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01.2 – Una delicada decisión

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Quería ducharme, después de todo el día en la calle estaba un poco cansado, me pidió que me duchara con él, no quise y necesitaba estar solo, el agua estaba estupenda, me lavé y empleé mucho tiempo, seguía avergonzado por estas cosas, sé que no debo pero es todo tan novedoso, tan extraño para mí. Me coloqué mi pantalón corto de pijama, sin nada debajo y la chaqueta. Con unos nervios que me hacían tiritar en un minuto estaba en el pasillo, delante de su habitación, respirando con dificultad, esta vez entré sin llamar. Nicolás llega a mi lado, me había quedado parado al lado de la cama, me abraza y me cuelgo de su cuello, de verdad que lo estaba pasando mal.

-Es pronto, vamos a ver un rato la tele.  –se que lo hace para darme tiempo.

Mientras él la enciende reviso los datos que me llegaban al ordenador, solamente ver, echarles un vistazo para quedarme tranquilo, aunque sé que si sucediera cualquier cosa me llamarían para porderlo resolver.

Se sienta en un sofá de tres plazas, enfrente del aparato de TV.

-Ven, siéntate a mi lado.  –antes de que me sentara él se había levantado, volvió a darme un abrazo y besarme en distintos lugares de la cara, luego toma asiento y hace que yo me tumbe con la cabeza sobre sus piernas, como si fueran mi almohada.

-¿Querrás saber algo de mí y de Marc?, aparte de lo que ya sabes.

Giro mi cabeza un poco para encontrarme con sus ojos, al moverme rozo el bulto de su entrepierna, esta normal.

-Ahora ya no sé si quiero saber algo, ayer lo quería saber todo y ahora me importa menos, para mí lo importante es saber tus sentimientos hacía él.

-Vale, vale…  -se agacha para besarme en la frente y luego colocó la palma de su mano en ella.

Llegué de Madrid a Barcelona para hacer mis dos últimos años de carrera allí, al principio me sentía solo aunque algunos fines de semana iba de vuelta a mi casa, y otras me quedaba en Barcelona, mi padre tiene casa allí y por sus negocios la mitad de su tiempo está en cada una de las ciudades, antes de estar yo allí solía ir él solo, pero desde aquel momento le acompañaba mi madre. Mis hermanos son mayores, pueden dejarles solos para un fin de semana. Empecé a conocer a gente y a hacer amigos, el mejor amigo llegó a ser el hermano de Maira. Es una casualidad que nunca nos hayamos visto tu y yo, he estado muchas veces en casa de tu amiga.

Santi es aficionado a la escalada, se hizo socio de un club y comencé a acompañarle algunos fines de semana, allí encontré a Marc, yo nunca había estado relacionado seriamente con un chico, tengo que confesarte que mi vida no ha sido muy ordenada, desde los dieciséis años más o menos he tenido novias y más que amigos y he follado con todos.  -se ha puesto intensamente colorado, acaricio su mano para agradecerle la confidencia.

 -A los dos meses éramos pareja y teníamos muchas facilidades para nuestras relaciones al disponer de la casa de mis padres.

-Estuvimos más de un año sintiéndonos tremendamente felices, él seguía viviendo en su casa pero nuestros encuentros los teníamos en la mía y pasaba noches allí.

-Todo comenzó a cambiar un día que estábamos los dos en mi casa, llegó una amiga, iba a recoger unas pertenencias que tenía depositadas allí, cuando la recibí, al abrirla la puerta, se abrazó muy pegada a mí y me dio un beso en los labios.

Comenzaron los celos y no hubo forma de pararlos, investigaba mi vida y se enteró de varias cosas que había tenido en Barcelona con compañeras de la facultad, desconozco si incluso puso a un detective que me vigilara.

Desde que comencé a vivir con y para él, rompí mis encuentros con un par de compañeras y te juro que no hubo nadie más que él desde ese momento.

