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Strip Póker en Familia (07)

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A veces se producen silencios incómodos, pero este adjetivo se quedaba corto a la hora de describir la embarazosa quietud que reinaba en la sala, no sólo nadie se atrevía a hablar sino que, al mismo tiempo, intentábamos esquivarnos con la mirada; sin embargo, al ser cinco personas completamente desnudas y excitadas, esto resultaba imposible.

 

-Disculpen pero ya no tengo ganas de seguir jugando –dijo mi madre, rompiendo el silencio, mientras se ponía de pie.

 

Nadie le respondió, sólo vimos cómo caminaba con paso firme, meneando su cadera, hacia el pasillo. Al principio creí que entraría en su dormitorio, ya que estiró la mano hacia el picaporte de su puerta; pero, al parecer, recordó que mi su cuñada estaba encerrada allí dentro, por lo que continuó caminando hasta el baño. Allí la perdí de vista.

 

-Siempre hay alguien que arruina todo –dijo Mayra ofuscada, se puso de pie estrepitosamente arañando el piso con las patas de la silla, y salió caminando detrás de su madre; pero ella continuó por el pasillo hasta ingresar al dormitorio que compartíamos.

-¿Querés una cerveza Pepe? –le propuso mi tío Alberto a mi padre y éste accedió encantado.

 

Supe que no era más que una excusa para abandonar la sala, ambos se pusieron su ropa interior y se dirigieron a la cocina, poco tiempo después escuché ruido de botellas. No imaginaba de qué podrían hablar dos hombres adultos luego de haber participado de semejante juego ¿debatirían quién tenía la mejor cola entre las mujeres?, tal vez sólo ignorarían el tema; harían de cuenta que nada de eso ocurrió y charlarían de algún tema irrelevante.

 

Me quedé sola con mi hermano y mi primo, no podía creer cómo había cambiado todo en tan poco tiempo, a estas alturas yo podría estar siendo penetrada por mi padre; pero mi maldita tía lo había arruinado todo; con su apático discurso le había quitado el alma al juego.

 

Una vez mi madre me había encomendado la tarea de convencer a los integrantes de mi familia de volver a participar en el juego y había sido una tarea larga y cansadora; aunque tuvo sus buenos momentos. En esta ocasión no me sentía con ánimo ni fuerzas para emprender otra vez esa tarea, al menos no podía hacerlo sola y mucho menos si tenía la sensación de que algunos me detestaban. Sentada desnuda y sola frente a Ariel y Eric me sentí como un blanco conejito frente a dos lobos feroces y hambrientos, no quise quedarme allí ni por un segundo más. Sin decir una palabra me puse de pie y me dirigí hasta mi cuarto. Prefería enfrentarme a la furia de Mayra antes que a dos gruesos penes erectos que soñaban con colarse en mis agujeritos. Si bien la idea no me desagradaba para nada, no quería ser yo la única que continuara actuando como una puta mientras todos los demás habían decidido poner fin a los juegos. Tengo que admitir que titubeé al estar parada frente a la puerta de mi dormitorio, imágenes como diapositivas invadieron mi mente, en ellas podía verme tendida en una cama envuelta entre las piernas y los brazos de mi primo y mi hermano, siendo penetrada por uno y succionando ávidamente el pene del otro; pero estas imágenes quedarían sólo en mi imaginación.

 

Lo primero que vi al abrir la puerta del dormitorio, fue a mi hermana pequeña tendida en su cama con las piernas abiertas, masturbándose enfáticamente; introducía dos dedos de su mano derecha en el dilatado orificio de su pequeña almejita. Su brazo izquierdo cruzaba por debajo de su cuerpo, llegando su mano hasta la cola, tenía el dedo mayor enterrado en su ano y lo movía hacia adentro y hacia afuera a un ritmo que no coordinaba con el de su otra mano. En cuanto abrió los ojos y me vio se sobresaltó y apartó las manos como si se hubiera quemado con algo caliente. La sorpresa no le duró mucho; ya que, en un parpadeo, su expresión pasó a ser de furia, la cual estaba dirigida en su totalidad hacia mí.  

 

-¿Por qué no golpeás antes de entrar? –me gritó sentándose sobre la almohada.

-Porque también es mi cuarto.

-Pero sabías que yo estaba adentro.

-No imaginé que estuvieras pajeándote –cerré la puerta y me tiré en mi cama- podés seguir, no me molesta.  

-Lo que haga no es asunto tuyo.

-¿Pero lo que yo hago sí es asunto tuyo?

-Lo que vos hacés es joderme la vida.

-¡Ay Mayra, basta! –me senté en el borde de mi cama y la miré directamente a los ojos- me cansaste pendeja. No tengo por qué tolerar tus maltratos, si tenés algún problema conmigo vení y arreglalo como mujer, no como una chiquilina –apreté mi puño y la amenacé con él.

-Yo no quiero pegarte –dijo asustada. Desde pequeñas no llegábamos a la violencia física pero ya me había agotado; estaba dispuesta a darle un buen golpe si la situación lo requería.

-Algo vas a tener que hacer. Lo que pasó con el tío no va a cambiar… ya pasó. Sé que a vos te gusta, no pensé que te gustara tanto ¿Estás enamorada de él? Porque otra explicación no encuentro para que enojes conmigo de esa forma. Si hubiera sabido lo que sentías por él, creeme que no hubiera hecho lo que hice.

-Al tío Alberto lo quiero mucho… pero no estoy enamorada de él –se sentó en su cama frente a mí, nuestras rodillas casi se tocaban.

-Me acosté con él porque estaba caliente, no porque quisiera lastimarte ni competir con vos; te juro que, entre tanto toqueteo, ni siquiera me detuve a pensar en lo que hacía. Te pido disculpas pero ya no puedo revertir lo que pasó. Si no estás enamorada de él ¿por qué te enojaste tanto conmigo? –Agachó la cabeza intentando esquivar mi mirada penetrante-. Vamos Mayra, contestame; porque sinceramente ya me cansé de aguantar toda tu bronca, me hace muy mal. Siempre nos llevamos muy bien, me duele mucho saber que me odiás.

