Nuevos relatos publicados: 13

Sumisa en la calle (1)

  • 7
  • 13.537
  • 8,64 (11 Val.)
  • 0

La cafetería no es que estuviese abarrotada, pero no había ni una sola mesa libre.

Ella estaba de pie en la barra; estaba acabando el café y la tostado del desayuno y en breve debía volver a la oficina. Estaba pensando en sus cosas cuando de repente, al girar la cabeza vio algo que la sorprendió.

En una de las mesas había un hombre de unos treinta y pico años con una chica que no pasaría de los veinte. El hombre pareció decirle algo a la chica, la cual de inmediato, se levantó, fue hacia el hombre y se puse de pie al lado de este.

El hombre metió la mano por debajo de la parte trasera de la corta falda de tablillas de ella y por lo movimientos y la cara contraída de la chica, le pareció que la estaba dando unos azotes.

Él sacó la mano y pareció decirle algo a la joven, tras lo cual ella se sentó inmediatamente en su sitio.

La mujer de la barra no fue la única que se dio cuenta de lo que había pasado. Pero todo el mundo decidió pasar el hecho por alto y seguir a la suyo.

Para la mujer que estaba desayunando, aquello fue impactante y no pudo dejar de mirar a la pareja. Tal fue la insistencia de su mirada, que el hombre acabó por darse cuenta y miró en su dirección. Cuando la mujer se dio cuenta de que ahora era ella la observada, se dio la vuelta y bajó los ojos a su taza.

No se podía creer lo que acababa de ver. Aquel hombre había azotado a su acompañante sin ningún recato en un lugar público lleno de gente...además no entendía como la joven lo había consentido; no era ninguna niña como para que la dieran unos azotes así sin más delante de todo el mundo.

Cuando volvió girar la cabeza hacia la mesa de la pareja, vio que ya no estaban. Sin ser consciente de ello, se encontró pagando y saliendo del local para intentar encontrarlos. Aquella imagen le había llegado al fondo de su alma y la verdad es que incluso la había excitado. Quería saber que tipo de relación tenían, porqué el se atrevía a hacer algo así y por qué ella lo consentía.

Sin darse cuenta se encontró en la calle, intentando averiguar por donde se había ido. Por fin consiguió localizarles cuando doblaban una esquina. Echó a andar tras ellos, con paso rápido, para no perderlos de vista.

Miró el reloj. En cinco minutos tenía que estar en el trabajo ...pero aquello era demasiado intrigante y demasiado atrayente.

Consiguió ponerse a unos pocos metros de ellos y desde aquella distancia pudo apreciar que el hombre era alto, moreno y de constitución fuerte ( posiblemente de músculos definidos ). Iba vestido con pantalón vaquero, botas de montaña y polo gris. La chica no era muy alta, pero si de bonitas formas y con el pelo moreno y liso recogido en una cola de caballo; llevaba aquella falda plisada corta de color blanco y una camisa rosa, también llevaba calcetines y unos zapatos que parecían de niña pequeña...parecía que eso es lo que quería el hombre, que pareciese una niña.

Desde su posición se percató de otras dos cosas: la primera, que la joven caminaba un paso por detrás de él y con la cabeza gacha mirando el suelo y la segunda, que su forma de andar era extraña, como si algo la incomodara entre las piernas.

La mujer estaba cada vez más intrigada...decidió llegar al fondo del asunto aunque eso supusiese no presentarse en la oficina esa mañana.

A mitad de la calle vio que la pareja se metía en una tienda de ropa de hombres Era una tienda grande y había varias personas dentro por lo que no le costaría pasar desapercibida, pero de todas formas prefirió ir con cuidado, así que disimuladamente y tras esperar un par de minutos, entró tras ellos.

Les vio en la parte del fondo de la tienda, en la zona de complementos, mirando unos cinturones y hablando entre ellos. Por fin el hombre seleccionó un par de ellos y cogiendo a la chica por el brazo se encaminó a los probadores.

Me pareció raro que para probarse unos cinturones fueran al probador, así que les seguí. Metí la cabeza por la puerta del pasillo que daba paso a otras cuatro puertas. Sólo una estaba cerrada y acercándome de puntillas puse la oreja sobre la puerta ( se me olvidó la posibilidad de que abriesen la puerta y me descubrieran espiando). Dentro oí que el hombre susurraba:

-Recógete la falda en la cinturilla y apoya las manos en la pared. Y ten cuidado de que no se salgan.

Al oírle un escalofrío recorrió de arriba abajo a la mujer y sintió como su entrepierna se humedecía ligeramente...¡ Iba a azotar a la chica en el probador ! ¿ Y que era lo que no se podía salir?

De repente escuchó como un golpe seco y rápido y un gemido contenido. La mujer no se podía creer lo que estaba pasando allí dentro. Volvió a oír más golpes y gemidos amortiguados...la joven debía estar aguantando los gritos.

Los golpes cesaron y se oyó al hombre decir que aquel cinturón no le gustaba, que el cuero era demasiado duro y no podía manejarlo a gusto. La chica dijo con voz entrecortada que estaba de acuerdo.

Tras un corto espacio de silencio se volvieron a oír los golpes y los gemidos, con lo que la mujer dedujo que estaban probando el segundo cinturón.

En cuanto los golpes cesaron, decidió alejarse de allí para que no la viesen. Salió apresuradamente del establecimiento y cruzó la calle. Se detuvo frente al escaparate de un establecimiento, gracias al cristal controlaba la puerta de la tienda de ropa de hombres.

Mientras esperaba a que saliese la pareja, intentó poner en orden sus pensamientos y calmarse un poco, pues su corazón iba a mil por hora.

Aquel hombre trataba a la joven como si fuese su esclava y ella consentía en ello. No parecía que ella estuviese forzada sino que lo hacia por propia voluntad, aunque...a saber lo que había detrás de aquello.

De repente la mujer se dio cuenta de que además de confundida estaba tremendamente excitada...la escena de la cafetería, el sonido de los golpes en el probador, la dominación que parecía ejercer el hombre y la sumisión que mostraba ella, habían hecho que su coño estuviese completamente húmedo.

¿ Qué la pasaba? ¿Acaso quería estar en el lugar de la chica?

En alguna ocasión había fantaseado con ser azotada, pero sólo era una fantasía...No se imaginaba soportando el dolor real que debían producir los azotes. Pero le gustaba jugar con la idea de ser dominada...

Estaba sumida en estos pensamientos cuando se percató de que ellos salían del establecimiento. La chica llevaba una bolsa en la mano, así que la mujer supuso que habían comprado el segundo cinturón.

Se dispuso a continuar siguiéndolos pero en ese momento el hombre paró un taxi y se montaron en él.

Desesperadamente, la mujer buscó un segundo taxi, pero no aparecía ninguno.

Dio un taconazo contra el suelo por la rabia.

Les había perdido...

 

 

[ Continuará.... ]

(8,64)