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01.1 – Una delicada decisión

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Abandoné pronto el trabajo. Le dije a mi compañero que tenía que viajar y quería salir antes, no me puso objeción alguna, me he llevado durante casi un año muy bien con él.

Eran las cinco de la tarde, llevaba preparada mi maleta en el coche y lo único que me molestaba era viajar con la ropa del trabajo.

Me producía inquietud dejar el coche de la empresa aparcado en la calle, preferí llevarlo al parking de la residencia y coger allí  un taxi que me llevara a la estación.

El tren de las seis de la tarde iba directo, sin tener que hacer transbordos y llegaría un poco antes. El trayecto se me hizo interminable, intenté leer, preparar algunos trabajos. Había estado mi jefe en la depuradora a la mañana, parece que no se daba cuenta de que para últimos de Julio ya no estaría en la empresa.

Dejo mis pensamientos aparte, llegaba al destino y busco con mi mirada entre la gente que esperaba y le vi, es fácil con sus 185 de altura, a su lado esta mi amiga con su novio, no me lo esperaba, dejo la maleta y corro para abrazarla y llenarla la cara de besos, luego saludo a su novio y el último es Nicolás. Me vuelvo hacía él que me mira como un tonto, parece que espera su turno, abro mis brazos y me envuelve en los suyos, le beso en la cara, no me atrevo a ir más lejos estando allí mi amiga y su novio, pero él me besa cálidamente en la comisura de mi boca, luego me suelta y se aleja para recoger mi maleta, el novio de mi amiga se adelanta para ayudarle, quiere dejarnos solos para que ella me hable. Se acerca a mí y pasa su brazo por mi cintura, tengo que cambiarme la bolsa del ordenador de hombro.

-Daniel, le tienes loco, ¿qué vais a hacer?, habla continuamente de ti y creo sinceramente que te quiere.

Mientras hablaba me oprimía y golpeaba suavemente la cintura para que la mirara de frente, para escrutar en mis ojos respuestas que no le daban mis labios.

-He venido para hablar con él, quiero que nos conozcamos más y…, no sé realmente lo que deseo, unas veces decirle que sí y otras escapar y no complicarme la vida.

-Entonces, será mejor que os dejemos solos para que podáis conoceros.

-Pero no te alejes demasiado, igual te tengo que llamar para que hagas de colchón si algo sale mal.

-Si me necesitas me tendrás pero es mejor que viváis estos dos días apartados de amigos.

Nicolás  les invita para que nos acompañen a su casa, dice que tiene comida en su frigorífico, cosas de España que le habían traído sus padres. No hay forma de convencerles, nos despedimos hasta el día siguiente, nos llamaremos si deseamos dar una vuelta con ellos.

Nicolás tiene el coche aparcado cerca de la estación, se trata de un wolswaguen golf, me río al verlo, no me había dicho nada y es el mismo modelo que la empresa me tiene dejado para mi uso profesional.

Me lleva por la ciudad, veo lugares para mi desconocidos y al fin llegamos, se detiene delante de un edificio bastante alto, igual tiene quince alturas, me deja allí con mi maleta y va a guardar el coche.

Es un edificio singular, tiene un gran hall, como si fuera la recepción de un hotel, con un chico de uniforme en un mostrador, Nicolás se dirigió directamente a un extremo lateral donde estaban los ascensores.

Subimos hasta la décima planta, desfilamos por otro pasillo y se detiene ante una puerta, la llave es como en la mayoría de los hoteles, una tarjeta de plástico.

Entró Nicolás  con la maleta y se queda mirándome, sonriendo en el dintel de la puerta.

-Pasa, esta es mi casa  y desde ahora la tuya. -al cerrar con un golpe seco la puerta, me abraza cogiendo mi cuerpo por la cintura con fuerza, me mira un momento.

-Me gustaría besarte Daniel.

Permanece quieto, yo también, no puedo moverme del abrazo que me sujeta y solamente le digo que sí con la cabeza. Se inclina para que sus labios queden  a escasos milímetros de los míos, suelta el abrazo y coge con sus manos mi cabeza y me besa, un beso ligero, sin apretarme, solo sus labios sobre los míos, pero muy, muy largo.

