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02.1 – Te devuelvo la visita

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La semana ha transcurrido con sus vicisitudes y altibajos. En lo que respecta a Nicolás está resultando todo como si fuera un prodigio, perfecto, para mí casi un milagro. He estado tan ciego, tan cerrado en mi egoísmo, pensando en mi, en mi seguridad, en querer tenerlo todo controlado, sin darme cuenta, sin apreciar lo que me quiere hasta el pasado fin de semana.

Me ha estado enviando mensajes, haciéndome llamadas continuamente, recuerdos cariñosos, buenos deseos, palabras amables y amorosas y hasta proposiciones deshonestas que lograban que la felicidad se reflejara en mi rostro, a veces consiguiendo que enrojeciera de satisfacción pero también de vergüenza.

¿En el trabajo?, muy mal, mi jefe, a medida de que se acerca el momento de marchar, de dejar mi trabajo, se vuelve más intransigente. Al principio mi deseo era dejar el puesto el día primero de Julio, accedí a su petición de permanecer 15 más después de que marchara mi compañera, señalamos el 18 de Julio como fecha tope. Pretendía ahora, que retrasara mi marcha al 15 de Agosto. Para lo que preciso hacer, disfrutar de unas vacaciones y atender los requerimientos del nuevo trabajo, es una fecha inaceptable.

Todo ha sido resuelto por factores exógenos, se ha enterado el responsable máximo de la obra de mi marcha y ha exigido a mi jefe que no abandone mi puesto hasta la fecha de mi cese o finalización o entrega de la obra si procediera.

A mi jefe no le ha quedado más remedio que claudicar, las condiciones que le ponía, si yo marchaba, eran inasumibles para él, o sea, no tendré que ir a la oficina para trabajar, pasaré a recoger mi mesa, mantener la entrevista que me ha pedido el responsable de R.H., cumplimentar papeleo y despedirme.

No voy a explicar más de lo que ha sucedido esta semana, es muy largo y desagradable pero todo ha finalizado bien, de acuerdo a mis intereses, a lo que me conviene, a lo que se acordó y fue definido desde un principio.

Ahora estoy impaciente, esperando la hora en que Nicolás llegue, me acercaré a la estación en coche, para traer su fin de semana y no transportarlo en la mano.

La semana comenzó como si fuera un viaje que no acabara, incierto, pendiente de resolver muchas cosas, el tiempo transcurre para bien o para mal y ahora, una vez pasados estos siete días, me parece que fue ayer cuando me despedí de él en Bristol. Lo que inicialmente parecía largo e interminable ha resultado asumible y corto.

He aprovechado el tiempo para ducharme, vestirme, como a él le gusta verme, coloco mi pelo que me cae desordenado y, nervioso, temblando, inicio el camino hacia nuestro nuevo encuentro.

El tren trae un ligero retraso, me siento en un banco de la estación, me levanto, paseo, otra vez tomo asiento, me va a dar algo de los nervios que tengo, me sudan las manos y ahora que anuncian la entrada en el andén tengo el corazón sincopado.

Cuando le veo aparecer permanezco quieto, asombrado de verle ante mí, maravillado ante el milagro; mi andar, lento en un principio, se va apresurando y me paro, me quedo quieto, con temor de abrazarlo y se disuelva como si fuera una ilusión, una sombra.

Es él quien me abraza fuerte, muy fuerte como si quisiera templar mis temblores, un minuto, dos, tres, sintiendo como acaricia mi espalda, como revuelve mi pelo, y exhala su aliento en mi cuello, y pasa su brazo por mi cintura para comenzar a andar hacia la salida, y se inclina buscando mis labios, y me besa y yo quieto, parado, dejándole hacer, y al fin, alzo mis brazos y rodeo su cuello y le obligo a bajar su cabeza y pego mis labios a los suyos y abro su boca y me olvido del mundo y de la gente, de todo los que nos rodea en ese momento, para mí, estamos solos.

Deshace el abrazo, retira sus labios y noto el frío del aire que roza los míos que querían seguir cálidos pegados a los suyos.

-Menos mal, al principio creía que ya no me querías.

Lo dice con una inmensa sonrisa, no le contesto, rodeo su cintura con un brazo y seguimos al resto de los pasajeros, llegamos hasta donde he estacionado el automóvil y una vez que estamos dentro, no puedo soportarlo, de mala forma, pero me abalanzo sobre él para besarle por todo su rostro, para acariciárselo y luego dejar mi cabeza pegada a su pecho, para recuperar la respiración, para calmarme y que se tranquilice también él.

