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Sumisa en la calle (2: propuesta)

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Al día siguiente, entró en la cafetería para desayunar como todo los días.

Al mirar hacía la mesa donde estaba sentada la pareja el día anterior, vio al hombre solo, mirándola descaradamente. Ella sintió que el corazón se le iba a detener, pero sacando fuerzas de donde pudo consiguió encaminarse hacia la barra y pedir su consumición.

Tras tener el café y el bollo ante ella, no pasó ni un minuto hasta que el de repente notó una presencia justo a su lado.

-¿ Por qué no se sienta en mi mesa y me hace compañía ?- oyó que le decía una voz masculina.

No le hacía falta mirar al autor de la proposición para saber que era el hombre al que el día anterior había seguido.

Sin decir nada más el hombre volvió a su asiento. Ella, aunque le temblaban las piernas y las manos, consiguió coger su taza y su plato y respirando hondo, se dirigió a donde se encontraba él.

Sentía cierto temor. No sabía muy bien por qué el hombre la había invitado a su mesa; tal vez era por como les había mirado a él y a la joven el día anterior. O tal vez sólo era que el la encontraba interesante y quería entablar relación con ella...pero al pensar eso, ella recordó todo lo que había presenciado y escuchado el día anterior y se estremeció ante la idea de que le hombre quisiera hacer lo mismo con ella.

Aún así, fue hasta la mesa, cuando de que no se derramara el café de la taza.

Al llegar a la mesa el hombre le indicó que se sentara frente a él con un gesto de la mano y ella obedeció.

-Voy a ir al grano – dijo él sin preámbulos- Ayer me di cuenta de cómo nos miraste – la mujer intentó replicar pero el puso un dedo sobre los labios de ella evitando que hablara; ante este contacto, un escalofrío recorrió su cuerpo – déjame acabar de hablar y cuando acabe puedes hacer dos cosas estar de acuerdo con lo que te diga y quedarte o simplemente irte y no volverás a verme.

Ella no sabía muy como reaccionar ante lo que le decía el hombre, así que decidió dejarle hablar hasta el final.

-Bien, como te decía. También noté que no te bastó solo con mirarnos, sino que te dedicaste a seguirnos – Tras esa frase la mujer notó como el rubor subía a sus mejillas de forma incontrolada y como su corazón comenzaba a latir aun más rápidamente; pensó en salir corriendo de allí, pero una vez más la curiosidad fue más poderosa que el temor.- No se cuanto tiempo estuviste siguiéndonos, ni que es lo que viste, pero cuando te vi en el escaparate de enfrente de la tienda de ropa, tuve muy claro que habías ido tras nosotros.

La mujer no conseguía estarse quieta en la silla. Sus nervios estaban a flor de piel, el hombre la había descubierto. Pero que pretendía ahora hablando allí con ella.

-Lo que no tengo muy claro- prosiguió el hombre- es qué hacer contigo.

La mujer dio un respingo en la silla.

-¿ Qué quieres decir?- Preguntó ella temerosa.

-Pues que no se si dejarte ir y punto o hacerte una propuesta- contestó él.- y como no se que hacer dejaré que seas tú quien elijas.

-¿Una propuesta? – El miedo y la excitación se mezclaban en su interior-¿que tipo de propuesta?

-Creo que te resulta evidente que la chica de ayer era mi esclava, mi sumisa, ella hacía todo lo que yo le ordeno y me dejaba hacer con su cuerpo lo que yo quisiera. – la mirada del hombre mientras le decía esto se clavó en sus ojos con total descaro -¿Crees que serías capaz de hacer algo así?

El cuerpo de la mujer temblaba incontroladamente.

-¿ Por qué crees que yo iba a querer ser tratada así?- consiguió preguntar con voz entrecortada.

-Simplemente porque si no te interesara ya habrías salido despavorida de aquí- dijo el hombre tras lo cual se echó a reír.

-No se si podría...-comenzó a decir ella con un balbuceo- yo, no se...¿ Qué tendría que hacer?

-En estos temas siempre voy improvisando, pero tendrías que hacer absolutamente todo lo que yo te dijese, sin dudar.

-¿ pero que tipo de cosas ?

-Bueno, por ejemplo ya has visto que no me importa azotar a mi sumisa en un lugar público- dicho esto volvió a echarse a reír.

-Quiero decir que ¿dónde estarían los límites?

-En los que pongamos de mutuo acuerdo, pero normalmente el límite lo suelo poner en que no habrá lesiones físicas.

-¿Puedes especificar un poco más?

-No habría cortes, quemaduras ni cosas de esas, pero eso si, el culo lo ibas a llevar bien calentito.

-¿ Cuanto tiempo duraría?- Preguntó ella intentando parecer un poco más segura, aunque no se podía creer que realmente se estuviese planteando hacer algo así.

-Un solo día-contestó él.- No me gusta repetir- Una sola sesión y después cada un por su lado.

-No se...-comenzó a decir ella.

-No te preocupes- te daré todo el día de hoy para que lo pienses. Mañana es sábado, ¿no trabajas verdad?

-No.

-Bien pues piénsalo hoy, y si mañana estás dispuesta a probar, te estaré esperando aquí a esta misma hora. Si vienes, probarás un mundo nuevo de sensaciones y si no vienes se acabó todo, será como si nunca hubiésemos tenido esta conversación.

Sin dejarla decir nada, el hombre se levantó dejó un billete sobre la mesa para pagar su consumición y la de ella y abandonó la cafetería sin mirar atrás y dejando a la mujer, pensando en lo que acaban de hablar...

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