-No te odio –dijo con voz suave.

-¿Entonces por qué me tratás así? ¿Celos? ¿Te molestó que el tío se fijara en mí? ¿Creés que sos menos linda? Vos sos la más hermosa de esta familia… si se acostó conmigo fue porque me tuvo más fácil, no porque me prefiriera antes que a vos.

-También te acostaste con Eric –me dijo apenada.

-¿Cómo sabés?

-¡Porque los vi! Un día escuché ruidos en su cuarto y abrí la puerta. Te vi a vos en cuatro arriba de la cama… entregándole la cola. Eso me molestó mucho.

-¿El problema es por Eric? –De pronto recordé que mi hermano aseguraba estar enamorado de mí, tal vez a Mayra le pasaba algo similar con él- ¿Tenés algún sentimiento especial por Eric?

-¿Qué? –Levantó la cabeza y me miró a los ojos- No, nada que ver. Puede ser mi hermano, pero casi no lo conozco. Además es bastante bruto… y para bruto ya lo tengo al tío Alberto; que al menos es un bruto simpático... y lo quiero.  

-Cada vez entiendo menos Mayra. ¿Te enojaste o no por haberme acostado con ellos?

-Sí.

-¿Por qué motivo en particular? Por favor, decímelo. Necesito saber por qué me maltratás tanto.

-Porque estoy enamorada de vos ¡Ya está, te lo dije! ¿Contenta? –me lanzó una última mirada furiosa y se arrojó bocabajo en la cama, hundiendo la cabeza contra la almohada.

 

Quedé con la mirada perdida, apuntando hacia las blancas y redondas nalgas de mi hermana. Intentaba asimilar las palabras que había escuchado; pero una reacción inversa en mi interior me impedía completar el proceso.

 

-Ni siquiera sé por qué te lo conté –continuó diciendo Mayra; su voz sonaba ahogada por culpa de la almohada.

 

Mi cabeza era un caos, no podía hilar dos pensamientos juntos, hice un gran esfuerzo por concentrarme y le dije la única palabra que encontré:

 

-Perdón.

 

Ella volteó la cara y miró con sus grandes ojos enrojecidos por las lágrimas.

 

-Te pido perdón Mayra, si hubiera sabido antes que te pasaba algo así conmigo no me hubiera comportado de esa forma y lo hubiéramos hablado, al menos.

-¿Lo decís en serio? –Volvió a sentarse delante de mí- ¿no me vas a salir con todo ese discurso de “somos hermanas”?

-No, porque sé que decir eso no sirve de nada –lo había aprendido con Eric pero no quería contárselo-. Respeto tus sentimientos, no tengo idea de cómo llegaste a quererme de esa forma… supongo que fue por culpa del juego, pero sea como sea, es algo que te pasa de verdad… y por más que no lo entienda, tengo que respetártelo.

-Me sorprendas Nadia, nunca te había visto tan… sensata –dijo limpiándose las lágrimas con la punta de su sábana.

-Es que durante estas últimas semanas aprendí muchas cosas de la vida, cosas que no me había planteado nunca y que jamás había imaginado. Nuestra familia quedó marcada y esa marca es indeleble.

-Eso es cierto, pero yo no me… enamoré de vos por culpa del juego de póker.

-¿No?

-No, ese juego sólo me sirvió de excusa para acercarme más a vos. Estos sentimientos me enloquecieron durante mucho tiempo; es algo que fue creciendo de a poco y mientras más tiempo pasaba a tu lado, en este cuarto, más me atraías. Más linda te veía, más ganas tenía de besarte, acariciarte… decirte todo lo que tenía guardado adentro. Siempre te vi como mi modelo a seguir, si bien no sos la más inteligente de la familia, sos la más noble. Vos sos la que siempre nos mantiene unidos.

-¿Yo? Pensé que era mamá la que se encargaba de eso… y más de una vez me pareció que me mirabas raro; pero jamás sospeché que pudiera ser porque sentías algún tipo de atracción hacia mí.

-Mamá sólo te apoya, pero siempre te dice “Nadia, hablale a tu hermano sobre tal cosa”; “Nadia, tu tío anda triste, preguntale si quiere hacer algo para divertirse”; “Nadia, tu hermana tiene un examen muy difícil dentro de poco tiempo ¿podés darle una mano?”

-Eso es cierto… pero no quiere decir que sea yo la que mantenga a la familia unida.

-Claro que sí, mamá es inteligente y sabe leer bien a las personas, pero vos tenés la particularidad de ser la que todos más quieren en esta casa, a la que todos escuchan, la que todos quieren tener cerca cuando nos sentamos a comer. ¿No te diste cuenta que siempre están todos rotando en las sillas y vos sos la única que siempre tiene su lugar fijo?

-Nunca lo vi de esa forma.

-Va siendo hora de que te enteres, porque cuando vos no estás, la casa es muy triste; se vuelve gris y nadie habla con nadie. Si vos te deprimís, todos se deprimen. Sos el eje que sostiene a esta familia. Estos últimos días fueron horribles para todos, sabíamos que vos estabas triste y nadie sabía el por qué… solamente yo… y mamá.

-¿Qué es lo que sabe mamá?

-Ella sabe lo que siento por vos, se lo conté después del juego… primero se lo planteé de otra forma, ella también creyó que yo estaba enamorada del tío Alberto… espero que el tío no lo piense así porque se puede llevar una gran desilusión y no quiero lastimarlo. Tuve que confesar que mis sentimientos eran hacia vos.

-¿Cómo reaccionó ella? –la garganta me dolía por estar conteniendo tanta angustia en mi interior.