-¿Cómo ha ido el viaje?  -mientras le pregunto pongo el vehículo en marcha.

-Un poco cansado pero bien, con los trenes sin transbordos llegas antes y viajas más tranquilo,  -me mira sonriendo. -Tengo una sorpresa para ti.

Espero que continúe que me diga cuál es la sorpresa, apoya su mano sobre mi pierna, la desliza a lo largo de ella en una suave caricia.

-El día 18 voy a Amsterdam, ya tengo reservado el vuelo, pero desde Bristol.

De la alegría que me da, estoy a punto de detener el coche y abrazarle y darle las gracias, otro fin de semana que podré estar con él, siento una alegría que me desborda, retiro mi mano izquierda del volante para colocarla sobre la suya que reposa ahora en mi pierna.

-Gracias, gracias por hacer este esfuerzo.

-Si no ha sido nada, yo también quiero ir y estar contigo y que me presentes a tus amigos que estuvieron en Cranfield contigo.

-Espero que acudan bastantes, en realidad todo el que pueda.

-Vale, así conoceré a más gente y te conoceré más a ti.

Vamos avanzando entre el tráfico, hay mucho vehículo en el centro a estas horas, voy atento a los movimientos de los coches y él se ha girado en el asiento, cruza su pierna izquierda sobre la derecha y me mira.

-Te quiero Daniel, te quiero y te he echado de menos, deseaba sentirte cerca como ahora, ¿y tú?

-También, sí, también te he extrañado, también yo te quiero, cada día más, no sé lo que me está pasando contigo para quererte de esta forma, no me había sucedido antes.

Suelta una carcajada, aprieta mi pierna con la mano, inclina su cuerpo y me muerde en el muslo.

-Te quiero, te amo y tengo ganas de ti, ya sabes.  –acaricia mi ingle y le retiro la mano.

-Por favor Nicolás, estoy conduciendo, déjalo para luego.

-Si no iba a hacerte nada pero tú, ¿tú también me deseas?

-Sabes que si, te lo digo todos los días, cuando me lo preguntas y cuando yo te lo quiero decir.

-Ya, pero ahora necesito que me lo confirmes en persona, me gusta escuchártelo decir, venga dime que me amas y que me deseas.

-Vale, te lo digo, sí.

-Sí, ¿qué?

-Que te amo, y deseo, ya está.

-Bueno por ahora lo dejaremos pero el tono no me ha acabado de gustar, ¿salimos esta noche?

-Como quieras, tengo algo para cenar pero si quieres salir lo podemos hacer.

-Mejor no, cenamos en la residencia y nos vamos pronto a la cama, ¿no querías que fuéramos mañana a York? Lo mejor es que esta noche no salgamos, lo dejaremos para mañana.

-Hay cambio de planes, mi compañero de trabajo me ha explicado que hay un lugar precioso, como a una hora de aquí, se llama Brimham Rocks, con unos paisajes muy bonitos y extraños, le comenté que ibas a venir y dice que debemos verlo.

-Has simpatizado con tu compañero, os lleváis muy bien.

-Ha sido la primera persona en la empresa que se ha preocupado por mí en dos años. Hace poco me invitó a comer y luego le he devuelto la invitación, comidas de trabajo, todo muy sencillo, ha sido comer y volver a trabajar. Se ha preocupado por mi necesidad de permisos para ir al médico, por todo, la verdad.

-Sentirá el que te vayas a marchar.

-¡Ayy!, es un chico estupendo, está continuamente encima de mí, de lo que pueda necesitar.

Nicolás guarda silencio y acaricia suavemente mi pierna, no quiere retirar su mano y me pone nervioso.

-Creo Daniel, que tu compañero está enamorado de ti o se está empezando a enamorar.

Estoy a punto de causar un accidente, la impresión que me causan sus palabras me corta el aliento.

-¿Qué dices?, es imposible, está casado y hace poco que ha tenido una niña.

Aprieta su mano en mi pierna y suelta una risita tierna, está buscando las palabras que desea decir.

-Si por eso fuera, también yo podría estar casado y tener una niña o dos, ¿no crees?