Poco a poco nuestras relaciones fueron empeorando, ciertas cosas que averiguaba las exageraba y las sacaba de contexto. Total que me dejó, él fue el que cortó nuestra relación no yo.

Yo le quería, le amaba de verdad y pasé una temporada fatal. Cuando te conocí a ti ya estaba superando mi decaimiento o casi, es difícil dejar de interesarte por una persona a la que has amado. Me sucede un poco como a ti, tu llevas más tiempo enamorado de Gonzalo pero no habéis  vivido en intimidad. Marc y yo hemos estado unidos casi dos años.

Su voz se apaga, creo que da por concluida su explicación.

-¿Aún le quieres?, ¿le amas aún?

-Creo que ya no le amo, siento un gran cariño por él y no hay un día que no le recuerde, me parece que es a ti a quien amo, me gustaste desde antes de conocerte, pero es difícil olvidarse de una persona a la que has amado, con la que has compartido tu vida, tantas cosas, no volvería con él, aunque me lo pidiera, de esto puedes estar seguro.

Su mano acariciaba mi cuello y jugaba con mi oreja, a veces me hacia cosquillas que me hacían sonreír.

-¿Y las chicas?, ¿las amigas que has tenido en Barcelona y Madrid?

-Las chicas es diferente, fueron mi primera opción y no voy a engáñarte, desde los dieciséis años más o menos he andado con chicas y con chicos, no con novias, como amigas, solamente con Marc hubo algo profundo y serio.

-¿Han sido muchas veces?, si no quieres no tienes que contestar.

Me aprieta fuerte en el lóbulo de la oreja con sus dedos y emite un sonido como de risa, sin serlo.

-¿Cuántas son muchas para ti?

-No lo sé, bueno las que sean es igual.  –se queda un momento pensativo, retiro su mano de mi cuello y se la estrecho con la mía, para que deje de jugar con mi oreja.

-Ocho o diez, no lo sé, quizá muchas más.  –nuestros dedos se acarician, quiero transmitirle tranquilidad.

Empatiza y hace amistades con el carácter que tiene, no es extraño que cautive a los que están cerca de él.

-Esto es todo, igual hay detalles que no te he contado pero que no son importantes.

Se pone serio y levanta con sus manos mi cabeza de su regazo y me orienta para que tome asiento a su lado, toma mi rostro con sus manos.

- Te quiero a ti, te amo a ti, lo de atrás no cuenta, para mí no ha habido nada importante en todas mis aventuras, lo de Marc se diluirá.

Me emociona como me mira, parece que  está conmovido y le tiembla el labio inferior, me abrazo a él, me separo, le beso en los labios y espero a que tome la iniciativa.

Me sujeta y me lleva hacía él para abrazarme, me estaba poniendo muy nervioso y me tiemblan las manos, siento una impresión extrañísima de que me abrazara tan fuerte, como convulso y me besaba toda la cara.

- Nicolás, creo que te voy a querer mucho, de verdad, me gustas, me interesas y quiero que hagamos la prueba si tú estás de acuerdo.  –consigo decirle al fin cuando abandona mis labios.

Apago con el mando la tele, estamos unos minutos abrazados, siento el calor de su cuerpo y su olor y volvemos a besarnos, no sé el tiempo que estuvimos así, abrazados y comiéndonos a besos y a veces descansando, con mi cabeza reposada en su pecho.

-Vamos a dormir, mañana llamaremos a Maira para quedar a la hora de la comida, ¿te parece?  -me da la impresión de que lo dice para complacerme.

-Me parece que la voy a llamar yo y pedirle que nos veamos en la estación para despedirnos, quiero estar a solas contigo.

Se levanta y tira de mi mano para que me ponga de pie, me agarra por la cintura y vamos a su habitación, allí me abraza otra vez, su cuerpo está caliente y yo empezaba a sentir un poco de frío.