-Se lo tomó bastante bien, me dijo que me entendía perfectamente y me recomendó que lo hablara con vos. Ella sabía que nosotras… lo hicimos… tampoco se enojó por esto. Fue todo muy raro, creí que me iba a asesinar; pero pasó todo lo contrario, me apoyó totalmente.

-¿Ves? Esa es mamá. Ella es fuerte, es la que siempre toma las riendas.

-Eso lo hace porque sabe que siempre tiene tu apoyo, me lo dijo mil veces; vos le facilitás la vida –esas palabras me conmovieron-, en realidad se la facilitás a todos en esta casa, todos te siguen a vos o se sostienen de vos.

-¿Segura? Cuando jugamos al póker por primera vez, todos se pusieron en mi contra –le recordé.

-Nadie se puso en tu contra, vos eras la que guiaba el juego.

-¿Qué decís Mayra? La que guio el juego todo el tiempo fue mamá.

-Ella sólo dio las indicaciones básicas, pero todos jugábamos porque queríamos verte a vos… a mí me puso sumamente cachonda ver cómo te oponías a seguir jugando pero después terminabas haciendo lo que te pedían. Mientras vos siguieras con esa actitud, todos íbamos a querer jugar… y después yo tuve la enorme suerte de acostarme con vos esa misma noche. Para mí fue muy especial, fue el sueño que tuve durante mucho tiempo. Recién me estaba tocando… pensando en lo que hicimos juntas esa noche… y lo que pasó después. No te imaginás la cantidad de veces que fantaseé con la idea de que, durante la noche, te metías en mi cama por sorpresa y, sin decirme nada, me besabas.

-Todo esto es mucha información para mí, no me ahogues Mayra, acordate que yo no soy la más intelgiente de la familia. Me cuesta bastante asimilar todo.

-Pero tampoco sos Eric. ¿Sabías que él también se muere por vos? Bah, no estoy segura, pero se la pasa diciendo “Nadia esto”; “Nadia aquello”; “Nadia lo otro”… y se le para la verga cada vez que andás cerca con poca ropa o con algún pantalón ajustado… yo le paso por al lado en tanga y ni me mira… una vez me metí la tanga en la concha y le pasé por adelante como tres veces mientras iba y venía de la cocina. Él se quedó leyendo un libro de no sé qué… ni siquiera levantó la mirada… ¿por qué me mirás así? ¿No me creés?

-Perdón, te miro así porque estoy sorprendida, por tu actitud. Te creo todo… menos lo de Eric leyendo. Lo conozco desde que nací y no recuerdo haberlo visto nunca con un libro.

-Estaba con un libro…

-Mayra, vos sos inteligente. ¿Por qué no hacés uso de tu cabecita? ¿Qué te dice la actitud de Eric? Analizalo como si vos fueras otra persona… ¿cómo reaccionó él al ver a una chica, que es su hermana, desfilando provocativamente frente a él?

-Se escondió… atrás de lo primero que encontró.

-¿Por qué?

-No sé… ¿será maricón?

-Creeme que no lo es. A mí me lo demostró muy claramente, no me pude sentar normalmente durante tres días después de que él me agarró por atrás. Hay algo que noté la vez pasada, entre Eric y vos.

-¿Qué cosa?

-Él te tiene miedo. En realidad tiene miedo de verte como mujer. A mí me ve así y le cuesta contenerse, a mamá la ve de la misma forma y si le dan la oportunidad, se la coge sin dudarlo… pero vos sos la nena chiquita de la familia, la muñequita de porcelana, él tiene miedo de que te rompas si te agarra…

-Que me rompa… -me dijo libidinosa- ¿Ves? Siempre me hacés lo mismo… me calentás. Ahora no puedo dejar de imaginarme con Eric. ¿Coge bien?

-Sí, creo que es lo único que sabe hacer bien –las dos nos reímos al mismo tiempo.

 

Mayra se abalanzó sobre mí y me envolvió con sus brazos, pude sentir sus pequeños pechos chocando contra los míos y su húmeda vagina posándose en mi pierna izquierda, comenzó a llenar mi cara de besos, algunos se estrellaron contra mis labios. No sabía cómo reaccionar, pude detenerla pero tenía miedo de ofenderla.

 

-Me pone muy contenta que volvamos a estar bien –me dijo mirándome fijamente a los ojos sin dejar de abrazarme.

-A… a mí también… creme que… yo… no…

-¿Qué pasa? ¿Te pongo nerviosa?

-Un poco… sí.

-¿A vos te gustan las mujeres?

-Este… sí, un poco.

-Un poco… un poco… ¿es lo único que vas a decir? Sé más directa.

-Me puedo calentar viendo una mujer… y me puedo acostar con una sin sentirme culpable. ¿Eso querías saber?

-Sí.

-¿Vos sentís algo especial por las mujeres? –le pregunté sin poder apartar la mirada de sus expresivos ojos oscuros.

-Sí, te lo quería contar… hasta que me enojé con vos. Creo que podría afirmar que soy lesbiana.

-¿Tanto? ¿No habías estado con tu profesor?

-Eso sólo lo hice porque quería corroborar si me gustaban los hombres.

-¿Y te gustó?

-Sexualmente, sí –se movió un poco y su sexo se frotó contra mi muslo-; pero no sentí nada en particular. Me pone cachonda estar con un hombre, más si me resulta simpático; pero lo que realmente me volvió loca fue hacer el amor con vos –de pronto volvió a ser la misma Mayra de siempre, radiante, simpática, con toques de timidez e inocencia. Me tomó de las manos y sin darme tiempo a nada, me besó; su lengua escarbó en las profundidades de mi boca. El beso se extendió durante largos segundos–. No soy tonta Nadia –dijo después-, sé que vos nunca vas a sentir lo mismo por mí, me jode que así sea pero ya me lo demostraste; de muy mala manera, por cierto. Me jodió mucho ver con qué facilidad de acostabas con el tío y también con Eric, como si yo no hubiera significado nada para vos. Fui una boluda al creer que lo nuestro había sido especial.

