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Historia en capítulos 03 Mi tío, reciprocidad

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Me debo haber despertado de muy buen humor, de otra forma no me explico el aguante que tengo, mi hermanita de 10 añitos está saltando por toda la cama y encima mío. En otra ocasión se habría llevado ya un par de gritos y algún almohadazo pero no…, estoy tan tranquilo, como alelado, eso sí, con el rabo tieso mañanero, de ganas de ir a mear.

Se cansa de que no la haga caso, extrañada de mi raro comportamiento. Mi hermana se llama María.

-Venga Álvaro, te estamos esperando para salir, dormilón, has dormido 13 horas, ya está bien.

Todos los recuerdos de la noche anterior vienen de golpe a mi cabeza, si tú supieras lo que ha dormido tu buen hermanito -pienso para mí-. Ya se marcha y permite que vaya al baño para prepararme, mear, -al sujetar mi polla pienso en el lugar donde estuvo metida en la noche y un escalofrío me sacude-, una ducha rápida, peinada de -dedos por el pelo- y vestir, ya estoy listo. Voy para el comedor, no veo a mi hermana ni a mi tío en todo el recorrido, en el comedor la buena asistenta me ha preparado una tostada, como a mí me gusta, con mantequilla y mucha mermelada de naranja, un zumo y cola cao. Lo engullo a toda velocidad y cuando voy a lavarme los dientes me la tropiezo en el pasillo.

-Buenos días Álvaro, el señor y tu hermana te esperan abajo, han ido a sacar el coche del garaje.

Bajo corriendo, seguro que ya están impacientes y lanzándome improperios. Los veo a lo lejos, cerca de la salida del garaje, ríen y juegan, mi hermana agarrada a la cintura de Luis salta y le abraza mientras ríe como loca, no quiero ni acercarme, como me cuesta, María me ve y me llama a gritos, poco a poco me acerco intentando retrasar lo inevitable.

-Ves tío, éste está hoy ido, dormido, vaya forma de darse prisa, ya te lo he dicho.

-Luis. Buenos días Al, ¿qué tal has dormido?, se te ve distraído, ¿no vas a dar un beso a tu hermana y a tu tío?

Me acerco y doy un beso a María que me agarra a mí también de la cintura y me aprieta para acercarme más y hacer un núcleo como otras veces, no puedo enfrentar la mirada de Luis, con los ojos bajos y sin mirarle le planto un rápido beso en la mejilla.

-Bueno, venga…, al coche que tenemos muchos recados que hacer y no mucho tiempo. ¡Ay!, me olvidaba, María llama por el portero a Lucia, Lucia es la asistenta, y dile que no haga comida, vamos a comer fuera, ¡por favor!

María corre al portal para cumplir el encargo, Luis pasa su brazo por mis hombros, yo me encojo y él lo nota, abre la puerta del copiloto para que entre al coche pero yo abro una trasera y paso al interior, en otro tiempo hubiera matado por ir a su lado, mirando como maneja los mandos, como mueve el volante, parloteando y queriendo llamar su atención, ahora prefiero ir en el asiento trasero, con la vista baja mirándome las perneras de los pantalones y sin saber qué hacer.

María vuelve, menos mal, se quiere sentar en el lugar del copiloto, cree que se lo he cedido, Luis no le deja, es muy pequeña y aquí la tengo, saltando en el asiento, y en esta ocasión se lo agradezco infinito, me distrae de ese torrente de pensamientos que hacen que mi cabeza no rija como debía ser.

Vamos a una gran superficie en el extrarradio de la ciudad, bien, bien,  estaremos entretenidos. Durante el trayecto he levantado la mirada en dos o tres ocasiones y por el espejo retrovisor he encontrado los ojos de Luis mirándome, creo que preocupados.

En el centro comercial todo es bullicio, un sábado a las 12 de la mañana…, está a tope, primero hay que ir al supermercado, a comprar los encargos de la tía y luego a recoger más cosas en otras tiendas, dar una vuelta, ver escaparates…

-¡Álvaro, mira quien está allí…, Sergio, Sergio, Sergio, Sergio…!!!! –mi hermana grita alborozada.

Sergio nos ve, va con sus padres, seguramente como todos a hacer compras. Se acercan a nosotros y nos saludamos.