Me hubiera gustado aplastar nuestros labios para sentirlos más, como siempre me quedo parado, dejándole hacer, esperando lo que él decida. Soy así, casi siempre he sufrido de indecisión en estas cosas.

Se diluye la magia cuando se separa y me dice que va a enseñarme mi habitación, pensaba que íbamos a dormir juntos, que no había más que una sola cama.

Desde el hall o recibidor en el que estamos parten dos pasillos, me pide que le siga por uno de ellos que tiene varias puertas.

-Aquella es mi habitación.  –señala una de las puertas.  -Y esta la tuya.  –están enfrente una de la otra.

Abre y pasa al interior, yo le sigo. Comparada con la mía de la residencia parece un salón, me enseña  el resto, deduzco que sus padres tienen que ayudarle a pagar la renta que tiene que ser una fortuna mensual.

Volvemos a la habitación donde habíamos dejado mi maleta y ordenador. Nicolás vuelve a cogerme por los hombros, me gira para que le mire.

-¿Te gusta tu habitación?

Me encojo de hombros, miro a mi alrededor observando todo aquello que para mi resulta de un lujo excesivo.

-Creo que debemos hablar de muchas cosas.  –le replico y no presta atención a mis palabras.

-Te ayudo a poner tus cosas en el armario y luego, como estarás cansado, puedes darte una ducha.

Mientras me ayuda a colocar mis cosas habla sobre sus hermanos, tiene dos,  chico  y chica y su padre había pensado al alquilar la casa, para que en el verano fueran a vivir allí para mejorar su inglés.

Estaba claro que Nicolás no era un chico de mi clase. Según pude intuir su familia tiene negocios.  Ahora entendía el por qué, cuando estuvimos en Londres con mis amigos comiendo, el no se sentía relegado o desplazado de ellos sino que le notaba que estaba en un ambiente habitual para él.

Terminamos de colocar mi ropa y mis cosas de aseo que llevé al baño, éste me gustó, era simple y funcional, sin alardes, una ducha entre cristales y los sanitarios justos e imprescindibles.

Cuando vuelvo a la habitación está mirando mi cartera del ordenador, corriendo las cremalleras para sacarlo, me acerco y le abrazo por detrás estrechando mi cuerpo con el suyo, un acto inusual en mi que le deja sorprendido y se queda quieto sin moverse, después de unos segundos aflojo mis brazos y se vuelve, nos miramos, noto mucho brillo en sus ojos y de repente me abraza muy fuerte, yo paso mis brazos por su cintura reforzando el abrazo.

-Vamos a cenar un poco.  –tira de mi mano para llevarme.

En la cocina yo no sabía dónde estaban las cosas y espero a que saque algunas cajas de plástico, un paquete que contenía panecillos blancos y una botella de agua.

-¿Quieres tomar una cerveza o prefieres agua?

-Lo que tú tomes.

-Abre los tapers y ve poniendo las cosas que te apetezcan en un plato, mira en ese armario los tienes.

Tenía de todo lo que yo no había comido ni probado desde Navidad, en aquellas fechas estuve en España casi dos semanas con mis padres.

No tenía mucho apetito, el aspecto de la comida era delicioso, separé un poco de jamón y de lomo curado y adobado y corté unas lonchas de queso. Nicolás había metió algunos panecillos en el microondas y lo va disponiendo en la mesa de la cocina.

-¿Quieres comer aquí o prefieres en la sala?

-Mejor aquí, mancharemos menos y no tendremos que limpiar tanto.

-No te preocupes, solo hay que recoger la comida que sobre y meterla en el frigo, los de la limpieza pasarán el lunes para hacer su trabajo.

Nos sentamos en dos sillas de respaldo recto y me llevo un trocito de jamón a la boca, sabe riquísimo. Nicolás me alarga uno de los panecillos, prefiero saborear el jamón sin pan. El sí que tiene apetito, no para de comer y no deja de mirarme, cuando su masticación se lo permite me dirige una sonrisa.

Me ofrece una cerveza, se ha decidido sobre lo que vamos a beber y el agua lo deja sobre el mostrador.

Según va saciando su hambre el comer se hace más lento, posa su mano derecha sobre mi izquierda que mantengo sobre la mesa y la aprieta, siento un escalofrío y le miro.

