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Nuestro aniversario

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La música suave de Caetano Veloso irrumpía en el ambiente semioscuro, algunas voces llegaban lejanas, a pesar de estar muy cerca, pues lo único que podía escuchar era su respiración y sus manos acariciando mi nunca, simulando un masaje.

Me dejaba llevar por esa sensación agradable que invadía mi cuerpo, la música, sus manos, su respiración conformaban una atmósfera utópica, que me trasladaba a otro lugar donde solo él y yo teníamos cabida.

De pronto, nuestras miradas se encontraron, yo acerque mi boca a su mejilla, lo bese suavemente y le susurré al oído, me gustas. Apenas nuestros labios se rozaron, pero ese instante, fue suficiente como para darnos cuenta que ese momento mágico era el comienzo de una relación que - hasta este instante - jamas me lo había imaginado.

Ya ha pasado un año desde la primera vez y sin lugar a dudas hemos aprendido juntos a crecer en libertad a amarnos sin miedo a las ataduras, entregarnos y confiar el uno en el otro y así a nuestra manera ser felices.

A medida que el tiempo transcurre y cada uno de nuestros encuentros es más gozoso que el anterior, fui relatándolos como una forma de dejar un testimonio de ellos.

Algunos solo quedan en el recuerdo y no llegué a plasmarlos en el papel, pero no por ello han sido menos placenteros que los demás.

Como no podía ser de otra forma, ayer festejamos nuestro primer aniversario al igual que empezamos en posición horizontal, bueno, no tan así pues las posturas cambian al igual que nosotros.

Al abrir la puerta lo estaba esperando vestida con una remera y un biquini de encaje blanco; ni bien me vio su saludo fue con un apretón en mis redondas nalgas al descubierto.

Nos besamos y así entrelazando nuestras lenguas llegamos hasta la cama.

En un abrir y cerrar de ojos estabamos completamente desnudos, saboreándonos, sus dedos inquietos jugaban con mi clítoris al punto que un orgasmo se escapó de mí sin poder contenerlo, de esta manera comenzamos a gozarnos una vez más.

Ni bien me puse en cuatro - nuestra postura predilecta - Martín apuntó su verga hacia mi concha mojada y la introdujo en ella, luego de tan solo dos movimientos pélvicos, sacó su pija y una cascada de leche se deslizó sobre mi espalda.

Recuperamos el aliento unos minutos, sin dejar de tocarnos, hasta retomar nuevamente la batalla de placer y gozo que nos habíamos propuesto librar.

Nuevamente su leche espesa baña mi vientre y mi boca limpio los vestigios que restaban en él.

Mientras Martín fue a revisar su correo electrónico me quedé tendida en la cama descansando un poco, al tiempo que miraba una película porno y las ganas de volver a sentir la verga de él dentro de mi iba aumentando.

Me levante despacio y me senté sobre la mesa que esta al lado del computador, coloqué mis piernas sobre su silla y lo invité a que disfrutara de mi sexo.

Su lengua fue directamente a saborear mis jugos, un cosquilleo subía desde mis pies hasta las hebras de mis cabellos, me recosté posando mis pies sobre sus hombros, permitiéndole así hurgar mejor en mis agujeros.

Un gemido de placer invadió el espacio cuando la cabeza de su verga se fue abriendo paso en mi ano luego de haber sido dilatado por su lengua y dedos diestros.

Lentamente fue entrando hasta sentir sus huevos golpear mis nalgas, sus movimientos fueron haciéndose cada vez más rápidos e intensos, mis dedos no dejaban de estimular mi clítoris.

Tras cada embestida el gozo era mayor, su respiración agitada me indicaba que estaba a punto de vaciarse nuevamente, introduje dos dedos en mi concha al tiempo que un temblor sacudió mi cuerpo, mientras podía sentir su leche rebozar mi ano.

Cual animales limpiamos con nuestras lenguas las huellas, testigo del placer compartido.

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