Luis no les conoce mucho a los padres de Sergio, salvo de oídas, a Sergio si, a éste le ha visto en mi casa cientos de veces, tienen pocas cosas que decirse y mientras nosotros hablamos se despiden.

-Tío, ¿puedo ir con Sergio?  -solicito su permiso.

-Sí, si puedes pero te voy a leer nuestra agenda. A las 14 horas te esperamos en el “Chicharro Grillo” para comer, después de comer volveremos a casa porque debéis hacer vuestros trabajos así es que, sí…, si podéis divertiros por vuestra cuenta hasta las 14 horas, ¿por cierto, necesitarás dinero, no?, -¡buff!, este tío siempre está en todo, sabe que nunca tengo un euro en el bolsillo, saca la cartera y separa unos billetes, seguro que más que lo que vaya a necesitar, si lo hubiera visto papá no sería de su agrado.

Así se está mejor, cada uno a lo suyo, María contenta monopolizando toda la atención, los padres de Sergio libres para sus compras y Sergio y yo a los nuestro. Nos acercamos al salón de juegos.

Alguno habrá pensado en quien será el Sergio del que hablo, Sergio es mi mejor, mejor, mejor amigo. Va al mismo colegio que yo, nos conocemos desde que teníamos 4 años, vamos al mismo club de yudo, por cierto, por si alguna vez surge, María también va desde hace 4 ó 5 años y es muy buena en eso, vivimos relativamente cerca y además sintonizamos muy bien. Sergio es mi compañero de fatigas en el colegio y de fiestas cuando podemos y nos dejan, sus cosas son mías y las mías suyas, ahora también está altote y fuerte como yo, con un buen cuerpo y con un físico envidiable, de cara normal tirando a simpaticote, no como yo pero no está mal, hace amistades con facilidad y como yo pertenece al grupo, a nuestro nivel de edad, pues las chicas cuchichean mucho cuando nos ven pasar, quieren que les hagamos caso y tontean un rato largo para que las miremos, no como otros raritos que hay por ahí, ¿más listos?, igual si, -siendo realistas diría que seguro-, pero no con nuestros cuerpos que para ellas son como imanes. El sacaba, por lo general, alguna nota mejor que yo, pero no se vayan a creer, no es un cerebrito ni en broma.

Pero a lo que iba, llegamos a la sala de juegos, teníamos dos horas de diversión, la sala estaba a tope y pudimos coger sitio en una máquina que no era nada del otro mundo, el lugar estaba lleno de chavales de nuestra edad y mayores y las chicas están buenísimas, me estaba olvidando de mis problemas y empezaba a pensar con…, ya saben.

Aquella rubia alegre era guapa y que tetitas tenía, buuua, ya la besaría justamente ahí hasta que se me cayera la baba, puff, se me estaba haciendo la boca agua.

-Álvaro estas aun dormido, no das ni una así no se puede jugar contigo, joper.

-Tienes razón pero hoy no he dormido muy bien y...

-No tienes cara de sueño, estas distraído como en una nube, para mi resulta mejor que te estoy ganando, pero tú pagas.

Y Sergio bla, bla, bla, y yo la rubia aquella, como me gustaba, tiene una carita preciosa y cuando se ríe tiene unos gestos que la embellecen más, pero ese chaval moreno que la agarra por el talle, ¿serán amigos o algo más?, hacen una bonita pareja, él también es guapo, se nota que se gustan, y tiene un culito precioso con esas espaldas anchas que le resalta más la estrecha cintura que ella abraza y hace vérsele el culito respingón, como para darle un cachete… Estoy acojonado, ¡pero qué leches estoy pensando, es que se me ha ido la olla, yo pensando en el culo de un tío!, coño, coño, coño de la mierda…, que esas son mariconadas, y no puedo quitar la vista de ese culito, de la mano de la chavala que lo acaricia como si fuera la mitad de un melón.

-Tengo que ir al baño Sergio, espérame un momento.

Arranco corriendo, Sergio me sigue, ha dejado la máquina con la partida sin acabar, llego a los baños, abro el grifo de un lavabo y empiezo como loco a echarme agua en la cara.

-¿Pero qué te pasa?, estás rarísimo hoy.