-Imposible Nicolás, no me hagas pensar en eso, por favor.

-No es tan imposible ni impensable y no debes preocuparte, esas cosas suceden, se pasan muchas horas en el trabajo juntos, se va cogiendo confianza, se comparten confidencias, luego surge el cariño, ocurre muy a menudo, no sería algo especial.

-Pero yo no quiero que sea así, eso no debe suceder.

-Tampoco él lo querrá, se da sin más.  –aprieta su mano otra vez, ahora en la rodilla.

-No es tan difícil quererte Daniel, mira mi caso, yo empecé a quererte por lo que Maira me contaba de ti. No te gusta que se hable bien de ti en cualquier sentido y te pones siempre en tercera línea, sin darte importancia alguna. La gente sensible se da cuenta.

-Nos queda poco tiempo para estar juntos, en realidad ahora ya, si no viene a despedirse igual ni le veo. Mi jefe le ha retirado de la depuradora para que se atienda otras cosas de las que me iba a ocupar yo y le quedan vacaciones pendientes que quiere coger ahora, antes de que yo marche.

-Pues no pasa nada, tu tranquilo que por eso no te van a acusar de cometer un crimen, enamorarse de ti no es un delito, es un placer.

-Pero no quiero que alguien lo pase mal por mi culpa, mira lo que te ha sucedido a ti.

-No quiero que te preocupes, no pienses en lo que te he hablado, que siempre te preocupas por todo.

Como de costumbre, la cena la tengo que preparar yo, no es porque él no quiera ayudarme, no se lo permiten, quieren hablar con él, la cena no tiene nada de especial, una ensalada y algo de tortilla que me ha sobrado de la comida, todo para Nicolás, yo con una fruta tengo bastante. Él habla con los otros residentes que se van acercando a la cocina, se saludan, intentan convencerle para salir más tarde al centro, reúsa y les pone de disculpa algo que es verdad a medias, el viaje de mañana.

Después de cenar recogemos, han pasado varios residentes por aquí que le conocen, los que no han salido de fin de semana, preparan su comida y van a la sala o sus habitaciones, a mi no me gusta sacar  la comida de la cocina, nos quedamos aquí y luego vamos a la sala un ratito antes de ir a la cama.

Nicolás está impaciente, me mira haciéndome señas para que marchemos, él es el que habla y yo el que me tengo que despedir, y al fin nos levantamos y subimos las escaleras.

En el momento de entrar en la habitación, sin esperar a más, Nicolás me abraza, me besa, sabe a tortilla de patata con cebolla y suelto la risa, está impaciente, lo comprendo, yo también, pero no pasa nada por pasar unos minutos para limpiarnos los dientes y yo hacer otras cosas.

-Espera, espera, vamos al baño a lavarnos.  –se lo digo entre risas, parece un pulpo y quiere quitarme la ropa.

-Pero mira como estoy, ¿a ti no te pasa?  -lleva mi mano a su entrepierna para que compruebe su calentura y me produce más risa y aumenta mi estado de excitación.

-Venga vamos, cuanto antes vayamos, antes volvemos.

No espero su respuesta, consigo deshacerme de su abrazo y salgo al pasillo, el cuarto de baño está enfrente, me desnudo y me introduzco en la ducha, llega Nicolás, orina largamente, se lava los dientes y abre un poco la mampara para meter su cabeza en el recinto de la ducha.

-Me permites que me dé una ducha, rápida, rápida.

No espera una respuesta, está desnudo y se mete debajo del agua que salpica el suelo al correr el cristal, me abraza por atrás y me hubiera rendido a él en ese momento.

-¿No dijiste que se trataba solo de un agua?  -le cuestiono, deseando que siga rozando mi cuerpo.

-Pues tú te lo pierdes.  -me pasa la mano por el culo y me da un cariñoso cachete.

Ahora se da prisa, usa un poco de gel y se aclara, en unos minutos esta fuera secando su cuerpo y me deja solo.

-Venga, te estoy esperando. 

-Vete a la habitación ahora voy yo. -no me escucha o no quiere oírme, sigue con la cabeza dentro del habitáculo.

-Por favor Nicolás, ve y espérame allí.

-Joder, nunca podré verte, quiero mirarte, me interesa todo de ti.

-Espera, ya te diré pero ahora déjame, por favor.