-Creeme que lo fue, así lo sentí… tuve sexo con mi hermana, carajo. ¿Te creés que no me quedé pensando en eso? Todavía lo pienso… a veces escucho a alguna de mis compañeras decir “No soporto a mi hermana, me tiene harta”, y yo pienso “¿No probaste chupándole la concha? Tal vez así te disguste menos” –estas palabras la hicieron sonreír de una forma muy tierna-. Somos especiales porque estas cosas no las hace todo el mundo, Mayra. Pero vos estás siendo injusta conmigo, vos hiciste… cosas con el tío después de que nosotras nos acostamos; lo que sentías por mí no te impidió hacerlo.

-Eso fue muy diferente, yo sólo se la chupé al tío.

-¿Entonces hay un límite que no se puede cruzar? No entiendo Mayra, en mi opinión vos te enojaste y punto… ni siquiera tiene mucha lógica.

-Los sentimientos son así, Nadia. No tienen mucha lógica, yo te amo pero a veces me dan ganas de matarte. Algo que siempre me molestó de vos es tu tendencia a analizarlo todo, dejá que las cosas fluyan de vez en cuando. Con o sin lógica, lo que hiciste me hizo muy mal. Punto.

-Te pido disculpas… yo…

-Eso tampoco puedo perdonártelo, estoy dolida y no se me va  a pasar –al contrario de lo que denotaban sus palabras, me abrazó con mayor fuerza-; pero no quiere decir que quiera pegarte.

-No quiero que me pegues, pero tampoco quiero que me sigas torturando. Me hace mierda que me trates así.

-Creeme que a mí me duele tanto como a vos.

-¿Entonces por qué lo hacés?

-Por estúpida. Me jode toda esta situación y como me causa tanta impotencia, me la agarro con vos.

-Que soy la culpable de todo.

-Exactamente.

-Cuánta franqueza.

-De ahora en más voy a ser honesta con vos.

-Brutalmente honesta.

-La verdad duele.

-¿El dicho no era: “La verdad no duele”?

-Eso es una pelotudez sin sentido. Claro que duele la verdad, de lo contrario no habría dolor en el mundo. A vos te rechaza el amor de tu vida y te va a doler, pero esa persona te dijo la verdad: “No quiero estar con vos”.

-No lo había pensado de esa forma. Es interesante tu punto de vista –me regaló una linda sonrisa-. ¿Y ahora qué vamos a hacer?

-¿Querés ser mi novia? –el corazón me dio un vuelco.

-¿Qué? No… no puedo… no. ¿Vos estás loca?

-Está bien… ya entendí… ya entendí; pero tenía que intentarlo, al menos… decime si no hubiera sido lindo.

-Hubiera sido muy enfermizo… ¿Te imaginás que tenga que presentarte a mis amigas? “Esta es mi hermana Mayra, ah… por cierto, también es mi novia”.

-Suena bastante descabellado si lo ponés de esa forma. Yo me refería a una relación sobre la cual nadie tiene que enterarse, sólo vos y yo.

-Me vas a ocasionar un ataque de angustia, Mayra.

-No te hagas la víctima, Nadia. Acá la que sale perdiendo soy yo. Vos vas a seguir cogiendo con todo el mundo y ahora me vas a ver a mí como a un bicho raro, no vas a querer pasar otra noche conmigo… te vas a acostar con todos en esta casa, menos conmigo.

-No dije eso… a mí me gustó lo que pasó con vos. Creeme, fue mi primera experiencia con una mujer… y con la más linda que conozco. Creeme también que si yo quisiera ser lesbiana, vos serías mi primera opción.

-Tendré que conformarme con eso –pegó más su cuerpo al mío y me estrujó entre sus brazos, a pesar de ser tan pequeña, su fuerza era sorprendente; fue una suerte que no haya querido golpearme. Mis tetas estaban tan apretadas que temí que fueran a estallar-. Te quiero mucho Nadia –lo dijo con tanta honestidad que me provocó un nudo en la garganta.

-Me vas a hacer llorar.

-Entonces no se habla más del tema. Sé cuándo aflojar.

-¿Estás segura? A mí no me aflojaste ni un segundo.

-Porque sabía que si aflojaba me ponía triste e iba a terminar llorando por los rincones. Es más fácil estar enojada que estar sintiendo lástima por una misma. Mañana ya tendré tiempo para eso, hoy no quiero.

-¿Vamos a dormir? –no tenía sueño pero tampoco se me ocurría otra cosa, necesitaba tiempo para pensar.

-Ni loca… con toda la gente que hay desnuda allá afuera. Mirá si terminan cogiendo y… pucha, pobre mamá. La dejamos sola contra los cuatro. La van a matar.

-No creo que estén jugando, cuando yo me levanté de la mesa ella ya se había ido. Creo que se está bañando.

-Yo estoy re caliente.

-¿No que estabas llorando?

-Eso ya pasó. Madurá Nadia, no podés estar llorando toda la vida; también hay que divertirse. Estaba caliente mientras jugábamos; seguía caliente cuando entraste y me interrumpiste… y sigo caliente ahora que te tengo cerca.

-El juego se suspendió –intenté desviar el tema.

-Se suspendió mientras vos no quieras seguir jugando. Creeme que basta con que lo reanudes para que todos te sigan… bueno, la tía no; ella es una amargada de alma y corazón. ¿Qué decís, vas a seguir?

-No estoy de ánimo… todo esto que me dijiste me dejó en estado de shock. Además no quiero que vuelvas a enojarte conmigo… mirá si me ponen algún desafío con alguien, con Eric por ejemplo, y vos te enojás.

-No me voy a enojar, porque sé que va a ser por el juego. A mí lo que me jode es que elijas a otra persona cuando no estamos jugando. Que los elijas sabiendo que yo estoy a tu entera disposición.