Me empuja para llevarme hasta la cama, es una cama muy grande. Nos metemos entre las sábanas y yo seguía temblando, con un poco de frío, me abraza, meto mi mano entre un botón y otro de la chaqueta de dormir, suelto los botones y acaricio el suave pelo de su pecho, coloco mi cabeza sobre él, el vello de su pecho me hace cosquillas en la cara y poco a poco se fueron calmando los tiritones que sentía, afloja su abrazo pero continúa de costado mirándome.

-¿Qué te sucede?, ¿te sientes mal?

-No, es solamente un poco de frío, abrázame Nicolás, estoy muy a gusto así.

Me obedece, vuelvo a colocar mi mejilla en su pecho, su vello continúa haciéndome cosquillas, me separo un poco de él, había apagado la luz y estamos iluminados por la luz que entra por el gran ventanal a través de las cortinas.

-Por favor Nicolás, ¿puedes encender una lámpara?

Una luz muy tenue ilumina la habitación, separo mi cabeza para mirarle a los ojos.

-Bésame Nicolás, ¿quieres besarme?

No me responde, sujeta mi cabeza por detrás con su mano, me eleve un poco para quedar a su altura y unió sus labios a los míos, así estuvimos unos minutos y después comienza a pasar su lengua por mis labios  a meterla en mi boca y a buscar la mía.

Todo son impresiones nuevas, aunque la noche anterior las hubiera vivido, aún no las había asimilado, imaginadas de mil formas y resultaban diferentes a como las había soñado. Notaba su dureza contra mi muslo y yo también la tenía dura.

-¿Quieres que lo hagamos?

Se lo pregunto pero mi mirada le decía, le pedía que quisiera.

-Sí, sí que quiero hacerlo Daniel, pues claro que quiero, llevo mucho tiempo queriendo amarte y hacerte mío.

A la vez que hablaba me iba besando todo.

-Yo te quiero, te amo.  –su voz es muy cálida y me encanta cuando dice que me ama.

Después de pasar un tiempo acariciándonos, poco a poco nos fuimos quitando nuestra ropa de dormir, los dos quedamos desnudos sobre la cama.

-Nicolás, eres el primer chico con el que estoy en esta situación y no sé nada, o sea que me tendrás que llevar.

-No te preocupes, no va a pasar nada, déjame hacer a mí.

Sus caricias aumentan de intensidad, su boca me come y sus labios no dejan de besar. Su mano baja a mi virilidad, la aprieta y va masturbándome lentamente, me dejo hacer con los ojos cerrados, notando el placer más dulce que haya podido sentir, y algunas veces alargo mis manos para acariciar su cuerpo, enredar mis dedos entre sus pelos y sobre todo suspirar de gusto, quejarme a veces cuando no lo puedo soportar. Se coloca tumbado para lamer mi falo y meterlo en su boca, acaricio su culo poblado de vello y juego con la inmensidad de su verga de la que cada vez tengo más miedo.

Llega a lamer mi culo, su lengua lucha por entrar en mí, pero primero será su dedo al que seguirán otros para abrirse camino y luego su lengua me penetra, grito de placer incontrolado, alterna sus dedos que acarician mi recto por dentro, los saca y los mete dándoles vueltas y su lengua vuelve a mi interior, ensalivada, caliente y suave.

Cuando se coloca entre mis piernas, con dos de sus dedos en mi interior, me contraigo y él lo nota.

-Relájate y no tengas miedo.  -me mira y su mirar es de amor profundo y preocupación por mí.

-Tengo miedo Nicolás, es enorme y no me va a entrar, no vas a poder meterla.

-Tranquilo, si no se puede no pasa nada, confía en mí.

La coloca en la entrada de mi culo y empuja con fuerza sin lograr que entre, y acaricia mi entrada con su capullo pasándolo por él, empuja muy fuerte, me causa un cierto dolor y me desplaza en la cama de la fuerza que ejerce sobre mi entrada y de repente parece que me desgarro y un dolor terrible me asalta, muerdo mi labio hasta causarme el mismo dolor y se me escapan dos lágrimas y más después.

