas pero...

 

Aunque sí que se prolongó por tiempo.

 

Cuando Cosme se vio incapaz de retenerse por más tiempo me pidió que me corriera otra vez pero en sus manos, que iba a llenarme dentro y que me quería gozando con él. Tenía esa ilusión morbosa, sujetar la punta del sexo cuando éste eyaculaba. Amaba el tacto del semen tibio recién expulsado.

 

Y yo no sé cómo lo consiguió, yo no sé qué manera de tocarme, o de penetrarme, o si fueron sus palabras, no lo sé... Pero consiguió que eyaculase otra vez preso de su abrazo y su orgasmo, con su aliento en mi boca y su fuerza estrechándome.

 

 

Y me dieron ganas de llorar.

 

Por eso he dicho que me emocionaba.

 

-Te ha cambiado la expresión del rostro. Pareces otro.

 

...

 

-¿Y si nada de esto tuvo el contenido que yo le otorgo? Algo me dice que...

 

-Posiblemente lo hayas idealizado. Pero en cualquier caso, suena como un acto donde lo más importante era apartar de vosotros una mala influencia.

 

-¿La de Tino?

 

-¿A ti qué te parece?

 

 

Piénsalo. No es necesaria una respuesta.

 

¿Hubo algo más que quieras referir de aquella noche?

 

-Sí.

 

Al amanecer me desperté. Estaba solo en la cama. Pero al poco Cosme volvió. Había ido a orinar. Entró bajo las sábanas y me abrazó. Su contacto me provocó una erección. Otra más. El la sintió y su miembro también se preparó...

 

 

 

 

 

continuará

 

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