-¿Recogemos y nos vamos?

Nos levantamos los dos, devolvemos al refrigerador lo sobrante, casi todo, yo solamente había probado un trocito o dos de cada plato y bebido dos sorbitos de cerveza, el vaso está lleno, lo tiro a la fregadera y lo lleno de agua que bebo.

-¿Quieres que hagamos algo?, ¿qué salgamos a dar una vuelta?

-Estoy cansado del viaje, mejor lo dejamos para mañana, ahora me tienes que dar la contraseña del wifi, necesito tener encendido el ordenador y conectarlo con mi trabajo.

Llevo el ordenador al salón y utilizo la mesa del comedor para colocarlo, es una mesa muy grande y ocupo un pequeño trozo de ella. Cuando consigo conectar con mi trabajo veo los gráficos y que todo va bien, le digo que podemos ir a la cama.

Se queda de pie en el dintel de la puerta de mi habitación y no se despide, se adelanta y se sienta sobre la cama hablando sobre lo que había pensado que haríamos mañana  sábado.

- Nicolás, voy a ducharme antes de ir a la cama, ¿te importa?

Lo debe entender como una despedida y se levanta de la cama.

-Entonces me voy yo también a dormir, se acerca a mí, me abraza, me da un ligero beso en los labios y se encamina a la puerta.

-No es preciso que te vayas, puedes esperarme y hablamos.  –hace un gesto como si dudase.

-No, mejor me voy y ya hablaremos mañana, duerme bien y no extrañes la cama.

Sonríe, me hace un gesto de despedida con la mano y sale cerrando la puerta tras él.

Tomo una ducha muy rápida, con agua templada, casi fría, me coloco mi ropa de dormir y me meto entre las sábanas. Estoy un rato dando vueltas en mi cabeza a la situación en la que me encuentro  y me pregunto, ¿para qué he venido yo?, ¿para pasar el fin de semana?, ¿nada más que a pasar el fin de semana?

Me levanto resuelto, salgo al pasillo y llego a la puerta de su habitación, está entornada y no se ve luz. Toco en la madera con los nudillos y enciende alguna lámpara en el cuarto, no tengo tiempo de sujetar el pomo y empujarla. Nicolás está en el marco con la puerta totalmente abierta.

Está con el cuerpo desnudo, lleva únicamente un bóxer puesto, su cara resplandece en una sonrisa ancha.

-¿Puedo dormir contigo?  -no me contesta ni me habla una palabra, me coge del hombro y me lleva hacia la cama, nos envolvemos en el calor de las sábanas, los dos mirando al blanco techo.

-¿No tendrás miedo o extrañarás la casa?

-No, quiero estar contigo y dormir a tu lado.

-¿Solo dormir?  -se coloca de costado y retira el pelo de mi cara.

-Pues ahora, en este momento, necesito que me abraces y me beses.

Fue como si le hubiera dado permiso para invadirme, para abrazarme muy fuerte, se contenía y sus besos eran suaves, un apretón de sus brazos, un aflojar de su fuerza, un beso en mis ojos y así estuvo un rato y no me permitía que yo le besara.

- Daniel, ya te he dicho algunas veces que te quiero, pocas porque sé que te molesta y crees que te urjo, sé que he sido muy pesado para que al final aceptes estar conmigo y hayas venido a visitarme. Me siento muy bien a tu lado, teniéndote junto a mí.

Notaba la terrible dureza que tenía pegada a mi muslo, su calor traspasaba el boxer y la verdad, yo también tenía unas ganas tremendas de besarle, tocarle y desnudarle, quitarle la poca ropa que llevaba.

Alargo la mano y le toco por encima del boxer, se estremece y emite un gemido placentero que logra excitarme más aún de lo que estoy, me vuelvo hacía él y retiro la sábana que nos cubre, miro su cuerpo tendido  mi lado, dirijo mi mano para posarla sobre sus pectorales acariciando su piel, el abundante vello que los cubre dejando ver los pezones de sus tetillas y el marrón de las aureolas que los circundan, se endurecen al pasar mis dedos sobre ellos, cierra sus ojos y los susurros son continuos expresando su agrado. Me inclino sobre él y cubro sus labios rojos con los míos que los envuelven, abre su boca para respirar angustiado, contrae su cuerpo y pasa a la acción colocándose sobre mí, abro mis piernas para acogerle y que no me aplaste, cuando se adelanta para besarme su miembro viril reposa sobre el mío oprimiéndole, se deja resbalar a mi lado, su mano acaricia mi falo por encima del fino pantalón de dormir, lo aprisiona entre sus dedos y lo mueve.