Me mira y entre lágrimas le veo preocupado.

-¿Lo dejamos?  -giro mi cabeza de un lado a otro diciéndole que no.

-Sigue, continua… -puedo hablar al fin.

Un poco de tiempo después había dejado de ser virgen y sabía lo que era eso y había experimentado el dolor que se sentía y el placer y la satisfacción que se experimenta la primera vez.

No consiguió vencer mi resistencia y pudo meter solamente la mitad de su falo, fue suficiente y lo disfrutó llenándome de su semen, me cubrió con su masculinidad y su virilidad me procuró dolor, gozo y felicidad y sentí la alegría de verle gozar, sudar y sonreír y ahogarse sin aire que respirar.

Aun me quedan muchas cosas por experimentar y que aprender. No llegué a llorar salvo las involuntarias lágrimas que se me escaparon cuando me penetró, ni cuando sentía un dolor tremendo en mi ano y en mi recto, lloré luego, cuando todo pasó, casi toda la noche lloré, abrazado a su pecho y acariciando su cintura y besando su hombro,  y se quedó dormido, y yo seguía llorando intermitentemente, llorando hasta no se qué hora y luego rendido me dormí.

Desperté a la mañana y la luz invadía la estancia, lo primero que vi fue el cuerpo de Nicolás, yacía a mi lado, desnudo totalmente  y dándome la espalda, una espalda perfecta y dorada con algunos vellos al final de ella. Tuve la tentación de llevar allí mi mano pero no deseaba despertarle, miré su culo redondo, con la pierna derecha flexionada, en ángulo recto con el cuerpo, el vello del final de la espalda le baja hasta la parte alta de sus glúteos, luego se aligera y le salen más duros y negros de su raja, luego es liso y prácticamente sin vello hasta el encuentro con sus nalgas, el vello abunda en sus piernas. Me agradaba la visión de virilidad que capto, procuro no moverme y vuelvo a caer en el sueño. Cuando despierto me encuentro con su mirada, al ver que abro los ojos alarga su mano para peinarme las cejas.

-¡Hola, dormilón!, estas precioso, pareces un ángel durmiendo.

Me desperezo estirando los brazos y el derecho lo dejé caer sobre su cintura.

Nuestras miradas se cruzan en silencio y las mantuvimos fijas un momento, no pude aguantar, no sabía lo que quería decir su mirada aunque lo supongo, me abracé a él y escondí la cara en su cuello.

-¿Qué tal estas?, ¿igual me odias ahora?

-¿Por qué voy a odiarte?

-Por el dolor que te causé anoche, lamento haberte hecho daño.

-No fue nada, además, también lo pase bien, me gustó, me encantó de verdad, estoy deseando que se repita, pero me escuece, me pica y tengo que ir a lavarme, no me quise levantar y estoy hecho un guarro. Me voy al baño.

Le doy un beso en la tetilla que tenía más cercana, tiene pelos ensortijados alrededor de ellas y me fijan mucho, me atraen, cogí el pantalón buscándolo entre el revuelto de ropa.

- Daniel, no te lo pongas, anda desnudo por la casa, por favor.

Me hace gracia como me lo dice, como un niño caprichoso, me vuelvo a tumbar  le beso en los labios, los tiene secos y tirantes.

-Me da un poco de…, así, sin motivo, andar desnudo, no se…

-Me gusta el cuerpo de nadador tan bonito que tienes y al moverte y moverse tus músculos es todo un espectáculo.

-Ya, pero me da corte, y tú, ¿cómo andarás?

-Igual que tu, a mi no me importa que tú me veas, a veces no entiendo cómo puedes escribir esos relatos que escribes, gente desnuda, haciendo el amor, y tu cada dos por tres te pones rojo.

-Es diferente, no es lo mismo escribir sobre los demás o lo que te viene a la imaginación que la realidad, ahora soy yo el que tengo que descubrirme y tampoco me importa que me veas, me gusta pero también me da un poco de vergüenza, lo haré no obstante, tendré que irme acostumbrando, y tú tienes a tu amigo tieso, tendrás que ir a descargar, yo me voy a mi baño.