-Eso no va a cambiar, Mayra. Algún día me voy a acostar con otra persona, por elección. ¿Quién sabe? Tal vez algún día yo también me enamore de alguien.

-Lo sé… lo sé… pero no quiero pensarlo, no ahora. Ahora quiero divertirme, lo necesito… sino me voy a deprimir otra vez. ¿Volvemos al juego? Hacelo por mí.

-No sé, estaba excitada pero ya me enfrié.

-De eso me encargo yo. Abrí las piernas.

-No, dejá –forcejé con ella porque quería empujarme hacia atrás en la cama- no tengo ganas.

-Abrí las piernas te digo.

-Basta Mayra, me vas a hacer mal.

-Lo único que te voy a hacer es chuparte la concha. No te vas a morir por eso.

-No quiero que lo hagas…

-Por favor Nadia… fueron muchos días de abstinencia… necesito chupar una…

-Solamente me la chupaste un par de veces… dudo que padezcas de algún síndrome de abstinencia.

-Justamente por eso lo necesito, porque pude probarlo pocas veces… y me lo quitaron.

-Vos sola te lo quitaste… ¡Ay! –me empujó con tanta fuerza que caí de espalda contra la cama.  

 

Rápidamente consiguió ponerse de rodillas entre las dos camas y me obligó a separar las piernas; no tuve ni un segundo para quejarme, su lengua me invadió completamente la vagina. Solté un fuerte suspiro ya que la sensación de placer fue repentina e intensa, había tomado por sorpresa a mi cuerpecito. Me di cuenta de que era inútil luchar, cuando a Mayra se le metía algo en la cabeza, era imposible sacárselo. Volví a gemir al mismo tiempo que relajaba mi cuerpo, meneé mis caderas y dejé que mis manos quedaran libres a los lados de mi cabeza mientras una pequeña boca succionaba mi clítoris con enorme intensidad.

 

-¡Cómo extrañaba esto! –dijo Mayra.

 

Sólo dejó de chupar para hablar, ni bien dijo la última sílaba retomó su trabajo. Mi mente se puso en blanco y mi cuerpo comenzó a arder. Tuve espasmos involuntarios y fuertes dolores en mi abdomen; pero no eran nada comparado con el placer que sentía en mi jugosa conchita.

 

-Disfrutala, mi amor –le dije entre jadeos- si te gustan las conchas, entonces podés jugar con la mía cuando quieras.

-Cómo se nota que ya estás caliente.

-Mucho. Podés seguir… -levanté mis pies hasta apoyarlos al borde de la cama, esto le permitía a mi hermana escarbar más profundo en mi intimidad-. Chúpame la conchita… eso así, así… ¡uf! Cómo me gusta… Te prometo algo Mayra –le dije entre gemidos- no podés ser mi novia, pero cada vez que quieras coger con una chica… ¡ay, que rico! –me dio un leve mordisco en el clítoris- cada vez… que quieras estar con una mujer, no tenés más que pedírmelo.

-¿De verdad? –levantó la cabeza y yo pequé mi mentón a mi pecho para poder mirarla a los ojos.

-Sí hermosa, de verdad.

-Esa es la mejor noticia que me podías dar.

 

Se lanzó sobre mi cuerpo y buscó mi boca con su lengua, los dedos de su mano izquierda se metieron directamente por el agujero de mi vagina; comenzó a violarme con ellos… aunque era una violación voluntaria. La acompañé con el beso y luego busqué su pequeña conchita. Masturbarla me causó mucho placer, ya que podía escucharla gemir y notaba cada espasmo de su cuerpo contra el mío.

 

-Haceme acabar –me pidió gimiendo junto a mi oído.

 

Aceleré el movimiento de mis dedos, su pequeño clítoris se sacudía entre mis dedos, me agradaba mucho poder sentir la humedad de su sexo. Algo en mi interior me decía que le debía muchas cosas a esta mujercita, ella fue cruel conmigo sólo porque la lastimé… yo no lo sabía, pero el dolor que sintió fue real. Quise remediar eso de alguna forma.

 

-Ahora quiero ser yo la que se coma esa conchita tan divina. ¿Me la vas a dar mi amor?

-¡Sí! –Respondió al instante abriendo grande los ojos como si fuera un chico abriendo sus regalos de cumpleaños- ¡Es toda tuya!

 

Hice mi mejor esfuerzo por satisfacerla, apenas estuve entre sus piernas di un fuerte chupón a su clítoris, el sabor salado de su sexo me agradó más de lo que me había imaginado… o de lo que recordaba… esto de chupar conchas no estaba nada mal, debía considerarlo parte importante en mi vida sexual de ahora en adelante. Acompañé mis lamidas con suaves caricias en la colita de Mayra, si a ella le gustaba tener sus dedos dentro, seguramente le agradaría tener los míos. Empujé un poquito hacia adentro con mi dedo índice, ella levantó las piernas demostrándome que quería que yo continuase… y así lo hice. Hundí el dedo hasta la primer falange, sin dejar de lamer su clítoris, y luego la penetré más profundo, ella soltó un agudo gemido que me hizo estremecer de puro gusto.

 

-Eso es lo que más me gusta de vos –le dije casi sin dejar de chupar- a veces parecés una nenita inocente y desprotegida, es sumamente morboso verte excitada.

-No me gusta que me vean como una nena, ya soy una adulta… ¡ah! –gritó de placer cuando comencé a meter y a sacar rápidamente el dedo.

-No seas tonta, mi amor, es lo más lindo que tenés. Podés usarlo a tu favor… al tío lo debe volver loco verte de esa forma.

-Es cierto… ¡Ah! Sí, seguí…

-Contame… -le pedí mientras volvía a comerme su clítoris.

-A él le gusta decir que soy su muñequita –mientras hablaba se retorcía- le gusta que le haga bailecitos eróticos… irme desnudando de a poco… tocarme un poquito.