Pone morrito de enfadado y se marcha.  –sale al pasillo con una toalla sujetada en su cintura, si subiera algún residente le vería aunque no creo que le importara.

Cuando vuelvo a la habitación voy casi igual que él, con una toalla en mi cintura y otra sobre los hombros.

Abro la puerta y me llevo una sorpresa, está tendido en el centro de la cama, sin cubrirse, totalmente desnudo, con los brazos en cruz y las piernas abiertas, mostrándose todo él, un cuerpo perfecto, un poco blanco, aunque se le nota más blanco aún en la parte que cubriría un pantalón de baño.

Me quedo absorto mirándole unos segundos, me acerco y subo a la cama, arrodillado ante él, se da cuenta de las emociones que me causa y tira de mi muñeca para que me acerque, paso una pierna por encima de él y me siento a horcajadas, le miro, nos sostenemos la mirada unos segundos y puede conmigo, me vence, bajo mi cabeza, mi cuerpo; me escondo en su sobaco y aspiro su olor a gel, sus pelos me hacen cosquillas en todas las partes de mi cuerpo que están en contacto con él.

Me alzo y acerco mis labios a los suyos de color rosa, que han perdido el colorado, me abraza y entramos en la vorágine de besos suaves, de besos fuertes, de caricias temblorosas, de palabras de amor suspiradas, de cuerpos que tremolan encendidos…

Mientras me besa su mano acaricia mi ano, suspiro arrebatado, su verga tan grandota se frota con la mía y mueve sus caderas como cuando me penetra, sube con fuerza mi cuerpo hasta tener mi verga enfrente de su boca, la chupa con delicadeza y vuelvo a suspirar, me place el calor que me brinda, la humedad que me moja, la suavidad de su lengua esponjosa.

-Déjame que te la chupe yo también.  –quiero que pare o va a lograr que me corra sin empezar, y quiero que esto dure una eternidad.

Mete todo mi falo en su boca, yo lo voy a tener más difícil, me deslumbra su belleza y el chorro de precum que le sale de la polla, no se le ve la cabeza oculta por el prepucio y de la piel surge el arroyo que se desliza por el tallo; curioso lo llevo a mi lengua y lo lamo, lo degusto y me sabe exquisito, chupo de su pellejo para extraer lo que tiene en su interior y meto mi lengua por él, Nico saca mi polla de su boca para suspirar y coger aire.

Corro la piel que cubre su glande, está rosa violeta, brilla como una piedra preciosa, paso mi lengua por su frenillo apretando en él y se queja.

-¡Joder!, que rico sabe.  –vuelve a meter mi polla en su boca y a chupar con más ganas, acaricia también mis testículos y yo le voy imitando, acaricio el vello que los cubre y él va acariciando mi ano.

El sabor y la delicadeza de su glande me fascina y quiero meter su verga en mi boca, puedo introducirla hasta la parte más gruesa, allí me detengo, no es que no me quepa de lo larga, es no que no entra de lo gorda y tengo que estirar mis labios hasta que no puedo más.

Muerdo su escroto arrugado y salto cuando comienza a meter sus dedos en mi culo, tengo que sacar su verga para poder emitir mis suspiros de felicidad y vuelvo a chupar de esa cereza gigante, el precum que le sale huele maravilloso y un poco a metálico. Me hace daño cuando mete su segundo dedo y me quejo.

-Perdona ahora no te dolerá.  –moja sus dedos en su saliva y vuelve a meterlos, esto ya es otra cosa y suspiro a gusto cuando sus dedos juegan en mi recto entrando y saliendo.

-¿Quieres que te la meta?, tu culito está preparado.  –me hace gracia lo fino que se ha vuelto y me gusta el diminutivo que emplea, río cuando beso sus labios y le entrego mi lengua para que la chupe.

-Me gusta como sabe tu boca.  –vuelvo a reír metiéndosela más profundo.

-Es tu sabor tonto, te sabe a ti, ¿nunca has probado tu precum?  -no me contesta y me coloca con mi espalda en la sábana, me abre las piernas y mientras chupa mi verga vuelve a introducir sus dedos en mi ano, ahora son tres y los gira y saca y mete. Retuerzo mi cuerpo de placer y mi vientre sube y baja angustiado.

