Soñé quizá con un palacio entre bruma,
con sus antigüedades en el polvo.
Un caballo reposando en unos prados,
y una casa en ruinas.
Las paredes de mármol,
la cena preparada y mucha gente.
Tampoco sé si soñaba o fue real,
si existían
árboles de hojas de un amarillo intenso,
el patinaje artístico que vimos,
y cómo iban pasando las Edades.
La felicidad transformadora y poderosa
de los días infinitos.
Ser el tiempo,
ser los océanos de color y música,
recordar el bosque de las campanitas
y de las hojas como manos.
El recuerdo de la luz.
Vagas cosas
que llegan al corazón y hacen que tiemble.
Una barca vagando entre las sombras,
el suave sosiego de unas ruinas
y el tacto de la corteza de los árboles
retorcidos, ancianos.
El cuerpo de un animalillo muerto
flotando sobre el mar,
donde se funden varias realidades.
Un palacio en llamas o en sueños,
o entre torrentes y cascadas de alegría.
Un bosque de palabras en mi mente,
la suave caricia del agua sobre un cuerpo,
como una mujer oceánica, marítima
con su vestido de blanco encaje.
Pensé
en la soledad
de todos los emperadores.