-¿Y nunca te la mete?

-No, a veces hacemos un… ¡ay Nadia, sí seguí así!... Hacemos un jueguito, yo le bailo desnuda y me voy sentando de a poquito arriba de su verga… me la mete un poquito por la cola… pero sólo un… ¡ah!... un poquito. Me gusta… me gusta mucho.

 

No sabía si lo decía por lo que hacía con su degenerado tío o por las chupadas que le estaba dando yo, no culpaba a Alberto por comportarse así con su sobrina; él, en parte, contaba con el apoyo de la familia, nosotros le dijimos, de forma indirecta, que tenía permitido jugar de esa forma con la pequeña.

 

La suma de mis intensas lamidas con los recuerdos evocados por la pequeña la ayudaron a alcanzar un clímax casi frenético, en el que arqueó su espalda y gimió con fuerza mientras se estrujaba sus pequeños pechos con las manos. En mi boca recibí una mayor cantidad de jugos, los cuales bebí con gran satisfacción; sentía que ahora estaba a mano con mi hermana… o casi. Al menos no me sentía tan culpable.

 

-Sos… sos espectacular Nadia –me dijo sin dejar de jadear-. Me encanta hacerlo con vos.

-Va a ser nuestro secretito ¿sí?

-Sí, te lo prometo, no le cuento a nadie.

-Así me gusta… ¿y ahora qué?

-Ya es hora.

-¿De qué?

-De arruinar del todo nuestra familia… o unirla para siempre. Vamos.

 

Se puso de pie rápidamente y de un tirón en la mano me obligó a ponerme a pararme, me costó hacer pie pero salimos juntas de mi cuarto; desnudas y sumamente excitadas.

 

En pocos minutos Mayra había logrado llevarme a un estado de excitación en el que lo único que podía pensar era en sexo; pero mi algarabía también tenía mucho que ver con las palabras de mi hermana y su actitud frente a un tema tan delicado. Era capaz de pedirle al primer hombre que me cruzara que me la metiera, que me partiera al medio allí mismo, en el piso o contra la pared. Quería que me cojan. 

 

Tal vez haya sido una suerte que la primera persona que cruzamos fue mi madre, ella justo salió de su dormitorio, envuelta en una bata, cuando nosotras cruzábamos por el pasillo. Al parecer había ignorado por completo a mi tía ya que actuaba como si hubiera salido de un cuarto vacío.

 

-¿Qué hacen? –nos preguntó.

-Vamos a seguir jugando –dijo Mayra tirándome del brazo- ahora sí, que se pudra todo –la puerta del cuarto de mis padres estaba entreabierta, allí pudimos ver a Analía sentada en la cama, aún desnuda, mirando televisión con el ceño demasiado fruncido- ¡y vos tía, te podés ir a la puta que te parió! –la mujer se sorprendió tanto al verse insultada por su tímida sobrina que cambió radicalmente la expresión de su rostro. La chiquilla sumó al insulto un gesto obsceno utilizando su dedo mayor.

 

Me encantaba ver a Mayra actuando de esta forma, nunca la había visto así, parecía poseída. Me causaba gracia y a la vez me excitaba ya que pensaba que la chica podía ser capaz de cualquier cosa… y yo la seguiría sin dudarlo; y viceversa. Viki cerró la puerta del cuarto con una amplia sonrisa en el rostro.

 

-Si ustedes juegan, yo juego –nos dijo en voz baja.

-Sí mamá, por favor. Sin vos no podríamos seguir –le dije para que tomara más confianza.

 

Ella se nos unió y en cuanto regresamos al comedor lo vimos completamente vacío.

 

-Los chicos deben estar en el patio, tomando algo. Yo los busco –dijo mi mamá.

-Vos no perdés oportunidad para verle la verga a un pendejo –en cuanto dije esto ella se detuvo en seco y me miró boquiabierta- ¿Qué? Seamos sinceras. Te calienta vérselas.

-Yo también lo noté –aseguró Mayra- es obvio que hasta la de Eric te gusta.

-Y a vos te gusta la de… -comenzó diciéndole mi mamá.

-La de Nadia, ya lo sabe. Se lo dije recién. Qué mala que sos mamá, se lo ibas a decir.

-Si se meten conmigo yo me meto con ustedes.

-La primera que te dijo algo fue ella –mi hermana me señaló con el pulgar.

-Bueno, es que no hace falta que digamos cuál le gusta a ella… lástima que sea mi marido, vas a tener que pedirme permiso antes de usarla –toda esta charla desinhibida y directa me estaba poniendo a mil.

-¿Estás segura? –La desafié- Yo puedo conseguir la de papá antes que vos la de Eric; sin pedirte permiso.

-Soy tu madre y si te digo que no, es no –sabía que estaba jugando conmigo-; y no me desafíes porque llevás las de perder.

-A ver si dejan de discutir… si se creen tan putas, demuéstrenlo –impuso Mayra-. Yo les hago de juez… pero después quiero mi recompensa.

-¿Y cuál sería esa? –preguntó Viki.

-Lo digo después.

-¿Y la que gane tiene premio?

-Por supuesto –aseguró mi hermanita-, va a poder ponerle un nuevo desafío a la que pierda. Uno bien jodido.

-Me gusta este juego –dijo mi mamá-, es agresivo y competitivo, como yo. Por eso vos llevás todas las de perder, Nadia. Te falta espíritu de competencia.

-No te olvides de que soy tu hija y llevo tus genes en la sangre –hacía mucho tiempo que no me sentía tan viva- ¿cómo lo hacemos?

-Esperen las dos acá, yo voy a buscarlos a todos; el juego comienza cuando yo digo, a la que haga trampa le muerdo un pezón –tanto mi madre como yo nos tocamos una teta instintivamente e hicimos una mueca de dolor- Nadia, buscate una bata, así empiezan las dos en igualdad de condiciones.

-¿Y vos vas a andar desnuda? –le preguntó Viki.