Sujeta su polla y empuja contra mi ano, me relajo y quiero aceptarlo pero es difícil, tengo que sujetarme a las sábanas y ayudarle empujando yo también para que, con inmenso dolor entre, sea penetrado entre jadeos de él y mis lágrimas que quiero contener y no puedo. Besa mi boca y pasa su lengua para recoger mis lágrimas.

-Ya entró, lo peor ha pasado amor mío, ¿quieres que lo dejemos?  –su voz es tan tierna, tan dulce, tan amable que me niego y empujo mi cuerpo hacia él para meter la mitad de su miembro, muerdo mis labios y vuelvo a empujar, soy yo el que lo estoy metiendo y pasa su parte más gruesa, el resto se desliza fácil hasta que noto su vellosidad que acaricia mi perineo.

Quedo con la boca abierta, asombrado y dolorido como nunca lo he estado, abrazo su espalda para que permanezca quieto, querría que la sacara y sin embargo le aprieto contra mí para que no salga, si se mueve siento un dolor terrible en lo más profundo, como cuchillos que me atravesarán.

-Por favor sácala un poco, pero solo un poco.  –me obedece, serán unos milímetros o centímetros, no lo sé, pero el alivio es enorme.

-Así, así estoy bien, quédate así.  –siento palpitar su virilidad, estoy lleno, pleno de él.

-Bésame, tontito, bésame, estoy bien.  –me da pena la carita que pone.

-Muévete poco a poco, pero sin entrar entero para que no me duela.

Va saliendo de mi y entrando, siento aprensión a que vuelva a meterla entera hasta que cojo confianza, lo hace de maravilla y estoy comenzando a disfrutar, a morderme los labios emocionado por el deleite que siento.

-Me voy a correr Daniel, no puedo aguantar más. –tiene cara de sufrimiento y se muerde el labio inferior.

-Vete, lléname de ti, no importa, córrete ya. -muevo mis caderas para acelerar su venida que desea y vuelve a empujar más, coloco mis manos, una sujetando su verga a la entrada de mi culo y la otra en su muslo para contenerle y así convulsiona, le tiembla la barbilla y se queda un momento estático vaciándose dentro de mi recto con rápidos y pequeños espasmos.

Es un sentimiento maravilloso, de profunda satisfacción cuando cae encima de mi pecho rendido, con el ritmo de su corazón acelerado y su aliento saliendo a velocidad como ráfagas del viento de verano.

-¡Nicolás!, ¡Nico!, ¡Nico!  -abrazo su espalda y acaricio su cintura, su costado y con mis piernas sus nalgas.

-¡Ayy! Ha sido mucho, mucho y tú no te has corrido.  –su voz susurra en mi oído mientras besa mi cuello.

-No importa estoy muy a gusto.  –estoy en el cielo con el encima de mi aunque me ahoga y siento mucho placer, el que me causa su polla dentro de mi cuerpo, muevo mis caderas con suavidad y me encanta el roce de su polla en mi recto.

Nico, al que no se le ha bajado en absoluto, sigue con su polla toda dura dentro y va haciendo movimientos de entrar y salir, su semen hace de lubricante y resbala por el recto y el ano con suavidad maravillosa, apretando mis paredes pero muy suave y delicioso, no voy a poder soportar mucho la tensión que me embarga y el grado de excitación en que me encuentro, voy en su búsqueda aunque a veces me lacera, pero es mayor el placer que el dolor.

-Me voy a ir Nico, ve un poco más rápido.  –suda como un cantero en las minas y del esfuerzo no puede casi respirar, pero le escucho.

-Yo también me voy a ir otra vez Daniel.  –El semen se escapa raudo y veloz, con mucha fuerza, elevo mi pelvis por las contracciones del orgasmo y me siento morir mientras mis chorros salen y salen, contraigo mi ano y veo como él vuelve a inundarme y a quedarse solemne, quieto, parado mientras se va vaciando con pequeños espasmos como antes, menos el último que me atraviesa para dejar en lo más profundo su último chorro de esperma.

Cuando despierto a la mañana siguiente, está dormido a mi lado, girado hacía mi, con el pelo alborotado, se le nota la barba, ahora sus labios están rojos, se le escapa un hilito de baba, tiene los labios en una mueca torcidos y las aletas de su nariz se agitan, tiemblan al aspirar y expirar el aire emitiendo un tenue ruido. Entra mucha luz por la ventana, me muevo un poco para mirar hacía la claridad, intentando adivinar la hora que podría ser, Nicolás se agita y gira su cuerpo, creo que sigue durmiendo pero oigo su voz.