Joder que si estoy rarísimo si hasta lloro porque ni me entiendo, cuando me sereno salimos a los pasillos a pasear y entretenernos viendo escaparates de ropa, a mi me gusta la ropa, soy hasta un poco presumido o me gustaría serlo si pudiera, pero no tengo mucha, mis padres nunca tienen tiempo y creen que con los uniformes del cole pues que ya está. Menos mal que ahí está, al quite, la tía…, pero bueno ella no tiene la obligación de ocuparse de María y de mí, esa obligación es de papá y mamá.

Seguimos paseando y mi vista va inspeccionando con quienes nos cruzamos y a los que van delante, caras, pechos culos, pero ahora miro y veo con otros ojos, veo chavalas guapas guapísimas y… ¡Ay, Dios mío!..., chicos que por un detalle u otro analizo, que si piernas largas, que si pelo bonito, que si las bocas.

Nuestro discurrir nos lleva de un lado para otro y hoy no hago ni caso a Sergio, va a mi lado intentando entretenerme con sus bromas, pero yo tengo la cabeza en los tipos que van desfilando, chavales guapos que nunca había visto, a las chicas si, a esas las he mirado mucho, mucho, parece que he recuperado una nueva visión, el poder ver cosas que antes me pasaban desapercibidas, veo, miro a Sergio y lo estoy analizando, no como a un amigo, sino como un probable objeto de deseo, ¡ay, ay, ay, Álvaro que te pierdes!

Casi, casi, agradezco cuando se acerca la hora de reunirme con Luis y María, no estoy a disgusto con Sergio pero es diferente, su verborrea me distrae, no me deja pensar y yo, por una vez en la vida quiero, necesito pensar.

Sentados en una mesa  del “Chicharro Grillo” están Luis y María, María con el vaso vacio y Luis con una copa de vino casi acabada, Sergio se queda un ratito más para tomar un refresco con nosotros y hace bromas con María, ya que yo no le hago caso. Llegan sus padres a recogerlo y con unos besos y apretones de manos se van.

Luis nos ha traído al club de campo al que pertenecen él y la tía, nosotros no, tiene una mesa reservada, la comida transcurre bien, bien gracias a ellos y a veces con sus ocurrencias hasta consiguen que se me escape alguna sonrisa.

Vuelta a casa, cada uno a lo suyo, como María ha usurpado la propiedad en exclusiva del baño, le pido mi cepillo de dientes y voy al baño de los tíos a cepillármelos, su baño está dentro de la habitación, miro con curiosidad la cama, la cama de mis “desventuras o venturas” vete a saber, que ahora está inmaculada e impoluta, Luci ha hecho su trabajo, en casa ya estamos los tres solos.

Paso por delante de la habitación de María, ya está sentada delante de su escritorio con un montón de libros intentando poner un cierto orden, al tío no lo he visto, debe estar en su despacho al fondo del pasillo, me siento delante del montón de libros, de trabajos que tengo pendiente, pongo mis manos en mis sienes y los codos en la mesa, anda que estoy yo bueno para ponerme a hacer ejercicios y para estudiar, transcurren las horas, oigo como María sale de vez en cuando de su habitación y pasando por delante de la mía va al despacho del tío, como siempre para que le resuelva dudas y la ayude, yo también lo hago pero hoy no, soy incapaz de levantarme.

Creo que han transcurrido más de tres horas y ahí estoy, no he abierto un cuaderno, no he mirado un libro, siento un movimiento en el aire, se que él está detrás de mí, carraspea, toma una silla y se sienta a mi lado.

- Vamos a ver Al, coge la agenda.  -pone su mano en mi cabeza para revolver con ella mi pelo.

Le hago caso y voy desgranando los trabajos que hay que hacer, coge un libro y comenzamos con el primer tema, con otro, y con otro, estamos para acabar, ahora el tiempo ha transcurrido rápido, terminamos, llevo sentado 7 horas, Buuff, ¡Ahhh!!!, levanto mis brazos por encima de la cabeza y abro todo lo que puedo mi boca estirando todo el cuerpo, estoy cansado y molido, intento recoger pero Luis no me deja, me mira sonriente y sin cansancio alguno en su cara, ¡jolín, el trabajo que hemos hecho, si no llega a ser por él!.

- Vale ya, María ha acabado y oigo la tele desde aquí, venga voy a ver lo que ha dejado Luci para cenar un poco, vete para allí que lo tienes merecido.  –Luis se levanta y va a ir hacia la cocina.