-Sí, yo vengo a ser el factor de distracción… para hacer más difícil el juego. La regla principal es que ninguna puede ser directa, tienen que lograrlo frente a todos, con sutileza –se despidió de nosotras guiñándonos un ojo.

 

Prácticamente corrí hasta mi dormitorio, me apoderé de mi bata y cuando estuve por ponérmela vi la de Mayra colgando de un perchero. Arroje la mía sobre la cama y tomé la de mi hermana. “Igualdad de condiciones, las pelotas” pensé al mismo tiempo que me ponía esa bata tan pequeña, que a duras penas cerraba en el centro, lo que permitía que se formara un escote sumamente amplio y que mi conchita se viera si me inclinaba un poco… o si me sentaba, aunque esto último todavía debía comprobarlo.

 

En cuanto regresé al comedor vi a mi madre sirviendo unas copas de vino frío, ella quería que Eric bebiera, así sería más maleable, por eso había escogido justo la marca de vino que él prefería. Al verme vestida de esa forma abrió los ojos y la boca en un claro gesto de indignación.

 

-Eso es jugar sucio, a mí la bata me tapa todo.

-No te preocupes, Eric se acuerda perfectamente de cómo son tus tetas.

 

En ese instante Mayra regresó pavoneándose frente a cuatro hombres que no hacían más que mirarle el culo. Ellos se habían puesto calzoncillos y ya no tenían sus penes parados, pero sabía que eso se resolvería en cuestión de minutos, sin necesidad de esforzarnos. La mentira con la que se sentó a los cuatro hombres en los sillones que rodeaban la mesa ratona fue que, a pesar de que no siguiéramos jugando, nada nos prohibía seguir charlando y bebiendo. Esperé a que todos se sentaran para saber dónde ubicarme, pero éste fue un error. Mi padre se sentó en el sillón grande, con el apoyabrazos a su derecha y Ariel a su izquierda; el tercer sitio, a la izquierda de mi primo, lo ocupó Mayra. Eric tomó asiento en uno de los sillones individuales y justo cuando iba a sonreír porque mi madre no podría sentársele cerca, la muy desgraciada no tuvo mejor idea que sentarse de lado, sobre las piernas de su hijo; me dedicó una sonrisa burlona que solo Mayra y yo percibimos y no tuve más remedio que sentarme con mi tío Alberto, justo frente a mi padre. Mi tío no me caía para nada mal y no me molestaba que él me abrazara por la cintura e hiciera graciosos comentarios inspirados en mi anatomía; pero mi meta era conseguir a mi padre.

 

-Nadia es una chica que no necesita airbag en el auto –dijo Alberto haciendo reír a los demás; me llevó un rato comprender que ellos estaban hablando de autos antes de que mi hermana los fuera a buscar.

-Siguiendo esa teoría, Viki tampoco lo necesita –afirmó mi padre, dándole la excusa perfecta a mi hermano para mirar sin disimulo dentro del escote que ella le ofrecía.

 

Evalué la situación, mi madre llevaba una buena ventaja, pero yo podía separar levemente las piernas y permitir que mi padre y Ariel se deleitaran viendo mi almejita. Al parecer Pepe ya se había aburrido de tanto mirarla porque continuó charlando con su cuñado como si nada ocurriera; al que sí le agradó la vista fue a Ariel, quien clavó los ojos directamente en mi clítoris. Justo cuando estaba por agradecer que Mayra no fuera una gran distracción sentada en ese sitio, ella se puso de pie y se inclinó sobre la mesa ratona para servirse una copa de vino. Pepe giró la cabeza hacia ella al instante y se quedó mudo a mitad de una frase. De pronto recordé todas sus provocaciones, en las cuales utilizó a mi padre como objeto y lamenté no haberle preguntado qué sabía ella sobre la relación que teníamos mi papá y yo; sin embargo era casi evidente que, al menos, lo sospechaba. El boludo de mi primo intentaba no mirar a Mayra, pero le era imposible, parecía que uno de sus ojos apuntaba hacia la conchita de la pequeña y el otro hacía la mía; tal vez el estúpido pensaba que si yo veía que él me prefería a mí sobre las otras mujeres, yo dejaría que colara su masculinidad en mi argollita. El pobre no tenía idea de lo equivocado que estaba. Bajé mi mano izquierda y la coloqué entre mis piernas, cerré el puño y levanté el dedo del medio, haciéndole la típica señal de “Fuck you”; cuando él levantó la vista lo miré de forma despectiva, rebajándolo. Se puso rojo como un tomate y desvió la mirada hacia las piernas de Mayra, quien ya estaba volviendo a su lugar. Necesitaba quitarme de encima las distracciones, quería que mi padre comprendiera que mis actitudes estaban dedicadas a él y a nadie más que él.

 

Miré fugazmente a mi madre en varias ocasiones mientras intentaba captar la atención de Pepe, ella hacía grandes avances, ya estaba hablando en voz baja con Eric y ambos sonreían gratamente mirándose a los ojos; de no conocerlos como madre e hijo, hubiera dicho que eran una bonita pareja de tortolitos. Podía adivinar que mi hermano ya tenía la verga completamente dura y seguramente mi madre se habría encargado de hacerla encajar entre sus nalgas.

 

Puse a prueba mi cerebro, analicé rápidamente la escena y me percaté de que Ariel era el único que no estaba bebiendo nada.

 

-Primo, ¿no tomás vino? –le pregunté disimulando mi enfado con él.

-Ya me cansé del vino, yo quiero algo más fuerte.

-¿Cómo qué?

-No sé… como whisky –eso me dio la idea perfecta para quitarlo del medio.

-Mayra, ¿por qué no le mostrás a Ariel donde guardamos el whisky? –le sugerí a mi hermana, ella esbozó una sonrisa cómplice; comprendió mi plan a la perfección.

-Encantada, seguime.