-Para, para, déjalo Nicolás, vas a lograr que me vaya en un momento.

Es tal mi grado de excitación, es mucho el tiempo transcurrido desde que otra mano que no sea la mía toca mi miembro. Lo deja descansar y va desabotonando mi chaqueta hasta que tiene sus manos acariciando mi cuerpo desnudo, pasando sus manos por mis abdominales suavemente, acariciando las dunas que lo forman hasta llegar a mis pectorales que cubre con su mano.

-¡Qué agradable es tocarte! Eres tan suave y con la piel tan delicada.  –habla mientras besa los alrededores de mi boca que permanece abierta intentando coger aire.

El camino que ha recorrido su mano lo hace ahora su candente boca, voy a acabar si continua de esta forma, baja el pantalón de mi pijama, mi polla se muestra airosa, no la toca, la mira.

-Es preciosa.  –coloca su cabeza sobre mi vientre de costado, mirando hacia mi pene, imagino que viéndolo pero sin tocarlo y solo me llega su aliento, se acerca y noto como pasa su lengua por el tallo.

-Vale, déjalo.  –me quejo. -Espera un momento. –me coloco a su lado y sujeto el elástico de su boxer con mis manos, tiro de él y su verga se enreda, tengo que introducir mi mano para liberarla, abrasa de calor y no logro contenerla entera, retiro su boxer.  Su verga es enorme, morena, descansa sobre su vientre, el prepucio cubre todo su glande con su pellejo, de su abertura sale un hilo de precum que se pega a la piel.

De verdad que nunca he visto una verga de tal tamaño y  grosor y aún no la tiene totalmente tiesa, solo he visto un espécimen semejante, la de Gonzalo y además se le parece con esa vena hinchada que le baja en casi toda su longitud hasta que se ramifica, me quedo embobado mirándola hasta que me atrevo a llevar mi mano a ella, está aún tierna, esponjosa, caliente y viva. Me inclino para olerla y con el olor me llega su calor y bajo mi cabeza para besarla.

Nicolás sujeta mi cuerpo y tira de él para colocarlo encima del suyo, sujeta mi pene que está encima de su cara, acaricia mis testículos que cuelgan sobre él; por mi parte lamo el líquido que pega su polla a su vientre y el que discurre saliendo de su prepucio como si fuera un manantial de la roca. Lo desplazo con mi mano dejando al aire la ciruela de su glande, acerco mi lengua y lo lamo, la enrosco en su base. Nicolás chupa ahora mi polla que a veces hundo en su boca, chupo  y lamo lo que puedo de ese pedazo de carne que no abarco con mis manos, se contrae en espasmos y me sorprende sin poderme retirar la llegada de su semen, desborda de mi boca y las ultimas oleadas cubren mi rostro. Estoy asombrado de la cantidad de semen que ha expulsado, goterones caen de mi boca sobre su tronco, no me desagrada el sabor y dejo de expulsarlo, lo paladeo y lo trago, es insípido tirando a un poco dulce y me huele a metálico. Después de su corrida chupa con más fuerza mi verga, sujeta con sus manos mis caderas marcando el ritmo y la profundidades a las que quiere que penetre en su boca, hasta que convulsiono y estallo, intento levantar mis caderas para sacar mi falo de su boca pero no me deja y tengo que descargarme todo dentro de él, quedo sin respiración tendido sobre su cuerpo, nuestro respirar es entrecortado.

Mi despertar resulta curioso, pienso que estoy en la habitación de la residencia y unos segundos después caigo en la cuenta y en la realidad de donde me encuentro. Permanezco totalmente desnudo, simplemente cubierto con una sábana y no había ni rastro de Nicolás.