- Daniel, ¿me frotas un poquito la espalda?, por los hombros, que me pica.

Llevo mi mano a sus hombros, llenos de nudos de músculos y se los acaricio.

-He dicho rascar, eso son caricias.

Le hinco mis uñas hasta dejarle marcas en la piel y luego suave le fricciono pasando mis uñas una y otra vez por su piel y él suspira exagerado. Se vuelve, sus ojos están risueños, sigue el hilito de baba, ahora en su barbilla, lo retiro con mi mano. Estamos unos minutos mirándonos, sin decirnos nada, hablando con nuestros ojos, yo al menos, le estoy diciendo que le quiero, que me hace muy feliz tenerle así, en su lugar le digo otras cosas y no puedo decirle que le amo.

-Hace unas semanas estábamos aquí, tumbados, casi sin mirarnos y, ¿mira ahora?, no puedo dejar de mirarte.

-Te equivocas, yo sí que te miraba, no perdía detalle de lo que hacías y aunque estabas vestido con tu chaquetita y pantalón, yo te desnudaba entero, me hubiera lanzado sobre ti para comerte, te veía apetecible, me excitabas, pero estaba confundido, te veía guapo y me quedaba corto.

Yo, entonces ya te quería Daniel, creo que cuando Maira empezó a hablarme de ti, allí, en España, empecé a sentir curiosidad por conocerte, y llegué a enamorarme, tienes una amiga que te adora, si no fueras gay pienso que abandonaría a su novio por ti.

No me extrañó nada de lo que vi en ti, te conocía por ella, me contó todo lo vuestro, las veces que lloraste sobre sus hombros, las veces que lloró ella, como os consolabais y como os llegasteis a querer, más que con cualquier otro compañero. Tengo ese año guardado en mi memoria como si yo hubiera estado con vosotros.

Le miré extrañado, me parecía raro el que hubiera estado tanto tiempo junto a ella para ese intercambio de confidencias, de contarse sus vidas antes de venir a Inglaterra. No quería interrogarle pero le pregunté.

-¿Cómo es que has estado tanto tiempo con Maira y cuándo?

-El mes que estuvo en España, por lo del funeral de su padre, estuve en su casa, con su hermano y otros dos amigos suyos, mejor dicho, de los dos, orientales, japoneses.  –me mira divertido, le baila la risa en la mirada y sus labios no pueden contener la risa que suena baja.

-No te enfades si te confieso una cosa, ¿me lo prometes?  -asiento con la cabeza.

-Conocí a tus padres.  –abrí desmesuradamente los ojos asombrado pero no dije nada, él tenía que seguir hablando.

-En el tanatorio, fueron solamente unos minutos. Maira se acercó a nosotros, estábamos su hermano, los dos orientales y yo en la sala anterior a la que estaban sus familiares y amigos, me sujetó del brazo, me llevó hasta la puerta que comunicaba las dos salas, me señaló a su madre que estaba hablando con dos señores mayores, ambos de pelo blanco, la mujer abrazaba a la madre de Maira, una señora muy delgada, muy guapa a pesar del pelo blanco.

-Esos son los padres de Daniel.  –me dijo Maira.

-Luego les observé a partir de entonces, estuvieron poco tiempo, se apartaron hacía un rincón, permanecieron de pie y hablaron con una tía de Maira. Vinieron a la sala donde estábamos nosotros, se sentaron, hablaban entre ellos y luego se levantaran para despedirse, buscaron a Maira, abrazaron a su madre y a su tía y Maira los trajo para presentarles a su hermano al que abrazaron, a los demás solamente nos miraron y se fueron.

Le miré en silencio acariciando su cintura, haciendo círculos sobre su piel con mis dedos.

-No me lo ha contado Maira.

-Se lo pedí yo, si lo nuestro iba bien, hacia adelante, te lo diría yo, ahora lo he hecho y si no hubiera sido así, no merecería la pena. ¿Te ha molestado?

-No, no me ha molestado, pero quiero que me cuentes lo que te sucede, que no te lo guardes para ti, que me digas lo que piensas respecto de mi y otros cosas si lo deseas, que me ayudes a conocerte, veo que tú me conoces más de lo que imaginaba. Me gustaría que me dijeras las cosas que no te agradan, lo que te gusta, quiero tenerte contento en todo y no darte motivos para que algún día me dejes.  –noto que los ojos se me nublan, que la vista me falla.