-Báñate conmigo hay sitio para los dos.

-Ni hablar, tengo que lavarme y eso no quiero que lo veas.

-Vale, vale.

Me realizo una buena e íntegra limpieza, siento mi ano muy caliente en mis dedos y me molesta, es poco la verdad pero es una sensación rara nunca sentida. Cuando salgo de la ducha Nicolás está en el cuarto de baño.

-Déjame que te mire, para ver el daño que te causé.

-¡Ni lo pienses!

-Si te lo he visto hace unas horas.

-Era distinto, además tú no eres mi doctora.

-Venga hombre, no seas tonto, no pasa nada, pon tus manos ahí y agáchate.

Me señalaba el inodoro, atendí su petición, a disgusto pero lo hice y seguí sus instrucciones, me aplicó una pomada que yo llevaba, me lo acarició con la yema de su dedo y con la punta me aplicó un poco de pomada en la entrada. Noté un alivio inmediato y tremendo.

-¿Qué, mejor?

-Mucho mejor, gracias, tenías razón.

-Estoy para ayudarte, en todo, y en esto más, he sido yo el causante de que tengas tu culo roto. Me gustaría que no dudaras nunca en pedirme la ayuda que pueda prestarte. Yo te la voy a pedir y no me voy a cortar cuando quiera una cosa, luego tú decidirás si quieres o no, como ahora que te he pedido que  vayas desnudo, tampoco es que quiera que estés desnudo siempre, pero ahora sí, porque quiero que me tengas confianza y porque me gusta.  –ahora corto ese hilo de la conversación pues me está poniendo rojo.

-Tú no te has duchado aún, llamaré a Maira mientras tanto para quedar a la tarde en la estación, tengo que estar allí para las seis.

No tenía ni que haberlo pensado, me puse triste de repente al ver las pocas horas que nos quedaban para estar juntos. Llamé a Maira, no paraba de hacerme preguntas y corte la comunicación rápido, fui a ver cómo iba mi trabajo, estaba muy bien, y volví a sentirme triste, pronto me devolverían a las oficinas y he terminado por coger cariño a las personas que trabajan conmigo, los dos señores del laboratorio, con los que me enfadaba al principio para que hicieran los análisis como yo quería, y ahora en  unos días volvería a la oficina.

Paseamos, Nicolás me coge de la mano, dado que es posible que comamos fuera he dejado preparada mi maleta. No me canso de mirarle, no soy celoso pero no me extraña que Marc lo fuera. El cielo está muy nuboso y el sol aparece pocas veces, no quiere ver con su dorado brillo la felicidad que me embarga, ahora en este momento Gonzalo llega a mi pensamiento, creo que no le olvidaré nunca, pero una ilusión comienza. De repente paso mi brazo por su cintura y le aprieto y me mira extrañado, con cara de sorpresa, con los ojos muy abiertos.

-Te voy a querer, gracias por darme esta oportunidad.

Y como un tonto me pongo a llorar y el pecho se me hincha de congoja y las lágrimas me resbalan por la cara y hay alguna persona que me mira y él me abraza en medio de la calle.

-No pasa nada, cálmate.  –me voy tranquilizando pero la congoja no desciende en intensidad.

-Perdona, soy un tonto, vaya espectáculo que he dado.

Me ofrece un paquete de pañuelos de papel y no soy capaz de abrirlo, me lo quita y saca uno de ellos, me limpio las lágrimas y sueno mi nariz, estoy congestionado pero se ha pasado el mal rato.

Después de comer y con un café sobre la mesa descansamos y hablamos.

-Querías que viniera para que viera a tus padres y no ha podido ser, ¿saben ellos lo tuyo?, ¿lo que eres?

-Sí, sí que lo saben, desde hace tiempo.

-¿Y como se lo tomaron?