Salto de la cama y voy a la puerta de su baño, tampoco está allí y recorro toda la casa, empezaba a preocuparme, cuando me acerco al ordenador para echar un vistazo a los gráficos y comprobar que todo marcha bien, veo la señal de un post it en la barra de herramientas, lo abro: “Voy a correr, vuelvo en seguida, luego bajaremos a la cafetería”.  Daniel, te quiero, más aún, te amo.  –me hace aflorar una sonrisa que tarda en desaparecer.

Vuelvo a la habitación, a la mía, seguía desnudo andando por toda la casa, mi reloj marca las 10 de la mañana. Es tardísimo, me aseo y me permito una prolongada ducha. Deshago la cama y recupero mi ropa de dormir, su boxer está envuelto entre las sábanas, lo recojo y hago una cosa que no esperaba de mí, lo llevo a mi nariz para olerlo y no huele a nada.

Me entretengo un rato en el ordenador, analizando la información que me llegaba, la depuradora funcionaba ya casi a la perfección, si no fuera por los problemas que daban las inmensas centrifugadoras cuando tenían que entrar en funcionamiento, justo en el arranque. Exactamente por eso, el jueves estuvo un compañero, ingeniero eléctrico, para ver de lo que se trataba, habían pasado ya casi cuarenta y ocho horas y no habían vuelto a fallar.

Es la primera vez que he estado de esta forma con un chico, quiero decir haber llegado a tanto, y ha sido con Nicolás, hicimos de todo menos llegar al final, por que no iba preparado y hubo momentos que lo deseé con toda mi alma.

Creo que lo he hecho bien y yo he quedado encantado, siendo sincero, queriendo repetirlo de nuevo y con más intensidad y que no termine nunca. Ahora, en la mañana del sábado, soy terrible, estoy pensando que mañana termina todo.

Llega Nicolás, rojo como un tomate, sudando a mares, la ropa que llevaba viene empapada de sudor y la tiene pegada al cuerpo. Me acerco para besarle y se echa un poco para atrás.

-Para, para, te voy a poner perdido, estoy chorreando.

No me importa, me abrazo a él y levanto mi cara para ofrecerle mis labios, ahora no me rechaza y la verdad, su boca sabía salada a su sudor y tenía los labios secos y ásperos.

Se prepara y yo sigo con mi trabajo, cuando vuelve lleva el pelo alborotado, se lo señalo y se lo peina con los dedos de sus manos. Me gusta la colonia que se ha echado y le pido que me permita usarla, esta delicioso con la toalla anudada a la cintura, me hubiera tirado sobre él para comérmelo a besos, y otra vez vuelvo a fallar, me da vergüenza sentir esas cosas, tener esos deseos, lo que él pudiera pensar no lo sé, el caso es que no hice lo que  me hubiera gustado hacer.

-Es tarde para desayunar, será mejor que tomemos un zumo que hay en el frigo y comeremos algo en la cafetería o en la calle.

-Tenemos que llamar a Maira para quedar con ella y su novio.

-Perdona pero la he llamado esta mañana y la he dicho que íbamos a estar solos, ¿te parece bien?

-¿Qué te ha contestado?

-Qué nos vaya bien…,  qué si ya somos algo y le he dicho que si y se ha reído, ¿he hecho bien?, ¿somos algo?

Me acerco a él para abrazarle.

-No sé cómo se actúa en estos casos y me avergüenza.

-Por lo menos dime que somos amigos, que me quieres, que se yo, ¿novios?

Estoy más rojo que anoche, pero entonces no importaba, teníamos otras cosas que atender pero, ahora, con él aquí, de frente y teniendo que hablar de esto, es que me muero, quería esconderme y desaparecer para no tener que tocar ese tema. Pensé que no teníamos suficiente confianza, ¡ayyy, ayyy, qué terrible es esto!

-Es que no sé qué decirte, te quiero y anoche lo pase…, me lo hiciste pasar de locura y te quiero mucho más que antes, pero no me hagas hablar de esto ahora.

Me vuelvo a abrazar a él para esconderle mi cara y que no me vea, me siento invadido en mi intimidad y me humillaba.

- Vamos muy rápidos, no asimilo lo que está pasando, me siento feliz pero no se qué debemos hacer, ni lo que debemos ser, de lo que si estoy seguro es de que quiero estar a tu lado. Vamos a dejar que esto vaya poco a poco.

-Podemos quedar a la tarde con Maira.