Cuando voy a salir me da un pequeño abrazo en el hombro, paso antes por el baño, me estoy meando. En el salón y sentada en medio de una gran butaca está María, no pierde ripio de lo que sucede en la pantalla. Se levanta y va a ayudar a Luis a preparar algo de comer.

Lucía, como siempre, ha dejado una merienda-cena deliciosa que yo devoro, comí muy poco en el Club, tenía la mente ocupada, María lo estropea, y el tío pica un poquito que va engullendo con una copita de vino que se ha puesto, acabamos rápido y una vez recogida la mesa y dejado todo a Luci como a ella le gusta, volvemos al salón.

María se ha apoderado del mando de la televisión, habrá que ver lo que a ella se le ocurra y acabamos riendo con las aventuras de los Ratones en Cangurolandia, el ambiente se distiende, y hay que vernos, el tío se ríe con algunas escenas y me rio yo y María se lo pasa pipa.

María está en el centro de la butaca, yo en un extremo, a su derecha y Luis a su izquierda, muy cerca porque tiene que soportar sus abrazos de júbilo o de miedo según las escenas que se van sucediendo, sobre todo cuando la integridad de la ratoncita Bianca corre peligro.

Estoy feliz, el ambiente está alegre, de descanso pero…, todo tiene su fin, la peli acaba y María se compunge, no quiere ir a la cama, quiere seguir viendo la tele intentando chantajear como siempre, ¿por qué ella tiene que irse a la cama y Álvaro no?, vamos como siempre, Luis la convence y con ella a burritos se encaminan a su habitación, tarda un rato y seguro que no ha parado de hablar mientras se pone el camisón, se lava la boca y luego intenta atraparlo hasta quedar dormida, lo de todos los días.

Luis vuelve y se sienta a mi lado, en la tv un aburrido programa de variedades, me atrae hacia él y no opongo resistencia, ¿para qué?, levanto los ojos hasta encontrarme con los suyos que chispeantes me miran inquisitivos y yo les respondo de la misma forma.

- Tito, ayer que pusiste en mi coca cola.

-Nada importante ni peligroso, un poco de inofensivo tranquilizante.

-Por favor no vuelvas a hacerlo, te prometo que no voy a poner resistencia alguna.

Me sujeta de la barbilla para mirarme más al detalle.

-¿Tienes miedo Al?, si tienes miedo y no quieres hacerlo, no lo hacemos.  -no se trata de eso, pero sigue hablando.

-¿Quieres que lo hagamos?  -por descontado se a lo que se está refiriendo.

-Tito, tengo miedo pero…, sí, sí quiero que lo hagamos.

Baja su cabeza y besa suavemente mis labios.

-No tienes por qué tener miedo, yo nunca haría nada que te causara algún daño o no fuera bueno para ti, bueno según mi forma de pensar sobre la vida.

-Tengo miedo tito, no de ti, bueno algo sí, pero mi miedo viene de que esta mañana me he sorprendido mirando, además de a las chicas, los culos y las bultos en las braguetas de los chicos, ¿te das cuenta de lo que te digo? Y además, lo de anoche, en el fondo, me he dado cuenta de que lo disfruté. Todo eso me da miedo.

-Pues…, es que precisamente de eso se trata, lo que pretendo es que explores toda tu sexualidad, tú chiquitín eres parecidísimo a mí, en lo físico y en lo demás y no quiero que lo descubras a lo burro y cuando seas mayor y te cause un trauma.

Yo no entendía, no comprendía casi nada de lo que decía, pero me fiaba, tenía fe en él.

-Además ayer vi tu verga, tito eso no cabe en mí, me vas a romper, me va a doler muchísimo.

-Tranquilízate, déjame que yo te lleve y tu déjate hacer, puede que te duela un poquito pero voy a ser cuidadoso y si te duele mucho paramos, no pasa nada, ¿te parece bien así?

No respondo me encamino hacia su habitación, él apagó el aparato de tv y me sigue, entró en el baño y cuando volvió traía un frasco en sus manos y no sé que alguna otra cosa. Dejó todo en la mesilla de noche, quitó toda la ropa de la cama excepto las sábanas y me miró. Yo seguía allí, de pie en el borde de la cama, sin hacer nada, paralizado, sin moverme,

Vino hacia mí y comenzó a quitarme la ropa, la camisa, aprovechaba para acariciar mi cuerpo según iba quedando desnudo, la hebilla del cinto y el botón de la cintura, como el pantalón era flojo cayo a mis tobillos, se arrodillo y me los sacó por los pies, me bajó el slip, tenía la verga toda recogida, arrimó su cara y la besó, me sacó el slip al igual que los pantalones aprovechó para quitarme los calcetines uno a uno, sus manos eran fuego cuando pasaban por mi cuerpo.