 

En cuanto ella se puso de pie y meneo suavemente su respingado culito ante los ojos de mi primo, él se puso de pie y la siguió como una serpiente sigue la música de un encantador de serpientes. Aproveché para volver a llenar mi copa y, como si fuera por pura casualidad, me senté junto a mi padre. Ignoré mi la copa que había servido y apoyé la cabeza contra su hombro.

 

-Me parece que tomé mucho –dije con voz cansada- me duele la cabeza.

-¿Querés una aspirina? –me preguntó mi padre mientras me envolvía con uno de sus pesados brazos; tal vez seguía enfadado conmigo, pero yo seguía siendo la niñita de papá, esa era mi mejor carta y debía jugarla correctamente.

-No, ya se me va a pasar –al decir esto bajé la cabeza hasta apoyarla en su regazo. Pude sentir contra la mejilla el bulto cilíndrico de su pene bajo la tela de su calzoncillo.

-¿Por qué no vas a acostarte Nadia? Ya es tarde –escuché la voz de mi madre, la muy desgraciada quería ponerme el juego más difícil.

-Estoy cómoda acá –dije esto acariciando levente la verga de mi padre por arriba de la tela, ya podía sentir como ésta se despertaba lentamente.

-Dejala Viki, a mí no me molesta –contestó mi padre acariciándome la cabeza con su pesada mano.

 

Vi a Mayra regresar con paso sensual, detrás la seguía Ariel, como un perrito faldero, llevaba una botella de whisky en la mano y la mirada clavada en las nalgas de la pequeña muchachita. Supuse que todos estarían viéndola, por lo que aproveché para hacer un rápido movimiento, casi imperceptible, y saqué el pene de mi padre del interior del calzoncillo. Lo admiré con gran agrado, aún olía a sexo. La piel era oscura, suave y arrugada, su glande sobresalía como el casco de un soldado. Volví a acariciarlo como si fuera un muñeco de trapo, ahora podía sentir el calor de ese miembro viril contra mi mejilla, tenía ganas de llevar una mano a mi vagina y comenzar a tocarme en frente de todos; pero ya habría tiempo para eso.

 

Luché contra las enormes ganas que tenía de abrir la boca y comerme todo ese pedazo de carne, la ansiedad era tremenda, lo tenía tan cerca y se estaba endureciendo y no podía chuparlo… mejor dicho, no debía. No sabía exactamente qué estaba permitido y qué no en este desafío, pero suponía que comenzar a chuparla sería descalificativo… ¿lo sería? Porque esa verga era demasiado provocativa, demasiado gruesa… mis dedos buscaban tocarla tímidamente… ya la había probado y sólo podía pensar en la agradable sensación que me provocaba tenerla dentro de la boca; sentir que no podía con todo; ese amargo e intenso sabor a sexo; mi lengua recorriéndolo; mi corazón acelerándose… sabía que si engullía ese grueso pene perdería automáticamente el desafío impuesto por Mayra, tal vez para muchas personas sea una idiotez seguir con ese juego y hubieran optado por chupar la verga sin mayores dudas, pero mi espíritu competitivo me impedía otorgarle de forma tan fácil la victoria a mi madre; ella a veces se jactaba de haber sido bautizada con el nombre de Victoria porque estaba destinada a ganar siempre que se lo propusiera, yo quería, por una vez en la vida, demostrarle que Nadia también podía ser el nombre de la victoria. Evalué rápidamente la situación, si ella continuaba sentada sobre mi hermano, no pasaría mucho tiempo hasta que el bruto calentón le clavara la verga a su madre y  yo me vería obligada a cumplir con un nuevo y duro desafío y la humillación de la derrota. Casi podía imaginar a mi madre mofándose de mí, diciéndome que yo aún era muy pequeña y que no estaba a su altura, que si quería competir, a duras penas podría hacerlo con Mayra, pero nunca con ella. Llena de rabia auto inducida, me puse de pie de un salto.

 

-Si seguimos con estas caras largas, nos vamos a dormir sentados –dije lo primero que se me ocurrió, en realidad nadie mostraba signos de aburrimiento, al contrario; a Eric se lo veía sumamente feliz, hurgando con la mano debajo de la bata de su madre, pude ver que un par de dedos se perdían dentro del peludo agujerito-. Voy a poner algo de música, alegremos un poco la reunión. ¿Alguno quiere bailar?

 

Todos me miraban como si yo me hubiera vuelto loca repentinamente, la única que sonrió con malicia fue mi madre, quien supo que todo era una treta de mi parte para ganar tiempo. Me acerqué al equipo de música y busqué rápidamente entre los CD que había sobre el mueble, ninguno me resultó atractivo, estaba perdiendo la calma cuando encontré uno de esos estúpidos discos que sacan anualmente con los mayores hits del verano, música que detestaba pero que podía cumplir con mi propósito. Lo coloqué y puse el volumen tan alto como la perilla circular me lo permitió, apagué la luz del comedor, de esta forma la única luz que recibíamos provenía del pasillo y de la cocina. En cuestión de segundos había transformado mi casa en una improvisada discoteca. La música era ensordecedora y aún tenía la mirada de mi familia persiguiéndome. Haciendo caso omiso a los pocos intentos que hicieron por preguntarme algo, tomé la mano de mi padre y lo invité a ponerse de pie. Él se levantó con una amplia sonrisa en los labios, la misma sonrisa que luego le dediqué a mi madre, segundos antes de tenderle una mano a ella y obligarla a pararse con un tirón.

 

-Sos una pequeña tramposa –me dijo al oído.

 

 

Apenas podía escuchar su voz por encima del pegajoso y estridente ritmo de una canción pop. Mi papá me tomó por la cintura con sus gruesas y macizas manos y pude sentir toda su hombría encallar entre mis desnudas nalgas. Estaba dispuesta a darle el mejor baile de su vida y, de paso, podría ganar la apuesta. 

 

Continuará...

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