-Pues venga, vamos a salir.

Cuando estaba abriendo la puerta de la calle se volvió, me miró de arriba abajo, me abrazó y me dio varios besos por la cara.

-Estas muy guapo chavalín.  -luego me apretó muy fuerte.  -Te quiero, ¿habrás visto mi nota?

-Sí, gracias, ya vi que decías que me querías, yo también te quiero.

-Pues vas a tener que acostumbrarte a decirlo a menudo, me gusta oírtelo decir. ¿Estás, bien?

-Estoy muy bien, muy a gusto, encantado de estar contigo, te veo…, te veo muy guapo.  –es cierto pero se me traban las palabras al hablar.

Bajamos a la cafetería, ya la habían cerrado, habían retirado todo lo que estaba para el desayuno y hasta las doce no volvía a haber personal para las comidas.

-No importa, vamos a coger unas bicis y te llevo a un lugar que te va a gustar, está cerca, tomaremos algo en un café y luego damos una vuelta antes de comer.

Me lleva a un lugar precioso, cerca de los estudios de la BBC, pasamos por delante de sus puertas, en una cafetería tomamos un zumo cada uno, nada más, luego paseamos por un parque cercano, desde allí podemos ver el río Avon y los barcos que le surcan.

El cielo estaba cubierto, había más nubes que claros pero la temperatura es agradable, nos tumbamos en el verde, coloco mi cabeza sobre su abdomen y nos quedamos mirando el cielo, siguiendo con nuestra mirada las nubes,  yo pensaba que nos íbamos a terminar mojando. Así estuvimos un rato, él jugaba con mi pelo, me hacía agradables caricias, pero por otro lado me molestaba que me despeinara, tenía que permitir que mis manías se perdieran, aceptar las manifestaciones de cariño de los demás, me estaba dando cuenta de que en realidad, aparte de mis padres, pocas personas habían acariciado alguna parte de mi cuerpo, no estoy acostumbrado a estas muestras de cariño.

-He estado enamorado de Gonzalo toda mi vida.  –hablo repentinamente y su mano deja de acariciar mi cabello, luego vuelve a enredar sus dedos en él, levanto mi vista pero él continúa mirando al cielo sin hablar.

Durante diez minutos hablo sin parar, y a grandes rasgos supo sobre toda mi vida sentimental, era lo que interesaba en ese momento; el tiempo que pasé en el Liceo con él, los dos años en que casi ni nos vimos, la vuelta al juntarnos en el nuevo colegio, los  veranos que pasamos juntos en USA y Canadá y como Álvaro y él acabaron juntos, mis juegos con mis amigos descubriendo nuestra sexualidad y los placeres del sexo. Por fin finalizo un poco ahogado, quería terminar cuanto antes de desnudar mi corazón, los malos tragos cuanto antes se beban es mejor.

-Toda mi vida le he amado y ha sido el único chico que me ha interesado hasta ahora, no lo sé con absoluta certidumbre pero creo que no es como antes, y no debo seguir amándole.

-Le quiero muchísimo, es justo que lo sepas. También te quiero a ti, me gustas, me gustas mucho, cada día más, sinceramente eres tu el que está logrando que te quiera, sé que haces todo lo posible y lo estás logrando; después de lo que ha pasado está anoche, abrazado entre tus brazos te deseé sinceramente, y me gustaría poder amarte de verdad. –detengo mi hablar y no me responde ni interviene.

-Tienes que tener paciencia conmigo, es difícil no amarte pero... –me interrumpe para continuar él.

-Pero no puedes amarme como a él…  -guardo silencio un momento mirando al cielo, mirándole a él.

-No tengo más que decirte, si alguna vez deseas conocer más detalles me los puedes preguntar, mi vida ha sido bastante sencilla en estas cosas.

Me mantengo en silencio, él no habla y ha apartado su mano de mi cabeza, no me atrevo a moverme, se coloca paralelo a mi cuerpo, tumbado a mi lado, le miro, tiene los ojos húmedos como si hubiera llorado, con un codo apoyado en la hierba baja su cabeza y me besa en la comisura de la boca, me muevo para que mis labios se una a los suyos y sin hablar, besándonos suavemente, aspirándonos los alientos, permanecemos unos minutos, luego creo que se cansa de la postura y se vuelve a tumbar de costado mirándome, me coloco igual que él.