No me movía, no podía, se levantó y como si fuera un niño me cogió en sus brazos y me depositó encima de la cama. Comenzó a desnudarse él, ya sabéis más o menos algo sobre como es él, pero por incidir en el mismo no importa, así os daréis cuenta de lo difícil que es negarle algo, su cara es como la mía pero de hombre, soy igual a él y a mi padre y ahí se acaban las igualdades, por lo menos por ahora, su tórax es fuerte con grandes pectorales, tableta muy pronunciada, con un poco de barriguita, muy poca y se le marcan los abdominales, con vello proporcionado en todo el pecho, tableta y en el bajo vientre un bosque, de ese bosque sobresalía morcillona la verga que tantos deseos y miedos me despertaban y las pelotas casi no se le veían por el vello abundante pero que ayer pude comprobar eran gordas y colgonas, dos fuertes columnas como piernas también con vello crespo y duro como el de los brazos, ese es más o menos Luis.

Ya lo tenía todo a la vista, bien expuesto, aunque fue muy rápido al desnudarse, no estuvo haciendo un estriptis para regodeo de mi vista, no, se tiró prácticamente a mi lado juntando su cuerpo al mío, paso su brazo por encima de mi vientre atrayéndome hacia él, y apoyado en un codo, el resto del cuerpo levantado, comenzó a acariciar mi cuerpo, yo permanecía quieto, pasaba las yemas de sus dedos por mis tetillas que al contacto parecía que crecían, luego las besaba y lamía, muy suave, muy tranquilo todo, nada parecido a la noche anterior, pasaba sus rojos labios por mis parpados, mi nariz y los labios, mi cuello, era todo de un placer maravilloso, mi polla empezaba a despertar…

Lloré, me dolió, y las lágrimas resbalaban por mi rostro, pero una hora más tarde había franqueado la entrada y había vencido en su empeño, el camino estaba hecho, de ahora en adelante ya sería más fácil, si hace 48 horas alguien me hubiera dicho que iba a tener la tremenda verga de Luis en mi interior, llegándome hasta no se adonde, que iba a disfrutarlo a pesar del dolor y escozor, que iba a acabar pidiéndoles más y más, hubiera dicho que estaba loco.

Luis lo luchó y lo disfrutó, yo también lo pasé bien y mi mejor momento fue cuando se vació en mi interior y vi su cara de placer, sentí una ternura tal, hasta el punto de rodearle con mis piernas y brazos para que no me abandonara nunca, algún día tendré que darle las gracias pero, ahora…, ahora estaba muy confundido.

Cuando a la mañana desperté en mi cama, con una enorme sonrisa y con escozor donde ya sabéis, había elaborado cuatro propósitos.

a)        Ya no importaba que mis padres se enteraran, si se tenían que enterar, de mis gustos y preferencias sexuales.

b)        Esto no se lo iba a decir al sacerdote, al bueno de don Silverio…, ni en broma, en la confesión del próximo viernes.

c)        Había decidido que todo lo hecho en estas 48 horas me había gustado y no iba a renunciar a cualquier placer que la vida me ofreciera. Y…

d)        Que lo que había sucedido con Luis no se volvería a repetir nunca, nunca, nunca más, aunque para ello tuviera que alejarme de él.

No era porque estuviera arrepentido o porque no me hubiera gustado, lo de menos era que me volviera a follar o yo le follara a él. Había un motivo importantísimo: Mi tía, a esta persona no podía causarle el más mínimo daño por ningún motivo, costara lo que fuera no lo iba a permitir.

De esos cuatro propósitos, que cumplí a rajatabla, solamente hay uno del que con el tiempo me arrepentiría haber cumplido, el d), pero esa es otra historia.

Tendrían que transcurrir casi dos años para que un acontecimiento extraordinario, extraordinariamente malo, me hiciera saber que no hubiera sido necesario ese alejamiento que tanto me costó en todos los sentidos.

Este fue mi principio, ni inicio en el sexo gay y ya no habría quien me parara, me había gustado demasiado.

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