-Ven tonto, si yo no te voy a dejar nunca, no lo vuelvas a pensar, ¿me oyes?, nunca, y espero que tu tampoco lo hagas.

Me abraza fuerte,  me besa, está caliente y pego mi cuerpo a él.

-Pero, ¿me dirás lo que haga mal?, lo que no te guste, ¿me lo dirás?

-Pues claro que te lo voy a decir, pero me gustas tú y todo lo tuyo.  –se queda pensativo un momento.

-Bueno, igual algo puedes cambiar.   –se le suben un poco los colores y duda.

-Venga Nicolás, ¿no ibas a ser sincero?, si empezamos así, dudando desde ahora.

-Pues verás, cuando la tienes en la boca, lleva mi mano a su virilidad para que sepa a qué se refiere, siempre la sujetas con la mano y prefiero que no sea así, prefiero sentir solamente el calor de tu boca, la dulzura de tus labios, la suavidad de tu garganta, en esos momentos no me gusta que me la agarres.  –le miro separando mi cabeza de su pecho, le sonrío contento.

-Pues a partir de ahora así será, ves, me gusta que me digas lo que hago mal.

-No es que lo hagas mal, lo haces divinamente pero me gusta más así, como te digo, nada más. ¿Y tú?, ¿hay algo que no te guste de mi?  -me envalentono por la sinceridad de nuestra conversación.

-Pues hay una cosa que me gusta y me disgusta.

-Vaya, tampoco soy tan bueno y perfecto.

-Eres perfecto, para mi eres ideal Nicolás, te me estás haciendo imprescindible, como siga así no voy a poder estar sin ti.  –me callo abrazado a él.

-Dime que es lo que te gusta y a la vez te disgusta de mi.

-Cuando entras muy profundo me haces un poco de daño pero tampoco quiero que no sea así, vamos que quiero tenerte muy profundo pero preferiría no sentir dolor alguno y eso va a ser imposible.

-Háblalo con tu doctora, yo creo que se te pasará con el tiempo, que te acostumbrarás, seguro.  –se calla, deja de hablar pero creo que es una frase interrumpida.

-Sigue, ¿por qué estás seguro?

-No quiero sacar cosas del pasado que te puedan ofender o molestar.

-¿Es sobre Marc? No me molestará puedes hablarme de él, no soy tonto, habéis vivido casi dos años y seguro que no me vas a ofender, ha sido tu chico y habréis hecho el amor muchísimas veces.   –me mira un momento en silencio apartando mi cabeza y vuelve a abrazarme.

-A Marc le pasaba lo mismo al principio.  –hinca su barbilla en mi cabeza apretándome fuerte.

-No me ha molestado Nicolás, para nada, lo que hayas podido sentir por él o lo que hayáis podido hacer, es normal, pero hasta ahora, a partir de este momento soy yo el que estaré a tu lado y el amor me lo harás a mí.  –me daba mucha pena su ex y lo mal que lo tuvo que pasar si le quería tanto

-Venga, fuera de la cama, así no llegaremos a Brimham Rocks ni en dos veranos.

Me afeito, él no, nos duchamos y vestimos, todo corriendo y recogemos un poco, son las once de la mañana. Bajamos a la cocina, café con leche, un zumo de naranja de brick y cuatro galletas. Al tomar el zumo, con lo que me acaba de contar Nicolás sobre mis padres, me viene el recuerdo de cuando teníamos que ir a algún lugar de viaje, papá me llevaba un vaso de zumo recién exprimido a la cama, lo depositaba en la mesilla y cuando salía por la puerta.

-Tómalo rápido, antes de que las vitaminas se escapen.

Veía a las vitaminas saltar del vaso y lo bebía de dos sorbos manchando mis labios de zumo, volvía a meter mi cuerpo entre las sábanas cabeza incluida. Retornaba papá, jugaba a que no me encontraba y cuando tocaba mi cuerpo me hacía cosquillas un momentito, luego me tomaba en sus brazos y me llevaba al baño dándome un ultimátum.

-Cinco minutos para jugar y listo, vuelvo a por ti en cinco minutos ni uno más.  –siempre cumplía su palabra y tenía que darme prisa, le tenía de vuelta como si fuera un cronómetro.

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