-La mayor parte de lo que me acabas de decir ya lo sabía, salvo tus cosas íntimas, el resto ya lo conocía.  –entonces fui yo el que me quedo asombrado mirándolo fijamente.

-¿Cómo que lo sabías?, ni Maira conoce estos detalles.

-No le metas a Maira, que ella no me ha dicho nada, aparte de amenazarme con matarme si te causo cualquier daño.  -sonrío, no me extraña la salida de mi amiga.

-Entonces, ¿cómo lo sabes?, ¿con quién has hablado? Nadie conoce lo que te he contado, Maira sabe algo pero no todo lo que te acabo de decir.

Me estaba empezando a poner nervioso, pasa un brazo por debajo de mi cuello y lleva mi cabeza hacía él.

-Déjame que te cuente, no hay misterio alguno y es muy simple y normal como me he enterado. Fue el lunes pasado, mis padres llegaron a Heathrow y los fui a recoger, realmente ellos vinieron, sobre todo mi madre, para ver si estaba bien y como era la casa, pero mi padre tenía también algunos negocios que atender, cosas suyas.

Había quedado para comer con un conocido o socio, fuimos al hotel para dejar las  maletas, estaba cansado de llevar casi toda la mañana la mía en la mano, y no me preguntes como sucedió, tuvimos que ir a comer con él, le había dicho a su socio que estaba en Londres con mama y conmigo, el señor se había puesto terco en que fuéramos los tres a su casa, la idea inicial era que mi padre atendiera sus cosas y mamá y yo iríamos de compras, a pasar el tiempo hasta que él quedara libre.

Fuimos a comer, su socio es un señor mayor y su mujer también, son españoles, la dama, muy amable, nos pasó a mamá y a mí a una sala mientras mi padre con el señor atendían sus negocios, en la repisa de la chimenea, entre otras, había una fotografía de dos chicos jóvenes, cogidos por los hombros con la torre Eiffel a su espalda y los dos jóvenes eran tus amigos, me quedé asombrado, la anciana señora me estaba mirando.

-Yo conozco a estos dos chicos.  –le dije.

-No puede ser, en todo caso conocerás a mi nieto y a un amigo que se parecen extraordinariamente a los de la fotografía. Ahí empecé a relacionarte a colocaros a cada uno en su lugar, luego me dijo que seguramente Álvaro pasaría por su casa a la tarde pero que su nieto estaba fuera, eso ya lo sabía de cuando estuvimos y hablamos con ellos en Londres.

No daba crédito a lo que me estaba contando, las casualidades aún sucedían, él y mis amigos no se conocían de nada hasta que se los presenté en Londres.

-Hablamos mucho, es una mujer muy amena y luego mi madre y ella empezaron a hablar de las cosas de España hasta que comimos. Después de comer salí con mi madre para dar un paseo y llegarnos al hotel, más tarde volvimos a recoger a mi padre. Tu amigo estaba allí, después de saludarnos y estar unos minutos hablando me pidió que fuera con él a dar una vuelta y ahí surgió todo, le forcé para que me contara cosas de ti y creo que estaba deseando descargar lo que sabía. Te quieren mucho y debes saberlo, y me dijo que lo pasan mal porque les rehúyes, que has ido a Londres y no les has visitado y me habló de tu amor hacia Gonzalo.

-Luego seguimos hablando, mientras comemos o después, ahora vamos a comer.

En ese momento le agradecí que suspendiera la historia, entre sus caricias y lo que me contaba, me podía la congoja y se me humedecían los ojos. Lo cierto es también, que las preguntas se me amontonaban, quería saber más de lo que habían hablado y durante la comida fue contestando a todos mis interrogantes. No me enteré de en qué consistió la comida y además, ni comí escuchándole.

Estuvimos paseando por la ribera del río y teníamos que devolver las bicis pero Nicolás quería que montáramos en uno de los barcos que surcan el río llevando turistas.

 Devolvimos las bicis y continuamos el paseo, ahora Nicolás no se cortaba y a veces me sujetaba por los hombros o por la cintura, cenamos en el comedor del Aparta Hotel y subimos a su casa.

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