-Mal, sobre todo mi padre, mi madre puso el grito en el cielo pero poco a poco fue admitiéndolo, tuve mucha ayuda de mis hermanos, te gustarán cuando los conozcas.

-¿Cómo son?

-Guapos, como yo.  –esboza una sonrisa.

-No me refiero a eso, ya he visto la fotografía que tienes de ellos.

- Jaime es un bocazas pero buen chico, le llevo cuatro años, y está ahora en plan chulo con tanta chica. No voy a decir nada, yo era igual o peor, Lucía tiene dieciocho años, es muy independiente y tiene novio. Seguimos hablando, conociéndonos, sabiendo de nuestro entorno. Yo le hable de mis padres, de mis amigos, a los de aquí los conoce a todos y salió, como idea recurrente, el trabajo.

-Estoy impaciente por saber donde me enviaran, cuál será el destino de mi puesto de trabajo.

-Espera Daniel, ya llegará, te dijeron que en Junio lo sabrías, no debes ponerte nervioso.

-Y luego, ¿qué va a pasar con lo nuestro?

- Siempre habrá una universidad para ir a estudiar, me interesa el estudio, luego, al final, mi padre me reclamara mis obligaciones para con la familia, pero hasta que eso llegue hay tiempo, mucho tiempo para poder estar juntos.

Cojo su mano que tiene jugando con la cucharilla,  se la acaricio, me transmite confianza. El parece estar libre de momento para hacer lo que le plazca.

-Me he llevado una sorpresa contigo, con tu familia, no sabía que vosotros tuvierais intereses con el abuelo de Gonzalo o la familia de Álvaro.

Son las cuatro de la tarde, tenemos que coger un taxi, ir a su casa a recoger la maleta e ir a la estación, hablar un poco con Maira, no me preocupa mucho, cuando me vaya le aguijoneará a Nicolás para que se lo cuente todo.

Estoy sentado pegado a la ventanilla, el paisaje pasa raudo, estoy con aire soñador, con aire sonriente y de felicidad en mi rostro. Noto como si alguien me observara, una impresión extraña y levanto la cabeza, la giro, a mi izquierda, al otro lado de pasillo un muchacho de 14 o 15 años baja la mirada, pienso que ha sido él el que me miraba. Ahora soy yo el que le observo, es delgadito y espigado, a su lado está un señor de unos 40 años mirando al frente y algunas veces se le cierran los ojos. Sigo mirándole y él continúa con la cabeza baja, jugando con su móvil o alguna máquina de juegos. Tiene granos en el rostro, su rubio pelo, muy liso, le cae en un flequillo que parece que lleva una cortina ante sus ojos, de nariz recta, con alguna mancha y sus labios son finos, sin mucha carne, como todo él y sonrosados. Levanta la cabeza de la máquina, sus ojos se encuentran con los míos que no han dejado de mirarle, y sé que es de mala educación, pero en mis sueños me veo en él reflejado aunque es distinto; se pone rojo y sus granos se notan aún más con su rojez, le sonrío para inspirarle confianza y me sonríe. Entablamos un mudo diálogo con nuestras miradas, con nuestras sonrisas, me encanta el pobre niño de los granos. El señor que lleva al lado se da cuenta de nuestras miradas, y su cara muestra el desagrado que le produce el que nos miremos, golpea con su codo al niño y para no comprometerle dirijo de nuevo mi mirada a lo que estaba haciendo.

En la estación nos recibió Maira y su novio esperándonos en la calle, vino corriendo emocionada a abrazarme y también abrazó a Nicolás, ¿qué se pensará que ha sucedido para mostrar tanta alegría? Hablamos, pero derivo la conversación a su próximo viaje a USA, por las conferencias a las que debe acudir y participar. Tengo que coger mi tren.

-Te quiero Daniel, hasta luego.  –no me quiere soltar de sus brazos.

Queda un largo trayecto para pensar hasta llegar a mi destino.

 

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